CAPÍTULO

II

La Petición de Flaky



―Eres tan hermosa —le susurró aquel intruso quien la tenía atrapada entre el suelo y su cuerpo. Se acercó a la oreja de la pelirroja y la lamió lentamente dejando un camino de saliva hasta su cuello.

Luego todo se puso oscuro.

Flaky se había desmayado.

Flaky despertó cayendo de la cama completamente bañada en sudor.

—¿Qué fue eso? —Se preguntó entre respiraciones.

Podría jurar que jamás se acostó en su cama ni mucho menos se había quitado la blusa o el brasear; es decir… se encontraba sólo con las bragas rojas puestas. Saltó de su cama, y como si el diablo la persiguiera corrió al baño para darse una ducha sin verse en el espejo por miedo a encontrar algo no muy grato.

Después de ponerse algo más acorde a su comodidad (un pans gris y una playera extra grande negra con el dibujo de un pollo) se puso a recoger toda ropa del suelo, y después de pensarlo un momento se preguntó:

―¿Dónde está mi brasear?

Vio por todos lados pero nada, era extraño y muy terrorífico. Pasó saliva y se abrazó a si misma

—¿Si? —Respondía el teléfono un joven de cabellos verdosos y mirada cansada—. Lo siento, ese día estará ocupado, ¿puede ser para el día viernes? —Dijo pasando como loco las hojas de la libreta de Flaky, tardó horas buscando ese dichoso cuaderno.

No gracias, será para la próxima ―dijo el tipo al otro lado de la línea.

—Como guste —colgó viendo esa libreta en frente suyo. Suspiró agotado.

—¿Flippy? —Preguntaba Lumpy entrando a la oficina con el ceño fruncido—. ¿Qué haces aquí?

Cuando Lumpy salió del ascensor le pareció extraño no ser recibido por el chico como siempre, además de que tampoco había visto a su secretaria.

—¿Dónde está Flaky? —Entró a la oficina con su maletín en las manos viendo al pobre veterano mareado con las fechas y horas.

—No lo sé… el teléfono empezó a sonar una vez… y después otra y otra —se echó para atrás apoyando su espalda en la silla—. Creí que usted vendría con ella como siempre —decía algo preocupado sin dejar su postura.

—Mmm, ella siempre llega tarde al trabajo —tocó su mentón con el dedo índice izquierdo—, pero no tan tarde —se acercó a la mesa y con cuidado (muy mal disimulado) dejó una agenda en está. Flippy lo observó—. Me pregunto, ¿quién podría llamarla?

—Ya entendí —aclaró el chico con los ojos entrecerrados, tomó la agenda y la abrió.

—Busca en la sección F —ordenó Lumpy sin quitar su mirada de "y el próximo movimiento es…", obviamente Flippy sabía que bromeaba.

—Aquí está —dijo observando el nombre de la asistente, llamarón por teléfono. Flippy simplemente alzó el aparato y colgó con fuerza.

Acercó sus dedos a los números y apretó los que debía.

—No puedo creerlo, ahora ni siquiera me presentaré al trabajo —se decía Flaky recogiendo cada centímetro de su apartamento, comenzó con su ropa pero al ver su estúpido reloj no había marcha atrás, además de que ganas de trabajar no tenía muchas, sólo esperaba no recibir llamadas de atención o un despido por carta.

Lo peor era que si la despedían, no tendría la cara de siquiera ir rogando de rodillas por recuperarlo.

Sonó el teléfono cuando ella limpiaba con un trapo húmedo la pantalla, se acercó y contestó.

—¿Si?

—Nada de "¿sí?", Flaky… ¿por qué no estás en la oficina? —Decía un enfurecido Flippy, vaya que le cambiaba la voz cuando estaba molesto al otro lado de la línea.

—Creí que el único con derecho de preguntarme eso es el jefe —se defendió maldiciendo su suerte.

—¿Ah sí? Dime chica lista, ¿cómo crees que pude llamarte? —Preguntó el chico con notoria ironía.

—No me digas… está ahí —contestó adivinando, parece que la vida le gustaba contradecirla, lo último que quería era recibir regaños y es lo primero que escucha desde la noche pasada. Así le gustaban sus mañanas.

—Así es Flaky… ahora mueve tu trasero del sofá y ven aquí ahora.

—Deja de regañarme Flippy… no me siento bien hoy.

Su mente estaba hecha un desastre aunque el verdadero motivo de su tardanza era su maldito despertador averiado.

—¿Qué? —Se escuchó un poco preocupado, cuando de pronto sonó algo caer y al chico gritar—: ¡Eso dolió! —Pero alguien más se tomó la molestia de contestarle a la pelirroja que hasta el momento solo estaba confundida.

—¡¿Necesitas un doctor?! ¡¿Sopa caliente?! ¡¿Te sientes muy mal Flaky querida?! —Exclamó Lumpy al otro lado del teléfono.

—¡¿Cómo que "querida"?! —Escuchó de Flippy.

Esos dos eran todo un caso, en parte le agradaba recibir tanta atención por parte de ambos hombres ya que eso era lo más cercano a una familia de lo que Flaky había experimentado en su infancia. Además, sabía que el jefe podía ser una bestia encadenada si se le hacía enfadar pero en general era un bromista empedernido. Menos mal que el señor Lumpy estaba en esos días en los que no estaba a punto de arrancar cabezas. Por eso lo apreciaba mucho.

—Cálmese jefe, estoy bien. —Dio unas risitas nerviosas al imaginar lo que pasaba en esa oficina—. Sólo que no dormí muy bien… una mala noche.

—Ahhh entonces es eso —expresó Lumpy retomando su voz común—. Supongo que por esta vez serás perdonada... pero mañana te quiero aquí temprano o me conocerás de verdad. —Un toque de seriedad y broma no eran algo fácil de lograr en una llamada telefónica, pero para Lumpy eso era muy simple de hacer.

—Un minuto… ¿Flaky tiene a alguien que la supla? —Escuchó de Flippy.

—Es verdad —dijo Flaky preocupada—. ¿Qué yo sepa no hay quién me pueda reemplazar hoy?

De hecho, casi pudo decir que no tenía quién la supliera en los 365 días del año.

—De eso no te preocupes, llamaré a una amiga mía que no tiene nada que hacer —decía Lumpy sin preocupación—. Flippy se ocupará del teléfono mientras ella viene.

—¿Cómo? —Replicó éste un tanto enfadado, recibiendo el teléfono; aunque también parecía un poco asustado, al parecer en el ejército no le enseñaron a combatir contra las llamadas telefónicas.

—Lo harás bien Flippy —animó la pelirroja casi muriendo por verlo sentado en un escritorio recibiendo llamadas a cada segundo.

—N-no sé cómo hacerlo —confesó decepcionado de sí mismo—, además… soy el guardaespaldas no el asistente de repuesto. —Está vez pareció que le hablaba a Lumpy, pero seguramente él estaba en su celular hablando con aquella chica que se ocuparía de sus tareas.

—Ya te dije… lo harás bien.

—Claro… pero ten en cuenta que me la debes —aclaró, ella sabía que rara vez Flippy hacía algo por ella sin recibir nada a cambio.

—Lo sé… mmm Flippy.

Flaky estaba insegura de contar lo que le había ocurrido en la noche, al principio no le pareció más que un sueño húmedo en el que se sentía deseada por un demente pero no podría engañar a nadie, estaba casi desnuda en su cama y con un chupetón rojo casi llegando a lo morado en su cuello eso sin mencionar el leve corte en su pierna derecha, el maldito llevaba un cuchillo, así cayó en cuenta de que si esperaba a saber quién era aquel que había gozado de su cuerpo en la noche pasada las cosas irían de mal en peor, por ello necesitaba saber cómo el tipo ese pudo entrar a su casa sin que ella pudiera notarlo y… ¿quién mejor que un veterano de guerra para orientarla?

—¿Qué pasa? —Notando el temblor en la voz de la joven—. ¿Qué te ocurre Flaky? —Preguntó después de percibir el silencio.

—Po-podrías… venir —se le iba la voz, incluso estuvo a punto de decir: "e-espera s-se-se pieeerde la conexión" pero el teléfono no era lo mismo del internet.

Además, era mala para fingir interferencias de ese tipo.

»¡Das pena, chica! ¡Nunca había visto a nadie tan malo! —Le dijo Giggles en una ocasión.

Mejor evitar quedar como idiota.

—¿Qué? —Flippy alzó un poco la voz puesto que no escucho nada, solo murmullos indetectables aún para él por lo que pensando que algo estaba mal con la señal (o con Flaky) habló más fuerte—. No te escucho.

—¡Aahh! ¡¿Podrías venir a mi apartamento esta noche?! —Terminó al fin de decir con el rostro completamente sonrojado hasta las orejas.

Nunca le había pedido a un chico que fuera a verla, mucho menos a su casa, bueno sólo dos veces; una a un compañero de su escuela para un trabajo de ciencias de la secundaria por un resfriado y otra Cuddles para charlar sobre el estado de Handy a quien sólo había visto adentro de su casa una vez el año pasado junto a Petunia por el cumpleaños de Flaky.

—Y… ¿pa-para qué? —Al otro lado de la línea, la mente de Flippy trabajaba al cien, ¿qué diablos quería ella de él? ¿Por qué a su apartamento? ¡¿De noche?!—. ¿Qué me vas a hacer? —Preguntaba sacando ese lado suyo del que ambos siempre reían cada vez que se veían.

Una de las pocas virtudes que Flaky había visto en él era esa. Su sentido curioso (y a veces retorcido) del humor.

—¡No seas mal pensado! —Gritó ella siguiéndole el juego y después rieron un rato—. No… es algo… tengo un problema —ambos se pusieron serios.

Quizás él un poco más que ella.

—¿Es algo que me puedas decir por teléfono?

—Prefiero decírtelo aquí —dijo en tono bajo.

—¡Listo! —Gritó Lumpy al fondo—. ¡Presta acá! —Dijo arrebatándole el teléfono a Flippy—, Flaky no te preocupes… creo que podrás tener días libres en la semana puesto que la chica que viene me puso la condición de "si no me contratas no me estés fastidiando" por lo que tendrás compañía —avisó poco complacido.

Flaky no supo qué decir por un par de segundos. ¿Ayuda? Ella era una secretaria, nunca había necesitado de otra persona compartiendo su espacio, que de por sí era pequeño, con nadie más.

—¿Compartiremos oficina? —Preguntó, y es que de verdad ese lugar era pequeño y horrible, si metía a otra persona se convertiría en algo peor.

—No… claro que no —dijo Lumpy riendo, aliviando un poco a Flaky—. Escucha… hablaremos mañana, ¿sí? Por ahora tómate unos minutos y relájate el día de hoy —y colgó rápidamente.

—Pero… —trató de articular pero escuchó el tintineó del teléfono que dio por terminada la conversación—. No le dije a Flippy donde vivo —masculló desanimada.

Se propuso volver a marcar pero al final no lo hizo, de hecho se quedó parada cerca del teléfono durante más de cinco minutos sin mover un solo dedo.

¿Habría hecho lo correcto al invitar a Flippy a su casa?

Ya no estaba tan segura.

—¡Lumpy! ¡¿Qué has hecho?! —Gritaba Flippy con los ojos abiertos completamente irritado y desanimado a la vez.

Por primera vez en años, Flippy llamaba a Lumpy por ese nombre.

—¿Ehhh? ¿Acabo de colgar el teléfono? —Contestó con inocencia el hombre de melena azulada señalando al mencionado artefacto.

—¡Flaky iba a darme su dirección para hablar y usted colgó el teléfono!

—Vamos, cálmate Flippy —decía Lumpy riendo un tanto nervioso. Nunca pensó que el chico se enfadaría por algo tan simple; ya estaba acostumbrado a verlo en control.

—¡No me voy a calmar! —Gritó el veterano sin dejar de gritar cosas en otro idioma.

Todas las alertas rojas de Lumpy se encendieron. No le costó nada saber qué idioma era ese; estaba mascullando por lo bajo palabras en mandarín.

—Flippy… ¡Flippy!

De pronto el hombre joven se sostuvo la cabeza, se encorvó y un segundo después, Flippy parpadeó dos veces y el iris de los dos ojos se oscureció con un color amarillento con un diminuto toque de verde.

Alzó la cabeza y miró furioso al otro hombre con ese color en sus ojos, esa tonalidad de amarillo/verde Lumpy lo recordaba bastante bien como para saber que no presagiaba nada bueno.

El psicólogo se percató al segundo de que algo iba mal por lo que tomó una maceta cercana a la ventana y lo estrelló en la cabeza de Flippy dejándolo inconsciente mientras éste aún se encontraba encorvado.

Cuando cayó al piso el hombre respiro aliviado; miró fijamente el teléfono teniendo algo muy claro.

—Así que regresaste… Fliqpy —susurró preocupado dirigiendo sus ojos hacía Flippy y a los pedazos del florero de barro sobre el suelo y la cabeza del muchacho.

Entonces recordó algo más.

»¡Flaky iba a darme su dirección para hablar!

Ni de puto chiste. En ese estado, era muy peligroso que Flippy estuviese cerca de Flaky o de cualquier otra persona que no pudiese defenderse del monstruo que Flippy llevaba consigo. Apreciaba demasiado a su joven secretaria como para exponerla a un riesgo como ese.

La fuerza de Fliqpy era mucho mayor que antes, normalmente ese lado suyo sólo hacía uso de presencia cuando Flippy percibía algo que le recordase a las tragedias de la guerra de hace algunos años desde que se enfrentó al General Tigre en Vietnam.

Ahora no podía dar algo por hecho sin saber hecho un análisis más a fondo sobre la situación. Sin embargo no debía olvidar tampoco que Fliqpy sólo ha estado durmiendo dentro de Flippy esperando pacientemente para salir y matar con total libertad, descuartizar o hacer sufrir a los que estén a su alrededor sin misericordia alguna. Tal cual era su naturaleza. Una personalidad nacida de la violencia para crear violencia.

Lo peor de todo era que Fliqpy tenía una extensa imaginación para hacer sufrir a sus víctimas sin necesidad de matarlas rápidamente. Podría tardar horas hasta cansarse de un nuevo juguete y darle muerte con lo que tuviese a la mano (a veces con sus propias manos desnudas) y todo eso lo hacía el doble de peligroso.

—Auch —se quejaba el joven veterano tocando su cabeza, ¿qué le había pasado?

—Me alegra de que hayas despertado tú, Flippy —decía Lumpy sentado en su escritorio con Flippy acostado en el diván de color rojo a su lado.

—¿Quién más aparte de mi podría aguantar uno de tus súper-golpes, eh, Lumpy? —Acarició la parte afectada con una mueca de dolor tomando algunos rastros de tierra y barro—. Sobre todo con una maseta.

Lumpy no borró la cara de seriedad por ningún segundo.

—¿Y qué cuenta el hermano Fliqpy?

Ahí mismo donde estaba, Flippy se congeló con esa pregunta.

Fliqpy ha dejado de existir —se acostó otra vez en el diván usando sus manos de almohada, a pesar de que no las necesitaba; poniendo poco de su interés en el tema.

—Flippy esto es serio —espetó Lumpy levantándose de la silla.

Hace tanto que ambos dejaron de ser parte del primer kamikaze equipo Ka-Pow! Y se dedicó a la psicología de llano para que uno de sus ex-compañeros, ahora paciente oficial número uno, comience a negar hechos que traumaron a ambos de por vida. Lumpy no estaba jugando con el tema, jamás lo hacía.

—Yo también hablo en serio.

Flippy jamás olvidaría lo que Lumpy había hecho por él después de ser graduado en psicología y posteriormente encontrarlo a él en un estado lamentable tanto física como psicológicamente; pero afirmar de la nada que esa parte (demente) suya había vuelto era ridículo, les costó mucho a ambos deshacerse de ese bastardo como para afirmar en un segundo su retorno.

Fliqpy no ha vuelto… no lo ha hecho —murmuraba Flippy convencido, aunque si lo que el hombre de cabello azul decía era cierto no sabría que hacer—. No he matado a nadie —se dijo con desesperación y un leve toque de esperanza.

—Escucha Flippy —la mano de Lumpy toco la cabeza del veterano—. Yo también estoy asustado —siseó.

Era verdad, la última vez que Lumpy se vio cara a cara con Fliqpy, el psicólogo casi encontró su muerte. De no ser porque el soldado Reynolds y el comandante (ahora alcalde) Sniffles, habían detenido a ese loco, en una de sus tantos descontroles. Sin ellos Lumpy ya estaría muerto.

La parte psicótica de Flippy había jurado matarlos algún día mientras combatía con esa camisa de fuerza en ese cuarto acolchonado de máxima seguridad. Si Fliqpy estaba de vuelta podría lograrlo ahora que los veteranos estaban experimentado momentos de paz obligándolos a descubrir sus respectivas espaldas.

—Por eso te dejé inconsciente con la maseta de Flaky… ―después pareció meditarlo―, me disculparé con ella después.

—Ya veo… eh, ¡es cierto! ¡Flaky! —Se levantó del diván de un saltó—. ¿Dónde vive?

Alarmado y en total estado de ansiedad, Flippy se acercó a su psicólogo y tomó los hombros; éste lo miró preocupado.

—Flippy ―dijo Lumpy con los ojos entrecerrados―. Creo que no lo captas aún; no puedo permitir que veas a Flaky, no hasta saber que Fliqpy no tiene de nuevo control total sobre ti. —Quitó las manos del chico de sus hombros y lo encaró.

Pero Flippy a veces podría ser un cabezón, con o sin Flaky de por medio, por lo que sin entender razones, el veterano comenzó a gritar al unísono con el psicólogo tratando de lograr que éste le dijese la dirección de la morada de Flaky.

—¡No lo entiendes es importante!

―¡No puede ser más importante que esto, Flippy!

—¡No puedes asegurar nada aún! ¡Además…!

—¡No te permitiré ver a Flaky! ¡Ya dije!

—¡Necesito verla!

—¡Ya te dije que no!

—¡Lumpy!

—¡¿Acaso no entiendes?! ¡Dije que no!

—¡¿Por qué no?!

—¡Porque podrías matarla! ¡¿Será por eso?!

Ambos se quedaron en silencio.

"Matarla" resonó en la cabeza del joven quién se pudo pensativo mientras recuperaba aire.

—¿Crees que podría matarla? —Preguntó bajando la mirada sin moverse de su lugar.

—Probablemente no sólo la mates ―Lumpy cerró las cortinas de su oficina, ya casi era hora de irse a casa.

—¿A qué se refiere? —Flippy levanto la vista, recuperando sus modales.

—Flaky es alguien muy importante para ti… Fliqpy no es tan estúpido como para matarla de un solo tajo Flippy —vio que el joven seguía sin entender suspiro harto de tanto rodeo—. Dime… ¿eres virgen? —Él asintió un poco extrañado por la pregunta pero no por eso menos avergonzado por la cuestión—. ¿A cuántas mujeres conoces?

—Desde que me reclutaron hasta hora, creo… —se puso pensativo, su corazón se paró por un segundo—. Sólo Flaky y a la señora de los bocadillos mexicanos de unas calles antes de llegar aquí —susurró captando bien el mensaje de Lumpy—. ¿De verdad cree que Fliqpy…?

—Sea lo que sea para nosotros… sigue siendo un hombre —se apoyó en su escritorio—. Uno perverso y lleno de ideas retorcidas para hacer sufrir a cualquiera, a cualquiera, Flippy. No sé qué pueda hacerle a una mujer pero prefiero no averiguarlo —él suspiró agotado—; por eso no te puedo dejar solo con Flaky… ni mucho menos darte la dirección de su hogar. Sabrá dios lo que Fliqpy pueda hacerle.

—Entonces creo que será mejor que la llame… dice que tiene un problema ―el veterano se sentó en el diván—. La oí preocupada… ¿podría ir usted? —Lumpy asintió—, gracias —apoyó sus codos en sus piernas viendo bien el piso de madera.

Tocaron la puerta llamando la atención del psicólogo.

—Pase —abrió la puerta una mujer de cabellos azules con un destello blanco en medio y ojos del mismo color—. ¡Ah! Flippy… ella es Petunia, mi segunda secretaria.

La mujer de aspecto maduro, pero a la vez jovial y vivaz, se acercó a ambos llevando consigo algunos folders tamaño oficio de diversos colores.

—Mucho gusto, joven Flippy —saludó la chica con una amable sonrisa.

—Hola —se limitó a decir secamente el chico sin dejar de ver el suelo.

—No le prestes mucha atención querida Petunia —Lumpy le sonrió tomando los hombros cubiertos por el sacó negro y blusa roja.

—¡¿Por qué a todas les dices "querida"?! —Preguntó Flippy recuperando un poco de su ánimo de siempre y el rostro de un niño enojado que no recibe lo que quiere.

Petunia río por lo bajo, consideró la actitud de Flippy algo adorable para alguien de su edad.

—¡Por primera vez! ¡Ten algo de respeto! ―Continuó Flippy irritado.

Desde que lo comenzó a conocer, Flippy se percataba de que a toda mujer agradable con la que Lumpy se topase la llamaba: "Querida", como si con sus novias el insaciable psicólogo no tuviera suficiente, llamaba así a Flaky y ahora a la nueva. Un insolente sin remedio. Debería ser ese mujeriego el de la camisa de fuerza, no él.

—No tiene nada de malo que la llame "querida". ¿O si Petunia querida?

—Lo siento, pero no quiero meter más cizaña entre ustedes —dijo entre risas nerviosas—. Señor Lumpy, aquí están los expedientes que me pidió, los que están en el folder rosa son del señor Kennedy.

—Buen trabajo queri… —Flippy gruño como perro—. Petunia —rio como un bobo ante ambas miradas, tomando los folders.

—Bueno, ya son las siete, así que con su permiso me retiro —avisó Petunia acomodando bien el bolso café sobre su hombro—. Que pasen buena noche, señor Lumpy… joven Flippy.

—Igual —contestó Flippy suspirando.

―Tú también querida Petunia… —la vio marcharse directamente al ascensor—. ¡Y ven al trabajo a la hora que es!

—¡Siga soñando! —Gritó Petunia antes de que las puertas del ascensor se cerrarán.

Lumpy se acarició las sienes.

—Que molesto, no puedo encontrar a una sola que sea puntual —se lamentó Lumpy indignado—. Entonces… —se acercó a su escritorio y tomo una chamarra verde con blanco y su maletín—. Veré a Flaky y le diré que no pudiste ir.

—Claro —Flippy se levantó también—, mientras tanto ataré una cadena a mi cuello… si lo que dice es cierto, no podré dormir tranquilo.

Aunque no es como si antes hubiese podido hacerlo; sin decir nada más Flippy salió de la oficina con un semblante serio.

El psicólogo miró la puerta fijamente, como si en ella visualizara de pie, a un muy joven soldado de largo cabello verde, desarreglado de pies a cabeza, lleno de lodo y sangre (no precisamente suya), sonriéndole por encima de su fleco, el cual le cubría los afilados ojos amarillentos. Un ser que lo veía victorioso con una postura arrogante.

Lumpy apretó los puños. Realmente estaba asustado.

«Flippy… Fliqpy… tan iguales, pero a la vez muy diferentes».

En la mente del psicólogo paso una imagen de ambos dándose la espalda, como un reflejo torcido al otro lado que mostraba la segunda cara del joven veterano; una obra digna de plasmar en papel, pero Lumpy era un psicólogo no dibujante ni pintor por lo que aquello quedaría únicamente grabado en su cabeza. Sin embargo, yendo al verdadero problema, Lumpy estaba preocupándose por Flippy. Mucho. Pues había intuido que después de tanto trabajo, si Fliqpy regresaba lo haría de manera más debilitada.

Lo había subestimado.

Flaky se encontraba tomando un caliente baño en su tina, el vapor era demasiado por lo que casi no podría ver más allá de unos cuantos metros, por suerte la puerta y la ventanilla estaban abiertas y sólo por eso no quedaría atrapada en el vapor que la rodeaba puesto que poco a poco este se escapaba por las aperturas.

Su cabello estaba suelto, por fuera de la tina, y sus brazos estaban colgando de ella, apoyados en los respaldos.

Movía los dedos lento, pero impaciente.

Los ojos de la joven estaban cerrados mientras trataba de serenarse. Pero poco a poco el agua se enfriaba y su piel se contraía como el de una viejita.

«No puedo creer que no me haya llamado para pedirme mi dirección… ¿le habrá preguntado al señor Lumpy? ¿O se le habrá olvidado que necesito ayuda?» Se llevaba cuestionando lo mismo desde que Lumpy colgó el teléfono. Y aún con el televisor encendido no podía quitarse esa duda de encima.

¿Debía llamar ella misma o esperar a que la llamara él?

En el supermercado, en el parque, o adentro en su propia casa; Flaky no podía dejar de pensar en él. Ni en el otro.

Pasó gran parte del día mirando por todos lados con una fuerte inquietud en su corazón, estaba exhausta.

Sus brazos se metieron en la tina, y sus dedos pasaron lentamente desde sus piernas, rozando el leve corte que ese cabrón le había hecho, hasta el cuello donde estaba alojada la evidencia de que la noche pasada no había sido un sueño lo que la atacó.

Aquella que decía un mensaje un mensaje claro, conciso y aterrador:

"Eres mía".

Al menos eso le pareció escuchar en la profundidad de sus profundos sueños lo que daba en posibilidad de que eso sí lo haya imaginado.

—Si Flippy no viene… dormiré con un ojo abierto y con trampas para ratones gigantes —se dijo la pelirroja hundiendo su cabeza en el agua.

Sí, sí, sabía que dichas trampas gigantes no existían (desearía que sí) pero ni aunque lo intentó, el humor no la relajó en lo más mínimo esa noche.

«Aunque… Flippy también tiene su vida» pensó saliendo de la tina. ¿Qué tal si se le había presentado una emergencia propia? Las terribles coincidencias podían existir.

Antes de secarse con la toalla, se vio en el espejo y revisó otra vez su cuerpo; aparte de su cuello y la pierna no había otro rastro que decía haber sido atacada sexualmente, en el fondo lo agradecía a Dios. Aunque no estaba segura del verdadero motivo por el cual ese extraño no le había hecho nada más grave, teniéndola completamente ahí en una cama, indefensa. ¿Acaso le gustaba ver a sus víctimas sufrir hasta el último segundo?

Una parte suya la aterró con la deducción de que quizás no la había matado porque planeaba hacerle algo peor.

¿Algo peor?

Flippy se encontraba subiendo por el ascensor manteniendo los ojos cerrados, arrinconado en el espejo atrás de él y las manos adentro del pantalón; estaba meditando en lo que le había dicho Lumpy hace una hora.

Si Fliqpy se llegase a enterar del lugar dónde vive Flaky, ¿realmente sería capaz de violarla sexualmente para después matarla? ¿O la mataría primero y después…?

―Maldición ―masculló Flippy sintiendo un escalofrío recorriéndole la espalda. En verdad no quería invocar al diablo pero le costaba mucho no pensar en todo lo que Fliqpy podría hacerle a Flaky en su más retorcido momento.

No podía pasar por alto que sea lo que sea que hiciese Fliqpy lo haría usando su cuerpo. Toda la culpa recaería en él al fin de cualquier manera. Como siempre pasaba.

Tratando de no pensar mucho en el pasado, el joven se rascó la coronilla.

Las puertas del ascensor se abrieron dejándolo salir al fin. Imaginarse a Fliqpy haciendo de las suyas una vez más con ayuda de su cuerpo le daba escalofríos, lo malo era que Flippy no sabía si esa sensación era buena o no, temía que fuese lo primero y dicho pensamiento le excitase.

Entonces tendría que alejarse de Flaky definitivamente. La chica no era de su total agrado, pero lo último que Flippy necesitaba era más sangre en sus manos.

Caminó por el pasillo y abrió la puerta de su apartamento; ahora que lo recordaba, la noche anterior nunca se acostó a dormir y amaneció en la cama con su típico cuchillo en la mano derecha el cual tenía un poco de sangre.

Y lo peor, con una fuerte erección de la que se tuvo que encargar en una ducha fría antes de irse a trabajar.

Fliqpy —murmuró prendiendo la luz—. ¿A quién atacaste ayer? ―Hace mucho que dejó de preguntarse eso.

Desde que Lumpy explotó millones de globos en su presencia y no ocurrió nada, Flippy creyó estar curado de ese mal que lo torturaba día y noche. Pero ahora ese problema indudablemente había regresado y parecía querer recuperar el tiempo perdido.

Lo único que lo alivió fue que estaba completamente convencido de que Fliqpy, si bien había atacado, no mató a su víctima. De lo contrario el cuchillo había tenido más sangre encima (y no solo una pizca). Todo él hubiese amanecido mallugado o ensangrentado de pies a cabeza.

Tomó un poco de leche caliente y se fue a dormir; al quitarse su playera sintió un ardor en la espalda.

—¿Qué…?

Se acercó con cuidado al espejo que tenía no muy lejos de su cama matrimonial y vio un rasguño muy significativo en su espalda, no lo había provocado él.

No había duda, Fliqpy estaba de regreso.

La pregunta era: ¿por qué? ¿Y qué era lo que planeaba?

Tocaron la puerta de la casa de Flaky, está ya con su piyama abrió encontrándose con un hombre de cabellos azules, un tranquilo hombre, para ser precisos.

—Señor Lumpy… ¿qué hace aquí? —Preguntó Flaky sorprendida.

—Ehh… bueno… seré breve Flaky. Flippy me comentó… —o más bien Lumpy lo obligo a decirle el motivo por el cual deseaba verla— que le habías pedido su ayuda para un problema; pero él no pudo venir… un asunto importante le surgió.

«A otro perro con ese hueso; ya sabía yo que Flippy inventaría cualquier excusa barata para no venir» pensó enojada. «Y se esforzó tanto que mandó al jefe en su lugar, desconsiderado». Decepcionada, Flaky miró al hombre sin decir nada. Estaba molesta, quizás lo que dijese el señor Lumpy fuese verdad y ella estuviese malinterpretando todo.

—¿Flaky?

—S-sí. Entiendo señor.

Pero se sentía insegura de platicarle a él sobre lo que había pasado, no quería alertarlo ni mucho menos ser una molestia para su jefe.

Lumpy la miró con intensidad.

—¿Pa-pasa algo?

—¿Qué tienes en...? —Lumpy rascó su propio cuello sin quitar la mirada de ella.

Parecía algo incómodo.

—En… —se percató que no llevaba la bufanda o algo que pudiese tapar esas marcas hechas osadamente por un Don Pervertido—. Eso… —se sonrojó tragando saliva fuertemente—, ¿quiere un café? —Preguntó tratando de evadir el tema.

—No, gracias —dijo Lumpy sonriente y un poco nervioso; sabía que no había nadie con Flaky en esos momentos, pero de sólo pensar en la vida privada de su joven ayudante le hacía sentir náuseas y no porque Flaky le diese asco sino porque pensaba en ella como una pequeña amiga.

—En cuanto al problema… pues… me preguntaba… —dudó, maldita inseguridad—. Si podría acompañarme a ver a Handy, un amigo mío que está en el hospital.

—Aahh, con qué era eso —dijo Lumpy aliviado de que no fuera algo grave. Ese tonto de Flippy, le había dejado preocupado. Más de lo que ya estaba.

Flaky estaba a punto de escupir las tripas por la boca. ¿Por qué no estaba siendo honesta? ¡¿Por qué?!

—Si… eso era, pero me siento más cómoda pidiendo algo así, cara a cara —le sonrió sintiéndose una estúpida por no contar su otro problema a una persona de confianza que en este caso, tenía en frente.

—Ya veo, me alegra que no estés mal o te esté pasando algo muy grave Flaky.

La pelirroja trataba de contener la sonrisa, él era un psicólogo y si había una pizca de duda en ella, Lumpy lo sabría al instante.

—Sí, lamento mucho hacerle perder su tiempo —se disculpó sintiéndose mal, y en verdad se sentía mal.

Debía hablar y estaba callando, su vida podría peligrar y por esa estúpida timidez podría dar punto final a ella. Joder.

—No te preocupes —dijo Lumpy restándole importancia.

Lo que Flaky no sabía era que Lumpy estaba demasiado ocupado pensando en Fliqpy que no reparó en la mentira; el hombre sólo, sonrió y acarició la cabeza de Flaky como si de un padre se tratase; algo no tan nuevo para ella.

—Bueno, te dejo… mañana hay que levantarse temprano —le guiñó el ojo con picardía—. Pasa buena noche ―dijo antes de darse vuelta e irse.

—Usted también —contestó ida y con una expresión incómoda en el rostro. Cerró la puerta y se sostuvo de ella al instante. «Estúpida, ¡estúpida! Pudiste contarle, ¡el señor Lumpy es alguien de fiar!».

Azotó levemente la cabeza contra la puerta constantemente; pequeños pero dolorosos empujones.

—Soy una estúpida —murmuró sólo para sí.

No era normal para ella insultar, y mucho menos a ella misma, pero en esta ocasión se lo había ganado a pulso.

Muy para su pesar la media noche al fin cayó sobre ella, Flaky había apagado todas las luces, excepto una pequeña luz de noche que había comprado en la mañana, se había enrollado en las cobijas y se había asegurado de poner una silla atascada en la puerta.

Las ventanas estaban cerradas a la perfección y las cortinas ocultando toda vista hacia el interior. Y si eso no evitaba que cualquier intruso entrará tenía unas tijeras de tela bajo su almohada; pasaba saliva preocupada, no podía pegar el ojo sabiendo que ese tipo estaba afuera esperando su descui…

Se durmió.

El nuevo reloj hacía mover las manecillas que indicaban los segundos, algo en su almohada se movía; sus pies no se movían con la misma libertad, estaban amarrados y sus manos estaban atadas a la cabezada de la cama, y una mascada de un olor poco desagradable estaba obstruyendo su vista.

No puede ser.

—Es una pena, ¿cierto? —Le susurró al oído el mismo hombre que había "casi" abusado de ella; y nuevamente esa noche la tenía completamente a su merced.

Estaba en peligro inminente, de eso estaba segura. Sin embargo antes de que pudiese siquiera reaccionar él pareció reírse de ella.

—¿Qué quieres de mí? —Preguntó asustada pero firme.

Era lo único que podía hacer en esos momentos, demostrarle que no le temía (tanto).

—No tendría ningún chiste decírtelo ahora. —Sujeto su cadera con las dos manos. Eran grandes y fuertes, como si se ejercitará día a día; las subió para llevarse con ellas su playera blanca descubriendo su abdomen—, ¿o sí, señorita Flaky?

Flaky suspiró cuando escucho su nombre, esa voz.

La conocía, esa voz ya la había escuchado antes ¿Pero en quién? ¡¿En quién?! No podía pensar ese tipo acariciaba su espalda percatándose que no llevaba brassier, una de sus manos se alejó.

—¿Qué pensaba hacer con esto?

El sonido le ayudó a pensar, él abrió las dos partes de las tijeras y las cerró fuertemente.

—Matarte, maldito degenerado —contestó ella brutamente; se movió frenéticamente de un lado a otro, sintió que el colchón se sumía, estaba sentándose encima de ella.

—Me encanta esa energía que tienes —siseó admirado.

Sujetó con más fuerza ambas sus muñecas, al parecer una de sus enormes y agrietadas manos podía atrapar sus dos muñecas sin esfuerzo; acercó su cara a la de la pelirroja y olió el aroma que ella desprendía. Flaky se estremeció con miedo.

—¿Qué ganas tú haciendo esto? —Titubeó.

Los labios de él tocaron la antigua marca de la noche anterior, el desconocido sonrió.

—Lo haré sufrir… por lo todo lo que me hizo.

Él uso las tijeras para ir cortando la playera.

—¿A quién?

Flaky no podía evitar sonrojarse y perder el control de sí misma, estaba aterrada, pero muy excitada en el fondo. Esa voz… ¿por qué no podía relacionarla con ningún rostro? ¿Por qué?

Esta sensación… estaba siéndole placentera.

¡No! ¡No es así como funciona!

Estaba siendo desnudada por un desconocido, él había cortado lo único que separaba su piel de la suya. Y por más que se movía él seguía haciendo cortes hasta desprender la playera de su cuerpo para arrojar los pedazos a un lado.

Como si ya fuese un experto en eso, dato que muy lejos de tranquilizarla, la preocupó más.

—A mi estúpido hermano.

—Yo no tengo nada que ver con tu hermano… —aclaró sintió las yemas de los dedos acariciar desde su cuello hasta su abdomen rozando sus pezones tembló cuando él rio.

Si hubiera sabido que aun teniendo una escasa vida social le pasaría aquello no habría mandado al diablo a las primeras personas que le ofrecieron su amistad en su trabajo anterior.

—Claro que sí… —dijo bastante seguro—. En un principio pensé en matarte —las puntas de las tijeras ahora tocaron el principio de su pantalón, comenzó a cortar— pero… mi placer por asesinar sin piedad a todos los que se topen por mi camino y saborear su sangre… se ha ido apagando.

»Podría decir que… necesito sentir el fuego en mis venas cuando clavó un cuchillo aquí.

Se agachó lentamente y lamió el abdomen de Flaky, la joven se estremeció como una lombriz bajo la sal. Respiraba agitada por el terror y el placer, todo bajo su atenta mirada. Hermoso; sencillamente bello y cautivador, como un poema escrito con sangre.

—O sentir la felicidad al decapitar a una persona… —continuó—, y tú, pequeña, me estorbas. Lo haces débil, le quitas ese deseo y por lo tanto yo no puedo hacer lo que más me gusta.

El sonido de la tela cortándose terminó, con fuerza quitó lo que quedaba del pantalón de un tirón. Tomó las piernas de Flaky e hizo que las plantas tocarán el colchón, abrió sus rodillas pero ella intentó cerrarlas.

¿Por qué ella seguía resistiéndose? La muy santurrona fingía ser recta y moralista, pero a los ojos que la analizaban de arriba abajo no era más que una pobre reprimida. En el fondo ella era como las otras; deseosa de sexo y emociones fuertes. Si tan solo dejase de resistirse él podía darle todo eso y mucho más.

Por eso mismo alzó una ceja y le abrió las piernas brutalmente. Ella por el dolor gritó.

—¡Maldito bastardo!

Eso en verdad a Flaky le había dolido, pero algo ella estaba aprendiendo de esto: si se oponía le iría peor. Estaba claro que no tenía ninguna ventaja contra él, estaba inmovilizada y con unas tijeras apuntándole directamente. Un movimiento en falso y pasará a convertirse en una asesinada más en el mundo en el que Flaky quería seguir viviendo. La garganta comenzó a secarse por el modo en el que empezó a respirar por la boca y tragó la poca saliva que apenas pudo reunir.

El tipo comenzaba a pasar sus bragas por sus piernas hasta dejarlas en sus rodillas, cortó ambos extremos con las tijeras para apartarlas por completo. Las manos de la pelirroja temblaban como sus piernas; también como el resto de su cuerpo.

«Va a violarme, va a violarme. Luego me asesinará» se decía asustada a punto de llorar.

Él por su parte disfrutaba de todas y cada una de las expresiones de Flaky

—Me fascina ver esa expresión en tu cara —le susurró muy cerca de sus labios—. El miedo te queda perfecto, ¿sabías que cuando una persona está aterrada es como si se embriagase? Sin saberlo, muestra su verdadera cara, lo que realmente piensa… —con sus dientes tomó el labio inferior de Flaky con una sensualidad demasiado alertadora—. Lo que realmente siente.

El pecho de la joven tocaba el suyo, la respiración agitada de su presa lo elevaba más que cualquier bebida alcohólica, el temblor de su cuerpo lo excitaba de sobremanera, lo había decidido, esa mujer sería suya y cuando se aburriese de su cuerpo la mataría.

De alguna forma que Fliqpy no se entendía, esta mujer parecía ser especial para Flippy. Quería saber por qué.

Una de sus manos bajo por el abdomen de Flaky hasta llegar a su sexo y acariciarlo con las yemas de sus tres dedos. Ella soltó un gemido fuerte.

—Te serviría mucho desmayarte como lo hiciste ayer.

«¿En verdad cree que no he pensado en eso?» Pensó ella soltando otro diminuto grito cuando él empezó a meter dos dedos en su vagina—. ¿Q-qué ha-haces?

—Usa tu imaginación.

De golpe los metió por completo, ella ahogó el gemido cuando él la beso; por unos segundos se negaba a seguirle el juego, pero poco a poco sentía los esfuerzos de ella ceder ante él.

Fliqpy sintió el deseo de gruñir por eso. Esto iba a ser muy divertido.

—Fin de Capítulo—


Al igual que en el capítulo anterior aquí también agregué algunas cosas. Obvio, no son fáciles de notar pero les aseguro que ahí están XD.

Como el resto de personajes, siento que en un principio no le dí la oportunidad de Fliqpy de desenvolverse más. De mostrarnos más su "verdadera cara". En esta actualización pienso ofrecérsela y a ver qué pasa XD.

Como todo comentario cuenta, voy a agradecerles a todos los que comentaron en el capítulo 1. Hace 6 años o actualmente.

¡Gracias por leer y comentar...!

FFarjonita, DobleWhammy, Guest(1), brendadark, Princes Alice, ShinobuByako, AliiceKAnuu-u, KAura1, Merry, Fannia, , Tachibana, Alexis, Alexia STMF, floky's men, Nefertiry-Black, Dark redfalls, NekokitsuneYuki, edpol y nadie importante.

JA NE! ;)


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