Disclaimer: Los personaje le pertenencen a Crypton Future Media, y la canción a Hitoshizuku-P. Yo solo arme la historia.

Por favor lean las notas al final del FanFic y visiten mi perfil :)

Disfruten del Relato.


Short-Fic

Trampa Casino

Rin y Len Kagamine

Posible Incesto (Decisión del Lector)

Vocaloid

Advertencia: Contenido sexual explicito, no recomendable para menores de dieciocho años. El capitulo puede afectar la sensibilidad de los lectores. Se sugiere discreción.

Capítulo 05

Rin me veía, pero no mostraba ninguna expresión. Por mucho que conociera su rechazo, no podía escucharlo.

No quería escucharlo.

Sin esperar nada, me dirigí a la puerta del baño. Tomaría una ducha, haría un par de llamadas para conseguir ropa y un taxi...

Después, separaría mi vida de la de Rin.

—Eres muy cruel…

Paré en seco ante sus palabras.

—¿A qué te refieres?

—¡¿En qué rayos piensas al decirme eso?! Sé que me detestas. Aunque físicamente nos atraemos, me odias. ¿Pero jugar con mis sentimientos de esa manera? ¿Decirme "Te amo" cuando es una obvia y vil mentira? ¿Intentas llenarme de esperanzas para hacerme sufrir?

¿De qué rayos hablaba ella?

—No es una mentira…

—¡Sí lo es! Maldito descarado. Te dije lo que siento por ti y decidiste jugar con eso. Toda la vida estuve enamorada de ti, desde que era una pequeña niña. Adoraba jugar contigo, me gustaba solo estar a tu lado. Y, un día, de un momento a otro me odias. Me ignoraste y maltrataste, te alejaste y rompiste mi corazón.

Repentinamente, y para mi sorpresa, tenía acorralada a Rin nuevamente contra la cama.

—¡¿Tú me amabas?! —pregunté exaltado. Con el corazón desbocado.

—¡Todavía sigo enamorada de ti!

Rin se batuqueó entre mis manos, exigiendo que la soltara. Lo cual cumplí sin ningún problema debido a mi estado catatónico.

—¿Cómo puedes amarme... después de todo lo que hemos pasado?

La joven mujer rió con amargura.

—Me encantaría saberlo también, el problema no recae en el hecho de ser primos, después de todo en Japón los primos pueden casarse. Con respecto a la posibilidad de que seamos hermanos, cuando me enteré me costó asimilarlo y entenderlo. Decidí olvidarme de ti, siendo esa la mejor razón; además de tu odio a mi persona, y en el momento que creí lograrlo pero… en tu cumpleaños…

Se quedó callada, un sonrojo empezó a nacerle en sus mejillas. Su repentina vergüenza me hizo revivir lo de hacía cinco años: un beso hormonal que casi nos lleva a cruzar los límites de la fraternidad.

Como en este instante.

Pero aquí la situación poseía disimilitud… En nuestro conocimiento, en nuestra madurez, en nuestros corazones.

Podía sentir en mi piel escalofríos, que me hacían ver como poco a poco se cerraba la historia de nuestra vida. Y era inevitable, aunque no quisiera o tuviera miedo, sabía que era hora de poner fin a todo, simplemente… diez años era demasiado tiempo.

—Lo que sientes por mí está mal —dije.

Rin arrugó su cara.

—Ya lo sé… —respondió sin mirarme a la cara, parecía fijarse en cualquier punto del suelo; pero sobre todo se veía afligida.

—Lo que sientes por mí) está prohibido.

En está ocasión su expresión era de incertidumbre.

—Ya lo sé… —volvió a responder.

—Lo que sientes por mí no puede ser.

La rubia se dignó a verme, estaba molesta. Gracias a su ceño fruncido, su quijada tensa (que lo más probable era por sus dientes apretados), sus labios unidos en una mueca de disconformidad, sus manos apretadas y en puños tomando las sabanas de la cama; logré captar que estaba extremadamente enfadada.

Y eso era lo que exactamente lo yo quería.

—¡Ya lo sé! ¿Por qué me lo dices? Sobre todo… ¿¡Por qué me lo repites!? Me basta con mi conciencia y con el recuerdo de mis padr... ¡Por Dios, Len!

Sonreía pícaro ante el grito de sorpresa por haberme lanzado a su persona. De un ágil movimiento baje sus sensuales braguitas, dejando al descubierto los rizos dorados de su entrepierna.

—Lo repito para que medites todo —dije. La tenía acorralada contra la cama, completamente desnuda, su mirada me recorría esperando movimientos de mi parte—. Capaz te arrepientes en un futuro, y eso no puedo permitirlo.

Tomé las rodillas de la mujer obligándola a doblarlas, dejando su secreto mejor guardado ante mí. Lo miraba lujurioso, goloso y deseoso.

Rin cubrió su intimidad con sus manos.

—Mal hecho, pequeña, quita las manos.

—Me avergüenza.

Reí. Con mis manos todavía en sus rodillas, acerqué mi rostro a su ombligo.

—Déjame verte, Rin.

El rostro de mi prima estaba sonrojado, con una excitante expresión de vergüenza, y sus ojos brillaban con lágrimas retenidas.

—¿Por qué quieres verme?

—Porque te amo, y es normal desear tanto a la persona más querida.

—No te creo —susurró la rubia, volteó su rostro y cerró sus ojos. Me pareció un gesto completamente tierno.

—Entonces haré que me creas, pequeña —respondí con coquetería—. Empezaré pidiéndote disculpas por los malos tragos. ¿Sabes lo mucho que me dolía? Sólo era un niño cegado por la obligación impuesta por un padre.

Saqué la lengua y recorrí con el ombligo ubicado en su sensual torso inferior. Rin movía sus manos debajo de mí, nerviosa, desesperada por seguir ocultando su intimidad.

—Perdón por los desplantes e insultos. Nunca tuve esa opinión negativa de ti, eres simplemente perfecta. Antes lo eras y lo sigues siendo ahora. —hablé contra su blanca piel.

Seguí besando ese pequeño agujero.

—De… tente, Len —gimió, una forma de hablar que no concordaba con sus palabras.

Desesperada por separarse de mí y tomar un respiro, la rubia destapó sus partes para posar sus manos encima de mi cabeza e intentar detenerme. Grave error en realidad, ya que ese era mi objetivo.

Sonreí lujurioso y vencedor antes de bajar mi cabeza y hundir mi lengua en su intimidad.

—¡Por Dios! —gritó la mujer debajo mío.

Alejé un poco mi cara de su cuerpo para poder hablar.

—No te pido que olvides el pasado, es gracias a él que hoy te tengo así entre mis brazos, pero superemos todo.

Volví a colocar la cabeza entre sus piernas y con emoción recorrí todo lo que pude. Probé, toqué, chupé, lamí y besé todo lo que me ofrecía mi prima. Mientras tanto esta gemía. Cuando por fin me vi, de alguna manera, un "poco" saciado, me digne a ver el rostro de la ojos azules.

Un rostro sonrojado, unos labios hinchados y apretadores por el deseo gritar más, un par de pechos blancos subiendo y bajando por los jadeos, unos ojos llorosos a causa del placer, pero sobre todo un par de iris azules idénticas a las mías me dirigían miradas de deseo.

—Y sobre el tema prohibido del incesto latente que podemos poseer… —Desabroche mis pantalones y baje el cierre. Con rapidez y agilidad logré liberar mi erecto miembro desesperado por algo de atención—, tengamos presente que eso no es excusa para no estar juntos.

Sin más postergaciones me hundí en ella, con lentitud para evitar lastimarla. Cuando por fin logré llenarla de mí, me quedé quieto, disfrutando de la manera en cómo me rodeaba.

Apretaba de una manera exquisita, era simplemente el paraíso. La sensación de calor que invadía mi miembro se contrarrestaba con el frió aire que sentía el resto de mi cuerpo.

—Len… —sollozó la mujer invadida.

—Rin, eres deliciosa. Quiero sentirte así cada vez que pueda.

Con miedo de lastimarla empezó a apartarme con suma lentitud, para volver a entrar en ella con extremo cuidado. Rin suspiraba entre cada movimiento.

Mantuve esa demora en cada penetración, concentrándome para no perder el control de mí mismo. Sin embargo en el momento que me digne a ver a Rin, esta poseía una cara de frustración.

—¡¿Que rayos haces siendo tan delicado?! —gimió.

—No quiero lastimarte —respondí estupefacto.

—Len —Parecía un poco avergonzada—, no quiero que tomes una idea equivocada pero no es la primera vez que hago algo como esto. No soy una muñequita de porcelana…

—¡Sin embargo pareces una! —Rin se sonrojó más de lo que estaba, convirtiendo su rostro en un tomate. Pero(,) por mucho que ahora estuviera dentro de la rubia, la inseguridad me invadió por sus palabras.

Y los celos subieron a tope.

Podía entender el hecho de que Rin no fuera virgen, después de todo fuimos criados en un mundo sexualmente sometido pero con unos padres liberadores. Sin embargo, en mi mente la posibilidad que algún otro hombre hubiera estado tocando a mi amada… simplemente me enloquecía.

Tenía que limpiar cualquier recuerdo de otro hombre, pero no era su cuerpo lo que me importaba, era su mente.

Ella debía olvidar a los hombres que pudieron haberla hecho sentir placer, porque ahora sólo yo me encargaría de hacerla llegar al orgasmo.

Con una fuerte embestida me adentre nuevamente en su interior, todo lo que mi anatomía permitía. Con mi mano guié la pierna derecha de Rin para que la posara en mi hombro, después empecé a acelerar las penetraciones.

Los gemidos de la joven se hicieron fuerte y claros, música para mí. Con cuidado para no salir del interior de la rubia, moví mi pierna izquierda para rodear el muslo postrado en el colchón.

Apliqué un jalón a la extremidad que descansaba en mi hombro, obligándola a colocar su delgado cuerpo de lado, estirando su brazo derecho encima de su cabeza, desesperada por estrujar algo con su mano.

Mi respiración era fuerte, mientras apretaba mis dientes aguantando jadeos.

—Rin —hablé—. Rin, mírame.

Mi prima aturdida por el placer que le brindaba, apenas entreabrió sus ojos llorosos. Y cuando nuestras vistas se posaron me empeñe en buscar ese punto místico de la mujer. Di movimientos variados, circulares, penetraciones largas, profundas, lentas y rápidas; también intente con embestidas cortas.

En el preciso momento que un grito de Rin se desató… celebré en mi interior y me concentré en rozar una y otra y otra y otra vez esa zona.

—Len… no… no puedo aguantar… más.

—No te contengas. Córrete, querida, mírame. Recuerda el rostro y el nombre de la persona que te hace sentir así.

Y en un gran jadeo, mezclado con grito algo ensordecedor la mujer llegó al tan deseado orgasmo. Sus paredes internas empezaron a apretarme llevándome casi a la cúspide. Sin embargo, no deseaba mi final en ese momento, por lo cual me salí de ella.

Odié esa sensación de frio que me invadió inevitablemente.

—Rin, de verdad yo te amo. —De un ágil movimiento pero con la delicadeza que mi amada merecía, retomé la posición inicial de todo este ajetreo: el torso de ella contra la cama, dejando su espalda ante mí. Me acerqué a su oído—. Me di cuenta tarde, debo confesarlo. Te he hecho sufrir, cabe destacar. Estoy arrepentido, te lo puedo asegurar. Me duele el tiempo perdido, eso es innegable. Por eso quiero compensártelo. Si realmente me amas, déjame ser parte de tu vida, déjame quedarme en tu cama cada noche para darte todo el placer que te mereces… Déjame estar contigo.

Acaricié sus muslos. ¡De verdad que era una delicia la suavidad de su piel! La obligue a levantar su parte posterior doblando sus rodillas y posándolas en la cama, dejando todo su trasero a mi disposición.

La rubia seguía jadeando. No había terminado de recuperarse de su primer orgasmo, cuando nuevamente me hundía en ella. Solté un quejido de placer por ser nuevamente rodeado. Me incline hacia adelante, rozando todo mi pecho con la espalda de la mujer. Con una mano sostenía la cadera de la rubia, mientras que con la otra me apoyaba en el colchón para evitar caídas.

—¿Me crees? —susurré en su oreja. Ralenticé mis movimientos para tardar mi orgasmo y poder hablar.

—Len… no te detengas…

—¿Me crees, querida? —Ignoré sus lamentos.

—Sí, Len, te creo… te creo….

Sonreí y sin miramientos continúe el vaivén de mis caderas contra la suya con la mayor velocidad que me permitía. Los gemidos de placer de la rubia y los míos propios invadían toda la habitación.

—Len, ya voy…

Pude sentir como sus paredes internas me apretaban. Mi orgasmo se acercaba… pero no podía correrme dentro de ella. No era momento para dejarla embarazada.

—¡Maldición! —grité frustrado. Saqué mi miembro del interior de mi prima y lo acaricie un par de veces para poder llegar a mi tan anhelado orgasmo. Cuando al fin pude llegar al clímax de mi placer solté un jadeó ronco desde lo más profundo de mi garganta y solté mi viscosa esencia en toda su espalda.

Respiramos de manera descoordinada, cada uno a su ritmo desesperando intentando relajar nuestros cuerpos. Rin fue la primera de caer desparramada en el colchón. Me moví un poco y también caí a su lado para no hacerle peso.

—Rin, perdóname… —pedí en un susurro.

La mujer en ese momento mantenía sus ojos cerrados, abrió sus parpados luciendo ese par de iris brillosos.

—¿Por qué pides… disculpas? —dijo con una tierna dificultad por el cansancio.

—Pues… —fue inevitable no sentir vergüenza. Realmente no entendía de donde venía esa timidez después de lo que acababa de ocurrir—.Por haber… terminado en tu… ¡¿Por qué pido perdón?! ¡Debería es ir a buscar algo para limpiarte! No fue algo premeditado; bueno, en verdad sí ¡Pero es que no veía correcto terminar en tu interior!¡¿Y qué rayos hago repitiendo el tema?! Además olvidé colocarme un condón y no conozco tus deseos y por eso no quiero riesgos. Ahora espero estés bien ¿Fui agresivo, verdad? Claro que lo fui ¡¿Es que acaso no puedo hacer nada bien?! ¡¿Y porque nuevamente sigo hablando estupideces en vez de levantarme y buscar algo para limpiarte?! Qué idiota so…

Un par de labios no me dejaron hablar. Callándome con un beso sencillo, la simple unión de sus labios sin rastro de pintalabios (el cual, lo más seguro se encontrara repartido en mi cara y las sabanas) con mis labios. Una pequeña sensación de dolor se coló por mi boca, eché la culpa a la posible hinchazón producto de tantos besos y jadeos.

—Hazme un favor, sólo cállate —susurró entre mis labios al separarse un poco. Con dificultad terminó de alejar su rostro del mío y con unos buenos reflejos se posicionó encima de mi cuerpo desnudo—. Fue buen sexo, tan maravilloso como siempre lo imaginé, y te juro que soy una mujer de expectativas altas. Toma mis palabras como un cumplido… ¿Sabes qué? No fue sexo… sí… lo describiría mejor como una manera primitiva y dura de hacer el amor.

Nuevamente me beso con ahínco, pero esta vez ingresó su lengua entre mis labios y exploró con devoción y lentitud. Con sus manos recorrió mis brazos, levantándolos por encima de mi cabeza, siguió tocando hasta llegar a la punta de mis extremidades y tocar mi muñeca, palma y dedos con delicadeza.

Levantó de golpe su torso, quedando sentada en mi estomago, mostrando una sonrisa picara y un brillo lujurioso. No sabía la razón de esa expresión, pero la luz de la Luna bañaba su piel, haciéndola tentadora. Y la sangre que viajaba hacia mi órgano reproductor refutaba ese hecho.

Iba a estirar mis manos para tocarla… Y ahí me di cuenta de su rostro juguetón. Miré por encima de mi cabeza, encontrándome mis manos amarradas por mi corbata.

—Rin…

—Shhhh… ya te lo dije, guarda silencio.

Comenzó a acariciarme por todo mi pecho, usando desde el pulpejo de sus dedos hasta sus largas y arregladas uñas. Pero sus caricias dejaron de ser suaves para convertirse en pequeños arañazos que raspaban y quemaban mi piel.

—Mi espalda debe estar llena de marcas al igual que mis nalgas. No usaré los dientes, me niego a aplicar tu misma técnica. Pero me parece injusto no estampar en tu piel algo para demostrar que tú eres mío.

¡Ni el mejor afrodisiaco o las sobresalientes pastillas viagra hubieran creado rápidamente una nueva erección como lo hicieron las palabras de Rin! Apenas hacía un par de minutos acababa de llegar a un placentero y satisfactorio orgasmo, y ahora sólo con una frase de mi posible prima ya tenía duro mi miembro. Podría considerarse algo casi difícil de conseguir, sin embargo, al recapacitar, tomamos en cuenta el hecho de que soy un pre-adulto de solo veinte años, con una excelente salud, y en verdad que hacía mucho que no estaba con una mujer.

Sólo he estado con una mujer, una relación sexual y vacía, con la cual aprendí movimientos y técnicas. No obstante no logro llenar ese vacío que tenía en mi pecho, no llenaba el vacío de Rin. Recuerdo vagamente la manera en que cortamos… en una de nuestras secciones el nombre de mí ahora mujer salió, en un pequeño murmullo de mi garganta.

Mis pensamientos retomaron la concentración hacia la mujer que seguía encima de mí pecho. Empezó a besar mi cuello dejando humedad por consecuencia de la saliva que desprendía, ¡eran tan deliciosos esos besos húmedos! No retuve mis gemidos, ni lo intenté; quería que ella escuchara lo que producía en mi ser con sólo tocarme, que entendiera que mis sentimientos eran verdaderos.

—Ni te atrevas a moverte —exigió con su voz seductora.

Bufé sonoramente, una manera de protestar el hecho de que su cuerpo se alejara. La mujer me ignoró olímpicamente, se levantó de la cama y recorrió un poco la habitación.

—¿Qué buscas? —pregunte absorto en su linda figura.

—Ya verás…

Entro al baño de la habitación, para salir un minuto después. Mantenía su brazo doblado, escondiendo algo detrás de su cuerpo, quitándolo completamente de mi vista.

—¿Qué es eso?

—Ya verás… —respondió a mi pregunta como la primera vez, con un tono de voz juguetón.

Logré sentir su calor rodeando mi cuerpo, quedando como estábamos al principio. La rubia sentada en mi torso. Tuvo la decencia de mostrarme lo que tanto deseaba esconder. El envoltorio cuadrado, de colores brillantes y la circunferencia que resaltaba de su interior delataba con descaro lo que era el objeto.

—Ahora sí podremos disfrutar sin ningún inconveniente de por medio.

Con un par de movimiento de piernas, volteó su cuerpo dándome la espalda. No lograba ver nada, pero no importaba porque lograba sentir todo y me daba una pequeña idea de las acciones de mi querida primita.

Tocaba mi miembro por suavidad, rodeándolo con su palma y dedos. Acaricio con una marcha ascendente y descendente. Rozando la punta con su dedo índice tomando toda la humedad que desprendía mi parte intima.

Después de un par de minutos de esa tortura, escuché el sonido de rasgadura del envoltorio del profiláctico. A continuación, lo deslizó por toda la longitud del falo, lograba sentir la viscosidad del lubricante que traía el preservativo por costumbre.

—Listo —Rin por segunda vez se movió por mi cuerpo para quedar de frente otra vez. Levanto su pelvis, la acomodo y descendió con suma languidez. Me sentí rodeado por su cuerpo, como su intimidad caliente, suave y humedad de daba la bienvenida otra vez.

La mujer respiró profundo, relajando su cuerpo cuando la extensión ya estaba por completo en su interior.

—Tú eres mío, Len, esperé tanto por esto. Traicionando el recuerdo de mis padres, dejando de lado la integridad que poseo, olvidando todo mi orgullo. Pero por fin eres mío y no te dejaré. Ya marcaste tu destino al volvernos uno, haz hecho un pacto irrompible el cual guardo en mi corazón. Si quieres dejarme tendrás que romper mi corazón Len, no sólo de manera figurativa… deberás matarme si quieres alejarte de mi persona.

—No… se… sería capaz de hacer… algo así —Un gemido salió de mis labios cuando Rin movió sus caderas en círculos.

—¿De matarme?

—No… —Moví mis manos buscando con desespero desatarlas para obligar a Rin cabalgarme, pero era imposible. El nudo que las mantenía era preciso, hasta empezaba a sentir un ardor en mis muñecas atadas—. Desde el día que murió tu madre frente a mis ojos descubrí una vena macabra en mi interior. Nunca lo he hecho, pero estoy seguro que sería capaz de efectuar un asesinato con mis propias manos. En cambio, romperte el corazón es algo que nunca me plantearía hacer, no puedo ni imaginarlo. Veo más probable el hecho de matarte que hacerte sufrir por un corazón roto.

Rin me lanzó una mirada dudosa. No entendía el porqué de mis palabras.

—Te lo explicare de otra forma, antes; en más de una ocasión, te maté en mi imaginación.

Ahora, para mi sorpresa, mi posible hermana reía con soltura.

—No sé si sentirme halagada o amenazada. Creo que siento más halago, ya que te confesaré que en mi cabeza asesinarte era un ejercicio diario.

—¿Podemos dejar este tema de lado? no es que me incomode. Mentira, sí me incomoda, pero es porque estoy demasiado excitado y sólo quiero que empieces a saltar encima de mi miembro —dije en un pequeño gemido, realmente necesitaba algo de acción. Mi prima me apretó con sus suaves paredes.

—Sí, estoy de acuerdo contigo…

Después de tanto desespero, la diosa que tenía al frente empezó a saltar con lentitud. Me quedé quieto dejándome gobernar, Rin siempre había sido dominante; por eso no me sorprendía su actitud en ese momento. Había aplicado una gran autoridad a la primera vez, y, aunque me encontraba seguro de que lo disfrutó, era el momento de que ella levara la batuta para su autosatisfacción, tanto corporal como emocional.

Los minutos pasaban, estaba tan absorto en el placer y en Rin que mi mente se había perdido entre el tiempo ¿Llevaríamos segundos, minutos o horas? Ni idea.

Poco a poco la velocidad de las embestidas aumentó.

—Libé… rame… —pedí con clara dificultad en el habla.

—No lo he..re —respondió con diversión ante mi desespero.

Disfrutaba, realmente disfrutaba la manera en que Rin se penetraba con mi miembro. Me encerraba en un acalorado y húmedo placer. Ver como sus pechos bañados en blanca luz lunar botaban al compás de las penetraciones me volvía loco. Quería tocar y saborear esas puntas duras.

—Suél…tame… —Volví a pedir cada vez más desesperado.

—Su…plica.

Rin dejó de moverse, causándome desespero. Pero, a diferencia de ella, no me importaba rogar.

—Por favor, Rin. Quiero tocarte, quiero besarte… Te amo, por eso lo deseo tanto.

El sudoroso rostro lleno de placer de la mujer me vio sorprendida y cautivada. Recostó su torso contra el mío, levantó sus brazos y desató el nudo de la corbata. A diferencia de lo que muchos pensarían, no salté para tomarla bruscamente con mis brazos y retomar las embestidas. Sólo moví las muñecas para recuperar movilidad y sensación, después, con mis extremidades recuperadas, toqué sus mejillas con dulzura.

—Enserio que te amo, pequeña.

—Yo también te amo, Len.

Sin cambiar la posición que teníamos, nuevamente comencé a entrar y salir de la joven rubia. Con lentitud y dulzura, no quería dureza; sólo quería algo sencillo para complacer nuestros sentimientos en vez de nuestros cuerpos calenturientos.

Y mi parte egoísta me rogaba para que disfrutara del amor de mi vida, que tocara cada rincón de su cuerpo, que besara sus pensamientos y que abrazara su alma.

Nuestros cuerpos se rozaban en toda su extensión, disfrutando el calor del otro, sudando juntos y lanzando suspiros de placer, pero sobre todo de felicidad.

—¿Prometes no dejarme? —preguntó mi doble femenina con algo de miedo.

—¿Cuántas veces tengo que decírtelo? —Me divertía tanto su actitud de miedica, era tan infantil y tierna en ella—. Me quedare a tu lado siempre, quieras o no lo quieras.

—¿Y si tu padre no lo acepta?

Besé sus labios. Quedé un rato pegado a ellos, pero sin profanar su boca con mi lengua. Mis dulces embestidas continuaron manteniendo el placer en nuestros cuerpos, aumentando paso a paso ese nudo en mi pelvis.

—Sería capaz de matarlo, dolería mucho pero deseo más estar a tu lado que mantenerme a su margen. Cometió errores al separarnos e intentar que nos mantuviéramos alejados, no soy rencoroso y de verdad que lo perdono. Sin embargo, no perdonaría el hecho de que me alejara de ti cuando por fin te tengo.

—¡Oh, Len! Por favor continua moviéndote, tus palabras me traen tanta felicidad, pero en este momento sólo quiero llegar al extraordinario orgasmo junto contigo, mi querido primo… mi posible aunque amado hermano.

Y al terminar sus palabras, nos hundimos en el maravilloso orgasmo que esperábamos. Ese clímax era diferente al primero, ya que satisfacía nuestros sentimientos mientras el otro complació a nuestros cuerpos.

No me atrevía a moverme, no quería salir del interior de mi prima. No obstante, debía hacerlo para deshacerme del preservativo ya usado.

Resoplé y accedí a levantarme. La rubia se retiró con un suspiro, lo más probable era que le fastidiara separarse al igual que a mí.

Retire el condón mientras me dirigía al baño, hice un nudo en el preservativo y lo vote en la basura. Después, me lavé las manos por cuestión de educación.

Una duda llegó a mi cabeza.

—¡Hey, Rin! —grité un poco desde el cuarto para que las paredes y el ruido del agua al caer no tapara mi voz.

—¿Si? —Fue bueno saber que escucho al primer intento.

—¿Quieres que nos bañemos ahora o primero dormimos un poco?

—¿Los dos juntos?

—Preferiría, pero, si no, ¿te bañas tú o yo? —Sacudí mis manos para escurrir el exceso de agua.

—Me encuentro bastante cansada como para pensar en un baño —Su tono de voz parecía el de una niña algo berrinchuda que no desea obedecer.

—Estamos bastantes sudados —dije mientras terminaba de secar mis manos contra una toalla verde claro—. Además, nos mojamos en la lluvia, podemos terminar agarrando una gripe.

—Soy una adulta bastante saludable, y tú nunca has tenido cara de enfermizo, nos podemos recuperar rápido —exclamó con arrogancia. Salí del baño y caminé nuevamente hacia la cama.

Al encontrarme al lado del colchón, me quedé un momento ahí parado, contemplado mi felicidad hecha realidad. Rin con su hermoso cuerpo desnudo acostado entre arrugadas sabanas blancas que fueron testigo de la pasión y el amor que compartimos con nuestros cuerpos y corazones. Mi vista se puso borrosa por una pequeña lagrima retenida en mi lagrimal, dejé que paseara por mi rostro; sencillamente la alegría rebosaba mi alma.

Ella me miró, me regalo una dulce sonrisa y con sus brazos estirados me invitó a entrar entre las telas desordenadas de la cama.

Era una invitación que nunca rechazaría, ni hoy, ni mañana, ni nunca en esta vida.

Me senté, para después dejar caer mi torso en dirección a la almohada, levanté mis piernas para quedar completamente acostado al lado de mi mujer.

—No será fácil estar juntos, Rin.

—Ya lo sé —contestó mientras sus brazos rodeaban mi cuerpo, acercándose para acurrucarse contra mi pecho.

—Espero no te arrepientas —comentó entre un enorme bostezo que demostraba lo cansada que estaba.

—No lo haré —respondí con una sonrisa mientras la abrazaba contra mi pecho, moví la sabana y nos cubrí con ella. Termine de juntarme a su esbelto cuerpo enrollando nuestras piernas con suma naturalidad.

Su respiración ya se ralentizaba mientras que mis ojos empezaban a cansarse. Pero no quería dormirme tan pronto, deseaba ver a Rin para cuidar sus sueños.

—Len, pídemelo… —pidió para mi propia sorpresa, sus ojos los mantenía cerrados y su respiración era acompasada.

—¿Qué quieres que te pida, querida? —pregunté mientras ya mis ojos no podían mantenerse abiertos, uniendo los parpados para incurrir a mis horas de sueño.

—Pídeme… —soltó una respiración detonante de relajación—, que me case contigo.

Con mis ojos ya sin poder ver nada, abracé con fuerza el cuerpo con el cual compartía cama, aproveché para besar su frente.

—¿Rin Kagamine, harías el enorme sacrificio de pasar el resto de tu vida atada a mí a través del matrimonio?

Mi querida mujer rió un poco.

—Es una extraña manera de pedirlo.

—Pienso que fue original.

—Creo lo mismo —Besó mi pecho en un suave rocé

—No has respondido mi pregunta —Me quejé como un niño pequeño.

—Mi respuesta es obvia… Sí, Len, haré la fatídica tarea de estar a tu lado hasta que la muerte nos separe. Aunque espero una recompensa.

—Espero que una vida de felicidad valga.

—En mi opinión sí vale… —Y terminó sus palabras para caer profundamente dormida.

Todo se resumía de la siguiente manera: Rin es mía ¡Nunca pensé que este día llegaría! Mis manos pacientes tendrán su recompensa, tocarla por el resto de la eternidad y de verdad que no la soltaría por nada del mundo.

No tengo ni la menor idea de cómo mi padre acepte este matrimonio, sin embargo, podía esperar pacientemente por su aprobación o su muerte. Todavía quedaban muchos aspectos por determinar, pero no sostengo el miedo; por mí y mi prometida (Amaba imaginar esa palabra).

A continuación, yo me dispuse a seguirla al mundo de los sueños, aunque en verdad no sé cómo llamarlo, ya que mis sueños se encuentran en la realidad.

Fue difícil tomar su mano entre nuestros cuerpos abrazados, pero cuando lo logré entrecruce cada uno de nuestros dedos; los cuales quedaron perfectamente como piezas de reloj. Con cuidado de no despertarla besé el dedo anular, marcando en mi mente no olvidar mañana comprar un anillo de compromiso.

Y con el fin de la tragedia de la familia Kagamine, comenzaba la era de felicidad, de paz.

La tormenta había acabado, y me refiero a la de mi corazón y alma. Porque, sinceramente, dentro de poco se acercaría otra tormenta… la de mi padre en contra de esta relación.

Sin embargo, por muy difícil que se presenten las cosas, todo irá bien si estoy junto a mi querida prima. No negaré el hecho de que tengo miedo, pero sólo es uno: perder a mi posible hermana.

Suspiré antes de quedarme dormido. No debía preocuparme, pensaría en el futuro, recordaría el pasado con nostalgia y alegría pero viviría el presente con todo mi cuerpo.

De esa manera pude entrar en el mundo de los sueños con sólo tres palabras gobernando mi mente:

"Te amo, Rin"


¿Qué puedo decir? Ademas de pedir disculpas por tardar tanto en la publicación de los dos últimos capítulos de este FanFic. No quiero parecer grosera pero realmente no veo la necesidad de decir las razones, aunque si puedo decir y repetir nuevamente lo apenada que estoy por tardar en publicar.

Quiero agradecer a todos los que me acompañaron a través de la historia. A todos aquellos que con su comentario me hicieron pensar que valía la pena poner mi tiempo en esta historia y que ademas me hacen madurar con sus criticas para así cumplir mi sueño de ser escritora reconocida.

Gracias a Hitoshizuku, ella no vera esto pero le agradezco de todo corazón crear esas hermosas canciones que me inspiran a escribir.

Pero sobre todo gracias a Neko C por corregir cada capitulo, fue un placer trabajar con ella en cada publicación y espero poder seguir desempeñando grandes historias a su lado.

Y a todos los lectores los espero en mi siguiente Fic.

Espero que esta corta historia los haya complacido por completo. Y el punto final antes de retirarme, los invito nuevamente a pasar y leer mi perfil de Fanfiction.