Holis. Bueno, he vuelto. Sí, nuevamente con una traducción. Y sí, esta historia también es propiedad de GeorgedeValier ( fanfictionnet /u /2348750 / George_deValier [agreguen punto y quiten espacios]). Ojo: tengo autorización para traducirla, por favor, no me denuncien ni nada parecido, ¿trato?

La verdad es que George es autor de varias historias de hetalia acerca de la segunda guerra en UA, todas las cuales se entrelazan de una u otra manera. Esta va muy de la mano con Auf Wiedersehen, Sweetheart (Ludwig/Feliciano), la cual no traduciré porque hay ya un par de versiones en español dando vuelta por fanfictiondotnet, y no es la idea que se repitan tanto, ¿no creen? Bésame mucho es la parte de Lovino y Antonio y creo creo, que la he sufrido más que cualquiera de las otras. Es *~hermosa~*. Además que el titulo corresponde a la canción de Lucho Gática, esa que (según mi experiencia) está grabada en el inconsciente de todos los hispanohablantes, gran tema. Y bueno, en realidad no sé que más decir. Con el avance de los capítulos iré poniendo algunas aclaraciones y notas, como siempre. Ya, me dejo de tonteras y pasemos a la historia (después de las aclaraciones del autor, por supuesto).

¡Ah! Casi lo olvido. Cualquier corrección será bienvenida, aunque sea mínima (como que falte un tilde o que un párrafo entero no tenga sentido), ya que por más que se revise, siempre hay algo que se pasa por alto. Gracias.

Link historia original: fanfictionnet / s/ 7241283/1/ (agreguen punto y quiten espacios)


Pareja: Antonio Carriedo/ Lovino Vargas (España/Romano)

Resumen: UA, Segunda Guerra Mundial. Lovino Vargas siempre deseó que algo emocionante sucediera en su monótona vida diaria en una aldea italiana. Nunca esperó la guerra, la Resistencia, el amor, la pasión o a un alegre, confuso e irritantemente atractivo español que lucha por la libertad.


Para todas las personas encantadoras que preguntaron por la historia de Lovino y Antonio en mi Alemania/Italia fic 'Auf Wiedersehen, Sweetheart'… Aquí tienen :-) Esta historia se entrelaza con la otra un tanto, llenando esos vacíos de Spamano en los cuales pueden estar interesados ;-) Intentaré mantenerla lo suficientemente separada como para que se comprenda sin tener que leer 'Auf Wiedersehen, Sweetheart', pero tendrá un poco más de sentido si lo hacen.

Siguiendo el estilo de mis otros UA de la Segunda Guerra, el título 'Bésame Mucho' es también el título de una canción de Vera Lynn. (YouTube) /watch?v=OQER-B5pvLE

Y la original en español: (YouTube) /watch?v=9A49e1Egz_A


Primavera, 1939.

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-¡Lovino!

Lovino no se dio vuelta al escuchar a Feliciano corriendo tras él gritando su nombre. Mantuvo sus ojos en el estrecho y polvoriento camino, sus puños cerrados, sus dientes apretados por la irritación. El sol brillaba resplandeciente en lo alto y una tibia brisa fluía, trayendo la sutil fragancia de la primavera. Lovino apenas se daba cuenta. Su mente aún recorría los sucesos de la mañana en el mercado. Todos los días, lo mismo. '¡Pequeño Feliciano, tengo lo mejor para ti hoy!'... '¡Oh, no me habías dicho que tenías un hermano tan adorable, Lovino!'... '¿Más tomates? ¡Para ti, Feliciano, por supuesto!' Lovino estaba acostumbrado a sentirse invisible alrededor de su hermano pequeño. Pero a veces era demasiado. Deseaba que algo sucediera, algo importante, algo en lo que pudiera marcar una diferencia y no simplemente estar a la sombra de su siempre lindo, siempre adorable, siempre destacado hermano menor.

-¡Lovino, espérame! Lovi… ¡ARGH!

Lovino dio la vuelta ante el grito y se encontró con Feliciano tumbado en el camino. Su estómago se hundió un poco mientras corría de vuelta y se arrodillaba rápidamente junto a él. –Feli, ¿estás bien?

Feliciano lentamente se incorporó hasta quedar apoyado en sus rodillas, sacudiéndose, y sonrió alegremente. –No deberías caminar tan rápido, Lovino, mis piernas no son tan largas como las tuyas y no puedo seguirte el paso, y no creo que me escuches siempre cuando grito y luego suceden accidentes como este, pero está bien porque creo que no estoy herido, mira, me raspé las rodillas un poco, ¿crees que necesite ver al doctor?

Lovino puso sus ojos en blanco y estiró su mano para ayudar a Feliciano a ponerse de pie. –No seas tonto, estarás bien.- ¿Por qué nunca era capaz de permanecer molesto con su hermano por más tiempo? –Perdón por haber caminado tan rápido.- Una vez de pie, Feliciano continuó adherido a Lovino, balanceando sus brazos mientras continuaban avanzando. Lovino sacudió su cabeza exasperado. Cualquiera pensaría que su hermano de catorce años era realmente un niño pequeño. No es de extrañar que los aldeanos en el mercado siempre pensaran que era tan malditamente tierno. Lovino solo era un año mayor, pero aún así se sentía como el adulto, el razonable, el responsable. Pero dejó que Feliciano sostuviera su mano mientras doblaban por el estrecho camino que llevaba a su pequeña granja.

-¡Estamos en casa, abuelo!- gritó Feliciano con alegría al traspasar la puerta.

-¡Bienvenidos a casa, niños!- El abuelo Roma se levantó de su silla junto a la mesa. Lovino se quedó inmóvil cuando vio al hombre sentado en frente. De cabello oscuro, pobremente vestido, tez morena y grandes y brillantes ojos, el joven les lanzó una sonrisa resplandeciente. Lovino lo miró con recelo.

-¿Quién demonios eres tú?

Roma lo fulminó con la mirada. –Cuida tus modales, jovencito.- Lovino cruzó sus brazos y lanzó una huraña mirada al techo. –Es un amigo. Antonio Fernández Carriedo.

Feliciano lucía completamente confuso. –Antonio… Fernando…

-Quizás deberías escribirlo-, dio Lovino.

-Llámenme Antonio.- El hombre se puso de pie. Lovino dio un paso hacia atrás.

Roma sonrió orgullosamente mientras se acercaba a sus nietos. –Antonio, este es Lovino, el mayor, y el pequeño Feliciano.

Antonio alargó su mano a Feliciano, quien la apretó de manera atenta. -¡Es un placer conocerte, Feliciano!- El italiano de Antonio tenía un ligero acento.

-¡Hola! Hablas gracioso.

Antonio rió. –Lo siento por el acento. Soy de España y no acostumbro a hablar italiano.

Feliciano pareció asombrado. -¿España? ¡Wow! ¿Toreas? Todos los españoles torean. Lo leí una vez en un libro, y había fotografías, pero me pusieron muy triste, porque estaban apuñalando toros y todo era horrible y terminé llorando porque es tan terriblemente desagradable e injusto y… y… y era tan horrible…- Feliciano parpadeó rápidamente y sorbió su nariz. –Abuelito, creo que no me gusta tu nuevo amigo.- Lovino le lanzó una patada a Feliciano.

Antonio rió otra vez. Su risa era tan extravagante y alegre. Por alguna extraña razón, Lovino sintió que su corazón saltaba al escucharla. –Feliciano, no todos los españoles torean. Te lo juro, nunca he herido un toro en mi vida.

Feliciano sonrió ampliamente, aliviado. –Oh, bien. Todo está bien entonces, y siento mucho haber dicho que no me gustabas, y estoy seguro que eres una persona muy agradable.

Antonio rió y Roma se encogió ligeramente de hombros. Lovino golpeo impacientemente el piso con su pie y miró al techo nuevamente. Aquí vamos de nuevo. Alguien más cayendo a los pies del pequeño y adorable Feliciano. -Bueno, no eres tú acaso la cosa más tierna,- dijo Antonio. Feliciano ladeó su cabeza y una sonrisa enceguecedora brilló en su rostro. Lovino movió su ojos exasperado y miró hacia otro lado. Cuando volvió a lanzar una mirada, encontró a Antonio estirándole la mano para saludarlo. Los ojos de Lovino se abrieron , su cerebro se congeló, y apretó sus manos detrás de la espalda. Antonio dejó caer la suya inmediatamente y solo sonrió. –Estoy feliz de conocerte, Lovino

Lovino se dijo a si mismo que debía decir algo. Lo que fuera. Debía abrir su boca. Ahora, maldición. -¿Qué diablos estás haciendo aquí?- Roma le golpeó la cabeza y Lovino puso una mueca de dolor.

-No seas grosero, Lovino. Antonio está acá por una reunión de negocios.

Lovino se quedó mirando el suelo, ardiendo de vergüenza. -¿Negocios? ¿Acerca de la granja?- trató de frotar su cabeza con discreción.

-Algo así. Niños, vayan y empiecen con la cena mientras nosotros terminamos de hablar. ¡No queremos aburrirlos!

-¿Podemos cocinar pasta?- preguntó Feliciano ansiosamente.

-¡Eso suena como una idea brillante!- contestó Roma, sonriendo de forma indulgente. Feliciano saltó feliz hacia la habitación contigua pero Lovino se quedó donde estaba por un momento, lanzando miradas cautelosas a Roma y Antonio. No tenía idea de que podía tratarse esta reunión, pero estaba dispuesto a apostar que no tenía nada que ver con 'negocios'. También estaba dispuesto a apostar que el abuelo Roma no le diría nada al respecto. A pesar de que Lovino se sentía como un adulto comparado con Feliciano, su abuelo nunca lo trataba más que como un niño.

-¿Sucede algo, Lovino?- preguntó Roma. Sus tono era agradable, pero había una advertencia en sus ojos.

-No,- dijo Lovino suavemente. –Iré a ayudar a Feliciano.- Caminó fuera del cuarto sin mirara atrás. No obstante, tan pronto como cerró la puerta de la cocina, agarró una copa, presionó el borde en la puerta y colocó su oreja en la base. Feliciano lo miró desde donde estaba poniendo agua a hervir sobre la hornalla.

-No creo que debas estar haciendo eso, Lovino.

-Cállate,- dijo Lovino. Luego agregó apresuradamente, -… y no le digas al abuelo.

Lovino no podía escuchar mucho de la conversación, especialmente con Feliciano golpeando ollas y platos detrás de él. Pero unas pocas frases y oraciones se filtraban a través de la cámara amplificadora de la copa, algo acerca de una alianza de Italia con Alemania, acerca de una ocupación fascista en Checoslovaquia, acerca de rumores de guerra, acerca de un lugar llamado Guernica*. Lovino estaba cautivado. Había escuchado rumores en la aldea últimamente, pero nada como esto. Nada que sonara así de serio. Así de importante. Lovino escuchaba el acompasado acento español de Antonio con creciente fascinación, hasta que no estuvo seguro si lo que Antonio estaba diciendo era lo que lo tenía absorto o la manera intensa, profunda, y de alguna manera aún alegre en que el hombre pronunciaba las palabras. La voz de Roma repentinamente aumentó de volumen y Lovino escuchó las palabras perfectamente a través de la puerta.

-Dime por qué no simplemente te volviste soldado, Antonio. ¿No podrías lograr algo importante usando tus habilidades en el ejército?

-A veces los soldados hacen cosas grandiosas. Y yo, de entre todos, respeto el deseo de servir al país. Pero he visto lo que lo ejércitos pueden hacer. He visto las consecuencias de seguir órdenes a ciegas. Asesinan inocentes, Roma. Moriría antes de hacer eso.

El pulso le latía con fuerza a Lovino entre su oreja y el vidrio. Se sentía un tanto sin aliento. Cada palabra que Antonio decía era pronunciada con un dejo de pasión. Nunca había escuchado algo así.

-Creo que puedo confiar en ti, español.- Roma sonó satisfecho.

-Lovino, ¿crees que necesite agregar más…?

Lovino agitó su mano frenéticamente. -Ssh, ¡cállate!

-Y yo en ti, Roma. Te daré toda la información que sea capaz de adquirir. Esperemos, sin embargo, que esta incursión alemana sea detenida antes de que lleguen demasiado lejos.

Lovino intentó respirar a pesar de las docenas de emociones que lo atravesaban. No podía estar seguro de qué exactamente estaban hablando su abuelo y Antonio, pero sonaba justo como lo que había deseado. Algo diferente, algo nuevo, algo que pudiera finalmente cambiar esta tediosa existencia, donde nada sucedía y en donde se sentía invisible e ignorado. Al escuchar a Roma y Antonio despidiéndose, Lovino alejó la copa de la puerta y, casi sin pensarlo, la entornó y echó un vistazo. El abuelo Roma le daba la espalda, revolviendo una pila de papeles sobre la mesa. Antonio, sin embargo, estaba de frente hacia él y sus ojos se encontraron de inmediato. Lovino se congeló cuando Antonio le sonrió abiertamente, con sus ojos brillantes. Luego le guiñó. Los ojos de Lovino se abrieron como platos, cerró la puerta de un golpe y se quedó apoyado en ella, con el corazón latiéndole rápidamente en el pecho. Su respiración estaba tan agitada que casi jadeaba.

Feliciano levantó la mirada y sonrió. Fiel a su estilo, parecía no haber notado nada inusual. –El nuevo amigo del abuelo es realmente agradable, ¿no crees?

–No,– dijo Lovino, exaltado y tratando de convencerse a si mismo de que su corazón palpitante y ardientes mejillas eran resultado de la emoción de las palabras que había escuchado y no de esa turbadora sonrisa y desconcertante guiño. –No, no lo pienso en absoluto. Oh, en serio Feliciano, cocinaste demasiada pasta otra vez…– Lovino fue a ayudarlo con la cena, e intentó olvidar los deslumbrantes ojos verdes de Antonio.

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Lovino poco a poco se acostumbró a las visitas de Antonio en las semanas siguientes, a escuchar a través de las puertas alguna idea de lo que estaba sucediendo, a ese molesto, frustrante y pequeño brinco en su pecho que sentía cada vez que escuchaba a Antonio y Roma hablar de la escalada de sucesos y rumores de guerra. Pero al mismo tiempo, nunca se acostumbró a las alegres y constantes sonrisas de Antonio, a su desarreglado cabello castaño y resplandecientes ojos verdes, a su risa fácil y radiante presencia y la manera en que siempre alborotaba el cabello de Feliciano y lo llamaba tierno. Se decía a si mismo que no le importaba. Casi lo creía. Pero luego Antonio le sonreiría, o le lanzaría una mirada de soslayo, y Lovino frunciría el entrecejo y miraría hacia otro lado, sintiéndose inseguro y confuso y enojado todo el tiempo, ya que no podía entender las razones por las cuales se sentía así.

Todo esto se volvió habitual y cotidiano hasta que una mañana lo golpeó en entendimiento. Lovino se sentó en el muro del jardín pensando en la conversación que acababa de oír. El sol golpeaba sin tregua. Antonio tenía una manera de hablar que hacía que todo sonara importante, pero sus palabras de hace un rato cuando hablaba con el abuelo Roma habían sonado más graves de lo normal.

–¿Aún estás comprometido con esto, Roma? Haré todo lo que esté a mi alcance para ayudarte. Pero serás la resistencia. Estarás peleando en contra del gobierno de tu propio país.

–Un gobierno que no se preocupa por la libertad de su pueblo. Sí, estoy comprometido.

–¿Y sabes lo que estarás arriesgando?

–Sé perfectamente bien que es lo que arriesgo. Pero si algo lo vale, es esto.

Lovino se había marchado antes de escuchar el fin de la conversación, sintiendo que necesitaba aire. El pequeño jardín estaba salpicado de radiante luz solar y sombras de los altos árboles que rodeaban el muro, el aire sofocante y caliente, prometiendo un largo verano. Balanceaba sus pies distraídamente y se quedó mirando las filas de romero frente a él sin prestarles real atención. Las palabras resonaban en su cabeza… -Sé perfectamente bien que es lo que arriesgo. Su mente giraba con cientos de pensamientos. Sabía que el abuelo Roma y Antonio estaban planeando algo. Pero ahora se preguntaba que era exactamente, y que podría significar. Qué estaría arriesgando el abuelo… qué estaría haciendo… ¿cuál era el real significado de toda esa conversación acerca de una guerra y Alemania y una invasión? De pronto, ese familiar sentimiento de emoción cargaba un trasfondo de miedo.

Al escuchar el sonido de la puerta trasera abriéndose, Lovino levantó la mirada y vio a Antonio saliendo al jardín. Su corazón saltó desagradablemente hacia su garganta. Se echó hacia atrás con cuidado para que Antonio no se percatara de su presencia.

Antonio caminó rápidamente más allá de los macizos de flores antes de apoyarse sobre el muro, cerca de la puerta trasera, su pecho subiendo y bajando rápidamente. Lucía ligeramente ansioso y un tanto exhausto. Sacó un cigarrillo de su bolsillo, lo encendió, y estaba respirando el humo profundamente cuando Lovino saltó y dio unos pasos en su dirección. Antonio levantó la mirada bruscamente, y luego sonrió. –Lovino.

Lovino miró a Antonio con cautela. Nunca estaba muy seguro de cómo actuar en su presencia. Era más confuso de lo que debería ser. Cruzó sus brazos. –Te escuché hablando con el abuelo.

Antonio lo miró con una curiosa cortesía. -¿Oh?

–Va a haber una guerra, ¿no?

La expresión de Antonio se volvió levemente incierta. Tomó una bocanada de su cigarrillo y aspiró el humo lentamente. –Es probable.

Lovino asintió con seriedad. –De acuerdo. Bien. Entonces supongo que tendré que unirme a ejército.

Antonio rió suavemente, mirando Lovino con ojos brillantes . –¿El ejército?- Inclinó su cabeza ligeramente. –Acabo de darme cuenta que nunca lo he preguntado… ¿qué edad tienes, Lovino?

Lovino pensó en cómo contestar. Por un instante se le ocurrió en mentir. Luego se dio cuenta que en realidad no importaba demasiado. –Quince,– dijo de mal humor.

Las cejas de Antonio se levantaron violentamente y miró hacia otro lado con rapidez. –Quince,– murmuró. Sacudió su cabeza y, nuevamente, aspiró el humo de su cigarrillo. Miró al cielo por unos instantes. –No te será posible unirte por un tiempo entonces, me imagino. Y cuando seas lo suficientemente mayor, ¿acaso sabes por lo que estarás luchando?

Extraña pregunta… –Por Italia, por supuesto.

–Hmm.– Antonio meditó por un largo tiempo antes de contestar. Lovino pensó que quizás sería por la diferencia de idioma. Se negaba a admitir que lo fascinaba. Porque no lo hacía, maldición. Antonio inhaló otra bocanada de humo. –A veces, unirse al ejército no es la mejor manera de servir a tu país. A veces, para hacer lo correcto, debes mantenerte firme y pelear por lo que ellos creen que está mal.

Lovino tragó son dificultad. Antonio había dicho algo similar antes. Estarás peleando en contra del gobierno de tu propio país… –No sé a lo que te refieres.

–Lo entenderás. – Antonio dejo caer las cenizas y las observó. –La guerra no es emocionante, Lovino. Sinceramente espero que no cometas el error de pensarlo antes de verlo en realidad.

Lovino entrecerró sus ojos, estudiando a Antonio, pensando en todo lo que había oído en las últimas semanas. Acerca de la guerra civil en España y del fascismo y de ese lugar que seguía mencionando, ese lugar llamado Guernica… –¿Qué es lo que realmente estás haciendo acá?

Otra vez, Antonio permaneció pensativo un momento. –Creo que estoy tratando de pelear por lo correcto.

-¿Crees?

-Espero. Desafortunadamente, nunca he sido el mejor para separar lo bueno de lo malo. Creo que siempre he sentido demasiado como para conocer la diferencia. Pero esto… sí, estoy seguro que estoy bien en esto. Tengo que estarlo.

Lovino intentó infructuosamente ignorar el sentimiento que crecía en su pecho, por lo que procuró suprimirlo con enojo. –No pregunté por tu historia de vida, bastardo.

Antonio lucía vagamente divertido. –No. Perdóname, Lovino.- Aspiró profundamente el humo de su cigarrillo, sus ojos aún clavados en el suelo. Cayó un pesado silencio. Lovino no sabía si debía marcharse. Por alguna razón, no lo meditó, no quería. Se agitó nerviosamente con las manos detrás de su espalda por un momento. Antonio no continuó, así que Lovino rompió el silencio.

-¿Puedes darme un cigarrillo?

Antonio rió. –No.

-¡Púdrete, imbécil!

Antonio dejó caer el suyo y se quedo contemplándolo. Finalmente levantó la mirada, sus ojos encontrándose con los de Lovino, quemándolos. Lovino sintió como las siguientes palabras de rabia morían en sus labios. La calurosa quietud del día parecía estar cercándolo. No podía moverse, no podía respirar , no podía apartar su mirada de aquellos brillantes ojos verdes fijos en los suyos. Antonio dio un paso hacia delante luego se detuvo, sacudió su cabeza y rió suavemente. –Quince,- susurró antes de darse la vuelta y entrar por la puerta trasera. Lovino lo miró alejarse, con su corazón retumbando, y no sabiendo si sentirse aliviado o no.

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Solo unos pocos días después, Lovino estaba en la puerta de la cocina, escuchando como Antonio le explicaba a Roma que se marcharía por unos meses. Lovino estaba sorprendido, molesto y enfurecido por cuan alterado y decepcionado lo ponía la noticia. Esto era estúpido. No debería importarle, por qué demonios le importaría…

-Las cosas se están moviendo rápido, Roma. Más rápido de lo esperado. Por supuesto que volveré con regularidad, pero desde este momento depende de ti. Serás el rostro. Yo solo seré tu informante.

Roma rió estridentemente. –A veces suenas muy viejo para tu edad. No olvides que estás hablando con el oficial italiano más joven que alguna vez se elevó más allá del rango de capitán. Soy bastante capaz de inspirar a un grupo hacia la victoria.

La voz de Antonio era alegre y animada una vez más. –Como cualquier estudiante de la Gran Guerra, estoy bastante informado de sus logros militares, Maggiore Roma Vargas, héroe de la campaña de Isonzo. ¿Por qué crees que estoy tan ansioso de trabajar contigo?

-De acuerdo, basta de halagos, niño.- Pero Lovino pudo oír el deleite en la voz de Roma. El abuelo adoraba cuando la gente hablaba de su celebrada historia militar. –Haz tu trabajo, y yo haré el mío.

El resto de la conversación se volvió muy sutil para poder escucharla adecuadamente y cuando la habitación finalmente quedó en silencio Lovino presionó aún más su oreja sobre la puerta. ¿Se habían ido? ¿La reunión había acabado? Intentó captar el sonido de pisadas, pero no escuchó nada hasta que la puerta se abrió hacia adentro. Lovino gritó de sorpresa y cayó hacia delante, directamente en los firmes brazos de Antonio.

-¡Hola, Lovino!

-Per… qué… ¡aléjate de mi, bastardo!- Su cara enrojeció y se incorporó frenéticamente, empujando a Antonio y retrocediendo hasta golpear la pared detrás de él.

-¿Por qué siempre te encuentro escuchando tras las puertas?- Antonio le sonrío divertido.

-Es mi casa,- dijo Lovino indignado. –Y no estaba escuchando, estaba…- Lovino no tenía idea de qué decir. -Estaba… oh, desaparece.

Antonio sonrió satisfecho y asintió. -Muy bien.- Comenzó a caminar, pero en ese momento, Lovino sintió que su mano salía disparada y agarraba la camisa de Antonio. Estaba seguro que no había tenido la intención de hacer eso. Antonio lo miró, casi tan sorprendido como Lovino mismo. Los ojos de Lovino se clavaron en los de Antonio, nerviosos.

-Te vas.

Antonio sonrió nuevamente. -¿No estabas escuchando?

Lovino le lanzó una mirada enfurecido. –Es la única manera en que puedo enterarme de cosas. De lo contrario, nadie me dice nada.

-Sí, Lovino, me iré por un tiempo. Pero por favor no te preocupes. Volveré muy pronto. Estaré volviendo con frecuencia.

-¡No estoy preocupado!- escupió Lovino irritado.

-Por supuesto que no.- Antonio estaba demasiado cerca. Lovino intentó ignorar el aleteo en su estómago, intentó ignorar el modo en que su respiración se aceleraba, porque no le importaba, Antonio no lo hacía sentir así, oh Dios, olía tan bien, ¡NO! –Bien,- continuó Antonio, -supongo que esto es todo hasta…

-No gastes tus despedidas en mi, bastardo, ve y encuentra a mi 'tierno' hermano y dile adiós a él en vez de a mi.- Lovino hizo una mueca inmediatamente luego de pronunciar esas palabras Mierda, por qué había dicho eso… no había salido de la manera en que debía, de seguro…

Antonio solo rió. –Oh, Lovi .- Dio un pasó hacia adelante y Lovino se apretó aún más contra la pared. Luego, Antonio se inclinó y colocó su mano lentamente, suavemente, sobre su costado. Los ojos de Lovino se abrieron. Sus latidos se aceleraron, sus palmas empezaron a sudar, y la parte de atrás de su cuello quemaba con un calor que rápidamente se extendió por todo su cuerpo. Sintió el cálido aliento de Antonio sobre su oído. –Feliciano es tierno, Lovi. Pero tú eres hermoso.

Lovino estaba aturdido. Hermoso. Antonio lo había llamado hermoso. No tierno, no adorable, no dulce; algo más que todo eso. Antonio se lo había dicho a él, solo a él, susurrado en su oído donde nadie más podía oír, palabras destinadas solo para él. Esto era demasiado. Lovino podía pensar en solo una manera de lidiar con los confusos e insólitos sentimientos que corrían a través de él. Le dio un puñetazo justo en la mandíbula. –No se supone que llames hermosos a chicos, asqueroso.

Lovino se volvió y escapó de la habitación, pretendiendo que no escuchó a Antonio reír detrás de él.


Continuará.

*www. infoguerracivilcom/ espana-bombardeo-guernica. html (agreguen punto y quiten espacios)


NdT:

Si bien es cierto que el bombardeo de Guernica es considerado como una de las masacres más crueles en la historia, hay muchas versiones acerca de lo que realmente sucedió. Y en realidad es obvio que esas cosas pasan, siempre pasan. No hay manera de que ambos bandos se pongan de acuerdo ni en el número de muertos (algunos dicen 3000, otros poco más de 100), ni la duración (3 horas o tan solo minutos), o si Guernica era o no un poblado con capacidad militar. Todas esas decisiones quedan a criterio personal. (Aunque en mi humilde opinión, es uno de los sucesos más despreciables en la historia de la humanidad).