Aquí está otro capítulo. Sé que no tengo perdón y que por mucho que lo pida no me vais a perdonar por haber tardado tanto en subir nuevo cap. Prometo intentar subir capítulos más seguido!

Como siempre muchísimas gracias a los que seguís este fic y a los que me mandáis reviews! Os lo agradezco muchísimo!

Ahora sí, os dejo leer :)


Una terrible náusea la despertó, como ya venía siendo habitual. Se levantó lo más rápido que pudo y se dirigió al baño a una velocidad de vértigo.

Había dormido aceptablemente, teniendo en cuenta que se había dormido más allá de las tres de la mañana. Pero se lo merecía, por haberse pasado la tarde anterior durmiendo.

Se estiró para alcanzar su cepillo de dientes, y de paso se miró al espejo. Estaba pálida, pero eso no le sorprendió. Siempre palidecía cuando aparecían las náuseas.

Con desgana se cepilló los dientes. No sabía que hora era, ni quería saberlo. El día anterior se había levantado a las dos de la tarde, y se había dormido a las cuatro. Eso ya no era normal. Tenía que esforzarse en mantenerse despierta por el día, solo así conseguiría dormir por la noche.

Solo había conseguido dormir dos noches completas, y fue con Hana. La noche de después de la gran bronca ella se había ido a su habitación a dormir, pero a las pocas horas se encontraba llamando a la habitación de Hana y poniendo la cara más triste que sabía poner para que la dejara dormir con él. Y él, por supuesto, la dejó. Aunque esa noche no pegó ojo, puesto que ya había dormido todo lo que había querido y más durante la tarde, por lo menos descansó.

Al día siguiente, sábado, Hana no la había dejado dormir. Bien temprano por la mañana salieron de casa, y pasaron el día en el centro comercial. Compras (para desgracia de Hana), comida, cine y más compras (para más desgracia de Hana). No es de extrañar que cuando llegaron a casa Alumi se fuera a dormir directamente, aunque no a su habitación. Se había puesto el pijama y había ido directamente a la habitación de su marido a acostarse. Él se sorprendió un poco al verla, pero no dijo nada ni mucho menos la echó.

El domingo, en cambio, no lo dedicaron al ocio. Se pusieron trasladar todas sus cosas a la habitación principal, ya que habían acordado dormir juntos. Así, ambos desmantelaron sus respectivas habitaciones y se encontraron con todas sus cosas en una habitación común. Tuvieron varios problemas respecto al espacio (Alumi tenía demasiada ropa y Hana tenía demasiados libros), pero finalmente consiguieron almacenar y ordenar su habitación. De esta manera, Alumi tampoco pudo dormir por la tarde, con lo cual descansó perfectamente esa noche. El problema llegó el lunes.

Hana se fue pronto por la mañana al famoso seminario, y Alumi decidió que sería una buena idea volver a acostarse y descansar un poco más. Lo que no se imaginó fue despertarse a las cuatro de la tarde, y mucho menos encontrarse con más de veinte llamadas perdidas de su marido cuando cogió el móvil.

Y así fue como se fastidió su buena racha de sueño nocturno. Más bien, como la fastidió ella misma. Y eso la llevaba a ese mismo día, miércoles 24 de diciembre. Solo esperaba haberse levantado con el tiempo suficiente para preparar la cena y arreglarse. Solo a ella se le ocurría continuar adelante con la cena de Nochebuena en semejante estado. Pero ya era muy tarde para echarse atrás, así que hizo de tripas corazón y procedió a ducharse.

Una vez aseada y un poco más despierta, se atrevió a aventurarse en la cocina. Por primera vez desde que se había levantado miró el reloj, no sin cierto temor. Las cuatro y media. Estaba dentro de su tiempo estándar, pero le dejaba un tiempo muy justo. Así que, sin perder más tiempo, abrió el frigorífico y sacó todo lo necesario. El menú consistiría en cóctel de gambas, sopa de marisco y merluza en salsa verde. Sabía que todo el menú era demasiado "marinero" para su gusto, pero tratándose de sus padres era la única manera de acertar. A Anna le daría igual, y Yoh lo pasaría un poco mal ya que odiaba el pescado, pero no le apetecía hacer mil comidas distintas solo para una noche. El postre consistiría en tarta de turrón y helado de nata.

Ya había terminado el cóctel de gambas, y estaba a punto de comenzar con la sopa cuando Hana llamó. Sin perder tiempo, puso el manos libres y continuó con su tarea.

-¿Por qué me llamas ahora? –preguntó en tono borde la joven.

-¿A qué viene ese mal humor? –contraatacó él, molesto.

-Lo siento –dijo entre dientes ella, soltando un suspiro-. Estoy con la cena, y voy un poco retrasada.

-¿A qué hora te despertaste? –inquirió su marido, que ya se imaginaba de donde vendría el problema de tiempo de su esposa.

-Sabes perfectamente la respuesta –contestó ella, de mala gana-. Llegarán sobre las ocho y media, y solo tengo hecho el cóctel de gambas.

-La culpa es solo tuya, y lo sabes.

-Sí, sí, sí, ya sé que es culpa mía. Si no vas a darme una solución decente para este problemón, no digas nada.

-Bueno, si te sirve de consuelo, al menos la tarta la lleva tu madre y el helado lo compraste ayer. Un par de cosas menos.

-No, no me sirve de consuelo para nada –respondió la rubia, dejando por fin cocer la sopa a fuego lento y comenzando con la merluza-. Al menos ya tengo la sopa hecha a la mitad.

-Siento no poder estar ahí para ayudarte con todo.

-Si estuvieras aquí ya tendría hecha la comida porque no me habrías dejado dormir –respondió la rubia con humor-. Incluso habría hecho yo misma la tarta de turrón.

-Eso tenlo por seguro –contestó él, también con humor-. Tengo que colgar, la última conferencia a la que tengo que ir empieza ahora.

-Ánimo entonces, ¡ya no queda nada!

-Ánimo a ti también para esta noche. No pierdas los nervios.

-Eso ya no lo puedo prometer.

-Al menos inténtalo, por favor.

-Vale, lo intentaré.

-Te llamaré de noche para ver como te ha ido.

-Vale, pásalo bien.

-Tú también –dijo él intentando contener la risa, para después colgar.

-Idiota –murmuró ella, mientras continuaba con su tarea.

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Regresó a la sala de conferencias rápidamente. La última sesión estaba a punto de terminar, y no podía perdérsela, ya que su maestro no le quitaba ojo de encima.

Para variar, a la entrada de la sala se encontró con Minako. No se había separado de él ni un solo momento desde que había llegado, y la verdad es que ya le estaba empezando a poner de los nervios. Estaba harto de que lo siguiera a todas partes y de que no parara de intentar entablar conversaciones insustanciales con él. Era desesperante.

Antes de que pudiera entrar en la sala alguien lo cogió por el brazo y tiró de él hacia atrás.

-¿Qué ocurre, doctor Nagasaki? –preguntó Hana, curioso, al ver que era su maestro el que lo había detenido.

-Si no nos vamos ya perderemos el último tren –respondió éste, tirando del joven, que no sabía de qué estaba hablando su mentor.

-¿A qué se refiere?

-No sé tú, pero yo quiero pasar la Nochebuena con mi familia, y tanto tú como yo ya hemos cumplido en este maldito seminario –dijo, malhumorado-. La verdad es que la única razón por la que he venido es porque estaba obligado a acompañarte como tu tutor, pero ya hemos tenido bastante. Es hora de volver a casa.

Hana sonrió. La sorpresa que se iba a llevar Alumi cuando lo viera aparecer sin previo aviso iba a ser enorme.

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Tras casi quemar la merluza y tener un pequeño contratiempo con la sopa (le había echado demasiada sal), por fin había conseguido preparar la cena, y a tiempo, lo cual no se podía creer.

Ya se encontraba tomando el postre y charlando animadamente con sus padres y sus suegros. Para su sorpresa, Anna todavía no había sacado el tema de los niños a colación, aunque seguramente no tardaría mucho. En ese momento estaban hablando de Hana.

-No me puedo creer que el idiota de mi hijo considere más importante ir a un estúpido seminario que estar con su esposa en su primera Navidad juntos –se quejaba Anna, malhumorada.

-No le quedaba más remedio –respondió Alumi, pacientemente. Era la tercera vez que sacaba el tema esa noche-. La asistencia era obligatoria.

-Esa no es excusa. Tendría que saber distinguir qué es importante y qué no lo es.

-No te ofendas Anna, pero creo que si la asistencia a ese seminario es obligatoria para terminar la carrera, eso es lo más importante –defendió la joven rubia, en tono amable.

-Habría tenido más oportunidades para terminar la carrera. En cambio, no habrá otra "primera Navidad" que paséis juntos.

Sabía que a eso no podía contestarle, ya que tenía razón, pero de todas maneras su mente siguió trabajando a toda máquina, intentando encontrar una respuesta aceptable a ese comentario.

-Por eso precisamente estoy aquí –interrumpió una voz a su espalda. Se giró, sorprendida, para ver cómo su marido observaba la estancia con una sonrisa, apoyado en el marco de la puerta-. Estabais tan concentrados en la conversación que ni siquiera os enterasteis de que había llegado. Y por cierto mamá, gracias por tu apoyo incondicional hacia tu hijo, yo también te… -se detuvo al sentir cómo Alumi rodeaba su cuello con los brazos y lo abrazaba fuertemente. Él respondió al abrazo automáticamente.

-¿Qué haces aquí? –preguntó la rubia, separándose de él-. Se suponía que volvías mañana.

-Mi maestro se cansó y decidió que volviéramos en el último tren –contestó el joven, encogiéndose de hombros-. Estoy tan sorprendido como tú.

-Que estés ahora aquí no elimina el hecho de que ibas a dejar a tu esposa sola en vuestra primera Nochebuena casados –intervino Anna, para nada ablandada con la aparición de su hijo.

-Te equivocas –rebatió Hana, ante la mirada atónita de los presentes. ¿Se atrevía a corregir a su madre?-. Iba a dejar a mi esposa embarazada sola en nuestra primera Nochebuena casados.

Alumi se volvió hacia su marido, sobresaltada y sorprendida a partes iguales. ¿Qué clase de esposo tenía que ni siquiera tenía el tacto suficiente para decir las cosas? Aparte de que la revelación de su próxima paternidad tampoco había sido muy bonita. No es que tuvieran que montar un espectáculo súper dulce y súper tierno para decirlo, pero por lo menos podía haber esperado a cambiar de tema o a que el ambiente estuviera más relajado.

Todos los presentes enmudecieron, en parte por la sorpresa y en parte ante la expectativa de la reacción de la itako, dedujo la joven, que ni se atrevía a mirar a su suegra por lo que pudiera pasar.

-Así que te atreves a confesar el delito, ¿eh? –pregunto Anna con demasiada tranquilidad-. Dejaste a tu esposa embarazada sola durante dos días enteros e ibas a dejar la hoy también sola y te da igual admitirlo…

Alumi no supo cuándo la falsa tranquilidad pasó a ser un campo de batalla; cuando se quiso dar cuenta, su esposo y su suegra ya estaban discutiendo a grito pelado, lo que la estaba poniendo seriamente de los nervios. Tampoco supo cuándo se había sentado de nuevo y había enterrado la cara entre sus manos, de repente cansada, intentando evadirse de la discusión. Estaba realmente nerviosa, los gritos la ponían muy nerviosa.

-¡YA BASTA! –se escuchó por encima de los gritos. Todos se volvieron hacia Yoh, el autor de ese grito, sorprendidos; incluso Anna estaba sorprendida, ya que nunca lo había escuchado gritar así. Ya finalizados los gritos, y con voz más serena, continuó-. Alumi necesita la máxima tranquilidad posible en su estado, y no se lo estáis poniendo nada fácil.

Fue entonces cuando madre e hijo se dieron cuenta de la posición de la joven. Hana, preocupado, se arrodilló frente a ella y, con un tono mucho más suave del que había utilizado con su madre, preguntó:

-Alumi, ¿te encuentras bien?

La joven retiró las manos de su cara y le dedicó una sonrisa cansada.

-Sí, no te preocupes. Los gritos me ponen un poco nerviosa, eso es todo –respondió, intentando quitarle hierro al asunto.

-Lo siento –dijo el joven, sintiéndose terriblemente culpable. Ella simplemente volvió a sonreír y negó con la cabeza.

-Ya te dije que no pasó nada, idiota –comentó ella, haciendo que a Hana se le escapara una sonrisa.

El resto de los presentes asistía a la escena enternecido.

-Así que… ¿voy a ser abuela? –preguntó Stella, con una sonrisa de oreja a oreja. Su hija se volvió hacia y asintió, sonriendo.

Y en ese momento comenzaron las felicitaciones y las lágrimas de los futuros abuelos (éstas últimas por parte de Silver).

El resto de la velada la pasaron hablando de niños, pañales, biberones y cualquier otro tema inimaginable que perteneciera al universo infantil.

Una vez sus padres se retiraron a sus respectivas casas, se dispusieron a dormir, agotados. Hana se durmió en el acto, al contrario que su esposa, que sabía que la noche que le esperaba iba a ser muy larga.

-Gracias por volver hoy –susurró Alumi a su esposo dormido, sin saber que en realidad todavía no se había dormido.

Haciéndose el dormido, se giró y rodeó su cintura con el brazo. Ella se sorprendió al principio, pero luego se acurrucó contra él, acomodándose mejor bajo su brazo.

-Idiota –susurró la joven, molesta por la rapidez con la que se había dormido su marido, lo que hizo sonreír al rubio, que minutos más tarde se quedó dormido de verdad, por fin en su cama y con la rubia a la que quería a su lado.