Primero que nada quiero hacer una dedicatoria. Tsuchi-chan esto va para ti con todo mi cariño, gracias por volverte una personita especial, una buena amiga y una lectora de mis absurdas cosas. Este fic te lo dedico por ser tan buena niña y porque fuiste tú quien me recomendó este anime, gracias. Y por favor sigue con tu historia "De Ensueño" y con la original y con todo lo que quieras escribir.

Ahora, segundo, las aclaraciones: Yo no me he leído todo el manga, bien sólo me he leído el final porque quería ver como acababa en el anime y como en el manga, así que no se muchas cosas esenciales. Es decir que esta historia será del anime y no del manga. Pero da comienzo dos meses después del final en el manga, que como ya dije es lo único que me leí. Bien, creo que eso es todo.

Disclaimer: Los personajes utilizados en esta historia son propiedad de Nakahara Aya, yo los uso por diversión y sin ánimo de lucro.

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De pequeñas grandes inseguridades

— Hola, Risa —saludó Kohori, al entrar en su turno, un chico chaparrito de cabello negro y con unos mechones tintados.

— Hola, Kohori, ¿cómo va todo?

— Oh, bien, todo muuuuy, muuuuuy bien —contestó éste con una enorme sonrisa.

Risa se colocó su delantal, acomodó su peinado completamente recogido y giró a ver al chico.

— ¿Todo muuuuuuuy bien? —hizo una extraña mueca que casi le distorsionó el rostro.

— Cuando entrecierras los ojos de esa manera, sacas tus dientes como conejito por tus labios que quedan en una perfecta línea... Te ves tan...

— De miedo.

— No, tan linda —Kohori giró rápidamente a ver quién había dicho eso, pues no había sido Risa.

— Par de holgazanes, muévanse a trabajar —Matsubara-san estaba parada en el marco de la puerta que conectaba la cocina con el mostrador del restaurant.

— Por supuesto, Matsubara-obasama.

Kohori le dio un codazo a Risa. Esa chica por más tiempo que llevara trabajando ahí seguía olvidando que la encargada odiaba que le dijeran así.

— ¿Qué fue lo que dijiste, Risa-chan?

— Que guapa se ve hoy —contestó ella de inmediato, usando otra de sus extrañas muecas—. ¿Qué fue lo que hizo? ¿Cambió el lado de su peinado? ¿Se maquilló diferente? ¡Oh, ya sé! Son su pendientes, si, son sus pendientes, le van genial, Matsubara-san.

— Gracias, Risa-chan, me los he comprado el día de ayer, me han costado bastante pero son muy lindos —mencionó la encargada tocándolos—. Pero a lo que vine, vayan a trabajar que ya ha comenzado su turno.

Risa y Kohori salieron de la cocina.

Desde dos semanas atrás Kohori había pasado a ser mesero además de cocinero pues les hacía falta personal y Matsubara-san lo intercambiaba entre cualquiera de los dos, dependiendo de dónde se necesitara más.

— Ahora sí, cuéntame el por qué de tu sonrisota.

Risa le dio un par de codazos a Kohori pero al ser más alta e ir de despistada (como siempre lo hacía) no se fijó y terminó estampándole el codo en la cara.

— ¡Auuuuuch! Risa, ten más cuidado.

— Lo siento, Kohori, no me fije —la chica se acercó al chico y comenzó a sobarle la mejilla.

Justo en ese momento Ootani iba entrando al restaurant. Vio aquella escena, se acercó a ellos y con un gesto entre aburrido y molesto apartó la mano de Risa.

— Si yo fuera tu no haría eso.

— ¡Ootani! ¿Celoso? —Risa arqueó las cejas repetidamente.

— Por supuesto que no, alguien como tú no ocasionaría que me dieran celos.

— Por si no lo recuerdas, apenas unos meses atrás tú rompiste conmigo por creer que te engañaba con él —señaló ella rápidamente.

— ¿Sabes, Risa?, eso no es algo de que alegrarse y que presumir —Ootani puso los ojos en blanco—. De hecho, viniendo de ti, casi se oye patético.

Risa le sonrió con molestia y le soltó un merecido zape.

— Dime, ¿qué estás haciendo por acá?

— Vine a comer, ¿qué más podría hacer en un restaurant? —Ootani fue a sentarse.

Risa negó con una sonrisa. Estuvo por ir a atenderlo pero le hablaron de una mesa que ya estaba ocupada. Kohori fue a tomarle la orden a Ootani. Pronto el restaurant se llenó y Risa ya no tuvo oportunidad de ir con su novio.

— ¿Para llevar? —Preguntó Risa, el hombre asintió y Risa tomó un plato—. Bien, ahorita le traigo su cuenta.

Risa dio media vuelta y caminó rumbo a la cocina.

— ¡Eh, Risa! —la llamó Ootani.

— Ah, Ootani, disculpa que no haya ido, ¿ya te vas?

— Si, ya —se encogió de hombros—. Eh... ¿Nos vemos esta noche?

— ¡Sí! —Exclamó Risa— Te veo en el karaoke de siempre.

Ootani asintió con rostro serio y se despidió con la mano al ver que Risa se iba hacia la cocina.

Risa esperaba a Ootani afuera del karaoke Abington. Su cabello estaba peinado en ondas, su maquillaje era suave. Llevaba puesto un saco rojo de doble botonera, una falda negra hasta mitad del mulso, con vuelo, unas delgadas mallas rojas y unos botines negros de terciopelo. Movía el pie con insistencia. Ootani debería de haber llegado desde hacía media hora. Sacó su celular de la pequeña bolsita de correa larga que llevaba. No tenía ningún mensaje ni ninguna llamada.

— Hola —saludó Ootani llegando.

Risa dio un saltito. Ootani se veía tan guapo. Con su pantalón de mezclilla, su camisa de manga larga azul, su chaqueta verde musgo, y un gorro y una bufanda a juego con su camisa.

— Llegas tarde —medio gruñó y puso las manos en jarras. Por un instante se le olvidó que le iba a reclamar eso cuando llegara.

— Si, bueno, tuve unos...

— Ok, te perdono —dijo Risa rápidamente y lo jaló de la mano para entrar al karaoke.

Ootani sonrió y se dejó llevar.

Estaban sentados tomando unas ricas bebidas cuando Ootani se le acercó a Risa.

— Oye, vámonos —se levantó y la arrastró fuera del lugar.

— Pero...

— Vámonos.

Risa hizo un puchero, ella estaba muy a gusto, aun no se quería ir. Ootani le tomó de la mano y la guio hasta afuera, ocultando bien su desconcierto. Ambos estaban callados, parados a la orilla de la acera. Risa estaba masajeándose con Nako-chan, una compañera suya de la escuela. Su lindo novio la sujetaba con una mano, con la otra hizo la seña para parar a un taxi que pasaba.

— Risa —exigió su atención.

La chica levantó la vista de su celular, le sonrió en forma de disculpa y lo siguió. Se extrañó, ¿y ahora por qué tomaban un taxi?

— ¿A dónde vamos? —cuestionó al subir al taxi.

Ootani no le contestó. Cerró la puerta y fue a subirse por la otra. Ya adentro se acercó mucho al conductor y le dijo a donde se dirigiera.

— Mucho misterio, ¿no? A poco me vas a matar y vas a aventar mi cuerpo en algún basurero.

— Risa, ¡de verdad que tú no eres normal! —Ootani la miraba con tanto amor. Risa no podía sentirse más afortunada

— Por eso me quieres —ladeó la cabeza y le dedicó una enorme sonrisa.

Ootani asintió y se perdió en su mirada. La quería por eso y por todo lo que era y representaba para él. La amaba y no veía su vida sin ella.

Después de unos minutos de camino Ootani se quitó la bufanda.

— Mmm, ¿Ootani?

El chico le colocó la bufanda en los ojos.

— No te la quites —la regañó.

— ¿Por qué no? —Reclamó ella— ¡Oh, me tienes una sorpresa! Bien, entonces me quedo así.

Ya contenta, y después de por fin captar las cosas, se acomodó bien en el asiento. Jugó unos momentos con sus dedos —por las ansias—. Ootani sonrió complacido y la acercó a él. Risa se movió un poco para poder dejar su cabeza sobre el hombro de su novio. Así viajó el resto del camino. En silencio y pensando en el otro.

El taxi paró. Ootani le pagó al conductor. Se bajó y fue a abrirle a Risa. La ayudó a bajar, la tomó del brazo y la guio a una entrada, después por unos pasillos y unas escaleras. Abrió por ultimo una puerta que rechinó de una manera conocida. Se paró tras ella y jaló la bufanda, deshaciendo el nudo. La bufanda quedó en la mano de Ootani y Risa pudo ver la maravillosa sorpresa que le tenían preparada.

Estaban en la azotea de la que fuera su anterior preparatoria, donde tantas cosas habían vivido. Donde ella se le declaró aquel día. Donde se volvieron algo más que amigos.

Ootani se había tomado la molestia de decorar el lugar con decenas de globos con helio, en forma de estrellas y de colores brillantes y metálicos. En medio había colocado una manta gris. Encima había dos mantas más, éstas dobladas, una canasta de mimbre, una bolsa blanca de plástico y una bolsa de regalo plateada.

Ootani se adelantó, tomó la bolsa de plástico y se acercó hasta la reja de malla. Colocándose en cuclillas sacó un encendedor de su pantalón y unas cosas de la bolsa. Risa se acercó. Ootani se levantó y un chillido estrepitoso se oyó. Luces chispeantes rosas, anaranjadas, verdes, rojas, azules y moradas estallaron en el cielo. Fuegos artificiales.

— ¡Ootani! —exclamó completamente emocionada Risa.

Ootani se dio la vuelta, le sonrió dulcemente, la jaló del cabello y le dio un beso.

— Me has sorprendido —aseguró al separarse de su novio—. Esto es tan hermoso, tan inespe-ra-do —Risa partió las palabras al darse cuenta de la situación.

¡Vaya que era tonta! Lo había olvidado por completo. ¿Cómo había sido posible? Dentro de sí, en su imagen mental, se miraba a ella corriendo a gran velocidad para estrellarse contra una enorme montaña que lanzaba una avalancha de nieve y rocas sobre ella.

— ¿Inesperado porque haya hecho todo esto? O, ¿inesperado porque lo haya recordado? —Ootani sentía una enorme satisfacción pero entonces vio algo en la mirada de Risa que no le gusto— Inesperado porque pensabas que era un día normal, no recordabas que hoy cumplimos un año —aseguró sorprendido y... Dolido.

— Amm, Ootani, yo, je, es muy gracioso, mira... Bueno, gracioso no, lo que pasa...

Ootani se alejó de ella.

— Es increíble, ¿sabes lo que me esmeré en hacer todo esto? ¿El tiempo que planeé todo? —Ootani negó con la cabeza y salió de ahí.

— ¡Maldición! —masculló Risa por lo bajo, enfadada consigo misma, y corrió tras Ootani— ¡Hey! ¡Espera!

Que rápido caminaba Ootani, ya iba bajando las escaleras. Risa llegó a la puerta, vio lo lejos que iba su novio y apuró el paso.

— ¡Ootani! ¡No te vayas! —gritó fuertemente, apenas comenzó a correr, pisó el segundo escalón y casi cayó por falsearse el pie— Auuuuch.

Ootani no hizo caso a Risa, ni pensaba hacerlo, es que, ¿cómo estaba eso de que se le había olvidado que era su primer aniversario? De verdad, eso no tenía ningún sentido. Risa era de esas chicas que recordaba todo, hasta el mínimo detalle, ninguna fecha se le pasaba por alto, cumpleaños, días feriados, el comienzo de alguna serie que quisiera ver, el día en que Omibozu lanzó su primera canción. ¡Vamos, que era chica, eso lo decía todo! Y ahora resultaba que no se acordaba, ¡si ese era él!

Sabía que tal vez, tal vez no debería enojarse tanto... ¡Qué demonios! ¿Cómo no iba enojarse? Lo había hecho por ella, y ella ni siquiera lo recordaba... Entonces, ¿no era eso tan importante como para que lo recordara?

Salió de la escuela enojado. Mejor después hablaba con ella porque si no... Ya después le gritaba o hacia lo que fuera a hacer, no quería arrepentirse de decir algo.

Risa subió de regreso los dos escalones que había bajado. El pie le dolía horrible, por más que quisiera alcanzar a Ootani no lo iba a conseguir. Fue hasta la manta que había colocado su novio —casi arrastrándose— y se sentó. Le echó un ojo a la bolsa, pensando en no abrirla, pero para cuando ya se había dado cuenta ya la tenía en sus manos. Se regañó mentalmente pero aun así la abrió. Primero sacó un marco blanco repleto de estrellas que destellaban plateadas. La fotografía que tenía mostraba a un Ootani más alto que ella, él estaba sin camisa y ella en bikini. Ese día estaban en la playa, el cielo se veía de un celeste hermoso, los rayos del sol iluminaban todo y se reflejaban bellamente en el mar, ellos jugaban al disco cuando Risa cayó hincada al haberse tropezado con un balde de plástico, Ootani fue ayudarla, se paró frente a ella y le sonrió, Nobu vio la imagen que se había formado y de inmediato les tomó la foto. Era una imagen muy linda a decir verdad, de las favoritas de Ootani.

Luego sacó un CD. Era el primero que Omibozu había sacado y estaba autografiado. Ella nunca había podido encontrar la primera versión y había tenido que comprar la segunda que salió, donde tenía dos tracks más.

Por último su mano topó con una cajita. La sacó, era gris y de terciopelo, dentro había un anillo de plata con un pequeño diamante rosa de corazón. Era tan perfecto y hermoso... ¡Ah, como se le había olvidado! No, eso sí que no lo iba a poder comprender.

Metió todo de regreso a la bolsa, se tiró hacia atrás y observó atentamente las estrellas. Que mal se sentía. Pero no iba a ponerse triste por haber cometido un error tan grande, si era muy grande. Ootani no era de esos chicos que van recordando fechas o cosas así, por eso lo que acababa de hacer era muy especial, demasiado especial, y por eso se había molestado tanto, por eso seguro que no la querría ver en unos días. Pero ella haría algo especial, si, de hecho ya tenía planeado hacer algo para ese día, sólo que se le habían ido los días más rápido de lo debido.

Tomó la bolsa y se levantó. Caminó con dificultad, cojeando, hasta la puerta y apretando los dientes por el dolor, bajó las escaleras. Si por ella fuera se hubiera quedado ahí, pero tenía que regresar a casa.

Ootani estaba por llegar a su casa. Iba pateando con fuerza la misma piedra desde diez manzanas atrás. Golpeó con fuerza la roca y esta fue a impactarse directamente a la pierna de Kohori.

— Hey, eso dolió —se quejó el pequeño (pero más alto que Ootani) chico.

— Hola Ootani-kun —saludó Mimi— ¿Por qué traes esa cara?

— Por nada... ¿Cuál cara? —Ootani desvió la vista a las manos de ambos chicos, estaban entre lazadas. Mimi se soltó de inmediato— Nos vemos.

— Oye, ¿no ibas a salir con Risa? —inquirió Kohori con una ligera desilusión en la mirada.

— Eso no te importa —contestó enojado y se fue hacia su casa.

Kohori se quedó sorprendido, no era nada común que Ootani respondiera de esa manera. Pero eso a él no le importaba, bien, si lo hacía, pero en esos momentos no. Lo que había hecho Mimi lo había dejado con un extraño sentimiento que hacía que todo lo demás le diera igual. Ellos estaban saliendo desde semanas atrás. Le dio una larga mirada. Ella estaba concentrada viendo a Ootani entrar en su casa. Vaya, ahora comprendía que en realidad a Mimi aún le seguía gustando su vecino. Totalmente triste se alejó de ella. Mimi ni lo notó. Kohori se dio la vuelta y comenzó a caminar sin rumbo alguno.

Para cuando Mimi salió de su embobamiento y notó que Kohori ya no estaba con ella el chico ya iba a más de veinte casas de ahí. Mimi se extrañó, se encogió de hombros y entró a su casa.

A Risa todavía le faltaba una manzana por recorrer para llegar a su casa. Se recargó en un poste. No podía más. El tobillo la estaba matando. ¿Y si en lugar de una simple torcedura se lo había quebrado? Ahhh, no quería ni pensarlo. Su hermano era un desalmado, mira que no querer ir a recogerla. Se separó del poste dispuesta a comenzar su andar nuevamente. Un paso, después el otro y ¡zaz! Se fue de frente. Sintió el pavimento golpeando su cara y el resto de su cuerpo, causándole daño... Abrió los ojos, ni siquiera había tocado el suelo. Entonces las sensaciones reales llegaron. Unos brazos fuertes y largos la sujetaban con fuerza por la cintura desde la espalda. La movieron hasta que tomó la postura normal pero no la soltaron.

— ¿Te encuentras bien? —preguntó un chico desde atrás. Risa sintió su aliento en la cabeza y un escalofrió recorrió su cuerpo. Se alejó.

— Si, gracias —dio un paso y nuevamente estuvo por caer. Su pie estaba demasiado lastimado como para seguir caminando o siquiera para permanecer ella sola en pie.

El chico se colocó a un lado de ella sin soltarla. Risa volteo. El chico era muy atractivo. De tez melocotón, cabello negro y ojos azules, por lo menos unos seis centímetros más alto que ella y al parecer muy buena complexión física.

— Te ayudo —dijo él tomando la bolsa de regalo de Risa—. Soy Konatsu. A perdón, Nagato Konatsu. Es que he vivido mucho años en América y allá no se acostumbra presentarse con el apellido.

— Koizumi Risa —ella se sentía algo incomoda pero, él no parecía un mal chico—, oye no te quisiera molestar, de verdad.

— Hombre, no te preocupes. ¿Vas derecho?

— Si —asintió Risa con cansancio—. Todavía me falta una manzana para llegar a mi casa.

— A mi también —declaró el chico.

— Nagato —susurró Risa— ¡Son los que se acaban de mudar! Tienen como tres días.

— Así es —confirmó Konatsu— ¿Vives por ahí?

— Sipi, a tres casas de la tuya.

Las clases habían terminado. Ootani guardaba sus cosas con parsimonia mientras su mente divagaba. Ya no estaba tan furioso como la noche anterior, pero aun así seguía bastante molesto con Risa. Ni siquiera le había mandado un mensaje para disculparse o le había llamado. Eso le molestaba todavía más.

—... y de ahí nos vamos a jugar un rato, ¿cómo ves? ¡Ootani! —gruñó Shinji, un compañero de clases de Ootani.

— ¿Qué? —él pequeño chico no había escuchado ni la mitad de las cosas que le había dicho su amigo.

— Te dije que si quieres ir con nosotros a comer algo y después a jugar un rato basket —repitió Shinji.

— Ehh, no puedo, tengo algo que hacer.

— Ahhh, vas a ver a Risa —dijo burlón—. Deberías de decirle que te suelte un poquito la correa. Bien, entonces nos vemos.

Shinji y los demás salieron del salón. Ootani terminó de recoger sus cosas, sacó su celular y le dio otro vistazo. Nada. Tal vez no traía crédito y por eso no se había comunicado con él. Guardó su celular y salió de la escuela.

Llegó a Ikebe ya calmado, dispuesto a no estar enojado con su novia, tampoco era como si a él no se le hubiera olvidado antes alguna fecha importante. Con un rostro calmado, mas no serio, entró. Al instante, y con la velocidad de un pestañeo, la decisión que había tomado de no estar molesto con Risa desapareció. Ella estaba en el mostrador, platicando animadamente con un tipo alto y bien parecido. Fue hasta donde su novia —ahora si con rostro enojado, intentando ocultarlo— y se colocó a un lado de aquel tipo. Inmediatamente sintió que ese había sido un error pues sintió que el venia de Chikitolandia y ahora estaba en Enormelandia.

— Ootani —saludó Risa con una sonrisa y puso cara de pedir disculpas—. Ootani, lo de anoche, yo... Discúlpame, de verdad.

— ¿A qué hora sales? —dijo Ootani algo frío.

Risa lo observó extrañada. De inmediato comprendió que su olvido no iba a ser perdonado tan fácilmente.

— A las ocho, ¿me esperaras? —preguntó ilusionada.

— Si, estaré en el parque, cuando salgas vengo.

Sin darle oportunidad a Risa de que contestara, Ootani se marchó. En su camino al parque, que quedaba a cuatro cuadras del Ikebe, Ootani dejó que sus celos y aquellas inseguridades que venía acarreando desde secundaria se apoderaran de sus pensamientos y que transformaran por completo una simple imagen.

"Quizá solo era un cliente". Se dijo a sí mismo. "Si sólo era un cliente, ¿por qué hablaba tan animadamente con él?".

"Ella siempre es así, es buena haciendo amigos". Respondía en su mente aquella vocecita buena. "¿Y tuvo que escoger un chico atractivo y alto para ser amistosa habiendo muchísimos más clientes?". El lado malo no quería dejar de lanzar veneno.

"Seguramente fue él el que se acercó, como ella es muy buena persona le correspondió". Volvió a decir la voz buena. "¿Estás seguro? ¿Puedes asegurar que así fue? Además, si correspondió en una plática, ¿en qué más le correspondería... o correspondió?". Insistía la voz mala.

"Ella no es así, vamos estamos hablando de Risa". Aseguró la voz buena. "Si pero, qué casualidad que anoche olvida el aniversario y hoy está con él". La voz mala no quería ceder. "¿Y si ahora está saliendo con él? ¿Y si te está engañando? Tal vez por eso últimamente te ha olvidado, tal vez por eso no le dio importancia a algo tan importante".

Ootani llegó al parque y se recargó en un frondoso árbol que no tenía hojas. Dejó resbalar su cuerpo y quedó mal sentado en el césped frío. Su cabeza daba vueltas y más vueltas. Se reprendía así mismo por pensar la clase de cosas que pensaba y al mismo tiempo un "¿y si sí?" aparecía.

El resto de la tarde se dedicó simplemente a pensar en lo mismo, a ver las fotografías de ellos, a leer los mensajes de texto, los correos, a recordar cada llamada, cada vez que salieron, que estuvieron juntos, todo con tal de hallar una especie de indició que mostrara el alejamiento de Risa, algún detalle que demostrara que la voz malvada de su interior tenía la razón.

La hora de que fuera a por Risa llegó. Ootani, como no queriendo llegar y enterarse de la verdad, alentó cada paso más que el anterior. Por fin llegó a la entrada del Ikebe y sus sospechas cobraron más valor. Aquel chico aun seguía ahí. Ahora venía caminando a la par de Risa hacia la salida. Ootani enfureció, sentía la enorme necesidad de marcharse de ahí pero la necesidad de reclamarle a Risa era mayor.

— Ootani —Risa, con una sonrisa, se le adelantó a su acompañante.

"Que hipócrita" pensó Ootani.

— ¿Te sucede algo? —cuestionó la chica al notarlo extraño.

— ¿Quién es él? —apuntó despectivamente Ootani al otro chico.

— Ah, es Konatsu, él...

— ¿Me estas engañando con él? ¿Lo prefieres a él solo por ser alto? —Ootani no pudo más y soltó aquello que tanto lo aquejaba.

Risa, indignada, puso un gesto de incredulidad. Estuvo a nada de gritar mil cosas pero recapacitó. A su mente vino el día de su cumpleaños, cuando conoció a los amigos de Ootani y que este olvidó que fecha era. Recordó cómo se sintió y que hasta pensó que le daba vergüenza que la presentara como su novia.

Risa respiró profundo y compuso una sonrisa totalmente sincera y enamorada. Se acercó a su pequeño novio, lo tomó de la camisa y lo jaló hacia ella, plantándole un beso.

— Te amo Ootani, y nunca podré amar a alguien que no seas tú —lo miró directamente a los ojos—. Él se acaba de mudar a unas casas de la mía. Viene de los Estados Unidos, sabe surfear.

Ootani apretó los ojos y la boca, ahora comprendía todo.

— Hace un par de meses te compré una tabla de surf. En realidad la mande a hacer especialmente para ti. Se suponía que te la iba a dar anoche, pero sabes que no soy especialmente buena en la escuela, y con los exámenes trimestrales y el trabajo me he estado estresando un poco, así que lo olvidé. No entiendo cómo, la verdad, si es que tengo la tabla en mi cuarto y la veo todos los días —Risa soltó la camisa de su novio y dejó caer las manos a sus costados—. Yo le pedí a Konatsu que viniera, ayer le pedí de favor que en verano te diera unas clases de surf.

Ootani estaba completamente avergonzado, y como no estarlo después de haber formulado tantas y más estupideces en su cabeza y aparte haberle gritado esas incoherencias a su novia. Si lo bueno era que no había dicho todo lo que quería decir y que se había quedado atorado en su garganta.

Tomó las manos de su amada novia entre las suyas y no dejó de mirarla.

— Perdóname por ser tan tonto, tan estúpido e inseguro —el chico se sentía completamente arrepentido—. Es sólo que tú te mereces a alguien mejor que yo, a alguien...

Risa soltó la mano de Ootani y le propinó una tremenda bofetada que le giró el rostro.

— Jamás vuelvas a decir eso —le gritó no muy fuerte—, jamás Ootani, no hay nadie mejor, ni nadie con quien yo quiera estar que no seas tú, ¿cuantas veces necesitas que te lo repita para que me creas?

Ootani regresó el rostro hacia su novia con lentitud.

— Perdón, nunca volveré a decir eso. Pero el que tú me digas esas cosas es lindo, si las repites yo no me quejaría —le sonrió tan dulcemente que el aire de los pulmones de Risa escapó.

Ella también le sonrió, lo abrazó y le susurró:

— Te amo.

— Yo te amo más —correspondió Ootani.

Después de unos minutos se separaron.

— ¿Quieres ir a ver una película? —Preguntó Risa— Yo invito.

— Por supuesto.

Risa hizo el ademan de querer acomodar la correa de su bolso pero no lo halló.

— Espérame cinco minutos, olvidé mi bolso en el restaurant.

Risa fue y vino rápidamente, cuando salió Konatsu ya no estaba y Ootani tenía una mueca en la cara.

— ¿Qué pasa? —lo cuestionó rápidamente. Lo único que faltaba era que ya se hubiera vuelto a enojar.

— No, nada —contestó el chico y le regalo una sonrisa a su novia. La tomó de la mano—. ¿Nos vamos?

Risa asintió y ambos comenzaron a caminar. Ootani oía parlotear a su chica, y asentía cuando debía ser necesario, pero su mente no estaba concentrada en ella, no en esos momentos. En lo que el chico invertía su concentración era en las palabras que el tal "Konatsu" le había dedicado antes de irse, cuando Risa había entrado por su bolso.

"Tienes razón" había dicho Konatsu al pasar a un lado de él, totalmente calmado "Risa merece algo mejor que tú. Ella merece a alguien que no dude de su amor". Y antes de que Ootani le contestara el chico ya se había marchado.

— ¡No me estas prestando atención! —se quejó Risa.

— Disculpa, es que intentaba recordar que tarea nos dejaron —mintió el chico.

— Sera mejor que no vayamos al cine si tienes deberes pendientes.

— No, no te preocupes, es para el próximo miércoles, sólo que... Olvídalo —movió su mano libre— ¿Qué decías?

— Ahm, si, que Nobu-chan... —continuó la chica.

Ootani la observaba hablar. De verdad la amaba. Y ella lo amaba a él, lo sabía. No había porque complicarse, ni porque buscar un trasfondo donde no había nada. Las palabras de Konatsu no lo iban a afectar. Ya no sentiría esa estúpida inseguridad que lo invadió espontáneamente y sin razón alguna. Lo único que haría sería ser feliz, amar a Risa como la amaba y hacer todo lo que estuviera en sus manos y hasta más para verla siempre así, con una sonrisa en su rostro, animada, feliz.

...

Hola! Díganme, ¿qué les pareció? ¿Está muy equis, muy sencillo? ¿Esta pasable o agradable? Bueno si quieren decírmelo pueden hacerlo con un review, jeje.

Tsuchi-chan, ¿te ha gustado? ¡Ay, espero que sí! Créeme que lo he hecho con mucho cariño. Te cuento, de hecho iba a ser muchísimo más largo, y cuando digo más es maaaaaaaaaaas. Nobu-chan, Nakao-chi, Mimi y Kohori también iban a tener su protagonismo pues tenía cosas preparadas para ellos y este en si no era el final, si no el "intermedio" por decirlo así, pero si ponía todo lo que quería pues iba a quedar un enorme y chocante one-shot así que se tuve que acortarlo bastante pero es que no te quería causar un dolor de cabeza. Espero que te guste hermanita ;D