Decir "Lamento la demora" no es suficiente, pero es así, en realidad. Casi un año que no actualizo esta u otra de mis historias, pero es que el tiempo se pasó como jugando y bueno... Haría más largo el discurso, pero mejor las dejo con este capítulo. Prometo no será el último, solo espero que sea de su agrado. Gracias por los reviews o por el simple hecho de leerme a pesar de estar ausente :-)

Los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer.


Capítulo 3: Infierno de Hielo

"(...) Frío tras la espalda, subo la mirada
nos recuerda que no estamos
sino somos. Seremos los que vivos
salgan de esta locura sin dueño.

Sobre la piel, una presión.
No es nada más que la caricia
de un sin sabor que me toca
y me mantiene somnoliento.

No, ya no.

Despierto,
Mi manos frías
Por delante de mi cuerpo
Mantienen lo verdadero de lo incierto."

EPOV

La música del antro sonaba acorde con las luces psicodélicas que intentaban aunque sea iluminar los rostros del público.

Mis ojos estaban fijos en la pista de baile, donde todos y todas montaban orgías con ropa al compás de la música moderna.

Yo, sin embargo, estaba sentado en los sillones blancos de la zona vip, buscando con la mirada a un buen par de piernas o un redondo culo para celebrar mi última noche en el país antes de viajar. Mañana iría a Londres para estudiar medicina en Oxford, iba a ser el orgullo de mi familia y propio cuando esté estudiando y posteriormente me halle como todo un profesional, así que nada me impediría divertirme esta calurosa noche de julio.

Bueno, nunca nada me impedía divertirme cualquier noche, pero esta debía ser especial.

Quedé mirando a un par de chicas que rozaban sus cuerpos en suaves movimientos y las caras a milímetros de cada una. Me acomodé en mi asiento esperando que el improvisado show empiece, pero todo se tornó de nuevo aburrido cuando la de cabello negro como la misma noche tomó de la mano a la rubia y la llevó a los servicios luego de susurrarle su plan al oído.

Hubiera sido perfecto poder haber leído sus mentes.

Hasta ahora nada me convencía, o muy plásticas, muy putas o con pareja... Buscaba algo bueno pero también con cerebro para que sea más divertido.

Bebí lo último de mi vaso de vodka y continué observando a alguna presa.

Ella estaba al otro extremo de la pista, casi frente mío y solo podía ver su rostro gracias a las tenues luces y a las personas que no bailaban entre nosotros por ratos.

Me parecía conocida, pero no estaba seguro...

La observé por varios minutos, fumando para entrar en calor. Quise saber si estaba con alguien y suspiré frustrado cuando un tipo se le inclinó para decirle algo en el oído, pero felizmente negó con la cabeza y continuó sentada.

A los pocos minutos recordé que era una amiga de Alice ya que la había visto en distintas ocasiones con mi hermana, pero nunca me llamó la atención porque era una chiquilla pálida y flacucha. Ahora no está nada mal, pensé cuando mis ojos lograron ver sus blancas y delicadas piernas que contrastaban con la falda de su vestido rojo.

Se le veía aburrida y yo ya estaba por acercarme a ella, hasta que se puso de pie y se dirigió al bar. La seguí.

Escuché que pedía un vaso con agua y sonreí. ¿Agua? ¿Es en serio?

Yo pedí un whisky y un martini para ella, para poder tener un tema interesante de qué hablar... Porque íbamos a hablar y más tarde estaría entre ésas piernas, sin duda.

Ella se sorprendió cuando el bartender le dijo quién había mandado la copa y me miró. Sus ojos oscuros se abrieron, haciéndolos ver más grande de los que ya eran, mientras sonreía tímidamente.

Su sonrisa fue el permiso para acercarme a ella e iniciar aquella noche que cambió mi vida...

Un cigarro más y vas a acabar con la segunda cajetilla. Cuando te dije que te amaría incluso en la enfermedad no pensé que fuese tan pronto.Tanya interrumpió mis pensamientos mientras deslizaba sus manos por mi pecho y apoyaba la barbilla en mi hombro.

No estoy enfermo.—exhalé el humo al hablar.

Si sigues así, lo estarás.—besó mi cuello y suspiré antes de apagar el cigarrillo consumido a la mitad.¿Qué tal me veo?—preguntó mientras me soltaba y retrocedía. Giré desde el sofá y la miré.

Muy hermosa.sonreí al ver cómo el vestido negro que llevaba contrastaba con sus ondas doradas.

Gracias, pero creo que es hora de verte hermoso, también.—acarició mi mejilla sonriente.La reserva es a las 8; nos queda media hora.—retrocedió dirigiéndose al baño.

Ah, Tanya... La amaba, sí, pero en estos momentostenía tantas cosas en la cabeza que no podía pensar ni siquiera en ía estar solo, o mejor estar frente a Bella; que me explique de una maldita vez todo lo que había pasado desde la nocheque nos vimos. Pero lamentablemente esta cena erapromesa y no quería arruinarle la luna de miel a Tanya aunque yo latenía cagada por culpa de una mujer que simple y llanamente no debió interferir en mi vida para nada.

Llegamos al restaurante entre flashes, algunos admiradores y reporteros que, por alguna desconocida razón, ya sabían de nuestro paradero. Tanya no solo estudiaba publicidad, sino también tenía una mediana carrera como modelo para Victoria‛s era de las grandes, pero para mí era la mejor de todas las semi-diosas que caminan por esa pasarela. Y bueno, yo, siendo primo 8vo del príncipe de Gales,no podía pasar del todo desapercibido en cualquier maldito lugar que pise.

¿Qué dices si mañana practicamos esquí?comentó entusiasmada. En la última semana de la moda que hubo en Madrid, Heidi Klum se me acercó a felicitarme por nuestro compromiso, ¿recuerdas? asentí mirando la carta. Le comenté que pasaríamos la luna de miel en Alaska por dos semanas y me recomendó un lugar... continuó explicándome pero mi cabeza estaba años luz del restaurante. Específicamente en el incidente de esta mañana. Los ojos de Bella temerosos, confundidos y llenos de secretos no hicieron más que volverme loco al igual que todo este tiempo por el sueño. Exigí explicaciones, tenía todo el derecho del mundo en saber aunque sea una mínima información de mi hijo. Su nombre, algo...

Y entonces se me ocurrió un plan: denunciarla. ¡Eso era! O al menos iba a amenazar a Bella con eso para llegar hasta mi hijo. Infantil, mediocre o como fuese mi acto, pero soy de los pocos padres que quieren a su hijo fruto de una noche de copas.

Podemos dejarlo para otro momento.—escuché de pronto a Tanya.

Lo siento, amor.—respondí despejando mi mente.— Haremos todo lo que desees.—le prometí con una sonrisa.

La luna de miel es de dos.—me reprochó pero con una hermosa sonrisa pintada en el rostro.

Desde ahora debo ir pensando en una disculpa, pensé.

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BPOV

Ir a trabajar se había convertido en una ansiedad y trauma para mí. Pensar que, mientras estaba 8 horas en el hotel, la pequeña de Bree estaba cuidando de mí bebé y eso traía a mi imaginación miles de situaciones donde Edward se llevaba a Anthony. Y a eso agregarle la casualidad de que la luna de miel de las dos últimas personas que quería ver, se celebraba a unos pisos sobre mi cabeza.

De pronto el infierno estaba cubierto de nieve y se llamaba 'Alaska'. Ya no me sentía segura, no como se suponía era este lugar. ¿A dónde más podía ir? ¿A Siberia? Dicen que es parecido, pero no es lo mismo. No quiero irme de Anchorage, ya podía llamarlo "Mi hogar". Todos eran agradables, nos conocíamos entre vecinos y la calidez de las personas superaba al extremo frío que llegábamos en invierno. A parte, irme, significaría debilidad y miedo. Tenía miedo, sí, pero podía enfrentarlo. Voy a enfrentarlo.

— Creo que deberías comentarle tu situación a Harry -nuestro gerente- Que te disminuya las horas o te mande algunos de seguridad hasta que Edward y su Barbie saquen los culos de este hotel. —me aconsejó Rose mientras me alistaba para regresar a casa.

— No estaría ansiosa si supiera que se largan ni bien terminen de follar como animales.—torcí el gesto.—Necesito todo el dinero que pueda por si a Cullen se le ocurre llevar esto a un juicio.—temblé.

— Cullen.—repitió pensativa.—¿Te puedo decir algo?

— Sabes que sí.

— No me gusta ese apellido para Anthony.—sonrió.

— Felizmente nunca lo tendrá.—le devolví la sonrisa y me fui volando a casa.

Mis sospechas de que el maldito de Cullen no se quedaría de manos cruzadas eran casi afirmaciones. Él es engreído y capaz se hacer mal con tal de conseguir lo que quiere, así que necesitaba prepararme aunque sea económicamente para conseguir un abogado o como comentó Rose, un guarda espaldas.

Quise llamar a Charlie, comentarle lo que había pasado y pedirle algún consejo, pero temía que se altere.

Llegué a casa y lo primero que hice fue besar a Anthony. Él me recibió con un abrazo y llevándome a jugar con sus juguetes. Él tan ajeno a lo que estaba pasando, tan inocente de lo malo que su padre podría estar planeando contra nosotros en estos momentos. Mi niño desconocía que todas las noches me preparaba para la guerra que se avecinaba y en mi mente se creaban los movimientos que tenía que realizar cual fuese la primera batalla.

Yo también era culpable por haber metido las cuatro patas al mandarle las fotos adjuntas a la carta al maldito. Si hubiese esperado unas semanas, posiblemente yo aún estaría libre de miedos...

Llegada la noche, Bree decidió acompañarme unos minutos más. Conversamos sobre lo que pasaba, lo que planeaba y lo que temía. Ella me repetía que tenga fe en mí misma, pero yo no dejaba de contarle lo inhumano que podría ser Edward.

— Escúchame, mi hermano mayor es abogado. Vive en Vancouver, pero podría venir para cubrir tu caso si se llega a un juicio.—me ofreció.

Levanté la mirada esperanzada. Un abogado, por supuesto que aceptaría, pero el dinero siempre me obligaba a frenar.

— ¿Estás segura?

— Claro que sí, Bella.—puso los ojos en blanco y me sonrojé.— Riley ya es profesional y todo, así que te podría ayudar incluso en la más difícil situación. Qué te parece si mañana temprano lo llamo y coordinas con él. —sonrió.

— Eres un ángel, Bree.—me acerqué a abrazarla con lágrimas en los ojos.

Lo era. Siempre estaré agradecida con ella.

Riley tenía 31 años y, para mi sorpresa, un doctorado en abogacía. Imaginé la cantidad de dinero que iba a costar tal lujo, pero valía la pena. Llegaba en un par de días. Bree me comentó que de paso iba a aprovechar en darse unas vacaciones.

Vacaciones... Ya ni conocía su significado.

Mientras tanto, no volví a ver a Edward en el hotel. Tuve las esperanzas de que se haya ido del país ya, pero cuando supe a través de los noticieros que aún estaban de luna de miel, me molesté. Está bien que no quiera que conozca a mi hijo por nada en esta vida, pero al menos creí haría el intento. Sin embargo, se encontraba de esquí con la nueva señora Super Modelo Cullen en Hilltop Ski Area.

Bastardo cretino, no merecía nada.

Trabajaba como una mula, sin descanso, lo cual hacía que llegue a casa más que muerta incluso mentalmente. Pasaba las 24 horas del día pensando en la situación en la que nos encontrábamos.

Y fue en una noche donde lo primero que vi al llegar, fue a Bree asustada mientras cuidaba a Anthony dormido en el sofá del living.

— ¿Qué pasó?—corrí a ver a mi hijo, pero Bree me aseguró de que no le había pasado nada. Solo estaba asustada porque recibió una llamada.

— No estoy segura de quién era, pero era un hombre que te conocía -me dijo tu nombre-, me ordenó que te avise que te encuentres con Edward en el centro comercial mañana a las 8.—frunció los labios.

Edward quería encontrarse conmigo. Distintas emociones reemplazaron mi sangre y recorrieron cada lugar de mi cuerpo a la vez. Sorpresa, miedo y, ¿qué era eso? ¿Alegría? Imposible. Pero no sabía cómo reaccionar para eso. Ya tenía en claro de qué trataría nuestro encuentro y debía controlar todo tipo de emociones, incluso las negativas -como la alegría o lo que fuese. Estaban permitidas la furia y rencor.

— ¿Dijo algo más? ¿Cómo que "te encuentres con Edward"? ¿No fue él quién habló?— le pregunté. Obviamente Edward no iba a derrochar saliva para avisarme de algo, él se ahorraba para cuando le tocaba ladrar.

— No, pero quien me hablaba parecía estar al tanto de todo lo que pasó entre ustedes.— Anthony jugaba con sus rizos y sus carros, en un mundo distante del que yo estaba viviendo.

— Bien, pues.— tomé aire.— Si quiere hablar, hablaremos.— me mordí el labio sin despegar los ojos de mi hijo.

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EPOV

Su mirada gritaba lo nerviosa y entusiasmada que estaba. Parecía como si una niña que odia a los payasos, está a punto de entrar a un circo, pero que ama con todo su ser las acrobacias y la magia. Mientras conversábamos sobre películas, era cada vez menor el espacio que dejaba entre ambos, acercándome cada vez hasta sentir su calor corporal.

— Me alegra haberme encontrado contigo esta noche.—sonrió después de terminar su martini.

— Créeme que yo también.—coloqué mi mano en su cuello y la jalé un poco hacia mí para poder besarla con comódidad. Ella empezó temblorosa, pero solo por la sorpresa. Después continuó el beso como si hubiese esperado ese momento desde hace mucho tiempo.

— Amor, sonríe.—me pidió Tanya y eso hice antes de que nos tome una foto.

Estaba pasando la tarde de esquí en piloto automático. Trataba de estar atento a lo que mi esposa hacía o decía solo para que no note que en realidad solo pensaba en cómo recuperar a un niño que jamás tendría con ella. Esto me estaba resultando más importante que pasar juntos unos cuántos días de vacaciones, pero podríamos hacerlo otro cualquier momento que tengamos libre.

Molesto por sentirme inútil y sin hacer nada realmente importante, llamé a Emmett, que se encontraba en Londres, para contarle lo que me había pasado desde hace menos de un mes.

— Estás jodido, Edward.—me dijo.— Qué imbécil eres.—continuó con la lista de insultos por un buen rato.— Bien, ¿cómo piensas recuperar a tu hijo?—me preguntó.

— Quiero hacerle un juicio a esa perra.—comenté en voz baja.

— ¿Y qué piensas poner en tu denuncia? ¿No usé condón y ahora quiero a mi cachorro?—preguntó sarcásticamente y rodé los ojos.— No sabes absolutamente nada de derecho o leyes, hermano. Déjamelo eso a mí. Ya conversaremos sobre lo que tienes que decir o no, pero prométeme que hablarás con ella antes de cualquier cosa. Logra sacarle datos importantes y lo que piensa hacer respecto al niño. Nada de viajes al extranjero. Lo que te ayude a ganar el juicio, solo piensa en eso.—me comentó.

— Gracias, Emmett. De esto ninguna palabra a nadie.—dije entre dientes.

— Lo sé, pero en unos años me servirá para reírme.—nos despedimos y corté.

Llamé a un detective para que logre sacarme los datos principales de Bella después de contarle absolutamente todo -claro, sin detalles- lo que había pasado y lo que tenía en planes; y más rápido de lo que pensé, Demetri ya tenía todo listo. Le pedí que la llame y que le diga que el encuentro en un centro comercial del centro de la ciudad; también que consiga los datos del niño, aunque eso sería más difícil de lo que creía, pero juró que no descansaría hasta conseguirlo.

Sabía que el cabrón iba a cobrarme más de lo usual, pero estaba haciendo un excelente trabajo.

En la mañana siguiente, llegó un sobre a nuestra habitación en Hilltop Ski Area, y aproveché que desperté primero para leerla.

Tenía los datos de mi hijo. Se llamaba Anthony Swan, hijo de Isabella Swan, originaria de Forks, Washington, él de Anchorage, Alaska. Tenía 3 años y ambos vivían juntos no muy lejos del hotel donde Tanya y yo nos alojamos.

Por fin saber el nombre de mi hijo sacó de mí un sentimiento que rara vez había sentido, y era la esperanza. Esperanza de alguna vez poder conocerlo, esperanza de que al fin lo tendría conmigo. Después de tener todo lo que alguna vez quise, tener, la esperanza en algo era casi estúpido, pero ahora era a lo que más me aferraba. Tenía fe en que iba a ganar ese juicio, y lo más importante, ganarme el corazón de Anthony.

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— ¿Ya estás ahí?— le pregunté.

— Sí, acabo de llegar. Exactamente donde quedamos.— me dijo.

— Bien.— corté y terminé de alistar mi equipaje.

— Me hubiese gustado un poco más.— Tanya torció el gesto. El tiempo le había quedado corto y eso que ella no sabía absolutamente nada de que yo aprovechaba cada segundo de nuestra estadía en Alaska para algo completamente distinto a nuestra luna de miel.

Me acerqué a ella y la besé mientras acariciaba su espalda.

— Te prometo que volveremos.— mordí su labio y sonreí.

— Y lo haremos cuando pueda controlar mi irregular periodo. Es lo peor que pudo pasar.— noté un ligero sonrojo en sus mejillas.

— Yo te aseguré que no había problema con ello.— reí.

— Ugh.— dijo mientras iba a recoger su abrigo.— Y, ¿cómo me dijiste que se llamaba tu primo?— me preguntó.

— Demetri Vulturi, es un primo lejano que no veo desde hace mucho y lo contacté cuando recordé que vivía por acá.— me encogí de hombros y recogí nuestro equipaje.

— Ah...— se colocó la bufanda.— ¿No pudieron elegir otro lugar?— me miró casi avergonzada, pero la comprendía.

— Trabaja cerca de ahí, pero no nos tomará mucho tiempo. Es un hombre muy ocupado.— mentía como si me pagaran para hacerlo.

Solo atinó a sonreír y nos fuimos.

Llegamos exactamente a las ocho en punto de la mañana. El centro estaba casi vacío, pero con todas las tiendas abiertas. Vi a Demetri y fuimos hacia donde estaba.

— ¡Primo, cuánto tiempo!— fingí alegría mientras nos abrazábamos.— Qué te dije de nada de trajes azules o brillantes.— dije entre dientes cerca de su oído.

— Es lo más mejor que tengo.— me respondió nervioso.

Sus gustos por la moda eran trágicos.

— Te presento a mi esposa: Tanya.— los presenté y me alegré de lo bien que actuaba Demetri, por más que su traje me enfermase tan solo al verlo.

Miré mi reloj.

Felizmente desde el interior de Starbucks podía ver quiénes transitaban por los inmensos pasadizos del centro, así que estuve atento por si uno de ellos se detenía, especialmente si era Bella.

Ocho minutos más tarde, la morena se detuvo, mirando alrededor si estaba quien había hablado con ella anoche. Desde lejos pude notar lo distinta que estaba a cuando la vi. Su mirada y porte eran de completa confianza.

La "llamada importante" se dio y pedí disculpas, deseando que Demetri le cuente alguna buena historia inexistente de nuestra infancia.

Salí del lugar y cuando me miró su rostro parecía de piedra.

— Qué tienes que decirme.— me preguntó cortante antes de que pueda decir palabra alguna.

— Tú tienes que explicarme y contarme muchas cosas, Isabella Swan.— respondí tomándola del brazo y halándola hacia un lado, lejos de la vista desde la cafetería.

Vi su mirada de alerta cuando escuchó su nombre completo.

— No me toques.— retiró mi mano de su brazo y frunció el ceño.— ¿Cómo conseguiste mi número?

— No tengo tiempo para explicarte todo lo que sé.

— Imagino porqué.— dijo lanzando una mirada a donde estuve antes. Al levantar los ojos, noté a un joven alto moreno y musculoso que nos miraba fijamente a los dos, atento a lo que hacíamos.

— ¿Y esa cosa viene contigo?— le pregunté molesto.

— A ti eso no te interesa.

— ¿Con él, Bella? ¿Él está reemplazando mi puesto como padre?— dije en voz alta. No podía controlarme, y es que era imposible con cada cosa que salía. Ese tipo no me llegaba ni a los talones.

— En primer lugar, nadie reemplazaría tu puesto como padre, porque nunca estuviste ahí. En segundo, no te debe importar ni un carajo con quién esté.— se cruzó de brazos.

Tenía ganas de... golpearla y de paso al gigantón que estaba unos pasos atrás.

— En primer lugar,— dije imitando su tono.— mi hijo no tiene padre gracias a ti.— la señalé.— Tú elegiste largarte y hacerte cargo por ti misma sin avisarme.— dije culpándola. En realidad ella no era nadie para echarme en cara si estuve ahí o no para Anthony.

— Tu elegiste correrte adentro.— me miró furiosa. ¿Hablaba en serio?

— Tú elegiste abrir las piernas.—le dije y me lanzó una bofetada, lo cual me sacó de mis casillas y la empujé, logrando que el gigante se acerque a los dos.

— Vuelves a tocarla, y tu cara quedará atrapada entre mi pie y el piso.— intentó amenazar el hijo de puta.

— Está bien, Jacob.— Bella lo miró.— Solo está nervioso.— habló como si se tratase de un niño asustado por ir a su primer día de clases.

No sé si lo hacía a propósito o porque el otro tipo no tenía ni una idea sobre quién era el hombre que estaba frente a él, pero Isabella no hacía más que jugar con fuego cada vez que hablaba.

— La que debería estar nerviosa eres tú porque en menos de un mes estarás en un juicio para la custodia de Anthony.—solté. Ya estaba harto y el tiempo se me acababa, por lo que evité explicaciones.

Bella me miró aterrada no solo por el juicio, sino también por saber el nombre del niño.

— Eres peor que el mismo diablo, Edward Cullen.—dijo entre dientes.

— Anda preparando una buena defensa, aunque no creo que te sirva cuando los hechos estén a mi favor.— finalicé y me largué de regreso al café, donde Tanya parecía estar incómoda y aburrida por la presencia de Demetri.

No la culpaba.

— Creo que estamos robando de tu tiempo, primo...— dije acercándome a ellos y fingiendo pena. Ya quería sacar mi trasero de América para hacer todo el papeleo con Emmett en Londres.

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BPOV

Jacob acarició mi hombro y suspiré.

— Estaba cagándome en los pantalones. ¿Se notaba desde allá?— le pregunté.

— Por su cara, te aseguro que él no lo notó.— sonrió.— Ya vamos a casa.— dijo y asentí.

— En serio, no sabría lo que hubiera pasado si no hubieses estado ahí.— lo miré mientras entraba al coche.— Estaré siempre agradecida con Charlie por haberte pedido que vengas hasta Alaska, y contigo por haber aceptado.— sonreí ligeramente.

La noche anterior me arriesgué a contarle a mi padre los principales detalles de lo que estaba ocurriendo y como supe, quiso venir hasta Alaska para proteger a su hija y a su nieto, pero le dije que no tenía porqué dejar el trabajo mientras yo tenga a Bree o Rose a mi lado. Aún así, quiso mandar a Jacob.

— Se le veía preocupado. Tu viejo está pendiente de ti, Bella. Creo que deberías llamarlo y contarle lo que se te viene encima.— me miró serio.

— Lo sé, pero lo que a mí me preocupa es que se enferme o sienta que debe hacer algo para protegerme.— sacudí la cabeza. Lo último que necesitaba era que Charlie se vea afectado con lo que estaba pasando.— Ya tengo suficiente contigo.

— Prometo ser el mejor guarda espaldas que puedas tener.— juró y reímos mientras arrancaba mi viejo Chevy.

— Y yo prometo estar encima de todo lo que se pueda venir.— inhalé profundo, recordando que el infierno nació a raíz de un hermoso ángel caído, ahora conocido como Satanás.


Avance del próximo capítulo:

"Riley me miró preocupado y frunció los labios después de contarle todo lo que había pasado en estos tres años. No se le veía contento y mientras estaba callado, sentía que mi cuerpo pesaba una tonelada.

— Será difícil, Bella. Pero no creo que sea imposible.

Ese "creo" bastó para hacerme temblar de miedo y furia."