Disclaimer: ¿Es necesario decir a quién pertenece Harry Potter?

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Este capítulo va dedicado a todos aquellos que enfrentan el primer día en la escuela, la universidad, el trabajo, el matrimonio, etc…


Apestados

Elph caminaba por el largo pasillo del Expreso de Hogwarts. Allá donde mirara, veía los compartimentos llenos. O personas que al verlo, se levantaba, amenazantes, diciéndole mudamente que no era bienvenido. Elph suspiró. No era la primera vez que alguien mostraba rechazo hacia su persona. En su vecindario, los niños le rehuían, o sino su madre los alejaban. Él había terminado por acostumbrarse. Pero no se engañaba, seguía doliéndole.

A su corta edad, Elph había terminado por aceptar que simplemente era diferente, y que nada podía hacer para cambiar eso. No tenía amigos, pues nadie en su sano juicio se acercaría a un niño como él.

— Ellos se lo pierden — decía siempre Lisa Doge, en tono de desdén y como si no importara.

Pero claro que importaba. A sus ocho años, el sanador había dicho las palabras que serían su condena:

— Viruela de dragón.

¡Esa era! Esa era la causa de que Elph no tuviera amigos. Que siempre estuviera solo. De que nadie se le acercara.

— Si te conocieran — decía Lisa —, verían que eres una persona magnífica.

Pero claro, las madres no eran imparciales.

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— Doge, Elphias — llamó Armando Dippett.

Pero Doge no lo escuchó. Estaba absorto mirando el techo estrellado. El techo que parecía al de verdad. El techo más mágico de Gran Bretaña.

— ¡Ey! — llamó alguien. Doge sintió que alguien le tocaba el hombro. Se giró hacia el que hablaba. Estaba sorprendido y - ¿por qué no decirlo? - un poco asustado.

— ¿Eh?

— ¿Eres Doge?

Elph asintió, incapaz de decir algo. ¡Alguien le estaba hablando! ¡Alguien que no era parte de su familia. Mentalmente, Elph hizo un baile de la victoria.

— Te están llamando — le informó el chico. Llevaba el cabello castaño rojizo, largo hasta los hombros, la túnica perfectamente planchada y pulida, y - esto era lo que había llamado la atención de Elph - unos ojos azules impresionantes.

— ¿Eh?

El chico castaño no se burló por el evidente despiste de Elph, sino que sonrió.

— Te llaman — repitió.

— Doge, Elphias — llamó por quinta vez el profesor Dippet.

Y esa vez, Elphias sí que escuchó. Con el rostro sonrojado - visible a pesar de las marcas de la viruela -, Elph se acercó al Sombrero.

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Cuando Albus Dumbledore - que así se llamaba el chico castaño - se acercó a la mesa de Gryffindor, Elph ya sabía quién era. El hijo mayor de Percival Dumbledore. El que atacó a unos muggles el verano pasado. Cualquier hijo de magos sabía esa historia. Y como la sabían, se alejaban de Albus. Como si apestara. Como si él también tuviera viruela de dragón.

— Hhh-ola — dijo Elph.

— Hollll-a — fue la corta y casi inaudible respuesta del chico castaño.

— ¿Estás…? ¿Estás bien?

Albus lo miró fijamente. Elph notó que no parecía asustado, o molesto, o algo por el estilo al ver sus marcas.

— Sí…

— ¿Estássss…? ¿Estás incómodo?

El otro negó.

— ¿Por qué habría de estarlo?

— ¿No…? — tomó aire profundamente —. ¿No te incomodan?

— No — fue la sincera respuesta de Albus. Y de nuevo pareció alicaído —. ¿Y a ti? — preguntó, señalándose a sí mismo.

Elph negó.

— No, a mí no me molestas.

— Bien — y pareció aliviado.

— Bien — repitió Elph.

Albus sonrió. Y Elph le correspondió casi al instante.

Desde ese día se convirtieron en "Los Apestados de Gryffindor". Desde ese día, fueron amigos.


Notas de la autora:

- Bien, sinceramente es la primera vez q escribo de ellos, pero creo q no lo hice mal. Espero su veredicto.

- Sugerencias? ¿Alguna amistad propuesta? ¿Críticas?

Nos vemos en la próxima viñeta.