Siento la tardanza ._. la verdad es que por culpa de los examenes y demás no pude acabarlo D'x pero finalmente está aqui~ menos mal que hay vacaciones, sino no se como podría sobrevivir xD bueno, os dejo con el nuevo capi -3-
Personajes:
Francis Bonnefoy: Francia
Alfred F. Jones: Estados Unidos
Felicia Vargas: Fem!Italia
Lovine Vargas: Fem!Romano
Aclaraciones:
Who are (they)?: ¿Quiénes son? (inglés)
Enchanté: Encantado (francés)
Monsier: señor (fran)
Mon ami/mon chèrie: amigo/amor mío (fran)
Merci: gracias (fran)
Fat american: gordo americano (ing)
Ton grand frère: tu hermano mayor (fran)
Frog: rana (ing)
Arigato gozimasu: muchas gracias (jap)
Scusi se le disturbo: Perdón si le molesto (it)
Sono: soy (it)
I'm with you in maths and literature's class: voy contigo en clase de matemáticas y literatura (ing)
Why are you?: ¿porqué tú? (ing)
Idiota sorella: hermana idiota (it)
Con chi parli?: ¿con quién hablas? (it)
Nonno vuole detto che tornare a casa presto: nuestro abuelo dijo que vayamos a casa temprano (it)
I have to go home: tengo que irme a casa (it)
Here you are. Call me anytime.: aquí tienes, llámame cuando quieras (ing)
Motherfucker: hijo de puta (ing)
Good afternoon: buenas tardes (ing)
Etto...: esto/bueno... (jap)
Onegai: por favor (jap)
Cap. 5 Ver Kiku Honda
.
El señor Kirkland, esa persona tan amable.
Me acomodé en la cama que me había encomendado Arthur el primer día de mi estancia.
Podría parecer que, tanto las sábanas como la cama eran incómodas y ásperas, pero el inglés se había preocupado de que todo estuviese lo más confortable y agradable posible; por lo que la noche anterior había dormido tranquila y plácidamente, hasta el punto de quedarme dormido durante varios días, si no fuera por el despertador de la mesilla.
Me dí la vuelta para acomodarme mejor y, también, para poder ver en secreto a su "compañero de habitación". Aunque hacía apenas unos minutos que había estado leyendo "El signo de los cuatro"* con una pequeña luz, ahora estaba completamente dormido.
Sus ojos estaban cerrados pero, aun así, su sonrisa y las suaves líneas de su cara indicaban que tenía un sueño alegre y placentero. Me acerqué lentamente a él, intentando hacer el menor ruido posible. Cuando llegué a su lado, me aproximé un poco más, para poder observarlo más nítidamente. Sus amplias cejas se acentuaba aún más con su tez blanca y pálida, dándole un enorme atractivo.
Poco a poco me dirigí a él lentamente, mientras el sonrojo de mis mejillas aumentaba y cerraba los ojos de forma inconsciente. En los últimos milímetros abrí un poco el ojo derecho sin dejar de acercarme a él, fijándome en sus carnosos labios que se movían delicadamente por causa del sueño. Igualmente mis labios se movían, pero por el nerviosismo que me provocaba su cercana presencia, demasiado próxima.
Pero eso no me detuvo, sino que me estimuló aun más a seguir mi trayecto hasta que ambos labios entraron en contacto, mientras un cosquilleo recorrió mi espalda. Se estaban rozaron levemente, cuando el inglés pareció volver a despertarse, pero volvió a su trance inicial rápidamente, sin dejar de mover sus labios y sin que yo pudiera quitar los míos de los suyos, como si hubiera un hechizo que nos mantuviese unidos y no nos dejara separarnos.
El beso transcurría mientras yo seguía saboreando sus húmedos labios, aun con miedo a que se despertase en cualquier momento, pero el placer no me dejaba pensar y; después de un largo tiempo, me alejé un poco del rubio, intentando coger el aire que necesitaba, ya que la mayoría se había quedado en la boca del inglés.
Toqué mis mejillas, estaban muy rojas, más de lo que suelen estar al tener al británico a mi lado. También mi corazón latía demasiado deprisa, parecía que, de un momento a otro, me iba a dar un infarto.
A pesar de todo, me volví al europeo para acabar mi faena.
-Buenas noches, Arthur-san -le susurré al oído, mientras besaba una de sus mejillas- Espero que descanses bien.
Volví nuevamente a mi cama, para intentar conciliar el sueño, aunque lo más seguro fuera imposible.
Pero milagrosamente, al acostarme, sentí como mis párpados bajaban y la sensación de cansancio se hacia mayor. Perezosamente abrí los ojos intentando en vano colocar el móvil con el que había estado chateando con Mei y Xiao, ya que me había quedado atrapado en un hechizo de insomnio.
Lo último que recuerdo es ver unas pequeñas luces procedente del otro lado de la habitación que se acercaban. También llegaba una confusa sombra, la cual no deje de mirar hasta que, finalmente, me dejé caer en los brazos de Morfeo*; derrotado e indefenso, a merced de cualquiera, pero, aun así, sabía que nadie me tocaría si no quería enfrentarse con mi querido caballero inglés.
...
Después de unas cuantas horas, llegó el mediodía, donde hacían una pequeña pausa para el de un lado a otro del campus, llevando una pequeña cajita japonesa adornada con unos pequeñas miniaturas de animalitos kawaii* y unas caricaturas de personajes anime; donde tenía un poco de comida para tomar, que consistían en unos cuantos onigiris* de diferentes formas y especies y unos cuantos mochis*, todo hecho por mis manos en los escasos minutos que estuve a solas en la el esfuerzo y el amor que les dediqué habían valido la pena; quería que fueran los mejores, para que así le pudiera dar a Arthur, y así me alabase y me adorase, haciéndome sentir completamente feliz.
Era un sueño egoísta, pero a cada paso que daba no podía evitar pensar en la trágica muerte de mi hermano. "¿Por qué le había sucedido eso? ¿Por que se había sacrificado por todos?". Cada vez que pensaba en ello me entristecía a causa de los remordimientos, aunque, posteriormente, otro pensamiento surcaba por mi mente. "¿Y si no hubiera sucedido nada de aquello? ¿Y si, al final no hubiera muerto nadie?". Todo sería como antes; estaría con mi hermano, trabajando para Heracles o Adnan y estudiando en la Universidad de Tokyo con Mei o Xiao. "¿Pero realmente quiero eso?". Si no fuera por el accidente, jamás habría viajado hasta Londres ni hubiera conocido a personas maravillosas, en especial a Arthur. "¿Era lo que quería? ¿Acaso había utilizado la muerte de mi hermano para mis propios beneficios?". Era posible pero aun así, aun así...
- ¡Kiku! -me llamó una voz lejana, al otro lado del pasillo.
Me acerqué rápidamente hacia la voz, encontrándome con Kirkland y dos personas más a su lado.
Eran rubios y de ojos azulados pero, mientras uno lo tenía un poco ondulado, una barba de tres días y un caro traje elegante; el otro portaba unas delgadas gafas y tenía un pequeño mechón que le salía de su cabello.
Estaban a ambos lados de Arthur. Mientras el barbudo llevaba una rosa, la cual movía dramáticamente, el de gafas estaba comiendo tranquilamente una enorme hamburguesa.
- H-hello, Arthur-san -saludé, entrecortadamente- Who are th-?
- No tienes por qué esforzarte, Kiku -respondió Arthur, con una sonrisa- Ellos entienden nuestro idioma perfectamente.
- Enchanté, monsieur Honda -dijo el rubio de la rosa, cogiéndome de la mano y besándola; haciéndome ruborizar un poco- Soy Francis Bonnefoy, profesor de francés en la universidad. Espero que nos llevemos muy bien, mon ami.
-Yo hmnm soy hmnm Alfred -mascullaba, mientras acababa la hamburguesa- Alfred F. Jones, profesor de arqueología -acto seguido, cogió fuertemente mi mano y la zarandeó- ¡Es la primera vez que conozco a un japonés de verdad! Espero que nos llevemos good.
Después de tales presentaciones, desvié la mirada a Arthur. Estaba un poco más alejado y mucho más enfadado que antes. Además, parecía como si una malévola aura envolviera todo su alrededor.
- ¿¡Se puede saber por qué tardáis tanto!? -rápidamente te dirigió a los dos, cogiéndolos por las orejas.- ¿¡No sabéis presentaros como personas normales, bloody wankers!?
- Calme, mon chèrie. Solamente queríamos que se confiara con nosotros.
- It's true, Artie~ Nosotros nunca le haríamos nada malo a tu novio.
-¿¡Mi Q-Q-Q-QUÉ!? -preguntó Arthur, mientras ambos nos sonrojábamos de forma simultánea, llegando a un rojo chillón.
-Lo sabemos todo, Kiku. -sonreía el francés, con malicia- Sabemos como os conocisteis, como-
-¿¡Queréis quedaros sin regalos, bloody gits!?
- No, por supuesto que no, Artie! -dijeron los dos a coro.
- Pues cerrad vuestras apestosas bocas de una vez sino que no os pase nada malo…
- Cuidado, puede hechizarnos con su magia negra -susurró el estadounidense.
- O puede que nos dé a probar su comida...
- ¿¡Habéis dicho algo!? -Arthur estaba con una sonrisa un tanto macabra mientras los otros se abrazaban, temblando con miedo en el cuerpo.
- N-Nada.
El inglés suspiro y sacó dos pequeños paquetes de su maletín, cada uno con un nombre escrito.
- No os lo merecéis, pero aquí tenéis...
- Merci, mon anglais!
- Thanks, idiot british~!
Tanto Francis como Alfred abrieron sus regalos con una amplia sonrisa en la cara pero, a medida que desempaquetaban el regalo, la sonrisa se hacia cada vez más pequeña; hasta desaparecer y convertirse en una mueca de enfado.
- ¡¿Se...
- ... puede...
- ... saber...
- ... que...
- ... es...
- ... ESTO!? - exclamaron, señalando su respectivo regalo, con recelo.
- A mi me has regalado una figurita de un señor muy gordo con una placa debajo que pone "debes adelgazar, gordito".
- Es porque lo necesitas, fat american.
- Y a ton grand frère le has regalado una horrorosa rana verde... ¿Por qué le das algo así?
- Para que sepas continuamente lo que eres, frog.
- Pero, pero...
- Prohíbo tenerminantemente tener una sola queja más de los regalos. -se dirigió a mí- Ahora, si nos disculpan, tenemos cosas que hacer.
Me cogió del brazo, haciendo sonrojarme un poco más, mientras nos alejábamos corriendo hacia el patio.
Cuando llegamos, todos los estudiantes que había allí nos miraron sorprendidos; pero eso no disminuyó nuestro paso, por lo que podía ver perfectamente la cara de asombro que algunos tenían, incluso llegaba a reconocer a uno o dos que iban en mi misma clase.
Seguimos cruzando el patio, llegando a las afueras del campus, donde había un pequeño bosque. No era muy grande y denso, pero si lo suficiente para perderse y que nadie pudiera verles desde el exterior y tardaran un rato a encontrarles.
Pasando varias veces por lo que parecían ser los mismos robles y castaños, ya con las hojas oscuras y de colores rojizos o amarillentos, cayéndose lentamente por causa del cambio de estación; hasta llegar a un gran roble, ya desnudo y sin hojas, el cual aún conservaba sus ramas, que le hacían dar un toque más siniestro y espeluznante.
Después de aquello, llegamos a un claro donde unas preciosas sillas se encontraban alrededor de una mesa, llena de apetitosas exquisiteces y dulces, además de una gran tetera blanca con pequeños adornos diferentes de colores suaves, para no empobrecer la calidad de la tetera acompañada por dos tazas del mismo tipo, aunque más pequeñas y delicadas.
Al verlo, el asombro y felicidad llenó mi cuerpo, esbozando inevitablemente una gran sonrisa en la cara.
- ¿A hecho todo esto usted solo, Arthur-san? -le pregunté dirigiéndome a él, aunque no necesitaba su respuesta, ya que con solo verle sus ojos supe que era así.- Muchas gracias, Arthur-san. -le dije, antes de abrazarle fuertemente.
Arthur se ruborizó todo pero, sin dejar de abrazarme en ningún momento. En circunstancias normales, también yo estaría colorado hasta las orejas y me alejaría rápidamente del ojiverde, pero la emoción y excitación no me dejaban tener mi timidez característica, por lo que apenas podía contenerme.
Estuvimos así mucho rato hasta que, finalmente, me separé de él, lentamente.
No estoy seguro de si pasaron unos simples segundos o si, por el contrario, fueron horas las que nos abrazamos, sin movernos ni un centímetro, notando nuestras aceleradas respiraciones de nuestros corazones a ritmos descontrolados.
Cada uno se sentó en un de las sillas, un poco cohibido, esperando a que el otro empezase a comer o a entablar una conversación.
Durante esos instantes, solo se oyeron los suspiros que hacían los árboles al moverse con el viento, dejando caer algunas hojas que bailaban en él.
- A-Arthur-san -empecé a decir, un poco cortado- Te-Tengo algo para usted, espero que le guste… -sustraje mi caja de la cartera y se la entregué tímidamente.
El rubio tardó unos segundos en reaccionar, pero rápidamente cogió la cajita para ver lo que contenía. Al abrir la tapa, sus pómulos se hicieron presentes, dibujando una gran sonrisa. Sin pensarlo, cogió uno de los onigiris y se lo metió en la boca. Mientras lo masticaba, moviendo el alimento por toda la cavidad, aunque algunos granos de arroz estaban en la comisura de sus labios. Yo intentaba contenerme de una fuerza sobrenatural que quería quitárselos de la boca y, sin conseguirlo, llevé mi pañuelo de mano hacia él.
- L-lo siento, Kirkland-san. -dije cuando era consciente de lo que hacía, alejando un poco el pañuelo- Tenía un poco de arroz en los labios y... y... -los rubores de mis mejillas silenciaron mi voz- "¿Qué me está pasando?" -pensé por enésima vez- "¿Por qué me siento tan extraño a su lado?"
- No importa -se excusó el inglés aun con una gran sonrisa, sirviéndome un poco de té en mi taza- ¿Lo has hecho tú? -asentí tímidamente- Estaba delicioso, mis felicitaciones. Ahora, si me permite, ¿puede tomar un poco del té que he preparado? No soy muy bueno en la cocina, pero he intentado hacerlo lo mejor posible. Espero que sea de su agrado.
- A-arigato gozaimasu... -tomé un sorbo. Era un poco agrio pero, de cierto modo, su sabor no resultaba muy agobiante sino que, al contrario, seducía a todo aquel que lo probaba, haciéndome sentir sabores exóticos que no había probado en mi vida- Está... -intenté decirle, aunque las palabras empezaban a borrárseme de mi mente, quedándome en blanco- Está... -el británico me miraba absorto, esperando mi modesta opinión.- Está... -mi corazón palpitaba al sentir su acentuada presencia- Está riquísimo, Arthur-san.
Su cara pasó rápidamente del asombro que se había llevado a la gran felicidad que sentía de que el té fuera de mi gozo.
- Me alegro de que te guste. He puesto todo mi empeño en que quedara perfecto para tí.
- N-no tendría porqué molestarse... -todo mi cuerpo estaba ardiendo, en especial las mejillas.
- Por supuesto que sí. -cogió una de mis manos, apretándola. Sus ojos seguían mirándome fijamente- Mi deber es ayudarte y que nada malo te pase, Kiku. Yo... yo daría mi vida por tu seguridad.
En un primer momento pensé que me iba a derretir, pues tanto mi cuerpo como mi mente estaban paralizados; pero después de unos segundos unas suaves lágrimas salieron de mis ojos.
- ¡Kiku! -gritó el rubio al verlas, aproximándose a mi, asustado.- ¿Estás bien? ¿Te ocurre algo?
- A-... -las palabras no salían de mi boca, ya que mi garganta no conseguía producir sonido alguno- Y-yo... -las lágrimas empezaban a inundar mis mejillas.
- Tranquilo -dijo Arthur, abrazándome contra él- No te preocupes, yo siempre estaré aquí.
No pude decir nada. solamente correspondí el abrazo apretándole más hacia mí. "¿Por qué siempre me ocurre lo mismo?" "Ya es la segunda vez en todo el día… No hago más que llorar y sollozar. ¿Por qué nunca puedo expresar mis sentimientos a los demás?
Pasaron unos minutos hasta que, ya más calmado, pude seguir hablando con el, sentado en mi asiento.
- Siento lo que ha ocurrido -le dije, intentando no mirarle fijamente a los ojos por causa de la vergüenza- Usted no tiene culpa de que me pusiera así ni de que-
- No importa -dijo el ojiverde, con una sonrisa- Ahora lo mejor es tomar algo para aliviar el apetito y dejar a un lado los problemas. -acto seguido, cogió uno de mis mochis y se lo metió en la boca.
Estuvimos así un buen rato, tomando pastas y onigiris mientras hablábamos sobre minucias: la universidad, los profesores, la dificultad de cada asignatura, etc.; hasta que tocó el timbre que daba comienzo a las clases de la tarde y, por consecuente, el fin de la velada.
- Hasta pronto, Kiku -dijo Arthur, despidiéndose- Ahora tengo hora libre, por lo que recogeré todo esto. Tu tienes clase ahora así que ve yendo -me dio la última pasta que quedaba- Esto te dará energías. Espero que te vaya bien.
Mientras me alejaba tomando la pasta por el camino, pude sentir como el inglés me seguía con la mirada y, después de un rápido despido con la mano, seguí hasta el edificio de la Universidad con un gran dolor en el pecho y a punto de tener desmayarme por el calor.
...
Salí de clase, después de que el profesor de matemáticas estuviera durante un rato explicando algo casi impensable, pero que a duras penas llegué a entender. Pasaba por el pasillo, intentando rememorar algo de la lección, cuando de pronto:
- ¡Kiku! -me giré para ver quién era- Scusi se le disturbo, Kiku - la voz provenía de una joven de cabello largo recogido con una coleta de caballo, dejando un pequeño rulo en la parte inferior- Sono Felicia Vargas. I'm with you in maths and literature's class.
- Hi, Vargas-san. Why are you-?
- Hey, idiota sorella! Con chi parli? -gritó otra chica casi igual a Felicia, pero con el pelo suelto y más largo y oscuro, además su rulo estaba más arriba que el de su hermana- Nonno vuole detto che tornare a casa presto.
- Se, Lovine! -contestó Felicia, antes de dirigirse hasta su hermana- I have to go home, Kiku -me entregó una pequeña hoja con un número escrito- Here you are. Call me anytime. -a continuación sonrió y salió corriendo a junto Lovine, con alegría.
Seguí andando cuando aparecieron Francis y Alfred de la nada.
- ¿Así que ya has ligado, mon ami? -dijo el francoparlante, pasándome una mano por los hombros.
- ¡N-No, por supuesto que no! -contesté- Solamente quería conocerme, eso es todo.
- Todas empiezan así, monsieur.
- Tienes una super-suerte, Kiku. -agregó el americano- Es tu primer día y ya has conseguido otra novia.
- ¡Qué no es mi no-! -en ese momento, como surgido de las sombras, Arthur Kirkland llegó a junto nuestra- Ho-hola, Arthur-san. -me giré hacia los otros dos- Adiós, Bonnefoy-san y Jones-san -sin perder tiempo empecé a apresurarme para llegar a junto suya, mientras los ojiazules se marchaban hacia diferentes direcciones.
- ¿Te estaban molestando, Kiku? -preguntó el inglés, mientras miraba a los otros dos con cara de pocos amigos.
- E-En absoluto, A-Arthur-san... Se está haciendo muy tarde, ¿no será mejor que nos vayamos a casa?
- Yes… -respondió, mientras miraba su reloj.
Nos dirigimos hasta el Astong Martin negro, aparcado en el pequeño parking para los profesores, colocándome en el asiento del copiloto al mismo tiempo que Arthur se sentaba en el del piloto.
En unos instantes, el ojiverde empezó a conducir hacia nuestra morada, en Londres. Cogí el libro de historia y los apuntes, cuando me dí cuenta que aún llevaba la notita de la italiana en la mano.
Empecé a arrugarla y, sin más dilación, abrí la ventanilla para tirarla.
- ¿Te encuentras bien? -me preguntó el conductor.
- S-sí, Arthur-san.
...
Un par de horas más tarde llegamos hasta el hogar de los Kirkland, tan majestuosa y bella como su propietario.
Aunque apenas pasaran unos minutos de las siete de la tarde, ya había oscurecido por completo y solamente las luces de los pequeños faroles iluminaban el exterior.
En el jardín se encontraba Cyara, sentada en un amplio balancín de madera, sosteniendo una especie de libro electrónico mientras escuchaba música por los auriculares.
Arthur se dirigió hacia ella, sin que la irlandesa no se diera ni cuenta.
- ¿Se puede saber que haces afuera a estas horas? ¿No sabes que puedes coger un resfriado?
Cyara vio extrañada a su hermano mayor. Miró hacia los lados, cuando se enteró de lo tardía que era la hora.
- S-Sorry, Artie... Me enganché a una historia sobre Ciel y Sebastian* de-
- Ok, ok... ¿Donde están John y Scott?
- Well, Jo está en la cocina preparando la cena. A Scott no le he visto en todo el día, debe de estar en algún bar o algo.
- Bloody git... -murmuró el rubio sacando su móvil- Se va a enterar...
El teléfono estuvo bastante tiempo sonando hasta que, en el último instante, cogieron por la otra línea.
- ¿¡Se puede saber donde estás, motherfucker!?
- ¿Y cuándo se supone que vas a volver?
- Mañana a primera hora quiero verte en casa, ¿¡está claro!?
El rubio cerró malhumorado su móvil, dirigiéndose a casa agarrándonos a Cyara y a mi, haciendo caso omiso a las quejas de la joven.
- Good afternoon, John -saludó al entrar en la casa- ¿Ya está lista la cena?
- Oh, Ar, ya has venido -se escuchó desde la cocina- El pastel salado de arenques* aun está en el horno, así que tendréis que esperar unos minutos. Además, se nos ha acabado el té, así que hoy no podrás tomarte tu Early Grey*. ¿No te importa, verdad?
- No, no me importa, ¿y a tí, Kiku?
- T-tampoco... -empecé a sonrojarme ya que el inglés aún no había dejado de apretar mi mano.- aún tengo que hacer unas cuantas cosas para la universidad, así que mejor me voy al estudio.
- T-te acompaño, Kiku. Yo todavía tengo que organizar unas cosas para mañana sin falta.
- Pues yo me voy ya a mi habitación. -anunció la pelirroja alejándose a la otra planta- Hoy no tengo mucha hambre, así que lo mejor será que me quede en mi cuarto. Goodnight Jo~. Goodnight Kiku and Artie~!
- Goodnight. -respondimos todos al unísono, mientras Arthur y yo nos dirigíamos al estudio, aún cogidos de las manos.
...
Al mismo tiempo que acabamos nuestras tareas, John nos avisó de que la cena ya estaba en su punto, y que nos fuéramos yendo a la cocina.- La cena estuvo deliciosa, John. -felicitó el británico, después de comer- Te salió mejor que la mayoría de las veces.- Thank you, bro. He aprendido viendo Mister Ajikko*¿Qué te pareció a ti, Kiku-chan?- Etto... Está bastante bien, pero no me acaba de convencer. Será por la diferencia cultural, no te preocupes.- Intentaré mejorar mi comida para tu paladar. -dijo, con una sonrisa.- La próxima vez cocinaré algo más oriental para ti, minutos más adelante, John se fue a su habitación, excusándose por un trabajo que le había quedado a medio hacer, dejándonos nuevamente a Arthur y a mí completamente solos.
El anglicano se dirigió a la sala de estar, para coger nuevamente el libro que había empezado a leer la noche anterior pero, antes de que pudiera abrirlo, me dirigí hacia él, sin apartarle la mirada.
- Arthur-san, quisiera pedirle una cosa…
- ¿De qué se trata?
- A partir de este momento quiero trabajar para pagarle todos mis gastos aquí.
Arthur tardó en contestar pero, finalmente, contestó.
- No tienes porqué hacerlo, Kiku. Si estás aquí es por mi incumbencia, tu no tienes que pagar nada de lo que es mi responsabilidad.
- Onegai, Arthur-san -le rogué, mirándole fijamente a los ojos- Solamente quiero ayudarle, nada más.
El inglés rehuyó mi mirada por un instante, poniéndose un poco colorado, hasta que después de unos instantes, volvió nuevamente su mirada hacia mí.
- L-lo mejor será que lo hablemos mañana con calma. -miró el reloj de pared- Ya se está haciendo tarde, lo mejor será que nos vayamos a la h-habitación.
Lentamente nos dirigimos a la habitación, donde ambos nos preparamos para meternos en nuestras respectivas camas, mientras yo chateaba con Mei y Xiao por el móvil, contándoles un poco de mi nueva vida cotidiana.
- Goodnight, Kiku. -dijo Arthur, antes de apagar la luz.
- Oyasumi nasai, Arthur-san. -me despedí, antes de cerrar los ojos.
...
Más aclaraciones:
El signo de los cuatro: segundo libro de Arthur Conan Doyle sobre Sherlock Holmes.
Morfeo: dios del sueño en la mitología griega.
Kawaii: término japonés que expresa la dulzura y excitación sobre algo.
Onigiris: comida japonesa que consiste en hacer bolas de arroz donde dentro se le colocan los alimentos que se desean.
Mochis: comida japonesa parecido a unos pastelillos hechos con arroz.
Ciel y Sebastián: personajes del anime y manga Kuroshitsuji, segun los fans tienen un tipo de "relación muy estrecha" entre amo y mayordomo.
Pastel de arenques: comida inglesa hecho con arenques (tipo de pez)
Early Grey: tipo de té negro.
Mister Ajikko: anime japonés que trata de un niño que quiere convertirse en el mejor cocinero del mundo.
Os ha gustado ^^ el amor entre Arthur y Kiku esta empezando a surgir *o* quien puede resistirse a todos sus encantos? creo que nadie -w-
Reviews para vuestra fiel autora~?