*Saca la cabeza de su cueva y mira al público* Hola a todo el mundo! Ya estamos aquí! Dije que actualizaría en una semana, pero la tentación me pudo u.u

Gracias, gracias y un millón más de gracias por todo. Por vuestro apoyo y vuestra acogida. Cuando las palabras llegaron a mi para escribir el OS no pensé que fuera a gustar tanto, no creí que lo leeríais tantas. Ha sido... buff... no puedo ni describirlo.

Quiero agradecer a varias personas que me animaron a continuar con esto y que han estado conmigo todo este tiempo desde que lo publiqué hasta ahora. Mis queridas Marie y Ame, mis DR 3, os quiero con locura y anda que no habéis soportado mis altibajos y mis miedos... Requessss! ajajaj. Gracias por todo chicas! Sois lo más! ;) Eveeeeee! Mi chica, mi Jane! Te adoro! Mentxu, que te traigo loca con los capis, jajaja. Prometo ser una niña mala, palabrita del niño Jesús. Este capítulo va para todas vosotras y también para Cris y Sara, ya lo dije antes pero Sara: Felicidades Cariño!

Ahora, sin más dilación, os dejo este tan esperado capítulo. Espero que os guste ;)

Beteado por Mentxu Masen del grupo de betas de Fanfiction Addiction de Facebook.

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2

Un viaje, ¿a lo desconocido?

Avancé unos cuantos metros más hasta que llegué a Edward. Iba vestido con unos simples vaqueros ajustados, una camiseta blanca sin dibujos, converse y sus ojos estaban cubiertos por unas oscuras gafas de sol. Nunca le había visto vestir de esa manera, siempre llevaba traje y corbata, pero estaba segura de que era porque andaba en la calle conmigo y, si era alguien conocido, no debía de llamar la atención.

Matt me cogía fuertemente de la mano, su cara mirando al suelo, pero sus ojos estaban alzados mirando a Edward con curiosidad.

—Pensé que tendría que ir a buscarte.

—Ya ves que estoy aquí, así que no hace falta —me sonrió pasándose la lengua por sus labios.

Se agachó colocando una rodilla en el suelo, uno de sus brazos descansaba en ella, el otro estaba extendido hacía Matt.

—Hola, pequeño. Me llamo Edward, ¿y tú? —Matt también extendió su mano y agarró la de Edward.

—Me llamo Mathew, pero mi mami me llama Matt —Edward soltó su mano delicadamente y le alborotó el pelo.

—Encantado de conocerte Mathew, ¿puedo llamarte Matt? —Matt asintió y le sonrió tímidamente—. Será mejor que nos vayamos, el avión nos espera —se levantó del suelo y me arrebató la maleta de la mano.

— ¿No tenemos que esperar a que nos llamen para nuestro vuelo? —pregunté intrigada.

— ¿Quién ha dicho que vayamos en un avión normal? Nos vamos en Jet —dijo tan tranquilo, como si tener un Jet fuera lo más normal del mundo.

— ¿Tienes un Jet? —frené de golpe y le miré como si fuera un monstruo.

—No te sorprendas tanto, nena. Vamos.

Le seguí hasta una puerta lateral, donde había dos hombres de negro apostados. Los dos se apartaron de la puerta y entramos. Seguimos caminando por un largo pasillo y después pasamos por otra puerta. Cuando quise darme cuenta estábamos en la pista de despegue. Y justo enfrente de nosotros, había un enorme avión, más pequeño que los normales, pero aún así, seguía siendo enorme.

Un hombre nos guió hasta las escaleras del avión y fuimos subiendo poco a poco. Bajé mi vista para ver a Matt que con su mano libre se agarraba a la barandilla y sus ojos miraban embelesados tal majestuosidad.

Y por dentro no era mucho menos. Todo estaba en tonos negros y blancos, los asientos eran de cuero. Podía jurar que las mesas pegadas a la pared eran de mármol. Era simplemente impresionante.

Nos hicieron sentarnos y ponernos los cinturones. Cinco minutos después, el avión comenzaba a moverse. Y pronto nos encontrábamos surcando los cielos.

Matt estaba sentado a mi lado, mirando por la ventana con la boca abierta y Edward enfrente de mí. Me miraba fijamente, tan fijamente que parecía que podía traspasar mi alma y ver hasta mis más oscuros pensamientos y secretos. Su codo estaba apoyado encima de la blanca mesa y su mandíbula descansaba en su mano. Tenía una sonrisa que me dejaba ver sus dientes.

— ¿Tengo algo en la cara? —le pregunté mientras me tocaba la cara. Su mirada estaba empezando a ponerme nerviosa.

Gesticuló dos palabras con sus labios. "Te deseo".

Giré mi cabeza avergonzada. Había dejado hacía mucho tiempo de sonrojarme. Después de todo, no podía tener vergüenza con mi trabajo. Pero esta ocasión era diferente y sentir el calor subiendo por mis mejillas y coloreándolas me sorprendía. Que Edward me dijera algo así estando Matt a mi lado me hacía sentir extraña. Nunca había dejado que mi pequeño estuviera cerca de donde yo trabajaba. No quería que se enterara de lo que era su madre. Me avergonzaba de ello, no quería que se enfadara o me tuviera asco. Al fin y al cabo solo lo hacía para poder sacarle adelante y darle todo lo que quisiera. No lo hacía por placer, excepto en este último tiempo, con Edward. Con él todo era diferente.

Acaricié el cabello de Matt y dejé un suave beso en su coronilla. Estaba tan entretenido mirando por la ventanilla. Miré de reojo a Edward, esperando que en cualquier momento me hiciera levantarme para hacer algo inadecuado. Pero no lo hizo. Solo estaba mirándome fijamente, sin moverse, sin pestañear, con una estúpida sonrisa perversa en su cara. La verdad, no deseaba saber en qué pensaba, aunque la curiosidad estuviera matándome.

—Mira mamá —me llamó Matt tirando de una de mis manos para que viera por la ventanilla—. Estamos atravesando las nueves —dijo como si fuera una gran hazaña—. Y mira el mar, mami. Mira las olas. Son enormes —desplazó sus brazos todo lo que pudo, para señalarme cuán grandes eran, con una gran expresión de asombro en su cara.

—Sí, cariño, son muy grandes.

—Mami, tengo hambre —se quejó Matt moviendo su pequeña mano en círculos por su estómago.

— ¿Qué es lo que quieres Matt? —preguntó Edward rápidamente, sin darme tiempo si quiera a entender la pregunta.

Matt se encogió de hombros haciendo un leve puchero y pasó sus brazos alrededor de mi cintura, colocando su cabeza en mi pecho. Miraba a Edward fijamente, pero todavía con algo de inseguridad.

— ¿Tú también tienes hambre Bella?

—Algo.

Edward presionó uno de los botones que había a un lado de la mesa que nos separaba. Sonó un breve pitido y a los dos segundos apareció una mujer con una camiseta y una falda hasta las rodillas de color negro, encima, llevaba un delantal blanco con bordados alrededor, también de color negro.

— ¿Qué desea, señor? —preguntó la mujer haciendo una pequeña reverencia con la cabeza.

—Quiero que traiga un poco de todo para comer, zumo de naranja y para mí una copa de brandy.

—Sí, señor, en seguida.

¿A qué venían tantos formalismos? Me pregunté. A los pocos minutos, la mujer que había acudido al llamado de Edward, junto a otras dos mujeres, llegó con bandejas llenas de comida. Las dejaron encima de la mesa y se marcharon inclinando la cabeza.

Cogí un plato y lo llené con una tortilla y algo de fruta para Matt. Se lo puse delante y le tendí el tenedor. Él pinchaba la comida y se la llevaba a la boca lentamente. Entre cada bocado, alzaba la vista para mirar a Edward, algo avergonzado y desconfiado.

Yo me puse unas cuantas fresas en un plato, las cogía con la mano y me las llevaba a la boca, dándoles pequeños mordiscos. Mi vista iba entre Matt y Edward, que seguía observándome, con esa sonrisa pícara en los labios. Llevaba su vaso a la boca y daba pequeños sorbos.

Cuando Matt acabó con su comida, retiró el plato y volvió a acurrucarse en mi costado, abrazando con sus pequeños brazos mi cintura.

— Matt, ¿quieres ver la cabina del piloto? —Matt asintió con la cabeza, boquiabierto.

Edward presionó otro de los botones de la mesa. Un hombre, alto y fuerte vestido de negro apareció. Sus manos formaban una cruz con sus manos agarrando sus muñecas.

— ¿Desea algo, señor?

—Lleva al pequeño Matt a ver la cabina del piloto —el hombre asintió y extendió una mano hacia Matt, que se agarró fuertemente a mí, intimidado.

—Matt, cariño, no tengas miedo —le acaricié el cabello suavemente, alzó la cabeza y me miró—. Ese señor no te va a hacer nada, solo quiere llevarte con el piloto. ¿No es así? —le pregunté.

—Mi deber es proteger, no dañar a nadie.

A l final, Matt terminó por soltarme y darle la mano, después de haber estado pensando qué hacer durante unos minutos. Mientras se marchaba, miraba para atrás. Me miraba. La mandé una sonrisa para intentar tranquilizarle. Me sonrió también tímidamente y desapareció por una puerta unos segundos más tarde.

Ahora Edward y yo nos encontrábamos nuevamente solos. Se levantó y fue hacía una de las esquinas donde había en la pared una pequeña puerta. Me miró y la abrió.

— ¿Una copa?

—No creo que sea conveniente que beba con mi hijo cerca.

—Solo es una copa, no pienso emborracharte —suspiré y asentí.

—Está bien. Pero solo una —aclaré.

Edward sacó dos copas del armario y una botella de champán. Me pregunté para qué quería champán en estos momentos y qué hacía una botella de esas en el avión.

Llenó considerablemente las dos copas y me entregó una de ellas. Y sin más, las chocó, como si estuviéramos en un brindis.

— ¿Acaso celebramos algo? —le pregunté extrañada.

—Celebramos que has decidido venir conmigo por voluntad propia y no tuve que ir a buscarte.

—En realidad, más bien vengo obligada —se rió y pegó un sorbo de su bebida.

Pensé, que ahora estando solos querría desnudarme y acostarse conmigo, pero solo se sentó de nuevo en el sitio que había estado ocupando durante todo lo que llevábamos de viaje y siguió mirándome.

Miré la copa que mis manos sostenían, moví el líquido en círculos y me atreví a beber un poco. Estaba realmente delicioso.

—Hay unas cuantas cosas de las que tenemos que hablar.

—Estoy de acuerdo —asentí y esperé a que comenzara, pero solo hubo silencio. — ¿Dónde nos hospedaremos? —pregunté, ya que él no decía nada.

—En mi casa.

— ¿Tienes una casa en Roma? —no cabía en mi asombro. ¿Quién era este hombre? Me preguntaba una y otra vez.

—Más bien es una residencia de verano. Sus puertas solo se abren cuando llega el momento de irse de vacaciones, pero por esta vez nos quedaremos allí.

— ¿Quién eres en realidad Edward? —le pregunté, esperanzada de que por fin me lo dijera.

—No es el momento de que lo sepas —se levantó y se dirigió a mí—. Por ahora, es mucho mejor así.

Colocó sus manos en mis hombros y dobló su cintura para acercar su cara a la mía, nuestros labios estaban por rozarse. Sacó su lengua y bordeó mis labios con ella, haciéndome sentir en las nubes. Hizo presión con su lengua para conquistar mi boca y yo le di permiso para ello. Abrí mis labios y sentí su invasión. Nuestras lenguas se rozaban rápida y apasionadamente. Subí mis manos por sus brazos, hasta llegar a su cuello y su pelo. Agarré su aterciopelado cabello y tiré de él. Arqueé mi cuerpo contra el suyo y fui levantándome poco a poco. Él bajo sus manos y me abrazó por la cintura, tirando de mi cuerpo para arriba. Mis pies dejaron de tocar el suelo. Ciertamente, él era mucho más alto que yo. Nuestras lenguas bailaban al son de la música inexistente, en una danza de sensualidad infinita. Sentía mi corazón latir frenéticamente contra mi pecho, todo mi ser latía. Cosquillas pasaron por mi cuello, mi columna. Mariposas revoloteaban en mi estómago. Era tanto placer lo que sentía con aquel beso, que no pude evitar doblar los dedos de mis pies, apretar fuertemente mis ojos y dejar escapar un leve gemido.

De repente, sentí como empujaba mi cuerpo lejos de él y mis pies volvieron a tocar el suelo. Separó nuestros labios bruscamente y me alejó unos centímetros. Temblé de pies a cabeza, todo giraba a mí alrededor. Esa pasión desbordante me había mareado de excitación. Y lo peor es que no entendía por qué me separaba de él. ¿Acaso no me deseaba en ese momento?

Me miró fijamente, con su rostro duro, serio. El dorso de su mano toco levemente mi mejilla, cortando durante unos simples segundos mi respiración, sin embargo, a mi me pareció toda una eternidad. Sus labios tocaron levemente el lóbulo de mi oreja y a su vez, susurró.
—Ahora no.
Se apartó de golpe, dejando que el frío de la soledad me abrazara. Una corriente eléctrica, subió por mi columna, erizándome la piel.
Si acababa en un manicomio, sería por culpa de este hombre, que conseguía desconectar todas mis neuronas.

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.

.

Ver Roma desde el cielo fue impresionante. La ciudad vista desde arriba era maravillosa. Estábamos por aterrizar. La voz del piloto sonó desde los altavoces, pidiéndonos que nos abrocháramos los cinturones. Matt me cogió de la mano fuertemente y cerró sus ojos cuando empezamos a descender.

—Tranquilo, cielo, no va a pasar nada.

—Ya mami, pero da cosa —me dijo sin soltarme la mano y con sus ojos aún cerrados.

Suspiré y miré al frente. Edward nos miraba, aunque ya no sonreía, quizás por lo que había pasado hace un rato.

El avión sufrió una sacudida en el momento en el que tocó el suelo y pronto llegó la hora de desembarcar.

En la pista de aterrizaje nos esperaba un coche negro, de cristales tintados. Los tres entramos en la parte trasera y Matt se sentó en el medio, disfrutando de la comodidad de los asientos.

El coche nos llevó por un sendero de arena hasta que a lo lejos vimos una enorme verja de hierro pintado de negro con pequeños detalles en dorado. El coche paró a unos metros de la verja y dos minutos después esta se abrió dándonos paso.

De golpe mi garganta se secó. La visión una gran mansión con la fachada blanca, grandes ventanales y balcones llegó hasta mis retinas, prácticamente quemándolas en el proceso por la majestuosidad y el respeto que provocaba.

El coche ahora circulaba por un pequeño camino de asfalto gris. Rodeamos una imponente fuente que hacía las veces de rotonda y se detuvo a varios metros de unas largas escaleras que llevaban a la puerta de entrada. Fue entonces cuando el coche se detuvo y el conductor bajó para abrirnos las puertas.

—Con que una casa, ¿verdad? —pregunté irónica intentando con mi lengua quitar la sequedad de mis labios.

Edward se encogió de hombros y bajó. Comenzó a caminar hasta la puerta de entrada sin ni siquiera esperarme. Ayudé a Matt a salir del coche y seguí a Edward que se había detenido en el hall de la mansión, esperándonos.

No me había preparado para ver lo que el interior de la casa había guardado para mí. Los suelos eran de mármol rosa. Las paredes totalmente lisas de un color crema muy suave. Enfrente, unas largas escaleras dirigían a la parte superior. Arriba se dividían en dos, cada lado llevando a una parte diferente de la casa, o eso es lo que supuse. Del techo colgaban preciosas lámparas de cristal y bordados de oro. Unas mesas de estilo barroco hechas en madera de cerezo adornaban una de las paredes. Encima de las mesas había dos estatuillas, una era un enorme caballo de porcelana blanco, con la cresta pintada de un marrón claro, y al lado del caballo había una pequeña hada también de porcelana. El hada, con sus preciosas alas pintadas de azul, estaba sentada encima de una roca. Su mirada era tan triste que me encogió el corazón.

El sonido de un pájaro cantando me asustó y giré mi cabeza a la pared contraria. Allí había un enorme reloj de cuco que marcaba las siete en punto de la tarde. Abrí mis ojos incrédula. No me había dado cuenta de que ya habían pasado tantas horas.

—Os enseñaría la casa, pero tengo que hacer una visita. El mayordomo se ocupará de enseñaros todo —Edward miró su reloj de muñeca, a pesar de que sabía bien qué hora era—. Voy a cambiarme. Espero que os acomodéis bien —se dio la vuelta y subió las escaleras corriendo.

Aquel gesto me pareció muy desconsiderado por su parte. Me había traído hasta Roma prácticamente obligada y ahora se marchaba sin más.

Un hombre de unos cuarenta años, de pelo algo canoso y con un par de kilos de más, se acercó a mí y me dedicó una pequeña reverencia que me dejó sin habla. Cogió las maletas que había detrás de mí y me instó a que le siguiera por las escaleras.

El piso de arriba estaba cubierto por una suave moqueta con dibujos sin sentido, seguramente de estilo oriental y las paredes estaban llenas de cuadros de hombres y mujeres. No reconocí a ninguno de ellos. La iluminación era perfecta. Los grandes ventanales que se encontraban a mi izquierda lo iluminaban todo, dándole un aspecto más hermoso a la casa. Los pasillos eran amplios, tanto que cinco personas podían ir una al lado de la otra y no se chocarían.

El mayordomo abrió una de las puertas de la derecha e hizo un gesto con la mano para que entráramos primero.

Lo que más llamaba la atención de aquella habitación era una enorme cama de dosel, con un edredón azul eléctrico. Las paredes también eran azules, pero de un color más claro. A cada lado había dos pequeñas mesillas con unas lamparitas blancas. Enfrente de la cama había un pequeño sillón para tres personas, con una mesa de café de madera color blanco y una televisión en un pequeño aparador de cristal. Al lado de la cama había dos pequeñas mesillas con unas lamparitas blancas. La habitación era bastante amplia y en el suelo la moqueta también era azul. La primera sensación que me produjo es que era una habitación bastante impersonal, no tenía nada que destacara, que le diera alma, pero aún así era preciosa. Había dos puertas dentro de la habitación, una de ellas al lado de una de las mesillas y la otra, de la televisión y enfrente de mí. Unas grandes puertas de cristal daban paso a una terraza, pero no podía ver nada del exterior, debido a los visillos translucidos que las cubrían.

El mayordomo entró y dejó las maletas que pertenecían a Matt dentro, a los pies de la cama.

—Perdone mi indiscreción, señora —habló con un leve acento italiano—. Mi nombre es Marco y estaré encantado de servirla mientras se encuentre aquí. Esta —señaló con su mano la habitación—, será el cuarto de su bambino.

— ¿Mi qué? —pregunté extrañada, haciendo una rara mueca con mis labios.

—Su pequeño.

—Oh…

Miré a Matt que se agarraba a mi pierna escondiendo su cara en la tela de mi vestido.

—Allí —señaló la puerta de al lado de la cama—, está el cuarto de baño y en esa puerta —indicó con su mano la que se encontraba donde la televisión—, está el ropero.

— ¿Tiene cuarto de baño propio y ropero? —me llevé una mano a la cabeza y retiré un par de mechones de mi pelo que nublaban mi visión.

—En efecto, señora. Ahora sígame, tengo que llevarla a su habitación —se dirigió a la puerta, pero le detuve.

— ¿No voy a dormir aquí?

—No señora. El señor le reservó una habitación cercana a la suya.

Agarré a Matt de la mano y seguimos a Marco por varios pasillos. Dimos una gran vuelta, de unos diez minutos. Podía jurar que aquellos pasillos no se acabarían nunca, parecían no tener fin.

Se detuvo y volvió a abrir una puerta. Entré sin esperar a que me invitara, tenía curiosidad por saber cómo sería mi habitación.

El suelo estaba cubierto por una alfombra negra, las paredes pintadas en un gris muy oscuro y en medio se encontraba la cama con el edredón negro doblado a la mitad y las sábanas rojas. El cabezal de la cama tenía varias flores y también era de color rojo y a los lados unas mesitas de noche blancas con sus respectivas lámparas también blancas.

A un lado había una cómoda exactamente igual que las mesillas y, como en la habitación de Matt, delante de la cama había un enorme sofá en forma de "L" forrado en cuero. Una pequeña mesa de café blanca y roja y el aparador de la televisión. También había dos puertas que enseguida supe a dónde daba cada una.

Me quedé literalmente con la boca abierta. Di dos pasos al frente y giré en mi propio eje para observarlo todo mejor. Un gran ventanal también ocupaba toda una pared de la habitación, y en este caso, los visillos eran rojo claro.

—El señor quiere que descanse un rato antes de que vuelva. Dúchese y después la traeremos algo de comer. También ha dejado esto —me tendió un pequeño sobre blanco que cogí rápidamente—. Si me permite, deje que lleve a su bambino con mi esposa para que le bañe y le cambié de ropa.

—Preferiría hacerlo yo —intenté imponerme ante Marco.

—Son órdenes del señor —me miró con algo de miedo en sus ojos. Suspiré y asentí.

—Solo por esta vez.

—Mami —Matt tiró de la tela de mi vestido.

Me agaché para quedar a su altura y le acaricié la cara sonriéndole tiernamente.

—No te preocupes, este señor te tratará muy bien y yo en un rato iré contigo. ¿De acuerdo?

Asintió con el miedo reflejado en sus ojos y le dio la mano a Marco que se lo llevó en seguida de la habitación. Estuve a punto de salir corriendo detrás de él, pero algo me hizo quedarme quieta donde estaba.

Me senté a los pies de la cama y rasgué el sobre para sacar un solo folio de su interior.

Bella, no te preocupes por Matt, estará bien con la esposa de Marco. Dúchate, come algo y ponte el vestido que te espera en tu armario. Nos vemos en unas horas y espero que estés preparada para lo que tengo guardado para ti.

Edward

Solo tres malditas frases que me hicieron suspirar. Dejé el sobre en la cama y fui hasta la puerta que separaba la habitación del cuarto de baño.

Todo era de mármol blanco. Enorme. Una gran ducha adornaba el lado izquierdo y el lavabo tenía una encimera a conjunto con la habitación. Las toallas también eran rojas. Parecía que el que había construido toda esta mansión había decidido combinar las habitaciones con los cuartos de baño.

Encendí el grifo de la ducha y regulé el agua para que saliera caliente, pero sin que me llegara a quemar. Salí y abrí una de mis maletas, saqué mi ropa interior de encaje azul y volví a entrar al baño. Cuando llegué, el vapor del agua ya estaba comenzando a invadir toda la estancia. Me desnudé lentamente, disfrutando de mi momento de relajación y entré en la ducha sintiendo como el agua caliente deshacía todos los nudos que se habían formado en mis músculos por el estrés del viaje.

Me pregunté una y otra vez quién sería Edward, cuánto dinero podría tener para conservar tal mansión y por qué todo el mundo hacía una reverencia cada vez que le veía. ¿Es alguien de la mafia? Fue lo primero que me pregunté. ¿Es algún político importante? Podría ser, pero parecía demasiado joven para serlo. ¿Un empresario multimillonario? Eso sería lo más normal. ¿Estaría casado? ¿Tendría hijos? ¿Por qué tanto secretismo?

Las preguntas rondaban por mi cabeza una tras otra sin darme ni un minuto de descanso.

Salí de la ducha y después de secarme, me coloqué la ropa interior. Me envolví en el albornoz que colgaba de un perchero tras la puerta y me dirigí hacia el ropero.

Coloqué mi mano en el picaporte, respiré hondo y abría la puerta. No sabía qué podría encontrarme allí dentro, pero de seguro no estaría preparada para ello. Y así fue. La habitación era bastante amplia. Tenía armarios y cajones en tres de las cuatro paredes. Al fondo había un gran espejo y delante dos asientos forrados en una tela suave de color rojo. El suelo también estaba cubierto por una moqueta roja.

Uno de los armarios estaba abierto de par en par y allí una sola prenda colgaba de todas las perchas que había. Era un vestido azul con brillos y pequeñas perlas plateadas. El borde de la falda tenía un pequeño vuelo hecho de tul transparente. Lo cogí entre mis manos y acaricié la tela con cuidado. Enseguida me lo puse. Tenía dos tirantes y mi espalda estaba totalmente tapada por la tela. Tenía mucho escote y dejaba parte de mis senos al descubierto. Me llegaba por debajo de mis glúteos, apenas tapando parte de mi intimidad. Prácticamente no dejaba nada a la imaginación.

Mi miré en el espejo y disfruté de lo bien que me quedaba. Recogí mi pelo en lo alto de mi cabeza con una pinza y salí para comenzar a maquillarme y después poder peinarme. Edward me había dicho que me tenía algo preparado, ¿no? Debería de ponerme deslumbrante para sorprenderlo yo a él también.

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La leve brisa de la noche de Roma me mecía el pelo suavemente y refrescaba mi acalorada piel. Me había recogido el pelo en una coleta ladeada de ondulaciones con algún mechón suelto. Mis oídos estaban adornados por unas pequeñas lágrimas de cristal de cuarzo y un collar del mismo material adornaba mi cuello y el principio de mis pechos.

Estaba admirando desde la pequeña terraza del patio trasero la piscina y los jardines que la bordeaban. Los faroles colocados a cierta distancia unos de otros hacían que la vista fuera preciosa y conmovedora. Cerré los ojos y coloqué mis manos en la barandilla que tenía delante de mí para separar la terraza del césped que llevaba a la piscina. Respiré la tranquilidad del lugar y su suave aroma a flores. Un perfume masculino y atrayente llegó a mí. Miles de cosquillas recorrieron mi cuerpo cuando alguien alto y fuerte se colocó detrás de mí, dejando un suave y excitante beso en mi cuello.

— ¿Admirando la vista? —susurró dejando un hilo de besos por todo mi cuello.

Mi cuerpo vibró a causa de los escalofríos que sus besos me provocaban. Quise girarme para quedar cara a cara con él pero me tenía atrapada, inmovilizada. Bajó hasta mi hombro e hizo a un lado la tela que lo cubría. Dejó un pequeño mordisco y muchos, muchos más besos.

—Edward, tenemos que hablar —intenté resistirme a su seducción, algo que era casi imposible.

— ¿No podemos dejarlo para más tarde? —preguntó a media voz apretando sus caderas contra mi trasero, dejándome ver qué tan excitado estaba.

—No, tiene que ser ahora, antes de que pierda la cabeza por completo —se apartó de mi bruscamente dejando mi cuerpo en libertad.

Me giré y le miré a los ojos, esos profundos pozos verdes que ardían en las llamas del deseo.

— ¿Has comido algo? —preguntó bruscamente, dirigiéndose a una mesa circular hecha de cristal que se encontraba a un lado de la terraza flanqueada por cuatro sillas de estilo clásico y tapizadas en una suave tela de terciopelo de color aguamarina.

—Algo con Matt, pero te estaba esperando para cenar.

Asintió y chasqueó los dedos, en menos de un segundo una mujer vestida con el mismo uniforme que las que nos habían atendido en el avión se presentó. Inclinó la cabeza en símbolo de respeto y juntó sus manos delante de su estómago esperando órdenes. Me pregunté cuántas personas podrían vivir en esta casa y por qué no las había visto rondar por los pasillos. ¿Estarían siempre observando, vigilando entre las sombras?

—Tráiganos la cena, algo ligero y el vino francés de mil ochocientos sesenta y tres.

—En seguida señor —volvió a inclinar la cabeza y se marchó tan rápido como había llegado.

Edward se sentó en una de las sillas y apoyó los codos encima de la cabeza para reposar encima de sus manos su mandíbula.

—Siéntate y dime de qué quieres hablar. Debe de ser algo importante si has interrumpido nuestro momento de placer.

Dejé su orden en el olvido y me quedé de pie al lado de una de las sillas restregando nerviosa mis manos.

— ¿Por qué has puesto la habitación de Matt tan lejos de la mía? No quiero que esté lejos de mí —me atreví a hablar, aunque en mi voz se notaba un pequeño deje de nerviosismo.

—Porque no querrás que se despierte al escucharte gritar por las noches.

—Pero no puede estar lejos de mí, no puede estar solo en una casa tan grande. No, me niego.

—Es mejor así y no estará solo. Una mujer del servicio se quedará en la habitación contigua a la suya y, si sucede algo, ella vendrá personalmente a avisarte.

—Pero, pero… Edward… —en ese momento la mujer de antes interrumpió lo que iba a decir dejando una bandeja con comida en la mesa.

Marco venía detrás con la botella de vino, la cubeta de hielos, dos copas y el sacacorchos. Descorchó la botella y sirvió las dos copas por la mitad. Se marcharon en silencio.

—Siéntate, debes de tener hambre —suspiré resignada y me senté. Este hombre podía conmigo y con mis fuerzas.

Cogí un pequeño plato y lo llené de algo de fruta y queso. Cogí una de las lonchas de queso que descansaban en mi plato y me la llevé a la boca. Saboreé detenidamente aquel maravilloso sabor, sabía a gloria. Cerré mis ojos y dejé escapar un pequeño gemido.

— ¿Te gusta? —preguntó seductoramente.

—Está exquisito —abrí los ojos y decidí continuar con lo que iba a decir antes de que me interrumpieran—. Edward, Matt es mi hijo, tiene que estar conmigo —pronuncié está última palabra más fuerte que el resto.

—Es mejor de este modo Bella, tampoco está tan lejos.

—Sí, lo está —me levanté de la mesa enojada y tiré la servilleta que descansaba en mi regazo encima de la mesa.

—Bella, siéntate.

—No me digas qué debo hacer.

Me di la vuelta y bajé deprisa los pequeños escalones de la terraza hasta el fresco césped de la piscina. Necesitaba pasear un rato entre tan bello paisaje para despejar mi mente y hacer que mi enfado bajara de intensidad. Esperaba que el aire nocturno y la tranquilidad del lugar me dieran la paz que mi alma pedía en ese momento, sin embargo no conseguí dar ni diez pasos cuando unas fuertes menos me agarraron por la cintura y me elevaron en el aíre. Edward me colocó encima de su hombro agarrando fuertemente mis nalgas y dándome un pequeño azote. Avanzó a grandes zancadas, ¿a dónde? No tenía ni idea porque desde mi posición no lo podía ver.

Me revolví en sus brazos intentando forcejar para que me soltara.

— ¡Edward, déjame en el suelo! —le grité todo lo fuerte que pude, pero él pasó olímpicamente de mis palabras.

—Señorita, se ha quemado con su propia ira, necesita refrescarse o tendrá serios problemas.

— ¿A qué mierdas te refieres?

—Espero que la siente bien el baño de agua fría.

Y sin más sentí como impulsaba mi cuerpo lejos del suyo. Me sentí volar por los aíres hasta que me hundí en el agua helada. La piscina era profunda y por un momento pensé que me ahogaría. Pataleé y moví mis manos como loca dentro del agua. Dejé de respirar para conservar el poco oxígeno que tenía en mis pulmones y a los pocos segundos conseguí sacar la cabeza y tomar grandes bocanadas de aíre. El muy gilipollas me había tirado al agua. Era, era… No tenía palabras para definir qué tan estúpido era. Me acerqué despacio hasta el borde, donde él se encontraba, y le tiré algo de agua empapando su traje de diseñador.

Me miró serio intentando secar con sus manos la chaqueta, pero era imposible.

— ¿Así que quieres jugar? Pues entonces juguemos.

Se quitó la chaqueta y la corbata dejándolos a un lado de él en el suelo. Sacó sus zapatos y sus calcetines. Desabrochó el cinturón que sujetaba su pantalón y también el botón, bajó la cremallera de la bragueta y se deshizo de sus pantalones lo más rápido que pudo. Tiró lejos su camisa a medio desabrochar quedando solo en los bóxers negros y ajustados que llevaba, dejando percibir su enorme erección.

Dio un par de pasos hacia atrás y cogió impulso para tirarse de cabeza a la piscina.

Sentí como unos brazos me cogían de la cintura y me volvía a llevar hasta el fondo de la piscina. Abrí mis ojos dentro del agua y giré mi cabeza para mirarle y ver cómo me sonreía con el deseo reflejado en sus ojos. Se empujó con los pies y salimos a la superficie.

—Creo que le sobra algo de ropa —me susurró en el oído.

Llevó sus manos hasta mis piernas y fue subiendo el mojado vestido por mi cuerpo, pero era una tarea algo difícil ya que la tela se pegaba a mi piel, pero no se rindió y al final consiguió sacármelo por la cabeza y lo tiró a algún lugar de la piscina donde el vestido se hundió.

—Has estropeado el vestido. Era precioso.

—Puedo comprarte muchos más, no te preocupes por un absurdo vestido.

Llevó sus labios salvajemente hacía los míos y me los devoró. Su boca se movía sobre la mía demandante. Sus dientes cogían mis labios y los mordían tirando de ellos. Su lengua recorría todo el interior de mi boca, chocando contra mi lengua. Las dos bailaban una danza dentro del fuego de la pasión.

Gimió y apretó mi cintura contra sus caderas, restregando su erección por todo mi vientre.

Llevó una de sus manos hasta el borde de mis bragas de encaje y metió su mano dentro acariciando mi pubis lentamente y bajó muy despacio, era una dulce tortura. Sus dedos alcanzaron mi clítoris y comenzó a masajearlo con lentos y secos movimientos. Cerré mis ojos y coloqué mis manos en sus hombros arañándolo con mis largas uñas. Apreté los labios y solté un gemido. Mi respiración poco a poco comenzó a acelerarse, mi pecho subía y bajaba a un frenético ritmo. Y pude sentir como sus labios se curvaban en una sonrisa sobre los míos. Disfrutaba dándome placer.

Sacó su mano de mis bragas y nadó conmigo hasta hacer que mi espalda chocara contra la pared de la piscina. Comenzó a besarme el cuello y bajó dejando un reguero de besos y mordidas hasta mis pezones. Mordió mis pezones tirando de ellos con los dientes, hasta conseguir endurecérmelos del todo. Grité de placer y llevé una mano a su pelo tirando de él.

Él siguió bajando, metió la cabeza dentro del agua y de repente sentí como atacaba mi sexo con su lengua. Nunca pensé que se pudiera hacer algo así debajo del agua, pero él lo estaba haciendo y era… simplemente increíble, pero para mi desgracia no duró demasiado ya que tuvo que salir a coger aíre. Volvió a comerse mis labios y después se apartó unos pocos milímetros, lo suficiente para hablar y que se le entendiera.

—Seré mejor que vayamos dentro, quiero poder comerte sin descanso.

Colocó sus manos en mi culo y me impulsó hasta dejarme sentada en la orilla toda jadeante y empapada. Él puso sus manos en el borde y alzó su cuerpo hasta quedar de rodillas a mi lado. Miró intensamente todo mi cuerpo mojado y se abalanzó sobre mí sin pensarlo.

Cubrió mi pecho con sus manos y lo masajeó mientras su lengua jugaba con la mía. Creo que a este paso no llegaremos ni a las escaleras de la terraza —pensé.

Llevó sus dientes a mi cuello y recorrió con ellos todo el lugar, mis pechos hasta llegar a mi ombligo donde se entretuvo un rato mordiendo la piel de mi estómago provocando que sintiera cosquillas y todo mi cuerpo se contrajera por el placer que aquello me producía.

—Señor, señorita, no deseo molestar pero… —abrí mis ojos y giré mi cabeza asustada viendo a una mujer algo mayor dándonos la espalda con la cabeza gacha.

— ¿Qué coño quieres Sulspicia? —Edward levantó la cabeza con su rostro demostrando el enojo que sentía al haber sido interrumpido. Me incorporé y tapé mi desnudez detrás del cuerpo de Edward con mi cabeza enterrada en su espalda por la vergüenza de que nos hubiera encontrado en tales circunstancias.

—Siento molestar pero el señorito Matt no deja de llorar pidiendo por su madre. Tuvo una pesadilla —explicó con voz avergonzada—. Creí que lo mejor era venir a avisarla señorita, no pensé que estuvieran ocupados.

—Matt —me levanté corriendo olvidando que me encontraba en ropa interior.

Edward se levantó conmigo y cogió la chaqueta de su traje cubriendo mi cuerpo. Se lo agradecí con la mirada y corrí al interior de la casa, subí las escaleras y busqué la habitación de Matt esperando no perderme por los pasillos. Escuché su llanto a unos metros de mí y entré al cuarto. Mi pequeño se encontraba tumbado en la cama hecho un ovillo y temblando a causa de los sollozos.

—Matt, cariño, ¿qué pasa? —me senté en la cama y le cogí entre mis brazos.

—Un monstruo nos atacó y quería comerte y yo… yo me perdí y no te encontra… encontraba —habló entre hipos por las lágrimas que caían por sus mejillas.

—Shh, ya estoy aquí —acaricié su espalda y le apreté fuertemente contra mi pecho meciendo nuestros cuerpo.

—No te vayas, mami.

—No me iré mi amor, estoy aquí y no me iré.

— ¿Puedo dormir contigo? —me preguntó más calmado con sus ojitos cerrándose por el sueño.

—Sí, dormiré aquí contigo. Ahora duerme —susurré en su oído tatareando una hermosa nana para que se durmiera, algo que hizo enseguida.

Giré mi vista y encontré a Edward en el quicio de la puerta con su pelo completamente revuelto y todavía mojado igual que el mío, se había puesto los pantalones y la camisa, pero no había abrochado nada.

—Te traeré el pijama —su mirada era intensa y todavía reflejaba el deseo que sentía por mí, pero los dos sabíamos que esta noche nada más sucedería. Matt me necesitaba a su lado.

Asentí con la cabeza y él se marchó, dejándome sola velando por los sueños de mi hermoso hijo.


Oh... oh... momento estropeado por Sulspicia... pero todo tenía su motivo, mi dulce Matt había tenido una pesadilla y estaba asustado *Suspira enamorada* Ese niño me tiene en la palma de sus pequeñitas manos. ¿Y Ed? A veces deseo matarle, pero es que... jjajaja. Todo hay que decirlo, no es malo, eso os lo aseguro, ajajajaja. Espero que no me matéis en el próximo capítulo.

Pues hasta aquí el segundo capítulo, espero que os haya gustado tanto como yo amé escribirlo y para la próxima semana el tercer capítulo! Yujuuuuu, jajaja. Con esto estoy disfrutando como una niña pequeña.

Intentaré actualizar una vez por semana, pero si tengo algún problema intentaré avisaros, no os preocupéis.

Ahora contestaré un par de rr sin cuenta:

Pia: Gracias por tus palabras cariño, y tendré en cuenta tu oferta ;) Un beso enorme!

Let: Pues aquí está, ya no hace falta que revises más, jajaja. Un beso, y me alegra que esto te haya gustado! :D

Agradecer a todas aquellas que me dejaron rr:

Sarah-Crish Cullen; Saraes; Milhoja; Mariie Emma Cullen PotteR; Ame D'Cullen Pattinson; Supattinsondecullen; KCMS; Nana Cullen; Ligia Rodriguez; Romycullen; Karenov17; Aredhel Isile; Zary65; Itzel Lightwood; Iga Emo - 12L; Analia Swan; Sereny's Cullen; Samyzoe; Ely Cullen M; Mariees; Gatita Swan; VictoriaMasenCullenVulturi; Etzelita; Janalez; Angel Dark1313; Caniqui; Klary Alice Cullen Swift; Briit; BarbyBells; vhica; Keny-Cullen; Carelymh; Sparklinghaledecullen; Tanya Masen Cullen; Kpatycullen; Zuly Luna; Eve Runner; MayQkaCullenSwan; Mariicullen; Lily Evans Masen; Michelle Cullen; Akasha Ann; Pattz Love; Biankis Masen; Daniela Lopez; Lizeth Flores; Alisaness Cullen; Hilarycullen17; jhanulita; Solecitopucheta; Camyli; Paulii Bones Love; Always i be u're friend; Marce Masen; Luzdeluna2012; Romiina; Bere Moreno; Yolabertay; Salvatore D' Cullen; Bydanny; Maru-chan1296; Jennyteamedward; Danny Fer D' Rathbone; Nachika Cullen; V1V1; Keimasen86; PaolaC19; Johanna; Rob-sexi-obsecionada; Diana-Cullen-O'Shea-Black; jupy; Boy Twilight; SillyWritter; ini narvel; anamart05; Libertad; yasmin-cullen; Nina McCarhty; ; Let; Milla Whitlock; Mitica; Jazmin Li; MirandaPattinson; VimCullen; Susana Minguell; Pia; Aliena Cullen; Bells Swan-Cullen05; Lady Andy Pao; y a todos los anónimos que no dejaron nombre.

Gracias a todas las lectora silenciosas que leyeron, a las chicas que me pusieron en alertas y favoritos. Animaos a dejarme vuestros msn o algo donde pueda comunicarme y hablar con cada una de vosotras si queréis y los rr anónimos, me gustaría poder contestaros personalmente.

Creo que ya me he enrollado demasiado, menudo testamento os he dejado... jaja. Así que me voy despidiendo.

Nos vemos dentro de una semana! :D

(P.D: Lo que aparezca a continuación pertenece a la nota de autor que puse antes de este capítulo. No quise eliminarlo porque allí contestaba algunos rr, así que lo pongo aquí.

Anónimo 1 (No dejaste nombre): Será un Long-Fic. Publicaré en cuanto acabe el contest y sobre tus preguntas de qué es Edward, si se queda con Bella, etc, siento decirte que lo irás descubriendo poco a poco. Pero advierto, será un fic lleno de sorpresas.

Noe: Gracias por tu rr, te juro que casi lloro ;) Y si, lo continuaré, jajaja.

Anónimo 2 (Tampoco hay nombre): Gracias por pasarte cariño. :D

vhica: Gracias por tus palabras, como ya dije, esto tendrá una larga continuación.

Anónimo 3: Thanks for your review honey. I don't really expecting it, was amazing to receive your rr. Will be continued and I hope you like it. thank you very much honny!

Anónimo 4: Muchas gracias por tus palabras y tus ánimos!

Akasha Ann: Nena, gracias por tu apoyo, por estar siempre ahí. :D

Michelle Cullen: Cariño, tu review me mató, jajaaj. Me encantó y siempre que lo leo me saca una enorme sonrisa. Gracias por tus palabras y por tu apoyo. En verdad gracias, eres todo un amor! :DD

Anónimo 5: Gracias por tus palabras! Habrá continuación, jajaaj. Y me alegra que te haya encantado mi Edward misterioso, en un tiempo sabremos mucho más de él y será... espectacular, solo puedo decir eso. Besitos cariño!

Daniela Lopez: Tus deseos se harán realidad cuando acabe el contest, jajaja. Gracias por tus palabras y por tu rr. :D

Anónimo 6: Hola! Los planes de Edward son un secreto de momento, jajaaj. Y el destino de Bella se sabrá en un tiempo, poco a poco. Matt será alguien especial dentro del fic, yo ya me enamoré de él y espero que vosotras también lo hagáis. Me alegra que te haya gustado el vídeo que hice y nos vemos en cuanto acabe el contest. Gracias por tus palabras. Muchos besos cariño! :* )

Firmado:

Heather.