I: Primer Acto

Teresa Lisbon había recibido una llamada de Wainwright, indicándole que habían encontrado un cuerpo en un local abandonado. La agente reunió al equipo enseguida, subieron a sus respectivos autos y se encaminaron a la escena del crimen.

Allí, Jane revoloteó por todo el lugar, detallando todas las cosas empolvadas o repletas de sangre. Van Pelt se cubría la nariz con la mano. Rigsby y Cho hablaban con el civil que había encontrado el cuerpo y Lisbon se enteraba de los detalles de la víctima con el oficial.

Aunque todos observaron con mucha atención la marca del asesino, de ese asesino que Patrick Jane tanto quería atrapar: Red John.

—Es decir que la víctima estaba desaparecida, pero no saben desde hace cuanto tiempo. ¿En serio? —preguntó Lisbon.

—Lamentablemente no sabemos la fecha exacta de su desaparición. Inexplicablemente no aparece en el computador…

— ¡Es increíble! —masculló Lisbon.

Jane se acercó a Lisbon con rapidez y con esa sonrisa suya marcada en sus labios.

—Tiene mucho tiempo aquí. En esa esquina está manchada de… fluidos. Tal vez deberías echar un vistazo.

—Que lo haga Rigsby y Cho. ¡Van Pelt! Sal de aquí, estás que vomitas.

—Gracias jefa —jadeó la pelirroja realmente agradecida.

Lisbon se quedó observando y hablando un poco más del caso con el oficial, mientras Jane siguió a Van Pelt a hurtadillas. Se detuvo cuando vio que ella corrió hacia una esquina y torció el gesto cuando escuchó las arcadas. Jane sacó un pañuelo de su chaleco y se acercó sigilosamente a Van Pelt.

—Tal vez necesites esto —dijo con voz sutil.

La pelirroja dio un brinco y se puso la mano en el pecho.

—No veas esto, Jane. Es asqueroso.

— ¡No lo dudo! Pero acepta mi ayuda.

Ella hizo una mueca y a Jane le dio lástima el aspecto cadavérico que tenía la pobre Van Pelt. Ella agarró el pañuelo y se limpió los blancos labios.

—Y esta menta te ayudará —sonrió Jane, sacando de su chaleco un envase pequeño de mentitas.

—Oh, Jane…

—Tómalo, Grace —dijo ladeando la cabeza.

Lo tomó y se lo llevó a la boca. Jane extendió la sonrisa y Grace no tuvo otra opción que devolverle la sonrisa.

—Gracias, Jane.

—No hay de qué.

La ayudó hasta llegar al auto y ella se recostó en la parte trasera.

— ¿Quieres algo? ¿Agua? ¿Cualquier cosa?

—Estoy bien, Jane. No te preocupes…

Patrick alzó una ceja y ella suspiró.

—Agua no estaría mal.

Jane le sonrió de nuevo y salió corriendo para buscar agua.

Mientras tanto, Rigsby y Cho estaban ayudando a una forense a tomar las muestras de ADN en los fluidos que Jane había encontrado.

—Detesto este tipo de casos —masculló Rigsby.

— ¿Por qué? —preguntó el inmutable Cho.

— ¿Y preguntas? ¿Es que acaso te gusta estar en presencia del orine ajeno?

Cho solo lo miró un instante y recogió un envase con un fluido amarillo.

—No precisamente recogemos flores en este trabajo. Y lo sabías desde el principio, Wayne.

Le acercó casi con brusquedad el envase al rostro y Rigsby se alejó lo más rápido posible de Cho, dando un traspié y cayendo sobre unas cajas.

— ¿Qué fue eso? —preguntó Lisbon desde el otro extremo.

Cho se rió entre dientes y le extendió la mano hacia su compañero.

—Jane, no me parece gracioso el que… —Lisbon se aproximo refunfuñando y dejó de hablar cuando notó que en vez de estar un hombre de cabellos rulos y rubios, estaba uno de cabello castaño y enorme —. ¿Rigsby? —preguntó incrédula.

—Lo siento, jefa —se disculpó, fulminando con la mirada a Cho.

Lisbon suspiró y luego frunció el ceño.

—Por cierto, ¿dónde está Jane?

—No lo sé —contestó Rigsby aceptando la ayuda de Cho.

—Creo que siguió a Van Pelt hace un rato —respondió Cho.

—Gracias. Lo buscaré.

Lisbon se retiró y Cho le palmeó el hombro.

—Me sujetaste la mano con la que agarré el envase —susurró Cho.

Rigsby torció el gesto y se limpió la mano con su traje. Cho sonrió un poco.

Lisbon salió del local y notó que Van Pelt estaba recostada del asiento, estando más pálida de lo normal.

—Oh, Van Pelt —susurró para sí misma.

— ¡Permiso Lisbon! —exclamó Patrick Jane, corriendo como un purasangre cerca de Lisbon.

— ¡Pero Jane! ¡Ten más cuidado! —exclamó refunfuñonamente.

Patrick la ignoró y se aproximó hasta Grace, quien con lentitud se levantó de su asiento y tomó el envase de agua.

—Gracias, Jane.

—Un placer —contestó Jane, aún sonriéndole.

Lisbon sonrió un poco y se acercó a ellos lentamente.

— ¡Cuidado! ¡Corran! —empezaron a gritar los policías que estaban dentro del local.

Lisbon se dio la vuelta y notó que Rigsby y Cho salieron apresuradamente. Corrieron hacia el auto donde estaban Jane, Van Pelt y cercanamente Lisbon.

— ¿Qué sucede? —preguntó Lisbon.

—Corra jefa. ¡Es una bom…!

Pero no le dio tiempo de culminar la palabra.

Todo sucedió en un segundo, si acaso menos…

Lisbon se sentía pesada. Al igual que Cho, Rigsby, Van Pelt y Jane…

La pobre no podía respirar. Se sentía tan adolorida por el impacto…

— ¡Vamos Lisbon! —escuchó a lo lejos, después de unos segundos de tormento.

Alguien le hacía alzarse y dejarse caer en el suelo.

¿Qué no entienden que me duele más si hacen eso? ¡Déjenme!

— ¡Por favor Lisbon! ¡Vive! ¡Respira ya!

La voz no la reconocía. Y no le importaba.

— ¡Lisbon por favor! ¡No abandones al equipo! ¡No nos abandones! ¡No me abandones!

Retomó el aire de un solo golpe. Intentó abrir los ojos un poco, pero lo que vio fue algo desfigurado, que parecía ser humano. Solo pudo detallar el azul de sus ojos.

—Ya respira. Puede estar más tranquilo ahora.

—Lo estaré cuando ella salga del hospital sana y salva. ¡Bien hecho, Lisbon!

Sintió que algo le rozó su frente. Parecían unos tiernos labios.

Si no estoy muerta… ¿Dónde estoy? ¡Oh no! ¿Y Rigsby, Cho, Van Pelt y Jane? O ese… ¿era Jane?

No tuvo tiempo para analizar más ya que finalmente la morfina le hizo caer en un profundo sueño.