Aquí les traigo la tan esperada traducción de trucos de salón, cabe aclarar que contiene ligeras alteraciones, la traducción no es cien por ciento fiel, en primera porque no domino totalmente el idioma, por lo tanto no sé si la traducción es completamente adecuada, y en segunda, porque en algunos pocos momentos no pude reprimir mis ganas de añadir una o dos frases que pudieran sazonar el contexto, así como uno que otro detalle que en realidad pasará desapercibido. De cualquier modo al final de la traducción y de la historia en cuestión añadiré mi comentario final y los links pertinentes a modo de referencia, para que puedan por ustedes mismos conocer a fondo el presente trabajo y apreciar como yo, la naturaleza de este regalo. En fin.
Citando textualmente a la talentosa autora de esta historia: "La columna vertebral de la historia es igual que el programa. Cuatro tipos de flexión y un Avatar. Los personajes son los mismos, no así todo lo demás. La trama es la misma, la nación del fuego ha ido demasiado lejos, la gente está teniendo problemas para encontrar al Avatar, ¿Las diferencias? Se lleva a cabo en 1927 en la cima de la Ley Seca en los Estados Unidos, en una gran ciudad como Chicago o similares. Sí."
Um... así que aquí está cómo se desarrolla. La Nación del Fuego = la Banda del Dragón. Los "Riversiders" = Tribus Agua. Los Nómadas del Aire estarán repartidos en los Cuatro Ases y los maestros tierra son parte del Reino Tierra, es decir el resto de los clandestinos en la ciudad.
"Sólo para que todos lo sepan, yo no estoy de ninguna manera... a favor de la delincuencia, ni nada. Los años 20 eran un período de tiempo fascinante, cuando los contrabandistas y las mafias eran una especie de héroes de época, así que estoy tratando de hacerlo parecer lo más normal posible. Si usted tiene algo como... un antepasado que fue asesinado por Al Capone o algo así, no estoy diciendo que él estaba en lo cierto, así q no me odien." (Eso fue lo que la autora dijo en su momento y lo mismo digo yo ahora)
Descargo de responsabilidad: Avatar no me pertenece y tampoco ninguno de sus personajes (excepto los que sean de mi invención), la historia tampoco es mía, yo sólo traduzco –casi fielmente- lo que otra maravillosa escritora tuvo el detalle de compartirnos y como dije antes, el final que quedó inconcluso… es lo único en lo que intervine directamente, pero eso se indicará en su debido tiempo.
Trucos de Salón
Cap. 1
-No puedo creer esto.
-Oh, deja de quejarte- gruño Katara lanzándole a su hermano una mirada cansada mientras ambos caminaban por las calles de Omashu en una media noche lluviosa.
-YO tengo derecho a quejarme- espetó ella -Tú eres el que dejó que el camión se quedara sin gas. Y en buena hora diría yo, no hay mejor lugar para vagar de noche que la tranquila ciudad de Omashu durante la hora de las brujas.
-No es mi culpa que Susan sea un vejestorio- murmuró Sokka avergonzado, refiriéndose a su camioneta (a la que llamaba Susan por alguna razón). Hundió las manos en los bolsillos y miró alrededor de la calle oscura, el suelo destellaba con agua de lluvia.
-Nunca imaginé que la ciudad fuera tan tranquila esta hora de la noche.
-Estamos en el lado sur, Sokka- le recordó Katara con cautela -No ha habido ningún negocio aquí desde que el Jefe Ozai aniquiló a todos los Ases.
-Será mejor darnos prisa, no me gusta esta parte de la ciudad- murmuró Sokka.
-¿A que le temes?... tienes tu boomerang ¿no?- le preguntó ella con intención. Sokka no respondió, pero la chica lo vio deslizar su mano bajo la chaqueta sólo para asegurarse de que su arma estaba allí. Él la llamaba boomerang a pesar de que se trataba de una berreta 9mm.
-Este bebé es tan poderoso, que el impulso te hace retroceder y viene de regreso a ti como un boomerang- Esto ya no era cierto, pero ese impulso parecía mucho más potente cuando él comenzó a llamarlo boomerang (teniendo en cuenta que tenía once años de edad cuando su padre se la había regalado). Katara se detuvo en seco, mirando la señal de una calle cercana. Sokka siguió su mirada, quitándose el pelo mojado de los ojos y tirando de su sombrero más abajo en la frente.
-¿Qué estás haciendo? Está lloviendo a cántaros, tenemos que seguir caminando.
Katara no respondió, levantó una mano sobre su cabeza y las gotas de lluvia dejaron de tocarla, se desviaban a cierta distancia y formaban un arco sobre su cabeza pero no podía evitar que estas cayeran más rápido y con mayor frecuencia -Sokka, ¿no estaba el As de Espadas por aquí?- preguntó ella al fin. Sokka frunció el ceño pensativo e iniciando un conteo con los dedos.
-Um... los tréboles estaban en el lado oeste, los corazones en el este y los diamantes en el lado norte... - murmuró -Sí, el As de Espadas debería estar por aquí en alguna parte- Katara rodó los ojos.
-Muchas gracias Sokka- suspiró -Estaba en la calle Lake, así que estamos cerca. Vamos-
Ella empezó a correr por un callejón estrecho, con Sokka pisándole los talones.
-¿Qué vamos a hacer en el As de espadas Katara?, No hay nada allí. Todos los ases fueron saqueados hace meses.
-Puede quedar algo de gas en los sótanos- respondió ella sin mirarlo, todavía repeliendo la lluvia con una mano -Y si no, habrá un teléfono al menos.
-No estarás pensando en llamar a papá, ¿verdad?- dijo Sokka parándose en seco.
-¿Qué más se puede esperar además de que logremos hacer llegar el envío?, Él nos ha enviado en este trabajo porque somos los mejores Riversiders, así que está claro que es lo que hay que hacer.
-Sí, nosotros somos los mejores- coincidió Sokka -Por eso tenemos que terminar la entrega nosotros mismos, o no seremos los mejores nunca más.
-Sokka, no se trata de la estúpida reputación- resopló Katara.
-Sí que lo es- respondió el sombríamente -Estamos todos los que nos interponemos entre el señor del fuego Ozai y el resto de la ciudad. El afecta demasiado en las vidas de todos los demás y seguirá a raya mientras tengamos la correcta reputación de por medio.
-¿Podemos enfocarnos en esto por ahora?- respondió Katara, girando y conectado su mirada con la de su hermano. El chico frunció el ceño.
-Me estás dando la mirada de mamá- gruñó -Odio cuando lo haces- Con eso, Katara dio fin a la conversación. Luego se detuvo en medio de la calle, mirando rápidamente por encima del hombro.
-El As de Espadas estaba bajo una tienda de animales ¿no?- preguntó, hablando más para sí misma que a su hermano -¿O se trataba de una tienda de sándwiches?...
-No, el de Corazones estaba en una tienda de sándwiches- dijo Sokka de inmediato, sonriendo ante un recuerdo inolvidable -Sus sándwiches de carne asada eran un maullido de gato- Katara rodo los ojos de nuevo.
-Ahí está- dijo señalando un local en la calle -La tienda de mascotas "South Side". Se ve peor que el desgaste real ¿no?- Los dos hermanos se detuvieron delante de la tienda de mascotas, un lugar bastante pequeño hacinado entre dos edificios de apartamentos con ocho pisos cada uno. Las ventanas estaban destrozadas en gran medida y la puerta cerrada con una cadena. Katara cruzó los brazos sobre su pecho y Sokka hundió las manos en los bolsillos más profundamente, el agua le goteaba desde el borde de su sombrero.
-¿Vamos?- le preguntó Katara con una sonrisa. Reunió algo de agua de lluvia en sus manos y la dirigió con un movimiento de mano, cortando de un tajo el aire y las cadenas a la mitad. Sokka actuó casi por reflejo, dio un paso adelante y pateó la puerta.
-¿Hay alguien en casa?- llamó, pasando por encima del umbral. Tanteó en la oscuridad buscando el interruptor de la luz, pero la habitación siguió oscura.
-No hay energía.
-No es ninguna sorpresa- suspiró Katara. Ella se adentro más en la tienda, pasando de largo filas de jaulas vacías y algunas botellas, hasta que llegó al mostrador del fondo. Oyó maldecir a Sokka, sorprendido cuando se golpeó con algo pero lo ignoró y saltó sobre el mostrador. Allí, entre las tablas del suelo polvoriento, estaba una vieja trampilla con la imagen del As de Espadas tallado en el relieve, y derretida sobre el metal había una imagen más fresca, un dragón. El símbolo de la Banda del Dragón.
-Ven aquí Sokka- él apareció a su lado en cuestión de segundos, recostándose contra la repisa.
-Es una marca sutil, cortesía del señor del fuego Ozai- dijo sombríamente. Katara sonrió tristemente mientras él se agachaba y tiraba de la trampilla. Los hermanos se asomaron a la abertura cuadrada. Una escalera de piedra, agotada por tantos años de uso, descendía hacia la oscuridad de abajo. Katara suspiró. Había sido amiga de algunos Ases, había conocido a las familias e incluso se había reunido con el Monje Gyatso una vez. Ahora, estar en uno de sus viejos templos clandestinos le despertaba un tipo de nostalgia difícil de entender, y a pesar de que hacía casi un año desde que habían sido aniquilados, este lugar le provocó un escalofrío que recorrió su columna de manera bastante desagradable.
-¡Ajá!- exclamó Sokka repentinamente, provocándole un sobresalto más. Y se agachó junto a ella con una linterna empolvada en la mano. Con el esperado clic una luz tenue se expandió en la estancia.
-¿La batería sigue funcionando?- preguntó Katara incrédula -No es que prefiera a las luciérnagas pero...
-No cuestiones la buena fortuna- respondió Sokka a la ligera -¿Podemos continuar? mis pies me están matando- Katara puso los ojos en blanco y le arrebató la antorcha de la mano.
-Caminamos sólo seis cuadras, ¿qué clase de contrabandista eres tú?
-Yo no pedí serlo hermanita...
-Touché hermano -
Sokka no respondió por lo que Katara permaneció en silencio mientras ambos continuaban descendiendo por la escalera. El trayecto fue largo pero no pesado. Habían recorrido unos 100 metros y ya se sentían perdidos bajo esa tienda de mascotas. Cuando finalmente se acercaban al final del túnel, Katara se detuvo en seco y Sokka chocó con ella.
-¿Y ahora qué?- se quejó, Katara se llevó un dedo a los labios y señaló la puerta con los ojos entrecerrados. Sokka miró hacia allí, adoptando una expresión similar. Había luz proveniente del otro lado de la puerta.
Katara se apoyó contra la pared del túnel y sacó el corcho de la bolsa de piel donde transportaba agua y que mantenía oculta bajo el abrigo. Sokka por otra parte desenfundó su arma, intercambió una mirada con su hermana e inmediatamente dio dos pasos adelante y pateó la puerta, derrumbándola sin mucho esfuerzo. Apenas un instante después los dos estaban dentro, Sokka apuntó su boomerang en todas direcciones, Katara levantó un látigo de agua lista para atacar. Ambos recorrieron la habitación con la mirada, sólo para encontrar que estaba vacía. Bueno… casi.
Katara bajó la guardia ligeramente y volvió a ponerle el corcho a su bolsa, inclinando la cabeza con curiosidad. Esto alguna vez había sido un templo clandestino, más parecido a un club decente y lujoso en pleno apogeo que una simple cueva debajo de la tienda de mascotas. La luz provenía de los restos de una lámpara gigante que colgaba del techo. El lugar estaba patas para arriba, como si un huracán hubiera llegado y barrido todo a su paso, dejando milagrosamente la parte superior de la tienda intacta. Había mesas de juego volcadas, vidrios rotos que tapizaban el suelo, restos de instrumentos musicales y la basura esparcida en el suelo que completaba el cuadro de un lugar profanado y desgastado por el tiempo. A pesar de todo ello, el fuego crepitaba en una fogata improvisada al fondo del lugar, las llamas bailaban débilmente dentro de una agonizante chimenea y frente a éstas, de cara con la pared, se hallaba un chico.
Katara dio un paso más en la habitación, sin saber si el extraño estaba vivo o no. Se había acomodado en un sillón, con los pies apoyados en una mesa de café volcada y a la que le faltan dos patas, las cuáles parecían estar alimentando el fuego. El extraño llevaba un traje que parecía bastante viejo y un poco demasiado grande. Sus manos estaban cruzadas descuidadamente sobre su pecho, que subía y bajaba lentamente, Katara se alegró de ver evidentes signos de vida. Su cara estaba cubierta en gran parte por un viejo sombrero de fieltro raído, también grande, con pinta de haber sido una boina de viaje y que tenía un naipe gastado metido en la banda. Una gabardina café oscuro estaba amoldada bajo su cabeza a modo de almohada.
La joven maestra agua decidió hacerse de tripas corazón e ir a despertarlo, pero su hermano la detuvo cuando trató de acercarse. Él entrecerró los ojos y negó con la cabeza, señalando al extraño con la pistola. Katara apenas si le hizo caso, rodó los ojos, desvío el arma suave e intencionadamente al suelo y se acercó. Dudó una milésima de segundo al llegar a su altura, antes de arrodillarse a lado del muchacho. Ya de cerca pudo notar que muy probablemente tenía su edad, rondando los 17. Puso una mano vacilante sobre las suyas, todavía cruzadas sobre el pecho y le dio una sacudida suave pero lo suficientemente enérgica para atraer su atención.
-Hey- dijo en voz baja -Levántate y brilla amigo- Katara jadeó cuando una de las manos cobró vida de repente, viéndose de pronto con un agarre firme en su muñeca. La otra mano viajó hasta el sombreo, tirando de él y descubriendo parcialmente su rostro. Lo primero que se hizo evidente fue tenía el pelo corto, negro y presumiblemente rebelde... pero lo que nunca podría explicar, era el cómo, esa tenue luz podía revelar sus brillantes y tormentosos ojos grises, mismos que la desarmaron patéticamente, parecían transmitir confianza, calidez y al mismo tiempo clamaban ayuda. Tuvo que pasar un tiempo antes de que su atención pudiera capturar los detalles restantes, como el hecho de que, asomando por debajo de su cuero cabelludo se hallaba la punta de un tatuaje azul pálido en forma de flecha. Contra todo pronóstico él extraño le sonrió.
-Buenos días Cara de muñeca- dijo él a la ligera, su voz era sorprendente suave y gentil pero un poco atormentada -¿No eres tú un regalo para la vista?- Katara lo miró fijamente, con una leve sonrisa de diversión tirando de sus labios.
-¿Te conozco?- preguntó ella en respuesta, tirando de su muñeca y descubriendo con alegría que él le devolvía tal libertad sin dudarlo. Ella echó una mirada sobre el hombro y se dio cuenta de Sokka estaría probablemente allí, de pie dispuesto a hacer todo lo posible para parecer imponente y controlar la situación.
-Tú no me conoces, pero yo te conozco a ti... a ustedes- dijo el muchacho, con la voz ligeramente quebrada y que sólo podía ser resultado de la falta de uso. Señaló a la pared junto a una chimenea que parecía recientemente sellada.
-Ustedes han sido mi única compañía durante todo un año- Los hermanos miraron hacia donde él estaba señalando. Desaparecidos carteles habían dejado manchas en la madera, algunos afiches y recortes de periódico estaban aún clavados en la pared, pero justo en el centro, Katara vio su propio rostro sonriéndole desde una escena que no recordaba.
-Ustedes son los hijos de Hakoda- continuó el muchacho, sonriendo mientras se incorporaba –Riversiders… eran amigos de los Ases según recuerdo así que también son amigos míos- Katara lo miró alarmada.
-¿Eres un as?- le espetó.
-El único- respondió él, tendiéndole la mano -Mi nombre es Aang- Katara le tomó la mano para estrecharla pero él la sorprendió y la acercó a sus labios -¿Y cómo debo llamarla señorita?- Katara rió.
-¿No eres tú encantador?- dijo alegremente. Él sonrió y ella se sintió devolviéndole la sonrisa.
-¡No le digas tu nombre!- dijo Sokka abruptamente. Los dos se volvieron para verlo. Katara había olvidado que estaba allí. -¿Cómo sabemos que no eres un dragón eh?- Katara suspiró, preparándose para lo inevitable. Efectivamente, el boomerang de Sokka apuntó directamente al pecho de Aang un momento después.
-¿Podría un dragón hacer esto?- le preguntó Aang, y un momento después estaba en el aire impulsado por una poderosa ráfaga de viento. Katara sonrió impresionada, ya que había llegado flotando de regreso a su silla.
-Maestro Aire- le señaló con satisfacción a su hermano.
-Un niño mosca ¿eh?- preguntó Sokka, aún escéptico -Bueno... ¿y qué estás haciendo aquí?- Aang miró a su alrededor desinteresadamente. Katara bajó la vista al piso en que estaba sentada. Se encontraba cubierto de papel periódico. Con una sacudida en su estómago, se dio cuenta de que probablemente, el periódico estaba allí para cubrir las manchas de sangre dejadas por su familia y amigos.
-Sobrevivir- finalmente respondió. Sokka no respondió pero al igual que ella se quedó inmóvil -Aún no me han dicho su nombre, por cierto.
-Soy Katara- contestó, antes que su hermano pudiera detenerla -Él paranoico es mi hermano, Sokka.
-Mucho gusto- dijo, inclinándose amablemente desde la silla, Katara rió un poco, Sokka sólo lo miró -Entonces... ¿qué les trae al As de Espadas?
-Bueno, estábamos haciendo una entrega- dijo Katara y le tiro una mirada fulminante a su hermano -Pero alguien olvidó llenar el tanque de combustible.
-Hay gas en el sótano, oculto en la tercera puerta de ese pasillo, el armario es de doble fondo- dijo Aang desinteresadamente, después de haberse acomodado en su silla.
-¡¿Cómo?- Sokka finalmente sonrió mientras iba corriendo hasta la puerta de atrás. Katara permaneció arrodillada al lado del joven llamado Aang. Él la miró después de varios momentos de silencio.
-¿Ves algo que te guste?- preguntó suavemente. Katara le arqueó una ceja. La sonrisa se deslizó de su cara y ella se sorprendió al ver un rubor avergonzado difuminándose en sus mejillas -Lo siento- se disculpó en voz baja -Eso fue grosero- Katara rió un poco.
-Wow, un tipo sensible- dijo impresionada -No he conocido a uno de ese tipo en años- Aang dejó escapar lo que Katara ya podía identificar como una risa falsa.
-¿Sensible?... Por favor- resopló, pero no parecía tener nada más que añadir. Katara sonrió.
-Me gustan los chicos sensibles- dijo a la ligera. Aang la miró, claramente incapaz de reprimir una sonrisa.
-¿En serio?- Katara se inclinó un poco hacia él y el rubor apareció en su rostro.
-En serio- confirmó en voz baja. El chico tragó saliva. Unos momentos de silencio pasaron entre ellos antes de Katara se echara hacia atrás, desviando su mirada de él -Es una lástima que un no haya ninguno por aquí- suspiró con indiferencia.
Aang se incorporó bruscamente.
-Espera, espera, ¿yo dije que no era sensible?, te estaba tomando el pelo Cara de muñeca- dijo a toda prisa -Soy un anticuado incorregible, pregúntale a cualquiera- Katara frunció el ceño y lo miró con cierta tristeza.
-¿A quién puedo preguntar?- le soltó al fin en voz baja. Él miró hacia otro lado, de pronto muy interesado en el fuego -¿Cuánto tiempo has estado aquí solo Aang?- Él se encogió de hombros, mirando ausente a la chimenea.
-Alrededor de un año- murmuró -¿Quién lleva la cuenta?
-¿Has estado aquí durante un año?- repitió ella en voz baja y con un tono extraño, casi enfadada. Él no respondió -¿Cómo has podido?
-¿Qué quieres decir?- preguntó Aang, tratando de sonar indiferente.
-Bueno... hay una guerra allá- dijo Katara con cuidado -Los Dragones se están apoderando de todo. Desde que... acabaron con tu gente, las cosas se han vuelto horribles. Los Riversiders son todo lo que se interpone entre Ozai y el resto de la ciudad. Aang se quedó callado. Katara se le acercó con vacilación, colocando su mano sobre la suya otra vez.
-Aang, ¿te gustaría ayudarnos a Sokka y a mí con la entrega?- le preguntó en voz baja, sonriendo -Y entonces tal vez... ¿volver a la destilería con nosotros?- El joven maestro la miró sorprendido.
-¿Hablas en serio?- le dijo incrédulo -Pero acabas de conocerme... ¿por qué no sigues el buen ejemplo de tu hermano?, el no confía en mí- dijo con franqueza. Katara sonrió, apretando su mano.
-Yo confío en ti- le respondió -quiero ayudarte.
-Gracias, pero no necesito ninguna ayuda- murmuró.
-Bueno, entonces quiero conocerte- continuó ella sin perder la sonrisa -Y eso nos obliga a pasar un tiempo juntos.
-¿Quieres quedarte aquí?- le preguntó el chico sonriendo con inocencia -Tiene una pinta terrible, pero el alquiler es gratuito y no se puede pedir un compañero de habitación más sensible- Katara rió y sólo unos momentos después Aang se unió a ella.
-Me gusta tu risa- dijo el de repente, Katara inclinó la cabeza un poco con curiosidad y un aire infantil.
-Ven conmigo- le dijo ella en voz baja. Aang la miró fijamente durante mucho tiempo. A Katara le gustaba la forma en que la miraba pero al darse cuenta que estaba pensando en eso, se ruborizó y desvió la mirada.
-Está bien- dijo al fin y ella lo miró -Iré... Siempre que usted no tenga ningún problema con los perros.
-¿Perros?
-¡AGRR!- Katara saltó por la sorpresa. Sokka había entrado corriendo a la habitación con una lata de gas en sus manos. Poco después, algo grande y peludo salió disparado tras él. La cosa peluda y grande trotó directamente hacia Katara, quien se echó a reír y extendió la mano para acariciarlo.
-No tengo problemas con los perros en absoluto- contestó, rascando al blanco perro pastor gigante, detrás de las orejas. Él aludido ladró alegremente.
-Genial- dijo Aang con una sonrisa.
-¡No es genial!- estalló Sokka, mirando al perro con recelo -Eso me atacó.
-Eso es mi perro, Appa- respondió Aang de buen humor -Y...
-Vendrá con nosotros, igual que Aang- agregó Katara rápidamente mientras se ponía en pie -Bien, tienes el gas. Andando.
-Espera- le espetó Sokka, parando a Katara en seco. Ella le echó un vistazo.
-¿Qué?-
-Repítelo...
-Aang vendrá con nosotros- repitió ella con frialdad y le ofreció una mano a Aang, la cual él aceptó gustoso mientras tiraba de él hasta ponerlo sobre sus pies.
-Olvídalo- dijo Sokka inmediatamente e hizo un gesto hacia las escaleras -Nos vamos.
-Sokka, él es un maestro aire- espetó Katara -puede ayudarnos- Sokka abrió la boca para responder, pero parecía no tener nada que decir.
-Eso es lo que pensé- Katara sonrió triunfalmente -No puedes contradecirme cuando sabes que tengo razón, ¿verdad?- Sokka suspiró con frustración.
-Bien, puede venir- gruñó -Pero sólo puede quedarse si consigue el permiso de papá-
Katara sonrió.
-Tú eres esa especie de chico Sokka... y… dalo por hecho- dijo ella, dándole una palmada en el hombro. Sokka sólo se quejó.
-Si yo digo "genial" de nuevo, ¿estaré en problemas?- le preguntó Aang sonriendo.
-Adelante- respondió Katara, lanzándole a su hermano una mirada que él deliberadamente fingió ignorar.
-¡Genial!- repitió Aang sin dejar de sonreír. Se acomodó el sombrero y se puso la gabardina arrugada -¡Vamos amigo!- agregó a Appa mientras llegaba a la puerta. El perro dio un salto y llegó a su lado segundos después.
-Es un tipo raro- dijo Sokka oscuro.
-Él ha estado aquí solo por un año- dijo Katara en voz baja -Todo lo que podía hacer era pensar en su familia y amigos que cayeron justo aquí... eso le da el suficiente derecho de ser más extraño de lo que en realidad es.
-Odio cuando tienes razón- suspiró Sokka, siguiendo a Aang y Appa por la puerta. Katara sonrió y se fue tras ellos, haciendo una pausa por un momento en el umbral de la estancia para apagar las luces. El último As salía del As de Espadas y ella se encargaría de que no tuviera que volver ahí jamás.