Aclaración: Los personajes de Masashi Kishimoto no me pertenecen… aunque definitivamente haré a Sasuke todo mío xD

Dai Emi Fiction Sasusaku Presenta:

"Príncipe Oscuro"

15

Desenlace

Esperaba, confiado, que la muchacha finalmente cumpliera con lo que le había mandado. La tenía exactamente donde la quería. La excitación que estaba sintiendo en ese momento era sublime. Jamás pensó que el tener tanto poder sobre otra persona lo hiciera sentir tal goce y deseos de ver más el rostro colmado de miedo de Sakura delante de él. Aquello, comenzó a pensar el aristócrata, le hacía temblar de emoción. El calor que había perdido todo el tiempo en que había caminado por el helado bosque comenzaba a recorrer su cuerpo, volviéndolo de a poco a templar. Presionó en su mano aquella porción de carne que se había endurecido tras haber visto el cuerpo de Sakura completamente desnudo. Se había imaginado que sería preciosa… pero ahora que la observaba delante de él, en ropa interior, superaba las expectativas que había tenido.

Por la mente de Sasori pasaban cientos de pensamientos perversos de lo que le haría. La tenía sólo para él. Le haría tantas cosas como se imaginaba. Y nadie se lo iba a impedir. Ella no se iba a negar. La haría suya, tan suya…

Tembló de regocijo cuando observó cuando ella se arrodilló entre sus piernas, para estar más cerca de su miembro erecto y palpitando. Se le hizo agua la boca al pensar en lo que seguiría. Se recreó en la imaginación de la humedad que le iba a envolver, y por poco emitió un gemido ahogado. El rostro de la pelirrosa tan sólo transmitía todo el desagrado que sentía, pero aun con eso, Sasori sabía que no tenía oportunidad de negarse. Colocó el arma apuntando a su cabeza, a un lado de ella, para que no estorbara en cuanto la mujer se inclinara a darle aun más placer. El aristócrata se sintió un bastardo e incluso eso lo disfrutó. Acarició con perversión el gatillo, cuidadoso de no disparar. No podía matarla. Sólo la asustaría hasta que fuera completamente sumisa como debió haber sido desde el principio. Como le había dicho, la iba a obligar a que fuera la misma que conoció. Una chica torpe que cumplía todos sus caprichos. La tendría de una forma u otra… y su fortuna…

Volvió a reír entre dientes.

Se regocijó al pensar en su victoria sobre aquel imbécil que tantos problemas le causó.

―Ahora, cielo… ―miró los senos cubiertos sólo por la tela del sujetador minúsculo que llevaba la oji-jade, acrecentando en su cara su sonrisa perturbada y lasciva. Apartó la mano con la que estaba dándose placer, con el objetivo que fuera ella quien ahora le sujetara y le brindara un gozo más violento― ¿Por qué no…? ―invitó, sintiendo en el vientre una excitación sin igual.

Sintió la mano temblorosa de Sakura asiendo casi con timidez el tronco de su erección para erguirla y sólo con ello le causó un estremecimiento inaudito que le impresionó. Por poco se ponía a reír como el demente que era por la expectativa. Ella se inclinó, y él esperó, con grandes ansias, sentir su lengua acariciarlo y llevarlo al…

―¡AAAAGHH…!

Mismísimo infierno.

―¡MALDITA PERRA! ―aulló, retorciéndose en el sillón con violencia, sintiendo cómo los dientes de la mujer trituraban su erección. Su respiración escapó, tensó la quijada y ahogó otro lamento iracundo. Las lágrimas de dolor comenzaron a agolparse en los ojos desmesuradamente abiertos del pelirrojo y su rostro se coloreó de mil tonalidades― ¡PUTA! ―apretó el puño, y propinó un fuerte golpe a la cabeza de Sakura sin el menor miramiento, completamente enfurecido. Rugió cuando la presión se liberó y entre lágrimas vio a la chica caer al suelo.

Sasori se llevó las manos a la entrepierna y se dobló sobre sí mismo mientras un millar de punzadas de agonía le revolvían las entrañas y lo hacían experimentar un sufrimiento sólo equiparable al dar a luz. Se retorció entre gruñidos y lamentos, maldiciendo a todo pulmón y apretando furiosamente la quijada, teniendo un solo pensamiento pulsando una y otra vez en mente, nublando del todo su juicio:

―¡ESTÁS MUERTA…!

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Mordió con toda la fuerza que le permitió su quijada. La chica no se pensó por un instante el cataclismo que causaría aquella temeraria acción. El alarido que dio Sasori la hizo temblar desde el fondo de su ser. El ritmo cardiaco dentro de su pecho se disparó con una violencia que amenazó con causarle un ataque. El miedo que sentía causó que apretara más. A pesar que tenía ganas de vomitar, apretó los párpados también.

Y entonces sintió un fortísimo golpe que impactó contra su sien y que enseguida causó que soltara al aristócrata. Sakura vio un destello blanco y por un momento no supo qué ocurrió.

Su cuerpo cayó al suelo, muy cerca del sillón, mientras los gritos y alaridos del pelirrojo llegaban a ella de manera distorsionada, como si estuviera bajo el agua. Aturdida, intentó moverse, sintiendo el peligro en cada poro de su piel. La forma de gritar del aristócrata y sus maldiciones le pusieron la piel de gallina. Sintió algo cálido resbalando por su sien y no tenía que mirar para saber de lo que se trataba.

"¡Corre! ¡Corre! ¡Levántate y corre!"

Mareada, intentó obedecer lo que aquel instinto interno le estaba gritando con toda la fuerza que podía. Su cabeza comenzó a palpitar y el dolor empezó a hacerle sentir peor, pero aun con eso, trastabillando, la asustada mujer logró girar en el suelo y apoyar las manos al igual que las rodillas. Comenzó a arrastrarse, intentando ponerse de pie, mientras los jadeos de terror invadían su garganta.

"¡Sal de aquí ya mismo!"

Todo a su alrededor daba vueltas y creyó que el suelo estaba agitándose también, impidiéndole correr.

Los gritos de Sasori se volvían más nítidos cada vez. Sintió que su espalda se erizaba al distinguir las maldiciones con claridad. Con los ojos casi saliéndose de sus cuencas por el terror, la pelirrosa se volvió para intentar ver por sobre el hombro lo que había hecho.

Sasori la miraba con una mueca furibunda. Sus ojos jamás la habían asustado como en ese momento, casi rojizos como los de algún demonio. Caía saliva de sus comisuras y a ella le pareció como si fuera espuma de rabia. Se doblaba sobre sí mismo, pero aun así, estaba intentando alcanzarla. Estiró un brazo hacia ella mientras gritaba y Sakura sintió que un grito también se agolpaba en su garganta. El pelirrojo cayó del sillón y emitió un nuevo gruñido, pero estiró la mano intentando atrapar el tobillo de la chica.

El sólo sentir que sus dedos rozaban su pié causó en Sakura un pánico abominable.

―¡No! ¡NO, ALÉJATE! ―la chica pateó aquella mano, y se arrastró con desesperación. Logró ponerse de pie, y dio algunas zancadas que casi la hacen caer otra vez por el temblor tan grande en sus piernas. Se abalanzó hacia la puerta, tan asustada que no pensó en estar casi desnuda, tan sólo buscando un escape de aquello que seguramente se convertiría pronto en un infierno si no salía de ahí inmediatamente. La chica sujetó con ambas manos la perilla de aquella puerta de madera, y tiró de ella mientras jadeaba de forma acelerada, mirando por sobre su hombro cómo era que el aristócrata la maldecía y trataba de apuntarle con el arma.

Sakura gritó otra vez y tiró con todas sus fuerzas, con desesperación.

La puerta estaba atascada. Los viejos goznes parecían haber sido fundidos o congelados por completo. Cuando el aristócrata cerró con un portazo, había ocasionado que la entrada quedara sellada, sin saberlo.

Se escuchó una detonación.

La helada muchacha se enfrió todavía más, cuando el disparo le acertó en un hombro y le hizo torcerse como si alguien le hubiera dado un latigazo con una soga rodeada de espinas. Emitió un alarido de dolor, y su corazón vaciló. El daño comenzó a punzar con violencia en la zona y el miedo sólo lo acrecentó. La chica dejó de tirar de la manija por el intenso ardor en su hombro y se llevó la mano ahí, sintiendo enseguida cómo la sangre iba brotando y llenando sus dedos. Se pegó a la puerta y miró con los ojos llenos de lágrimas y horror a Sasori, quien comenzaba a intentar incorporarse.

―¡Sasuke-kun! ―llamó la pelirrosa con la voz quebrada y aterrada, pero al ver que el iracundo pelirrojo se incorporaba, gritó otra vez y se echó a correr, hacia la otra habitación, deseando encontrar pronto una salida, un escape, un milagro.

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―¡SAKURA! ―vociferó con odio y furia Sasori, trastabillando y volviendo a caer de rodillas por el dolor que aun punzaba en su entrepierna, gruñendo como una bestia al ver a la chica desaparecer por la puerta que daba hacia la cocina. Pero no la iba a dejar escapar. Le devolvería el doble de lo que le había hecho.

―Zorra infeliz… ―masculló el pelirrojo, arrastrándose tras ella, apretando el arma con furia en la mano.

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Por poco cae al tropezar con una de las cajas de cartón apiladas en aquella nueva habitación en la que había entrado, desesperada. Con lágrimas en los ojos y el dolor torturando su hombro, miró alrededor, rogando encontrar una salida, algún escondite, cualquier cosa. Su corazón amenazaba con desbordarse y ella casi se volvía loca por el terror. Escuchó los pasos atropellados que iban tras ella y se alarmó aun más. Emitió un lamento, temblando, y al ver, en la esquina de aquel lugar austero, otra puerta, sintió que su pulso se detenía.

Intentó ir hacia ella, muerta de miedo, pero antes que pudiera dar otro paso, sintió un fuerte agarre en su hombro que la hizo aullar de agonía. Sasori la había alcanzado.

Gritó mientras el aristócrata se echaba sobre ella como una fiera, y la arrojaba con desdén y nada de delicadeza contra la empolvada mesa en aquel lugar. No le dio siquiera un segundo para intentar escapar. Se echó encima de ella, quien se deshacía la garganta a gritos de ayuda, e intentaba apartarlo con las manos, y las piernas, pateando y arrojando golpes contra él. Sasori furioso intentaba sujetarla entre maldiciones, causando que la mesa por poco sucumbiera ante aquella violenta lucha.

―¡Déjame! ¡Suéltame! ¡Sasuke-kun!

―¡Me tienes harto, maldita golfa…! ―Sasori sujetó los cabellos hermosos de la chica y lo aferró con odio usando ambas manos. Con los ojos encendidos en rencor y locura, tiró y empujó, haciendo que la cabeza de la oji-jade golpeara violentamente contra la mesa. Sintió las uñas de la chica en la cara y gritó de dolor cuando ella le causaba unos cortes finos en el rostro, que enseguida sangraron. El pelirrojo volvió a impactar con bestialidad la nuca de Sakura contra la tabla de madera, ocasionando que esta crujiera horrendamente― ¡Te vas a casar conmigo! ―gritó, fuera de sí, repitiendo su terrible acción, sin importarle que ella siguiera intentando apartarlo, con los esfuerzos cada vez más débiles― ¡Tú, y toda tu fortuna me pertenecen! ¡Vas a hacer lo que yo diga! ¡Te enseñaré! ―una y otra vez, enloquecido, impactaba la cabeza de Sakura contra la mesa― ¡Te mostraré lo mucho que te amo! ¡¿Me oyes?! ―gritaba, pero la chica apenas y conseguía hacerlo. Los brazos de Sakura se desplomaron a los lados de su cuerpo con el siguiente golpe.

Cegado por la ira, Sasori no se percató que el cuerpo de la chica estaba inmóvil, hasta que, entre jadeos, su vista nublada comenzó a aclararse.

El pelirrojo apretó los párpados y volvió a abrirlos, frunciendo el ceño. Delante de él, vio el rostro de la chica, y cuando consiguió enfocar, descubrió que en los ojos de Sakura había un solo color…

Blanco.

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Las hélices del helicóptero barrían el agua nieve que caía lentamente desde el cielo. Parecía que la enorme ave metálica estuviera rodeada de un escudo de escarcha al avanzar. El vendaval no se detenía, sin embargo, Sasuke no iba a renunciar. Sobrevolaban la autopista I-50, esperando encontrar alguna señal. A través del comunicador, Juugo le avisó que habían encontrado lo que estaban buscando.

Sasuke miró hacia abajo sin importarle el vértigo, asomándose para darse cuenta que, a muchos metros de ellos, se encontraba el Ferrari rojo de Sasori. Un humo negro salía del motor, resaltando en el panorama blanquecino. El azabache apretó los puños y rechistó al admirar el desastre, dándose cuenta del peligro que había pasado Sakura al observar con aquellos pozos oscuros las huellas que habían dejado los neumáticos sobre el pavimento y la nieve. Tuvo ganas de dar una patada al tablero. Su corazón estaba acelerado.

Abajo, se habían reunido ya algunas patrullas que habían sido avisadas del accidente, y se encargaron de acordonar la zona. Sasuke presionó el botón del comunicador.

―¿Y Sakura? ―indagó, con una tensión notoria en su voz. Juugo le respondió de inmediato.

―Me informan que el auto estaba vacío, Señor… ―el guardia de seguridad al mando del helicóptero titubeó antes de dar la siguiente información. Sasuke lo notó enseguida y apretó la quijada. Volvió a accionar el micrófono.

―Habla, Juugo.

―La ventana del copiloto estaba agrietada, había algunas gotas de sangre en el vidrio… la ventana del piloto estaba en pedazos, pero el impacto fue desde adentro. ―informó obediente el pelinaranja, apretando un poco más el mando entre sus manos.

Sasuke sintió cómo todo su cuerpo entraba en tensión, y el crujir de su mandíbula. Se imaginó mil escenarios posibles. Pero ninguno de ellos le gustaba. Apretó brutalmente los puños, mientras su ceño se fruncía hasta que sus cejas casi se tocaron. Por poco, daba la impresión que sus ojos negros adquirían otra tonalidad rojiza, cuando esa mirada furiosa y siniestra se reflejaba en el cristal de aquella máquina.

―Quiero una escuadra de dos kilómetros en la zona. Envía a tantos como necesites, quiero que encuentren hasta la última de sus pisadas. ―ordenó el tenso Uchiha, temblando de rabia en el asiento.

―Ya están en camino, Señor.

―Dirígete a las coordenadas que te di, Juugo. Rápido.

―Como ordene.

El gigante de acero se inclinó hacia delante, desafiando la fuerza del viento helado de aquella montaña.

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―Mierda… ―masculló Sasori al ver el rostro de la mujer debajo de él.

Separó las manos de su cabello, sintiendo punzadas de dolor por todo su rostro, y su entrepierna. Su propio cuerpo aun estaba tenso. En las palmas de sus manos, descubrió algunos cabellos rosados, producto de los violentos tirones que había dado. Rechistó. Dio un par de palmadas en la mejilla pálida de Sakura, pero sólo consiguió que la cabeza de la chica se girara, sin respuesta de ella. Esbozó una sonrisa irónica y temblorosa, soltando algunas risas ahogadas al incorporarse un poco para verla mejor― Ah, mierda… ―rió, pasándose una mano por el cabello. Casi quería carcajear como loco― ¿Me estás jodiendo? ―murmuró, temblando― Eh, no te puedes morir antes de casarte conmigo, cielo… ―llamó, notando también que la herida en el hombro de Sakura había dejado un pequeño charco de sangre en la mesa, el cual se hacía más grande lentamente. Volvió a rechistar― Mira lo que me has hecho hacer… ―el enloquecido aristócrata se volvió a reír, llevando su cabello una y otra vez hacia atrás con su mano mientras veía el cuerpo de la chica― Más vale que despiertes ¿eh? ―siguió hablando, como si ella pudiera escucharlo o responder―. Sólo mírate… luces terrible, amor… ¿qué le vamos a decir a los invitados? ―preguntó, con una voz aguda y temblorosa.

Pasó una de sus manos por el cuello de la chica inerte, bajando los ojos por su cuerpo y su piel, aun hermosa, aun a la vista… inmóvil, completamente indefensa.

La sonrisa en la cara del pelirrojo se amplió, dándole matices siniestros y frenéticos.

―¿Sabes? Creo que empiezas a gustarme más cuando estás callada, preciosa… ―susurró, llevando, trémulo, los dedos por el cuello de cisne de ella, hacia su pecho. Abrió un poco más los ojos y se relamió, mientras que –con las yemas de los dedos- delineaba temblorosamente el pezón de Sakura por encima de la tela del sujetador. Sintió una punzada de dolor en la entrepierna y se tensó, pero a la vez, emergió de su garganta una nueva risa ahogada― Aún me duele, ¿cómo vas a compensarme por lo que me hiciste? ―preguntó, inestable, deslizando sus dedos bajo el encaje del sujetador. Tomó entre el pulgar y el índice el suave pezón de la chica y emitió un jadeo ahogado― Oh, creo que se me ocurre algo… ―sus comisuras no podrían estirarse más.

Envolvió con la mano el suave pecho de la chica y ronroneó, sintiendo un estremecimiento de placer recorriéndole, a pesar que –al igual- el dolor de la pelea también lo hacía. Sasori se mordió la sonrisa, comenzando a excitarse otra vez.

―Sí… esto podría…

Un fuerte golpe le hizo girar la cabeza. Tal golpe se repitió, pero más intenso.

El pelirrojo abrió los ojos con desmesura cuando entendió lo que era:

Alguien estaba intentando entrar a la cabaña.

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Sasuke se colocó el equipo con rapidez unos momentos antes de llegar al punto donde tendría que descender a rappel del helicóptero. Sabía que no habría un lugar adecuado para aterrizarlo en aquel bosque. Se ajustó debidamente las correas y soltó la cuerda por el borde del helicóptero, mientras que el par de agentes que iban a acompañarlo hacían lo mismo.

El azabache dejó instrucciones precisas a Juugo. Ahora que estaba ahí, él tendría que volver antes de agotar el combustible del ave metálica. Los autos todo terreno que Sasuke había solicitado no estarían ya muy lejos. Se quitó el casco, y se colocó en posición para comenzar con el descenso, entrando en tensión.

A unos metros de ahí estaría la cabaña en que un año antes había buscado a su media hermana, sin éxito. Pero ahora no tenía ninguna duda. Esta vez… esta vez no iba a fallar.

Miró a su guardaespaldas de más confianza una última ocasión con los ojos brillando de forma especial y decidida. Unos segundos después, el azabache se arrojaba al vacío. Sasuke se deslizaba por la soga, bajando a las profundidades del bosque invernal, junto a su personal.

Le parecieron los segundos más eternos de su vida. Cuando finalmente sus pies tocaron tierra, se deshizo de los amarres enseguida y miró hacia el bosque, apretando los dientes. Avanzó junto a sus agentes con paso resuelto, apretando los puños, mientras el helicóptero en que había llegado hacía un círculo para volver por donde había venido. Las copas de los árboles se agitaron y dejaron caer más nieve a sus alrededores, convirtiendo a los recién llegados en espectros entre el blanco.

El aliento del azabache salía de entre sus labios en forma de vaho, y a cada paso que daba, bien parecería una sombra que andaba por el bosque con una agilidad casi felina. Un vampiro o un ser de oscuridad que no tuviera problemas en sortear cualquier obstáculo en su camino. La impaciencia que sentía era tanta, que no le fue difícil dejar un poco atrás a sus hombres al avanzar con pasos veloces.

"Sakura, aguanta un poco más, ya voy por ti."

Vio por el suelo, en su camino, rastros de pisadas y huellas que delataban que alguien había pasado antes por ahí. Sus ojos se estrecharon y apretó los puños. Levantó la mirada y avanzó más rápido, al punto de casi comenzar a correr. Los agentes que le seguían tuvieron que apretar también el paso.

Sin darse cuenta, el ritmo al que iba aumentó hasta que definitivamente comenzó a trotar por el bosque, dándose cuenta sólo hasta que captó los jadeos escapando por sus labios. Pero la carrera no hacía mella alguna en su cuerpo, ni tampoco el aire helado a su alrededor. La adrenalina que lo recorría y la ansiedad eran suficientes como para vencer ambas cosas en el apuro por llegar. A la distancia, distinguió la antigua construcción, solitaria, entre los árboles. Casi voló el último tramo, hasta que finalmente llegó delante de la puerta de aquella cabaña vieja, vaporizando por el calor que invadía su cuerpo, con el vaho saliendo agitadamente por su boca a cada fuerte respiración.

―Sakura… ―jadeó, apretando de nuevo los puños. Ni siquiera esperó a que el par de hombres que venían detrás de él llegaran a su lado. Tomó la perilla e intentó abrir… sin embargo, rechistó al encontrar la puerta atascada. Frunció el ceño, dio un paso atrás, y tensó una de sus piernas. Apretó la mandíbula, y segundos después, propinó una fuerte patada a la puerta.

La madera crujió enérgicamente con aquel golpe impetuoso, que causó una lluvia de nieve acumulada cayendo del techo de la construcción, y un eco que se extendió por el bosque. Rechistó una nueva ocasión al ver que la puerta seguía aun cerrada. Retrocedió otra vez.

"¡Ábrete, joder!"

Embistió la puerta con todo el peso de su cuerpo, y esta comenzó a ceder. Retrocedió una nueva ocasión, gruñendo por la impaciencia y descargó un nuevo golpe con el hombro a la madera.

La puerta se abrió del todo con estrépito, casi saliéndose de su lugar, ocasionando una vibración que recorrió las paredes viejas de aquella construcción. Sasuke se enderezó y entró a toda prisa en la cabaña, con los nervios crispados al igual que sus puños.

―¡Sakura! ―llamó, mirando alrededor, desesperado por verla ahí, alguna pista, su voz respondiéndole ¡lo que fuera!

Dio unos cuantos pasos más delante, escuchando crujir sus molares, y finalmente encontró algo ahí, una evidencia que Sakura estaba cerca…

Sintió que la sangre comenzaba a hervirle. Su ceño se frunció al máximo y sus nudillos chasquearon de lo fuerte que los apretó: La ropa de la chica estaba en el suelo.

"Sasori… maldito gusano miserable…"

Los instintos asesinos de Sasuke para ese momento no eran nada normales, ni mucho menos, controlables. En segundos, en su mente se imaginó mil y un maneras en que podría asesinar a aquel cabrón aristócrata y hacerle sufrir lo más posible en el proceso.

Adelantó otro paso, abriendo la boca para volver a llamar a la pelirosa, sintiendo aun más desesperación que antes… sin embargo, antes que el azabache pudiera llegar a emitir cualquier sonido, otro que él no había hecho le alertó: Un golpe, una puerta abriéndose.

Sus músculos respondieron en segundos, preparándose para ser utilizados. Sasuke corrió lo más rápido que pudo en aquella pequeña construcción, dirigiéndose a la cocina, de donde había provenido aquel ruido. Atravesó la puerta en una exhalación, listo para romperle la cara al pelirrojo y recuperar a su mujer.

Cuando sus ojos oscuros observaron lo que había en aquella habitación… sintió como si una bola de demolición le hubiera impactado con una fuerza abominable. Su mente se disipó en un soplo, y pese a la fuerza que recorría todo su cuerpo… flaqueó, y tambaleó un paso, experimentando un cruel mareo, como si todo a su alrededor hubiese cobrado vida, y se desmoronara en pedazos debajo de él, arrastrándolo consigo al fondo.

―S-Sa… ―balbuceó, poniéndose pálido por la fuerte impresión. Ni siquiera se dio cuenta del momento en que sus hombres llegaban a sus espaldas, y observaban la desoladora escena:

Tendida en la vieja mesa de la cocina, inmóvil, blanca como un fantasma y casi desnuda… finalmente encontraron a aquella mujer de cabello rosa, que era la única capaz de causar que el corazón del azabache latiera más rápido… o se quedara quieto, llenándose de un inmenso dolor, justo como ahora pasaba. Se hizo un silencio sepulcral, y en medio de este, a los oídos de Sasuke pudo llegar el sonido de gotas chocando contra el suelo, creando poco a poco un pequeño lago rojizo a los pies de aquella mesa.

El azabache perdió en ese momento todo el control sobre sí mismo.

―¡SAKURA! ―fue inevitable que en su voz se notara el gran sufrimiento y la desesperación que lo invadió. Sasuke venció por poco el temblor que había llegado a sus piernas, y trastabilló al abalanzarse hacia ahí, con el pulso disparado y despedazándolo desde dentro a cada latir. Estiró los brazos hacia ella, maldiciendo con miedo e ira al ver sus ojos entreabiertos, opacos― Sakura… ¡Sakura! ―llamó, temblando como un niño al ver el color rojo surgiendo de su hombro. Tensó la quijada y un nuevo improperio salió de sus labios al saber que se trataba de un disparo. En su interior, la desolación y una rabia profunda se mezclaban, causando que el azabache no pudiera expresar ambas bien. Cuando la tomó para ponerla contra sí, se estremeció al sentirla tan fría― Maldición… Sakura, por Dios… ―la rodeó con ambos brazos, sin importar que su propia piel se erizara por el contraste entre su calor y la helada piel de la mujer que antes llenó sus noches de un agradable sentir― Joder, no... ―en la garganta de Sasuke se atoraron todas aquellas emociones contradictorias, y sintió un gran escozor en sus ojos.

Le miró con frustración, angustia y dolor, y pasó la mano por su rostro, notando los golpes y heridas que tenía. Los temblores que recorrían su cuerpo se volvían cada vez más intensos― Otra vez no… mierda… ―pensó en Sasori, pensó en la forma en que le había hecho tanto daño a ella, pensó en los gritos de ayuda que la pelirosa habría dado, como si aun su eco llenara aquella instancia, viajando a él desde el pasado. Maldijo, una y otra vez. Se maldijo a sí mismo, maldijo al grandísimo hijo de perra de Sasori, tiró de su cabello, y por poco golpeó a sus hombres, que se acercaban y movían la boca sin que el azabache pudiera oír lo que le estaban diciendo, perdido en aquel rostro pálido y dañado.

Había vuelto a llegar tarde.

Falló.

Aunque se había prometido a sí mismo que en esa ocasión no lo haría. Aunque había roto una de sus promesas. Aunque creyó que a pesar de todo, había hecho al menos alguna cosa bien. Cuán estúpido, tan idiota, había sido.

―Sakura… ―las palabras quedaron atoradas a nada de salir de su boca. Apretó los párpados, y gritó de rabia, con dolor.

"Sasori…"

Abrió los ojos de nuevo, avivándose en ellos un fuego infernal. El temblor en sus hombros comenzó a volverse más intenso cada vez, y de nuevo, apretó la quijada hasta el punto en que casi se partieron los molares. Estrechó el cuerpo de la chica contra el suyo una vez más, comenzando a gruñir.

"Sakura… te prometo que no lo dejaré escapar."

―Kabuto… encárgate de llevar a Sakura de inmediato a un hospital. ―ordenó Sasuke, con un tono que erizaba la piel. El azabache se incorporó un poco, y se quitó la chaqueta que llevaba encima. Rodeó el cuerpo inmóvil de Sakura con ella, siendo delicado, aun cuando tenía unas ganas abominables de despedazar.

―Le daré primeros auxilios mientras los autos todo terreno están aquí, Señor. ―respondió el hombre, ajustándose los anteojos que llevaba.

Sasuke le miró de una manera tan aterradora y fría que el peligris retrocedió un paso por la impresión.

―Date prisa. ―le respondió el azabache.

Kabuto tuvo un nuevo estremecimiento cuando su jefe le alentó con un ademán que se acercara para atender a Sakura. El agente percibía la tensión sanguinaria en el azabache, y por un instante se imaginó cómo lo asesinaría de ponerle la mano encima al cuerpo de su mujer en aquel momento. Sin embargo, obediente, se acercó, con la cautela que tendría un ratón a una ratonera.

Apenas dejó a Sakura al cuidado del peligris, el azabache se separó de la mesa, aunque miró el rostro de la oji-jade un momento más, apretando los puños.

―Kimimaro. ―llamó Sasuke, girándose hacia la única puerta de aquella habitación, la cual daba al patio trasero de la cabaña.

―Sí Señor. ―se acercó el segundo agente que iba con él, preparándose para salir también.

El azabache estaba seguro que ese cabrón de Sasori ya habría saltado la verja y había huido al bosque… Pero eso no le iba a servir. No quedaba nada en la tierra que pudiera salvar al maldito cobarde de su ira.

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A pesar que el ardor en su entrepierna seguía siendo intenso, el pelirrojo no se había permitido tardar en escapar de aquel lugar como alma que se lleva el diablo, en el instante en que reconoció la voz que llamaba a la mujer que acababa de masacrar. De no haberlo hecho, estaba seguro… ya sería hombre muerto.

―Maldición, jajaja… ―reía con ironía y el aliento ahogado, dando zancadas torpes y traspiés al avanzar entre los árboles, mirando tras su espalda de tanto en tanto, con una sonrisa la mar de nerviosa y demente en su cara― Desgraciado Uchiha entrometido… ―seguía murmurando, mientras las gotas de sudor frío se deslizaban por su rostro empalidecido. ¿Por qué ese condenado de Sasuke había ido hasta ahí? ¡Ya le había entregado a Kaori! Lo que le sucediera a Sakura ahora no debía importarle en lo más mínimo. Además el dinero que le hubiera entregado a la pelirosa… ¿se había arrepentido de dárselo y por eso fue a buscarla…? No, en primer lugar, ¿qué le llevó a proveérselo? Sasori había estado tan ocupado regocijándose de que al final recuperaría su fortuna aunque tuviese que renunciar a la de Kaori, que le dio poca importancia a ese hecho…

"Será que…"

Pero la respuesta no tardó en llegar a la mente del desquiciado aristócrata, que huía de la cabaña con la mayor rapidez que podía pese al inmenso dolor que le atizaba el pene, aunque éste estaba lejos de seguir erecto. El saber la respuesta sólo le hizo soltar otra risa irónica y llena de desprecio.

―Esa puta cabrona… seguramente se abrió de piernas para ese bastardo… ―masticó, sintiendo las venas en sus sienes palpitando. Apretó el arma que aún conservaba consigo, bien afianzada en su mano derecha, sintiendo una enorme rabia y resentimiento por la forma en que hacía un rato Sakura le había rechazado y herido a él ¡a él!

"Pero esto no se va a quedar así, por los mil demonios…"

Sasori tembló de enojo. No solamente Sakura le había jodido lo suficiente, sino que ahora también le estaban quitando su nueva fortuna, y a la chica. ¡Ese malnacido de Sasuke Uchiha!

Las zancadas de ebrio que daba dejaron de ser. El aristócrata se detuvo, esbozando una sonrisa llena de malicia y frenesí, mientras reía entre dientes y quitaba el seguro a su arma. Seguramente el azabache estaría tras él ahora.

"Pues lo mataré."

Caviló, haciendo rechinar sus dientes al cerrar la quijada, mirando con odio en sus ojos el arma que tenía. Sí, él tenía la ventaja en ese terreno. Bastaría tan sólo esconderse, esperar el momento adecuado y entonces… ¡bang! Le volaría los sesos de un tiro a ese cabrón que no dejaba de arruinar su diversión. Una vez se deshiciera del Uchiha, iría de nuevo tras Sakura… y de una forma u otra, la obligaría a casarse con él. Haría lo que hiciera falta. La amenazaría con matar a cualquiera de su adorada familia y luego… Joder, se cobraría con creces todas las insolencias que le hizo.

Sasori soltó una risa ahogada entre dientes, convencido de que su plan no tendría ningún error. Le quedaban pocas balas, pero serían suficientes para asesinar a Sasuke. Miró alrededor, sonriendo con todos los dientes, con los hombros temblando del estrés. Levantó la nieve que había en el suelo cuando de nuevo comenzó a andar, escondiéndose entre la vegetación apresuradamente.

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Las huellas que había dejado a su paso resaltaban entre el blanco que dominaba el paisaje. Era cuestión de tiempo para que lo alcanzaran y le hicieran pagar caro todo lo que había hecho. Sasuke seguía con los puños tensos la pista de Sasori, con el infierno ardiendo en sus ojos ónix. Las venas en sus brazos resaltaban de lo mucho que apretaba sus puños, haciendo que sus nudillos crujieran y se pusieran blancos por la presión. Kimimaro le seguía de cerca, vigilando al igual que él a los alrededores. Ambos sabían que ese maldito cobarde que rastreaban estaba armado, pero eso no tenía la mínima importancia para Sasuke Uchiha.

Esperaba a ver si se atrevía siquiera a mostrar su asquerosa cara. Lo que era más, estaba deseando que lo hiciera. Y en cuanto lo tuviera delante, se volvería encantado su verdugo. El azabache había ignorado a su acompañante en el momento en que le había sugerido que fueran cautelosos. En ese momento, él no estaba para tener ningún maldito cuidado. Ninguna misericordia o paciencia.

Mostró los dientes en una mueca feroz, observando alrededor, esperando verlo por ahí para echarse sobre él como un depredador sobre su presa. Temblaba de rabia.

"¡Da la puta cara, maldito cobarde!"

Avanzó hasta que las huellas que seguía por el suelo se volvieron irregulares, borrosas, como si en lugar de seguir andando, el pelirrojo hubiera emprendido carrera. Estaba cerca.

―¡Señor! ―gritó de pronto Kimimaro.

Fue un instante.

La detonación se extendió por los alrededores y violó la tranquilidad del bosque. Sasuke sintió un ardor extendiéndose por su brazo, y rechistó. Apenas había alcanzado a moverse en el segundo en que su agente le alertó, pero con eso había logrado que el disparo acertara en su antebrazo en lugar que en su espalda. La bala atravesó de lado a lado su carne, salpicando el líquido rojo por la nieve del lugar… pero Sasuke sólo sonrió, como lo haría un asesino a punto de cometer una fechoría.

"Por fin."

El azabache se giró en un movimiento veloz. Sus ojos, como carbones encendidos, quedaron fijos en la pelambrera roja que resaltó entre los árboles. Los ojos de Sasori y los suyos colisionaron.

―¡Ahí estás, infeliz! ―exclamó Sasuke, corriendo en su dirección, ampliando la sonrisa sanguinaria en su cara.

Los ojos de Sasori se abrieron con desmesura y un gran trago grueso pasó trabajosamente por su garganta. Disparó otra vez, temblando de pánico. Sasuke esquivó, arrojándose a un lado, rodando en el suelo, para luego volverse a poner de pie, lanzándose vuelto una furia otra vez en su dirección.

―¡Maldición! ―masculló el aristócrata, girándose para correr también, sintiendo la muerte pisándole los talones.

A Sasuke no le interesaba en lo más mínimo si Kimimaro les perdía o no el rastro. Como un par de afilados puñales, sus ojos estaban clavados en la espalda del aristócrata. No permitiría que nadie más se interpusiera en su venganza. Él mismo lo haría pedazos.

La nieve y la hojarasca en el suelo salía despedida tras ambos en aquella intensa carrera en que un simple paso en falso podría decidir la forma en que terminara aquella persecución. El primero en caer podría ser el único que no se levantara.

De pronto el pelirrojo giró bruscamente, y cambió la dirección en la que huía. El azabache rechistó, y aunque intentó frenar, tuvo que derrapar por el suelo antes de volver a dirigir su trayectoria en la misma dirección que Sasori. Ni siquiera sentía dolor en su brazo herido, por mucho que este sangrara. Escuchó otro disparo, y estrechó uno de sus párpados, cuando la bala rozó peligrosamente su mejilla, ocasionando ahí un corte. Sasuke sintió que le aturdía el oído, pero ni siquiera por eso detuvo la persecución. Estar cada vez más cerca causaba que la adrenalina bullera en su interior como lava de un volcán a punto de hacer erupción.

Las pupilas de Sasori se volvieron un punto minúsculo, cuando –aun con su brazo estirado y el arma apuntando- la sombra de Sasuke se echó encima de él. Vio el puño de Sasuke acercándose con una velocidad vertiginosa, y una mirada feroz fija en él.

Los nudillos del azabache impactaron brutalmente contra la quijada del aristócrata, y un nuevo crujido sonoro llegando a los oídos de Sasuke, le hizo sentir en sus labios una sádica satisfacción. El rostro de Sasori giró con la misma violencia del golpe, y en esa ocasión, fue la sangre que salió de entre sus labios la que salpicó la nieve alrededor.

Sasori cayó al suelo aturdido, mientras Sasuke se enderezaba y lo veía con un odio abismal. Al azabache no le importó que el cobarde se arrastrara como un gusano por el suelo intentando escapar. Disfrutó de verle hacerlo mientras le seguía con paso firme, sabiendo que no tenía ningún lugar por donde huír.

Cuando el pelirrojo se logró poner de pie, dio unas zancadas torpes intentando correr, pero Sasuke no se inmutó. Ni siquiera se daba cuenta que el paisaje cambiaba con levedad, y la vegetación alrededor disminuía. Sasori trastabilló hasta salir de aquella arboleda, desorientado, encontrándose entonces con una vista extensa y sin escondites: Habían llegado al lago Tahoe, congelado por el temporal.

Los ojos del aristócrata se abrieron de par en par, al entender que se había acorralado a sí mismo. Se giró, con el miedo haciendo temblar su cuerpo, descubriendo que en ese momento Sasuke emergía de igual manera de entre los árboles, respirando pesadamente, con una mirada asesina que no le quitaba de encima. Parecía un toro embravecido.

Sasori soltó una risa alterada por los nervios y levantó su arma, poniendo el dedo en el gatillo otra vez.

―¡N-no te acerques, bastardo! ―gritó, dando un paso atrás. A pesar que Sasuke no iba armado, le causaba un pavor igual o quizá, peor a que lo fuera. En su mirada sólo podía leer la agonía que le haría pasar― Joder… ―jadeó. Dio otro paso atrás, disponiéndose a disparar. Pero no midió el terreno, y su pie terminó resbalando en la superficie congelada del lago. Se tensó y disparó en ese instante, maldiciendo a voces cuando la bala salió perdida y erró en su objetivo.

Sasuke esbozó una sonrisa siniestra de satisfacción que aterrorizó al pelirrojo profundamente.

Aunque aquel aristócrata tuviera algo para decir, Sasuke no tenía intención de escuchar una sola palabra.

Se echó encima de él, cortándole cualquier escape al sentarse sobre su vientre, y de nuevo, crispó los puños con toda la ira y fuerza que poseía. El silencio del lugar se vio interrumpido por los violentos golpes de Sasuke contra el pelirrojo. El eco se extendía por todo el campo abierto y llevaba consigo cada uno de los impactos que los puños del azabache daban contra Sasori.

Uno a uno, todo el odio que Sasuke sentía en ese momento, la desolación, furia y frustración, descargó sin piedad alguna sobre él, sin importarle que al poco de haber comenzado su ropa quedara salpicada de la sangre que hizo salir de la nariz del aristócrata, o de la de sus labios, al partirlos. Los nudillos del azabache también comenzaron a enrojecer de la violencia con la cual ejercía, pero aun así, le parecía insuficiente. Quería que Sasori sufriera una pena con la que deseara que mejor terminara con su vida. El desprecio reverberó en su ser mientras se acordaba de la imagen de Sakura inerte sobre aquella mesa. No paró aunque pareciera que el pelirrojo ya estaba inconsciente.

Descargó otro fuerte puñetazo rabioso contra la mejilla de Sasori y la cabeza de este giró bruscamente. Los mechones pelirrojos del hombre cubrieron sus ojos. El azabache jadeó de todo lo que estaba conteniendo en su interior. Observó al maltrecho sujeto que tenía debajo y solo sintió desprecio y asco por él. Sus hombros temblaron mientras lo mataba con la mirada, ahí a su merced. Apretó ambos puños, con sólo una sensación de satisfacción encima que no le devolvían del todo la mejoría en su humor.

Por más que pegara a Sasori… incluso aunque lo matara… No podría cambiar las cosas que habían sucedido. Sakura… seguiría igual que como la encontró. La quijada del azabache volvió a tensarse y emitió un rechiste, gruñendo de frustración. Tomó violentamente la pechera de Sasori con la mano izquierda y volvió a tensar el puño derecho, echando hacia atrás el brazo con la intención de seguir mancillando a golpes al cabrón que había atrapado.

Pero no lo hizo. Maldijo entre dientes y empujó nuevamente al aristócrata contra el hielo, con una sensación de culpa cerniéndose sobre él, pesadamente.

Sí, había sido Sasori el hijo de la gran puta que había hecho daño a Sakura… Pero él…

Él se lo había permitido.

Él mismo se la había entregado y dejado que la llevara consigo.

Sasuke tenía toda la culpa de lo que estaba sucediendo y nada… ni siquiera el vengarse de Sasori, le podría quitar aquel sentimiento de encima. Miró al pelirrojo toser sangre, dando una vista lamentable y patética debajo de él, y sólo pensó que él también merecía terminar igual.

Se pasó ambas manos, rojas por la sangre que acababa de sacarle al aristócrata, por el rostro y el cabello, gruñendo de odio por sí mismo, apretando los párpados.

"¡Mierda…!"

Ahora que había golpeado a Sasori, el desprecio que comenzaba a sentir por sí mismo rebasaba el que le tenía al pelirrojo.

Escuchó entonces un sonido, y volvió a abrir los ojos. Sasori, demacrado, con sangre por todo el rostro hinchado, le miraba con una mueca que intentaba parecer amenazadora, pero que al azabache no causó ninguna impresión. Justo delante de los ojos de Sasuke, se encontraba el cañón del arma que aún conservaba el aristócrata. El morocho adivinó que aquel sonido de antes había sido el de la pistola, cuando Sasori intentó disparar, cuando esta ya estaba vacía.

Sasuke casi deseó que no lo hubiera estado.

―C-cabrón… ―escupió de manera lamentable el pelirrojo mientras tiraba el arma a un lado, y sujetaba a Sasuke por la camiseta. El azabache lo dejó hacerlo, con una mirada aun de asco y desprecio. Y aun así, no intentó tampoco detenerlo en el instante en que le regresó un puñetazo dirigido a su rostro.

La cara de Sasuke se giró, aunque el golpe que había recibido no era ni por asomo tan violento como los que le había dado él a Sasori. Maldijo también por eso, apretando nuevamente los puños de manera brutal.

Sasori no tenía más energía como para devolverle los golpes, y tras ese que dio, medio inconsciente, lo soltó y volvió a escupir sangre a un lado. Una sonrisa desagradable apareció en su rostro, tan golpeado. Soltó algo parecido a una risa, que más sonaba como toses.

―E-eres… patético, Uchiha… ―murmuró el pelirrojo, causando que la mueca de enfado de Sasuke volviera a ampliarse― Primero Kaori… y ahora Sakura… ―se burló― L-lástima… ¿las vas a enterrar juntas? ―y volvió a reír.

La furia del azabache de nuevo ardió en sus ojos. Hizo crujir sus dientes y mató por enésima vez a Sasori con la mirada. Lo sujetó por la ropa, tiró de ella hasta que le obligó a incorporarse y echó el brazo hacia atrás. El puñetazo que le dio lo mandó fuertemente contra el hielo otra vez, y la cabeza del pelirrojo rebotó contra la congelada superficie, esta se agrietó. Los ojos castaños del aristócrata de pronto se fueron hacia arriba, dejando una mirada vacía en sus ojos. Ya no se rió más. Por algunos segundos, el sonido de pequeños crujidos provenientes del hielo fue lo único que se escuchó en aquel lugar, además de las agitadas respiraciones del personaje que seguía consciente.

Sasuke jadeó, temblando aun con el brazo extendido, el cual sangraba mucho más tras haber descargado así tantos golpes. Ahora comenzaba a dolerle, pero no tanto como le dolió el hecho de que aquellas crueles palabras… podrían ser una posibilidad.

―Maldición… ―masculló, deseando que alguien lo golpeara también.

"Sakura…"

Miró a Sasori inconsciente, y arrugó la nariz. Sintió que le faltaban fuerzas, pero aun así, se incorporó. Alcanzó a escuchar nuevamente el hielo protestando bajo sus pies. No hacía falta que mirara hacia abajo… sabía que la pelea había dejado daños también ahí. Cuando tuvo ambos pies en el suelo, tambaleó como si lo que acababa de hacer le hubiera arrebatado toda su vitalidad, y se llevó la mano al rostro, sintiendo otra vez sus ojos arder. Tenía que volver… tenía que asegurarse que ella...

"Por favor… no te mueras."

Se giró hacia donde había venido, y vio de pie a Kimimaro en la orilla, con una mano sobre su oreja.

―Señor, ya han llegado los vehículos y la ambulancia. ―avisó.

El azabache asintió, y comenzó a caminar, sintiendo que las piernas le flaqueaban.

Apenas se colocó a un lado de su agente, escuchó un fuerte crujido que provenía de sus espaldas. Sasuke giró el rostro enseguida, sólo para descubrir que el lugar donde antes estaba Sasori tendido, finalmente había sucumbido, y aquellas grietas en el hielo se volvieron profundas, abriéndose como si se tratara de las fauces de alguna bestia.

El aristócrata comenzaba a hundirse en las aguas heladas del lago Tahoe.

Ambos hombres lo observaron sin mover un músculo. El azabache sabía que la paliza que le había dado, como mucho, había logrado dejar múltiples contusiones en su cabeza… pero daba por hecho que aun estaba vivo. Notó, además, su cuerpo comenzando a desprender una cortina ligera de vapor, mientras se hundía lentamente, como si el agua helada se empeñara en arrebatar por completo la calidez de su cuerpo.

Sasuke vio de nuevo hacia el frente.

―En marcha.

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La mirada de Sasuke estaba inescrutable. Sus ojos parecían atravesar al hombre con bata blanca que estaba delante de él. Asentía a sus palabras, pero muchas de ellas, no alcanzaban a ser percibidas por sus sentidos.

Desde hacía un par de meses, el azabache parecía un fantasma que vagaba por los pasillos de aquel hospital, entrando y saliendo con ramos de flores en sus brazos, las cuales, parecían ser las únicas que conservaban el color a su alrededor, pues él mismo parecía estar en una película de grises, blancos y negros.

―Pero el pronóstico es bueno. ―siguió diciendo el doctor, esbozando una sonrisa al azabache, que tan sólo le hizo abrir los ojos ligeramente más de lo que ya los tenía― Estamos seguros que tras la recuperación ella estará muy bien. Ya estamos programando los exámenes necesarios. ―avisó.

Sasuke respiró finalmente, sintiendo un soplo de alivio, una brisa. Asintió.

―Gracias, le dejo el resto a Usted… ―respondió― Por favor, hágale llegar esto. ―extendió el brazo, para entregar al médico un bonito ramo con flores blancas. Esperó a que el hombre de bata las tomara, y asintió a sus palabras de aliento y despedida que al azabache no causaron ningún efecto.

Por lo menos… Kaori ya estaba bien.

Tras el tratamiento de emergencia, lograron estabilizarla. Hacía un par de semanas su media hermana había recobrado la consciencia. Sasuke se había encargado de buscar a alguno de sus familiares más próximos, y no mucho tiempo después finalmente encontró a una de sus tías, que vivía en Nueva York. Sasuke le había hecho llegar a un mensajero con un boleto de avión y un recibo que demostraba que todos los gastos que pudiera necesitar Kaori para su recuperación ya estaban pagados.

Sabía que la tía de su media hermana estaba ahora recibiendo la misma noticia que el médico le había dicho a él momentos antes, en la habitación donde Kaori seguía internada.

El azabache dejó salir un suspiro entre sus labios, y llevó ambas manos dentro de los bolsillos de la chaqueta que traía puesta.

Tragó saliva, observando el largo del pasillo blanco, donde enfermeras, médicos y otros especialistas, iban y venían comentando cosas para sí, sobre los pacientes que tenían internados en aquella clínica. Sintió como si sus pies se hubieran quedado pegados al suelo. Apretó los labios, y finalmente… comenzó a caminar otra vez.

Se internó en aquellos pasillos, con los ojos opacos, mirando sin mirar.

Sabía el camino de memoria. A excepción de los días en que el trabajo le obligaba a abandonar aquel lugar, Sasuke andaba y desandaba a menudo por la misma ruta.

A cada paso que daba, también, su mente se llenaba de recuerdos, que ahora le causaban sólo pesar. En ocasiones, su imaginación anhelante le jugaba malas pasadas, haciéndole ver una bonita cabellera rosada agitándose al pasar delante de él. O incluso, le hacía ver unos preciosos ojos jade en rostros desconocidos. Sonrisas cálidas y cariñosas en expresiones en realidad indiferentes.

Si no era suficiente tortura ya lo que ocurría, todo alrededor se encargaba de que fuera constante.

Sasuke se detuvo fuera de aquella habitación, y su garganta se cerró nuevamente, como siempre, al estar a unos pasos de ahí. Cerró los ojos, sintiendo las punzadas en su pecho, anhelando, sin proponérselo, que al atravesar la puerta lo recibiera una sonrisa amorosa. Se la imaginó de pie, delante de la ventana, con la cara al sol, como un brote que recién hubiese abierto, sonriendo porque finalmente tomaba un respiro fresco tras tanto tiempo.

Intentó pasar saliva, pero no lo logró.

Apretó los labios, y sacó una de sus manos del bolsillo de su chaqueta, sosteniendo en ella la flor que traía ahí. Una rosa, pequeña, pero llena de espinas. La miró con una expresión melancólica, que se frunció un instante, cuando uno de aquellos pequeños pinchos, perforó su pulgar. Observó aquella minúscula gota de sangre surgir de su piel, dándole así el conocimiento de que, a pesar que se sentía como muerto, seguía vivo.

Suspiró, y tras levantar la vista pesarosamente, caminó el último tramo, hasta que se colocó bajo el umbral de la puerta de la habitación de Sakura.

En su pecho, su corazón se comprimió dolorosamente.

No estaba delante de la ventana, mirando al sol. Tampoco esbozó una sonrisa amorosa ni extendió los brazos hacia él.

Sakura Haruno yacía recostada en aquella camilla desprovista de color, entre sábanas blancas. A su alrededor, descansaban miles de flores, luchando por ocupar un espacio en aquella habitación. Flores que habían traído todos aquellos a quien la pelirosa amaba, que se encargaban de expresar también aquel cariño que ellos le tenían a ella.

Sakura-chan, ¡mejórate dattebayo!

Te extrañamos, frentesota.

Quiero verte sonreír otra vez, mi niña.

Tía Sakura, te queremos mucho.

Sasuke cerró los ojos un momento, inspirando profundamente por la nariz. Aquel perfume floral le hizo sentir que estaba en un campo. De nuevo, sintió una punzada de dolor en el pecho.

Entró en la habitación, abriendo los ojos de nuevo para mirar aquel rostro pacífico y angelical, echando mucho de menos el verde que se escondía tras sus pestañas. Sasuke se quedó de pie a un lado de su cama, escuchando el aparato que monitoreaba el pulso de la chica, y su apenas perceptible respiración. La miró, notando que las heridas en su rostro comenzaban a volverse cada vez menos nítidas, y la hinchazón había bajado también.

―Hola… ―susurró, sintiendo –como tantas otras veces- un nudo en la garganta.

La miró unos segundos más y luego levantó la mano en la que tenía la rosa. La puso en el florero que estaba justo a un lado de su cama, quitando la que ya se había marchitado.

―Me dijeron que Kaori se recuperará… ―siguió hablando, titubeando un segundo. Buscó en su rostro cualquier señal, un movimiento, algo que le hiciera saber que le escuchaba. No encontró ninguno, como siempre. Mordió su labio inferior y acercó su mano, para tomar la suya, que tan frágil le parecía. Sintió su propio pulso vacilar― En cuanto la den de alta, se irá con su tía… ―acarició con el pulgar el dorso pálido de la mano de la pelirosa, con una delicadeza que parecería impropia.

Sintió escozor en la garganta, y aunque entreabrió los labios de nuevo, no supo articular las palabras que quería decirle.

Se quedó ahí de pie, observando su silencio, rogando porque de pronto lo rompiera. Suplicó ver alguna señal… lo que fuera…

―Te extraño…

―Sasuke. ―el morocho levantó la mirada, sorprendido. Al ver hacia la puerta, se encontró con Naruto, que acababa de llegar, con otro ramo de flores en brazos. El rubio esbozó una ligera sonrisa entre triste y contenta, andando al interior de la habitación― Sakura-chan seguro está feliz de que vengas a visitarla todos los días, dattebayo. ―resaltó el ojiazul, aunque el morocho tan sólo bajó la mirada y negó.

―Es mi culpa que esté aquí…

―Deja de decir que es tu culpa, teme. No lo es, fue el gran idiota de Sasori. Deja de torturarte con…

―Naruto… ―cortó el azabache, ocultando la mirada en la sombra de sus cabellos. Inspiró profundo y luego suspiró― Gracias por intentarlo. ―intentó tajar Sasuke, que no sentía merecer ninguna comprensión.

Pero Naruto le había demostrado una y otra vez ser un necio.

Sintió las manos del rubio en sus hombros y la forma en que los apretó, pero aun así no alzó la mirada.

―Sí, es por ti que ella está aquí ahora Sasuke… ―comenzó a decir el rubio. Sasuke apretó los labios, porque –aunque sabía que tenía razón y él mismo lo había dicho hacía unos segundos- el oírlo le hacía sentir miserable― Es por ti que ahora ella esté siendo tratada, que tenga la oportunidad de sanar. Si no hubieras ido a buscarla… Sakura-chan ahora podría estar muerta… ―resaltó.

Los ojos ónix del azabache finalmente se alzaron, hasta quedar de frente con la mirada azul del rubio delante de él. Aunque las palabras de Naruto tenían algo de verdad, el azabache no sentía demasiado alivio del oírlas.

―Teme, ya sabemos que fuiste un idiota, pero creíste estar haciendo lo correcto. Estoy seguro que Sakura-chan te daría un golpe por seguir diciendo que esto es tu culpa. ―dijo, y mostró una sonrisa que a todas luces intentaba animar a quien se había convertido en su amigo.

Sasuke volvió a suspirar. Realmente no encontraba mérito en haber logrado llevar a Sakura al hospital. Siguió pensando en que todo hubiera sido distinto si hubiese llegado antes… Si tan sólo hubiera hecho las cosas de manera distinta. Naruto se dio cuenta tan sólo con verlo a los ojos.

El rubio apretó los labios, indispuesto a dejar que el azabache mantuviera la postura. Sin embargo, antes que pudiera seguir hablando, alguien más llamó a la puerta. En esa ocasión, se trataba del médico a cargo, uno de los mejores especialistas en traumatismo craneal que Sasuke había contratado.

Por un momento, al azabache se le detuvo el pulso, y al igual que el rubio, se giró para ver expectante al médico.

La mirada del especialista lo hizo sentir como si un agujero se hubiese abierto en la tierra y comenzara a tragarlo.

―Los resultados llegaron hoy… Señor Uchiha, Señor Uzumaki… lo siento mucho. La señorita Haruno sufrió demasiado daño. Su cuerpo sólo se mantiene a flote debido al soporte que le brindan nuestros instrumentos… pero su cerebro…

El silencio que se cimbró en la habitación, fue insoportable, y agudo.

Sasuke sintió como si estuviera sangrando por dentro, experimentando un dolor incurable y demoledor. Se dejó caer en la silla a un lado de la cama de Sakura, con los ojos desmesuradamente abiertos, y su ser entero aplastado.

"No…"

―¿Q-qué… qué ha dicho? Debe estar bromeando, no es verdad… Ella… ella no puede… ¡ella no está muerta! ―los gritos del rubio apenas llegaban a Sasuke. Se sentía mareado, en shock― ¡No está hablando enserio! ¡Sakura-chan no está muerta! ¡No lo está! ―Naruto comenzó a llorar, sin parar de gritar con frustración al médico, quien tan sólo podía murmurar disculpas, derrotado―¡Es mentira! ¡Sakura-chan! ¡Despierta, Sakura-chan!

"Despierta… por favor, ¡por favor!"

La mano con la que había estado sosteniendo a Sakura, se apretó. El azabache hundió el rostro en la palma de la otra mano, sintiendo una tortura inmensa. Le temblaron los hombros, nublado en una infame agonía.

―S-Sakura… ―gimió Sasuke, encorvado a su lado― Lo… lo siento tanto… ―murmuró, desgarrado en el alma.

Aquel hombre frío y solitario, un magnate de negocios que no creía en los sentimientos… Se quebró en aquella habitación. Los gritos de Naruto se dejaron de escuchar, pero no el llanto que surgió de ambos. Los ojos azules del rubio observaron, desolados, al azabache cubriéndose el rostro, apretando la mano de la mujer que había dado calidez a su torturado ser. Aun cuando no permitía que los sonidos escaparan de entre sus labios, las lágrimas se derramaron sin remedio de sus ojos, que no pudieron soportarlo más.

―Sakura… yo… yo soy un malnacido que se merece el infierno… pero tú… tú mereces una vida feliz, te mereces todo lo bueno en el mundo… ―sollozó, suplicando que la mujer a su lado apretara su mano. Que despertara de pronto y hiciera que esa agonía que le mataba lentamente se detuviera― Vuelve… ―rogó el azabache, envuelto en el karma que había llevado sobre su vida.

Llorando, pensó en todo el mal que había hecho con anterioridad, que se había devuelto a él con crueldad. Pensó en todas las cosas que Sakura le había enseñado, que él había despreciado en el mundo. El valor de la nobleza de un corazón.

Se maldijo infinitamente, pues lo único que siempre había causado a su alrededor… era tragedia, y pesar. No merecía estar ahí. No merecía estar sujetando su mano. Tampoco se merecía el calor de sus sonrisas… Y quizá sí merecía aquella tortura… Pero no ella. Ella no debería estar muerta.

El azabache alzó sus ojos llenos de lágrimas, para observar a Sakura otra vez. Tragó saliva, y se incorporó, para alcanzar sus labios, que se sentían tan fríos.

―Te amo… lo siento.

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Sasuke no pudo continuar estando en aquella habitación.

No quería estar ahí para ver el momento en que llegaban los padres de Sakura y el resto de sus amigos a enterarse. No tenía el valor… ni la fuerza para hacerlo. Se sentía muerto y desmoronándose, mientras luchaba por abandonar aquellos pasillos que tantas veces había recorrido.

No quería pensar en el funeral.

No quería pensar en tener que ver cómo todos se despedían.

Deseaba… simplemente… olvidar.

Pero sabía que no podría hacerlo nunca. Mientras viviera, el recuerdo de aquella hermosa sonrisa le seguiría a todas partes. Sentiría frío aunque al dormir se cubriera con muchas mantas. Ya nada más le parecería con sentido.

Salió del hospital, y ni el sol de Abril logró calentarlo.

Sus ojos, enrojecidos por las lágrimas, estaban fijos en los autos negros que ya le esperaban.

Se sintió iluso al haber esperado algún milagro. Él jamás tendría alguno… Mejor dicho, no se repetiría alguno. El único que tuvo, fue el que aquella mujer apareciera en su vida, y él… lo había echado todo a perder.

Miró al cielo, y de nuevo su garganta se cerró. Aun así… cuando se sentía tan indigno, en lo profundo de su alma, rogaba desesperado por una oportunidad para ella. Él con gusto aceptaría el fuego del infierno en su lugar. Haría lo que fuera para cambiar lo que sucedía. Sasuke Uchiha finalmente entendía lo que Sakura le había enseñado.

"Tan sólo… si pudiera… verla sonreír una vez más…"

Apretó los párpados y avanzó, dispuesto a desaparecer.

―¡SASUKE!

El corazón del azabache saltó dentro de su pecho. Sólo cierto rubio idiota se atrevería a gritar de esa manera aunque estuviera dentro de un jodido hospital.

Levantó la cabeza y sus ojos ónix buscaron entre las ventanas de la fachada de aquella construcción a Naruto, sintiendo que todo su cuerpo entraba en tensión. A pesar de la distancia, el azabache distinguió lágrimas en los ojos del rubio… pero también, una sonrisa en sus labios.

―¡ES SAKURA…!

Quizá el cielo tiene misteriosas maneras de dar lecciones a las personas. Extrañas formas para otorgar segundas oportunidades. Algunos milagros suelen suceder simultáneamente.

Sasuke venció la inmovilidad de sus piernas, y regresó corriendo por donde vino, sintiendo una nueva fuerza golpeando dentro de su pecho.

Era el sol el que había llegado hasta ella en su camilla… el que brillaba en su sonrisa.

―Sasuke-kun…

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Fin

¡¿Fin?!

T.T

Sí, lo sé, lo sé… ¡¿cómo es que termina ahí?! :'D *saca su paquete de pañuelos y el litro de helado de chocolate* Tooooodo lo bueno tiene que acabaaaaaar *canta desafinadamente (?)* PERO COMO LO PROMETÍ tras tanto tiempo de haber empezado a escribir este fanfic, el tiempo aun más largo en el que no me digné a aparecer para continuarlo :'u *se apedrea sola* y tras todo el GLORIOSO Y SENSUAL DRAMA, hoy, finalmente ha llegado al final de la historia.

A todos aquellos que esperaron, que sufrieron el ver la historia abandonada, y que hoy finalmente leen su final… Espero con todo mi cocoro que haya cumplido con sus expectativas, y les haya dado un fic que tenga el honor de quedarse entre sus favoritos ❤

Gracias a todas y todos aquellos que me dejan sus comentarios ;w; leerlos para mí siempre me ha sacado inspiración cuando esta se me va, y es lo que siempre me impulsó a seguir escribiendo. De verdad gracias, margarymoon, mi bella Isa, Aidil, Zelda502, Melina, Sasuki y los que entraron anónimamente a dejar un review, me sacaron más que una sonrisa en la cara…

¡Pero no solamente ellas! Esos 163 reviews en la historia me hacen sentir afortunada de tener tantas lectoras que me hacen saber que esta historia ha sido buena xD *se le cae la gayiosidad a torrentes*

Aquí es donde supuestamente debería despedirme…

…PERO…

¿Recuerdan que les dije que les tendría una sorpresita al final para compensar que me había ausentado por tanto tiempo? :B Pues, chicas y chicos (?) Les contaré a lo que me refería…

*Redoble de tambores*

¡ESCRIBIRÉ UN CAPÍTULO EXTRA DE PRÍNCIPE OSCURO! *w*)9

Así es, les daré un poco más de sensual SasuSaku para gozar ❤ ¡yo sé que nunca es suficiente!

¿Qué dicen? ¿Les gustaría? owo

Si la respuesta es Sí… ¿Por qué no hacerlo notar?

¡El capítulo Extra de Príncipe Oscuro será un hecho al alcanzar los 200 reviews! òwó)7

*Lo jura por su sensual husbando Sasuke*

Entonces ¡este no es un Adiós! ;D ¡Es un hasta pronto!

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Gracias por leer.

Dai Emi.