Hey Arnold no me pertenece son propiedad de Craig Bartlett y Nickelodeon.
"En mi corazón"
Hoy se cumplen siete. Siete largos años que han pasado desde el día que se marchó de su ciudad natal, siete años y aún extraña aquel lugar al que ha decido nunca regresar por el bien de su salud mental. Siete años son el tiempo que lleva en aquella otra ciudad y aún no logra acostumbrarse por completo a sus tumultos. Siete, irónicamente, también son el número de pisos que la separan de su hogar. Un pequeño apartamento situado en un edificio antiguo de la calle "The rook", modesto, sin muchos lujos, pero con todos los servicios básicos, en una muy buena ubicación y bastante acogedor. Lo había alquilado a un precio justo sin dudarlo luego de haberlo visto, porque desde antes de mudarse era amante de la arquitectura en estilo románico, porque le da un acceso rápido a la estación "Dante" del subterráneo que le permitía llegar puntual a su trabajo sin tener que madrugar tanto y sin tener que gastar mucho, además, de gozar una política de cero niños. A ella le gustaba esmerarse en su trabajo, comúnmente, lo hacía por las noches, por más que lo intentará su creatividad sólo despertaba a altas horas por eso su hora de dormir solía ser al amanecer y unos vecinos con hijos no le resultaban apropiados para dormir por las tardes si se desvelaba. Recién instalada había descubierto que le gustaba, también, detenerse frente a su ventana y mirar la ciudad, donde la demencia de las prisas y la hora pico no la tocarán y, solamente así, poder reír un rato de lo que vivía a diario. Sus días de descanso solía sentarse en un gran sillón en aquel sitio a disfrutar de una taza de café o chocolate mientras leía los periódicos acumulados de la semana. Hoy era sábado, su día de descanso, curiosamente no estaba en el sillón.
— Grandioso —se queja porque tiene que usar las escaleras habiendo un elevador en el edificio. No funcionaba y se trataba de la tercera vez tan solo en la semana. Hoy no sentía con deseos de discutir, pero mañana volvería insistir a su rentero. Por ahora, no había remedio, tenía que subir uno a uno los escalones hasta llegar al piso donde se ubicaba su apartamento. Llegó y recordó que tenía las manos ocupadas y necesitaba de las llaves para abrir. No le costó mucho decidir dejar caer la despensa y las zapatillas que se había quitado luego del segundo piso, no le gustaban, haciendo excepción de su bolsa de mano porque ahí debían de estar las llaves.
Y luego de mucho revolver el interior de su pequeña bolsa negra, logró encontrarlas, seleccionó una y se acercó a introducirla a la cerradura para darse cuenta que la puerta ya ha sido abierta. No podía ser posible tanto tiempo perdido, rodó los ojos hasta ponerlos en blanco, pero decide no molestarse demasiado. Tenía que reconocer que era su culpa, debía tener en cuenta que no vive sola y que ya es tarde, por lo tanto debía saber que él ya estaría en casa. Así que decide tomar las cosas que había dejado en el suelo, entrar y cerrar la puerta haciendo uso de su cadera.
— Hasta que te veo, cariño —le dice un hombre saliendo de una habitación, deteniéndose frente a ella. La había estado escuchando quejarse del estúpido elevador desde que había estado buscando las llaves afuera en el pasillo. Sin embargo, no quiso interrumpirla.
— Ni que me hubieras dejado de ver por años— responde dejándose caer sobre su sillón favorito.
— ¿Sabes, cuando dijiste esta tarde que tenías cosas que hacer no me imaginaba que desaparecerías?
— Traje despensa —se defiende señalando las bolsas que traía cargando.
— Bien, no es suficiente, pero eso ya no importa— dice perdiendo el interés —. Ahora mejor vístete.
— ¿Por qué? —Cuestiona mirándolo con fingida ira —Además, por si no lo notaste, ya estoy vestida, genio —agrega entre risa, le divierte la falta de elocuencia.
—Eso dices, pero no te dejaran pasar con esas horribles fachas —responde con una sonrisa de oreja a oreja.
Estaba tan cansada, tan fastidiada, tan llena de otros pensamientos que ni siquiera se había percatado, antes, que la persona con la que dialoga lleva puesto un traje gris muy elegante, con una camisa blanca y una corbata azul turquesa. Muy atractivo.
— Sé que te gusta vestir bien, pero... ¿Traje el fin de semana? Déjalo para el trabajo.
— Apúrate que vamos a llegar tarde —interrumpe su frase sin ninguna educación.
—¿De qué hablas?, ¿te has vuelto loco, Liam?, ¿la altura te ha afectado el cerebro?
— Nada de eso, Helga.
—¿Entonces? ¿A dónde demonios piensas que debemos ir?
— Al "Salón Faroles".
—¿Qué? —lo observa con ojos de plato, incrédula.
El "Salón Faroles" es el restaurante más reconocido, elegante y costoso de la ciudad y uno de los más costosos en Inglaterra. Solo grandes personalidades entran a ese lugar y ella estaba segura de saber que estaba muy lejos de pertenecer a ese grupo social. Y ahora él le estaba pidiendo que se vistiera para asistir. Debía estar demente.
— ¿Bromeas?
—Para nada, el Sr. Waring solicito nuestra presencia—explicó con una amplia sonrisa.
Los ojos de Helga se abren aún más. No podía créelo o explicárselo. El Sr. Waring era un hombre importante de edad avanzada, pero todo un roble. Fundador y presidente de la casa editorial "Box of life", la más importante y con mayor credibilidad de toda Inglaterra. El jefe directo de Helga y Liam.
—¿Crees que él...?
— Existen posibilidades —agrega él pues sabe a qué se refiere.
— ¡Aaaaaah! —Grita emocionada, no se contiene y se lleva ambas manos a la boca —¿Lo imaginas? Que por fin acepte el lanzamiento de mi libro —no puede creerlo, no le gusta hacerse ilusiones antes de tiempo y ya es tarde para pensárselo, se deja llevar y comienza a danzar por todo el lugar. Acto que es seguido por la mirada divertida de Liam —¿Puedes imaginarlo? —Se detiene en seco con una mano en la cabeza—. Tengo que cambiarme —corre hacia la única recamara del departamento.
Ella se detiene justo en el marco de la puerta. Liam se acerca.
— ¿Qué sucede? —inquirió tenue.
— Y si no se trata de mi libro
— Sin negatividades.
— No tengo nada que ponerme -dice seria y con un dejo de tristeza—Tú bien sabes que todo lo deje haya. Me salí con las manos vacías.
—Perdón... casi lo olvido – se disculpa y la hace a un lado para entrar a la habitación y tomar un par de bolsas que están sobre la cama —mientras tú estabas en sabrá dónde — recalca sus palabras—. Yo fui a comprarte esto —de una de las bolsas saca un hermoso vestido de noche azul turquesa como su corbata —y también esto —abre la segunda bolsa y muestra un par de zapatillas que van con el vestido.
— ¡Oh, por dios! ¡Te besaría! —se lanza a abrazarlo —. Gracias —le agradece en un susurro al oído.
— No me las des, mejor vete a arreglar que se nos hace tarde.
— Por supuesto — le sonríe y toma los obsequios.
...
Liam conduce un auto color plateado, a lado de él va Helga. La chica no deja de hablar de lo emocionada que se encuentra. Lleva dos años trabajando en "Box of life", había iniciado recién graduada de su licenciatura en periodismo, sufriendo dos meses sin salario entre los demás aspirantes que se interesaban por el empleo. Helga resulto triunfadora entre las docenas de chicos, desde entonces, la rubia había comenzado a ascender hasta el puesto que llevaba ahora. Y desde hace seis meses lleva intentando persuadir a su jefe para que publique su primer libro.
Por su parte Liam es un chico que ha estudiado diseño gráfico, es dos años mayor a Helga, lleva tres años trabajando en la empresa. Él es rubio y tiene unos ojos azules parecidos a los de ella. Trabaja a su lado y sin embargo, la conoce desde mucho antes, de hecho él le había avisado cuando solicitaban para el empleo, la convenció y la apoyo para dar el primer paso. La había conocido desde el primer día en el que ella llego a instalarse a ese país, pues se mudó justo al lado de donde el residió junto a su madre y también asistía a la misma universidad, así que era su vecino y compañero. Tiempo después se convirtió en su mejor amigo, colega y "novio".
...
Se detuvo en la entrada del restaurante e inmediatamente fueron asistidos por un valet parking del lugar. Se adentraron al salón. Era más bonito de lo que imaginaban, con sus grandes lámparas colgando del techo, sus arreglos florales totalmente naturales y arte barroco mezclada con modernidad tecnológica, extravagante, pero bien. Se presentaron en recepción.
— Por aquí, por favor —el hoostes les indico que lo siguieran hasta su mesa.
Lo siguieron, caminando entre los comensales con nerviosismo.
— Buenas noches —dijo Owen ya estando frente a su jefe y todos los que rodeaban a este.
— Mira, si son mis dos rubios preferidos —se levantó para recibir a los dos jóvenes y abrazarlos efusivamente.
Los presento ante sus acompañantes, que se trataban de sus dos socios y un abogado. Los jóvenes estrecharon cada una de las manos sin entender todavía cuál era el motivo para que ellos estuvieran presentes.
— Bien, ya estamos todos— dijo el fundador y socio mayoritario. El señor ha tomado mucho cariño a Liam y a Helga. Él tiene cinco hijos propios, tres varones y dos mujeres, pero ninguno de ellos se interesa por el negocio realmente. Solo piden su cheque sin falta cada mes. Mientras que a los rubios los vio abrirse camino en su empresa, pasando por diversas dificultades, que de alguna manera los admira. Conoce la historia profesional y académica de ambos pues mantiene buena comunicación con ellos.
...
La noche avanza su curso normal, ya habían consumido la entrada, el platillo fuerte y a punto de terminar el postre y todavía los jóvenes no sabían por qué habían solicitado su presencia en aquel bellísimo lugar. Helga se sentía impaciente y Liam podía notarla a leguas. La conoce perfectamente y empezaba a temer que en algún momento explotara...
Afortunadamente, Waring soltó la sopa poco antes de que Helga decidiera abrir la boca. Waring les explico que quiere internacionalizar la casa editorial y los ha seleccionado para quedar al frente en los EE. UU., les explico que quiere que viajen y abran mercado en la zona. Todo iba excelente hasta que pronuncio algo aterrador para Helga. Algo que en definitiva no era de esperarse.
—Viajaran mañana mismo. En la madrugada sale su avión con destino a Hillwood.
—No —. Se reusó de inmediato cuando escucho Hillwood. Cosa que sorprendió a los presentes.
— ¿Helga, que estás diciendo? —pregunta Liam, entre dientes.
— No tomare el vuelo —confirma a todos y nadie entiende el repentino cambio de la joven rubia.
— ¿Se trata de tu libro? —Cuestiona Waring — Podemos negociarlo —sabe el idioma de la joven —Helga, si tu logras abrir el mercado en los Estados Unidos el próximo libro que publicará esta empresa será el tuyo.
Su libro, ¿cómo se atrevía a Waring a chantajearla con eso? Era demasiado bajo, aunque tenía que reconocer el talento del viejo, tal parece que así había ganado su fortuna. Ha deseado tanto su libro. La oportunidad de que deje de ser un sueño esta justo frente a ella. Pero no está segura de querer pagar el precio.
—No puedo, discúlpenme —se levanta de su asiento y se retira.
—Supongo que tendré que buscar a otra persona —asumé Waring.
— Tranquilos, señores — pide Liam —por favor, no se precipiten, ahora vengo —también se levanta de su asiento y se retira.
...
— ¿Qué fue eso? —cuestionó apenas la encontró, sin ninguna cortesía.
— No puedo viajar a ese lugar.
— ¿Por qué no?
— Porque... porque no, no lo entiendes—Esperaba un taxi, pero ahora que Liam había llegado, empezó a caminar.
— No, a decir verdad no lo entiendo—la siguió— Helga has luchado muchísimo y ahora que estas más cerca te rindes, definitivamente no puedo entender eso. Eres Helga Geraldine Pataki —Usa sus palabras y se da cuenta que no sirvieron cuando ve la cara aburrida de ella. Todavía tiene algo bajo la manga, pero no está seguro de usarlo. Sabe que es doloroso y muy bajo, además podría terminar con "La vieja Besty" sobre su cara. Bien, para cosas desesperadas medidas desesperadas. Decide arriesgarse —. Tu padre tenía razón.
— ¡Cállate! —lo mira iracunda con el entrecejo fruncido. Le hierve la sangre, lo que ha dicho Liam debiera considerarse delito con sentencia a muerte.
— Eso me estás dando a entender —no aparta la vista. Es valiente o quizás Kamikaze.
— ¡RETRACTATE! —decide darle una oportunidad, Liam es ahora toda su compañía.
— Entonces, no te rindas ahora.
Helga parpadea con las palabras, se mantiene firme, de pie, pero sus ojos se vuelven cristalinos. Es impresionante como la chica puede cambiar de estado de ánimo. Ahora se mantiene sumisa entre sus pensamientos. No puede negar que Liam tiene razón. Hace siete años que llego aquel país contra su voluntad y no pudo hacer nada en aquel momento para volver, no tenía dinero, era dependiente de Bob. Pero eso no le impidió estudiar periodismo mientras su papá creía que estudiaba administración para un día hacerse cargo de su imperio. Su padre la había hecho renunciar a su amor, pero no a su vocación. Su vocación no, era lo que le quedaba de su dignidad, de su individualidad.
Hace seis meses, un día que preferiría no recordar les dijo la verdad, su padre enfureció, no reconoció sus logros. Ese día se despidió, ya no dependía más de la fortuna de su padre y definitivamente no estaba dispuesta a seguir bajo sus órdenes. Ese día se sintió libre, pero aún le faltaban dos cosas para confirmar su victoria. Una de ellas estaba muy lejos precisamente en ese lugar al que se niega volver y que seguramente ya la había olvidado o peor, la estaría odiando; la segunda cosa era su libro. Si su libro se publicaba significaría que Bob se equivocaba con respecto a su decisión. Era la mejor forma de recuperarse luego de tantos años.
¿Qué puede más su miedo por volver a ese lugar lleno de recuerdos o todo su orgullo? Helga tenía que pensárselo muy bien.
...
...
EN OTRO CONTINENTE...
El amor vive en cada uno de nosotros y el amor nunca se puede olvidar... Jamás. El amor verdadero persiste ante cualquier obstáculo… Se escucha esto de una pantalla plasma colgada a la pared. Tal vez una película romántica.
Pero hay alguien que no está de acuerdo con eso y ordena apagarlo. Su amor no supero todo. Ahí está, una vez más frente a la barra de aquel club de la zona centro, suele ir cada vez que terminaba con alguna novia y esta vez no es la excepción. Había llegado ahí después de haber cortado con Vanessa, su secretaria, o mejor dicho su ex-secretaria. Con ella rompió su marca personal sobre el tiempo que duran sus relaciones y no por larga sino al contrario, tan solo había durado tres días, solo tres miserables días.
Fue la novia numero diecinueve o quizás ya era la veintitantos, realmente no recuerda, ya perdió la cuenta y qué diablos importaba eso, no es como si a la número cien le fuera a dar un auto, un cheque por un millón de dólares o algo semejante, o sea que realmente no importaba que número le correspondía, lo que sí es importante es que sus esperanzas se extinguen ante la misma historia de siempre. Se preguntarán: ¿Cuál es la historia de siempre? La respuesta es simple; la veía, creía haberse enamorado, tomaba la iniciativa, conseguía novia nueva, al primer beso iba bien, el segundo no era nada, se daba cuenta que no eran más que otra chica, a veces superficial casi nunca brillante, pero el caso es que jamás la iba a amar, se desilusionaba, confirmaba que no llenaba el vacío y mejor la terminaba. Fin.
No había muchas variantes en sus relaciones, eran periódicas, diecinueve o veintitantos, todas tan cortas y tan iguales, quizás unas dos o tres diferentes con sexo o sin sexo, pero finalmente sin amor, sin algo que le provocara pedir más, el resto de la vida con la misma mujer. Nada, eso fue lo que sintió, nada, como nada que llenara el hueco en su corazón y ahí está, una vez más, frente a la barra de aquel club.
— Vamos Arnie, tomate una, está bien fría— dijo su amigo, intentando animarlo. Trabajaba cerca, lo había visto entrar al lugar y decidió seguirlo. Lo conocía bien y no quería que se metiera en problemas.
—No, gracias Gerald, esta vez no— respondió sin ánimos, su mirada reflejaba cansancio, fastidio, enfado. Ya está harto, no volverá a intentarlo de nuevo, ¿para qué? Ya conocía la respuesta, seguía amando a la niña rubia que lo ayudo a rescatar a sus padres y a todo un pueblo, a la misma que fue su abusona personal, la misma de la que se alejó para poder vivir con sus padres, la misma que no contesto ninguna de las cartas que le envió desde San Lorenzo, la misma que lo hizo volver a Hillwood, la misma que fue su novia y se marchó justo después de regalarle el momento más hermoso de su vida. Todo para aún seguir amándola.
¿Por qué te fuiste? La fecha del día hace más fuerte su dolor. ¿Por qué? A pesar de que ya han pasado siete años aún recuerda lo suave que es su piel, sus cálidos besos, la forma tan especial en la que lo veía sobre todo aquella noche. Aquella noche en la que se entregaron totalmente. Lo habían hablado con anterioridad, medio hablado en realidad porque no era un tema muy sencillo, aún se podía sonrojar con solo tomar su mano. Jamás se hubiera imaginado que esa noche se acostaría con ella, así como jamás hubiera imaginado que a la mañana siguiente todo cambiaria.
Recordaba como al despertar no la encontró, se recordaba a él mismo buscando por todos lados y sin resultados. Fue a su casa y no había nadie, nadie pudo informarle a donde se habían marchado. La partida de la familia Pataki había sido todo un misterio, un día estaban y al otro simplemente no. Todo había sido tan rápido.
— Nos vemos después, Gerald — se despide sin mirarlo —Pide mi auto Joe —indica al barman, que se trata de solo uno de sus muchos empleados.
Sí, Arnold es el dueño del club. Se había convertido en una figura empresarial. Un joven hombre de negocios. Millonario. Tiene todo lo que muchos desean, autos caros, ropa y calzado de marca, mansiones incluso un avión a su disposición, si lo quisiera. Esta consiente que tiene a sus padres, una hermana, increíblemente sus abuelos aún viven, mantiene a viejas y nuevas amistades y aun así se siente tan solitario. Cuando Helga se fue se llevó todo su mundo.
¡HOLA! De nuevo por acá pero ahora con otro fic. (NO PUEDO EVITARLO)
Me gustaría saber su opinión así que déjenme su reviews soy toda oídos… perdón SOY TODA OJOS (xD jajaja eso tampoco pude evitarlo, tengo un humor extraño)
Nos vemos en el siguiente capítulo.
CHAITO ;)