Bueno, este es el final de Presas, la segunda parte estará fuerte, comenzara tranquila, tranquila y después correrá sangre. Diablos, ya quiero escribir de Peeta!
Ahora si tengo tiempo de escribir. Procuraré publicar más seguido, es que tenido un semestre horrendo. Sigo todavía en eso, hoy carezco de tiempo. Si ven algún error me disculpo. Pero acabemos la primera parte de una buena vez para pasar a la segunda!
Gracias por su apoyo y soporte en esta historia, se que me he tardado y mucho. Lo lamento. Espero no suceda de nuevo.
Aguardo con ansias por Catching Fire!
12
Hay un sueño que me atormenta casi cada noche, solo que cuando estuve a punto de optar por sedantes para tumbarme sin soñar a dormir me detuvo lo que podría estar abandonando si lo hacía. Quizás jamás podría recuperarlo si lo dejaba ir. Me pertenece, son mis recuerdos después de todo, mi vida antes de que nos viéramos sumidos en este cruento espejismo. Así que valiente, cobarde o masoquista, decidí quedarme con mi pesadilla a verla en cuanto cierro los ojos rendida en las mantas. Lacera. Me anima y me deja empapada en sus evocaciones y mi propia perturbación en este insondable e inadmisible miedo del que reniego.
Y esta es la razón; pues este es mi sueño:
Despierto muy real en casa recién salida de otro mal sueño pero no lo suficiente como para hacerme gritar. He sufrido toda mi vida diversos trastornos del sueño, ha sido así desde niña durmiendo casi con un ojo abierto y no pudiendo conciliar el sueño preocupada por no morir de hambre, ni siquiera yo, mi hermana era por la que me desvivía.
Los Juegos no hicieron otra cosa más que deteriorar la poca higiene mental que me restaba y que se amedrentó más con la rebelión.
Ocurra tal cual en este sueño veo a mi padre en la mina cuando esta estalla, pero quién está adentro no solo era mi padre sino también Gale. Sabiéndolo corro a su encuentro con la demás gente congregada en la tragedia y choco con mi compañero de caza a medio camino. Estamos en el mismo sitio ya mayores. Nuestros padres murieron hacia ya años. No hay explicación congruente para la línea de tiempo pero más allá de lamentarnos Gale y yo los extrañamos.
La mina ha sido clausurada y vegetación crecía a sus alrededores con verde fulgurante. Era un pesar viejo, añoranza de carga.
Ese había sido mi sueño dentro de mi sueño. Como sacar una caja de otra. Despierto. Peeta me ha dejado dormir más de la cuenta.
Me hago ovillo un instante girando buscándolo del otro lado de la cama solo que con lo que me encuentro es con la bandeja del desayuno que siempre me prepara según el día que amanece. Regreso a mi vida cotidiana del doce, a la de nuestra pastelería y mi felicidad culpable. Es un aproximado, claro, aunque me dan una idea ciertos patrones que sin darse cuenta repite la mayoría de las veces. Té sí está nublado, leche caliente en ventisca, chocolate sí llueve, huevos revueltos sí promete ser un día con mucho sol, pan recién hecho de costumbre, empanadas sí hará calor.
Veo que es pan tostado con mermelada, fruta, manzana en rodajas cubierta en hilos de miel y almendras, y zumo de naranja hecho a mano. Hay una flor del jardín en un vasito con agua. Sonrío, va a hacer sol, el zumo me dice sobre su estado de ánimo pacifico y hogareño y el pan junto a la flor me indica que se va a quedar en casa. Debió haber telefoneado a la pastelería porque se tomará el día libre. Acaricio los pétalos de su detalle. Muerdo el pan más que feliz, podré monopolizarlo sin interrupciones.
Por los primeros meses con Paylor en el gobierno y Coin enterrada Sae era siempre la que cocinaba para mí. Cuando los años le impidieron desplazarse hasta mi hogar y estaba cerca de los diecinueve Peeta pasó a hacerse cargo de mi alimentación matutina. Fue mejor, Sae preparaba dobles porciones y nos daba privacidad yéndose antes o saliendo después de saludar teniéndome que despedir marcados sus dientes de afuera entre alegronas expresiones. Sí, lo admito, me llenaba de pena. Estaba más que dicho que en la misma habitación no solo dormíamos juntos.
Ahora que lo pienso fue claro como Sae fue perdiendo el rostro en arrugas paulatinamente, su piel se volvió de pergamino caído en voluminosas líneas caprichosas y empezó a usar bastón. Aún así sigue igual de vivaz que siempre. Recibe ayuda, más su personalidad continúa intacta.
Ella le da un toque de normalidad a las cosas. Aguardo poder verla de nuevo.
Me dedico a masticar un trozo de manzana bebiendo un trago de zumo al terminar. Fue Sae la que trajo la cámara. He madurado y las imágenes que me he dejado tomar en mis momentos de condescendencia pueden corroborarlo. Mis rasgos continúan ahí, se han endurecido, mis labios se adelgazaran algún día y líneas se marcaran como abanicos por mis ojos. Envejeceré, pero no ha pasa el tiempo lo suficientemente rápido. Soy fuerte, como un árbol que con los años se vuelve más difícil de tirar. He aprendido cosas nuevas y es cierto que aunque siga siendo pasiva en mi personalidad y ciertamente temperamental, me dulcificado un poco. Culpo a la tristeza de este cambio.
Me cubro con el cobertor, Peeta siempre deja la ventana abierta para dormir, a veces la cierro y al despertar aparece abierta otra vez la mayor parte del tiempo. Podría argüirle pero hago algo mejor, tomo una manta, lo busco y nos enovillamos juntos en el sofá de la sala. Lo haré hoy también.
Tengo en esos momentos especialmente más frío porque no llevo nada puesto encima, y no se me antoja bañarme aún.
Conservamos el equipo de sonido, este sueño es de cuando tenía veintitrés. Lejos veía yo el asunto de la boda del presente porque Peeta no me pidió matrimonio sino hasta que llegué a los veinticinco. Veo recargadas las planas bocinas blancas, se escucha una pieza de piano al bajar las escaleras vestida ya y sujetando la bandeja. Hice la cama y tomé aquel cobertor que por medio de broches se vuelve una especie de abrigo. Dejo las cosas en la cocina donde un aroma dulce, tibio y delicioso se levanta. Peeta se ha hecho de una colección de música extensa y fascinante desde que la red llega hasta el doce, todos los distritos comparten información y noticias, no me atrae mucho, pero me ha contagiado su entusiasmo con el asunto de la música. Me encanta como transforma el ambiente. Lo hace fascinante. Por Peeta es que he aprendido a modular mis emociones, como si decidiera abrir una caja de una y guardar otra en su correspondiente contenedor.
Se encuentra acostado en el sofá en calcetines con un libro abierto acervo de papel cuando su vista se cansa de ver pantallas para hacerse de lectura, aunque está descansando los ojos cuando llego. Típico.
Me acerco a tocarle el cabello.
'¿Harás esto todo el día?', lo sorprendo cavilando.
'Hola' finge despertar 'Planeaba salir a comer al campo' me dedica una sonrisa que le devuelvo con gusto, 'pero va a llover'.
Claro, zumo y pan. Pan, tostado.
'Eso no es un impedimento' comento apoyada en el respaldo. '¿No vas a hornear hoy?', se sale de su rutina.
'No', responde, suena el timbrazo indicador de que lo que está en el horno ya está listo, 'No mucho'.
Río.
'¿Que es?' camino a la cocina poniéndome el guante para sacar la otra bandeja del horno.
'Solo unas galletas'.
Las acomodo en un plato, aquellos puntitos negros son chocolate, que dejen un poco de calor y tendré una en la boca. Pienso vagamente que sí no fuera por mi no comeríamos bastante verdura y Peeta hubiera adquirido la forma de un panadero bonachón. Lo seguiría amando pese a eso, pero me agrada verlo levantar sin esfuerzo sacos de harina. Me carga por todo lugar sin cansarse, lo prefiero así. Al principio me hacía sentir que me trataba como alguien torpe, pero cuando dos personas se quieren los demuestran con diversas acciones y detalles.
Pone una de mis obras favoritas de fondo resonando en las bocinas mientras comemos las galletas dadas en la boca por el otro abrazados con los pies arriba en el sofá cubiertos por la frazada. Nos quedamos en esta posición unos minutos.
Recargada en su pecho soy tan dichosa que así solo hiciéramos esto todo el día sería feliz.
'¿Aún quieres salir?' inquiere antes de que caiga la tarde viendo las llamas de la chimenea.
Lo pienso un rato, 'Sí' me siento, podría guardar unas empanadas, un termo con te y una manta en la cesta y podríamos hacer lo mismo que en casa bajo la sombra de nuestro arce afuera. 'Lleva un libro' le insto. No soy alguien de libros pero me encanta cuando Peeta me lee, su voz me arrulla llevándome al centro de la historia. Tiene el talento de hacerme estremecer.
Me visto. Nos ponemos algo más abrigador, cierro su chamarra y el acomoda el cuello afelpado de mi suéter dándonos un beso.
Ya nos retirábamos. Iba a ser un día estupendo sumergidos en la pacífica tranquilidad del jardín. Pero se estropean nuestros planes.
Es en este punto donde cambian las cosas.
Se tiñen de horror.
Peeta se aproxima a la puerta, le sigo cargando la cesta hasta que el llanto de un bebé en el segundo piso me frena. April. Un vuelco en el tiempo.
'Katniss' me llama a la entrada, volteo, me aproximo por el extraño destello que brilla alrededor del quicio de caoba que se adelgaza por las bisagras y veo que ha nevado.
Pero es una nieve sobrenatural, roja.
Sangre.
Camino por el pórtico a su lado y en ese momento, al ver la inaudita naturaleza, nos disparan a ambos.
Caemos de peso completo al suelo, no tuvimos tiempo de reaccionar, ni siquiera pestañeamos cuando esa lluvia de muerte se dejó cernir sobre nosotros.
La condena de mi sueño es sucumbir de este modo, quizás como pudimos haber muerto en nuestra boda.
Nos damos el último miramiento saliendo sangre de nuestras bocas. No hay tiempo suficiente para lágrimas salvo las mías. Y así es como morimos.
Me despierto. Es una verdadera tortura. Amanezco con el paladar rancio añorando la manzana y las galletas resintiendo la imagen de la sangre. Este es el sueño que odio y amo solo por volver a ver a Peeta como éramos antes.
Al levantarme me prometo tomar una pastilla antes de volver a la cama; cuando termina el día me acobardo porque aunque el final es horrendo es tan rápido que quiero volver a soñar a Peeta sonriéndome la mayor parte del tiempo.
Suspiro. Creo que hoy no será la excepción. Una ducha y voy a desayunar con el equipo. Al parecer es un día especial pues nos han reunido a todos. Como. En verdad extraño mi desayuno predictivo del clima. Aquí no he visto el cielo en semanas. Aquí no está Peeta, y recuerdo que nunca tuve a April en mis brazos.
Me trago el bolo alimenticio así como mis quejas, podría patear la mesa.
Entonces Aurelius aparece saludando llevando un vaso de agua con hielo y me lo entrega. No lo pedí. No se me antoja tampoco. Lo miro con extrañeza al recibirlo.
'De parte de Beetee' me deja claro. O quizás más confundida. 'Porque ya te has reestablecido'.
'Ah'. No comprendo aún así. Aunque es cierto, recuerdo, ayer fue la última inyección en mi retina. Es un alivio puesto que no usan anestesia. El tratamiento fue punzante pero redituó y más de la cuenta.
Gale sentado del otro lado de la mesa me patea. Come rápido, me echa una mirada tenaz confidencial entendiendo que debo apurarme también y decido seguirlo. Devoro más que comer limpiando mi plato. Más conductas extrañas.
'¿Nos permiten un momento?' se levanta de la mesa y me lleva de ahí. Tomo con desagrado que lo hiciera, vi la cara de Johanna.
'¿Que sucede Gale?' pregunto afuera. Solos.
Me encierra en el pasillo entre su cuerpo y la pared, más acciones extrañas que detestar.
'Tenemos que irnos', me susurra al oído.
'¿Que?'.
'Finge que me estas rechazando de nuevo' pide. Ahora sí no entiendo nada. Quiero preguntar, pero trato de hacerme a la idea y saco con tono molesto su nombre al percibir las cámaras grabando.
'Gale...', ladeo la cabeza.
'Así' aprueba. 'Aguarda por mi en tu cuarto'.
Su mirada... me descontrola. ¿Que acaba de decir?
'¿Tú y yo?' afilo los ojos, ¿que clase de propuesta es esa?
Me mira con un dejo gris decaído, respira hondo.
'No' aclara, 'No por esa vía'.
Subo los hombros dispuesta a irme hasta que me detiene con su mano en mi mandíbula. Me ve. Me sorprende, luego me entristece terriblemente.
Se acerca como sí quisiera besarme pero no lo hace, se arrepintió en el último segundo lo más seguro que por mi reticencia.
'Lo siento' cierra el puño. 'Lo siento...' repite molesto más fuerte. No se sí eso último fue a propósito para añadir a la actuación o real, aún así no deja de ser incómodo.
'No. Yo lo siento', me marcho.
Me dirijo a nuestra ala de entrenamiento y golpeo el saco con tanta furia que rompo la cadena que lo suspende de una patada. Soy observada.
'Tranquila. Das miedo'. Al voltear está ahí Johanna conmigo. Soy el centro de las miradas pese a ser escasas. También los soldados de la base se entrenan aquí. Me importa un bledo. 'Tanta furia, soltaras adrenalina y no te darás cuenta sí te lastimas' exime con un pie en el saco dándole una leve patada.
'No me importa' suelto tajante.
'Debería' me contraria. Se cruza de brazos, 'Apuesto que Gale ya te lo dijo'.
La miro indiscreta a rabiar.
'¿Lo sabes?'.
'Eres la última pieza', susurra.
'¿Pieza?' me siento utilizada. Pieza. '¿Soy su pieza?' me irrito aunque procuro no alzar la voz.
'¿Quieres quedarte?' me jala de la playera.
'Pudieron haber sido más precisos'
'No sabía nada hasta hace poco' seguimos hablando en sigilo. Le quito la tela de las manos. 'Toma' me lanza un tubo etiquetado como Mochila. Es una de esas maletas que se agrandan por medio de varios cierres comprimida en el envase que sostengo. 'Empaca'. Se gira y me abandona.
Una pieza. ¿Por qué tengo que ser yo la que se entera al final de los planes?
Veo la mochila, no se que tanto cabrá cuando la expanda, seguirá siendo pequeña pienso, adentro no cabría casi nada a menos que sea acomodado con cuidado.
Sigo sin comprender bien lo que se hará, aún así voy a mi cuarto, tomo una ducha, me visto en el impersonal mobiliario sencillo y humilde y guardo dos mudas de ropa junto con el otro par de botas que me proporcionaron. Resulto ser grande la bolsa. Trenzo mi cabello húmedo que acabando de desenredar en manejable. Me pongo el holo, mi relicario, me estoy cruzando arco y carcaj y tocan a la puerta. Es Gale. Eso fue rápido.
'Ponte esto' me da una chaqueta térmica. Alzo una ceja pero no le digo nada. Me la pongo.
'¿Y después?' me acomodo mi equipaje. Subo el cierre.
'Usa este otro encima' me da una túnica semitransparente más pesada de lo que creía.
'¿Que es est...?'. Me calla, toma mi mano y me da un anillo con una pastilla azul como piedra. Un arillo burdo.
'No hay tiempo. Presiona el anillo, sal después de mi y sígueme' me indica. No se absolutamente nada pero obedezco. Abre la puerta, presiono la piedra que resulta ser un botón, se cierra la chaqueta militar para darme tiempo a pasar, salgo y cierra.
Por el espejo de la recepción de enfermeras veo que solo se refleja Gale. Yo no existo.
Comprendo una cosa. No fue una alucinación, en mi boda aquella sombra que nos disparó salió de la nada. Esta tela, se puede uno hacer invisible al usarla. Tecnología. ¿Por qué se vino en nuestra contra?, ¿acaso no la controlan con su exigente disciplina militar?
Sigo a Gale sigilosa. Me lleva hasta un elevador alejado cruzando pasillos, salones y habitaciones con letreros que dicen 30. En la pantalla que muestra los números digitales que al cerrar puertas van descendiendo.
Sube, tarda mucho, demasiado. Entonces sí estábamos bajo tierra, pienso. Segundo tras segundo me aguanto las ganas de hablar.
'Cerca' habla por el piso dos. 'Este es un elevador que casi nadie usa, es seguro' Aprieta el botón de emergencia, salta, abre una puerta del techo de un puñetazo y escala de otro salto saliendo. 'Sube' me da la mano, 'No tardaran en descubrirnos'.
'¿Quienes?' me atrevo a preguntar volviéndome visible gracias al anillo. Los soldados, es más que obvio, soy prisionera.
'Ya lo veras' sigue su ruta subiendo la escalera de emergencia, arriba Johanna nos abre otra puerta. Es una puerta oculta del tamaño de una de las placas de metal del tubo del elevador para pasar desapercibida. ¿Como es que ella salió antes que yo? Me enojo inútilmente, ¿por eso es el poco tiempo?
'Rápido' hace ademanes para que apuremos el paso. A media escalera suena una alarma. Una luz roja baña todo. Es rojo y negro cualquier cosa que distinga mi vista y el elevador abajo regresa de donde subió.
'Ellos' responde más concreto Gale a mi anterior cuestionamiento, el elevador suena forzado en retumbes metálicos que baten en ecos. Se cierra la puerta de Johanna por parte del mecanismo de emergencia del edificio cuando Gale ya iba a salir. Me detengo. Suena un disparo seco del otro lado, hay una pequeña explosión. Nos cubrimos de los pedazos de metal dañado que caen y se vuelve a hacer la luz. Johanna llevaba el arma humeante en la mano. Es una bazuca.
'Escapes...' bromea irónica, Gale sale y me jala arriba tomándome de la cintura para cargarme como sí fuera una niña, más bien son sus poderosos músculos.
'Vamos' corre jalándome del brazo para seguir por el pasillo al que acabamos entrando por aquella puerta oculta. Este sitio esta mal iluminado en temblorosas luces blancas gastadas y descuidadas. Como puedo me suelto, puedo correr por mi cuenta. El metal de las paredes esta oxidado de las juntas y hay una capa de suciedad que cubre piso y paredes además de varios pedazos de metal que tenemos que sortear en nuestra carrera. Hay tubos, vigas y alambres, incluso aceite y charcos de lo que no parece ser solo agua, por el aroma parece combustible. Gasolina.
'¿Que es este lugar?' pregunto, unas puertas enormes y remachadas de hierro se hacen frente a nuestro camino a diez metros de distancia.
'Una base que se supone no existe' contesta corriendo a mi lado. 'Hazte a un lado' saca de su espalda algo parecido a un arma del tamaño de un brazo, larga, medio plana, de colores blanco, negro y platino. '¡Abajo! cierra los ojos' ordena lanzándome al piso de un empujón. Barro en él.
Dispara provocando una luminosa explosión tranquila para mi gusto. El sonido es menor conforme a lo que debería formar un arma de tal nivel destructivo si hace lo que asumo puede hacer. El humo se esparce, el aroma a metal quemado hace que me atragante. Asumí bien, hizo un agujero en el hierro como sí lo hubiera derretido. Aguardamos unos segundos.
'Vámonos' me vuelve a jalonear. Aunque quiero preguntar es su plan no el mío. Además me falta voz.
Brincamos por el agujero ardiente al rojo del calor, Johanna nos alcanza por el siguiente pasillo al que salimos al lado del Doctor Aurelius y también Cypress para mi sorpresa. Por eso el poco tiempo.
'¡Corre!' me grita. Como sí no lo supiera.
Una corriente fría empieza a pegarme a la cara. Tras otro par de puertas y otro disparo del arma de Gale salimos a un lugar mucho más grande de techos altos y un claro enorme. En láminas con agujeros desvencijadas y viejas se ve una salida que conforma ahora el especie de hangar descuidado por el oxido y el nivel de descuido que alcanza por el que estamos corriendo. Siguen habiendo desperdicios por el suelo, piezas de motor y cadáveres de aviones y naves que no reconozco. Hay marcas de llantas recientes en el suelo. Es un sitio abandonado aparentemente por mucho tiempo. Solo en el exterior.
Abro bien los ojos, esa luz blanca e intensa que se cuela por los agujeros, el frío. Lo cristalizado que se cuela por el piso de concreto. Al salir del hangar lo compruebo. El agua con hielo que me regaló Aurelius. Es un bloque extenso en nieve por el que tenemos que correr hasta una nave apenas abajo lista para irse. Ropa térmica, eso lo explica.
Atrás escucho como el viento es cortado y succionado al mismo tiempo.
Nos disparan, volteo una vez.
'¡Katniss!' me gano un regaño de Gale, no me detuve de todas formas, nuestro objetivo es llegar a la nave, pero tenía que verlo. Estamos rodeados de grandes témpanos de hielo y a lo lejos un mar azul oscuro apenas si se divisa en una línea.
He estado en esta base bajo el agua helada durante tantos meses. Me ha robado el aliento.
Como volteo constantemente veo a Cypress que corre hacia los disparos con una especie de disco con el que enfrenta a los soldados parándolos. Esa mujer no solo era una enfermera. Separa una parte del círculo que lleva al brazo como un escudo y lo lanza golpeándolos para quitarles sus armas, vuela y en un instante lo recupera volviendo a su mano.
Llegamos unos metros a la plataforma abierta para ingresar a la nave. Tenía los motores encendidos desde que salimos, quizás ni aterrizó, solo bajó para que subiéramos nosotros. Al doctor Aurelius rezagado tuvieron que avanzar hacia el para que alcanzara a subir. Las hélices cortaban el aire y lo lanzaban con fuerte ruido. Lanzaban la nieve hacia nuestros cuerpos. Use las manos para cubrirme. Mi trenza volaba por los torbellinos de aire que arrojaba. Lastimaba directamente en la cara.
Despegamos en ascenso recto vertical, veo que quienes nos disparaban se quedan quietos viéndonos. Uno que encabezaba aparentemente el triángulo mal formado que hacían levanto la mano en señal de parar el fuego. Creo que recibió órdenes. Nos dejaban ir. Respiro agitada por la carrera. Me recupero. Abandonamos la base.
En hielo, estábamos bajo hielo, retomo la pantalla fingiendo ser ventana. Hielo y nieve. Demonios.
Maldita pesadilla.
Me quedo viendo por la ventana kilómetros y kilómetros del blanco paraje, ni procuro ponerme el arnés de seguridad, quiero sentarme como se me antoje así suba las botas al asiento y Gale me dedique esa mirada de desaprobación. No quiero hablar con él. No quiero hablar con nadie. Paso así los primeros minutos. Según dicen por la bocinas no nos pueden ubicar por el radar. Yo solo sé que sigo viendo mar y hielo por la ventana.
'Solo planeaban detenernos, no tenían ordenes de herirnos' me alcanza la voz de Cypress acercándose, se percata de que nuestra relación va a ser distinta de ahora en adelante por la forma en que la recibo ya que vuelvo a mirar por el cristal.
Ella sigue su discurso.
'Dardos tranquilizantes' me muestra lo que atrapo con el disco que identifico como un escudo con el símbolo de su distrito en él ya sin estar corriendo.
Esta chica, tanto apoyo y ayuda que recibimos de ella, y estaba con nosotras desde el inicio. No soporto la incertidumbre.
'¿Quién eres realmente Cypress?'.
Ella sonríe por lo que inquiero. Se sienta junto a mí subiendo una pierna también para recargarse.
'Paylor dijo que te cuidara', responde bajo.
El contrabando, las visitas de Gale y las que no alcance a ver de Beetee, su verdad incondicional. Por supuesto. Paylor me lo dijo en su oficina, que no sería Gale.
'¿Cypress es tú verdadero nombre?' pregunto asombrada por lo que acabo de descubrir. Trato de no quedarme en shock.
'Esta ni siquiera es mi cara. No tengo huellas' ríe levantando las manos y mostrándome sus dedos, no es como si hubieran sido quemados, más bien fueron pulidos porque parece piel suave y perfecta sin ningún patrón en ella 'pero sí vengo del 7. Vamos' se pone de pie y yo con ella. Adentro me conduce al vocearnos alguien. 'Mejor no saber quién soy realmente, confía en mí, lo que quieras hacer es mi prioridad'.
No se como tomar eso. Me agrada saberlo, creo.
Nos reunimos con Johanna para atender el llamado. Yo quiero descansar, que me dejen sola, pero Beetee para mi sorpresa aparece en un monitor.
'Hola Katniss, es bueno saber de ti. Me alegra que hayan logrado salir sin ningún inconveniente'.
Vaya. Beetee.
'¿Que se supone que diga?' musito. Es en serio, no tengo idea.
'Deberías saber', sonríe. 'Son buenas noticias, creo que ubique donde pueden tener a tú hija'.
Me congelo. Quiero alcanzarlo así deba meterme a la pantalla por él.
'¿Donde?' exijo saber, 'April...'.
Esta finalmente es mi ida a luchar para encontrar a Peeta y recuperar a mi hija. No hay nada que pueda detenerme.
'
PEEEETA! Ya quiero escribir de ti!