ANSIAS

El calor azotaba su cuerpo sin una explicación aparente. Bien, ¿qué podía quitarse ahora? Las mantas y sábanas de la cama que lo cubría habían sido desechadas hace mucho y la camisa de su pijama estaba tirada al otro lado de la habitación.

¿Estaría enfermo? En realidad, no lo creía. Hasta hace poco menos de unas horas, se encontraba perfectamente bien. Aunque había sido justo después de cenar que había comenzado a sentir ese calor que le quemaba por dentro. Pero no era calor físico, se encontraban en el mes de febrero..., no era época de ese calor que casi hacía sudar, porque un gran ahogo recorría su cuerpo, una inquietud que lo abrasaba, necesitaba algo, su cuerpo le pedía algo… ¿Pero qué?

De repente lo supo. Su cuerpo clamaba calor, el calor de otro cuerpo, su cuerpo clamaba por él. Si bien no era lo habitual, ahora estaba más que seguro que aquella serpiente rastrera con la que vivía le había hecho algo, cómo si no lo conociese ya.

"¿Quizás un hechizo? No, seguro que se trata de una poción, es más su estilo" — se dijo a sí mismo el moreno tumbado en la cama.

Las piezas comenzaron a encajar en la mente de Harry, ¡la cena!, seguro que había sido la excusa para deslizarle unas gotas de lo que fuese y que no se diese cuenta. Aunque le había extrañado en un primer momento esa predisposición del rubio a poner la mesa y hacer la comida, la cual insistió que estaba hecha por él y no por un elfo doméstico, por lo cual él tenía la absoluta obligación de comérsela entera, la posterior charla tranquila tumbados en el sofá junto a la chimenea, aquel cansancio que le había entrado y la insinuación del rubio de que se marchara a la cama mientras él terminaba de buscar un libro de pociones que necesitaba.

"Bien..."—pensó Harry sonriendo— "tú lo has querido, ahora, atente a las consecuencias"— un brillo indescifrable cubrió las pupilas al moreno y se dirigió hacia la habitación que se encontraba iluminada.

Se apoyó en el marco de la puerta con una pose despreocupada aunque nada más lejos de sus intenciones. Observó durante un momento a su pareja, allí, sentado en la mesa de caoba con un libro entre sus blancas manos, enfrascado en la lectura de alguna poción que de seguro no sería nada bueno, conociéndolo como lo conocía. Su pelo rubio cayendo por sus hombros dando a su cara el marco perfecto de luminosidad, sus ojos entrecerrados escrutando la hoja de papel, vestido con su pijama y batín de seda negro, el perfecto caballero inglés de no ser porque Harry sabía que en el fondo, Draco tenía poco de caballero cuando se lo proponía.

—Es tarde, dijo Harry— deja eso para mañana, vamos a dormir.

—Sólo un par de minutos más—pidió el otro sin levantar la vista del libro.

Harry, adivinando las intenciones de "su serpiente" se aproximó hasta la mesa.

—He estado pensando…— dijo el moreno.

— ¿Sí? — dijo el otro sin levantar la vista del libro.

—No sé... la cena, el vino, la charla junto a la chimenea...-enumeró Harry sin moverse de su posición— es como si quisieses decirme algo. No es nuestro aniversario, ni el cumpleaños de ninguno, tampoco ninguna fecha importante...que yo recuerde.

— ¿Acaso no puedo preparar la cena? —contestó el rubio fingiéndose ofendido y levantando por primera vez la mirada del libro.

— ¿Tú por propia iniciativa? —especuló el moreno sentándose sobre el escritorio de madera oscura.

— ¿No tienes frío...? — preguntó el rubio al ver al chico descalzo y sólo con unos bóxers puestos, por supuesto, de color negro, como a él le gustaban— estamos en febrero— remarcó.

—Está bien—dijo Harry apartando el libro de las manos del otro y sentándose en el lugar que ocupaba este en el escritorio, cara a cara con el rubio— ¿Qué echaste en la cena Draco...?- preguntó sin rodeos.

— ¿Yo...? —mintió el aludido fingiéndose inocente.

—Sí, tú.

—Te veo muy agresivo esta noche— observó el rubio.

—Tu culpa—recriminó Harry— sé que has echado algo en la cena y ¿sabes?, tengo un calor dentro de mi cuerpo insoportable— susurraba en el oído del rubio al tiempo que se acomodaba a horcajadas en la silla en la que este estaba sentado— he quitado las mantas, las sábanas, me he quitado la ropa—seguía mientras se terminaba de acomodar en la silla y comenzaba a abrir el batín de Draco— y cuando he cerrado los ojos un momento… ¿Te imaginas lo que he visto?,— susurró entre curioso y travieso.

—No— susurró Draco con la boca seca.

—Pues me he visto a mí y a ti, me he visto sentado encima de ti en este mismo sillón, justo como ahora.

—Ah— musitó el rubio.

—Pero... — continuó el moreno— en mi sueño, tú no llevabas tanta ropa— dijo.

— ¿Y como estaba?, — preguntó curioso el rubio deseando saber más—

—Estabas desnudo,—dijo pícaro el moreno— completamente desnudo— continuó al tiempo que dejaba caer la parte superior del batín y comenzaba a desabrochar la camisa del pijama negro—, tenías los ojos vendados y estabas atado a esta silla, completamente a mi merced... —susurró sobre el oído del ex Slytherin.

— ¿Y qué pasaba...? — preguntó ansioso.

—Pues... no lo sé, porque por culpa de tus potingues me he despertado con el calor y no he podido seguir con el sueño— recriminó— ¿Qué me has dado?, — volvió a inquirir.

—Vale, vale, tú ganas— se rindió el rubio—sólo quería comprobar una cosa, es un proyecto en el que estoy trabajando, mira— dijo al tiempo que le extendía un bote.

— ¿Qué es? —dijo curioso el moreno.

—Canela.

— ¿Canela? —se extrañó el Gryffindor.

—Si Harry, canela. Te sorprendería de los efectos que posee.

—Dímelos.

—Mejor te los demuestro—dijo al tiempo que abría el bote y cogía una pequeña cantidad entre sus blancos dedos— acercándola al moreno para que la viese.

—Huele muy bien—dijo Harry.

—Esta canela es muy rara y escasa, sólo crece en la isla de Java, en una pequeña zona. Combinada correctamente puede lograr milagros.

— ¿Y qué tiene que ver eso con el calor que tengo? —preguntó Harry al tiempo que movía sus caderas sobre las de Draco.

—Esta canela es conocida como "El Dedo de Venus"— explicó Draco— tiene efectos afrodisíacos, siendo capaz de despertar los apetitos sexuales de todo tipo de personas, no me preguntes cómo he conseguido hacerme con una muestra; así que decidí refinarla un poco y añadir una pequeña cantidad a una solución de miel, vainilla y sándalo, todo inofensivo, y algunos ingredientes más— dijo enigmático— pero no te quiero aburrir con los detalles técnicos de la poción. Basta con deslizar tres gotas en la comida...y el resultado eres tú—señaló orgulloso de su éxito.

—Vaya..., pensé que me habrías dado algo mucho peor— Draco sonrió por la inocencia de su novio, Harry era más fácil de engañar que un elfo doméstico.

—Eso es lo bueno de esto—sonrió— cualquier persona puede tomarla, no tiene un sabor desagradable y es capaz de hacer despertar a una estatua— insinuó con un sugerente gesto hacia cierta parte del anatomía del moreno.

— ¿Lo has probado antes? — preguntó un poco celoso.

—Sabes que mis experimentos me gusta hacerlos en privado— ronroneó el rubio.

—Estupendo, ahora resulta que soy la cobaya de una serpiente loca— pinchó Harry.

—Dime— peguntó el rubio— ¿qué sientes?

Harry vio su oportunidad de vengarse de Draco servida en bandeja de plata por él mismo o tal vez era lo que el rubio había estado buscando. Con Draco, las cosas nunca quedaban del todo claras.

—Me siento raro, pero no es una sensación desagradable. Tengo calor, mucho calor— decía al tiempo que llevaba sus manos al cuello blanco de su pareja— también tengo un cosquilleo en la boca del estómago.

— ¿Algo más? — preguntó el rubio tratando de mantener el control de su propio cuerpo.

—Si, cada vez que cierro los ojos me vienen imágenes muy curiosas.

— ¿Qué clase de imágenes? — Draco le estaba costando trabajo mantener el tono neutral en su voz, teniendo en cuenta el jadeo en el que se había convertido la de su amante.

Harry se relamió los labios al tiempo que hacía girar sus caderas sobre las del rubio, para hacerle saber la necesidad que lo envolvía por completo. Acercó su boca al oído del Slytherin, recorriendo con la lengua todo el pabellón de la misma y dando un pequeño mordisco en el lóbulo antes de hablar.

—Te imagino atado a la silla, o a la cama, te imagino con los ojos vendados, con tu boca abierta, gimiendo en mi oído, haciéndome proposiciones muy divertidas— jadeó el moreno sofocando una sonrisa—Pero más que todo eso, más que el calor, las sensaciones, las imágenes, hay una cosa que supera todo eso. Siento correr un gran deseo por mi cuerpo— dijo al tiempo que envolvía sus brazos alrededor del cuello de Draco acortando al máximo la distancia entre ellos— quiero tenerte debajo mía y hacerte el amor durante todo la noche sin parar— susurró contra los labios del rubio.

—Justo los efectos que imaginaba—dijo el rubio casi sin poder mantener su pose profesional y fría frente a los deseos que tenía de abandonarse a ese torbellino de pelo negro que lo apresaba.

— ¿Cuál es el antídoto? —preguntó curioso Harry.

—Pues— dijo dudoso Draco—bueno, realmente no existe un antídoto—confesó— el efecto se va desvaneciendo poco a poco del cuerpo, pero para que eso pase...- dejó la frase inconclusa.

— ¿Qué? — quiso saber el moreno.

Esta vez fue el rubio quien susurró en el oído del moreno.

—Debes de saciar tus ansias—jadeó— no hay otro modo. Ese es el antídoto— sonrió.

Harry lo miró divertido al tiempo que colocaba su mano en la nuca del rubio y lo atraía hacia sí con una gran fuerza, estampando sus bocas. Apenas el rubio se dio cuenta, se vio totalmente sometido a esos labios que se habían vuelto salvajes, no había delicadeza, pero eso era lo más erótico de todo, ese salvajismo tan sensual que desprendía su león ahora mismo.

Los labios no eran suficiente para calmar a Harry y pronto su lengua se abrió paso entre la boca del rubio, casi sin dejarlo respirar, tocaba. Probaba, lamía, succionaba. Contra más probaba más ansias sentía. Definitivamente, aquella sería una noche muy, muy larga.

Todo era oscuridad a su alrededor, pero lejos de asustarlo, aquello lo excitaba. Ahora mismo, Draco Malfoy se encontraba atado a los postes de su cama compartida, sin ningún tipo de movilidad y con los ojos vendados. Con el sentido de la vista bloqueado, tenía que apoyarse en los cuatro restantes para poder adivinar lo que en ese momento estaba ocurriendo en su habitación. Habían subido a la habitación en una vorágine de besos y arrancarse la ropa mutuamente, hasta que Harry lo había lanzado sobre la cama y con magia. Había atado sus extremidades a los postes de la misma, dejándolo completamente expuesto y a su merced, para, instantes después vendar sus ojos, privándole de la visión de lo que ocurriría en aquella habitación.

Sintió el peso del moreno subirse a la cama. Lo percibía gateando desde el filo hasta posicionarse encima de sus caderas hasta sentarse sobre las mismas.

—Has sido muy malo—dijo Harry acariciando cuanto tenía a su alcance de la piel del rubio— demasiado malo. Ahora tendré que castigarte.

De repente lo sintió. Algo frío, muy frío había sido puesto encima de su pecho, su respiración se aceleró por el contacto.

—Qué— comenzó a preguntar el rubio ante la falta de visión.

—Shhh— dijo Harry al tiempo que ponía una mano en su boca— no puedes hablar, recuerda que estás castigado— dijo al tiempo que colocaba una venda de seda negra sobre sus labios dejándolo de ese modo a la total merced del moreno.

Ahora se encontraba a su completa voluntad, atado, sin vista y sin poder hablar; con el frío palpitante sobre su pecho. Sintió como sus pantalones eran desgarrados de un tirón y sus bóxers no sufrieron de mejor suerte. Estando totalmente expuesto y vulnerable y aquello le encantaba, no pudo de dejar de pensar Draco.

Sintió como el frío que inicialmente estaba sobre su pecho se fue extendiendo por todo su cuerpo guiado por las manos atrevidas de Harry. Sus brazos, su torso, su cuello, sus piernas, su vientre...
En ese punto, su excitación era dolorosa y agonizante, aquel simple roce había despertado demasiado en él pero no podía gritar para liberarse, no podía pedirle atenciones a Harry porque estaba amordazado e indefenso. No podía ser; al igual que el frío, de pronto un gran calor cubrió su piel, emanando de las manos del moreno siendo el contraste exquisito. Su piel estaba erizada, sus manos se abrían y cerraban en clara muestra de la insatisfacción al no poder expresar el placer de otra manera, cuando aquellas "inocentes" manos llegaron a sus muslos, subiendo por su interior hasta volverlo completamente loco. Un grito mudo salió de sus labios, aunque no halló liberación. El placer lo había vencido. ¡Qué situación aquella! Haber terminado antes siquiera de haber empezado.

La risa de Harry se dejó escuchar por la habitación.

— ¿A que no resulta tan divertido cuando es uno el conejillo de indias del experimento? — Dijo mientras el rubio se retorcía en la cama—Tranquilo, tranquilo— lo consoló Harry—esto es sólo el principio, tú mismo lo dijiste. Este deseo de mi cuerpo no se irá hasta que todas mis ansias queden satisfechas y te aseguro que falta mucho para eso— dijo al tiempo que quitaba la venda de los labios de Draco y antes de que siquiera este pudiese decir algo se encontró sumido en otro beso avasallador.

¿Cuánto tiempo llevaban...?- se peguntó a si mismo Draco— había perdido la noción con ese último beso, la saliva caliente escurría por su barbilla y resbalaba acariciando su cuello, manos inquietas vagaban por su cuerpo.

—Deja... déjame verte—pidió jadeando por la necesidad.

—No, aún no— dijo Harry al tiempo que volvía a sumirse en aquellos labios suaves y rojos, hinchados por la pasión del último beso.

Draco gritó con todas sus fuerzas, al menos ahora podía hacerlo una vez liberado de la mordaza, acababa de tocar nuevamente el cielo y esta vez no fueron las manos, sino la boca del moreno quien lo había llevado hacia el pináculo, esa boca que invitaba al pecado le había hecho conocer la gloria hacía solo unos segundos.

—Por favor —jadeó el rubio— por favor, no juegues más... hazlo ya, no me tengas así.

— ¿Qué es lo que quieres? —dijo insinuante el moreno.

—Tú lo sabes…

—Dímelo —ordenó Harry.

—A ti— jadeó impaciente— te quiero dentro de mí. Ahora.

Harry no necesitó más, si bien él mismo se sentía al borde del dolor a causa de la poción, sus ansias de vengarse de Draco pudieron, y había que reconocer que la venganza resultó mucho más que placentera.

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Roncos gritos inundaban la habitación, la cama azotaba la pared, dos animales, león y serpiente, enroscados en una frenética danza. El sudor inundaba su cuerpo, hacía que sus cabellos se pegasen a su frente, la piel resbaladiza…

Harry se agarró a los brazos de Draco, aún atados a los postes de la cama para lograr una mayor sujeción y empuje en cada movimiento. El rubio se encontraba sumido en el éxtasis, apenas si tenía noción de sí mismo o de su cuerpo, lo sentía laxo, desmadejado, totalmente lacio, abandonado en una cama, atado cual prisionero y siendo esclavo en cuerpo y alma de su amor, aunque pocas veces se lo dijese con palabras.

Lo sentía, dentro suyo, cada vez más fuerte, con más ansias, Harry había penetrado en él como el cuchillo caliente en la mantequilla, habiendo pasado horas o al menos eso le parecía desde que aquel juego había comenzado, casi estaba seguro que pronto el Sol despuntaría a través de la ventana. Volvió a gritar al tiempo que se mordió el labio cuando un nuevo orgasmo volvió a azotarle, habiendo perdido ya la cuenta, sintiendo simplemente la sensación de placer recorrer su espina dorsal sin que ningún fluido fuese capaz de salir de su cuerpo, exprimido como una naranja.

Harry aceleró su marcha uniéndose a él a los pocos segundos, para acto seguido caer con todo su peso sobre Draco después de su última explosión. Apenas si controlaban la respiración, el cuerpo desmadejado, sudoroso y lacio sobre una cama de sábanas húmedas y revueltas. Harry desató las cuerdas que ataban a Draco de los postes de la cama y antes de que este pudiese darse cuenta, el moreno se incorporó, sentándose en la cama, arrastrando al rubio consigo y situándolo en su regazo, decidido a no salir aún de su interior, besando las doloridas muñecas y desatando el nudo de la venda que había cubierto sus ojos toda la noche.

Draco pestañeó varias veces, acostumbrándose de nuevo a la tenue luz del cuarto, mirando los ojos verdes que no dejaban de observarlo. Separó los cabellos húmedos de la frente de su amante echándolos hacia atrás, observando esos ojos y abrazando su cuello. Hizo un movimiento con sus piernas entumecidas y entonces lo notó.

Sus cuerpos no sólo unidos, toda su piel se encontraba bañada en sudor, al igual que la del moreno, podían apreciarse moretones a causa de la fuerza ejercida, rasguños de los momentos de pasión; bajando su mano desde el cuello hasta el pecho y después hasta el estómago lo notó. Sus piernas y vientres, los de ambos, se encontraban totalmente bañadas de aquel líquido blancuzco producto de su excitación mutua, de todas las que habían tenido en esa noche, sus muslos, entrepierna, nalgas; Su cama, de sábanas negras, era ahora el más fiel reflejo de lo que allí había pasado. Aquella visión lo excitó, hizo revivir su deseo, a pesar de no haber tomado nada como Harry y haber permanecido toda la noche del viernes haciendo el amor incontables veces. Pero aún sentía deseo en su cuerpo, se preguntó si las propiedades de la poción eran capaces de transmitirse de uno a otro en algún tipo de forma.

— ¿Qué ocurre? — preguntó el moreno al tiempo que acariciaba su pelo.

El rubio se limitó a acariciar su mano y dirigirla hacia la entrepierna, donde esta quedó bañada de sus esencias, para a continuación besarla y lamerla como el más dulce caramelo. Aquella visión hizo que el moreno apretase la cintura del rubio buscando hundirse más en su carne.

No sabía a ciencia cierta cuantas veces habían hecho el amor, no descansaron, no pararon., la visión de Draco atado a la cama, con los ojos vendados y totalmente sometido a su voluntad era demasiado como para ponerse a pensar en el descanso.

El rubio dejó su mano y se dirigió a su oído.

—Tengo hambre— dijo al tiempo que besaba la oreja del moreno.

—Yo también.

—La noche aún no ha terminado—dijo jadeando Draco—dame mi varita.

El moreno así lo hizo, extendió su mano hacia donde descansaban sus varitas y en un instante convocó la del rubio en sus manos para luego dársela. Este la cogió, y en un suave susurro apareció un recipiente a su lado.

—Qué...

—Shhh. —Dijo el rubio al tiempo que soltaba la varita y sumergía un dedo en aquel objeto que había hecho aparecer.

Al momento lo sacó, totalmente cubierto de chocolate oscuro que se deslizaba desde su índice hacia su mano, lo lamió con deleite, emitiendo suaves gemidos que se asimilaban a ronroneos.

—Draco... no hagas eso—pidió el moreno.

— ¿Por qué...? —retó este.

—Yo... si sigues así no podré contenerme mucho más.

— ¿Aún quieres hacer el amor de nuevo? —Preguntó sonriente y sabiendo la respuesta— quién lo diría, San Potter es todo un pervertido— dijo al tiempo que sumergía, esta vez, dos dedos en el oscuro líquido y los dirigía a su boca.

—Esto es tu culpa— acusó como un niño pequeño—si no fuera por esa poción que me diste, no estaría así. Después de toda la noche, aún tengo ganas, muchas ganas. —dijo al tiempo que veía como una gota de chocolate se deslizaba desde la boca del rubio hasta su cuello y luego hasta el pecho.

—Ya te lo dije, esa canela puede hacer milagros. Tú eres la prueba — afirmó mientras una sonrisa nada inocente cubría sus labios —Así que al niño bueno le gusta jugar, ¿eh? — Rió burlón —No me lo habría imaginado. Atarme a una cama, vendarme los ojos y amordazarme, torturarme toda la noche... —dijo mientras movía sus caderas de forma circular sobre el regazo del moreno y sentía cómo la virilidad aún dentro de él pulsaba ansiosa.

—Draco…— sólo pudo gemir el moreno extasiado.

—Un lobo con piel de cordero— dijo Draco— mientras cogía el recipiente con una mano y elevándolo entre ambos lo volcó entre sus cuerpos unidos.

—Ahhhhh — fue lo único que emitió Harry cuando sintió el líquido negro bañando su piel, sus brazos, su pecho, su vientre, sus entrepiernas —Eres una serpiente viciosa— dijo Harry, presa de una locura que jamás había experimentado.

—Hazlo otra vez—dijo Draco a tiempo que se revolvía entre las piernas de Harry y lamía el pecho de este quitando el chocolate.

— ¿Qué haga qué? —preguntó este confuso.

—Si... por favor, otra vez— dijo al tiempo que ejercía más presión en las entrepiernas de ambos, me encanta, me excita, llevaba esperando mucho para que lo hicieses. No pares... sigue hablando pársel mientras me follas — gimió el rubio.

¿Había hablado en pársel?- se preguntó a sí mismo el moreno extrañado— Ni siquiera se había dado cuenta. Pero si eso hacía que el rubio se pusiese así., definitivamente lo tendría en cuenta para futuras ocasiones. Con fuerza lo tumbó en la cama al tiempo que salía de él con un quejido del mismo y se dedicaba a lamer esa blanca piel, ahora negra y dulce por causa del chocolate mientras susurraba palabras en el idioma de las serpientes.

—Sigue, no pares— pedía el rubio mientras agarraba con fuerza la espalda del moreno, clavando sus uñas en la misma.

Harry lo penetraba salvajemente, hablándole en aquella lengua de serpientes, con sus cuerpos resbalosos por los fluidos y el chocolate mezclados. Asemejándose a una pelea de reptiles en el lodo.

Su cuerpo convulsionó en un nuevo orgasmo, había perdido la cuenta hace mucho, gritó y gritó hasta que la garganta le dolió y se abandonó en la cama, cubierto aún por el cuerpo del moreno y los líquidos que impregnaban sus pieles. Nunca tan satisfecho ni tan pleno como en ese momento.

No supieron exactamente cuánto tiempo estuvieron en aquella posición, demasiado cansados para moverse y hacer alguna otra cosa que no fuese respirar. Plenos y satisfechos.

—Mereces la Orden de Merlín— gimió el moreno— Primera clase, por supuesto.

El rubio rió ante el halago del moreno.

—El próximo viernes la tomaré yo—dijo refiriéndose a la poción, con la respiración entrecortada mirando al moreno— tengo un par de ideas que seguro te encantarán — dijo insinuante a través de la niebla del cansancio y la satisfacción plena.

—Estoy ansioso por saberlas— dijo al tiempo que besaba al rubio en los labios, dando por finalizada aquella noche de locura, pasión y ansias.