REVANCHA
Aunque intentaba permanecer lo más atento posible a las explicaciones del profesor al tiempo que copiaba en su pergamino todas las indicaciones necesarias para realizar correctamente aquel hechizo de detección de magia negra, le resultaba bastante difícil. Las clases en la Academia de Aurores eran de todo menos lo que se podría decir tranquilas y amenas, siempre con prisas, siempre apurando los temarios, siempre practicando, siempre exigiendo más y más a los alumnos. Eran cuatro años, y aunque ya se encontraba en el último antes de poder ser "oficialmente" auror y luchar "contra magos empeñados en emplear magia negra", ciertamente aquel trimestre le estaba resultando especialmente tedioso. Pero para todo hay una solución en esta vida y él había encontrado la perfecta hacía tan sólo unos días; volar con su mente y evocar aquella noche salvaje que compartió con Draco el fin de semana anterior. Aún recordaba los gemidos del rubio en su oído, su cuerpo, su manera de actuar, sus ocurrencias, ¡Por Merlín! ¿Chocolate?, bien, quizás a él eso no se le hubiese pasado por la cabeza en un primer momento, pero era obvio que su novio poseía una poderosa imaginación que no estaba dispuesto a desaprovechar nunca más.
Le fascinó cuando volcó el recipiente con el marrón líquido entre sus cuerpos. Como hicieron el amor, totalmente cubiertos de dulce, con los gemidos de Draco y sus siseos en pársel.
La clase finalizó antes de que se diese cuenta él mismo y pronto se vio asediado por algunos compañeros que lo intentaban convencer de ir aquella noche a cenar al Gato Cojo, el local que solían frecuentar los aspirantes a aurores para tomar algo.
El moreno no lo pensó si siquiera durante un segundo.
—Lo siento chicos— declinó la oferta— esta noche no puedo, tengo planes— dijo muy sonriente.
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Muchos podrían tachar de excelente el resultado de su "pequeño invento" casero, pero, ya se sabe, si algo puede mejorarse… ¿Por qué no hacerlo? Había estado gran parte de la semana pensando en ello y al final creía haber dado con la solución, era el ingrediente exacto que faltaba; "Dama de Noche", una gota exacta por cada vaina de vainilla necesaria para la poción, lo que suponía añadir cuatro gotas en el caldero. Una, dos, tres vueltas en el sentido contrario a las agujas del reloj y listo.
Extrajo un poco del líquido y lo vertió dentro de un pequeño frasco, miró el contenido del mismo, aunque no era exactamente del color que él había calculado, decidió pasarlo por alto, no en vano era el primer intento que resultaba en éxito de todos los que había realizado a lo largo de la semana, pero no habría nada seguro hasta no comprobar los resultados, y calculaba, mirando el reloj del estudio que le quedaban al menos unas dos horas y media antes de que llegase el "sujeto B" de su experimento.
¿No lo había dicho?, él era el "sujeto A"
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Después del agotador día de clases y prácticas de la Academia de Aurores, lo único que deseaba era llegar y poder descansar un rato. Aunque sin olvidar que primero debía de saludar al rubio. Harry ya sabía de primera mano el carácter que se gastaba y aunque no lo demostrase y fingiese que no le importaba, si lo hacía y mucho el hecho de no ser saludado y besado en cuanto su novio ponía un pie en la casa. Se deshizo de su capa y los pergaminos que traía bajo el brazo y se dispuso a una rápida inspección de la casa a la búsqueda y captura de cierta persona.
Salón, biblioteca, comedor, salita, cocina... aunque viviesen en una casa excesivamente grande para la opinión del moreno, el rubio siempre se aquejaba de falta de espacio, aún a pesar de que aquella casa era una de las más grandes que había recibido de la herencia de su madre ¿Acaso no es suficiente con cinco dormitorios, dos salones, biblioteca, jardín, sala de estar y cuatro baños? Se detuvo un momento en sus pensamientos dándose cuenta que le faltaba por mirar en el sitio principal; no había mirado en el baño de la primera planta, ese con la bañera ridículamente grande para su gusto pero que era el favorito de Draco.
Lentamente subió al primer piso y una vez atravesado el cuarto que compartían, fijó su vista en una amplia puerta de madera. Con el menor ruido posible la deslizó, encontrando en su interior lo que tanto había buscado. En la bañera circular que adornaba el centro de la enorme estancia, se encontraba Draco apoyado en el borde, con la cabeza ladeada y aparentemente dormido, con el pelo escurriendo por sus hombros, semi mojado, y cubierto de espuma, toda una tentación. Se arrodilló y se dedicó a contemplar el rostro dormido y con desgana, pero sabiendo lo poco que le gustaba al rubio verse arrugado por el agua decidió despertarlo con suaves movimientos.
Dos orbes platas un poco confundidas salieron a recibirlo.
—Draco, vamos, sal, te has quedado dormido en el baño. Vas a coger frío— decía el moreno al tiempo que ayudaba al otro a salir del agua y colocarle su albornoz.
—¿Qué hora es? — preguntó el rubio aún somnoliento.
—Casi las siete.
—¿Las siete? — dijo este — Cielos, llevo ahí dentro más de una hora. Mira mis manos —dijo señalándolas— están todas arrugadas.
—Deberías de descansar más—dijo el moreno en tono de reproche— últimamente no duermes mucho con eso de los estudios y las investigaciones ayudando a tu querido profesor Lagarde.
Michelle Lagarde era un reputado pocionista francés afincando en Londres después de la Guerra que Draco había tenido la oportunidad de conocer debido a que Severus Snape era su padrino y había tenido a bien presentárselo antes de su fatídico fin a manos de Nagini. Y aunque Lagarde era un brillante pocionista, casi tan bueno como lo era Severus, lo que molestaba a Harry, aunque no lo dijese en voz alta, era que ese brillante maestro de pociones era demasiado guapo y no excesivamente mayor.
—Estoy bien. — dijo quitándole importancia y saliendo de la bañera colocándose el albornoz que Harry le tendía.
—Pero no me gusta que trabajes tanto, te pasas todo el día entre pociones y calderos, con las clases y…
"Y cerca de ese que seguro quiere algo más que enseñarte pociones"— pensó para sí mismo el moreno mordiéndose la lengua para no decirlo en voz alta.
— ¿Y...?
—Bueno— dijo un poco colorado el joven— quiero que estemos más tiempo juntos, — susurró mientras lo abrazaba— tu y yo.
—Oh, ya, ya—dijo teatrero el rubio pero en el fondo encantado por las muestras de cariño de su pareja—, mi gatito está celoso—rió al tiempo que le acariciaba la cabeza como si fuese un animal.
—No te burles.
—Ven aquí—dijo el rubio mientras se sentaba en la mullida cama y abrazaba al moreno que lo seguía— ¿Sabes por qué me quedé dormido?,
—¿Por? — preguntó curioso Harry.
—Bueno, esta semana he estado investigando y he descubierto ciertas cositas que a lo mejor te interesan— dijo con esa mirada que no presagiaba nada bueno.
—La última vez de uno de tus experimentos, acuérdate como quedamos— dijo Harry mientras recordaba el pasado fin de semana.
—No oí que te quejases— contestó Draco—La cuestión es que había preparado una sorpresa para cuando llegases, una cena para dos, buen vino, velas... me he pasado todo el día trabajando en eso, así que seguramente al darme el baño me quedé dormido de cansancio.
—¿Y dónde está mi cena? — preguntó emocionado el Gryffindor.
—¿De verdad Draco?, Oh, muchas gracias, no deberías de haberte molestado—remedó el rubio imitando la voz del moreno— me alegra de que te haya emocionado mi sorpresa—dijo medio enfadado por no recibir ni un gracias.
—Bueno— dijo muy cariñoso el moreno. —Pensaba darte las gracias después de la cena— finalizó a la vez que daba pequeños besos en el cuello de Draco.
—Está bien—sonó resignado— te tomo la palabra, no puedo hacer otra cosa.
—De acuerdo —soltó Harry —Entonces me ducho en un momento, me pongo algo más cómodo de ropa y bajo enseguida.
—Está bien, sonrió el rubio.
El chocar de las dos copas se confundió con el chisporroteo del fuego de la chimenea, aquel líquido rojo como la sangre siempre tenía la virtud de atravesar su garganta con una facilidad increíble. Cuando terminó de beber, dirigió de nuevo su vista hacia su acompañante, aunque en aquellos momentos se dedicaba a observarlo.
—¿Qué ocurre? — preguntó Harry.
—Nada— dijo el rubio— será mejor que comamos antes que se enfríe.
—Sí, —asintió para comenzar a devorar los platos dispuestos en la mesa, curiosamente, todos sus preferidos, y consideró mucho el detalle del rubio, puesto que conocía de sobra la opinión de Draco acerca de ciertas cosas que él llamaba "manjares".
Carne, puré, salsas, dulces… casi ni sabía por dónde empezar o qué plato atacar a continuación, aquello era delicioso. El hilo de sus pensamientos se vio roto por "cierta intrusión" que tuvo. Despacio, de forma lenta y cadenciosa un pie acariciaba su pierna, de arriba hacia abajo, lentamente, con movimientos sinuosos, desde su pantorrilla hasta su muslo.
Arriba y abajo, sus muslos, la cara interior de estos, su cara exterior, de nuevo la interior y ¡oh!, de pronto un escalofrío recorrió su espalda y se obligó a cerrar los ojos, aquel bendito pie le estaba proporcionando unas sensaciones más que deliciosas. Arqueando su espalda y reclinándose en el asiento, el moreno intentaba conseguir un mayor contacto con aquella parte del rubio.
"Un poco más, sólo un poco más," se decía interiormente el moreno.
Una risita se escuchó en el ambiente y de pronto aquel placentero masaje paró. Consternado, dirigió su mirada hacia el rubio quien seguía imperturbable, como si no hubiese sucedido absolutamente nada; pero él quería más, necesitaba terminar aquello que el rubio había comenzado.
—Draco— susurró Harry.
—Dime—dijo el rubio reclinándose sobre la mesa pera estar más cerca del moreno.
—No— atajó el moreno.
—¿No qué?
—No me dejes así…
—¿Así como? — preguntó burlón Draco.
—Tú sabes cómo —dijo fiero Harry.
—Pues creo que ahora me encuentro muy cansado— fingió Draco.
—Draco, no te atrevas a…
Las protestas fueron de nuevo acalladas cuando el rubio volvió acariciar las piernas del moreno, ejerciendo la presión perfecta con su pie en las zonas que sabía volvían loco al Gryffindor. En un gemido ahogado de su garganta, el moreno experimentó una gran ola de placer que lo obligó a recostar su rostro sobre la mesa mientras intentaba normalizar su respiración.
—¿Te ha gustado? —preguntó burlón el rubio.
A modo de respuesta, Harry se dedicó a acariciar la pierna del rubio que aún mantenía sobre su regazo.
—Tomaré eso como un sí— susurró Draco. Ven— dijo al tiempo que se levantaba y estiraba de una mano del Gryffindor obligándolo a ponerse de pie también.
Lo recibió con un cálido beso, apasionado, húmedo y cadencioso, al tiempo que acariciaba toda la superficie de piel cubierta por ropa. Mordisqueaba el labio inferior, acariciaba la lengua, provocando a la otra boca.
—Te veo muy juguetón hoy— dijo Harry.
—Puede ser... de todas formas, tú y yo, teníamos una "vendetta" pendiente.
—No me dirás que... — comenzó el de ojos verdes.
—Si —dijo divertido el rubio—soy un Malfoy y un Malfoy nunca olvida sus promesas.
—Entonces creo que nos espera una noche muuuy larga— rió Harry.
—Eso— dijo Draco atrayéndolo hacia sí mismo—, ni lo dudes.
—Pero antes, necesito darme una ducha, porque gracias a tus geniales ideas ahora mismo tengo mis pantalones hechos un completo desastre— señaló el moreno— y eso que me los puse esta mañana limpios.
—No creo que debas de preocuparte por nimiedades de ese tipo, tengo intención de que no sea solo el pantalón lo que se eche a perder esta noche en tu atuendo—concluyó el rubio.
—Creo que no has captado el punto, Draco— dijo al tiempo que se deshacía del abrazo y caminaba de espaldas rumbo a las escaleras.
—Mi iluso Gryffindor— dijo burlón el de ojos grises— siempre tan predecible ¿Crees que no había pensado en esa posibilidad? Lo tengo todo absolutamente preparado. Tercera puerta a la derecha—susurró este acercando de nuevo su cuerpo al de Harry.
El moreno puso una expresión indescifrable para pasar a una mucho más divertida, al tiempo que echaba a correr hacia arriba y se quitaba la camisa dejándola tirada en los escalones. Ni una fracción de segundo tardó Draco en seguir la sutil pista dejada por su "gatito."
Harry corrió lo más que pudo para alcanzar esa bendita puerta y cuando la cruzó su mente registró al segundo siguiente que aquel no era el baño que él esperaba encontrar.
—Pero qué…
—Sorpresa gatito —dijo una voz más que conocida al tiempo que lo aprisionaba contra la pared y le elevaba los brazos al moreno dejándolos atados con unas cuerdas de raso rojo que se encontraban sujetas a la pared.
—¿Qué es esto, Draco?
—¿Recuerdas nuestra pequeña vendetta? — Preguntó— He decidido que voy a cobrármela ahora.
Cualquier sonido de la boca del moreno fue inmediatamente acallado por los salvajes besos que Draco propinaba a aquellos labios; los mordía, los lamía, los acariciaba e incitaba a devolver la misma pasión en el beso. Si en un primer momento aquella situación lo desconcertó un poco, no tardó mucho en desechar aquella idea y descubrir que lejos de incomodarlo, aquella habitación, aquellos labios, sentirse atado a la pared a merced de lo que quisiera hacerle aquella serpiente lo volvía totalmente loco.
"¿Se habría sentido así Draco cuando lo até a la cama?"—pensaba el moreno, descubriendo que aquel juego, iniciado una semana antes le estaba abriendo todo un nuevo mundo de posibilidades junto a su pareja. La misma sensación que días antes recorrió su cuerpo volvía a apoderarse de él, pero a diferencia de la vez anterior, ahora no podía hacer nada por sosegarse salvo agarrarse con sus dedos a aquellas cuerdas que lo mantenían prisionero entre la pared y aquel rubio.
Separándose sólo unos milímetros de aquella boca roja por la pasión y con un simple pase de varita, encendió un par de velas, para poder contemplar a su prisionero a su antojo. Ojos brillantes, labios rojos tal y como sabía que siempre estaban después de un beso apasionado, mejillas rosadas y cabello revuelto. En aquella obra digna del máximo escultor, sólo sobraba un pequeño detalle, pero él lo solucionaría pronto.
—Scisoria —susurró Draco al tiempo que hacía descender su varita por la camiseta blanca que el moreno aún llevaba puesta, al momento esta se abrió en dos, como cortada por una fuerza invisible. Volvió a pasear la varita por el cinturón del pantalón, consiguiendo que este cayese al suelo, miró al Gryffindor un momento a los ojos, antes de pasar por tercera vez su varita por la ropa que aún quedaba del moreno, esta vez, sobre el cierre del pantalón, consiguiendo que estos quedasen abiertos y mostrasen, pero no cayesen al suelo— me encanta este hechizo— dijo complacido.
—Dra... co— gemía el moreno.
—Así que hoy te has decidido por los blancos, como un niño bueno—observó Draco refiriéndose a los bóxers ya sabes que esa imagen de san Potter no te sirve conmigo. Aunque debo de reconocer que me excita mucho.
—Draco— volvió a insistir Harry viendo como su deseo crecía por segundos en su interior sin una posible forma de acallarlo.
— ¿Qué pasa gatito?—dijo a oído del moreno—¿No te gusta lo que sientes? Dime una cosa— continuó—¿De qué sirve que uno consiga despertar sus ansias si el otro no tiene ganas? Pero he encontrado la forma, —volvió a susurrar—"Dama de noche", una sola gota combinada correctamente con el resto de ingredientes que tú ya conoces y con sólo un beso, se puede conseguir despertar el deseo de la pareja casi más que el propio ¿No es maravilloso?
—Eres una... — dijo Harry.
—¿Serpiente viciosa? —Terminó Draco al tiempo que rozaba su cuerpo con el del moreno —Me gusta más que me lo digas en pársel, ya sabes cómo soy— ronroneó en su oído.
Volvió a apoderarse de aquellos labios al tiempo que con sus manos recorría la extensión de piel dispuesta delante suyo, pero no resistiendo él mismo más ante aquella visión y los gemidos de su pareja, lo levantó en el aire, incitando al moreno a que se agarrase a su cintura con sus piernas. Ejerciendo la presión correcta, comenzó a sostenerlo contra la pared y de ese modo, tener de nuevo sus manos libres, para llevar los restos rotos de lo que antes fue ropa hacia las extremidades del moreno, dejando a la vista aquel torso y aquellos muslos que lo volvían loco. ¿Para qué esperar más? Harry gimió cuando sintió la primera de las invasiones perpetradas por el rubio, pero pronto todo aquello se convirtió en una deliciosa agonía. Agonía que se materializaba en sus gemidos, en sus ansias por tocar esa blanca piel y no poder hacerlo por las cuerdas que se lo impedían, por poder hacer algo más que sostenerse con sus piernas a la cintura del rubio y agarrar, cada vez más fuerte aquellos trozos de raso rojo que apresaban sus muñecas.
Convulsionó por el placer y las sensaciones aumentadas, sintiendo como Draco entró en su cuerpo de forma salvaje, reclamando lo que era suyo, reduciéndolo a una masa jadeante.
Entrar dentro del moreno siempre provocaba en Draco la misma sensación de asfixia y prietud que lo enloquecía hasta límites insospechados. Podía sentir cómo el moreno se iba acostumbrado a su miembro y poco a poco buscaba una postura más cómoda para él mismo desde la que disfrutar al máximo del placer que a continuación vendría. Aquello si cabe, enloquecía más al rubio.
Harry luchaba con el placer que cosquilleaba en su vientre y amenaza con arruinar la diversión mucho antes de empezarla de verdad, pero estaba caliente como un demonio y el sentirse a la merced de Draco para que este hiciera con él lo que quisiese no hacía sino aumentar ese deseo desaforado que lo consumía de dejarlo hacer con su cuerpo lo que quisiese hasta que lo desease. Sentirlo entrar de una sola estocada sólo había sido la confirmación a sus ansias, esta noche seria salvaje y fuerte, justo como él lo deseaba, porque los besos y las caricias están genial para la cama con una luz tenue de velas, pero ahí, atado como estaba y medio drogado, exigía del rubio deseo crudo.
Y fue eso lo que obtuvo, porque cuando Draco notó que el dolor propio de la primera penetración había pasado, comenzó una danza salvaje y casi arrítmica que los llevaba a la locura y los abrazaba entre dolor y placer. Contra más gemía Harry, más fuerte lo penetraba Draco, contra más apretaba Harry su ano contra la polla del rubio, más fuerte le mordía este el labio. Cada uno con los medios a su alcance procuraba infringir el mayor placer en el otro, sin tener en cuenta si ese placer iba precedido de dolor.
Los gemidos dieron pasos a los chillidos, Harry, frustrado por no poder hacer nada más que estar ahí y dejarse hacer, sentía como las sensaciones correteaban por su cuerpo como niños traviesos y amenazaban con desbordarlo de un momento a otro, pero fue la cálida emisión en su interior, seguida de un beso salvaje y un mordisco en su labio lo que confirmó que, a pesar de todo, él había ganado, porque Draco había sucumbido a su cuerpo y ahora ahí se encontraba, desmadejado y jadeante, recostado sobre él, aún en su interior, intercalando los besos y mordiscos a lo largo de la mandíbula que denotaba una sombra de barba morena.
Y Harry, hubiese deseado prolongar aquel instante para siempre, porque tal y como estaba, atado, sudoroso, jadeante y ansioso por terminar, sientendo a Draco dentro suya, encima suyo, era el momento más maravilloso de su vida, el mejor. El único que valía la pena.
Bastaron sólo un par de toques por parte del rubio y Harry no pudo resistir el cúmulo de sensaciones, vaciándose en la mano blanca que lo recibió con alegría y besos de mariposa.
Draco besó los rojos labios, apoyado sobre el húmedo torso de Harry; casi sin que el moreno lo apreciase, susurró unas palabras y las cuerdas que antes lo mantenían atado cedieron, dejando que todo el peso del chico dorado, fuese sujeto por el rubio, quien descendió de momento al suelo, previamente preparado con una gran y mullida alfombra. Apenas si podía recomponerse de todo lo sentido minutos antes.
— ¿Aún quieres tu baño? — preguntó jadeante el rubio.
—Si— dijo con la respiración entrecortada.
—Muy bien—dijo Draco al tiempo que con un pase de varita llenaba de agua caliente y perfumada una bañera circular en el centro de la habitación.
Casi arrastrándose, los dos se deslizaron en el interior del agua cálida y reconfortante, inmediatamente, volvieron a abrazarse y besarse como si no se hubiesen visto en años, dando rienda suelta de nuevo a la pasión inducida por aquella poción. Eran como animales que luchaban.
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Se encontraban sumidos en un reconfortante estado de somnolencia, después de todo el "ejercicio" y el más que interesante baño, por fin habían logrado llegar a la cama, no sin antes estrenar aquellas sábanas dos veces más.
—Draco.
—Dime.
—Deberías de comercializarla— dijo el moreno.
—¿El qué?
—La poción o lo que sea que tomamos. Te harías rico y además, ayudarías a muchas parejas.
—Claro— dijo irónico el rubio— así cada vez que piensen en el apellido Malfoy inmediatamente lo asociarán con el calentón que les dio. Además, no quiero ser recordado como aquel, que ayudó a que la familia Weasley fuese considerada como una familia de pocos miembros en comparación con las que vendrían en un futuro "gracias" a mi poción.
—Es una pena— se lamentó Harry— abrazándose al rubio. Deberías de replanteártelo.
—Pero…que no la comercialice no significa que no podamos usarla de vez en cuando— insinuó el rubio posicionándose encima del moreno.
—Tienes toda la razón—corroboró Harry— será nuestro secreto. Por cierto, me ha gustado mucho los efectos de esta vez. ¿Qué decías que le habías añadido?
—"Dama de noche".
—Ah—dijo Harry— pues me ha gustado. La próxima vez, ya sabes...- insinuó.
—Tengo que seguir experimentando con nuevos ingredientes y métodos. Quiero perfeccionar mucho más la fórmula. Ya sabes que soy un investigador infatigable.
—Y supongo que yo seré de nuevo tu conejillo de indias.
—Supones bien, gatito —dijo al tiempo que apagaba las luces y volvía a reclamar los labios del Gryffindor en un beso asfixiante.