La siguiente historia fue escrita por mi talentosa amiga Kris Salvador y pueden econtrar el fic original en el siguiente link: www . fanfiction s / 6253744 / 1 / Ride

La traducción ha corrido por mi cuenta.

Les aseguro que se van a divertir y disfrutaran de este viaje tanto como yo lo hice. Espero les agrade el fic tanto como a mí.

Algunas instrucciones que seguir:

1. Las originales notas de autor (de Kris Salvador) estarán siempre señaladas en negritas.

2. De ser necesario, siempre que yo comente en las próximas actualizaciones, lo haré con letra cursiva para diferenciarme.

3. Actualizaré cada semana sin falta a menos que ocurra cualquier imprevisto que me impida subir algún capítulo.

Declarativa: Este pedazo de mierda está basado en reprimido libido de Stephenie Meyer y está corregido por una buena amiga que por el momento permanecerá anónima. Gracias cariño.

Contenido explicito.

Ride

por

Kris Salvador

Preludio Parte 1

XXX

Yo no soy lo que la mayoría de las personas llamaría una chica cachonda.

He tenido sexo solamente con mi novio, y sólo he tenido uno en toda mi vida. Nuca he salido por ahí en busca de sexo. Sí, veo porno; pero sólo por aburrimiento, y las veces que me he masturbado han sido pocas y esporádicas. Sin embargo, durante mi primer año en la universidad, hice algo que pocas chicas se imaginaban podría pasar, y menos chicas se imaginarían haciendo.

Fue durante el verano después de mi primer año en la Universidad Estatal de Evergreen en Tacoma. Mi padre, jefe de la policía en el lluvioso Forks, me exigió que era para mí absolutamente necesario tomar Derecho, Justicia y Políticas Públicas y así poder ser un miembro productivo de la sociedad. Sí, ¡vamos Geoducks1! Acababa de romper con mi primer (y único) novio y no había nadie, ni uno, que despertara mi interés.

Un lunes por la mañana, Rosalie Hale, la más grande perra en toda la universidad que desafortunadamente era también mi compañera de cuarto, llegó a casa indignada. Abso-puta-mente furiosa. Me contó que su novio se metió en una pelea en la estación Tukwila de regreso a Seattle porque un cabrón tuvo la osadía de manosearla, y luego culpó al movimiento del tren. Por supuesto, el novio #567, un atleta llamado Emmett, no lo permitiría. Los hombres se pelearon a puñetazos y los tres terminaron siendo llevados a la oficina de seguridad por una larga discusión. Me estaba relatando la situación entera, golpe por golpe, de cómo los hombres gruñían y se golpeaban uno al otro hasta la médula (lo que sospecho la excitó) pero cuando mencionó los abultados músculos de Emmett por novena vez, me distraje.

No fue sino hasta después que empecé a pensar en ello que una extraña idea pasó por mi mente. No sabía por qué, pero de alguna manera la idea de ser manoseada en un tren me pareció lógica. Me imaginé como sería ser tocada por un completo extraño en un vagón lleno de personas. Una mano áspera en la curva de mi culo, deslizándose adentro de mis muslos… imaginé, podía usar una falda sobre uno de esos pantalones ajustados con agujeros en las nalgas. Estaba húmeda antes de que lo supiera. Al día siguiente, seguí imaginando las manos de un extraño en mi culo, en mis senos, entre mis piernas. Me inquieté durante clases, frotando juntas mis piernas, tratando en vano de aliviar la tensión. Tan pronto como llegué de vuelta al dormitorio, me conecté en línea para buscar vídeos y fotografías de manoseos en trenes. Por alguna extraña razón la mayoría de ellos eran de Japón (todos parecían planificados, pero yo divagaba). Me masturbé en un frenesí. Recuerdo haberme corrido tres veces esa noche sin terminar ninguna tarea. Pero cumplió con su cometido y no pensé de nuevo en ello hasta varias semanas después.

Era el pensamiento más lejano en mi cabeza.

Un viernes cuando me encontré en un tren, sola, de camino a Seattle para una noche de fiesta con algunos amigos. Rara vez salía, pues no era del tipo de chica que saliera de cacería por carne fresca. Gran parte del tiempo, no tenía que hacerlo. No era tan bonita como Rosalie pero los chicos me encontraban medianamente atractiva. He tenido algunas citas, no tantas como Rosalie y algunos de esos caballeros habían de hecho tratado de meterse en mis pantalones. Era solo porque no me atraían lo suficiente, o no me excitaban en lo absoluto, o porque era una jodida frígida (tal como uno de ellos me había gritado) que mis partes íntimas y yo nos mantuvimos secas durante el año escolar. Como sea, estaba en el tren ligero, y había bastantes personas ya que era viernes por la tarde. El roce de cuerpos contra el mío trajo a mi mente la historia de Rosalie, e inmediatamente me humedecí. La idea parecía ardiente y excitante y no pude contenerme. Imaginé las manos de alguien tentando todo mi cuerpo, y casi deseé que alguien lo hiciera. Nadie lo hizo, y pasé el viaje entero excitada como el infierno. Me bajé en la estación San Rey en Seattle y me masturbé dentro del baño de la estación.

Desde aquel instante, empecé a considerar seriamente hacerlo –provocar a alguien a que me tocara. Durante las siguientes semanas, me encontré pensando perezosamente en hacerlo hasta que ya estaba planeando el asunto entero. Incluso me sorprendí a mí misma, pero la curiosidad, la lujuria y el largo periodo de sequía habían acabado con mi paciencia.

Comencé a usar vaqueros apretados y playeras con profundos escotes, aprisionando mis pequeños senos en sujetadores push-up, enchinando mis pestañas y pintando mis labios de rojo. Practiqué una mira provocativa en la privacidad de mi baño, me pavoneé alrededor en unas ven y fóllame-zapatillas mientras planeaba y trazaba mis aventuras. En el pasado, siempre había hecho hincapié en cubrirme cuando viajaba en tren, autobús o en lo que fuera. Crecí en Forks, con sólo un padre serio y conservador criándome y además, siempre llovía en Forks. Siempre húmedo, frío y pegajoso.

Empecé a tomar el tren de Seattle a Tacoma los viernes por la tarde, durante la hora pico cuando los vagones estaban a reventar. Pero me di cuenta que no importaba cuán putilla me vistiera, nadie lo haría. Eso me frustró aún más. Y me puso muy, pero muy cachonda. El masturbarme ya no era suficiente para mí, a pesar de que lo hiciera en diversas estaciones. El hecho de pedirle a uno de mis amigos que me manoseara me parecía asqueroso. Sí, que ironía.

Y entonces, pasó. El verano estaba a punto de terminar y venía de regreso de Seattle cuando tomé una pasantía en una de las estaciones policiacas. Había decidido al comienzo del verano que no me quedaría en Forks y le informé a Charlie que necesitaba experiencia si es que planeaba llegar a ser una eficaz agente policiaca en el futuro. A Charlie no le agradó la idea pero sus instintos se disolvieron por el orgullo de que su pequeña niña iba a continuar su legado así que más valía que comenzara desde temprano. Eventualmente el orgullo ganó.

Tomé el tren de las 7:00 pm de Seattle a Tacoma ese día.

Ahora, soy una chica menuda, de casi 1.65 metros de estatura con zapatillas así que todo lo que podía ver en el concurrido tren, eran las espaldas y los pechos de las personas a mi alrededor. No había espacio suficiente para mover mis brazos o mis piernas, incluso tampoco para poder quedarme en una cómoda posición de pie. Todo lo que olía alrededor de mí era el sudor de la gente, mayormente hombres, cansados por su día de trabajo. Me percaté que la mayoría de ellos parecían dirigirse a Auburn. Mineros de carbón diría yo, por cómo lucían. Altos y musculosos hombres. Rudos. No eran exactamente del tipo que yo llamaría dóciles y encantadores. A pesar de eso, por alguna razón desconocida no me parecían repulsivos. La imagen de uno de ellos, o inclusive dos, tocándome me excitó. Estaba vestida con uno de mis más arriesgados atuendos –unas desgastadas Docs [botas Dr. Martens®], falda corta sobre unos rasgados leggings (con dos grandes agujeros en mis nalgas y una abertura enfrente, tal como lo quería). El conjunto era incómodo y también frío, pues no usaba ropa interior, pero ese era el punto. Algunos hombres me devoraban con la mirada, como si pudieran ver bajo mi falda y oler mi coño. Sabía entonces que sólo era cuestión de tiempo antes de que la mano de alguien comenzara a explorar mi cuerpo.

Nada pasó al principio, y el tren se detuvo en la siguiente parada después de que yo entrara. Una nueva oleada de gente forzó su entrada al tren y todos quedamos apilados dentro del vagón como una lata de sardinas. El tren comenzó su marcha, una voz cantarina anunciando la siguiente estación y las luces se atenuaron. Estaba comenzando a preguntarme si todos mis esfuerzos provocadores eran en vano, cuando lo sentí. Una mano en mi culo. El hombre quería pasar desapercibido, rozando su mano en mi trasero cada vez que el tren se agitaba. El modo en que lo hacía no podía disfrazar el hecho que lo estaba haciendo a propósito. Mi corazón comenzó a latir más rápido y podía sentir cómo me humedecía.

Trate de girar mi cabeza para ver cómo lucía el hombre, pero estábamos muy aplastados y no podía voltear completamente para echar un buen vistazo. Mi costado izquierdo casi estaba estampado con la pared del tren. Él estaba justo detrás de mí, de cara a la misma dirección que yo; con su escurridiza mano izquierda bien escondida de la vista de los otros viajeros. El hombre de enfrente y el que se encontraba a mi derecha, ambos nos daban la espalda así que era como si estuviera sola en un capullo, rodeada por hombres. Uno de ellos con mano exploradora. Podía percibir el olor de alguna loción cara para después de afeitarse, pero bien podía ser de cualquiera de las personas que estaban en el tren. La mano en mi culo era poco áspera, lo que indicaba que no se trataba de un obrero. Seguimos así por algunos minutos. El tren viajaba lento, a causa de lo cargado que iba. Me sentí más audaz, ahora que la lujuria corría por mis venas. Presioné mi trasero contra su mano, y busqué la manera de atraerlo más cerca de mí.

Como si eso importara.

Con la cantidad de personas en el tren, estábamos tan cerca como dos personas podían estar sin estar encima del otro. Él estaba usando pantalones de vestir y sorpresivamente estaban sin arrugas. No se sentía como si fuera uno de los mineros pero no me importó. Obviamente era un hombre, y estaba dispuesta a follar a cualquiera con pene en este instante. Mi mano rozó el frente de sus pantalones y sentí su polla estremecerse ligeramente contra la tela. Era alto, muy alto para mí y, como si pudiera leerme el pensamiento, lo sentí inclinar un poco su rodilla, trayendo su polla más cerca a mi trasero. Apretó firmemente mi trasero y luego inclinó su rostro más cerca a mi oído, su barba rozando mi mejilla y murmuró, "¿Te gustó?

Y mierda si su voz no provocó que mi coño se empapara. Mierda si su barba, dura y rasposa, no me hizo temblar.

No sonaba como un minero en lo absoluto, ¿pero que sabía yo? Pensé que sonaba como un cantante, como si estuviera acostumbrado a decir sus palabras fuertes y claras. Cerré mis ojos, enfocándome sólo en la sensación de sus manos en mi culo. No quería mirarlo, temerosa de que si lo veía a la cara dejara de excitarme y la fantasía se arruinara. Así que me enfoqué en las sensaciones y lo dejé a él y a mí imaginación hacer el trabajo.

Suavemente pero inteligible murmuré "Mmmmmm." Era lo más que podía hacer sin dejar que se convirtiera en un ruidoso gemido.

Me empujé con más fuerza contra él. Podía sentir su dura polla picándome a través de la suave tela de sus pantalones. Su mano se deslizó por debajo de mi corta falda y contuvo el aliento en sorpresa cuando encontró mi piel. Empezó a amasar mi trasero, no sólo a acariciarlo sino también a desplegarse sobre él, provocando mi suave y dócil carne. La estaba aplastando con su mano, apretando con tal fuerza que me pregunté si dejaría marcas. Respiré dentro y fueran tan discretamente como podía. Él también se estaba excitando, su respiración se volvía entrecortada. Luego me susurró. Me dijo, murmurando tan bajo que tenía que esforzarme para oírlo, cuán perversamente sexy era, cuán suave mi culo estaba y qué chica tan traviesa y cachonda era. Normalmente hubiera abofeteado a quien fuera que tratara de decirme algo como eso, pero joder si eso no me excitó aún más. Deslizó su mano entre mis piernas, y gruñó, hijo de puta, en cuanto sus dedos se toparon con mi empapado y recién depilado coño. Traté de abrir mis piernas tanto como el limitado espacio me lo permitiera pero tan sólo no había manera de hacerlo. Me aferré a la correa de mi bolso, colocándolo estratégicamente sobre su mano.

"Apuesto a que sabes delicioso," dijo y sentí cosquillas en mis partes íntimas mientras me imaginaba a él dentro de mí, sus dientes mordisqueando mi clítoris, chupándome, con su lengua hundiéndose en mi húmedo y depilado coño.

Comenzó a recorrer sus dedos arriba y abajo de mi abertura, trazando el contorno lentamente, aplicando la suficiente fuerza para que se sintiese bien pero no lo suficiente para penetrarme. Dios, era todo un provocador. Seguramente sabía lo que estaba haciendo. No pude evitar jadear cuando deslizó su dedo dentro de mí. Su dedo era largo, un tanto áspero y la fricción bastaba para volverme loca. Empezó a deslizarlo dentro y fuera lentamente pero tan profundo como podía. Por poco me aferro a la espalda del hombre que iba delante de mí. No supe como fui capaz de contenerme de gemir en voz alta. Bombeó su dedo dentro y fuera, dentro y fuera, más rápido y más rápido. Estaba agradecida de que el tren enmascarada los sonidos que estaba segura, mi mojado coño hacía. Estaba rozando casi por completo el interior de mi coño, resbalándose por mi clítoris y sus nudillos raspando el borde de mi entrada.

Era fantástico, putamente fantástico. Su dedo estaba mojado y resbaladizo con mis jugos. Lo sumergía adentro y lo giraba un poco, tratando de trabajar lo más profundo que pudiera ir, tratado de tocar todo dentro de mí, tocándome en maneras que nadie nunca antes lo había hecho. Luego lo sacaba, lo arrastraba sobre mi clítoris y lo deslizaba adentro de nuevo. Ya no podía soportarlo. Comencé a gemir suavemente, el aire saliendo de mi boca en rápida sucesión. Me estaba recargando en él como soporte. Mis piernas estaban temblando a causa del placer. De haberse apartado él, yo hubiera caído al suelo. Él estaba gimiendo suavemente en mi oído. Y era demasiado, demasiado como para que él y yo supiéramos que teníamos que parar. Si no lo hacíamos, nos follaríamos uno al otro justo ahí y en ese momento. Extrajo sus dedos silenciosamente y sentí mi cuerpo rebelarse, mis adentros pidiendo a gritos su toque. Y no tardó demasiado. Era como si no pudiera despegar sus manos de mí. Su mano izquierda se metió bajo mi playera y esta vez y por única ocasión, estaba agradecida de haber usado algo lo suficientemente suelto para ocultar su mano frotándome por debajo. Buscó dentro de mi playera y mi sujetador. Tomó mi pezón izquierdo y lo rodó entre dos dedos, provocando la delicada dureza. Pellizcó suavemente, retorciéndolo y luego amasando por completo mi seno en su mano.

Entonces, sin previo aviso, metió su mano en mi falda y debajo de mis leggings, yendo directo a mi coño. Empezó a follarme con los dedos fervientemente, solo dentro y fuera, dentro y fuera, rápido y duro. Su palma frotaba mi clítoris fuerte, mientras bombeaba dentro y fuera de mi apretado, húmedo y caliente coño y era una locura, una puta locura. Placer, frío y caliente, recorrió todo mi cuerpo. No sabía en qué concentrarme, si en sus largos dedos follándome, su respiración entrecortada y alocada en mi oído o en el hecho de que estaba a punto de correrme en un tren lleno de gente. Presioné mi culo contra su dura polla, restregándome. Él empujo contra mí y sabía que él se moría por embestir dentro de mí. Y deseaba que lo hiciera, grandísimo hijo de puta, sí, lo deseaba.

No tuvimos que esperara demasiado antes de que ambos obtuviéramos nuestros deseos.

xxx


N/A

¿Están inquietas y cachondas? Platíquenmelo. Demuestren su amor y comenten.

1 Un geoduck es una almeja gigante y resulta ser la mascota oficial de la Universidad Estatal de Evergreen.