Sakura y todos su personajes son propiedad de CLAMP


UNDERCOVER

POR

Bel'sCorpse

EPILOGO

"¡Sakura!"

La pantalla se oscureció. El eco de la interferencia inundó la habitación. Por un instante reinó la calma, y entonces, el infierno se desató. Mientras Saya luchaba por restablecer la conexión, Kenichi intentaba desesperadamente controlar a sus invitados. Estaba seguro de que no habían reconocido a los agentes, pero lo que les había hecho ver era suficiente para alterar a cualquiera. Respiró profundo y sin inmutarse, desenfundó su pistola y disparó al aire. El efecto fue inmediato. La bala perforó el techo.

—Necesito cinco minutos y les explico lo que pasó —se volteó hacia Saya—. Llama a Moscú, quiero agentes de policía en ese complejo en este instante; trata de conectarte a las cámaras y sigue el proceso en vivo; asegúrate también de que te reporten constantemente la evolución de mis hombres. Algunos de ellos tienen que seguir con vida —regresó su atención al cuarteto de inocentes—. A la cocina, venga.

Se encerraron en el reducido espacio. Kenichi miró largo y tendido a cada uno de los presentes.

—Me interrumpen y se joden, por que no les cuento nada —amenazó, brusco—. Como bien ustedes saben, hace algunos días se dio la noticia de la muerte de Kinomoto Sakura y la desaparición y posible homicidio de Li Shaoran, pues bien, olvídense de eso porque es mentira —gemidos ahogados y un grito agudo—. Kinomoto y Shaoran están en Moscú en este mismo instante, bajo disfraz, y ustedes acaban de verlos en vivo. Hace más de dos meses se dio luz verde a una operación de infiltración para atrapar a un peligroso criminal, ustedes lo conocen como Matsuda Hikaru, pero Kinomoto y Li lo conocen a un nivel mucho más personal. Sakura, como el novio que la llevó al borde del suicidio hace tres años, y Shaoran como el hombre que asesinó a su esposa. Precisamente por ese motivo los escogimos a ellos para esta misión en particular. Bajo nombres falsos y otra apariencia, los enviamos a Tokio en calidad de empleados de Matsuda con la esperanza de atraparlo antes de que las cosas pasaran a mayores, pero de un momento a otro la situación se descontroló.

Touya intentó interrumpir, pero Kenichi lo disuadió desenfundando nuevamente su pistola.

—A Sakura la descubrieron buscando información y a Shaoran casi lo matan en un intercambio de droga que salió mal, ese par pasaron una semana en Moscú, dejados a su suerte. Fue entonces cuando se instauró el código azul. Para evitar que Matsuda descubriese sus verdaderas identidades, decidimos matarlos a ambos, y para que todo fuese más creíble, ustedes debían formar parte del circo —se encaramó en una de las encimeras—. El momento en el que hizo oficial la noticia, el consejo me prohibió rotundamente entablar contacto con ellos, por miedo a que todo se pusiera peor. Pero a mi no me dio la gana de obedecer y le pedí a Saya que los encuentre; de Marruecos fueron a Moscú, siguiendo a Matsuda por su cuenta, cuando finalmente dimos con ellos, envié un pequeño grupo de hombres allá como apoyo, todo eso sin permiso federal ni nada por el estilo —se pasó una mano por el rostro—, y de igual forma, ustedes conocen a dos de ellos. Usted, Daidouji-san, lo tiene por marido, y usted, Tsukishiro-san, lo tiene por hermano —más gritos y exclamaciones—. Exactamente, Eriol y Yue están en Moscú también, y fueron a rescatar a Sakura y a Shaoran.

—¿Cómo es eso posible? —la voz de Tomoyo era irreconocible—. Usted vio ese tiroteo… ¿y si están muertos? ¡¿Y si Eriol está muerto?! —gritó.

Kenichi se permitió una carcajada.

—Descuide, señorita, que su marido sigue con vida, eso se lo puedo asegurar. Yue también. Son otros los que me preocupan —no especificó quienes, pero era obvio, sus nombres flotaban en el aire—. El problema es el siguiente, como la misión no fue aprobada por ningún alto mando los cuatro corren riesgo de ser encarcelados y ejecutados por traición. En caso de que algo como eso suceda yo tomaré completa responsabilidad y trataré de minimizar los daños, pero debo aclararles algo, si uno de ellos está muerto, fue bajo su responsabilidad. Ellos aceptaron la misión a sabiendas de sus riesgos.

—Ellos sabían que mi hermana seguía con vida, ¿verdad? —Preguntó Touya, haciendo un esfuerzo descomunal para mantenerse de una sola pieza—. Eriol y Yue lo sabían.

Kenichi asintió.

—Eriol lo supo desde un principio, y antes de que decidan culparlo por todo lo que han tenido que pasar, deben saber que él ocultó la información por que así se lo ordené yo. Yue se enteró aquí, antes de partir a Moscú, a él también decidimos dejarlo fuera de esto debido a su cercanía con ambas familias, de una u otra forma. Una última advertencia: tienen terminantemente prohibido repetir lo que escucharon y vieron aquí. El servicio no existe. Esta misión nunca pasó. Una sola palabra y morirán en cuestión de horas —soltó un suspiro y finalmente suavizó el tono de su voz—. No pido que entiendan lo que sucede, solo que lo toleren. Cuando ellos regresen les explicarán todo, pero por favor, si regresan ni se les ocurra culparlos. Suficientes traumas tienen acumulados como para que ustedes terminen de quebrar su ya frágil cordura.

Saya irrumpió en ese instante en la cocina.

—Kenichi, tienes que ver esto. No va a gustarte para nada.


Un equipo de oficiales entró en la estancia y se quedó quieto un instante contemplando la brutal escena. Cuerpos mutilados por todos lados, el olor a carne quemada flotando en el aire, y uno que otro doloroso lamento. Se permitieron un minuto de silencio por todas las vidas perdidas antes de regresar a la tarea. Ubicaron a sus objetivos de inmediato. Uno de ellos estaba muerto, el otro iba en camino, y el último comenzaba a morir. Rápidamente entraron paramédicos y los montaron a todos en camillas para llevarlos a las ambulancias que esperaban abajo con las sirenas encendidas.

Afuera, los sobrevivientes contemplaban el desfile de camillas, sin poder creer lo que veían. Aquello tenía que ser imposible. Sus esperanzas se hicieron añicos y comprendieron entonces que todo había sido en vano.


"…Matsuda Hikaru, quién alguna vez fue considerado genio de los negocios, es ahora acreedor de varios delitos entre los que se incluyen tráfico de drogas, armas y personas. Se espera que—."

Apagó el televisor con el mando a distancia y soltó un suspiro. Habían pasado más de dos meses desde que las autoridades rusas los habían encontrado a todos en esas oficinas, mal heridos y al borde de la muerte. Casi todos se habían salvado, menos uno. Se le hizo un nudo en el estómago. Esa muerte era la razón por la que llevaba allí tanto tiempo, tras las rejas. Si, eso de estar en la cárcel era una porquería. Se recostó en la cama y cerró los ojos. Tenía unos diez minutos dormitando cuando escuchó abrirse la puerta de su celda. Clavó la mirada en el guardia y sonrió.

—Tiene visita —le dijo, lacónico.

—Que pase —repuso.

El tipo asintió y a los dos minutos regresó acompañado de la última persona a la que había esperado ver. Su última conversación, hace unas semanas, había comenzado maravillosamente y había acabado de forma miserable. El guardia les recordó que tenían media hora y se marchó cerrando con llave. Los dos se sostuvieron la mirada largo rato, midiéndose, recordando las cosas hirientes que se habían dicho la última vez.

El recién llegado fue el primero en romper el silencio.

—Te ves bien —dijo, sarcástico.

—El naranja es mi color —repuso, riendo—. ¿Qué quieres aquí? Pensé que no soportabas verme.

Shaoran soltó un suspiro.

—No repitas eso, por favor —había verdadero dolor en su voz—. Vengo a disculparme.

—¿Y ese milagro?

—¿Podrías no ponerte en ese plan? Las cosas ya están difíciles así, no las empeores más.

—Sé que están difíciles, si todo esto es mi culpa. ¡Nunca debí jalar ese gatillo! El único propósito de toda esa maldita odisea era dejarlo vivo y yo tuve que joderlo todo metiéndole un tiro —se levantó de un salto.

Shaoran se levantó también y cerró sus brazos alrededor de la delgada cintura. El cabello castaño le llegaba casi a los hombros. Había hecho bien en recuperar su color normal de cabello.

—Sakura, cuando vas a dejar de torturarte por eso.

A la mención de su nombre la castaña se echó a llorar. Ya había reprimido las lágrimas lo suficiente. Ni siquiera cuando Kenichi le había dicho que se iba presa por asesinato voluntario y por romper la única orden qué no debían romper. Había matado a Matsuda Hikaru para proteger su vida y la de Shaoran y su premio fue la cárcel. Mierda de vida. Cuando se tranquilizó un poco volvió a sentarse en la cama, se limpió las lágrimas y respiró profundamente.

—¿Cómo ha tomado tu familia tu reaparición? —le preguntó al muchacho.

—Meiling está histérica, pero eso es por que ella sabe la verdad; en cambio mis padres y mis hermanas están felices. Vendrán a verme el mes que viene a asegurarse que su heredero está totalmente a salvo. Quieren saber que fue lo que me pasó y por qué desaparecí y demás. ¿Y la tuya?

—Considerando que estoy presa por asesinato, que todos tenemos un juicio para la próxima semana, dejando de lado que mi propio gobierno me considera una amenaza y tomando en cuenta que hasta hace unos meses yo estaba muerta, han sobrellevado la situación bastante bien —se pasó una mano por el rostro—. Tomoyo por fin conoce la historia de mi vida en Tokio, Touya me juró nunca más dejarme sola, si hasta quiere que regrese a vivir con él. Yukito no sabe si enojarse o llorar cada vez que me ve y de Meiling ni se diga, quiere arrancarme los ojos.

Shaoran rio un tanto.

—La noticia oficial que alimentaron a los medios fue que nos metieron en el programa de protección de testigos para protegernos. Supuestamente Hikaru nos quería usar para sobornar a nuestras familias… las cosas que Kenichi se inventa —contuvo un bostezo—. El juicio es pura formalidad, tenemos inmunidad política gracias a la protección de otros países, no pueden tocarnos.

—¿Tú crees?

—Lo sé, ya estuve allí una vez.

La celda quedó en silencio por unos minutos.

—El motivo de mi visita es otro —dijo Shaoran en voz baja—. Primero, decirte que eres libre. El gobierno ruso se enteró que estás presa y amenazaron con guerra si no te liberan. Te traje ropa y todo, no quisiera que salgas de aquí usando esa cosa.

Los ojos se le llevaron de lágrimas y una sonrisa de genuina felicidad le bailaba en los labios.

—¿Y el otro motivo? —preguntó un momento después.

Shaoran metió la mano en el bolsillo y sacó una pequeña cajita de cuero negro. Sin atreverse a mirar a Sakura se arrodilló frente a ella y le puso la caja en las manos. Con el corazón en la garganta abrió la cajita, revelando un hermoso anillo de plata con un sencillo diamante como adorno. Las palabras se le atropellaron en la garganta y comenzaron a temblarle las manos.

—No te imaginas cuanto tiempo he esperado para pedirte matrimonio, pero no había tenido la oportunidad. Ese anillo lo compré el día que llegamos a San Petersburgo, desde entonces lo llevo conmigo a todas partes —le aferró las manos con fuerza—. Olvida todas las cosas malas que han pasado entre nosotros. Lo único que quiero ahora es que seas mi mujer. Criminal, asesina, espía, ponme el pero que quieras pero yo no me muevo de aquí hasta que me digas que sí. Te amo demasiado como para perderte y no pienso arriesgarme —la miró a los ojos, quemándola con la intensidad de los suyos—. Entonces, Kinomoto Sakura… ¿Quieres casarte conmigo?

Lo miró por cinco minutos, apenas parpadeando. Finalmente se arrodilló frente a él y lo besó.

—Tomaré eso por un sí.


Kinomoto Sakura soltó un pesado suspiro mientras contemplaba la ciudad por la ventana de su oficina. Habían pasado ya seis meses desde aquella misión, y aunque todavía tenía horribles pesadillas, su vida había regresado a su cauce. En ese momento sus compañeros habían salido a buscar algo de comer, y como siempre, ella se quedó allí, sin ánimos ni para comer. Jugueteando con su placa, contaba los minutos para las cinco de la tarde. Realmente no quería irse, por que irse significaba marchar derechito al consultorio de una psicóloga y la psicóloga no le agradaba. En realidad toda la situación le era en completo desagradable. Ella no sufría de estrés post traumático, no, ella no andaba armada las veinticuatro horas del día y no volteaba hacia atrás cada tres minutos cuando caminaba sola por la calle. Su único consuelo era que Shaoran estaba obligado a ir con ella. Si Shaoran no fuese a las sesiones, realmente las habría dejado hace mucho tiempo. Suspiró de nuevo. En ese momento la melodía de su móvil cortó el hilo de sus pensamientos. Al revisar el nombre en la pantalla su boca se abrió completa de la impresión. Eso tenía que ser una broma.

Kinomoto Sakura —dijo Kenichi, con una risita—. Tengo una propuesta para ti


Lo prometido es deuda, aquí está el epílogo de Undercover. Tal vez no es lo que esperaban, pero por miedo a dañarlo no lo modifiqué de ninguna manera. Fue así como visualicé el final desde un principio y estoy bastante satisfecha con él. Nuevamente, muchas gracias por su apoyo, gracias por quedarse conmigo todo el camino, y gracias por sus maravillosos comentarios y apoyo. Hubo varias veces en las que creí que no podría terminar la historia, pero como sea me sobrepuse y continué.

Nos veremos pronto,

Bel'sCorpse.