Card Captor Sakura y sus personajes pertenecen a CLAMP.


Las consecuencias del alcohol

Sakura se despertó aquella mañana en la cama de aquel guapo extraño con un gran dolor de cabeza y desnuda. Ese encuentro se hubiese quedado en un lío de una noche sino fuera porque al día siguiente se presentó ante toda su clase como el nuevo profesor.


Capítulo 1. Así empezó todo.

Abrí los ojos, pero al instante los volví a cerrar, hundiendo la cabeza en la almohada. La persiana estaba hasta arriba y la luz se filtraba en la habitación, dando unos buenos días que para mí eran malos. Me dolía la cabeza a rabiar producto de una gran resaca que amenazaba con exterminar las pocas neuronas que me quedaban, no recordaba absolutamente nada de la noche anterior —lo último era yo sentada en el suelo bebiendo algo con mucho alcohol que me había pasado Naoko antes de entrar a la discoteca— y cuando me quise dar cuenta no sabía dónde me encontraba.

Me quité todo rastro de lagañas —y maquillaje— con los dedos y examiné la habitación. Era bastante grande y muy blanca; las paredes, el suelo, la mesa, el marco de la ventana, la cama, incluso las persianas eran de ese color. Fruncí el ceño, sintiendo algo extraño, como un brazo encima de mi espalda desnuda.

Oh no.

Levanté un poco las sábanas para comprobar que estaba en cueros, tal y como dios me trajo al mundo. Y sí, a mi pesar seguí la trayectoria de ese brazo masculino que me llevó a un rostro de un chico de unos veinticuatro o veinticinco años, no muy mayor, que dormía plácidamente, de cara a mí y con medio rostro hundido en la almohada. A pesar del enorme dolor de cabeza que tenía y que me seguiría durante los próximos días junto al recuerdo de despertar en la cama de un extraño, pensé que ese chico era guapo. Más que guapo. Era un Adonis.

Volví a mirar debajo de las sábanas para constatar que él también estaba desnudo. Me puse roja como un tomate y traté de relajarme. Primero de todo tendría que salir de la cama sin que ese chico se diese cuenta, luego recuperar mi ropa que, al parecer, estaba desparramada por todo el suelo, después agarrar mi bolso y salir pitando de allí, sin mirar atrás, en un intento desesperado de olvidar este cruel momento de mi vida.

Maldita sea; el alcohol y mis hormonas cuando se juntaban no auguraban nada bueno. Pero aún había espacio para mi parte pervertida. Con tristeza pensé que hacía un año y medio que no tenía sexo y justo cuando me enrollo con un ángel con cuerpo de pecador resulta que no me acuerdo porque estaba más que borracha. Genial. ¿A qué santo habría que rezarle para pedir que me dejaran entrar en el cielo?

Sacudí la cabeza. No era momento de pensar en eso. Me mordí el labio, sujeté con mucho cuidado la muñeca de aquel tipo y la levanté mientras yo me deslizaba con una lentitud exasperante fuera de la cama. Cuando dejé su brazo de nuevo encima del colchón, el chico gruñó algo incomprensible, pero no se despertó. Respiré aliviada.

Muy bien. Mi ropa. Encontré mis braguitas encima del sillón blanco que había en la esquina de la habitación y con la sorpresa cruzándome el rostro seguí el camino de ropa de esa habitación al salón. Oh, Dios, a juzgar por ese caminito estaba bien claro que ambos estábamos de lo más desesperado. Tendría que alejarme para siempre del alcohol.

Recogí mi ropa y me la puse con una rapidez sorprendente. Já. Si me vistiera así cuando recién me levantaba para ir a la universidad... Seguramente llegaría siempre temprano; qué lástima que día de cada día me costara más que un perezoso levantarme y tuviera que subir mi hermano para sacarme de la cama a patadas.

¡Otro problema añadido! ¡Mi hermano y mi padre! ¿Qué ocurrido si se levantaban esa mañana y no me veían resguardada en la seguridad de mis mantas? ¡Oh, no! ¿Y si ya se dieron cuenta ayer de mi ausencia y ahora media patrulla de Tomoeda estaría buscándome? Chica de diecinueve años no regresa por la noche. Sus amigas no saben dónde están. Nadie parece haberla visto. La familia está destrozada porque según afirman «es una chica dócil e inocente, nunca bebe y siempre vuelve a la hora acordada». Si regresaba viva a mi casa, estaba segura que Toya me mataría.

De eso ya me ocuparé luego. Tengo que salir de aquí. ¿Y mi bolso?

Cogí mi bolso del sofá, pero cuando me quise dar cuenta me faltaban los zapatos. Regresé descalza a la habitación, dándome cuenta de que la gente me miraría raro al verme de buena mañana con una falta súper corta, un top verde y todo el maquillaje corrido. Sí, tenía toda la pinta de haber escapado de un secuestro. Nadie pensaría me acosté con un tío la noche anterior, la cual está borrada de mi mente y que esa mañana me desperté en el apartamento de dicho chico. No. Conociéndome, era imposible que alguien llegara a esa conclusión. Pero hasta las más mojigatas pecan de vez en cuando.

Encontré mis zapatos tirados por la habitación y justo cuando me los puso, mi móvil comenzó a sonar del interior de mi bolso. Era la melodía del circo. Lo busqué desesperada en el interior de aquel dichoso bolso que parecía haber duplicado su profundidad. Lo pesqué en el momento en que colgaban y todas las pertenencias que habían en el interior de mi bolsito cayeran al suelo.

El chico alzó la cabeza de repente, mirándome como si intentara rememorar la noche anterior. Esperaba que él tampoco se acordara. Me agaché para recoger mis cosas y meterlas de nuevo en el bolso justo cuando el extraño bostezó como si eso fuera algo normal para él y se levantó, dejando que las sábanas se deslizaran por su escultural cuerpo y permitiendo que pudiera ver a mis anchas su total desnudez.

Dios mío. Y yo me había acostado con «eso».

Me sonrojé hasta la punta del pelo y exclamé mientras fijaba la vista en mis manos:

—¡Tápate! ¡Tápate! —Hasta tiempo después no comprendí que esas palabras habían sido la cosa más estúpida que puedes decir después de haberte acostado con el tipo al que le estás diciendo que se cubra su desnudez.

—Te iba a ayudar —dijo como si fuera una excusa para andar desnudo a sus anchas.

—N-No me ayudes. Ya estoy —me pude en pie de un salto, cerrando el bolso y apretando con fuerza el móvil en la otra mano—. Y-Yo me voy ya. No q-quiero molestar ni nada —solté una risa nerviosa, de esas que sueltas cuando te tiembla todo el cuerpo.

—No me acuerdo mucho de anoche, pero creo que ayer te dije que te haría el desayuno. —¿Por qué hablaba tan natural? ¿Como sino le diera vergüenza ese tipo de situaciones? Quizá ya estaba acostumbrado. ¡Sí! ¡Sería eso! Pero yo no me iba acostando con todos los desconocidos que se me cruzaban en el camino. De hecho, yo ni siquiera bebía, pero ayer hice una excepción porque había aprobado un examen para el cual había estudiado todo el día —noche incluida— durante sietes días.

—¡N-No hace falta de verdad! —exclamé con voz chillona—. Y-Yo ya me tengo que ir. Mi familia estará preocupada. N-No regresé ayer noche y puede que ahora me den por muerta. Qué tontería, ¿no?

Dio un paso hacia mí y volví a reparar en que aún no se había cubierto su desnudez.

—¡Pero tápate ya, por favor! —dije, poniéndome una mano sobre los ojos.

—Vale, de acuerdo, ya está —miré entre mis dedos. Se había enrollado las sábanas de un modo poco atractivo, pero mi cuerpo reaccionó ante eso. Oh, genial, ¿acaso no había tenido suficiente con la noche anterior?—. No me importa prepararte el desayuno. Es la comida más importante del día.

—M-Mira yo no quiero ser desagradable, pero de verdad, me tengo que ir. Ayer estaba muy borracha, ni siquiera me acuerdo de cuando entré a la discoteca ni cuando perdí a mis amigas ni cuando me encontré contigo, ¡pero pareces un chico muy majo! S-Sin embargo, tengo que irme. Yo-Yo no soy de este tipo de chicas, ¿sabes? Lo respeto, pero m-me gusta más las relaciones y no los líos de una noche porque luego pueden haber problemas como... —me quedé callada, sintiendo como la sangre me huía del rostro—. D-Dime que utilizamos preservativo.

El desconocido buscó algo por el suelo y luego señaló el preservativo usado y su envoltorio tirado al lado del armario. Eso me alivió muchísimo. No quería estar embarazada a los diecinueve por una noche loca ni mucho menos por un chico que no se alarmaba ante este tipo de situaciones, ¡porque eran para alarmarse!

—Muy bien —tartamudeé—. Ahora yo me iré, haremos borrón y cuenta nueva, olvidaré lo poco que tengo que olvidar y me marcharé.

—¿Sabes dónde estás?

—¡Tengo muy buena orientación! —exclamé, otra vez, con voz chillona. Me acerqué rápidamente a la puerta de su cuarto—. En fin, un placer conocerte y esas cosas. Seguro que nos hemos divertido mucho, pero, eso, ¡buena suerte en la vida!

Y huí. Corrí cruzando el salón hasta llegar al recibidor, abrir la puerta y ponerme en marcha, corriendo de una manera tan espléndida con esos tacones, con un enorme dolor de cabeza y con ganas de vomitar.


LasConsecuenciasDelAlcohol


El lunes por la mañana estaba recuperada del todo (o al menos eso me quería creer).

Tomoyo, mi mejor amiga desde que tengo memoria, se aseguró de avisar a mi padre, diciéndole que me quedaba a dormir a su casa. Al parecer, en ese momento yo me estaba liando con aquel extraño en la discoteca y ninguna de mis amigas había sido capaz de arrancarme de sus brazos. Y no porque el chico no me soltase, sino porque yo no me quería separar de él. Ando muy mal de cariño.

Después de salir de la casa de ese chico, miré el móvil y vi que la llamada era de Tomoyo. La llamé enseguida y quince minutos después el chofer de su familia vino a buscarme a la calle que le había indicado a mi mejor amiga. Me metí de cabeza en el coche, me abracé a ella y le conté todo.

Fuimos a su casa para arreglarme un poco y que mi familia no sospechara nada de nada. Me duché y me vestí con unos vaqueros y una camiseta azul de Tomoyo. Me quedé hasta por la tarde en su casa; el tiempo suficiente para que mi cara recuperase mi color de piel normal y pudiera relajarme. Funcionó porque cuando llegué a mi casa, ni mi padre ni mi hermano notaron nada fuera de lo común.

—Sakura, no te preocupes, es un lío de una noche. No lo volverás a ver nunca más. Todas hemos tenido este tipo de encuentros, incluso yo —me había dicho Tomoyo con una sonrisa—. Además, te acostaste con un Adonis. Deberías sentirte orgullosa. No importa que no te acuerdes, estabas muy borracha y digamos que tu carácter cambia cuando bebes unas copas de más.

Eso me había aliviado bastante. Tenía razón. No iba a encontrarme nunca más con ese tipo. Vivía muy lejos de la casa de Tomoyo y mucho más lejos de mi casa, así que decidí dejarlo como una anécdota. Algo que ocurrió un día de fiesta en una celebración por el aprobado de un examen. Ni siquiera sabía cómo se llamaba aquel chico.

Por eso mismo, el lunes por la mañana llegué a la universidad mejor de lo esperado. Fui hacia mi edificio, donde me encontré a Tomoyo esperándome en la puerta de mi clase. Nos sonreímos y entramos, sentándonos en nuestro sitio habitual. Ambas estudiábamos lo mismo: periodismo.

Dejé mi cartera en el suelo y suspiré al notar la dura silla de siempre contra mi cuerpo. Estuve un rato mirando sin ver la libreta de apuntes que tenía abierta sobre la mesa, esperando a que llegara el profesor. Pero «lo» que llegó no me gustó ni un pelo.

La puerta de clase se abrió dejando ver al director rechoncho y calvo que caminaba, sudando la gota gorda, hasta la mesa del profesor, delante de la pizarra.

—Alumnos, alumnos —nos calmó—. El profesor de esta asignatura ha tenido que dejar el puesto de trabajo por motivos personales, pero no os preocupéis, tenemos un sustituto muy bueno y reconocido.

Con resignación dibujé al borde de la hoja una cara sonriente. Eso de que los profesores dejaran su puesto de trabajo de forma temporal o permanente no era nada nuevo.

—Por favor, pasa —escuché el sonido de la puerta abrirse y unos pasos silenciosos detenerse al lado del director—. Os presento a...

—Sakura —susurró Tomoyo, pálida, cogiéndome del codo.

Alcé la mirada y se me cortó la respiración.

—...Shaoran Li, vuestro nuevo profesor.

Mi nuevo profesor era el chico con el que me había acostado.


¡Hola! Este en un pequeño primer capítulo como introducción para lo que ocurrirá después. Ojalá les haya gustado y quieran saber cómo reaccionarán ambos al darse cuenta de que son alumna y profesor. Espero sus opiniones en los review. ¡Gracias por leer el capítulo!

¡Hasta el próximo capítulo!

LadyRubí.