Suena:"L'abandon"de Alexandre Desplat
Capítulo 5: Perdiendo la cordura
Alfred
Salí apresuradamente del local, con el corazón en la garganta, acelerado y las manos completamente empapadas en sudor, ¿Qué me estaba ocurriendo? — Vamos Alfred… — Intenté relajarme y recuperar el ritmo normal en mis pulsaciones, pero parecía del todo imposible.
Mi mente hervía -se había vuelto un caos absoluto- y desde que Arthur me había comenzado a bailar encima me sentía extraño. Caliente. Sofocado. Completamente ansioso. Le escocia la piel allá donde el ojiverde había tocado, y las manos me picaban, al igual que minutos atrás en el escenario, donde suplicaban estar libres, para poder acariciarlo a su vez. Y cuando el inglés le había soltado, mirándolo burlón y expectante, con aquella sonrisa torcida que lo tenía cautivado, simplemente me cohibió.
Arthur era demasiado para él, y lo sabía. Y con aquel vergonzoso sentimiento dentro mi, salí apresurado del local… Necesitaba aire, pensar, analizar… ¿Por qué sentía aquello? ¿Por qué esa ansiedad? Y la mejor pregunta, ¿Qué hacia en la puerta del local, casi una hora después del espectáculo, esperando dios sabe que? Me había quedado en un lado, apartado, quieto. Simplemente esperando a algo que ni tan siquiera yo mismo entendía del todo. Pero quería verlo cuando saliera, necesitaba estar con él… Fuera de aquel escenario.
Todos los compañeros se habían marchado y mi ansiedad crecía por momentos. Quizás Arthur no saldría. Quizás se quedaba allí…Quizás había una salida para los empleados… Había tantas posibilidades — Eres ridículo, tranquilízate, será mejor que…. — Comencé a hostigarme para convencerme a mi mismo que lo mejor era marcharse de allí. Como si aquella noche no hubiera existido jamás, ¿No? Pero antes de que mi cuerpo reaccionara ante mis palabras, la puerta se abrió casi silenciosa, y una silueta delgada y desgarbada se precipito contra el frío de la calle, enfundada en un abrigo negro largo y abrigado. Lo observe unos instantes, antes de sentir un pinchazo en el estomago al reconocer aquella cabellera rubia, desordenada y aquel rostro enmarcado por gruesas cejas.
Trague saliva al ver su gesto huraño ante el frío, mientras se frotaba las manos dentro de los bolsillos de la chaqueta y comenzaba a andar, adentrándose en las calles oscuras y silenciosas. Sin aquel halo de divinidad que le envolvía sobre el escenario se veía casi humano, aun que seguía teniendo algo que le hacia estar por encima de los demás. Y quería saber que diantres era… Con gesto rápido y silencioso, me puse a caminar por detrás de el, alcanzándolo y, con la mano temblorosa, tocándole el hombro — Ho-hola… — Salude todo lo amable que pude con aquel ligero temblor en la voz.
— ¿Quién...? ¡Ah! — Preguntó, con una voz molesta y, en un grado menor, asustada. Su rostro se relajó pero sin perder el ceño fruncido, y cruzaba los brazos sobre su pecho, acentuando el gesto facial de enfado—Eres tú. El del escenario… — Masculló, negando con la cabeza y, tras unos segundos, ladeándola, examinándome con aquel par de ojos penetrantes.
— Eh… si… — Masculle, tímido, ¿Qué mierda me pasaba? ¿Por qué me intimidaba así el hecho de que me taladrara con aquel par de hermosos ojos verdes?
— Aguantaste bien el tipo… — ¿Me estaba elogiando? Si casi me había echado a llorar cuando sutilmente empezó a desnudarlo. Le sonreí con timidez, pero ante su mirada burlona baje los ojos ¡Se estaba riendo de mi! ¡Pero…! — ¿Qué haces aquí? El espectáculo termino hace horas y esto cerró también… — Bisbiseo, ladeando la cabeza, mientras me seguía mirando, analítico.
— Ya… Pero… — Comencé a tartamudear, sintiéndome absurdo, ¡Estaba quedando como una auténtico idiota! ¿Pero como podía explicar que estuviera aun allí sin parecer un lunático…?
Arthur entrecerró los ojos, sin dejar de mirarme y, de repente, soltó un pequeño bufido, rodando los ojos a su vez, poniéndolos en blanco durante unos segundos — Ah, ya entiendo… — Carraspeó, viéndose de repente molesto, ¿Qué entendía…? — Mira, no tengo nada más que decirte la verdad… Así que si no te importa, me largo.
— Espera Arthur… — Se escapo de entre mis labios, mientras no podía dejar de sonrojarme. Aquel hombre me intimidaba de una manera casi sobrehumana. No sabía si eran sus ojos, su cara… Su cuerpo de escándalo. Todo el conjunto, quizás…
— ¿Qué mierda quieres? — Sonaba bastante irritado, agarrando con más fuerza el bolso que colgaba de su hombro, con la clara intención de marcharse enseguida, raudo y veloz.
— Veras, quería… Quería… pedirte una cosa…
— A ver… Muchachito — Me dedico una mirada inquisitiva de arriba a bajo mientras casi escupía aquella ultima palabra — Te saque a bailar, eso es todo — Su voz era un témpano frío. Me estremecí y el suspiro, extasiado ante mi reacción — Vamos a ver, no es tan difícil. No creas que el hecho de que te subí al escenario, te dé derecho a un rato más de inti… — Farfullo con aspecto cansado, mientras negaba con la cabeza.
— No… No es eso — Sonreí, con dulzura, cortándole, mientras cerraba los ojos, tratando de tragar saliva, ¿A que venia aquella negativa tan repentina? No estaba tan loco de pedirle "intimidad" allí, en la calle. No es que la idea no fuera tentadora, pero… — Solo… Quería invitarte a tomar algo. Una copa— Pedí, mientras alzaba la cabeza y me clavaba en su rostro, en sus ojos — Solo una…
Arthur se quedo quieto, como evaluándome. Podía sentir los engranajes de su mente moverse, analizando cada resquicio de mi persona y, finalmente, soltó un largo suspiro, comenzando a caminar — Solo una, ¿Eh? — Farfullo, con tono como si estuviera haciéndome un gran favor. Y realmente, lo hacia…
…
—… Y por eso comencé a trabajar ahí. Realmente no pensaba que pudiera disfrutar tanto con ello — El británico soltó una pequeña sonrisa casi cínica, llevándose su segundo whisky a los labios, mirándome de reojo mientras contestaba a mis preguntas — Pero realmente es divertido. Hay cada idiota del que puedes reírte… — Termino, soltando una pequeña y discreta carcajada.
— ¿Enserio? — Pregunté, también dando cuenta a mi vaso, sonriéndole con ánimos — ¿Algún caso especialmente divertido?
— OH, podría hablarte de un muchacho que en cuanto subió al escenario se quedo mudo y casi temblaba cada vez que lo tocaba… — Su sonrisa se acentuó, mientras dejaba el vaso en la barra y jugaba con el borde, deslizando sus largos y blancos dedos por él, clavándome la vista.
— ¿Enserio? Cuenta… — Observe su cara burlona, cayendo en la cuenta de que se estaba riendo de mi en mis propias narices — Vaya, entiendo — Alce las cejas, fingiendo una mueca de enfado, mientras me encogía de hombros, riendo finalmente — ¿Tan patético resulté durante el espectáculo?
— En realidad no — Aseguró, asintiendo, bebiendo de nuevo — Mas bien, casi adorable — Ronroneo, mirando hacia otro lado, como si en vez de aquello estuvieran hablando del tiempo que hacia — Alfred, ¿Por qué tantas preguntas sobre mi? — Inquirió, después de varios segundos se silencio, al mismo tiempo que me miraba fijamente, tratando leer mas allá de lo que le dijera nada… El ambiente se tensó después de haber roto el hielo y haber hablado durante un buen. Mala señal…
— Pues… — Desde que habíamos entrado en le bar, lo había acechado a preguntas. Su nombre completo, sobre su familia, aficiones… Como había terminado trabajando en aquel lugar. Que le gustaría hacer en vez de aquello, sus platos favoritos… Los lugares que querría visitar si algún día pudiera. Cualquier cosa que se me había ocurrido, había sido preguntada. Y Arthur contesto a todo con cierto aire curioso, mirándome a cada segundo como si antes no me hubiera observado del todo bien — Quiero conocerte — Era la verdad. Así de simple. Sentía la flagrante necesidad de saber más de aquel atractivo muchacho…
— Conocerme… — Repitió, mirando el fondo de su vaso, chasqueando la lengua casi en silencio — ¿Por qué?
Me quede en silencio, también mirando el fondo de mi vaso, frunciendo la boca hasta convertirla en una fina línea, una mueca de pena, ¿Por qué quería saber mas de aquel desconocido? ¿Por qué? La pregunta se me atascaba en la garganta, al igual que la respuesta… Arthur me observo durante unos instantes, podía sentir aquel par de ojos taladrándome para luego suspirar y, lentamente, levantarse de la silla, agarrando su chaqueta — Me marcho… — Su voz era demasiado baja, mientras me dedicaba un leve gesto con la cabeza de despedida.
El ingles tenia todas las intenciones de marcharse y de repente sentí a mi corazón agolparse contra el pecho ante aquello — Es-espera…
— ¿Por qué debería hacerlo? — Escupió el ojiverde, mientras me dedicaba una mirada de recelo, con clara decisión de salir casi corriendo de su lado — Me pediste una copa. Ya la hemos tomado… Varias, de hecho — Señalo de mala gana sus vasos vacíos — No tengo porque quedarme con un crío como tú y menos aquí… Adiós… — Y sin decir nada más marcho a través de la multitud, perdiéndose de mi vista. Apreté los labios, sintiendo la mirada del camarero fija en mi ante mis ojos, que de repente se habían tornado un poco llorosos ¡Que ridiculez era aquella! ¿Por qué… me afectaba aquello tanto? Pero simplemente el hecho de haberlo visto marcharse me había partido el alma en dos. Titubeé, observando su silueta salir del local y, sin saber que hacer cuando lo tuviera de nuevo cerca, salí corriendo hacia la salida del bar. Necesitaba… Necesitaba…
— ¡Espera! ¡Espera, Arthur! — Grité, topándome cara a cara con el frío y húmedo ambiente de la cuidad nada mas salir. Arthur había comenzado a caminar por las calles con la cabeza alicaída y los hombros hundidos… No… ¡No lo pensaba dejar! — ¡Espera!
— ¿Qué quieres ahora…? — Su tono sonaba exasperado, pero no sé volvió cuando me puse a su lado, intentando igualar su ritmo al caminar — ¿Qué mierdas quieres, Alfred? Ya te di una copa, no pienso…
— Una copa no es suficiente… — Casi me morí al decir aquello, sonrojándome por completo. Necesitaba al menos un millón de copas para sentirme satisfecho y tratar de conocer a aquel ser que me tenia obnubilado.
Arthur detuvo su marcha de golpe, mirándome a los ojos con ceño fruncido y desdeñoso. Casi sin mediar palabra y bruscamente, se abalanzo sobre mis labios, comiéndome la boca de la manera mas salvaje y sucia de la que nunca hubiera podido imaginar. Gemí al sentir el contacto, que fue tan excitante como corto. Boqueé al notar de nuevo el frío y cortante aire entre nosotros, encontrándome con su cara contraída en una mueca dolida — Ahí tienes un poco de lo que quieres. Ahora ya puedes irte pensando en ello a machacártela por ahí… Déjame en paz — Escupió con voz rota y desdeñosa, comenzando a caminar más rápido.
Me quede paralizado de nuevo. Me había besado con una urgencia casi excitante, ¿Por qué se comportaba así? Parecía… que lo estaban pasando bien en el bar, y… Aquel beso… — ¡Pero yo no quiero eso! ¡Arthur…!
— No quieras conseguir otra cosa en la calle — Su voz sonaba casi tan gélida como el viento que los azotaba — No pienso hacerte un mamada, así que puedes dejar de seguirme. Piérdete o vete a buscar a alguna pu…
— Es-espera… — Casi suplique cortante, agarrándole del brazo y obligándole a parar. Pero no me miraba. Solamente respiraba entrecortado mientras que yo ordenaba mis ideas de una manera atropellada… — Arthur, espera por favor. Yo… Yo no…
— ¡He dicho que me dejes tranquilo, estúpido! ¿Tan difícil es de entender? — Se separo de mi agarré. No comprendía a que venía aquella negativa a querer mirarme… Porque su rostro se veía tan dolido ¿Acaso había dicho algo malo en el bar? ¿Algo indebido?
— Arthur, ¿Por qué estas así… de repente? Estábamos bien… En el bar… — Trate de adivinar, tan tembloroso por dentro como por fuera.
— No quiero hacerlo. Solamente eso. No contigo… No quiero estar contigo — Farfullo con los labios fruncidos y el rostro serio, igual de frío que el ambiente. Aquello me dio como una patada en el estomago. Entendía que… Con un desconocido… ¡Pero…! ¿Qué tenia yo de malo para tanto rechazo? ¿Tan horrible era a primera vista?
— Co-comprendo. Pero no te estoy diciendo de hacer nada… No quiero hacer nada — Bisbiseé. Tenía razón, mis pensamientos fantaseaban con aquella idea, pero imperaba la necesidad de saber de él. De entender a aquel hombre demasiado complejo y al mismo tiempo, frustrantemente interesante — Solo… solo quiero char…
— OH vamos, ¿De veras crees que soy tan estúpido? — Casi comenzó a gritar, apartándose de mi lado y mirándome de arriba abajo, con las mejillas enrojecidas y los labios partidos en una mueca amarga — Como si no supiera que piensas y lo que hay de verdad debajo de esa sonrisa inocente y esos ojos azules de niño. No eres el primero que viene cargado de dulzura y es como todos. Solo pensáis en una cosa. Solo en una cosa… ¡Y estoy harto de ser una puta ramera! — Estaba casi colérico y su rostro se encendió aún más. Simplemente podía mirarlo, con la cara contraída en gesto de dolor — No pienso acostarme contigo, ¡Así que deja esa jodida y fingida amabilidad y piérdete de una vez, Alfred!
— No es fingida amabilidad, ¡Arthur, solo quiero conocerte! — Su cara se contraía en un gesto de rabia y pena entremezcladas, me acerque un poco más, haciendo que el se alejara — ¡Desde el momento que te vi en el escenario, solo pensé…!
— Solo pensaste en lo que me harías sin ropa ¿A quien quieres engañar? — Farfullo desganado y desdeñoso el inglés, haciendo sonrojar. Cierto, había sido demasiado erótico todo lo que había pasado por mi mente en un segundo mientras Arthur me bailaba encima. Pero… No solamente aquello.
— Yo… Puede que lo primero… Si que fuera eso… — Confesé, dejándome llevar por la vergüenza y el momento. Si, había pensado en menos de unas décimas de segundo mil maneras de hacérselo, pero aquello no era mi interés, al menos el único — ¡No he hecho nada para que me trates así! No comprendo porque….
— Ya te he dicho la razón — Su tono empezaba a ser colérico mientras que las mejillas se le tornaban de un ligero tono carmesí — ¡No quiero acostarme contigo ni pienso hacerlo!
— Pero… Pero Arthur…
Comenzó a caminar de nuevo, rápido, seguramente con la esperanza de perderme de vista ante su actitud estúpida e hiriente, pero yo estaba demasiado… Fascinado y preocupado al mismo tiempo. Su tono de voz tenía un timbre peligroso, pero al mismo tiempo pude captar un ligero tinte de soledad y desesperación que me encogieron y congelaron en alma. Arthur era demasiado único y bello como para simplemente olvidarse de el…
— Arthur… ¡Arthur! — Mis gritos y llamados simplemente fueron ignorados por parte del ojiesmeralda, que aun mas encogido sobre si mismo, doblo por una calle, seguramente tratando de despistarlo — ¡Arthur, espera, por favor!
— ¿Qué no entiendes, niño? ¿O no escuchaste? — Su voz era colérica, pero al mismo tiempo pude notar como le temblaba ligeramente. Freno en seco, girándose y dedicándome una mirada algo envenenada y agresiva, amenazante — ¡Lárgate y déjame en paz, pedazo de idiota!
— Arthur, de veras, escúchame — Traté de hacerle entrar en razón. No tenia que suceder nada entre ellos si él así lo deseaba. Nada… Solo amistad. Solo conocerse. Nada más — Quiero saber más de ti. Eso es todo… Ser amigos… ¡No es tan terrible! — Farfullé, confuso, viendo como mis palabras en vez de calmarlo, lo alteraban más.
— No me interesa ser tu amigo, Alfred. Ya esta — Su voz era dura y seca, cortante y doliente como un guantazo. Me mordí los labios mientras retrocedía un poco, herido. Sabía que no era la mejor compañía del mundo, pero aquello era demasiado… No había hecho nada más que ser simpático… — No quiero que te confundas, eres agradable y gracioso, pero no… No me interesa…
— Eso… No tiene mucho sentido… — Podía entender que no quisiera acercarse a él si le desagradaba, pero en el bar había visto la química que tenían hablando. Y lo que le hacia seguir adelante y negarse a aceptar de que quizás Arthur simplemente decía la verdad era aquella extraña negativa repentina. Casi obligada para el mismo inglés… — Solo quiero saber que pasa de verdad. Prometo irme si…
Arthur tembló, casi a punto de estallar. Cerró los ojos y abrió la boca, explotando — Me gustas… Un poco… ¿Contento? — Su cara estaba completamente roja y sentí que el estomago se me cerraba, ¿Por qué…?Si aquello era cierto, una cosa contradecía a la otra… — ¡Me gustas, no pude quitarte los ojos de encima en el escenario, en cuanto te vi no pude evitarlo! ¿¡Esta bien!? Y no… ¿Sabes cuanto hace que no me pasaba? ¿Qué no me fijaba en alguien? ¡Para una maldita persona que me ha gustado en años, no quiero que me demuestres que eres igual de cabrón e hijo de puta que el resto de mamones que han pasado por mi vida! ¡Prefiero pensar que… que eres tan adorable e inocente como pareces! ¡Que te largues y no me muestres como eres de verdad!
— P-pero Arthur…
— Cállate. Cállate y déjame en paz… — Casi chilló, mientras que se giraba, dispuesto a marcharse de nuevo. Me sentía confuso y lento, como si de veras me hubiera golpeado. Porque yo había sentido lo mismo, había sentido una conexión nada mas mirarle a los ojos… Si el también había sentido algo, ¿Por qué debía olvidarlo? ¿Por qué iba a hacerlo? Solo…
— Arthur, no ¿Por qué no podemos conocernos? ¿Por qué…? ¡Tú también me gustaste nada más verte! Podríamos… No sé, vernos de vez en cuando. Saber el uno del otro… — Hablaba incluso mas apresurado que de costumbre. Los nervios ante lo que estaba diciendo… Me controlaban por completo. Y completamente avergonzado, mire en dirección al británico, que no se había movido de su sitio, pero se negaba a mirarme — Arthur…
— Alfred para… Vete. Te lo ruego… — Su voz había perdido cualquier matiz agresivo de los que había presentado durante todo aquel rato. Solo quedaba la suplica, que lo enterneció enormemente ¿Cuántas veces le habrían dicho cosas hermosas para gozar de su cuerpo y luego, ignorado por completo?
— Lo primero que pensé cuando te vi fue que eras la cosa más hermosa que se había cruzado en mi camino. Tienes unos ojos que quitarían el aliento a cualquiera… Y esa sonrisa traviesa y prepotente en vez de echarte para atrás, solo te invita a acercarte. Es raro — Algo me decía que callara, que parara de decirle todo aquello. Pero también que si Arthur se iba no iba a poder decírselo nunca, ¿Así que que más daba? — Eres divertido, entretenido, interesante… cínico. El sonido de tu voz es simplemente bello, y me fascina la manera que tienes de hablar y pronunciar el ingles — Solté una risa baja, rascándome la nuca. El contrario no se movía, de espaldas a mí. Quizás aquello hacia un poco más sencillo estar diciéndole aquello a un completo desconocido. Bueno… Más o menos — Eres guapo, atractivo. No quiero una noche y luego irme, Arthur. Quiero que seamos amigos, quedar. Conocernos. Me da igual que me digas que jamás me tocaras o te veré desnudo… — Aseguré, con un temblor en la voz — No me interesa. Solo quiero que no te vayas…
Mis palabras parecían tener efecto, ya que Arthur se giro mínimamente, pero sin mirarme aún — ¿Estas seguro? ¿De verdad…? — Preguntó bajo y susurrante, ante lo que asentí con fuerza — Ahora quiero decirte algo… ¿Y si te dijera que quiero que te alejes por que si que quiero tocarte y que me veas desnudo? ¿Qué te alejes por que lo único que quiero hacer es abalanzarme sobre ti? — Alzo la mirada, clavándose en mis ojos y haciendo que todo mi ser temblara, por dentro y por fuera. Una sola mirada y ya estaba revuelto y sacudido…
— Eh… Yo… No lo entiendo… — ¿Qué me quería decir con aquello?
— Que no te sientas tan importante como para creer que te digo que te largues por que piense que no puedas controlarte. Si te lo digo es porque quiero controlarme yo… — Murmuro rojo, aun con cara de tristeza absoluta, desviando los ojos — Idiota…
En aquel momento me sentí arder por dentro y por fuera, temiendo estallar. Mis mejillas se tiñeron de rojo y solo pude desviar la mirada — Ah… — Jadeé ante su confesión. Mordiéndome los labios volví a mirarle, viendo que estaba mas tranquilo, pero que evitaba mirarme — Puedo… ¿Puedo al menos acompañarte a tu casa? Es tarde… — Musite tímido, esperando una negativa inmediata. Y sintiendo una oleada de satisfacción cuando lo vi asentir pesadamente y comenzar a caminar. Al menos podría pasar algunos minutos más con él…
···
Caminamos en silencio a través de la oscuridad de las calles, alumbradas tenuemente por un sin fin de farolas. Solamente un par de manzanas y me alejaría de su vida para siempre, si era lo que quería ¿Tantos cabrones había habido en su vida, que ahora no quería intimar ni relacionarse con alguien que mínimamente le interesaba? Tan solo imaginar aquello le llenaba de tristeza. Sin abrir la boca, continúe caminando, mirándolo de reojo. El británico solo caminaba, sin mirarme, como demasiado pensativo. Cavilando algo que el solo sabia… ¿Qué seria…?
Tras varios minutos mas en silencio llegamos a una de las zonas más residenciales de aquel lugar, con casas más bien de estilo antiguo, demasiado anticuadas para mi gusto — Aquí es — Farfulló Arthur casi desganado, señalando una de las puertas más cercanas. Antigua, casi de otro siglo. Se veía de aspecto victoriano, fue lo primero que se me cruzo por la mente. Asentí lentamente, mientras alzaba la mano, para estrechársela, lleno de pena — Ya me has acompañado, ¿Contento?
— Supongo que si… Hasta luego, Artie — Me despedí, con una mueca triste, pero sonriéndole. Vacío… Sabía que aquello era un adiós, y dudaba volver a verle nunca más, a no ser que fuera a verlo al trabajo. Pero no era una buena idea.
El ingles se sonrojo bastante, seguramente ante aquel pequeño diminutivo y asintió formal, alzando también la mano y estrechándomela con formalidad — Si, hasta luego, Al… — Murmuró, mordiéndose los labios y, a modo de despedida, clavándose en mis ojos. Me sentí morir, aplastado por aquel tono verde tan cautivador. Casi hechizado ante su mirada…
Y quizás si que lo consiguió un poco, porque consiguió que perdiera la noción de los segundos que estaban pasando. Aún agarrados de la mano, aun con los ojos clavados el uno en el otro… Respirando desacompasados, y notando como el aire de alrededor se cargaba rápido de una manera electrizante. Y antes de poder darme cuenta, Arthur había soltado mi mano y, con un gesto felino, se deslizo hasta quedar completamente pegado a mi, devorándome los labios mientras con ambos brazos se aferraba a mi cuello, ansioso. Gemí, abriendo los ojos, pero recibiendo aquel beso que necesitaba y correspondiéndolo rápido, azorado y entusiasmado al mismo tiempo.
Me quitaba el aliento ante cada roce con los labios y con las manos, aturdiéndome. Tanto era mi confusión, que no supe el momento en que se separo para caminar hasta su puerta, abrirla y cerrarla, pero en un abrir y cerrar de ojos estábamos repitiendo la misma acción desenfrenada y húmeda que en la calle pero dentro de un recibidor oscuro, donde se podían adivinar algunas fotos en una pequeña mesa y cuadros colgados de las paredes. Pero no me importaba lo más mínimo, en aquellos momentos era solo su boca. Su dulce boca que emanaba una esencia inhumana…
— Arthur… — Gruñí contra su boca, cortando el ósculo húmedo, mirando sus ojos durante unos instantes. Afiebrados, calientes, urgentes. Ávidos de deseo. Igual que los míos — ¿Qu-que pasó con… lo que me dijiste antes…? — Quise saber, aun que sabia que si cortaba aquello quizás se arrepentiría y todo terminaría tan rápido como empezó… y me tocaría irme, quizás para no volver a verle nunca más.
— Creo quedo hacerlo, pero sin implicarme — Susurró, con un tono ronco que hizo mella instantánea en mi entrepierna, haciendo que me sintiera tumefacto de cintura para abajo — De verdad… De verdad que quiero hacerlo… — ¿Cómo negarse ante aquella voz tan necesitada? — Pero si no implico sentimientos, luego no me dolerá cuando te vayas. Solo será sexo… — Y así de simple se justifico, comenzando a deshacerme el nudo de la corbata, jadeando en mi cuello, pausado; sacando jadeos de mi boca de manera escandalosa — Así nos quedara un interesante recuerdo de esta noche — De repente todo parecía sencillo. Solo sexo, justo lo que el británico había tratado de impedir todo el rato… ¿Tanto deseo le causaba?
— Espera… — Traté de frenarlo, alejándome unos centímetros, sintiendo como la piel me quemaba donde él había tocado. Era alarmante a la par que excitante… — Arthur, no se si…
Me miro confuso, mientras sonreía de medio lado, comenzando a quitarse el abrigo y con manos rápidas, desnudándose de cintura para arriba. Creía que me iba a dar algo cuando su piel nacarada y brillante, de la que tanto había disfrutado observando sobre el escenario, volvió a hacerse presente ante mis ojos. Era irreal… Todo él — Vamos, ven conmigo arriba… — Nunca, en toda mi vida, una voz me había parecido tan sugerente, atractiva y atrayente. Con la cabeza torcida, una sonrisa en los labios y aspecto juguetón, comenzó a caminar en dirección a lo que parecían unas escaleras. Y yo solo pude seguirle, embobado y embrujado por aquello…
···
Arthur me tenía a su merced. Nada mas llegar a la habitación que el ocupaba cerro la puerta y se abalanzo sobre mi, haciendo que ambos cayéramos sin remedio en la gran cama de sabanas azul marino. Creí que no podía ser otra cosa que un sueño cuando Arthur, subido encima de mi, comenzó a serpentear cual animal, gimiendo contra mi boca, rozando nuestros sexos completamente despiertos sobre la tela de los pantalones. Jamás había hecho algo así…
— ¿Vas a tardar mucho en desnudarme? — Musito contra mi boca ansiosa, deslizándose por toda la base de mi mandíbula, cubriéndola de besos cortos y húmedos. Seduciéndome más si podía.
— ¿Q-que? Ah, si… — ¿Cómo explicarle que aunque ansioso, estaba cohibido? No había mentido cuando le había dicho que aunque aquello había sido su fantasía nada mas verlo, no pensaba en llevarla a cabo realmente.
Arthur se mordió los labios, divertido seguramente por mi tartamudeo y se alejo lentamente con gateo minino hasta la mesita de noche, mientras yo lo miraba embelesado. Era un dios, y el problema es que él lo sabía… — ¿Qué pasa, estas nervioso, yanqui? — Bromeo mientras agarraba lo que pude distinguir entre las sombras de la habitación como un par de condones, mordiéndose los labios aun más — ¡Aun sigues con los pantalones puestos! ¿Cómo mierdas quieres que te ponga esto si sigues así? — Se acerco a mi, sugerente, mientras que ronroneaba –o eso me parecía a mi-, comenzando a jugar con mi cinturón.
— Arthur, espera… — Musité, dándome cuenta de que si seguíamos, de que si el me quitaba los pantalones y me pedía que continuara, no iba a saber que hacer exactamente para hacérselo bien... Me subió la fiebre de tan solo pensarlo…
— Hueles a chocolate… — Ronroneo mientras se acerba aun mas a mi, deslizándose hacia abajo con la lengua, marchando a la zona sur de mi anatomía mientras yo solo podía mirarlo con la boca semiabierta — Vamos, no estés nervioso, ni que fueras virgen — Bromeo, chasqueando la lengua y comenzando a lamer ansioso el bulto que asomaba en mi pantalón, parando de golpe al notar mi temblor y mi respingo ante aquella última palabra. Ceso sus contoneos y sus movimientos, alzando la cabeza y mirándome perplejo — No… — Tragué saliva, avergonzado y pillado en algo tan absurdo — ¿Eres virgen? — El tono de total incredulidad del británico me hizo morirme del azoramiento. Me sentía inútil de repente… Asentí mientras miraba hacia otro lado, esperando las risas, pero de repente sus manos, ahora menos ansiosas, me acariciaron los pómulos, con una lentitud aplastante para mi corazón, que comenzó a palpitar como un loco.
— Pensaba que era imposible… — Susurro, mientras se acercaba, besándome los labios, sonriente. Ante mi mueca de confusión solo cerró los ojos — Que fueras más adorable de lo que ya me parecías — Aquello me derritió ya por completo, haciéndome sonreír cual idiota y suspirar, mirándolo directamente hasta que volvió a abrir los ojos — Entonces, tendré que enseñarte como se hace… ¿No te parece?
Asentí, rendido a la par que asustado mientras la boca del contrario volvía a atraparme, esta vez más dominante, mas salvaje –si cabía- y más dulce. Me tumbo por completo en la cama, iniciando un juego de caricias que comenzó a calentarme y enturbiarme los sentidos de una forma casi instantánea. Ante de darme cuenta estaba desnudo, jadeando y gimiendo en el hueco formado entre el cuello y el hombro del británico, susurrando a medio tono su nombre, mientras él se encargaba de llenarme de arriba a bajo de caricias, saboreando cada tramo y cada línea de piel, haciéndome vibrar, sentir como nunca antes…
— Alfred, déjate llevar… — Pidió muy bajo y muy lento mientras presionaba con uno de sus dedos mi entrada, obligándome a ponerme nervioso y apretar los músculos, impidiendo que pudiera entrar. Suspiro, mientras reía entre dientes — Al… Relájate… — Su tono era rogante, suplicante. Aterciopelado. Y para más inri, comenzó a lamer el cuello con saña, buscando que me sintiera más cómodo y menos concentrado en su tarea de prepararme. Y como un niño me deje guiar, llevar, relajando el cuerpo, dejando que me penetrara fuerte con los dedos, arqueándome cuando ya no fueron uno, si no dos y tres, moviendo la pelvis cuando el dolor inicial dio paso a una oleada de placer. Estaba obrando milagros, mi cuerpo pedía a gritos más y más…
— Arthur… — Llame cuando sentía que si seguía así, terminaría en unos minutos. El supo identificar mi llamado, sonriendo aun más y lanzándose sobre mi boca mientras se colocaba encima, haciendo que ambos pechos se pegaran producto del sudor. Temblando, le agarre la espalda, sintiendo como todo mi cuerpo estaba asustado al sentir el latiente y erecto miembro contrario tanteando mi entrada con rapidez. Tragué saliva, dispuesto a abandonarme.
— Ngggh… — Y sin más dilación y de una estocada rápida, se clavo en mi, chocando su pelvis contra mi trasero de golpe y creando un ruido hueco que resonó por toda la habitación, haciéndome cerrar los ojos del dolor. Aquello no era como los dedos de hacia unos segundos, y podría jurar que me había partido por dentro con aquel movimiento. Mordiéndome los labios, intente abrir los ojos plagados de lagrimas, encontrándome con su mirada atenta sobre mis reacciones, una boca torcida en una sonrisa y su mano acariciándome la frente, a modo tranquilizador — Cuando estés listo para que me mueva, solo avísame…
Aquello era imposible. No era como en las miles de películas que había visto, dudaba que jamás pudiera sentirse placentero con el dolor que acarreaba tenerlo dentro ¿El sexo siempre era ASÍ de doloroso y agonizante? Arthur parecía saber lo que estaba pensando y se abalanzo sobre mi boca besándola, mordiéndola, estirando mis labios con sus dientes y riendo como un niño, el cual ha realizado una travesura. Acaricio cada tramo de piel, gruñendo a cada beso que seguía regalando, gimiendo y demás ruidos de placer, haciéndome sentir cada vez más y más cómodo.
Y casi sin darme cuenta comencé a moverme, lentamente, notando calambres pero esta vez menos dolorosos y más… Placenteros. Gimiendo a la vez que el contrario, busque su mirada gimoteando y el británico, sin decir nada, inicio un vaivén lento de caderas, introduciendo su miembro en mi de manera pausada, rítmica… Que comenzaba a ser enloquecedora. Y al cabo de unos segundos empezaba a ser insuficiente.
— Más… Arthur, más. Ahh-h — Casi rogué entre suspiros, comprobando con gozo como seguía mis indicaciones, clavándose más rápido, más seguido. Llegando hasta lo más profundo que se lo permitía la anatomía y jadeando cada vez que lograba rozar puntos estratégicos. Tenia la frente empapada de sudor y el pelo completamente pegado a ella, lo que solo acrecentaba aun mas su atractivo. Ahora si que era un dios por completo… Con total control sobre mí. Lento, me acerque a su oído, respirando en el y comprobando que aquello le gustaba — Házmelo más fuerte… — El tono de mi voz era ahogado y suplicante, acompañado de un sin fin de gemidos. Comencé a besar aquella zona, deslizando la lengua y los dientes pos su lóbulo y sintiéndolo arquearse de gusto. Se veía tan guapo…
No sé exactamente en que momento fue, si cuando estaba a punto de morirme de placer o cuando Arthur comenzó a susurrar palabras amorosas en mi oído mientras me robaba a cada estocada el alma, pero me enganche a su cuello, buscando algo a lo que agarrarme en aquel mar de sensaciones y no ahogarme. Nervioso, tembloroso, sintiendo que el mundo se evaporaba, continúe con la ristra de besos en su oído, jadeando — Arthur… — Susurré bajo, intimo. Su cuerpo tembló cuando lo hice, pude notarlo aunque no cesara de embestir — Arthur, Arthur… — Suplicaba que no parara. Que siguiera así, que aquello nunca cesara. El británico me beso, fuerte y seguro, ahogándome. Y así, envueltos en sudor y abrazados como si nos fuera la vida en ello, acabamos al mismo tiempo, gritando al unísono al alcanzar el éxtasis del orgasmo.
Jadeante le bese la clavícula y el solo se aparto para mirarme durante unas décimas de segundo sin dejar de suspirar extasiado, acariciándome el pelo como si no existiera nada más…. — Mierda… — Susurró, volviendo a abrazarme, bajando la cabeza hasta mi pecho y reposando allí, seguramente agotado — Alfred, no puedo evitar no sentir algo por ti al verte así. Al escucharte… Al tocarte… No puedo, simplemente no puedo…
— Yo tampoco… — Confesé. Lo sentía desde el primer momento, pero me había pedido que no lo hiciera, así que trate de frenarme. Pero después de aquello no podía… Simplemente no sabía como hacerlo.
— Yo… yo solo trataba de protegerme, ¿Sabes? A veces… Te rompen el corazón tantas veces que lo único que puedes hacer es esconderte y esconderlo contigo detrás de una muralla, y no dejar que nada ni nadie la traspase jamás. Te sientes solo… Pero al menos nadie puede herirte… — Dictaminó en un susurro casi inaudible mientras con la yema de los dedos dibujaba trazados imposibles sobre la piel de mi antebrazo. Temblé ante ese contacto y el que su calido cuerpo me estaba regalando, reconfortándome y embriagándome. Suspiré, devolviéndole la caricia y luego sonriendo. La pena de su voz solamente me invitaba a protegerlo, a cuidarlo entre mis brazos. A no dejarlo nunca solo…
— Y… ¿Yo he entrado un poco? ¿Lo he conseguido? — Musite mientras apartaba y ordenaba los alocados mechones de cabello que le tapaban las orejas, suspirando entrecortado y dulce.
— ¿Bromeas…? — El británico alzo la mirada, seguramente buscando la mía. Se la devolví sin dudar, aguantando aquel contacto esmeralda que me abrasaba por dentro. Jamás volvería a dudar, Arthur tenia la mirada más hermosa del mundo. Podía navegar en el océano esmeralda que eran sus orbes, brillantes y únicas… — Te has cargado la muralla entera, idiota… — Murmuró de mala gana pero abrazándose por completo a mi cuerpo, suspirando contra mi clavícula, haciéndome temblar de manera inevitable. Tenia aquel poder sobre mi — No me hagas daño, por favor… — El tono de voz de Arthur me hizo derrumbarme por dentro. Sonaba casi a modo de suplica, y negué con la cabeza, abrazando más su cuerpo si podía y cubriéndonos a ambos con una de las mantas de su cama.
— No pienso hacerte daño… — Sabia que aquello era prometer demasiado, pero no quería hacerlo. No pensaba hacerlo. Tener aquel cuerpo maduro y experimentado temblando entre mis brazos me hacia sentir fuerte y vulnerable a la vez. Niño y hombre al mismo tiempo… — No voy a hacértelo, Artie… Nunca, jamás, te haría daño
Volvió a dedicarme una sonrisa aniñada como la primera vez que había usado el diminutivo, y asintió fuerte, cerrando los ojos y dejando caer su cabeza pesadamente sobre mi pecho. No pude evitar esbozar una de mis sonrisas mas idiotas mientras lo apretaba contra mí, sintiendo como poco a poco Morfeo iba capturándome entre sus brazos debido a las altas horas de la madrugada y a la fatiga del sexo. Mientras que, amodorrado, me dejaba acariciar por aquella fragancia y esas suaves sabanas que no eran mías, logré captar una frase que Arthur bisbiseo entre dientes, somnoliento y amodorrado.
— No te vayas por la mañana, Al… Quédate conmigo siempre
·············
La mañana amaneció fría, y Arthur simplemente gruño cuando sintió los rayos de sol colándose por la ventana, jugando puñeteramente sobre su cara. Con gesto de mal humor abrió los ojos, soltando un largo bostezo para luego estirar los brazos en la cama. Vacía. Recordó en décimas de segundo lo que estaba buscando de casi manera inconsciente, palpando entre las sabanas.
Alfred.
Alfred no estaba, solo el entre un lío de mantas con las esencias de los dos entremezcladas y manchas de lo acontecido la noche anterior. Nada más… No estaba el cuerpo entibiado del menor dándole calor, ni sus manos fuertes y protectoras abrazándolo. Se levanto de golpe, sintiéndose mareado y frustrado. La habitación estaba tan vacía como su lecho, ninguna prenda de más por el suelo como la noche anterior, ni un solo vestigio de que allí hubiera pasado la noche nadie mas que él… Solo tenia como prueba aquellas manchas en la cama y su corazón, que latía a un ritmo tan desenfrenado que pensaba que iba a salírsele del pecho. Desprotegido. Sin barreras de nuevo. Y comenzando a partirse lentamente ante aquello.
— No… — No quería ponerse a llorar, no quería derrumbarse, pero… Se encogió en la cama, como un niño pequeño, temblando con una violencia alarmante. Alfred había jugado el papel de niño inocente, y lo había engañado. Había jugado con su corazón, le había hecho creer que el era… Diferente. Él… Él solo… — No, no, no… — Alfred era como todos. Un idiota manipulador que solo quería aprovecharse de él... Pero más cruel y ruin. Se había hecho el inocente, el virgen. Había dejado que Arthur depositara en el una confianza que prometió no darle a nadie más, puesto que nadie la merecía… Le había obligado a exponerle, casi sin querer, su debilidad y el americano le había jurado que no iba a dañarle… — Soy un idiota, un idiota… — No valía la pena, se decía a si mismo. Solo era un niñato al que había conocido la noche anterior como tantos otros, se repetía mientras caían las lágrimas por su mejilla. Pero Alfred le había hecho creer en él. Que era diferente. Que era único. Que no era un interesado. Que tal vez había una nueva posibilidad de alguien en su vida que no lo abandonara al salir el sol. Que tal vez… — ¡Soy un idiota! — Chillo con fuerza mientras escondía la cara, sin dejar de llorar, frustrado. Habían jugado con el de la peor forma y se sentía ruin y sucio. De nuevo, como una ramera vulgar…
— Vaya, ya has despertado… ¿Por qué eres un idiota, Artie? No es bueno insultarse de buena mañana — La puerta se abrió de golpe, dejando paso a un muchacho de melena color miel desordenada, ojos brillantes y una gran bandeja de desayuno en las manos. Estaba brillante, resplandeciente, bromista y con una sonrisa de oreja a oreja que se borró en cuanto vio el estado en el que se encontraba el británico. Parecía completamente confuso ante sus lágrimas y sus quejas, que había creído una broma… — Pero que… — A paso acelerado se acerco a la cama, casi tirando la bandeja sobre ella y abrazando con fuerza al mayor, rodeándolo y suspirando contra su nuca — ¿Qué pasa, Arthur? ¿Una pesadilla? ¿Estás bien?
La cara de Arthur no podía estar más cruzada por la sorpresa al ver al muchacho allí, vestido, abrazándolo. Estaba claro que no entendía nada…
— Lo siento, quería que despertáramos juntos, pero es que cuando me desperté estabas tan guapo durmiendo que no… Quise hacerlo — Reconoció el ojiazul, haciendo que el contrario enrojeciera violentamente — Me quede un rato mirando como dormías y luego pensé en hacerte un buen desayuno, para darte los buenos días ¡Pero no sabia que te gustaba, así que… hice de todo! — Su balbuceo casi de infante solo hacia que Arthur enrojeciera cada vez más y más. Encogido sobre si mismo, sin poder creerse la sencilla explicación que el había tomado como un nuevo ataque contra su corazón — ¡Y tuve que ponerme la ropa y salir un momento, en esta maldita casa no hay ni un solo gramo de café! — Se quejo, buscando ver reír al mayor, cosa que consiguió, pero aun así seguía con cara de pena.
— Es que prefiero el té… — Balbuceó a duras penas el ojiverde, mientras el contrario soltaba un bufido.
— Que pésimo gusto, Artie. Pero supongo que tendré que comprar para cuando vengas a casa, no tengo ni una sola gota… ¡Vamos, come algo, que para algo te traje todo esto a la cama! — Musito con voz enérgica, acariciando los pómulos ingleses con cariño, tal y como había hecho este la noche anterior con el norteamericano — ¿Mejor…? — Susurro, besándole la punta de la nariz de una manera demasiado dulce, que obligaron a Arthur suspirar profundamente. Estaba tan arrepentido de haber pensado todo aquello hacia unos instantes…
— Si… — Se acerco a su boca, suspirando sobre ella unos segundos de nuevo, deleitándose con su esencia con aroma a café y chocolate que le habían embriagado la noche anterior mientras le hacía el amor con dulzura— Pensaba que te habías ido…
— Me pediste que no lo hiciera… — Explico simple el menor, acariciando sus labios con la punta de los dedos, sonriendo como si aquello fuera obvio — Y hasta que no me ruegues a gritos que me largue, no lo haré. Aun que ya viste ayer que no surte mucho efecto cuando me pides que me vaya…
— Eres tan idiota… Tan, tan, tan idiota — Ronroneo de buena gana el inglés, dedicándole una larga mirada a escasos centímetros de su cara. Aquel azul tan vivo y brillante de sus ojos ya lo tenia completamente embrujado y embelesado — Kiss me… — Demando en un susurro casi inaudible, pero siendo atendido de inmediato por la boca norteamericana, recibiendo el primer beso del día, y esperando que no fuera el ultimo. Sabia que era alocado y descabellado, y que lo conocía desde hacia menos de 24 horas, pero no quería perder aquello. Aquella sensación de plenitud cuando Alfred le tocaba, aquella felicidad cuando sus bocas estaban cerca. A sentir que, al fin, había encontrado a alguien que merecía realmente la pena.
¡Y al fin esto se acabo! Dios mio, llevaba con esto demasiado tiempo escrito, pero sin terminar el Spamano no podía subirlo ¡Lo lamento en el alma! ;u;
¿Qué les pareció? ¿Cómo lo hizo Alfred para lograr ganarse a la razón de su obsesión? Sinceramente, me siento bastante orgullosa de este capítulo, es de los que más he disfrutado escribir. Y espero que el hecho de que se haya convertido en Ukus en vez de Usuk no sea un problema para nadie (: Ambos me parecen unos personajes muy fuertes y con carácter, muy masculinos. Y como cualquier pareja homosexual, ambos tienen roles de dominante y sumiso, solo depende del día, momento, y estado de ambos. En esta ocasión pensé que el ser Arthur tan experto y Alfred un pobre cachorrito sin experiencia, fuera el mayor el que lo guiara por el camino de la sexualidad ¡Espero que lo hayan disfrutado!
Para su deleite, y aunque esto ya este acabado, voy a subir un pequeño capitulo extra, pero a modo de 'diversión' -lo entenderán cuando este subido-, pero en teoría esto ya esta cerrado. El trío de parejas esta formado y serán felices amorosa y sexualmente -Tira confeti-
Un saludo muy caluroso y muchísimas gracias por los reviews de animo y demás. Solo me animan y me animan, y prometo seguir pronto con todos los proyectos que tengo pendientes
¡Gracias por leer! (: