Bienvenidos a esta nueva historia
Los personajes no son míos, pertenecen a la magnífica Stephenie Meyer; la historia está basada en el cuento de Edgar Allan Poe "El Retrato Oval"
Nos leemos la final ¡DISFRUTENLA!
Capítulo I
Emmett's POV
A Rose y a mí nos encantaba viajar, coger nuestra mochila, salir a divagar por allí a donde nos llevara el camino. Las aventuras eran nuestro fuerte, nuestro punto común, lo disfrutábamos tanto, que desde que nos unimos en matrimonio decidimos hacerlo cada verano.
Nos casamos hace ya cinco años, éramos tan diferentes, pero por ahí dicen que los polos opuestos se atraen, y ese fue nuestro caso. Nos conocimos en una cafetería casi abandonada a las afueras de Chicago…
Salí furioso de casa de mi madre, como cosa rara, me había hecho enojar con sus reproches sobre que no me tomaba las cosas en serio, que ya era hora de que madurara, que ya estaba bastante grandecito para andar por el mundo tomándolo de pañuelo y cantidad de sermones. Sin decir nada, salí, tomé mi auto y conduje sin dirección hasta que la rabia disminuyo un poco; cuando me di cuenta, ya estaba a las afueras de la ciudad. Hastiado, me detuve en una cafetería a la cual entré y me senté en el rincón más apartado del lugar.
Estuve perdido en mis pensamientos, con mis manos cubriéndome el rostro, analizando todo lo sucedido, hasta que llegó una mesera a tomar mi orden y le pedí un café cargado. Estaba tan desilusionado con mi vida, ¿y si tal vez lo que decía ella era verdad?, ¿qué tal si mamá estaba en lo cierto y yo estaba destinado a ser un completo fracaso?, no había hecho nada importante, vaya, ¡ni siquiera me había decidido por una carrera universitaria!
No me di cuenta de en qué momento la chica había regresado con mi orden y se había sentado frente a mí, hasta que una de sus manos llegó a mi rostro y acarició mis mejillas, fue en ese momento donde me percaté que de mis ojos brotaban gruesas lágrimas. De inmediato alcé mi rostro y mis ojos se encontraron con los suyos, que eran de un hermoso azul profundo. Y en ese instante, supe que no podría vivir más sin ella.
Aparté mi rostro avergonzado, limpiándome las lágrimas.
—Tranquilo, todo saldrá bien —susurró cerca de mí.
—Perdóneme, señorita —me excusé.
—No se preocupe, no hay problema —se acercó un poco más y mi corazón empezó a latir mucho más rápido, parecía que se me iba a salir del pecho—. Los hombres también pueden lloran —me sonrió y besó mi mejilla—. Mucho gusto, soy Rosalie Hale —se presentó, estirando su mano hacia mí, la tomé para estrecharla. Era tan suave y cálida.
—Emmett McCarthy —sonreí alegremente, al verla sonreír a ella, todos los problemas se me habían borrado de la mente. Pensar en su sonrisa era mi medicina contra el dolor, con solo mirarla sabía que todo iba a estar bien.
Decidí esperar a que terminara su turno. Desde mi lugar, estaba encantado viéndola ir de aquí para allá, sus andares tan hermosos me volvían loco. Su sonrisa, cada vez que me pillaba observándola, me hacía sonrojar, y yo solo bajaba mi vista para volver a subirla y seguir contemplándola.
Terminado su turno, la invité a mi auto, donde pasamos el rato charlando muy amenamente; a veces nos quedábamos en silencio, solo hablándonos con la mirada. Era increíble la conexión que habíamos llegado a tener en tan pocas horas. Le conté lo que había pasado con mi madre y lloré una vez más. Con ella me sentía seguro y protegido.
—A veces las madres dicen cosas que no sienten verdaderamente —me decía—. Cosas que dicen por la desesperación que sienten al no poder saber qué pasará con sus hijos.
—Tal vez, pero eso no quita que me sienta mal con sus palabras —se acercó lentamente y se acomodó cerca de mí. Con su mano, acarició suavemente el contorno de mi rostro, pasando su dedo pulgar por mis labios. Instintivamente cerré los ojos.
—Lo sé, mi cielo, pero ahora voy a hacer que olvides el dolor. No me gusta verte triste, me encanta ver los hoyuelos que se te forman cuando sonríes —no pude evitar sonreír, aún con los ojos cerrados. Sentí que sus labios llegaban a los míos, donde nos quedamos unidos por lo que pareció una eternidad, hasta que empezamos a moverlos; primero despacio y después apasionadamente, una cosa llevo a la otra, hasta que terminamos desnudos entre sábanas en la cama de mi apartamento.
Y desde entonces, no nos pudimos separar nunca más. Esa primera noche, hicimos el amor hasta el cansancio. Siempre lo catalogamos como amor a primera vista, o tal vez fue la pasión la que nos llevó a todo lo acontecido, pero, fuese cual fuese la situación, nos descubrimos el uno al otro, nos encontramos las dos mitades de un todo para nunca más separarnos.
En una de nuestras charlas de conocimiento mutuo, nos dimos cuenta de que nos encantaban las expediciones, así como la naturaleza y su preservación. Y desde ese momento, nos prometimos que recorreríamos cada selva a la que nos fuera permitida entrar, y si no, igual lo haríamos.
Era 14 de Mayo de 2007, llevábamos ya un mes de expediciones por el enorme bosque de las afueras de Forks, el lugar al que habíamos logrado llegar desde Chicago. Tal vez para algunas personas podría ser mucho tiempo, o muy poco, dependiendo de qué punto se mirara. Para nosotros era la primera opción. Tuvimos que detener nuestra aventura por cuestiones muy ajenas a nuestra propia voluntad: la lluvia y un enorme oso.
Forks era un pequeño pueblito en el que llovía mucho, y nos tocó parar las caminatas para acampar, al no poder continuar por todo el lodazal que se formaba. Una tarde, un enorme oso se aproximó a nuestra tienda, la bestia iba a atacar a mi Rose, y por supuesto, me interpuse y salí lastimado. Me hirió con una de sus garras toda la parte izquierda de mi cuerpo, dejando además mi camisa hecha trizas.
Aún a estas fechas no entiendo cómo fue que logramos escapar, solo sé que corrimos hasta más no poder, volteando cada dos segundos para verificar que no nos alcanzara.
Eran alrededor de las cinco de la tarde, pero el cielo estaba muy oscuro y si seguíamos a la intemperie, de nada serviría habernos salvado de morir en las garras de ese animal, pues seguro una hipotermia si terminaba con nosotros.
A pesar de la lluvia, vislumbramos una casa a lo lejos, respiramos aliviados. Corrimos como pudimos hacia ella. Después de llamar a la puerta varias veces y ver que nadie respondía, decidimos entrar, para nuestra fortuna, la puerta no estaba cerrada. Ya estando dentro, y después de darnos cuenta de que al parecer la casa había sido abandonada recientemente, decidimos despojarnos de nuestras ropas empapadas —quedando solo en ropa interior—. Era una casa hermosa, conservaba aún ese toque antiguo; las cosas estaban cubiertas por sábanas y una enorme cruz —al parecer, muy antigua— ocupaba la pared más grande del recibidor. «Una reliquia», pensé.
Estaba como idiota mirando todo a mí alrededor, y no percaté de que Rose había desaparecido de mi lado, hasta que después de unos minutos me llamó desde la segunda planta de la enorme casa.
—Amor, ven acá —gritó, me apresuré a llegar con ella y entonces me guió hasta una habitación—. Siéntate para curarte esa herida —me pidió, señalando la cama que ocupaba gran parte del sitio, yo solo asentí y me acerque hacia donde se encontraba ella. Sin más palabras, procedió a limpiarme la herida con agua y luego a desinfectarme con alcohol, y yo, por más hombre que fuera, no pude evitar quejarme. Eso ardía como los mil demonios. Rose solo rió—. Emm, deja de ser un chillón —me dijo burlescamente. Yo solo resoplé.
—Gracias, Rose, tú siempre tan tierna —mi ironía se hizo notar, ella rodó los ojos y yo le sonreí, antes de estamparle un beso en los labios, lo que la hizo sonreír también. Con simples gestos ella me hacía olvidar todo tipo de dolores, la amaba tanto. La miré y suspire, era tan hermosa.
— ¿De dónde sacaste todo eso, Rose? —le pregunté confundido, refiriéndome a la venda y el alcohol.
—Del botiquín del baño, tontito.
Después de un rato, terminó de limpiar mi herida y me vendó. Con lo cansados que estábamos nos tumbamos uno al lado del otro en la cama. Cerré mis ojos cansinamente.
—Emm —me llamó.
—Humm —mustié.
—Quiero… ya sabes —susurró en mi oído. Sonreí abiertamente, y en un ágil movimiento, me posicioné encima de ella.
—Mi gatita salvaje —le gruñí al oído, y ella soltó suaves risitas.
Y de ese modo, la tomé cómo hace mucho tiempo no lo hacía; suave, sin prisas, amando cada centímetro de su piel, en esa cama extraña, pero eso no importaba ahora.
De sus labios tan suaves y perfectos, pasé a su cuello, donde soltamos al unísono un placentero gemido. Delicadamente, me perdí en sus bien definidos senos, cubiertos solo por el sostén. Toda ella era perfecta. Nuevamente ataqué sus labios, sus besos cada vez demandaban más de mí; me decía sin palabras que ella no quería ternura esta noche, y yo solo quería que fuera feliz. Mis instintos más salvajes salieron a la luz cuando ronroneó como gatita en mi oído, y tocó el punto exacto de mi rendición. Solo ella lo sabía.
—Perversa —murmuré sobre su boca, mientras le mordía el labio inferior.
Alcé sus brazos por encima de su cabeza y los aprisioné fuertemente, ella solo pegó un grito de placer.
—Emmett —gimió—, mi osito salvaje —me reí ante eso. Se deshizo fácilmente del sostén y yo abarqué con mi boca su seno derecho, dándole una suave mordida; Rose solo se relamía los labios. Tiernamente succioné su pezón, logrando sacar otro gemido de su boca. Hambriento, devoré también su seno izquierdo; el dolor de mi brazo dejó de tener importancia. Delineé suavemente el contorno de su cintura con las yemas de mis dedos e hice suaves círculos sobre su ombligo con mi lengua. Mi mano se perdió entre sus bragas, gimió ante el contacto, rápidamente me deshice de ese estorbo.
La besé, antes de dar una sola estocada dentro de ella; gemimos hasta que nuestras gargantas emitieron hasta el último aliento y los pulmones reclamaron por aire. Llegamos al éxtasis en completa sincronía, como lo fue desde el principio.
—Te amo —ambos susurramos, antes de quedarnos dormidos.
Al día siguiente me levanté temprano, me coloque mi bóxer y salí de la habitación, dejándola a ella dormida. Me dispuse a recorrer la casa; tenía numerosas habitaciones, pero un cuarto o más bien un estudio que era como una sala de exposiciones, mezclada con una biblioteca, fue lo que más llamó mi atención. Estaba todo cubierto de una ligera capa de polvo, pero aún mantenía el orden. Los cuadros colgados en las paredes eran hermosos, la mayoría parecían muy antiguos, otros un poco más actuales, aunque ya parecían tener sus años; no sabía de pintura, solo lo suponía. Recorrí el enorme estante con detenimiento, había tantos libros. Nunca fui amante de la literatura, pero me embriagaba el mundo al que eran capaces de llevarte; el enorme escritorio de caoba era hermoso, el diseño era impecable. Llamó mi atención un pequeño libro que reposaba en él, la tapa era muy común, de un color café y totalmente lisa. Un suave estremecimiento recorrió mi columna, pero aun así, tome valor y lo abrí. Después de una hoja en blanco, rezaba:
Marcada En Mi Memoria
Edward Anthony Cullen
Era un manuscrito que tenía la misma apariencia de un libro, con una letra impecable. Seguí a la siguiente página y había una inscripción tan dolorosa de leer, que de solo imaginar el sufrimiento de quien la escribió, hacia trizas mí corazón.
"El amor de mi vida se consumió poco a poco, en un laberinto en el que yo mismo la sumergí.
Quedó su retrato, y mi corazón se fue con su último aliento."
BR Ariana Mendoza
GRACIAS INFINITAS ARI por ayudarme a corregir mis horrores jajaja eres genial, gracias también por ser parte de este nuevo reto… te quiero
Y bien ¿qué les pareció? ¿Se merece reviews? Espero sus opiniones con ansias :D
Si, lo sé, soy una loca por empezar una nueva historia cuando tengo cuatro más en curso jeje no dejare mis otras historias, eso ni por asomo. Espero me acompañen a lo largo de este nuevo reto y disfruten conmigo cada línea.
GRACIAS POR LEER
Beijos
Merce