Disclamer: Avatar le pertenece a "Bryke". Yo solo utilizo los personajes para el desarrollo de la trama de este fic, que si es de mi propiedad.
N/A: Fue una hermosa semana he de aclarar que este es el último fic que culmina este conjunto de historias.
Advertencias: Errores ortográficos, OOC (ligero, creo).
Tema: Treasure/Tesoro.
Summary: Siempre anhelándola en la distancia, y en silencio, ahora ella era suya, y él de ella.
Tesoro
Recordando el largo camino, las peleas, discusiones, comentarios halagadores, a veces ofensivos. Los besos, los abrazos, los golpes en el hombro por parte de ella, los cabellos salvajes y fueras de lugar a causa de la mano masculina. Ninguno de los dos pensó que aquello fuera posible.
Era como un sueño.
Claro, para su perspectiva todo era perfecto pero sin llegar a lo cursi. Un pensamiento en sincronía con el del hombre, cuyo corazón latía desbocado pero a un ritmo regulado. Río al notar que aún provocaba esos nervios que debieron haberse desprendido de la personalidad de él, al menos para con ella.
Podía sentir el cuerpo tenso de su progenitor, todavía renuente a entregar a la pequeña que había nacido del amor con la que era su madre. Sin poder evitarlo meneo la cabeza, con una sonrisa burlona en su cara. ¿Es que tenía miedo de que desde ese día dejaria de ser oficialmente su hija?, ¿Pensaba que no le querría más?
Las posibilidades bailaron en su mente con cada paso que daba. Tras unos minutos, dedujo que ninguna de esas eran las razones, sino que, al igual que todos los que ahora tenían sus ojos fijos en ella, esperaban que no hiciese alguna estupidez durante la ceremonia.
Rodó los ojos, agradecida por el voto de confianza.
Por otra parte, los ojos ambarinos no se habían despegado de la figura ataviada con el vestido de color blanco y rosado, con listones rojizos, y el velo hecho de seda, transparente al grado de que el cabello suelto y ligeramente ondulado adquiría un brillo aún más intenso.
Se veía, no solo hermosa, sino que además lucia como lo que siempre había sido. Una mujer.
Rememorando todas las cosas buenas y malas, estúpidas, absurdas y demás. Se permitió vagar entre sus propias memorias, recordando todas las ocasiones en que la había admirado en ocasiones por lo bella que lucía, y en otras por las sorpresas que ella podía sacar de la manga.
Cuando la conoció no era más que una niña, cuatro años menor que él. Una niña de cabello negro y largo, siempre recogido, tentándole a soltar esa vincha que mantenía presas las hebras de cabello tan oscuras como las profundidades de un abismo sin fin. Una pequeña chica de ojos jade, besados por el brillo de las perlas más blancas que uno encontrase en el mar. La piel tan blanca, pálida como los lirios que crecían en los jardines del palacio que él solo recoger para su madre. El cuerpo pequeño similar al de una muñeca.
Eso sí, solo era la superficie, solo eso. Pero esa fue la primera vez que se vio hechizado.
La segunda fue al verla combatir.
Los movimientos fluidos, calculados con precisión, ejecutados con astucia e inteligencia eran como un baile, uno donde ella era quien mandaba, quien atraía a su pareja, para luego soltarla sin miramientos. Su cuerpo recubierto de tierra adquiría un matiz feroz, pero a su vez poderoso. Una hermosura exótica, casí salvaje, natural.
Esa fue la segunda vez, y la definitiva.
Desde entonces siempre se había mantenido viéndola, en silencio, esperando que ella no notase el afán con el cual quería grabar cada detalle de su rostro, registrar en su mente cada palabra que saliese de sus labios, y advirtiese cuando una sonrisa se formase en aquellos labios pequeños y jodidamente bonitos al grado de que su mente pensase en emboscarla con un beso sorpresivo.
Durante su viaje siempre se mantuvo cuidando de ella, de su corazón, consolándola cuando Sokka sin darse cuenta. Después fue con respecto a cada pretendiente que se le acercase, no mejor dicho con cada hombre en general. Teo, Haru, y muchos otros que solían socializar con ella. Claro, inconscientemente lo hizo hasta que Aang, una tarde tras la guerra en una visita, le había dicho durante la hora del té:
— ¿Estas enamorado de Toph?—
Él negó, alegando que era una locura, él estaba con Mai, pensar algo de esa índole era absurdo. Pero la sonrisa de Aang, madura, incluso con un grado de sabiduría similar al del viejo Iroh, le dio a entender que él lo estaba, que siempre lo estuvo, y que no se había dado cuenta nunca.
Cuando Aang se fue, él reflexiono por mucho tiempo, demasiado. Hasta que, finalmente, acepto la realidad y sus sentimientos por la Bandida Ciega. Entonces una tarde, cuando ellos estuvieron solos en uno de esos tantos momentos que se había convertido en una especie de tradición: ella tocando su cicatriz. Él traspaso la barrera invisible, besándole.
Seguido de eso sobrevino el caos momentáneo, y luego la sinceridad por ambas partes. Y él fue feliz, inmensamente feliz, aún ahora lo era, adelantándose a sí mismo que lo seria por muchos años más, quizás hasta su muerte.
Porque ella ahora estaba con él, y no la dejaria ir.
— ¡Reyes!, ¡Nobles!, ¡Lideres!, ¡Súbditos!, ¡Vasallos!, ¡Invitados de los cuatro rincones del mundo!—proclamó Iroh con la voz en alto, vestido con un traje rojo escarlata. —Estamos aquí reunidos, en paz, y en alianza divina. —una sonrisa sincera y cálida se asomó por los labios del viejo—Para unir a estas personas. —tomando la mano de la muchacha, la separo de su padre, conduciéndola descalza por unos pequeños escalone. Los cuales ella subió hasta situarse al lado de un hombre, más alto que ella, y vestido con un traje formal, con una capa colgándole de las hombreras metálicas. Iroh decidió proceder al ver como su sobrino sonreía a la muchacha—Pueblo de la Nación del Fuego, y vecinos. Ustedes han de saber, que Agni obra junto a otros grandes espíritus…muchas pruebas difíciles. Tanto para mí, como para las generaciones que vendrán después de nosotros—calló por unos momentos, manteniendo la seriedad en el ambiente. — ¡Pero también unen destinos!—alegó con energía—Y es por eso que estamos aquí: maestros fuego, maestros tierra, maestros agua—girando su cabeza hacia un lado miro a Aang, quien comprendió al instante, sonriéndole con aprobación—Y por ahora, un único maestro aire—dijo con su potente tono de voz.
Miró al frente, para luego hacerse a un lado. Permitiendo que todos viesen a la que él hace mucho tiempo atrás conoció como a una audaz jovencita, ahora mujer. Una que miro con una sonrisa amable, pero a la vez desafiante al frente, lista para lo que viniese luego.
Iroh no podía ser más feliz.
—Puede proseguir, sacerdote. —afirmó Iroh.
El otro anciano, detrás de la pareja asintió con la cabeza. Tanto Toph como Zuko se dieron la vuelta con el fin de estar delante del sacerdote.
—Agni, divinidad que baila con fulgor entre las llamas, te convocamos aquí con motivo de celebración—hizo una pausa. Durante esta misma, una larga fila de soldados del ejército yacían posicionados en ambos lados de cada escalón, perteneciente a una larga escalera de piedra que conducía a una plataforma, la misma donde estaban parados tanto el sacerdote como Toph y Zuko. —Tú que has permitido el encuentro, y que sabemos que con más razón permitirás lo que te pedimos. A ti te damos este tributo. —el sacerdote alzó su bastón de madera.
La señal había sido lanzada.
Los maestros fuego situados en cada escalón, acumularon la energía de sus cuerpos, liberándola de forma gradual como pequeñas lenguas de fuego, que con cada ondulación de sus manos iba enroscándose, una con la otra. Una dragon hecho de llamas se elevó por los cielos, sobrevolando al soberano y a la joven maestra tierra. Para luego estallar con una explosión que envió una lluvia de cenizas, que todavía conservaban el calor, brillando con una tonalidad anaranjada.
Fue como si lloviesen estrellas fugases.
Katara estaba que lloraba de la emoción, pero se contuvo. No podía llorar, todavía no. De lo contrario, Toph no dejaria de molestarla, y Katara no se creía capaz de llevarle la contraria, no en su día. Aang, por otro lado, miro a la pareja. Era dichoso al ver que no había errado en sus suposiciones. Se sentía contento de ver a sus dos amigos radiantes de felicidad.
—Las cenizas que hemos ofrecido. —el sacerdote volvió a hablar, captando la atención de Toph—Representa el ciclo de una vida que comenzó en solitario, con errores, con aciertos. —Toph podía sentir que las palabras iban dirigidas a su persona. —Por ello, Toph Bei Fon, venerable heroína del mundo ¿Aceptas resurgir en unidad con nuestro soberano, el Señor del Fuego Zuko?—
—Acepto, después de todo, por algo me puse vestido. —dijo ella con una sonrisa orgullosa.
El hombre río, esa chica era todo un caso, noble sin duda, y no solo por el linaje. Era bueno ver tanta determinación en una persona tan joven. Ahora era el turno de su señor. Vio al chico que todos habían tachado de traidor, de débil, frente a él, tan seguro y fuerte, como un brillo de esperanza para la Nación que tanto él como el resto de la gente amaba.
—Señor del Fuego Zuko. Toph Bei Fong ha aceptado las cenizas de tu antigua vida, pregunto: ¿Tú aceptas las de ella? ¿Las tomaras, lazaras al aire y convertirás luego en un fuego mutuo que ardera hasta que la vida de alguno de los dos termine?—
La respuesta estaba escrita en los ojos, similares al oro líquido, aún antes de ser formulada.
—Las tomo—Zuko, tomo la mano de Toph, apretándola ligeramente—Todas y cada una de ellas. —el rey miro a su prometida, quien le sonrió en respuesta, él le devolvió la sonrisa.
El cura no tuvo ninguna otra interrogante, ya ambos habían aceptado. Ahora solo faltaba una última cosa que agregar.
— ¡Sus destinos han sido unidos! ¡Han jurado tomar las cenizas del otro y remontar vuelo como el dragón, antiguo maestro de nuestro arte! ¡Por ello, los declaro marido y mujer! ¡Y a ustedes: gente del pueblo, invitados, amigos y vecinos! ¡He aquí a la nueva soberana de la Nación del Fuego: Toph Bei Fong!—
Los vítores, así como los chillidos por parte de las chicas (Katara, Ty Lee, Sukki, y las demás Kyoshi), los chiflidos (cortesía de Sokka y los hombres de la Tribu del agua), los aplausos enérgicos de Aang y Iroh, y pequeños, pero llenos de buenos deseos de Mai, quien lucía una radiante sonrisa en el rostro llegaron hasta Toph como imágenes, aún si no podía darles formas definidas, se sentía llena de gloria al percibir cada emoción: felicidad, alegría, esperanza, sinceridad, orgullo, y muchas otras más. Todas provenientes de la gente allí reunida.
Y claro, también podía oír los lloros de felicidad de su madre, quien era consolada por Ursa, la cual sonreía con inmensa dulzura ante la escena que había presenciado allí sentada, al lado de la madre de la prometida de su hijo. La cual ahora, era su nuera.
Toph salió de su ensoñación al sentir un beso en la frente por parte de Zuko. Ella elevó ligeramente el rostro. Sintiendo la respiración de él muy cerca, golpeándole las mejillas, su nariz rozando con la de ella.
—Eres mi tesoro, ¿lo sabías?—murmuró él.
Toph sonrió, con diversión, alzando una ceja.
—Nada de cursilerías y bésame—exigió, no esperando respuesta y tomando con sus manos la cara de él, estampándola contra sus labios.
Todo era perfecto, y lo seria de ahora en adelante.
N/A: Como podrán haberse dado cuenta. Este Oneshot era una continuación a la idea del capítulo anterior.
La ceremonia de casamiento de la Nación del Fuego no recuerdo bien como era, en un cap donde se muestra el flashback de Roku cuando él era el padrino del abuelo de Zuko, me parece que la mostraban. Pero yo hice mi propia versión. Incluido el canto a Agni, la petición, y lo de las cenizas es obvio que hace alusión al fénix. Pero tomando en cuenta que los animales míticos que enseñaron Fuego control a los primeros maestros de ese arte, fueron los dragones, lo modifique.
Espero, con toda la sinceridad del mundo. Que les haya gustado el fic. Pero no teman, prometo escribir más fics de este fandom cuando me revea la serie, y quien sabe, si surge la oportunidad, tal vez haga un fic Post-Serie que no esté basado en el nuevo comic "The Promise", ni en la Leyenda de Korra. Donde pueda desarrollar el Toko, sin molestos detalles.
Gracias por leer, fans del TOKO.