Nota de la Autora: Este capitulo va dedicado para Coockie, gran amiga y gran escritora de este sitio que nos ha atraído historias magnificas como lo es "De la guerra al amor, solo hay un paso" y su secuela, actualmente en proceso "Del amor a la guerra". ¡FELIZ CUMPLEAÑOS, JULI! Espero la pases super fino.

Capitulo XI

¡Incendio!

Los ojos azules de Terra, ya grandes por naturaleza, se abrieron a su máxima expresión y en ellos se vislumbraba el pánico de la rubia; cubrió su boca para ahogar un grito, pero eso suponía una estupidez; debía gritar, pedir auxilio, advertir a todos: ¡La taberna iba a arder en llamas!

—¡FUEGO! ¡FUEGO! —corrió vociferando hacia donde estaban los suyos, para advertirles del peligro inminente.

En medio de su oleada de celos, Terra sin querer derribo una lámpara llena de velas, de las que se empleaban para iluminar mejor el escenario, el vidrio del que estaba hecha se destruyó al impactar contra el suelo y el fuego de las velas cayó sobre las cortinas del escenario empezando a consumirlas, el fuego era rápido al propagarse y pronto se comería el techo y arrasaría con todo el lugar.

—¿Qué diablos pasa? ¿Por qué tanto escandalo? —preguntó Abeja irritada por no entender que decía Terra, mientras era asistida por las demás gitanas en la extracción de todas las joyas y adornos de su vestimenta.

Terra llego hasta ella pálida, como si hubiera visto un espíritu, tomó por los hombros a La Reina y la sacudió.

—¡LA TABERNA SE INCENDIA! TENEMOS QUE SALIR DE AQUÍ —chilló muerta de miedo.

El anuncio conmocionó a Abeja por un momento, haciendo que el color de su piel también se aclarara, pero no había tiempo para congelarse, tenían que evacuar.

—¡Ya escucharon! ¡No se queden ahí parados! ¡Tomen todo lo que puedan y salgan de aquí! —ordenó a toda su alarmada comuna a la vez que salía corriendo a buscar a su hermano.

. . .

—¿Puedes caminar por ti misma? —inquirió El Principe Richard ayudando a la pelirroja a bajar de la mesa.

—No tienes de que preocuparte —Le tranquilizó ella, aunque sí se sentía un poco débil —Haz sido muy gentil conmigo —Le agradeció.

—Es que como tú hay muy pocas en este mundo, mi bella Estrella —La halagó depositando un cálido beso en su frente.

—Ha sido maravilloso y no quisiera separarme de ti, pero es que… —Intentó decir Kory entre susurros delicados.

—¡FUEGO! —gritó Richard abrazándola a él fuertemente.

De no ser por sus buenos reflejos una viga envuelta en llamas hubiera aplastado a Korian. La pelirroja ante la develación, olvidó toda idea romántica y todas las declaraciones que tenía para el pelinegro, en su mente solo apareció el rostro de su amiga y su prioridad era encontrarla y salir de ese lugar. Se desató del agarre de Dick y se sumergió en la multitud que corría y gritaba desesperada.

—ESTRELLA —gritó Richard, pero ya era tarde, Estrella había desaparecido de su vista, pero Victor ¿En dónde estaba Victor? —¡VIC! ¡VICTOR! —llamó colocando sus manos alrededor de su boca para amplificar el sonido, llevando su mirada en todas direcciones mientras esquivaba a la gente a su paso.

—RICHARD —escuchó la voz de su amigo llamarle, no parecía estar lejos.

Dio otro par de pasos entre la gente hasta que logró divisar a su amigo, enhorabuena, se encontraba ileso pero algo enredado.

—Ayúdame a quitarme esto —pidió al pelinegro, esforzándose por quitarse el velo en el que había sido envuelto.

El Príncipe se hizo de la daga de doble filo que solía llevar con él, tenía la forma de un ave cuyas dos alas extendidas eran las cuchillas, y con un simple moviendo corto la tela y liberó al Duque.

—Gracias amigo —dijo Victor tomándose del brazo con Dick, este sonrió porque no había nada que agradecer.

En ese momento un escombro gigante y ardiente cayó del techo rompiendo con el momento de amistad.

—¡Salgamos de aquí! Tu madre nos matará si morimos —arguyó el moreno echando a correr.

—Esa… frase…es… ilógica —dijo Richard entrecortadamente a causa del humo que empezaba a invadir sus pulmones.

—Si los herederos al trono mueren por salir de parranda sin permiso ¿No crees que tu madre es capaz de irnos a buscar hasta el más allá para rematarnos por tener esa estúpida idea? —interrogó el noble usando un tono entre irónico y alterado.

Richard lo metido un segundo y respondió seriamente —Sí, es muy capaz.

—De este modo nos freiremos todos aquí, necesitamos orden.

—Olvídate del orden ¡Necesitamos una salida! —manifestó El Príncipe tratando de trazar un plan para escapar de allí que también beneficiara a los demás.

Las pocas puertas del local ya habían sido bloqueadas por las bolas de fuego que se desprendían del techo.

—Estamos atrapados en este horno gigante —sentenció Richard esquivando otro montón de gente alarmada.

—No hay salida —murmuró Victor para luego obedecer lo que le indicaba su instinto de supervivencia —En ese caso ¡HABRA QUE HACER UNA! —bramó estampando su puño de roca en la pared contigua, abriendo un enorme agujero.

—Me gusta ese plan —Lo secundó el de ojos azul tomando una silla que lanzó contra un vitral para abrir otra vía de escápate. —¡Vengan todos por aquí! —Les indicó a los ciudadanos.

Entre él y Victor ayudaron a la gente a evacuar el lugar, en breve serían los futuros líderes y protectores de esas personas así que debían empezar a actuar como tales.

. . .

—¡Ángel! —exclamó la pelirroja al encontrarse con su amiga.

—¡Estrella! Oh Estrella ¿Te encuentras bien? —preguntó Rachel muerta de la preocupación, sintiendo a Kory como si esta se le fuera a esfumar de las manos en cualquier momento.

—Rápido, todos están saliendo por allá, debemos irnos.

Kory la agarró del brazo y ambas corrieron en dirección a las improvisadas salidas que abrieron El Príncipe y El Duque. El humo se hacia cada vez más denso y le nublaba la visión a Rachel, se sentía débil y no paraba de toser.

—Casi llegamos Ángel, casi llegamos —Le pedía la pelirroja que resistiera.

A cada segundo que pasaba el gentío se aglomeraba más, en busca de escapatoria, lo único que se escuchaban eran gritos de terror, niños llorando aferrados a sus madres y el estruendo de la edificación cayéndose a pedazos. El fuego arrasaba con todo a su paso y el humo mortal llenaba cada vez más el ambiente. Kory sujetaba a Rachel con todas sus fuerzas, su amiga estaba casi desmayada por todo el humo que había aspirado, en cambio ella se mantenía muy alerta, probablemente la adrenalina del momento le impedía abandonar su cuerpo a la voluntad de las circunstancias.

—ESTRELLA —escuchó que la llamaban.

Alzó su vista lo más que pudo entre las personas y divisó a Arianna, la joven aprendiz de modista, siendo apretujada en aquel mar de pánico, iba con los que parecían ser los miembros de su familia.

—Deme la mano, las ayudaré a salir —indicó a Kory, extendiendo su brazo lo más que podía hacia ella. —Toma… mi… mano.

Recurriendo a la fortaleza que le quedaba, Kory estiró su brazo en busca de la mano de Arianna, era difícil con tantos cuerpos interponiéndose en el camino, el sudor corría a chorros por todo el cuerpo de la pelirroja, el calor era insoportable.

—¡Vamos! —gritó Arianna resistiendo con la mano extendida.

Fue entonces cuando La Infanta consiguió engancharse de la mano de la chica, Arianna la sostuvo con fuerza, una fuerza que denotaba que estaba siendo ayudada. De un jalón Kory salió disparada entre la multitud hacia donde estaban los que la socorrían, pero fue tan violenta la forma de abrirse paso que la fricción provocó que Rachel se quedara atrás.

—NOOOOOO… —aulló cuando su amiga le fue arrebatada de los brazos y desapareció en el océano de caos.

Kory quería regresar por ella a toda costa, pero iba a ser imposible ir contra la corriente de personas, entre dos hombres la ayudaron a adelantarse para que saliera junto con Arianna.

—¡Debo regresar por Ángel! —exclamó la muchacha fuera de sí, llorando, sudada y con el vestido maltrecho.

—¡No! Si regresas ahí morirás —La castaña detuvo lo que percibía como un intento suicida de la pelirroja.

—Si no regreso el reino entero perecerá —gritó con desespero.

—Ayúdenla por favor, está delirando —solicitó Arianna a los que iban con ella —Tranquilízate, ella ya debe estar por salir.

—¡ESTÁ DESMAYADA! —continuó La Infanta con sus gritos angustiados.

Pero alguien sí había escuchado sus plegarias: Richard. Él la ayudó a salir del incendio, pero entre tanto pandemónium no pudo decirle nada, sin embargo reparó en sus clamores antes de volverla a perder de vista, y en aquella ocasión para siempre, pero al menos podría hacerle un último favor a la damisela.

—Voy a entrar —Le avisó a Victor con determinación.

—¡TE HAS VUELTO LOCO! —gritó el moreno, su calva estaba brillosa por el sudor, resultado del esfuerzo.

—Una muchacha está atrapada adentro, se encuentra desmayada —Se explicó El Príncipe.

—Entonces iré yo a rescatarla —sentenció el fornido con gesto adusto.

—Pero Victor…

—Tu vida siempre será más importante que la mía, Richard, y mi deber principal es protegerte —pronunció El Duque con convicción y luego se arrojó a las brazas.

—¡No Victor! ¡No! —exclamó Richard conmocionado, pero Victor no le hizo caso.

—Por piedad Señor, ayúdeme a sacar a mis niños —pidió una mujer que veía con una familia numerosa.

El Príncipe, rabioso por la terquedad de su amigo y pensando que nadie debía sacrificarse por sus ideales, nadie más él, continuó ayudando a salir a la gente.

. . .

—¿Todos están aquí? ¿No falta nadie? —interrogaba Abeja arrojando la mirada hacia todas partes asegurándose de que estuvieran completos antes de partir.

De repente Wallace y Bestian se le acercaron con tremendas caras de espanto.

—¿Qué ocurre?

—¡JINX NO ESTÁ! —respondió Wallace embargado por los nervios.

—¡Cómo que no está!

—Ya recibe, ya los conté a todos, y falta Jinx, no la encontramos por ningún lado —informó Bestian rápidamente, también preocupado y bañado en sudor.

—No puede ser —murmuró Abeja dirigiendo la vista de vuelta al incendio con desconcierto, un frío espeluznante le recorrió la espalda al ver la estructura consumirse. —JIIIIIINX —gritó echándose a correr a toda velocidad en busca de su amiga.

El rubio y el pelirrojo no lo pensaron dos veces para seguirla. La adivina era gran amiga de los lideres de la tribu, pero a nadie le iba a doler perderla tanto como a Wallace, eso significaría perder a su amor y a su hijo.

«Se siente calor en el ambiente.» las palabras de Jinx hicieron eco en la cabeza de Abeja al mismo tiempo que el calor abrazador de las llamas la golpeaba en la cara.

—Ella lo presentía —pronunció La Reina, ahora la predicción de su amiga cobraba sentido.

Otra bola de fuego cayó del techo.

—Debemos darnos prisa —imperó Bestian.

—¡En los camerinos! Debió quedarse atrapada en los camerinos —resolvió Wallace, recordando donde la había visto por ultima vez.

Los tres esperanzados se adentraron en las brasas, sorteando como podían los obstáculos y cubriéndose el rostro con pañuelos.

—JINX, JINX —gritaban en busca de alguna señal.

—QUERIDA DI ALGO, SOMOS NOSOTROS —Le llamó el pelirrojo a punto de llorar, solo pensaba «Responde, por Dios responde».

Cuando todo se descontrolo la adivina se encontraba en el camerino, recogiendo sus pociones y demás utensilios, fue avisaba que debía evacuar pero había cosas que no podía dejar atrás, mas su demora en recoger no fue lo que la condeno, fue una viga que se desprendió de la pared lo que bloqueo la puerta del camerino y le impidió huir. Todos estaban tan agitados y presurosos por salir que no repararon en ella, pensaban que en cuento fue avisada y dado su estado sería la primera en salir corriendo. Jinx había perdido la voz de tanto gritar y el humo la había dejado casi sin respiración, sabía que el fuego no tardaría en propagarse por aquella habitación pero ya no veía forma de pedir auxilio luego de arrojar todo lo que pudo contra la puerta, aparte del humo, su embarazo le impedía moverse con facilidad en medio de la crisis, y sus fuerzas mermaban.

—Tranquilo Caleb, mamá te cuida —pronunció la gitana a media voz, del cansancio había caído al suelo, se recostó de la pared e hizo un ovillo con su cuerpo acurrucando a quien llevaba en su barriga, pasaba sus manos sobre ella acariciándola con cariño —Hasta el final de los tiempos. —tosió unas pocas veces más y cerró los ojos.

Un líquido color carmín comenzó a brotar de su entrepierna, manchándole el vestido.

. . .

—¡CON FUERZA MUCHACHOS! —gruñó La Reina de los gitanos siendo ayudada por Wallace y su hermano a quitar la viga que obstaculizaba la puerta del camerino.

Fue duro, pero lo consiguieron, y sin mediar más palabras que sobraran en aquella situación Wallace derribo la puerta de una patada.

—Jinx —dijo el pelirrojo y el alma se le cayó a los pies ante el cuadro tétrico que veía.

Su mujer inmóvil rodeaba por un charco de sangre.

—No, no, no —repetía con lágrimas en los ojos, fue rápidamente hacia ella y la tomó en brazos. —¡No reacciona! —exclamó a Abeja y Bestian dirigiéndoles una mirada cargada de desesperación, quienes tampoco cabían en sí de la conmoción.

Pero no había tiempo para llantos, ni lamentos, debían actuar de prisa y hacer lo posible para ayudarla —¡Sácala de aquí! ¡SACALA YA!

Abeja no tuvo que gritárselo dos veces para que Wallace saliera disparado de aquel incendio, Bestian corría a poca distancia de él y veía como la sangre goteaba por los delicados dedos de los pies de Jinx, que era tan blanca que la sangre resaltaba escandalosamente en el recorrido por el interior de sus piernas.

Abeja iba detrás de ellos cubriéndoles las espaldas, el humo también empezaba a afectarla, se paro por un momento atacada por una crisis de tos cerrando los ojos fuertemente, unas cuantas gotas saladas brotaron por la presión, las cenizas le lastimaban la vista. Una vez que pudo recobrar la compostura y emprendió nuevamente la marcha, un enorme pontón de madera cayó sobre ella tirándola al suelo e imposibilitándola. La Reina se alarmó, el fuego ya estaba bastante fuera de control y el calor era inaguantable, giró como pudo para tratar de quitarse el estorbó de encima.

—AUXILIO —pidió ayuda rogando que Bestian la escuchara.

Una vez afuera Wallace se apresuro aun más en llegar a las carretas para que atendieran a Jinx, si es que aun quedaba algo que atender. Bestian por su parte paró un segundo a tomar aire, doblando las rodillas y colocando las manos sobre ellas.

—Hermana ¿Crees que Jinx… —pero la pregunta del rubio quedo inconclusa cuando noto que su hermana no estaba junto a él, ni siquiera cerca. —Oh no —sin pensarlo volvió al ruedo para averiguar donde había quedado Abeja.

. . .

Victor había hecho todo lo posible por encontrar a la joven desmayada, y sin embargo no pudo lograr su cometido, parecía que todos habían logrado salir del incendio y los que no…Bueno, lo único que se podía hacer por ellos era rogar porque Azar los acogiera en su gloria. Lo importante en ese momento era que saliera de ahí, podía lograrlo, no se sentía tan abatido, él había sido entrenado para esas situaciones de emergencia, pero hubo algo que lo detuvo a la hora de escapar, «Auxilio», escuchó un débil alarido que le impidió seguir adelante, pudo identificar de donde provenía y velozmente se condujo hasta el origen.

Abeja, aunque ya estaba muy débil, seguía gritando (según ella) por ayuda, ya que no estaba en sus planes de vida morirse tan pendejamente. No obstante la verdad era que las llamas se acercaban ferozmente y ella poco a poco se iba desvaneciendo.

«Eureka» se alegro el moreno en su fuero interno cuando dio con la damisela en apuros, la cual luego de que la detallo se dio cuenta que era una gitana, pero en ese momento ese detalle no era importante. Victor era un héroe de guerra, que a pesar de no estar de acuerdo con el modo de vida fuera de las normas que llevaban los gitanos, no estaba dispuesto a dejar morir a alguien de una manera tan horrible. El muchacho imprimió todas sus fuerzas en levantar los escombros ardientes que aplastaban a Abeja, por suerte llevaba puestos guantes de resistente material, cargó con la gitana inconsciente y abandonó corriendo el lugar.

Bestian intentaba ser fuerte y mantener la mente en positivo, pero ahí, parado en medio de las llamas que danzaban con todo su fervor luego de consumirlo todo y que si no corría pronto también acabarían con él, lo invadió la escalofriante idea de que su hermana ya había perecido en aquel incendio y a él no le quedaba nada por hacer. En caso de que hubiera sucedido lo peor y Abeja no hubiera logrado escapar por otra parte, El Príncipe no podía entregarse a la muerte, aunque ese fuera su deseo ante la expectativa de haber perdido a su hermana, él tenía que salvarse, por su gente.

Cuando sus piernas se dignaron a obedecer la orden de retirada, Bestian tropezó con un cuerpo en su camino.

—No puede ser —pronunció asustado, era la joven de la mascara de lunas, y parecía muerta igual que su amiga Jinx. —No, por favor no —rogó levantándola del suelo para llevarla con él, esperando que tal vez, alguien hubiera hecho lo mismo por su hermana, y a lo mejor Azar le recompensaría un favor con otro.

Mientras tanto, ya lejos del peligro, Kory lloraba desconsoladamente, arrodillada en el piso junto al árbol donde ella y Rachel habían atado a Mora y Mariposa. La familia de Arianna se portó de maravillas con ella, la ayudaron mucho y se los agradecía profundamente, pero en cuanto tuvo la oportunidad se les perdió de vista, nadie podía descubrir su identidad, esas habían sido sus indicaciones.

—¿Qué… es… lo que voy… hacer ahora? —sollozaba con el habla entrecortada y las manos puestas en su corazón adolorido.

Espero pacientemente a que su amiga saliera del bar en llamas, pero eso nunca pasó, todos salieron, se dispersaron, y Rachel no apareció. Tuvo la esperanza de a lo mejor no haberla visto, y de encontrarla esperándola con las yeguas, pero tampoco fue así, todo indicaba que La Princesa de Menchi había muerto incinerada y todo era por su culpa.

Mora se acercó a la pelirroja y con sus dientes jaló, sin mucha fuerza, del flequillo de Kory.

—Ahora no pequeña, estoy metida en un grave problema —Le explico Kory al animal, como si este pudiera entenderle, delicadamente le apartó el hocico de su cara.

La yegua, negra como la brea, se cuadro algo ofendida y relincho, dándole a la chica golpecitos con su casco.

—Ya Mora, basta —Le ordenó de manera poco amigable.

Mora tenía tan mal carácter como su dueña, así que ante esa contestación tan grosera agarró la cabellera de Kory entre sus dientes y la estiró con brusquedad, haciendo que la llorona saliera por fin de su ensimismamiento.

—¡Auch! ¡auch! —gemía la de ojos verdes, sobándose la cabeza adolorida por el tirón que casi la desnuca—Yegua loca ¿Qué te sucede?

La yegua relinchaba con impaciencia y movía la cabeza indicando en una dirección. Kory contorsionó su rostro en una expresión, con las lagrimas marcadas en sus cachetes, de no comprender que prendida aquel animal, miró hacia donde Mora apuntaba con tanta insistencia y entonces, sus ojos se iluminaron, vio a un joven correr en dirección al bosque con una chica en brazos, no podía ser otra que Rachel, reconoció de inmediato la tela de su vestido.

—¡Es Rachel! ¡Es Rachel! ¡Está viva! —chilló Kory bañada en emoción.

Mora meneó la cabeza también emocionada y emitió un sonido como si dijera «Aleluya, a los trancazos, pero comprendió».

Kory se incorporó de un brinco y fue corriendo a buscar a su amiga. Mora alzó lo que se supondría era la ceja de los caballos, haciendo una expresión sarcástica, muy parecida a la que hacia Rachel, y dirigió su mirada a Mariposa que pastaba tranquila como diciéndole «¿En serio? ¿Sin agradecerme siquiera? De no ser por mí seguiría pegada a ese árbol llorando como una inútil magdalena», a lo que Mariposa a manera de respuesta, rodó los ojos con pasto en su hocico tal cual que si dijera «Ya sabes como son los humanos».

Bestian colocó a Rachel sobre el pasto con delicadeza, se acuclilló a su lado e intentó hacerla reaccionar, picando sus mejillas.

—Hey, hey chiquilla, vamos despierta —Le decía tiernamente preocupo. Rachel continuaba sin abrir los ojos, entonces se le ocurrió darle respiración boca a boca.

Le tapo la nariz a la chica y se disponía a posar sus labios sobre los de ella hasta que sintió un furioso golpe en su espalda.

—¡Ay! ¿Qué carajos? —Se volteó y se encontró con una pelirroja iracunda blandiendo una rama gruesa.

—Déjala… en… paz —Le advirtió La Infanta al gitano con los verdes ojos, normalmente amables, inyectados en sangre y con expresión rabiosa.

—¡Ay mamita! —exclamó el rubio espantado —No es lo que parece —intentó explicarle.

—¡Vete! Aléjate de ella o te mato a palos. —sentenció la chica volviendo a blandir la rama.

Bestian presuroso se alejó de Rachel huyendo hacia el bosque, aquella loca tenía rostro de temer. Kory respiraba agitadamente pero los humos se le bajaron en cuanto vio a su amiga moverse y toser. Se posicionó a su lado y colocó la cabeza de La Princesa en su regazo, acariciándole la coronilla con afán.

—Kory —susurró —¿Qué… fue lo que paso? —preguntó con la tos haciendo interferencia.

—Luego te cuento —respondió Estrella con tranquilidad —Ahora, vamos a casa —Le dijo, a lo que La Princesa respondió esbozando una pequeña sonrisa.

. . .

—FUEGOOOOO… —gritó Abeja alterada, incorporándose con violencia, lo que provocó que se mareara. —Ay… mi cabeza —aulló sosteniéndosela con ambas manos.

La Reina de los gitanos luego se percató de otro par de dolencias, en su espalda y brazos, a medida que recobraba la conciencia miles de preguntas se apiñaban en su mente, ¿Dónde estaba?, ¿Cómo había llegado ahí?, ¿Por qué el aire se sentía tan bien en sus pulmones?

—¿Cómo llegue aquí? —pronunció la pregunta en un susurró cargado de confusión. —Y… ¿Quién hizo esto? —Se observó las palmas de las manos, estaban vendadas cuidadosamente, ni muy apretadas, ni muy sueltas, dejando sus dedos libres. Le ardían un poco, pero los vendajes le calmaban el dolor.

Miró a su alrededor asegurándose de estar sola, descubrió que estaba en el linde del bosque, junto al arrollo, el bosque estaba oscuro y solo se escuchaban los sonidos de los animales nocturnos, por fortuna, la luna arrojaba su luz donde ella se encontraba. Se esforzó por recordar lo que había pasado, pero tenía muchas lagunas mentales en las que había fuego por todas partes, y personas corriendo y gritando, luego un dolor insoportable, con todos esos pensamientos revueltos en su cabeza solo llegaba a una conclusión: Alguien la había salvado.

—Pero ¿Quién? ¿Quién se apiadaría de una gitana? —inquirió para sí misma.

Se revisó bien el cuerpo para asegurarse de que todo estuviera en orden, y lo estaba, aparte de unos cuantos vendajes más, no encontró nada extraño, no podía decir lo mismo de su vestido, que encontraba chamuscado y manchado de cenizas.

Bufó —Por Azar, con lo que me costó hacerlo —Se quejó viendo la tela desecha y se dio cuenta de algo curioso.

Al girar su mano, en la parte del vendaje que cubría el dorso de esta, había atado a las vendas un lazo, un lazo amarillo hecho con un pedazo del velo que había usado momento antes en su presentación, pero ¿Cómo era posible? Esa tela debió consumirse en el incendio.

—A menos que —Sus cavilaciones se vieron invadidas por un par de ojos marrones, de mirada fuerte como el roble, que fueron su punto de concentración durante todo el espectáculo —¿Acaso fue él? No, no puede ser, pero es que si no fue él ¿Quién más? —intentó razonar pasándose las manos con impaciencia por el cabello. —Agh, Jinx de seguro sabría la respuesta —gruñó molesta con su amnesia.

Entonces paso que al mencionar a la adivina recordó porque había entrado a ese incendio en primero lugar, había entrado por ella, para salvarla, recordó la sangre y el hecho de que tal vez había llegado demasiado tarde. Sin perder más tiempo y sin importar lo adolorida que estaba, emprendió el camino de vuelta a la comuna, estaba oscuro pero ella se sabía aquel bosque de memoria, la penumbra no sería problema, se dio prisa, debía saber cual había sido el destino de su amiga. Probablemente nunca sabría que sí fue Victor el que la rescató, y quien no conforme con solo sacarla también la curo, lavando sus heridas con el agua del arrollo y utilizando la tela de las mangas de su camisa como vendajes, la dejo recostada ahí, donde estaría fuera de peligro y con algo de luz, pensó que se asustaría si despertaba y lo encontraba tan cerca de ella, además él debía volver con Richard al castillo antes del amanecer, pero antes de irse quiso dejarle algo para que supiera lo mucho que le había gustado su baile.

. . .

—¡Debemos salir a buscarla! —vociferaba Aqualad con los nervios destrozados por la espera.

—Aqualad, si mi hermana logró salir de ese incendio se que volverá sola con nosotros —Le aseguró Bestian con semblante serio, por milésima vez.

—Pero podría estar herida y necesitando ayuda, nuestra ayuda —discutía el pelinegro tratando de hacerlo entrar en razón.

—Mi hermana no es una dama en apuros, ella es una líder, tú líder —Le dijo El Principe de los gitanos a su interlocutor —Así que deja de preocuparte y de hablar de ella como si no fuera capaz de cuidarse sola, con esa actitud solo le faltas el respeto.

Las palabras soberbias de Bestian solo eran una pantalla porque le costaba asumir el negro y triste momento por el que estaba atravesando su tribu, las palabras de su hermana sobre firmeza y responsabilidad retumbaban en su cabeza, pero él no quería oírlas, se negaba a admitir que Abeja podría estar muerta y que él era todo lo que le quedaba a su gente, lo atemorizaba la idea de pensar en la soledad y el compromiso.

—Bien dicho bicho. —Aprobó Abeja las palabras que su hermano le había dicho a Aqualad.

Los gitanos a la intemperie alzaron su mirada hacia la copa de un árbol al escuchar aquella voz tan familiar, era su reina, tan majestuosa como siempre, El Principe no cabía en sí de la emoción y la alegría de ver a su hermana con vida, fue corriendo hacia ella para envolverla en un caluroso abrazo luego de que ella hubiera bajado ágilmente del árbol.

—No me vuelvas a asustar de ese modo —Le exigió Bestian a su morena hermana casi al borde del llanto.

—Ah ¿te cagaste? —bromeó La Reina mostrándole una gran sonrisa a su hermano, pero en cuanto vio sus esmeraldas humedecidas enterneció su semblante y lo abrazo más fuerte —Tan grandote y tan llorón, tranquilo pícaro que no te vuelvo a asustar así —Le prometió besándole la frente, tal gesto le trajo a Bestian gratos recuerdos de su madre.

Cuando rompieron el abrazo, Aqualad fue el siguiente en atrapar a Abeja en sus brazos, en serio parecía preocupado, la morena aunque incomoda, le permitió que la abrazara, estaba consiente de que había hecho pasar a todos un buen susto.

—Bueno ya —Le indicó a Aqualad para que la soltara —Que estoy adolorida y tanto abrazo me mata —Le explicó mostrándole una sonrisa al muchacho de la cola de caballo.

—¿Estas herida? —Se apresuró a preguntar Aqualad.

—Tranquilízate, estoy bien, solo necesito descansar —respondió restándole importancia a sus quemaduras ya atendidas —¿Cómo está Jinx? —preguntó de sopetón.

Las caras que pusieron todos, no eran las que ella esperaba, sus rostros se contorsionaron en expresiones desalentadoras y angustiadas, miro en de redondo con un sentimiento de desolación que se había instalado en su pecho buscando que alguien rompiera con aquel sepulcral silencio.

Bestian se rascaba la nuca acongojado y no quería sostenerle la mirada a su hermana —Bueno hermana, la verdad es que…

—¡ES UN VARON! —anunció Terra a viva voz, apartando las enormes cortinas que hacían las veces de puertas de la gran tienda.

Ahora sí que Abeja no entendía nada, su amiga rubia iba hacia ella con el cabello recogido en un moño maltrecho y algo manchada de sangre.

—Es un varón, es un varón —repetía alegremente luego de tomar las manos de la morena y unirlas con las de ella mientras daba brincos de felicidad.

Entonces Abeja comprendió y el desagradable sentimiento que había sentido antes ahora se remplazaba con un cálido jubilo, e imitó los saltos de Terra uniéndose a su celebración —¡Es un varón! ¡Es un varón! —gritó ebria de felicidad.

Terra la jaló del brazo y juntas fueron corriendo a reunirse con Jinx. En lo que ellas entraban Wallace también salía a hacer el glorioso anuncio.

—Es un varón, un hombrecito —repetía mientras era abrazado y felicitado por sus amigos.

—Hermano tienes un hijo —celebró el rubio sonriendo de oreja a oreja y desordenándole el cabello al pelirrojo.

—¡Esto hay que celebrarlo! —exclamó Aqualad alzando sus manos al cielo, moción con la que todos los gitanos estuvieron de acuerdo.

«¡RUEDA! ¡RUEDA!» cantaban los gitanos tomándose de las manos para bailar por el nacimiento del hijo de la vidente, sacando los instrumentos y el vino.

—Míralo Jinx, tiene tus ojos —dijo la rubia a un lado de la nueva mamá haciéndole cariñitos al bebé.

Jinx estaba acostada sobre cientos de cojines y colchas, la tienda estaba hecha un desastre, cubierta por sangre y trapos sucios como si se hubiera librado una batalla ahí dentro.

—Pero tiene la sonrisa de Wally —habló la vidente con voz cansada también jugando con su hijo y observándolo con amor.

—Ni siquiera tiene dientes aun —rió Abeja que se encontraba al otro lado de Jinx. —¿Cómo lo sabes?

—Solo hace falta que mires con atención —respondió curvando sus finos labios en una sonrisa, imitando la que su hijo le regalaba a Terra en aquel momento que la chica no paraba de hacerle morisquetas —Yo les dije que esta sería una noche agitada. —Les recordó a sus amigas —¿No es así, Terra? —indagó de manera perspicaz.

—Este, sí, claro que lo dijiste —contestó la muchacha con algo de nerviosismo ¿Acaso Jinx sabría que ella había ocasionado todo el caos de aquella noche?

Jinx retiró su mirada pacifica e inquisitoria de la cara de su amiga y volvió a ver a su hermoso bebé.

—Dile al ojo interno que sea más específico la próxima vez que nuestras vidas vayan a correr peligro mortal —pidió Abeja en tono burlón.

La chica de rasgos afelinados soltó una pequeña carcajada —Todo tiene su momento, Reina, su tiempo y su espacio, y no me corresponde a mí develar los misterios del futuro y del pasado, solo estoy en este mundo, igual que mi hijo ahora, para servir de guía —explicó de manera enigmática.

—¿Él también lo tiene? —preguntó Terra impresionada.

—Tú misma has dicho que tiene mis ojos ¿no? —respondió Jinx con un brillo especial en su mirar. —Los eventos que se desplegaron esta noche son el anunció del fin, y el comienzo, de un nuevo ciclo, al igual que el ave fénix arde en llamas al morir para luego renacer de las cenizas, el fuego es purificador, se vienen tiempos difíciles para nosotros y para Menchi, debemos estar listos.

Antes aquellas palabras Abeja apretó los puños fuertemente.

—Lo que había sido sepultado el fuego ha dejado al descubierto, para lo que debía ser encontrado el fuego ilumino el camino y también en el se consumó una pasión, es el comienzo de una nueva era en donde mucha sangre tendrá que ser derramada para que pueda llegar la luz que dará fin a los tiempos de oscuridad. —Jinx acomodó a Caleb que buscaba acampar en su pecho —Con el amanecer se sellará nuestro destino.

—¿Qué significa todo eso, Jinx? —interrogó Abeja hablando seriamente.

Jinx la tomó de la mano que estaba marcada con un lazo de color amarillo —Que debemos cuidarnos unos a otros y dejar que pase lo que tenga que pasar, sin cuestionamientos ni oposiciones. —Le dijo a La Reina, respuesta que solo hizo crecer sus dudas y angustias. —Véanlo —indicó a sus amigas —Tan tranquilo, y pensar que acaba de condenarlos a todos. —murmuró como si hiciera una broma mientras las tres miraban a Caleb dormir.

En el calor de las llamas, Menchi perdió su corazón por una jugaba del destino, quedando tan solo las cenizas en su interior, aires de caos tendrían que barrer con ellas si es que algún día se pretendía vislumbrar el fin de la guerra.


Segunda Nota de la Autora: ¿Qué tal, linduras titánicas? Ahora dejare preguntillas por aquí abajo para ponerles ese coco a pensar:

1) ¿Pensaron que el "accidente" de Terra iba a provocar un incendio?

2) ¿Les pareció tenso el capitulo? ¿Temieron por la vida de alguien?

3) ¿Encontraron espacios para las risas en este capitulo?

4) ¿Creen que Caleb es lindo?

5) ¿Qué significa la advertencia de Jinx?

Eso es todo por ahora, espero sus opiniones y que les haya gustado esta entrega.