La noche asechaba cada rincón del lugar, cada vez la oscuridad se introducía lentamente cubriendo todo con su manto negro. La luna era apagada constantemente con las oscuras nubes que pasaban sin detenerse por el cielo gracias a la fuerza del viento.
Pequeños roedores voladores negros volaban haciendo chillidos y sus ojos rojos siempre miraban latentes buscando alguna presa en la zona. Uno de ellos, logró fichar a una y sin pensarlo dos veces, voló hasta aterrizar cerca de su nuevo botín.
Mirando aquella luna blanca, opacada por aquellos humos oscuros, se encontraba una bella joven sollozando. Sus manos blancas cubrían su enrojecido rostro, se secaba las lágrimas de vez en cuando y luego preguntaba a la luna el porqué de su mala suerte.
Sintió un respiro cálido rozando su oreja. El roce la hizo temblar y saltar hacia adelante, no sintió que alguien quisiera detenerla, entonces se volteó a ver a un joven muy hermoso observándola. Una extravagante vestimenta negra y roja, sus ojos resaltaban en la oscuridad y su sonrisa iluminaba el tétrico ambiente.
Una rosa blanca adornaba su traje negro, contrastaba perfecto y daba un toque de elegancia. Aun estando algo alejada de él, ella podía sentir el aroma varonil y perfumado que provenía de su cuerpo. Era un perfume muy atrayente y ella, cegada por el aroma comenzó a acercarse. Ella necesitaba compañía y pensó que tal vez él era un enviado de Dios para calmar sus penas, alguien que le daría el calor suficiente para llenar el vacío que tenía en su corazón. Ella pensaba que tal vez con él estaría completa. Eso era lo que pensaba.
Estiró su brazo queriendo tocarlo, avanzaba cada vez más poco a poco, sus ojos ya estaban completamente ciegos. Él estiró el brazo alcanzando la mano de la chica, y con un sutil movimiento la atrajo hasta él. Ella sintió chocar contra su pecho, sonrió y comenzó a palparlo volviendo a aspirar ese aroma tan dulce.
Él sonrió triunfante, con sus manos removió un poco la cabellera rubia de la muchacha dejando su cuello al descubierto. Miraba aquel cuello con agua a la boca, sabía que allí estaba la vena principal en que circula la mayor parte de la sangre del cuerpo humano, y siguiendo sus instintos, aquella sangre estaría deliciosa.
En la oscuridad se veía la silueta de los dos jóvenes abrazados, pero en él resaltaban sus ojos rojos y su sonrisa mostrando unos colmillos que amenazaban en penetrar en la piel de la hermosa doncella. Se iba acercando más y más, abría la boca facilitando la entrada, pero de repente se detuvo.
Se incorporó lentamente y miró a la chica otra vez, abrazada a él como si no quisiera despegarse nunca de su cuerpo. Sonrió, la situación le agradaba y mucho. La tomó de los hombros e hizo que ella lo mirara a los ojos. Sus mejillas estaban sonrojadas y sus ojos brillaban de deseo, pero al parecer estaba tan ciega que no notaba los penetrantes y poderosos ojos rojos de él.
Estaba decidido. La cargó en sus brazos, como a una princesa, luego sacó unas alas negras de murciélago de su espalda, sonrió con sadismo y se la llevó a su refugio. Tenía una preciosa carga con él, luego de divertirse un rato con su cuerpo, por fin podría devorar cada gota de sangre que le plazca. Total, ella estaba rendida a sus pies y fue tan fácil.
Mientras el vampiro se llevaba a la muchacha perdiéndose en la oscuridad, Elliot abrió los ojos de repente. Ya era hora de despertarse.
Miró el calendario y vio que era el 30 de octubre. Se levantó de un salto de la cama y se dirigió al baño mientras se desperezaba. Aquel sueño fue su gran inspiración, verse en esa situación, él como un vampiro fue algo que le agradó bastante. Se lavó la cara y sonrió. Ahora ya sabía de qué disfrazarse en la fiesta de Halloween.