Good girls like bad boys

(A las chicas buenas les gustan los chicos malos)

By

Izaku-Chan

"Dicen que a las chicas buenas les gustan los chicos malos, ¿tú que piensas Sakura? Sakura se ruborizó, ella era una chica buena según decían, y la imagen en su cabeza de chico malo tenía nombre y a apellido, ¿sería aquello posible?"

Capítulo veintiuno: Winter.


(Shaoran)

Caminado por la calle después del trabajo me pareció escuchar su voz. Hace mucho no me pasaba, hace mucho que Tomoeda había dejado por fin de traerme su recuerdo con constancia, así que fue algo extraño, pero en la dirección en la que caminaba solo pude observar por a través de la ventana de un café cercano la cara de la que creí que era Daudoji, aquella chiquilla malcriada de la secundaria.

Seguí caminando sin prestar atención, lo cual no evitó que la duda siguiese revoloteando en mi pecho, como si fuese ese asunto de interés para mí, hace mucho había dejado de ser de mi interés, sin embargo, después de haber recorrido unos cien metros después del café, me detuve.

- ¿Qué pasa? – Otani bostezó a mi lado, mirándome con incertidumbre.

Me quedé callado y con los brazos por detrás de la cabeza me giré en dirección contraria a la que donde caminábamos.

- ¿Qué pasa? – repitió el enano.

No sabía si decirle, porque de verdad que aunque fuera cierto no era algo que tendría que interesarme, mucho menos después de un año.

- Creo que escuche a Kinomoto – dije con aburrimiento, dudando si dar un paso adelante o no, si quedarme con la duda o no- creo que esta con Daudoji en el café que esta por allá – señalé el letrero.

- ¿Eh? ¿Enserio? – Había olvidado lo curioso que era Otani - ¿Y qué esperamos para ir a ver? – me preguntó divertido y para mi sorpresa empezó a caminar antes que yo, me apresuré a detenerlo tomándolo por el cuello del abrigo.

- ¿Estas bruto o qué? ¿Vas a ir a ver así como así?

- Entonces solo nos queda esperar – me dijo sonriendo. No esperó a que yo dijera nada- solo acerquémonos un poco, ¿Cuánto pueden durar en un café? No digas que no te interesa porque me vale mierda, y no es que yo sea chismoso pero me parece jodidamente divertido que Kinomoto esté aquí. Solo quiero quitarme la duda.

¿Divertido? ¡Ja! Solo al enano de mierda podría parecerle divertido algo así, sin embargo no refuté nada, porque me daba la excusa perfecta para resolver este asunto. Me pregunté un par de veces que mierda hacia ahí, estuve a punto también de mandarlo todo a la mierda porque ya llevábamos alrededor de dos horas congelándonos en el estratégico lugar escogido por Otani.

- Me largo, después de todo me vale mierda – le dije al enano, pero éste me empujó hacia atrás de nuevo y la expresión en su cara me decía que de verdad se estaba divirtiendo.

- Calla, ya salieron.

- ¿Es o no es? – Pregunté, como para acabar con el asunto de una vez por todas.

- No estoy seguro. – La voz de Otani sonó dudosa, me obligué a mirar hacia el café sintiéndome estúpido y acosador. Daudoji se subía a un auto y al lado del auto había una chica pequeña, una cortina de pelo castaño le cubría la cara. – ¿No es? – preguntó el enano.

Mi mirada se mantuvo clavada en la figura que se quedó ahí de pie esperando que se fuera el auto y luego cruzó la calle. Me carcomió la duda, porque tantas veces me pareció verla en alguien más.

- ¿La seguimos?

- Vale – terminé por aceptar, viendo como la chica se detenía de pronto, observando a su alrededor como si presintiera nuestra presencia.

En la lejanía me pareció ver sus ojos verdes, pero bien podría mi mente jugarme una mala pasada, tenía el cabello demasiado largo para ser ella. La escena me recordó la noche en que la seguí después de haber salido de aquel club y había hecho lo mismo, caminaba con aquel estúpido vestido rojo y sus zapatos bajos, se había acomodado el abrigo café y se había girado a mirar el callejón oscuro.

Si era ella, ¿Qué mierda hacía en Japón? ¿Desde cuando estaba en Japón?

No pude evitar preguntármelo.

¡Maldita sea! ¿Qué mierda hacía? Me pregunté, cuando la vi detenerse al menos diez minutos frente a aquella fuente de mierda. ¿Había alguien más capaz de quedarse haciendo eso además de ella? ¿Por qué querría ir a ese lugar? Después se sentó en aquella banca inservible, pudiendo haber escogido cualquier otra y me parece que siguió viendo la fuente, con la cortina de cabello cayendo a un lado de su cara.

- ¿Es ella? – pregunto Otani nuevamente.

La vimos mirar nuevamente a los lados y luego quedarse inmóvil, hasta que otra segunda figura hizo aparición, le habló y la chica del cabello castaño largo pareció sobresaltarse a como yo la había visto hacer tantas veces. Después se levantó, después de que aquella otra chica gritara su nombre.

Sakura.

La vi abrazar a la desconocida y por fin pude ver su rostro, con aquellos ojos verdes brillantes.

- Es ella – confirmé- andando.

Otani me siguió, sabía que quería hacer unas cuantas de sus preguntas estúpidas pero no estaba seguro de hacerlo.

- No la buscaré si es lo que piensas – dije.

- ¿Por qué no?

- ¿Por qué lo haría? Ha pasado un año.


(Sakura)

And one day, they set you free.

Tamborileo mis dedos sobre la maleta, me acomodo el abrigo una vez más, el cabello, suspiro, y siento ganas de empujarlos a todos, después inician por fin a moverse hacia el exterior y cuando salimos del avión por otro de esos pasillos extraños y tocamos suelo del aeropuerto, siento una inmensa sensación de querer llorar.

Estoy en casa.

Después de seguir las flechas indicándonos el camino, me voy a la ventanilla de nacionales.

- Señorita… - pronuncia el señor ya muy entrado en años.

- Kinomoto Sakura – le digo, solo por si eso hace que agilice la lectura, asiente sin decirme palabra y estampa un sello en una de las hojas – gracias – le digo y aun me queda el tedio de pasar por el equipaje.

Cuando me veo liberada de eso mi emoción aumenta porque empiezo a ver la salida y el bullicio de gente esperando en las afueras, me siento un poco histérica, me he puesto un gorro en la cabeza que amenaza con deslizárseme sobre los ojos, además que ahora aparte de mi maleta de mano, cargo con mi otro equipaje que me han dado al llegar.

Arrastrando las dos maletas, luchando con mi mochila mi abrigo y el gorro, me veo atacada por una serie de personajes ofreciéndome un taxi, se retiran cuando les digo que no, dispuestos a buscar una nueva víctima. Entre la confusión recorro los rostros de las personas uno a uno, buscando simplemente a alguien, hasta que le veo.

Agita una mano entre la multitud, le veo más alto y más fuerte, imponente con sus cabello negro y sus ojos café oscuro. Le sonrío a Touya y unas lágrimas de felicidad se me vienen por la cara, porque recién me doy cuenta de lo mucho que le he extrañado. Sigo caminando con mis maletas hasta la salida y él sigue mis pasos mirando sobre la cabeza de las personas. Cuando lo tengo frente a mí me lanzo a darle un abrazo.

- ¡Touya! – Chillo de la emoción.

- ¿Qué ha pasado? ¡Llevo horas esperándote! – Me contesta él en respuesta – anda, dame eso. – Me dice y toma la más grande de mis maletas - Quiero que conozcas a alguien – me dice mientras le sigo entre la gente, me ve de tanto en tanto, como para asegurarse de que no me he perdido.

- Tienes el cabello largo – me dice como sin querer. Asiento. - ¿Qué me trajiste? – bromea.

- Nada – le digo en broma también - ¿Cuál es tu auto?

Me rio cuando en el parqueo me lo muestra con una expresión de orgullo porque lo ha conseguido por sus propios medios.

- Es lindo. – Le digo.

Guarda mis dos maletas y me abre la puerta del copiloto, después se sube él y empieza a manejar por las atestadas calles de Tokio, me deslumbro con las luces y el tráfico un tanto desquiciado a esas horas de la madrugada.

- ¿Qué tal el viaje? – me pregunta.

- Muy largo – le digo.

- ¿Y mamá y papá?

- Están bien – le sonrío, se hace un silencio, de pronto frente a un semáforo en rojo, Touya me acaricia la cabeza y sonríe.

- ¿Así que el monstruo decidió regresar? – No sé cómo tomar su gesto burlón, pero en su tono se resalta la molestia por algo que evidentemente todos sabemos que es - ¿Qué vas a hacer ahora? ¿Tienes planes? – Asiento – Muy bien – dice- ¿Tienes hambre?

- ¡Un montón! – Exclamo – ¡en el avión solo nos dieron un sándwich congelado! – me quejo, Touya ríe.

- Hay comida en casa – dice sonriendo.

Le miro mientras conduce, esta apurado y me parece que lo noto un poco más alegre de lo que estaba cuando me fui.

- Estás diferente – le digo, me mira de reojo y luego se concentra en el camino, que cada vez se vuelve menos urbano.

- Tu también – me dice.

No le digo que no.

- Casi lo olvido. Mamá quiere saber si has llegado, mándale un mensaje – me dice, tirándome su celular.

Después de eso se hace un cierto silencio y me dedico a mirar las familiares calles de Tokio, tan diferentes a las de todo lugar. El cosquilleo sigue por mi cuerpo, me repito en la cabeza la lista de cosas por hacer y aunque se supone que ahora soy una persona madura, cuando veo por fin el letrero que da la bienvenida a Tomoeda, me siento un poco loca y quisiera bajarme del auto aunque sea de madrugada y recorrer las calles a pie.

No lo hago y me deleito simplemente abriendo la ventana por mucho que Touya refunfuñe sobre el frío que hace, una sensación de calidez me invade el pecho cuando veo mi casa, cuyas luces resplandecen a través de las cortinas.

- ¡Espera! – Touya me detiene con su grito al haberme bajado del coche.

- ¿Qué? – le pregunto.

- ¿Cuál es la prisa? No pensaras que llevaré las dos maletas yo solo ¿O sí?

- ¡Touya! – me quejo, pensando que él bien podría hacer todo el trabajo y sospechando que retiene mi llegada al interior de nuestra casa.

Tomo la maleta pequeña y él la grande, sigo con dificultad sus enormes zancadas y le veo meter con cierta lentitud y mirándome de reojo la llave en la cerradura.

- ¡Estamos en casa! – exclama después de haber abierto, me pregunto si se quedó con la costumbre, el pobre.

Pero no, un olor a comida llega a mí y hace rugir mi estómago, entonces una chica aparece desde lo que vendría siendo la cocina. La miro atónita y casi me escondo detrás de Touya para preguntarle discretamente quien es, mi hermano lo nota y suspira.

- Ella es… - empieza a decir.

Pero se ve interrumpido por la muchacha que camina directamente hacia mí y toma mis manos entre las suyas, es muy bonita, con unos lindos ojos castaños y un largo cabello del mismo color.

- Nakuru Akizuki – me dice- la novia de Touya, ¡hace tanto quería conocerte! ¡Mírate! ¡Eres más bonita que en las fotografías!

Miro a Touya como pidiéndole una explicación a su pequeño, no tan pequeño secreto, nuestra madre morirá cuando se entere, él se encoje de hombros en respuesta.

- Kinomoto Sakura – le digo a la joven.

El primer cambio al llegar a Tomoeda: Touya tiene novia. Su completa y absoluta antítesis pero una bella chica, vivaz y brillante comparada con la personalidad de mi hermano. Nakuro se ha tomado la molestia de preparar una comida para mi llegada, charlamos un poco y después de eso me voy a dormir, prometiendo pasarme pronto por su casa.

Subo las maletas a mi habitación junto con Touya, siento el olor familiar de mis cosas y me siento medianamente en casa, algo me falta. Muy en el fondo.

- Sakura – me llama Touya.

- ¿Si?

- Me alegro de verte.

- Yo también. – le sonrío.

- Que descanses.

- Igual hermano.

- Sakura – me llama de nuevo, me giro hacia él algo soñolienta – iré a dejar a Nakuro. ¿Si te dijo mamá, que ya no vivo aquí verdad? Aun así me pasaré a ver cómo estás, no se puede dejar una casa en manos de un monstruo.

Cierto. Touya se ha mudado a un departamento más cerca de su trabajo.

A la siguiente mañana despierto muy tarde, la casa está sola y mucho más silenciosa por la soledad, noto al recorrerla que le falta la presencia de mis padres y eso me entristece un poco. Fui consciente hasta entonces que enfrentaría un nuevo tipo de soledad, pero me convencí de que podía afrontarlo, en especial porque esta vez cuando tome la decisión de volver a Tokio, pese a una leve renuencia por parte de mi padre, me dejaron hacer lo que quisiera, es como que te dejen libre en el filo del abismo por el que siempre quisiste caer, pero esta vez nadie te sujeta la mano y si caes es tu culpa y ellos estarán arriba para decirte tonta y te lo dije.

Lo primero que hago ese primer día es llamar a Tomoyo, que chilla como loca y promete saltarse las clases de la tarde en la universidad, me pone muy contenta, el que mi mejor amiga siga siendo la misma.

- ¡Sakura! – La voz aguda de Tomoyo resuena por todo el parque, haciendo volar un par de palomas, la veo ataviada de papeles y lápices y recuerdo que está estudiando diseño.

- ¡Hola! – atino a decir, abriendo los brazos para abrazarla con fuerzas, porque la he echado de menos.

- ¡Tengo tantas cosas que decirte! – exclama de pronto, sonrío por lo familiar que es sentir su brazo colándose por entre el mío y por su voz imparable. – Tenemos que reunirnos todas, ¡no podía esperar a verte! ¿Sabes la falta que me has hecho?

- No tanta como tú a mí – le digo y ella se estrecha un poco más a mí.

- ¡Pero mira qué bonita te has puesto! ¿A qué te has echado un novio americano ya?

La pregunta indiscreta de Tomoyo hace que mi sonrisa vacile por un rato, yo sé porque, claro que no es algo que quiera admitir, al final término por reírme un poco.

- ¡Claro que no, Tomoyo!

- ¡Arg! – Ella roda los ojos- ¡eres una total pérdida de tiempo!

- Eso parece – respondo.

Tomoeda parece un poco más transitado ahora, mi mejor amiga me arrastra hasta el primer café que encuentra, ansiosa por poder poner todos esos papeles que carga en una silla.

- ¿Y bien? – me pregunta, tomándome las manos por sobre la mesa. Su mirada ansiosa me hace sonreír.

- ¿Y bien qué?

Se desespera.

- ¿Qué has hecho?

- Estudiar, trabajar – le digo y entonces Tomoyo parece a punto de querer estrangularme- He conocido algunos lugares, en realidad al final Nueva York es un lugar muy bonito y la gente es muy diferente, ya sabes. ¿Qué hay de ti?

- ¡Me voy a casar! – Me quedo boquiabierta cuando extiende con orgullo su mano, casi roza mis narices pero solo así logro ver aquel hermoso anillo que no había mirado y caigo en cuenta que ha estado desesperada por darme la noticia desde que me vio.

- ¡Estás loca! – le digo como felicitación, dándole un abrazo.

- ¡Lo sé! – me dice.

Giro la cabeza de pronto, mi mirada se pierde entre las muchas personas que transitan en el exterior y por un microsegundo me parece ver una cabeza castaña. Sin poder evitarlo me encuentro estirando el cuello hacia el ventanal para poder localizarla, el intento es fallido porque no logro ver nada y con la mano que sostenía la taza con chocolate caliente temblando un poco por el nerviosismo me convenzo de que solo fueron alucinaciones mías. Y además ¿Qué se supone que hago?

- ¿A quién miras? – pregunta Tomoyo, estirando el cuello también en busca de alguien conocido.

- A nadie – contesto y ella se sumerge una vez más contándome los planes para la boda.

Tomoyo va a casarse, me parece estupendo, ahora creo que si quiere hacerlo ¿para qué perder el tiempo? Nunca sabemos lo que puede pasar mañana, me pregunto qué sorpresa más me encontrare en los próximos días, después de horas y varios chocolates calientes nos despedimos frente al café con un abrazo.

- Nos vemos pronto – me dice abrazándome con fuerza - ¿Cuándo entras a la universidad?

- Como en dos semanas, tengo que hacer el papeleo.

- Entonces espero verte por ahí, ya verás que tendremos algún espacio entre los horarios.

La veo subirse al auto de su futuro esposo que me sonríe y antes de irse me da la bienvenida a Tomoeda. Me quedo ahí por un rato hasta que veo el elegante auto de Eriol Hirahizawa desaparecer por la calle.

Me acomodo la bufanda y el abrigo, y me parece por un instante que recorro el mismo diciembre que recorrí el año pasado, pero sola. Busco algo con la mirada, por esa incomoda sensación de sentirte observado, pero no es nada, no hay nadie.

Me dirijo al parque casi sin quererlo y me encuentro ahí frente a una fuente, la observo por bastante rato.

- La han arreglado por fin – susurro mirando el agua.

No puedo evitarlo y como si quisiera saber que se siente me siento en aquella banca, sola y fría. Parece mucho más grande cuando la tengo solo para mí, parece mucho más grande con este silencio. Busco algo alrededor nuevamente, pero me rindo porque no hay nada más que la nieve.

Cierro los ojos y a esta hora me empiezo a morir de frío. Me parece escuchar una voz a la distancia, allá en el pasado diciendo mi nombre.

Sakura, Sakura.

- ¿Sakura?

Me sobresalto por el sonido de la voz y abro los ojos, una sonrisa asoma en mis labios de inmediato.

- ¿Naoko? – La chica de gafas asiente.

- ¡Sakura! – chilla al final abrazándome y juraría que su grito lo escucho todo Tomoeda.

Naoko no ha cambiado mucho y a como era de esperarse termino estudiando literatura, me comenta lo pequeño que es Tomoeda y que no puede creer que nos encontráramos así. En los días siguientes me consigo un teléfono nuevo, hago los trámites para la universidad y también he podido ver al bebé de Chiharu, ahora solo me falta conseguir un trabajo.

Y solo quisiera saber, solo para quitarme esta sensación extraña, quisiera saber cómo esta Shaoran, aunque me imagino la eminente posibilidad de que al escucharme me mande a la mierda, tal vez yo no quisiera verme, si fuera él. Tal vez yo tampoco, en el fondo, yo tampoco quiero verle.

Hablando como si fuera dos personas al mismo tiempo, diré: que todos piensan que Sakura ha regresado a Japón por su primer y fallido amor. Sakura no quiere que todos piensen eso, Sakura quiere demostrar que su vida hace mucho más que girar alrededor de un chico, pero en el fondo, Sakura teme, con una media sonrisa desanimada en el rostro, que la verdad se escoja por mayoría de votos.

Sakura no olvida tan poco la última conversación con su madre, irónica porque, Nadeshiko le ha preguntado si volvería con aquel muchachito, y aunque Sakura ha dicho que no, que es imposible, que es absurdo por ambas partes y ha pasado mucho tiempo. Nadeshiko la ha mirado con compasión solo para decir.

- Es un pueblo pequeño, se dará cuenta rápidamente de que has llegado. Si te quiere te buscará.

- No lo creo.

En el fondo Sakura tiene una ínfima esperanza, ha crecido, y al crecer todas estas cosas nos parecen muy tontas, así que Sakura quiere ser realista y sabe que esta esperanza está a punto de desaparecer, solo es cuestión de tiempo y hechos.


No sé por qué se me dio por regresar a Tomoeda en un diciembre. ¿Qué tiene este mes de especial? ¿Por qué este mes se ha vuelto tan nostálgico? Y por qué no hago otra cosa más que sentir que estoy de vuelta en diciembre, en el diciembre de año paso, esa desastrosa época tan trascendental en mi vida como para poder algún día olvidarla, o superarla, o dejar de pensar en ella.

Después de terminar en cuestión de una semana todo el papeleo que debía hacer, me dio esa loca manía de salir a caminar por las tardes, mientras pudiera, claro. Porque por ahora aun podía gozar de un exceso de tiempo libre.

Este día del que hablo, sucedió una cosa, no es que sea relevante, pero son de esos pequeños detalles que no olvidas jamás, esos pequeños episodios que te provocan recuerdos: había olvidado los guantes en casa.

Hay otra cosa, cuestiones de tiempo, decisiones demasiado extrañas como para ser casualidades, por ejemplo, me detengo un instante en la esquina de mi calle, miro los casi cien metros que me tomarían volver a casa por mis guantes, volver a casa por mis guantes significa suficiente tiempo para que una persona doble por otra esquina, para que una persona decida entrar en un café, para que termine de cruzar un parque.

Pero no lo hago, no regreso por mis guantes y el tiempo que no he perdido en ello es suficiente como para poder encontrar a la persona que doblo por la esquina, para que pueda ver a aquella que ha entrado al café, para que pase al lado de la que estaba terminando de cruzar el parque. También es una decisión lo suficientemente estúpida como para causar que se me congelen los dedos, porque es diciembre y anoche ha habido una pequeña pero considerable mini nevada que ha emblanquecido las calles.

Se siente como agujas, el frío y la ausencia de guantes se sienten como si te estuviesen clavando agujas en los dedos, así que me miro las manos absorta por un instante y luego las guardo bien en los algo inservibles, ahora lo sé, bolsillos de mi abrigo de invierno. Tengo ese gorro del aeropuerto, el que se me resbala cayendo por mis ojos, dificultando mi visión y mi cabello se siente congelado al igual que mi rostro.

Se me cruza la idea de tomar un chocolate caliente, ¿Y qué café más bonito y acogedor que al que he ido con Tomoyo al otro lado del parque? Esto es otra decisión, escoger un café cercano porque estoy a punto de congelarme o cruzar todo el parque, es de las mismas decisiones que hacen que la gente doble por una esquina u escoja otra calle, o se devuelvan inteligentemente por sus guantes.

Yo escojo cruzar todo el parque. No hubo peor decisión que aquella, es algo curioso esto de las decisiones, como ir evitando patinar sobre la nieve, viendo cuánto dinero ando en el bolso y luchando con el gorro, entonces levantar la mirada y toparte con un par de ojos ámbares justo en frente de ti, enlentecer el paso, que él haga lo mismo y descubrir que ese también es un momento en el que podrían decidir ya no conocerse y seguir caminando, doblar por otro camino.

- ¿Shaoran? – Mal asunto dejar que tu boca hable sin que tu mente piense, finalmente te has detenido a medio parque y el chico ataviado de negro se rasca la cabeza como con toda la intención de fingir que no te conoce y hacerte lucir más estúpida de lo que ya eres, en especial por no haberle llamado Li, dado que por las circunstancias hubiese sido lo más correcto.

Lo veo y sé que está un poco frustrado y evasivo.

- ¿Qué hay? – dice, por algún motivo no puedo verle a la cara y me comienzo a sentir nerviosa ¿de verdad es el mismo Shaoran el que tengo frente a mis ojos? ¿El mismo que me regalo esa pulsera que llevo en la muñeca derecha? ¿El mismo que no quiso comunicarse conmigo cuando me fui? ¿Ese que mostro tanto desinterés?

- Yo… - No sé qué pensar, no se siente como estar hablando con el Shaoran de mis recuerdos – iba por un chocolate caliente ¿vienes? – El Shaoran que yo conozco me diría fría y cortantemente que no.

- Claro, ¿Por qué no? – Pregunta sin embargo éste Shaoran dejándome desconcertada, no hay rastro de frialdad en sus palabras, ni de dureza, solo un puro desinterés que me hace sentir extraña.

Actúa casualmente, me siento demasiado incomoda caminando a su lado, porque es él en cuerpo pero no esencia, no esa que yo conocía tanto. Algo falta. Llegamos al café alimentando una charla mayormente guiada por mí acerca de los pequeños cambios en Tomoeda, nos dan una mesa, hacemos el pedido y me doy cuenta de que somos dos completos extraños frente a frente.

¿Podía ser más bizarro?

- Y bien – le digo, sin atreverme a mirarlo de frente - ¿Tu familia está bien?

- Perfectamente – responde - ¿Hace cuánto llegaste?

- Alrededor de una semana – digo, él asiente repetidas veces con su total desinterés que me desconcierta, pero vamos, ¿Por qué habría de estar interesado? ¿Es que esperaba afectarle de alguna forma?

Siento como si estuviese soñando, soñando dentro de mis sueños o no lo sé, porque de lo único que estoy segura, es que de todas las veces en que imaginé encontrarme de nuevo con Shaoran Li, en todas y cada una de ellas hubo lágrimas, gritos y drama ¿Para qué negarlo? También una que otra mariposa.

No lo sé, es extraño y sé que vosotros seguramente también habéis estado esperando algo más, algo más que esto, algo más que dos ex novios sentados en una mesa en un café, sin nada de mariposas o magia de por medio, a excepción claro está, de cierta incomodidad y nerviosismo de parte mía.

También debo reiterar que estoy desconcertada, porque esperaba aunque sea, un poco de odio de su parte, sería tan común volver y encontrarme con el mismo chico rebelde, y que este me hablase duro y me odiase un poco, porque según él, en un pasado le mentí. Quisiera que este chico, desde hace tanto mayor de edad frente a mí, me dijera que me odia porque me fui.

Tal vez he leído, otra vez, demasiadas novelas románticas y en la vida real, las personas que se amaron alguna vez, si es que nos amamos alguna vez, no se tiran en brazos de otro al reencontrarse, tampoco se ignoran deliberadamente, tampoco se dicen que se odian y que muy en el fondo lo hicieron siempre y sobre todo, por el orgullo o porque simplemente no es verdad, jamás te dicen: que les cagaste la vida.

No sentía mariposas en mi estómago, no más, y me pregunté si de lo que estaba enamorada, al fin y al cabo era del recuerdo. Me forcé por aceptar justo en este preciso instante, que ya no estoy en el pasado, que esto no es hace un año, que no regresé por él a Japón, no que haya confesado al menos, que ha pasado un año, y que si yo me siento diferente, este chico frente a mí, debe haber cambiado finalmente, y que si antes fingía que no le importaba, o a veces no le importaba de verdad, ahora finalmente era cuando, después de un año, yo no le podría importar menos.

- Voy a estudiar arquitectura – dijo de pronto- ya he pasado el examen de la universidad. Y a como supongo, sigues con los planes de tus padres, debes estar estudiando para doctora.

Me atreví a mirarlo de frente por primera vez, aun así, no creció nada en mi pecho, mi pecho no quería sentir nada, aun y cuando había imaginado que sería así cuando le viese.

- Pues tienes toda la razón – le dije, descubriendo que las facciones de su rostro lucían mucho más maduras, que ya iba dejando de ser un chiquillo.

- Y te creció el cabello – me dijo de pronto, por un micro segundo nuestras miradas se cruzaron.

- Sí – confirmé, aunque evidentemente era una observación muy obvia por su parte y una respuesta más obvia aun por la mía.

El mesero con los chocolates calientes llegó, formando un nuevo silencio entre nosotros. Cuando se fue, le di un sorbo a mi chocolate y le miré disimuladamente observar con interés el suyo.

Faltaba algo entre nosotros y había algo impidiendo que lo encontráramos, tal vez por el otro lado, solo estaba un poco paranoica y las cosas a como estaban eran perfectamente normales. Cuando por fin iba a decir algo, lo que fuese, él abrió la boca y preguntó con rapidez y cierta brusquedad que reconocí al instante.

- ¿Y estás de vacaciones o qué?

Fruncí el ceño, como si por algún motivo su pregunta me molestase mucho, o su tono, o todo.

- No, voy a quedarme aquí.

- ¿Por qué volviste? – atacó de nuevo.

- Porque quería – contesté con prisa.

En mis sueños, hace varios meses, mi respuesta siempre era: por ti. Pero esa no era la absoluta verdad ahora.

- Ya – dijo y se echó sobre el respaldo de su silla.

Su mirada ámbar de pronto se posó en mi muñeca y tuve el impulso de querer esconder que por motivos sentimentales o porque me gustaba mucho, estaba usando la pulsera que él me había regalado. Me contuve y no escondí la mano, la deje ahí, casi inmóvil, rozando apenas la taza del chocolate caliente.

Shaoran no dijo nada al respecto, yo tampoco iba a hacerlo. No torció ninguna singular mueca en su boca, no hizo amago de que aquello le parecía irónico o curioso y terminó desviando la mirada con total naturalidad por el café, yo por mi parte tampoco expresé nada, pero si sentí un leve retorcijón en el estómago a causa de su pequeño descubrimiento por culpa de que por la calefacción del café, me había deshecho de mi abrigo.

- Pensé que no me ibas a hablar – le dije de pronto y sus ojos encontraron los míos. Tal vez era lo más cerca que estaríamos de hablar del pasado.

- ¿Por qué? – Pregunto únicamente.

- Pensé que estarías molesto conmigo – le dije y él no cambió su expresión.

- ¿Por qué iba a estar molesto – preguntó esta vez.

- Porque no volví en el tiempo establecido – y me hubiese gustado decir que yo también debía estar molesta, porque él no se comunicó conmigo a como había prometido.

Seamos honestos, actué con tanta madurez a como pude, como iba a arriesgarme a volver en ese entonces, por un chico que no había tenido la seguridad de querer estar solo conmigo y que cuando me iba no quería ni siquiera hablarme. ¿Cómo iba a volver sin tener la seguridad de que me amaba?

- Pues no lo estoy – dijo, cruzando los brazos por detrás de la silla.

- Me doy cuenta – murmuré.

Miré su mano izquierda, la alcancé cuidadosamente sobre la mesa: nada. Ni una pequeña chispita de emoción, su mano solo era una mano ahora, él solo era un chico ahora, admito que en el fondo eso me provoco cierta tristeza, porque tal vez era lo suficientemente masoquista, o me había gustado tanto poder amar, que me hubiese encantado seguir haciéndolo, de algún modo.

- Me alegro de que estés bien – le dije y solté su mano, que se quedó tan estática e indiferente como antes, sin más decir.

Shaoran se rascó la cabeza, miró por la habitación y dijo con aburrimiento que él también se alegraba. ¡Vaya! Pensé, con que había cosas que si se acababan así como así, aunque lo cierto es que a pesar de todo, nosotros pasamos por lo suficiente, cuando eres un adolescente la vida va muy rápido, las emociones son muy fuertes y las destrucciones inmediatas y cuando te decides a crecer a como yo lo había hecho, a como aparentemente tal vez, Shaoran lo había hecho, te desligas de todo, dejas todo atrás, donde ya no puedas verlo ni entorpecer –lo que dejas- tu camino.

Charlamos un poco más de cosas casuales, hablamos de nosotros mismos pero nunca de: Nosotros juntos. Pagamos la cuenta, cruzamos un: hasta luego, cordial en la puerta y nos dejamos ir.

Pero, al haber dado unos cuantos pasos, como a siete metros de distancia, me giré y Shaoran estaba mirándome, me tomó por tal sorpresa la calidez de sus ojos ámbares, que me pareció reconocer por un instante algo, sentí un vuelco en el corazón y se me aguaron, sin querer, los ojos, parpadee para quitarme ese blur de encima y me acerqué nuevamente a él.

- Shaoran – le dije - ¿Te vienes conmigo a casa?

Por primera vez me sonrió ladeadamente, asintió y caminamos en silencio.

- ¿Aun te quieres morir? – Me preguntó después de algunos metros.

Reí, sin evitar sentirme un poco abochornada, sin evitar detectar su tonito irónico otra vez.

- No, ya no – confesé solamente.

Quería decirle más, quería decirle que había crecido y que ya no me quería morir, que había aprendido que la mejor forma de luchar con el vacío que había antes en mi interior era moviéndome, saliendo de mi propia mediocridad, esforzándome, lo cual es mucho más fácil decir que hacer, pero cuando lo hacía, me dejaba feliz y ya no, ya no me quería morir, solo a veces, solo las veces necesarias.

Comprendí una cosa mientras caminaba a su lado: nos faltaba la confianza. Eso era lo perdido, después de tanto no vernos, después de tanto tiempo. No contaba ahora con la confianza suficiente, quizá en mi misma, para abrir mi alma y decirle todo lo que no pude decirle.

Quería contarle porque no volví, pero no me salía, quería abrazarlo de pronto independientemente del frío, pero no me sentía con la confianza.

- Yo ya sabía que habías llegado a Japón – comentó.

Lo miré, después de dejar de ver como mi aliento se hacía visible por el frío como toda una chiquilla, lo miré, lo observé con sorpresa.

- ¿Y por qué no viniste a visitarme? – Pegunté sin pensar, me mordí la lengua y murmuré más para mí misma- no es que tuvieses que hacerlo, pero…

- No quería que pensaras que aún tenía esas confiancitas – Se encogió de hombros.

Otra vez se hizo el silencio. Nunca fui muy impulsiva, pero justo en este instante, sabiendo que podría ser la última vez y empezando a sentir una calidez en mi pecho sumada a mi nerviosismo inicial, pasé mi brazo por el suyo y suavemente coloqué mi cabeza en su hombro.

Pero Shaoran lucio incómodo y se soltó de mí.

Sentí un poco de vergüenza ante su reacción y en conjunto con ello, sentí su rechazo y una leve punzada en el corazón que me dio miedo y me dolió. Sin embargo luego lo vi sacudirse el hombro, como si yo se le hubiese ensuciado, aunque se sacudía la nieve y me miró.

- Creo que está un poco húmedo – dijo refiriéndose a su abrigo, como sentía un nudo en la garganta asentí. Luego Shaoran, lentamente, pasó el mismo brazo por mis hombros y me atrajo hacia él colocando su mejilla contra mi cabeza. Así, suave, sutil, lento y sentí una cosquilla en el pecho que amenazaba con enlentecer mi respiración.

Se detuvo de pronto, le miré deteniéndome también.

- No creí lógico, seguir una relación con una chica que no estaba en el país – me dijo, hablaba de nosotros – por eso, no quise saber nada de ti después de que te fuiste.

- Lo he pensado – confesé – en parte lo entiendo, dicen que no funciona eso de las relaciones a distancia.

- Me quieres.

- Me da miedo decir que no.

Esbozo una sonrisa irónica.

- Lo he pensado también – dijo- que tal que dices que no y resulta que sí. No he estado esperándote, ni siquiera planeaba volver a verte, no te he esperado al menos de la forma que a una chica como tú le gustaría.

Me deshice de su abrazo y caminé a casa, que estaba tan solo a unos metros de nosotros y evité formularme qué había estado haciendo Shaoran en todo este tiempo, a cuantas chicas había enamorado con esa risa tan típica suya, o si había llegado a amar a alguien más.

- Y ahora te has molestado – dijo a mis espaldas.

- No estoy molesta – le miré, abrí la puerta y le dejé pasar. Como estar molesta de cosas que podrían resultar más que obvias, dado los acontecimientos.

- Que bueno, porque no tienes derecho tampoco.

De pronto estaba volviendo a ser él, y a este paso lograría de verdad molestarme.

- ¿Y tú has andado con alguien más? – Preguntó nuevamente.

- ¡No he andado con nadie más, Shaoran!

- ¿Has estado esperando por mí? – dijo- ¿no crees que ya es muy tarde?

- ¡Joder! Simplemente no veo porque debiera tener otra pareja, no he estado esperando por ti – me empezaba a exaltar, en especial por que seguía siendo el mismo bruto idiota – ¡en especial porque sigues siendo el mismo idiota! – exterioricé sin darme cuenta, con tanto desespero que ni siquiera fui capaz de saber lo que había dicho hasta segundos después, cuando su mirada seguía clavándose sobre mi como fuego.

- A decir verdad, siempre pensé que eras muy latosa, torpe y distraída.

Rozó mis labios con los suyos haciéndome sentir una leve corriente eléctrica y desatando una multitud de mariposas en mi interior.

- Has escuchado eso de que si amas algo debes dejarlo ir, si regresa es tuyo y si no nunca lo fue – asentí- pues es una total y completa mierda, Sakura, si te marchas otra vez terminamos para siempre y los dos nos podemos ir a la mierda, cada quien por su lado.

Ni Shaoran ni yo queríamos regresar realmente, supongo que eran demasiadas las dudas y los temores por lo que había pasado anteriormente entre nosotros, por lo que podría volver a pasar, y por lo que pasaría. Evidentemente nada había mejorado, pero ya no éramos unos niños, ni estábamos en el pasado, ni volveríamos a estarlo jamás, ni podríamos nunca reparar las cosas que rompimos, pegar los pedazos de corazón o de alma rotos y tal vez si lo nuestro no había funcionado antes no volvería a funcionar ahora, pero qué tal si al no haber logrado en el fondo de nosotros mismos deshacernos de este sentimiento, ¿qué tal si no lo íbamos a lograr tampoco por un buen rato de futuro?

Qué tal si masoquistamente no queríamos rendirnos, si al final de todo a Sakura no le importaba el qué dirán, que si el chico aquí, que si la chica también allá. ¿Qué no tienen derecho las personas también a ser felices sin que nadie se meta?

No, no era que lo nuestro fuese a funcionar, no era que lo nuestro no fuese a reincidir en lo mismo, en esas cosas radicaba el miedo y el pesimismo, pero era mayor el miedo a no estar juntos pudiendo estarlo.

- No pude volver – le dije.

- Ya no importa.

He aquí el asunto: o Shaoran y yo lo intentaremos nuevamente pero no funcionará jamás. O Shaoran y yo lo intentaremos nuevamente y nos seguiremos jodiendo la existencia mutuamente, por las diferencias irreconciliables, que si doy lata, que si la atención, que los pequeños e insoportables detalles, pero al final del día terminaremos dándonos las buenas noches.

No hay punto y final. Hay punto y aparte. Hay historia. Momentos de felicidad, momentos de tristeza, momentos de locura, euforia, momentos, vida, errores. Y de este punto y final tan nuestro, echemos una moneda a la suerte y si no nos gusta lo que ha salido, desafiemos al destino ¿vale? Que no hay peor cosa que rendirse sin haberlo intentado. Que el chico malo y la chica buena, tal vez no cambien, pero pueden lograr un balance y los dos juntos unirse para mentarle al resto del mundo la madre.

- No te he esperado a tu manera, tal vez, – dijo- pero en el fondo te he estado esperando. ¿Crees que se pueda esperar a alguien mientras avanzas?

- Sí, sí puedes esperar a alguien mientras avanzas – porque yo también lo había estado haciendo, aunque fuese de una forma completamente distinta.

Y luego uno se encuentra en algún punto aunque vaya por caminos y lugares separados e inclusive a horas distintas, hubiera dicho Shaoran, meditando, pero era tan cursi que daba asco y ya sabemos que a él no le gustaban esas mariconadas.

Dejando de lado las hipocresías, en el fondo ningún de los dos había dejado de amarse, pero a veces es tan fuerte el deseo de no hacerlo, de olvidar a alguien, de restarle importancia que el pobre amor se esconde tímidamente tras una esquina. Pero tan poco es tan pobre, es un poco malvado, porque aunque luche contra el capricho de ya no querer amar, aunque luche con el orgullo, con la dignidad y con la misma consciencia, él espera ahí en su rinconcito por una cosa llamada reencuentro, casualidad, para volver a lanzarse al aire nuevamente y explotar, a veces con libertad, a veces con un poco de miedo.

Shaoran no planeaba volver a verla, a como había dicho y si se la encontraba planeaba ignorarla, pero no fue así, en el fondo la seguía queriendo, cosa muy difícil de manejar para alguien como él. Y en el fondo Sakura había crecido y se había vuelto independiente para finalmente poder volver a su lado, aun con la incertidumbre, porque en ambas partes siempre está la incertidumbre y la verdad, la posibilidad, de que la otra persona no te ame más. Es por eso que ambos iban cediendo poco a poco, poco a poco y el amor, esa malvada cosa, asomándose tan solo para hacerlos felices o tan solo para hacerlos fracasar de nuevo, en el caso de que a ese ser viviente, porque es un ser viviente, le diera pereza su trabajo y se marchase a otro lugar.

The lights go out and I can't be saved

Tides that I tried to swim against

Have brought me down upon my knees

Oh I beg, I beg and plead, singing.

Come out of the things unsaid

Shoot an apple off my head and a

Trouble that can't be named

A tiger's waiting to be tamed, singing.

You are, you are.

Confusion that never stops

The closing walls and the ticking clocks gonna

Come back and take you home

I could not stop, that you now know, singing.

Come out upon my seas

Cursed missed opportunities am I

A part of the cure

Or am I part of the disease, singing.

You are, you are

You are, you are

You are, you are.

And nothing else compares

And nothing else compares

And nothing else compares.

You are, you are.

Home, home, where I wanted to go

Home, home, where I wanted to go

Home, home, where I wanted to go

Home, home, where I wanted to go.


Good girls like bad boys. Final alternativo.

Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia (?)

Nota final de autora: Good girls like bad boys no ha sido creada en ningún momento para ser una historia de cuento de hadas ni mucho menos completamente ficticia. Ese es el motivo por el que no veis las realidades de los personajes más distorsionadas de lo que serían en un ser humano girls like bad boys siempre ha pretendido ser realista, por lo cual, este final me ha parecido el perfecto, no pretendí en ningún momento que terminara en boda, en embarazo, o en los personajes llorando diciéndose lo mucho que se aman.

Sakura y Shaoran se volvieron a encontrar a como lo hemos visto aquí, y el amor a quien he decido darle un poco de vida animada que siempre se ha merecido aún estaba presente en sus corazones. Sin embargo, aunque escribí este capítulo unas tres veces desechándolo todas y cada una de ellas: Queda completamente bajo la responsabilidad, imaginación, realismo y deseos del lector decidir el futuro de los personajes ahora que se han reencontrado.

Los personajes en su totalidad han dejado de ser niños y han adaptado a sus realidades y vida. Cualquiere pregunta o ganas de llenar espacios vacios o reclamarme etc: Por review, PM o Facebook.

Con mucho amor y esperando desconcierto, entre otras cosas no tan sanas: Izaku-Chan.

Finalmente os dejo esta frase de mi libro favorito:

Amor mío, no te quiero por vos, ni por mí, ni por los dos juntos, no te quiero por que la sangre me llame a quererte, te quiero por que no sos mía, porque estas del otro lado, ahí donde me invitas a saltar y no puedo dar el salto, porque en lo más profundo de la posesión no estás en mí, no te alcanzo, no paso de tu cuerpo, de tu risa, hay horas en que me atormenta que me ames (…) me atormenta tu amor, que no me sirve de puente, porque un puente no se sostiene de un solo lado. Rayuela. Julio Cortázar.

Gracias por todo este tiempo, entre leer y escribir, que de alguna forma pasamos juntos.

No hay final, solo historia.