Aclaración: Los personajes de Masashi Kishimoto no me pertenecen… aunque definitivamente, haré a Sasuke todo mío. XD
Dai Emi Fiction SasuSaku Presenta:
"Príncipe Oscuro"
1
¡Secuestrada!
Era un sueño hecho realidad. No podía sentirlo de otra manera, estar allí, con ese precioso vestido blanco, radiante como siempre imaginó estar el día de su boda, viendo a todos sus seres amados que no paraban de recitar y gritar brindis, reunidos allí, en ese enorme y precioso castillo en el norte de Suecia… que en realidad, formaba parte de una fantasía, sólo en sus ensoñaciones pensaba que le sería posible casarse en uno como ese, y ahora se encontraba en él como por arte de magia.
Hacía solo tres meses que tenía que trabajar arduamente en San Francisco para lograr costearse la renta de su apartamento, sin embargo, desde hacía unas horas, tras su boda con el Barón Sasori, ella se había convertido en toda una Baronesa.
Sakura Haruno miró a su marido, que conversaba animadamente con una fina copa de champán en su mano, rodeado de un grupo de colegas en aquel espléndido salón con todo lujo. Estaba bastante guapo con su elegante esmoquin y su cabello entre castaño y pelirrojo. Y ella era su esposa.
Bastantes razones tenía para sentirse colmada de felicidad… sin embargo, al verlo, sintió un extraño hueco en el pecho. Se mordió el labio inferior.
—Una magnífica boda para una magnífica Señora Baronesa —dijo una voz a sus espaldas, al volverse, descubrió a su querido Padre, que la miraba con una radiante sonrisa de las que hacía mucho no mostraba— Espléndida, espléndida sin duda… pero te veo un poco escuálida hija, ¿has estado enfermita? —le preguntó con aquel tono meloso que usaba cuando ella aun era una niña.
—¿Qué le estas diciendo? ¡Es su noche de bodas, tonto! —reprochó la Madre, quien se acercó a su esposo— ¡Nuestra hija luce bellísima! —expresó contenta.
—¡Pero si está más flaca de lo normal! —replicó él, recorriendo a la pelirosa de arriba abajo. La señora dio un codazo a su señor marido.
—Pero qué te pasa, ¿no recuerdas que yo también me puse a dieta cuando nos casamos? ¿Sino cómo pensabas que iba a meterme en el vestido? Y por el amor de Kamisama, déjala disfrutar de su momento… ya después tendrá bastante tiempo para ponerse gorda. —añadió de manera burlona, pasando su mano cariñosamente en la mejilla de la muchacha. Aunque quiso, Sakura no fue capaz de reír como lo hubiese hecho ante las ocurrencias de su progenitora, ni siquiera le replicó o dijo nada de que no había hecho ninguna dieta; sólo se limitó a sonreír forzosamente y a acordarse de los continuos halagos de Sasori. Él siempre la encontraba perfecta en todos los sentidos, aunque la viera sin peinarse y con su larga melena hecha un lío como casi siempre llegaba al trabajo cuando se le hacía tarde.
No podía entender por que aun no pudiese sentirse cómoda en aquel sitio. Había algo que le molestaba… ¿sería a caso por los nervios de la boda? ¿Era ese el motivo de sus mareos? ¿O sería a causa de que no había comido nada desde el día anterior? O quizá, a pesar de todo le apretaba el vestido…
"¿Qué te pasa Sakura? ¡Es tu boda! Tienes que sentirte completamente feliz ¡dichosa! ¡Sólo mírate! Eres como una Princesa de cuento de hadas, tienes una resplandeciente diadema de brillantes sobre un largo velo de encaje…"
Trató de mentalizarse, pero definitivamente había algo que no lograba hacerla sentir bien… era como si sólo ella sobrase en ese sitio, en ese castillo de sus fantasías.
No podía permanecer allí para que todos la miraran así, y mucho menos si comenzaban a hacerle preguntas sobre su estado… no sabría qué responderles, y si Sasori se enteraba… ¡No! Dejó su copa de champán sobre la bandeja de un camarero que pasaba en ese momento, como pudo esbozó una sonrisa a sus padres que continuaban platicando frente a ella.
—Discúlpenme un momento, necesito tomar un poco de aire fresco, creo que me estoy abochornando. —se excusó tratando de que su escusa sonase lo suficientemente buena. No esperó a que le respondiesen, sujetó la parte baja de su vestido alzándola sólo un poco y se volvió, andando con pasos veloces hacia la salida del salón. Logró pasar entre los invitados sin necesidad de decir muchas cosas. Anduvo a través de los largos y desiertos pasillos del castillo hasta llegar a una enorme puerta medieval, sin pensárselo dos veces, la atravesó.
La brisa gélida invernal le impactó en todo el cuerpo, provocándole un estremecimiento; titubeó acerca de seguir su camino, pero al dar un solo paso en retroceso, la sensación tan desagradable de mareo le regresó con fuerza. Sacudió la cabeza y salió, cerrando la puerta tras de sí, provocando un sonido cuyo eco retumbó a lo largo y ancho de los fantasmales jardines nevados del castillo que formaban un laberinto. Despegó la espalda de la puerta y se dirigió al principio del jardín, entrando por el estrecho pasillo amurallado en tupidos arbustos colmados de nieve.
Mientras caminaba, respiraba profundamente el aire frío de aquella noche de Febrero, sintiéndolo correr en sus pulmones; aquello logró disipar la sensación que le asfixiaba antes.
Cruzó el laberinto en unos cuantos minutos, la salida daba a un bonito panorama del lugar, era el final del jardín, sin embargo, había una pequeña fuente en medio y a un lado una banca preciosa. Suspiró, eligiendo ir hacia la fuente inactiva para recargarse sobre la gélida piedra.
Allí dejó que todos sus pensamientos florecieran con libertad.
"Bueno, ya estoy casada… pero… es que siempre había imaginado que se sentiría… diferente"
A sus veinticinco años, había empezado a causar compasión entre todos sus amigos… ya todos estaban casados. Ino se casó a los diecinueve con su novio de la preparatoria Sai… claro, por que salió embarazada, pero bueno, fue la primera. Después fue TenTen a los veintiuno con Neji, Temari con Shikamaru a los veintitrés y hasta Hinata y Naruto tuvieron el descaro de casarse primero con sólo un par de años menos que ella.
Recordaba los constantes comentarios que le hacía Ino:
—¿Y tú a qué esperas? ¿No crees que eres demasiado exigente Sakura? ¿O es que aún crees en el Príncipe Azul? Siento decírtelo nena pero ¡simplemente no existe!
Pero ella siempre se mantuvo firme, no se conformaba con el primer pretendiente que la asediase, conformándose. Esperaba encontrar a su Gran Amor… y un buen día, había aparecido Sasori en el restaurante de San Francisco donde ella trabajaba en el turno de la mañana. Recordaba que se había sentado en la barra, muy cerca de su lugar de servicio y le había pedido el desayuno especial para dos personas… claro, con ello se sintió desilusionada, pero al llevárselos ¡le invitó a desayunar con él!
Y para ser sincera, ella no había visto a un ejemplar como lo era Sasori en una ciudad tan pintoresca como San Francisco… él no pasaba desapercibido. Se le alcanzaba a notar algo que lo destacaba… entendió después el porqué. Sasori era un aristócrata rico y apuesto, había estudiado en Oxford e incluso tenía su propio castillo medieval en Suecia. Ciertamente, era algo que no se esperaba cuando lo conoció.
Desde el primer instante en que se conocieron, él había tratado de intimar con ella por todos los medios. Algo que tampoco se esperaba Sakura… por lo general, estaba acostumbrada a que los hombres la abordasen tratando de conquistarla, pero ella nunca había mostrado interés por ninguno. Y en cuanto apareció Sasori, la llenó de romanticismo puro. La asedió con atenciones y galanteos y se mostró increíblemente caballeroso y considerado, con lo que había logrado conquistarla.
Hacía una semana que le propuso matrimonio, recordaba perfectamente aquel día en que de improvisto la llevó a un mirador del que se tenía una vista increíble del mar, y allí la tomó de los hombros, girándola con lentitud, la miró fijamente y de un momento a otro, un anillo apareció ante sus ojos.
—No puedo esperar un solo día más, sé mi esposa hoy mismo.
Ella, entre hiperventiles, había aceptado y él, a regañadientes, accedió a esperar una semana para que pudiese asistir su familia a la boda.
Sakura insistió que debía ser una boda ordinaria y humilde en Tokio, su país natal, pero de nuevo, Sasori revocó esa petición y decidió hacer una boda excesivamente ostentosa en su castillo en Suecia y lo había arreglado todo para que los padres de la pelirosa y otros parientes y amigos con todo y sus respectivas familias pudiesen volar hacia allá.
Debía admitirlo, había sido una boda increíble.
Y esa noche… ella y Sasori harían el amor por primera vez.
Un estremecimiento la recorrió de pies a cabeza al pensar en eso. Recordó la promesa que habían hecho ante el altar de estar juntos toda la vida… y experimentó un escalofrío que nada tenía que ver con el clima helado del lugar. ¿Pero por qué se sentía así? Se acababa de casar con el hombre de sus sueños… ¿entonces por que se sentía tan desamparada? Tenía un miedo terrible, quería salir huyendo de allí.
Se giró y caminó hacia la reja que rodeaba el jardín arrastrando la cola del precioso vestido blanco de tul, levantando pequeños copos de nieve que brillaron como pequeñas estrellas cayendo sobre ella bajo la luz de la luna. La noche era oscura, levantó la vista y se quedó asombrada al ver que en aquel manto negro salpicado con diamantes surcaba una franja de luz color verde, naranja y rosada. La aurora boreal. Nunca en su vida había presenciado un espectáculo tan hermoso y único en su vida… era simplemente mágico. Se mordió el labio inferior y cerró los ojos.
—Por favor, que mi matrimonio sea feliz. —susurró, elevando su plegaria al cielo nocturno.
Al abrir los ojos, se encontró con un cielo negro y vacío, pareciese que las estrellas y la aurora se hubiesen desvanecido como humo al soplo del viento, frunció el ceño.
—Así que usted es la novia. —la chica dio un respingo al escuchar la voz profunda a su espalda, se volvió abruptamente, produciendo un escalofriante sonido al rozar su vestido sobre los copos helados de nieve.
Entre la nebulosa, distinguió la silueta de un hombre, tan oscuro como la misma noche. Estaba de pie a unos pocos metros de ella, al lado de tres vehículos todoterreno en el sendero de grava del jardín. Su cabello era negro, entre las sombras no podía distinguir bien qué tan largo era, hasta que la pálida luz de la luna le iluminó un poco más, tenía dos mechones de cabello a los lados del rostro cubierto por las sombras, alborotado y rebelde en la parte de atrás. Distinguió que llevaba puesta una chaqueta y unos vaqueros de igual color. Junto a él, crecía, entre ramas de muérdago, un solitario rosal dormido entre escarcha y hielo.
Sakura comenzó a temblar como si ante ella estuviese un fantasma.
—¿Quién es Usted? —acertó a decir, tratando de no tartamudear. Aquel hombre no contestó y avanzó hacia ella con pasos firmes. Quedó a tan sólo un metro de distancia, permitiendo a la muchacha distinguir sus facciones; eran finas y viriles, su piel nívea iluminada por la pálida luz de la luna le hacía ver como un espectro, un vampiro, pues su expresión le transmitía una frialdad mayor que la del clima y sus ojos, profundos abismos negros, tenían un resplandor malévolo que despertó en ella todos sus temores, habidos y por haber.
Entendió de repente que se había alejado demasiado del castillo y se hallaba desamparada en aquel paraje. En el salón de baile, repleto de invitados, estarían tocando en ese momento la orquesta.
Nadie la oiría gritar.
"¡Q-qué tontería! ¡Estás en Suecia! ¡El lugar más seguro del mundo!" intentó convencerse.
Sin hacer caso a su instinto, que le decía que se diera la vuelta y se echase a correr como alma que se lleva el diablo, Sakura se quedó en el sitio, se cruzó de brazos y alzó el mentón, desafiante, esperando la respuesta del desconocido. El hombre avanzó un poco más, quedando a escasos centímetros de ella; era alto, le rebasaba por una cabeza, tenía una compleción bastante atlética y sus hombros anchos.
—¿Porqué estas aquí tan sola, pequeña? —interrogó al fin, con aquella voz grave que le hacía sentir estremecimientos, y un diabólico brillo en sus ojos negros.
Sakura sintió que sus piernas flaqueaban, pero fue capaz de reunir todo el valor que tenía para mover la cabeza en gesto negativo.
—En absoluto estoy sola, hay cientos de personas en el salón.
—Ajá, pero tú no estás en el salón. Estas aquí, sola… y no sabes lo gélidas que pueden ser las noches de invierno como esta. —respondió él, con un claro tono insinuante y amenazador. La pelirosa volvió a sentir escalofríos, pero ahora mucho más intensos
—No me asusta un poco de nieve. —dijo, pretendiendo serenidad.
—¡Cuanta valentía! —expresó el hombre recorriéndola de arriba abajo como un lobo hambriento, con fuego en los ojos— Pero sabe a lo que he venido, ¿verdad?
—S-sí, por su puesto que sí. —respondió ella, desconcertada. Aquel personaje esbozó una media sonrisa y estrechó los párpados.
—¿Y aun así… no sale corriendo? —preguntó con tono entre burlesco y amenazador.
—No. ¿Por qué habría de hacerlo? —al hacer esa pregunta, la expresión del hombre se volvió por completo sombría, la media sonrisa desapareció de su rostro.
—Entonces, ¿está aceptando toda la responsabilidad de su crimen? —aquellos abismos negros la miraban como si quisieran penetrar en su alma. Sakura se estremecía de miedo, aquel hombre corpulento parecía un vampiro que absorbía cada rayo de luz pálida de luna, todo en él era negro, y despedía un aura que hacía sentir escalofríos asta el tuétano. Sin embargo, la pelirosa no movió ni un músculo, miró de reojo hacia el castillo para tranquilizarse. Su esposo y su familia se encontraban allí. No había ninguna razón para asustarse, era todo un simple producto de su imaginación.
—¿Llama Usted crimen a mi boda? Admito que tal vez haya sido excesivamente ostentosa… pero no creo que por eso merezca ser considerada un delito. —respondió muy serena, se arrepintió al ver la expresión mordaz del hombre— Lo siento… no debí gastar bromas. Usted debió haber hecho un largo viaje para asistir a nuestra boda, y todo para llegar con un par de horas de retraso, no me extraña que esté enfadado.
—¿Enfadado? —repitió él con sarcasmo.
—Venga conmigo, le llevaré al salón a tomar una copa de champán… —propuso la muchacha mientras comenzaba a retroceder instintivamente— le aseguro que a Sasori le encantará verle. —añadió la pelirosa sin dejar de dar pasos hacia el castillo.
—¿Esa es otra broma? —dijo el hombre, soltando una carcajada que le sonó tan macabra como todo en él.
—¿N-no es Usted amigo suyo?
—No. No soy su amigo. —declaró él, dando pasos hacia ella. Sakura sintió su cuerpo muy cerca del suyo, amenazador.
Tenía que huir de allí en ese preciso instante. Su vida estaba en juego.
—P-perdone… —murmuró ella con voz aguda y entrecortada, dando un traspiés al pisar la cola de su vestido intentando retroceder de nuevo—. Mi marido me está esperando. Cientos de personas, incluyendo guardias de seguridad y policías, están esperando a que abramos el vals de recién casados… —antes de que pudiese decir una palabra más, él chasqueó la lengua y aprisionó su brazo en una de sus manos, apretándola con fuerza y evitándole escapar.
—¡¿Casados?! —repitió él mirándola como si quisiera matarla por decir esa palabra.
—¡Sí… suélteme, me está haciendo daño! —se quejó, tratando de liberarse. El hombre de negro le recorrió de manera insolente, sin dejar de sujetarla con fuerza, mirándole desde sus pechos hasta el anillo de diamantes que traía en la mano izquierda, el par de abismos oscuros volvieron a mirarla con un brillo endemoniado.
—Los dos merecen arder en el infierno por lo que han hecho. —inquirió él con tono mordaz.
—¿Qué dice? ¿De qué está hablando? —sollozó Sakura, sin poder librarse del agarre de acero del hombre frente a ella.
—¡Lo sabe de sobra! —siseó él— Al igual que sabe por qué he venido. —sentenció.
—¡No! —gritó ella, forcejeando con fuerza para tratar de soltarse—. ¡Está Usted loco! ¡Demente! ¡Suélteme! ¡Déjeme! —exclamaba, forcejeando y usando su brazo libre para intentar quitar la mano que le aprisionaba, lo único que consiguió fue hacer que aquel hombre siniestro aprisionase ambas muñecas fuertemente con sus manos, la tenía a escasos centímetros de él. En ese instante, un soplo de viento levantó el velo que le cubría el rostro, descubriendo su sedosa cabellera rosada que traía recogida en un elegante moño además de su cara, de facciones delicadas y hermosas.
Sakura sentía el peligro que manaba de aquel individuo y por un momento, se sintió inmersa en una horrible pesadilla de monstruos de ultratumba, demonios y fuego. ¡Pero esa no era una pesadilla! Él continuaba sosteniéndola inclemente, haciendo inútiles sus forcejeos.
—Tal como me lo imaginaba, es una sucia embustera. Lo que no me esperaba es que fuese tan hermosa. —le susurró él, sin dejar de lado aquel tono despectivo y amenazador.
—¡Se equivoca! ¡Debe estar confundiéndome! —sollozó Sakura al borde de la histeria. Como un acto reflejo se humedeció los labios, mientras el hombre seguía atentamente cada uno de los movimientos de su lengua. El fuego que había en aquellos ojos negros parecía extenderse por su ser entero.
—No, no hay ninguna equivocación. —dijo él, fuera de sí, agarrándola por los hombros con fuerza—. Usted ha cometido un serio crimen, y yo voy a encargarme de que lo pague.
—¡Está usted borracho! ¡Desquiciado! ¡Suélteme! —exigió, propinándole fuertes puntapiés en las espinillas. Él soltó un leve quejido y la soltó, la muchacha no perdió un instante y salió corriendo desesperada hacia el castillo, el cual ahora era todo para ella, ¡allí estaba el calor, la música, su marido, su familia, la seguridad y la vida!
Corrió tan rápido como pudo, pero no logró llegar.
El desconocido la agarró con fuerza por la espalda y la levantó como si fuese una pluma, apretándola contra su pecho. Sakura gritó con toda su alma pidiendo ayuda mientras el hombre avanzaba con ella en brazos hacia los vehículos estacionados.
—¡¿Qué está haciendo?! ¡Deténgase! ¡Suélteme! —gritaba ella pateando y tratando de golpearle con los codos y los brazos— ¡Déjeme ahora mismo! ¡Auxilio! ¡Que alguien me ayude por favor! —se desgarraba la garganta. Pero no acudió nadie… sus gritos desesperados no llegaban al salón de baile del castillo, del que se oía a la orquesta tocando alegremente.
Al llegar a donde estaban los tres vehículos todoterreno, el hombre la llevó al que estaba aparcado en último lugar. Sakura escuchó el rugir de los tres motores encendiéndose casi al mismo tiempo, como máquinas infernales. Aumentó sus gritos y sus esfuerzos por soltarse, sin embargo inútilmente, pues su secuestrador era mucho más fuerte que ella. Sin delicadeza la empujó dentro del auto en la parte de atrás, no perdió tiempo y se introdujo a su lado, cerrando de inmediato la puerta.
—En marcha. —ordenó.
El conductor pisó el acelerador a fondo y el coche arrancó bruscamente despidiendo una nube de grava y polvo de nieve al deslizarse sobre el pavimento helado. Delante de ellos, los otros coches enfilaron en dirección a las oscuras montañas boscosas de la región.
Horrorizada, Sakura vio por la ventanilla trasera cómo el castillo desaparecía poco a poco de su vista. Ahogó un grito, la garganta le ardía. Miró al loco que tenía a su lado, al oscuro y maligno ser que la estaba apartando de todas las personas a las que amaba.
—Es Usted un desgraciado, me ha secuestrado el día de mi boda. —dijo ella con un hilo de voz—. ¿Qué es lo que quiere de mí?
Él la miró con odio y desprecio, la pelirosa asustada trató de apartarse de él y se acurrucó en el borde del asiento, pegada a la puerta. Su delicado y precioso vestido blanco de tul estaba ahora desparramado por todo el interior del vehículo.
Al mirarle, aquel hombre esbozó una sonrisa siniestra, se inclinó hacia ella con la mirada cargada de perversidad. Sakura pensó que iba a golpearla y cerró los ojos, alzando el brazo para protegerse, pero en cambio, lo que hizo el extraño fue arrancarle la tiara y su velo. Ella abrió entonces los ojos y vio cómo aquel sombrío personaje bajaba la ventanilla, arrojaba con rabia ambas cosas a la carretera y volvía luego a subir suavemente la ventanilla. La muchacha miró hacia atrás y vio por un instante el brillo de los diamantes y el vaporoso velo blanco ondeando como un espectro iluminado por la luna. Luego, el todoterreno tomó una curva y aquello desapareció de su vista.
—¿Cómo se atreve a hacer una cosa así? —le espetó ella indignada.
—Todo era falso. —cortó el hombre con frialdad.
—¿Qué dice? ¡Era una pieza de valor incalculable! Perteneció a la familia de mi esposo durante generaciones…
—Falso. —tajó él— Tan falso como su boda. —aseveró.
—¿Qué?
—Ya me ha oído.
—Está Usted loco. —le espetó con voz cargada de desprecio. El hombre resopló y le miró con expresión envenenada.
—Usted sabe muy bien que su matrimonio ha sido una sucia farsa, al igual que sabe quién soy yo.
—¡No lo sé! —exclamó Sakura colmada.
—Mi nombre es Sasuke Uchiha. —dijo él, mirándola con fijeza. La pelirosa se quedó muda.
Había oído a Sasori pronunciar ese nombre con desprecio a sus guardias de seguridad. Ahora el enemigo de su esposo la había secuestrado.
Sakura se quedó sin respiración. Eso significaba que aquello no era ninguna pesadilla o error… ¡era algo sumamente peor!
Había sido secuestrada por el enemigo de su marido, y por lo que veía e intuía, era un villano cruel y carente de piedad. Un gran trago de saliva se deslizó pesadamente por su garganta.
—¿Qué se propone a hacer conmigo? —interrogó ella con un hilo de voz.
—Nada. Absolutamente nada. —respondió el azabache con una sonrisa escalofriante.
Sakura no le creyó ni por un instante. Tenía que salir de allí, no importaba si el asfalto fuese duro, ella siempre había sido resistente. Trató de abrir su puerta, pero estaba bloqueada, pero sí podría abrir la ventana. Sasuke entonces la agarró rápidamente de las muñecas.
—No intente escapar.
—¡Ayuda! ¡Que alguien me ayude!
—Nadie va a venir en tu ayuda, Sakura Haruno. —le dijo él con los ojos llenos de odio—. Eres mía.
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No se había imaginado que ella pudiese ser tan hermosa.
Mientras el todo terreno circulaba por las carreteras nevadas, Sasuke Uchiha miró a la pequeña pelirosada que tenía sujeta por las muñecas. Su rostro parecía una obra maestra de arte. Piel blanca, ojos grandes y destellantes como esmeraldas, de gruesas pestañas oscuras, cejas livianas; una nariz fina y femenina, y esos seductores labios durazno, abrillantados por el tenue labial que traía. Sakura Haruno indudablemente era una mujer hermosa.
Al verla tratando de escaparse, se había abalanzado sobre ella aprisionando sus muñecas y presionándola entre su cuerpo y el asiento del coche. El azabache podía sentir su aliento pegándole en el rostro, y percibir aquel exquisito perfume a flores de campo que manaba de su piel. Con cada agitada respiración que daba, sus pechos se marcaban bajo el vestido tan ceñido que llevaba, pareciendo luchar por abrirse paso de esa satinada prisión.
Inevitablemente se sintió excitado y maldijo interiormente, tratando de quitar la mirada de su cuerpo.
Se suponía que él no deseaba a Sakura Haruno. Solo la despreciaba. E iba a utilizarla.
¿Por qué demonios estaba sintiendo entonces aquel súbito arrebato de deseo?
A él le bastaba con desear a una mujer para acostarse con ella. No sentía el menor interés por conocer sus sentimientos. ¿De qué serviría? Tampoco sus amantes eran inocentes. Ellas siempre tenían sus ambiciones, codiciaban su cuerpo, su dinero, su poder o las tres cosas al mismo tiempo. Él sabía que todo el mundo tenía un precio.
Pero desear a la mujer que tenía ahora a su lado suponía un desafío. Incluso para él.
Sabía que Sakura Haruno era una mujer inmoral, despiadada y ambiciosa.
Pero no se había imaginado que fuese tan hermosa.
Ahora podía entender por qué Sasori se había arriesgado tanto celebrando aquella repugnante y falsa boda. Cualquier hombre querría tener a una mujer así.
Ella lo miró, jadeante y asustada. Su cabello se había soltado después de que él deshizo su peinado al arrancarle el velo y la tiara. En su rostro de porcelana resplandecían las mejillas celosamente pinceladas de rosa pálido. Sus ojos, de un puro y brillante jade, eran penetrantes y tan seductores como sus femíneos labios carnosos de color durazno y su cara reflejaba la indignación y la rabia que sentía en ese momento.
Tenía el aspecto de una mujer que acabase de tener una loca aventura de forma ardiente y apasionada. La deseaba, mucho.
Y eso lo enfurecía.
"Es una completa mujer descarriada y sucia… debe estar provocándome, tratando de seducirme para escapar de su castigo… oh pero no sabe quién es Sasuke Uchiha. No sabe con qué hombre despiadado y sin corazón se está metiendo."
Sus secuaces habían estado vigilando el Castillo del Escorpión desde que se había enterado de la celebración de la supuesta boda. Había planeado secuestrar a Sasori para obligarle a revelar el paradero de Kaori. Podría estar agonizante.
Habría irrumpido en las puertas del castillo con todos sus hombres armados, aun a sabiendas de que su aventura podría acabar trágicamente. Entonces había visto a la novia de su enemigo salir del castillo, paseando por el laberinto del jardín bajo la luz de la luna. Al verla iluminada por las sobrecogedoras luces de la aurora boreal, decidió cambiar sus planes y aprovechar la ocasión.
Lo sabía todo de Sakura Haruno, aquella camarera originaria de Japón que había despilfarrado la fortuna de Kaori en joyas, pieles y ropa de diseño. La ambiciosa caza fortunas que no había tenido escrúpulos en jurar fidelidad a un hombre para convertirse en una millonaria, respetable a los ojos del mundo. Casi sintió ganas de escupir el mal sabor de boca.
Sintió un odio feroz hacia ella mientras la sujetaba por las muñecas en el asiento trasero e inhalaba el afrodisiaco perfume de su piel.
—No va a salirse con la suya. —afirmó ella entre jadeos.
—¿A no? —replicó él con ironía, tratando de apartar la vista de aquellos pechos que subían y bajaban de forma cada vez más rápida al ritmo de sus agitadas respiraciones.
—Ya verá cómo mi esposo…
—Usted no tiene esposo. —tajó Sasuke de manera despectiva.
—¿Cómo que no? ¿Qué le ha hecho? —exclamó ella, presa del pánico— ¿No habrá sido capaz de…?
—Sabe muy bien a lo que me refiero. —insistió él, mirándola con desprecio a los ojos.
—¿No le habrá hecho nada verdad? —interrogó ella completamente pálida.
Sasuke había tenido efectivamente la tentación de matar a Sasori, pero había llegado a la conclusión de que eso sería contraproducente. Probablemente aquella despreciable sabandija tenía encerrada a Kaori en algún escondite inhóspito. Si lo asesinaba, nunca conseguiría dar con ella.
—Déjeme ir y le doy mi palabra de que no le diré nada a nadie. —susurró la pelirosa.
—¿Su palabra? —repitió él con desprecio— Los dos sabemos el valor que tiene su palabra, ninguno. —sentenció con tono cargado de disgusto.
—¿Cómo puede decir eso? —replicó la pelirosa con voz ahogada de ira e indignación— ¡Usted ni siquiera me conoce!
—Le conozco más de lo que cree. Y ahora tanto Usted como la escoria de su amante van a pagar por… —el azabache se quedó con media oración en la boca cuando ella comenzó de nuevo a revolverse con furia debajo suyo y comenzó a darle patadas con el filoso tacón de sus zapatos. El conductor estuvo a punto de salirse de la carretera al sentir un fuerte golpe en la espalda del asiento; la muchacha no paró allí y también empezó a patear la ventanilla con brutalidad. Sasuke tuvo que sujetarle los tobillos para que no acabase rompiendo el cristal.
—¡Basta ya! —le exigió él, echándose sobre ella para tratar de reducirla.
—¡Es un bastardo, maldito! ¡Cobarde! ¡Criminal! ¡Mi esposo lo encontrará y lo detendrá! ¡Le juro por todos los cielos que no se saldrá con la suya! —exclamaba ella, colérica; seguía forcejeando con rudeza, y cuanta más resistencia ofrecía, mayor era el deseo y la excitación que despertaba en él.
—¡Estese quieta de una jodida vez! —gritó el azabache, colmado. Ella dejó de luchar, dirigiéndole una mirada de gran odio y desafío que sólo consiguió acrecentar más el deseo de Sasuke. Ambos respiraban con agitación, sus alientos se entremezclaban por la poca distancia, el hombre volvió a maldecir interiormente, no podía apartar la mirada de aquellos senos que seguían luchando por salir a cada jadeo que ella daba.
El vehículo comenzó a aminorar la marcha. El azabache al ver que ella no opondría más resistencia, la soltó con desprecio y una mirada envenenada. La pelirosa volvió a pegarse a la puerta del auto, al mirar al frente, presenció que se dirigían a una pista de aterrizaje abandonada, barrida por un fuerte viento que levantaba una nebulosa de nieve, donde un jet estaba esperando con el motor encendido. Ahogó un grito, un pánico terrible se apoderó de ella.
—¡No! ¡No haga esto! ¡Por favor no! —sollozó ella con un nudo en la garganta y lágrimas en sus ojos— Haya lo que haya entre Usted y Sasori, no me obligue a subir a ese avión. Sea Usted quien sea, déjeme volver con la gente que amo. Déjeme volver con mi esposo. —suplicó ella mientras las primeras lágrimas se deslizaban por sus mejillas.
—¡Amor! ¡Ja! ¡Como si una mujer como Usted supiera lo que es el amor! —le espetó él con una amarga sonrisa—. Además, ya se lo he dicho. Usted no tiene marido. —sentenció con tono mordaz.
Le miró horrorizada mientras el conductor descendía sin apagar el vehículo y abría la puerta trasera.
—Se lo ruego… —imploró ella llorando— ¡No le haga daño a mi esposo!
—¡Usted NO tiene ningún esposo! —declaró él hastiado, agarrándola con fuerza del brazo— ¿Sabe por qué? Muy fácil. Ese imbécil de Sasori ¡ya está casado!.
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Fin del Capítulo.
Aquí les traigo otro fic… es basado en un libro que encontré arrumbado entre muchas chucherías.
¿Qué les parece? ¿Merece ser continuado?
¡Todo dependerá de sus reviews!
10 Reviews= Siguiente Capítulo.
Gracias por leer.
Dai Emi.