Autora: Remula Black.
Advertencias: Muerte de Personajes – Sangre – Asesinatos – y demás.
Disclaimer: Los personajes de Axis Powers/World Series Hetalia no me pertenecen, por derecho son propiedad de Hidekaz Himaruya.
Dedicatoria: Este capítulo lo dedico especialmente a MyobiXHitachiin.
Notas: Este fic está completamente basado en el primer libro de la trilogía "Hunger Games", llamado en español "Los Juegos del Hambre". No está basado en la película.
Inspiración: El libro de los Juegos del Hambre y la canción "Safe and Sound" de Taylor Swift usada en la película del mismo nombre que el libro.
Parejas:err… es un tanto… ¿complicado? Prefiero dejarlo en suspenso, aunque una es obvia.
.
.
.
"Recuerdo las lágrimas cayendo por tu rostro cuando dije que "Nunca te dejaría ir"; cuando todas esas sombras casi destruyen tu luz. Recuerdo que dijiste "No me dejes aquí solo". Pero todo eso está muerto, se ha ido, y es pasado ésta noche..."
.
.
.
*Hunger Games*
.
~o~
.
PRIMERA PARTE
"Los Tributos"
Capítulo 3
.
~o~
.
Nunca me pregunté qué pasaba con los voluntarios una vez terminaba la cosecha y los llevaban, ya que para aquel momento yo ya estaba afuera cazando o haciendo cualquier otra cosa que me sacara de la mente los malditos juegos. Pero ahora lo sé. A penas el himno deja de sonar nos ponen bajo custodia. No quiero meterme en problemas al decir alguna tontería como si nos van a esposar o algo así, a pesar de que me da esa sensación. No obstante, lo que sucede es que llegan dos Agentes de la Paz y nos acompañan hasta la puerta principal del Edificio de Justicia. Quizá alguna vez un tributo intentó escaparse, en realidad no lo sé, no estoy para arriesgarme.
Una vez dentro, me conducen a una sala y me dejan solo. Debo decirlo: es el sitio más lujoso en el que he estado, tiene gruesas y felpudas alfombras, sillones y sofás de terciopelo. Al sentarme no puedo evitar acariciar la tela una y otra vez, es como un relajante que me ayuda a calmarme y prepararme para lo que venga. Éste, si no intuyo mal, es el tiempo que se les concede a los tributos para despedirse de sus seres queridos. No lloraré, las cámaras aún persisten y en el tren seguirán estando, y ya lo dije antes, no dejaré que los del Capitolio crean que soy débil, no les daré el gusto de verme asustado.
Mi hermano y mi madre son los primeros en entrar. Tengo ganas de agarrarlos a ambos y sumergirnos en un abrazo de esos que solíamos tener cuando era más pequeño, pero ahora, en esta situación, me parece muy fuera de lugar. Ningún abrazo hará que todo cambie. Sin embargo, ignorante de mis pensamientos, Peter corre hacia mí y abre sus brazos para apretarme lo más fuerte que puede, como si no quisiera dejarme ir. Es la primera vez que expresa su cariño tan abiertamente, así que soy incapaz de no corresponderle y regresarle el abrazo. Nos quedamos así durante un rato, pero después empiezo a decirles a ambos las cosas que tienen que recordar hacer, ya que yo no estaré para ayudarles.
Peter no debe pedir ninguna tesela. Pueden salir adelante, si tienen cuidado, vendiendo leche y el queso de la cabra, y siguiendo con la pequeña botica que lleva mi madre para la gente de la Veta. Francis le conseguirá las hierbas que ella no puede cultivar, aunque tiene que describírselas con precisión, porque él no las conoce igual que yo. También les llevará carne de caza –habíamos hecho un pacto al respecto hace un año – y conociéndolo, no les pedirá nada a cambio.
Cuando termino con las instrucciones sobre el combustible, el comercio y terminar el colegio, me vuelvo hacia mi madre y la agarro con fuerza de la mano.
—Escúchame, ¿Me estás escuchando? — Ella asiente, asustada por mi intensidad. Tiene que saber lo que le espera— No puedes volver a irte.
—Lo sé—me responde ella, clavando sus ojos en el suelo— Lo sé, no lo haré. No pude evitar lo que…
—Bueno, pues esta vez tendrás que evitarlo. No puedes desconectarte y dejar solo a Peter, porque yo no estaré para mantenerlos con vida. Da igual lo que pase, da igual lo que veas en pantalla, ¡Tienes que prometerme que seguirás luchando!
Cuando me doy cuenta que he estado levantando la voz, es cuando noto que ya estoy gritando. Estoy soltando toda la rabia y el miedo que sentí cuando ella me abandonó.
—Estaba enferma—dice mi madre, soltándose. También está enfadada— Podría haberme curado yo misma de haber tenido las medicinas que tengo ahora.
Es cierta la parte de que estuvo enferma. Después vi como despertaba a personas que sufrían aquella tristeza paralizante. Quizá si sea una enfermedad, pero ahora no la podemos permitir.
—Pues tómalas, ¡Y cuida a Peter! —ordeno finalmente.
—Tú cuídate, Arthur— dice Peter, agarrándome la cara— Eres fuerte y rápido, idiota. Puedes ganar.
No puedo ganar. En el fondo, Peter lo sabe. La competición está mucho más allá de mis habilidades. Hay chicos de Distritos más ricos que se han preparado desde hace años para esto, donde es un honor postularse y ganar. Miles de chicos más grandes y corpulentos, miles de chicas con cien formas diferentes de usar un cuchillo. Odio reconocerlo, odio pensar de ésta forma tan patética, pero también hay chicos como yo, a los que querrán quitar de en medio para que comience la verdadera diversión.
—Quizá— respondo, aunque sé que no lo creo, porque sé que no puedo decirle a mi madre que luche cuando yo mismo ya me he rendido. Pero no es propio de mí entregarme sin dar batalla, aún si los obstáculos parezcan insuperables, por eso lucharé hasta el final. —Y seremos tan ricos como Gilbert.
—¡Me da igual que seamos ricos! ¡Solo tienes que regresar! Porque lo harás ¿verdad? Lo intentarás, lo intentarás de verdad ¿cierto? — me pregunta Pet.
—De verdad de la buena, te lo juro— le digo, y sé que tendré que hacerlo por él.
Luego de mis palabras, aparece el Agente de la Paz para decirnos que se nos ha acabado el tiempo, me abrazan tan fuerte que duele, y lo único que se me ocurre es:
—Los quiero, los quiero a ambos.
Ellos me dicen lo mismo, el agente les ordena marcharse y cierra la puerta. Escondo mi cabeza en uno de los cojines del sillón como si eso fuera capaz de protegerme de todo lo que está pasando.
Alguien más entra en la habitación, y cuando alzo la cabeza para saber quién es, me sorprendo al ver la cara del panadero, el padre de Alfred Jones. No puedo creer que esté aquí, no sabiendo tan bien como yo mismo que en un par de días estaré tratando de matar a su hijo. Nos conocemos poco, pero él conoce mejor a Peter, porque cuando mi hermano sale a vender los quesos que le provee la cabra, siempre le guarda dos al panadero y este le da a cambio una generosa cantidad de pan. Es mucho más amable que la bruja de su mujer. Seguro que él nunca le abría pegado a su hijo por el pan quemado como ella lo hizo. Sin embargo, esto no me dice nada, ¿Por qué ha venido a verme?
El panadero se sienta, incómodo. Es un hombre grande, ancho de hombros, igual que su hijo, con cicatrices de las quemaduras sufridas por el horno a lo largo de los años. Probablemente ya haya acabado de despedirse de Alfred.
Saca un paquete de su bolsillo y me lo ofrece. Son galletas, un lujo que nosotros nunca podemos permitirnos.
—Gracias— respondo. El panadero no es muy hablador. —He comido un poco de su pan ésta mañana, mi amigo Francis le dio una ardilla a cambio— se encoge de hombros y sigue sin contestar. Nos quedamos en silencio hasta que lo llama un agente de paz. Él se levanta y tose para aclararse la garganta.
—No perderé de vista al pequeño, me aseguraré que coma.
Siento que al oírlo desaparece un poco la presión en mi pecho. La gente habla conmigo, pero a Peter le tienen un verdadero cariño. Quizá ese cariño sea suficiente para mantenerlo con vida ahora.
Mi siguiente visita también es inesperada. Emma viene directa hacia mí. No está llorosa, no parece muy tranquila, solo me sorprende con el tono urgente de su voz.
—Te dejan llevar una cosa de tu Distrito en el Estadio, algo que te recuerde a casa, ¿Querrías llevar esto?
Me ofrece la insignia circular de oro que antes le adornaba el vestido. No le había prestado mucha atención antes, pero ahora veo que es un pajarito en pleno vuelo.
—¿Tú insignia? —le pregunto.
—Toma, te lo pondré en tu camisa ¿okey? — No espera mi respuesta, solo se inclina y me lo coloca— Arthur, prométeme que lo llevarás en el estadio ¿de acuerdo?
—Sí.
Galletas, insignias… hoy me están dando todo tipo de regalos. Emma me da uno más: un beso en la mejilla. Y se va. Me quedo pensando que quizá si pueda considerarla realmente una amiga. Aunque se siente raro.
En último lugar aparece Francis, y aunque puede que después lo niegue rotundamente o diga que fue un desliz, me lanzo a sus brazos. Su cuerpo me resulta familiar. Es la persona que más me conoce. Puedo sentir sus músculos, su corazón, la forma en que me aferra, el olor a bosque que desprende. Todo lo que ya conozco. Sin embargo, es la primera vez que de verdad lo siento.
—Escucha — me dice—, no te resultará difícil conseguir un cuchillo, pero tienes que encontrar un arco. Es tu mejor opción.
—No siempre los tienen— respondo, pensando en los años en que sólo había unas horribles mazas con pinchos con las que los tributos debían matarse a golpes.
—Pues fabrica uno. Hasta un arco endeble es mejor que no tener arco.
—Ni siquiera sé si habrá madera, Francis.
Otro año en los Juegos, soltaron a los participantes en un paraje en el que sólo había arena y arbustos esqueléticos. Para mí fueron uno de los peores juegos. Muchos competidores recibieron mordeduras de serpientes o se volvieron locos de sed.
—Casi siempre hay madera desde aquel año en que la mitad murió de frío— me responde— No resultaba muy entretenido, ¿recuerdas?
Es cierto, nos pasamos unos juegos enteros viendo como los jugadores morían congelados por la noche. Apenas aparecían, porque se limitaban a hacerse un ovillo, ya que no tenían madera para hogueras, ni antorchas, ni nada. El Capitolio consideró muy decepcionante observar todas aquellas muertes silenciosas y sin sangre, así que, desde ese entonces, suele haber madera para hacer fuego.
—Sí, es verdad.
—Arthur, es como cazar, y eres el mejor cazador que conozco. Además de mí, claro.
—No es como cazar, Francis. Están armados. Y piensan.
—Igual que tú, y tú tienes más práctica, práctica de verdad. Sabes cómo matar.
—Pero no personas.
—¿Hay tanta diferencia? — pregunta Francis, en tono triste. Lo más horrible es que tiene razón, si consigo olvidar que son personas, será exactamente lo mismo.
Los agentes de la paz llegar demasiado pronto y Francis les pide más tiempo, pero se lo llevan y empiezo a asustarme. Todo se vuelve verdaderamente real.
—¡No dejes que mueran de hambre! — grito, aferrándome a su mano.
—¡No lo permitiré! ¡Sabes que no lo haré! — dice, y nos separan y cierran la puerta. Yo me quedo solo una vez más, solo y con la sensación de que algo quedó en el aire. Pero ya nunca lo sabré, al parecer.
La estación de tren está cerca del Edificio de Justicia, aunque nunca antes había viajado en coche y casi nunca en auto. En la Veta nos desplazamos a pie. La estación está a rebosar de periodistas con cámaras apuntándome a la cara, y me alegro de no haber soltado una sola lágrima hasta el momento. Tengo mucha experiencia en no demostrar mis sentimientos y así lo demuestro, así lo hago. Me veo de reojo en la pantalla de la televisión de la pared, en la que están retransmitiendo mí llegada en directo, y me complazco al comprobar que parezco casi aburrido.
Por otro lado, no hay duda de que Alfred Jones ha estado llorando y, curiosamente, no intenta esconderlo. Me pregunto al instante si será su estrategia en los juegos: parecer débil y asustado para que los demás crean que no es competencia y después dar sorpresa luchando. Su estatura y físico no ayudarían a esa imagen, pero su cara aniñada y medio infantil quizá puedan hacer que funcione. A una chica del Distrito 7, Elizabeta Héderváry, le funcionó muy bien hace unos años. Parecía una idiota llorona y cobarde por lo que nadie se preocupó hasta que solo quedaba un puñado de concursantes. Al final resultó ser una asesina despiadada; una estrategia muy inteligente, no obstante, algo extraña en Alfred, porque es el hijo del panadero. Y como dije, es ancho de espaldas y fuerte, siempre ha tenido comido de sobra y bandejas de pan que mover de un lado a otro. Harían falta muchos lloriqueos para que la audiencia se lo crea.
Tenemos que quedarnos unos minutos en la puerta del tren, mientras las cámaras engullen nuestras imágenes; después nos dejan entrar al vagón y las puertas se cierran piadosamente detrás de nosotros. El tren empieza a moverse de inmediato.
Al principio, la velocidad me deja sin aliento. Obviamente, nunca antes he estado en un tren, ya que está prohibido viajar de un Distrito a otro, salvo que se trate de tareas aprobadas por el Estado. En nuestro caso sólo se limita al transporte de carbón, aunque no estamos en un tren de mercancías normal, sino uno de los modelos de alta velocidad del Capitolio. Nuestro viaje nos llevará menos de un día.
Por algún motivo, cuando lo pienso en estos instantes, en el colegio todo acaba reduciéndose al carbón. Además de comprensión lectora y matemáticas básicas, casi toda la formación tiene que ver con eso, salvo por la clase semanal de historia de Panem. Se trata principalmente de tonterías sobre lo que debemos al Capitolio, aunque sé que tiene que haber mucho más allá de lo que nos cuentan, una explicación real de lo que pasó durante la rebelión. Sin embargo, no pienso mucho en ello.
El tren de los tributos es aún más elegante que la habitación del Edificio de Justicia. Cada uno tiene su propio alojamiento, compuesto por el dormitorio, un vestidor y un baño privado con agua corriente caliente y fría. En casa no tenemos agua caliente.
Hay cajones llenos de ropa elegante, y Feliks me dice que haga lo que quiera, que me ponga lo que quiera, que todo está a mi disposición. Mi única obligación es estar listo en una hora para la cena. Me quito mi ropa y me doy una ducha caliente, cosa que nunca antes he hecho. Es como estar bajo una lluvia de verano, sólo que menos fría. Me pongo una camisa y unos pantalones de color verde oscuro.
En el último segundo me acuerdo de la pequeña insignia que me dio Emma, y le echo un vistazo por primera vez: es como si alguien hubiese creado un pajarito dorado y le hubiese rodeado con un anillo. El pájaro sólo está unido al anillo por la punta de las alas. De repente, lo reconozco: es un sinsajo.
Son pájaros curiosos, además de una especie de cachetada para el Capitolio. Durante la rebelión, el Capitolio creó una serie de animales modificados genéticamente y los utilizó como armas, el término mejor usado para describirlos es mutaciones, o mutos, para abreviar. Uno de ellos era un pájaro especial llamado charlajo, tenía la habilidad de memorizar y repetir conversaciones humanas completas. Eran unas aves mensajeras, que se soltaron en las regiones en las que se escondían los enemigos del Capitolio. Los pájaros recogían las palabras y volvían a sus bases para que las grabaran. Tardaron un tiempo en darse cuenta de lo que pasaba, de cómo estaban transmitiendo sus conversaciones privadas, pero una vez los Distritos se dieron cuenta, como es natural, los rebeldes lo utilizaron en su contra, utilizándolos para contarles mentiras al Capitolio. Por esa razón cerraron las bases y abandonaron los pájaros para que muriesen en los bosques.
Sin embargo, no murieron, sino que se aparearon con los sinsontes hembra y crearon una nueva especie que podía replicar tanto los silbidos de los pájaros como las melodías humanas. A pesar de perder la capacidad de articular palabras, podían seguir imitando una amplia gama de sonidos vocales humanos. Además, podían recrear canciones.
Mi padre sentía un cariño especial por los sinsajos. Cuando íbamos de caza, silbaba o cantaba canciones complicadas, y después de una pausa, ellos siempre las repetían. Yo también solía cantar con él. Dejé de hacerlo después de su muerte. En cualquier caso, este pajarito tiene algo que me consuela: es como llevar una parte de mi padre conmigo, protegiéndome. Me lo prendo a la camisa y casi puedo imaginarme al sinsajo volando entre los árboles cuando observo cómo se ve con el fondo verde oscuro.
Feliks viene a recogerme para la cena, y lo sigo por un estrecho y agitado pasillo hasta llegar a un comedor con paredes de madera pulida. Hay una mesa en la que todos los platos son muy frágiles, y Alfred F. Jones está esperándonos, con una silla vacía a su lado.
—¿Dónde está Gilbert? — pregunta Feliks, en tono alegre. Por lo menos uno lo está.
—La última vez lo que vi me dijo que iba a echarse una siesta— responde Alfred. Bueno, quizá sólo yo sea el no-alegre.
—Bueno, ha sido un día agotador ¿no? — comenta él, y creo que se siente aliviado por la ausencia de Gilbert, ¿Quién puede culparlo?
La cena sigue su curso: una espesa sopa de zanahorias, ensalada verde, chuletas de cordero y puré de patatas, queso y fruta, y una tarta de chocolate. Feliks se pasa la comida recordándonos dejar un poco de espacio, porque quedan más cosas, pero yo no puedo contenerme, jamás he visto tanta comida así, tan buena y abundante, que hasta me olvido de los modales que acostumbro a tener y como rápido. Probablemente lo mejor que puedo hacer es esto, ganar unos cuantos kilos antes que empiecen los juegos sería lo mejor. Por uno de mis oídos puedo escuchar a Alfred decir algo de algún alimento que no conozco, pero igualmente engullendo casi tan rápido como yo, aunque de una forma un tanto más descuidada.
—Por lo menos tienen buenos modales— dice Feliks, mientras terminamos el segundo plato— La pareja del año pasado se lo comía todo con las manos, y tipo, parecían un par de salvajes. Hicieron que se me revolvieran las tripas.
La pareja del año pasado eran dos chicos de la Veta que nunca en su vida habían tenido suficiente para comer. Seguro que cuando tuvieron toda ésta comida delante, los buenos modales en la mesa fueron la menor de sus preocupaciones. Alfred es hijo de un panadero, mi madre nos enseñó a Peter y a mí la importancia de los modales, a comer con educación, y lo considero verdaderamente algo bueno, pero el comentario me desagrada tanto que sólo por ello me obligo a comer el resto de mi comida con los dedos y limpiarme las manos con el mantel. La cara de Feliks al observar esto es suficiente recompensa.
Una vez terminada la comida, tengo que esforzarme para no vomitarla, y veo que Alfred está un poco verde, normal, él comió mucho más de lo que creía que una persona podía llegar a comer. Yo igual. Además, nuestros estómagos no están acostumbrados a unos alimentos tan lujosos.
Vamos a otro compartimento para ver el resumen de las cosechas de todo Panem. Intentan ir celebrándolas a lo largo del día, de modo que alguien pueda verlas todas en directo, aunque solo la gente del Capitolio podría hacerlo, son los únicos que no van a ellas.
Vemos las demás ceremonias una a una, los nombres, los que se ofrecen voluntarios y los que no, que abundan más. Examinamos las caras de los chicos contra los que competiremos. Puedo quedarme fácilmente con las caras de algunos: un chico monstruoso que se apresura a presentarse en el Distrito 2, un chico de brillante cabello negro y cara astuta en el Distrito 5, un chico con una pierna lastimada en el 10, y lo más inquietante, una chica de doce años en el Distrito 11. Tiene piel y ojos claros, y me recuerda a Peter, tanto en tamaño como en comportamiento. Cuando sube al escenario y piden voluntarios, sólo se oye el viento que silba y luego puedes ver como un chico muy parecido a ella trata de liberarse, golpear a los guardias y conseguir la forma de que no participe. Me recuerda un poco a mí, pero él no tiene tanta suerte: en el caso de que una mujer sea elegida, sólo otra puede tomar su lugar, él es un chico, y por ello no le dejarán. Forcejea un rato pero luego llegan algunos agentes de la paz y se lo llevan. Aprieto mis puños con fuerza para no gritar de indignación. Todo esto es tan injusto. Nadie más se para a ayudar, nadie más está dispuesto a ocupar su lugar.
Por último, aparece el Distrito 12: el momento de la elección de Peter y yo corriendo a presentarme voluntario. Se nota perfectamente la desesperación en mi voz cuando pongo a Peter detrás de mí, como si temiera que no me oyesen y se lo llevaran. Sin embargo, está claro que me oyen. Veo a Francis quitándomelo de encima y a mí mismo subiendo al escenario. Los comentaristas no saben muy bien que decir ante el silencio en el Distrito. Como si estuviese ensayado, Gilbert se cae y todos dejar escapar un gruñido cómico. Después sacan el nombre de Alfred y él ocupa su lugar en silencio, nos damos la mano, ponen otra vez el himno y termina el programa.
Feliks está disgustado por el estado de sus uñas.
—O sea, su mentor tiene mucho que aprender sobre la presentación y el comportamiento en televisión.
—Estaba borracho— responde Alfred, riéndose de forma inesperada para mí— Se emborracha todos los años.
—Todos los días— añado, sin poder reprimir una sonrisa burlona.
Feliks hace que parezca como si Gilbert tuviese malos modales que pudieran corregirse con unos cuentos consejos suyos. Bastante improbable, más pareciera que terminarían con una lucha sobre quien es mejor.
—Sí, que raro que les parezca tan divertido. Ya saben que vuestro mentor es el contacto con el mundo exterior en estos juegos, el que los aconsejará, les conseguirá patrocinadores y organizará la entrega de cualquier regalo, ¡Tipo que, Gilbert puede ser la diferencia entre la vida y la muerte para ustedes!
En ese preciso momento, Gilbert entra tambaleándose en el compartimiento.
—¿El Grandioso yo se ha perdido la cena? — pregunta, arrastrando las palabras. Después vomita en la cara alfombra y se cae encima de la porquería.
—¡Vamos, sigan riéndose! — exclama Feliks devolviéndome la sonrisa burlona y frunciendo el ceño irritado. Acto seguido se levanta de un salto, rodea el charco de vómito subido a sus zapatos puntiagudos y sale de la habitación.
Las ganas de reírnos se nos han ido, evidentemente.
.
.
.
*o*o*o*o*o*o*o*
Continuará…
*o*o*o*o*o*o*o*
.
.
.
Notas de Luni:
¡Por fin~! ¡Logré terminar este capítulo! ¡Y pude comenzar con algunos cambios que ya quería agregar!
Como verán, a partir de ahora ya empezarán verdaderamente los preparativos de los juegos. Y las interacciones. Habrán notado las diferencias en algunas partes, como lo de Francis y tengo unas cuantas explicaciones para ustedes. Algunas me preguntaron si pensaba escribir los tres libros, y luego de pensarlo bastante y considerar algunas cosas, la respuesta es no. Quería hacerlo, pero mientras pensaba me di cuenta de varios aspectos que tendría que hacer, y no puedo, me faltarían personajes, tendría que re-pensar y colocar otras cosas. Así que solo haré el primer libro, pero tampoco lo seguiré al pie de la letra hasta el final. ¿Cómo es eso? Bien, esto es una adaptación, por lo que lo adaptaré y cambiaré algunas cosas para que se ajusten. El "romance" que hay entre Katniss y Gale, en este caso, Arthur y Francis, no se incluirá, por decir una, otra cosa sería que planeo que los sentimientos entre los dos protagonistas si se desarrollen, no como en el libro, que evoluciona entre los tres libros. Planeo darle un final. No abierto, pero tampoco tan cerrado. Lo verán cuando llegue el momento. Lamento si a algunos no les agrade la idea, pero era lo más cómodo para mí.
Bien, dejando eso de lado, ¡Estoy con gripe! ToT odio estar enferma, pero lamentablemente el cambio de clima abrupto no ayuda para nada. Así que hasta que me recupere, y pasen mis exámenes de la semana, no tendré mucho tiempo para seguir con fics, pero seguiré tratando de hacerme un hueco y avanzar todo lo posible.
¡Nos vemos! ¡Cuídense mucho! Bye, Bye!