Disclaimer: Inazuma Eleven y sus personajes no me pertenecen, son de Level-5. Sólo los tomo por pura diversión y sin ánimo de lucro.


CAPÍTULO 1.

EL REENCUENTRO.

Todo individuo tiene una historia tras su espalda. Una historia que puede verse convertida en una pesadilla aterradora de la cual lo único que se quiere hacer es una cosa; sobrevivir. Pero, ¿y si eso no fuese lo realmente importante para uno? ¿Y si lo único que necesitases para continuar fuese estar al lado de aquella persona de la que te alejaron? ¿La buscarías? ¿Aunque eso supusiera cambiarle la vida... y exponerla al mayor peligro jamás conocido?

P.O.V Kidou Yuuto

Mis deseos de verla eran enormes. Ansiaba ese momento desde aquel día en el que, lamentablemente, nos habíamos tenido que separar y no por voluntad propia, precisamente. Sin embargo, ahora, iba a verla de nuevo, no importaba cómo, ni lo que tuviese que arriesgar con ello. Ella era todo cuánto llevaba pensando durante estos últimos diez años...

Ella lo era todo para mi.

Hoy era el día pero de un año totalmente distinto. Un día como hoy, en antaño, nuestra vida cambió; la de los dos, sí. Diez años sin poder verla, sin saber qué era de su vida, sin poder hablar con ella, saludarla... sonreír y hacerla sentir protegida. Todo iba a cambiar porque estaba ahí, de vuelta. Únicamente por ella.

Conociéndola, seguro que habría ido a ese sitio para recordar, ante nuestra tumba —la familiar— que no se ha olvidado de nosotros a pesar de todo e iba a aprovechar ese momento para replantearle, de alguna pequeña forma, si la vida era lo que ella pensaba y veía todos los días o existía un más allá al cual cualquier ser humano se niega a ir, por miedo.

Allí estaba ella, acuclillada en la tumba con una sonrisa de oreja a oreja. Y estaba hablando felizmente como si pudiese oírla, como si pudiese contestarle alguno de nosotros. Alcancé a ver las brillantes fotos que reposaban en una de las piedras del ataúd y me quedé unos minutos ahí, observando los rostros de mis padres difuntos, desde la lejanía.

Si algo estaba aprendiendo en aquella nueva vida, era a no ponerme a pensar en el pasado porque el pasado, era lo que me había llevado a esa vida, más, también a ella una vez más y no iba a achantarme bajo ningún concepto. Que yo estuviese en ese preciso momento allí sólo se debía a una cosa; mi sueño por reunirme con ella.

Mi velocidad, que era como la del viento, hizo que me situase tras mi hermana levantando con ello, una brisa que meció sus cabellos azulados. Intuí que para ella, ese viento no había sido demasiado normal. Se incorporó en silencio y se dio la vuelta muy lentamente.

Y en un lapso de tiempo, mi mirada por fin se cruzó con la suya... Finalmente. Una sonrisa se posó en mis labios, inconscientemente.

La vi confusa, del mismo modo que me percaté del cómo con el rabillo del ojo, observaba la foto que había a su derecha; un niño de siete años, con los ojos rojos como la sangre y mirada penetrante, el pelo castaño de rastas completamente. Me escrutó con la mirada pero yo no hice nada, sólo me dejaba observar... ¿Me reconocería? Decidí mostrar una sonrisa traviesa, tal y como estaba la foto del ataúd. Estaba sembrando la duda, estaba… reconociéndome. O, eso creía.

—No es… posible... —murmuró señalándome, atónita. —¿Quién... quien eres y qué quieres?

La única diferencia que había entre esa foto y lo que ahora sus azulados ojos tenían delante, eran unas gafas que ocultaban mi mirada rojiza. Seguramente pensase que se tratase de una broma pues era bien sabidos y sobretodo, para ella, que estaba bajo esa tumba, muerto, junto a los cadáveres de mi padre y de mi madre. Pero estaba equivocada. Tanto ella, como todo el mundo.

No le respondí. No había nada que responder... Era evidente que era posible. Quería ver su reacción, lo que haría, lo que me diría...

—¿Por qué eres…? —me desafió con la mirada y volví a sonreír. Ese carácter era el suyo, sin duda alguna. —¡Responde!

Me fui acercando lentamente a ella, quien dio un paso hacía atrás dubitativa y cuando llegué a su altura, me acerqué a su rostro, dejando un beso en su mejilla y acariciando la contra parte con mis dedos.

En ese instante, y en un simple parpadeo, desaparecí de allí sin dejar ni un solo rastro.

P.O.V Otonashi Haruna

Daba vueltas en mi cama, tratando de conciliar el sueño pero cada vez que cerraba los ojos, la imagen de ese misterioso chico aparecía en mi cabeza haciéndome plantearme quien era y porque su aspecto era tan similar al de mi hermano.

Ese actuar que había tenido, ese gesto que realizó antes de desaparecer de la nada, como si se hubiese mezclado con el viento era igual que el de mi hermano Yuuto. Pero eso no podía ser, ¡él estaba muerto! Murió con papá y mamá en aquel accidente. En mi cabeza no paraba de rondar mis días de infancia con Yuuto, quien corría hacía a mí besándome la mejilla y tocándome la otra para después salir corriendo a jugar al fútbol con papá.

—Tiene que ser una alucinación —dije en voz alta sólo para tratar de concienciarme de ello acariciando mi mejilla, por inercia.

Era posible tener alucinaciones, ¿verdad? A todos les pasaba alguna vez, ¿por qué no podía pasarme a mi? Pero era tan real. Lo había sentido. Sus labios, su mano, su calor. Negué muy rápido con la cabeza y metí la cabeza bajo la almohada agotada de tanto pensar y traté de dejar la mente en blanco que, aunque costó lo suyo, terminó funcionando y Morfeo se aparecía ante mi... Sonreí, agradecida pero...

—¡ARRIBA! ¡ARRIBA! —escuché de pronto gritar.

Me incorporé de golpe y me vi a un enano de pelo azul dando botes en la cama.

—¡KOGURE! ¡¿Cómo he de decirte que no te cueles en mi casa así por la cara! —le grité sin cortarme un pelo. La confianza daba asco, como se suele decir.

—¡Culpa tuya! ¡Siempre tienes las llaves de emergencia en el mismo sitio! —bajó de un salto y se quedó delante mía con una sonrisa que me hizo dudar de sus intenciones. —Un día puede entrarte cualquiera, Haruna-chan —se río muy particularmente como un diablillo. —¡Quizás un día entre un acosador! Deberías tenerme aquí para protegerte.

—¡Já! Tú lo que quieres es desayunar gratis —dije saliendo de la cama y dirigiéndome a mi amigo. —Además, ¿qué puede hacer un canijo como tú con un acosador?

—¡Puedo darle un cabezazo en sus partes! ¡Verás como ya no le da por entrar!

Solté un suspiro y le di una colleja en la nuca.

—¡Eso puedo hacerlo yo sola! —protesté terminando por sonreír divertida, imaginando la escena en modo cómica. —Anda, vamos a desayunar o llegaremos tarde —pronuncié tras observar el reloj de mi despertador el cual empezó a sonar justo en ese momento. Lo apagué y ambos bajamos al comedor.

Kogure siempre se cuela en mi casa. Día sí y día también. Aunque siempre le gritaba que no lo hiciera, en el fondo, la alegría de mis mañanas, con esa efusividad y los comentarios que fluían entre nosotros no se comparaban con nada. Él lo sabía y es por eso que por mucho que le haya dicho desde siempre, me ignora por completo. Su compañía siempre me resulta muy agradable, ambos nos entendemos ya que, por motivos del destino estábamos "solos" en el mundo, exceptuando a todos nuestros amigos que podría llamarme familia postiza.

Nos divertimos desayunando juntos y yo me alisté mientras él esperaba en el recibidor. Tomé la mochila y ambos nos dirigimos al instituto Raimon, en el cual, casi todos ya estábamos en el penúltimo curso. ¡Teníamos que estar a tope! Aunque el peor que lo iba a pasar, era Tsunami quien ya iba a tener fuertes exámenes para las universidades.

—¡Minna! —nos llamaron.

Tachimukai, Aki, Natsumi, Tsunami y Touko estaban haciéndonos señas con las manos. Corrimos hasta ellos tras mirarnos por un segundo. La mirada que nos lanzamos sólo significaba una cosa... ¡Carrera!

—¡Ohayo, minna!

—¡Hey! —saludó Tsunami haciendo un gesto con la mano.

—Os veo muy felices para ser el primer día —murmuró Kogure por lo bajo.

—Es lo divertido, Kogure. ¡Es el primer día! Es decir, no haremos nada.

—El primer día de una jornada llena de horrores que llamaremos exámenes, de torturas a los que llamaremos deberes y unas cortas vacaciones que podemos considerarlo el pan y agua mensuales — apareció de la nada Rika, con voz dramática.

—¿¡Qué haces tú aquí! —gritamos casi todos a la par.

—¡Ohayo! Me han transferido de escuela y a partir de ahora voy a vivir en la casa de Touko —informó como si nada. Observé a Touko y supe que eso se lo acababa de sacar de la manga.

—¿Qué? ¿¡Pero por qué yo?!

—Pues porque somos las mejores amigas —dijo con una sonrisa y moviéndose como si fuese a conmovernos a todos.

—¡No hagas chantaje emocional, Rika! —pidió Touko.

Kogure se giró y volvió a reír cual demonio, seguro que esa escena le parecía divertida. Lo miré mal por un momento y terminé sonriendo con él. Parecía que íbamos a estar casi todo el equipo completo. Me hacía ilusión que nuestro penúltimo curso, pudiésemos pasarlo nuevamente juntos.

—Eh, tú.

Todos giraron la cabeza a aquella voz, por pura inercia para luego sentirme completamente acosada... Me estaban mirando en grupo. Un par de manos me hacían el gesto de que me girara y lo hice, al parecer, esas palabras habían sido dirigidas a mí.

—¿Quién? ¿Yo? —me señalé mirando a aquel chico que no había visto antes.

Era el colmo. Otro tío raro delante de mí. ¿Es que están de oferta esta semana o qué? ¡Ya tenía bastante con lo que sea que fuese de anoche! Lo observé detenidamente. Su aspecto daba de las que hablar. Su cabello estaba en una cresta castaña con las puntas blanquecinas. Sus ojos mostraban desconfianza y su sonrisa maliciosa me dejó alertando mis sentidos.

—Dime... ¿Tú sabes jugar al fútbol?

Todos me miraron como un bicho raro, como si quisieran saber de qué lo conocía y regresé mi mirada al misterioso chico que cargaba con un balón de fútbol en su brazo, apoyado en la cadera.

—Sí. ¿Por qué?

—Te reto —dijo mostrando una enorme sonrisa malévola.

Dejó caer el balón al suelo el cual dio un bote en el suelo y dio un chut con bastante fuerza el cual detuve hábilmente.

—H-Haruna-chan… —me dijo Kogure por la espalda. —No juegues con él, parece muy peligroso…

—¡Eh! ¡Espera un momento! —intervino Tsunami metiéndose por el medio. —No puedes ir por ahí retando a la gente, ¡además! ¿Quién eres tú?

—¿Acaso te importa?

—¡Pues sí ya que te has liado a dar chuts a Haruna, qué menos!

—Tsk, eres muy molesto —murmuró dándonos la espalda. —Seguro que es porque sois pésimos jugando al fútbol ¿verdad? No queréis hacer el ridículo, que pena me dais.

Su tono de voz era tan creído, chulesco e irritante que un botón en mi se activó sin que pudiese controlarlo. Aún con el balón de ese chico en mis pies, lo alcé y le dí con muchas fuerzas apuntando directamente a su cabeza. Que por cierto, acertó de pleno.

Todos se quedaron con la boca abierta mientras yo soltaba un suspiro de descanso, todo el mosqueo que me había pillado con él, se había ido con ese chut. El de la cresta se frotó la cabeza y se giró con una sonrisa más malévola que la anterior para mirarme y se acercó a mi.

—No está nada mal… para ser una chica.

—¿¡Cómo dices! —gritaron Touko y Rika sintiéndose ofendidas en vez de hacerlo yo.

—Fíjate iba a decirte justo lo mismo, no chutas nada mal para ser tan poca cosa —contrarresté perfectamente.

Tíos como esos me daban ganas de mandarlos al hospital con dientes menos gracias al balón.

—¡UH! —dijeron todos animando el ambiente.

—¡Já! —parecía que mi respuesta le había gustado y no logré comprender. ¡Le acababa de lanzar una puya! ¿Qué es lo que ese tipo quería exactamente de mi? —Creo que va a ser un año muy interesante.

—¿Cómo? —preguntó Rika.

—Eh, esperad, chicos. Mirad —captó la atención Tachimukai observando que señalaba la ropa del tipo que se volteaba cargando el balón entre toques y alejándose poco a poco. —Lleva el uniforme del instituto.

—¡Es verdad! —exclamó Rika. —Eso significa que ese bicho raro...

De pronto, miramos a Natsumi ya que su padre seguía siendo el director del instituto y ella era la presidenta de estudiantes, y todos deducíamos que estaba más que enterada de todos los cambios y alumnos nuevos que entraban al instituto.

—¿Tenemos alumnos nuevos en clase?

—Eh, pues… sí.

—Dime que no está en nuestra clase. Es demasiado borde —protestó Touko cruzándose de brazos.

—Bueno, pues lo cierto es que tenemos cuatro alumnos nuevos en nuestra clase. Es posible que él sea uno.

Justo en ese momento, la campana empezaba a sonar y todos los alumnos empezaron a meterse en el instituto. Todos nos quedamos con cara de palo unos segundos hasta que…

—¡LLEGAMOS TARDE!

Echamos a correr como si la vida nos fuera en ello. Unos dos minutos después, habíamos llegado a nuestra aula pero…

—¡JODER! ¿¡POR QUÉ LA MÍA TIENE QUE ESTAR MÁS LEJOS! —gritó Tsunami pasando de largo de nosotros.

El pobre, que estaba un curso más adelantado que nosotros, tenía la clase en la otra punta del instituto. Tuvimos una gotita en la cabeza por unos segundos viendo como se alejaba corriendo creando una nube de polvo saliendo de su espalda mientras reíamos.

Por suerte el profesor aún no había llegado y mientras empezábamos a tomar los asientos, apareció. Justo a tiempo.

—Por poco —suspiró Tachimukai con la cabeza en el pupitre. —Esto debería contar como entrenamiento.

—Sí… es contra reloj y con la tensión en los músculos. ¡Terminaremos lesionados! —protestaba Rika.

—Vamos, vamos, no os quejéis tanto —dije sonriente.

—¡Silencio! —alzó la voz con firmeza el profesor.

Todos nos quedamos en un silencio sepulcral. Daba bastante miedo el profesor, era ese que solo con un murmullo te condena a muerte todo el año. Una mirada a un compañero en mal momento y te daba un reglazo en toda la mesa que te rozaba la mano y sufrías por ella. A veces, nos daba por pensar que de darnos en ella, nos quedaríamos mancos.

—¡Los alumnos nuevos se van a presentar! ¡Guardar silencio!

A su lado, se encontraba el chico de la cresta de antes a quien fulminé con la mirada y él me respondió con una sonrisa y con los brazos en la nuca, pasando absolutamente de todo. A su lado, se encontraba un atractivo chico de cabello vainilla y ojos oscuros. Su mirada podía intimidarte igual que la del chico de la cresta pero me fije en el siguiente que tenía una sonrisa de oreja a oreja y una cara de niño que no podía con ella.

—¡Josh! ¡Boku no Endou Mamoru! – exclamó el último.

—Goenji Shuuya —pronunció el pelo vainilla.

—Pero que soso, Goenji —murmuró el de la cresta. —Yo soy Fudou Akio —de pronto, nos fulminó a cada uno. —Llamadme de otra manera y lo lamentaréis.

—Pf, ¡qué paquete! —largué, sin ser consciente de cuán alto lo había dicho.

Y creo que resonó en toda la clase porque se creó un silencio muy pero que muy, inquietante. Todos me miraban con cara de espanto. Inevitablemente, me giré hacía detrás hacía Aki con una cara que lo decía todo claro;

—La he cagado, ¿verdad?

Aki asintió con la cabeza rápidamente con una sonrisa nerviosa en su rostro y regresé a mi posición anterior viendo la vena de Fudou apagarse de la nada lo que me causó curiosidad. El de ojos oscuros estaba mirando a otro lado, como si se hiciese el tonto y el de cara de niño… estaba aguantándose la risa que en cuestión de segundos, explotó, partiéndose de risa.

—¡Toma esa, Fudou! ¡En toda la cara! —exclamó el de la banda naranja haciéndome un gesto con el dedo como aprobación. —¡Muy buena!

—A-Arigato —balbuceé por la confusión.

No entendía nada...

—Que extraño —murmuró Natsumi a mi lado. —Son cuatro. Falta uno.

—¿Eh? —entonces caí en la cuenta. Había dicho que había cuatro pero delante de nosotros, sólo teníamos a tres. ¿Qué pasaba con el cuarto?

—Sensei, ¿están todos los alumnos nuevos? —preguntó Natsumi alzando la mano.

—Ah, bueno, es que al parecer, no se encontraba bien. Así que se incorporará mañana.

—Ya veo.

La curiosidad por saber quien era el que faltaba, me estaba poniendo nerviosa. El rostro de ayer volvía a pasarme por la cabeza una y otra vez. Algo en mi interior me decía que no sería la primera vez que lo viese.

Las horas pasaron más rápido de lo que pensé. El profesor nos contó la misma charla de todos los años, nos dio nuestro horario y terminamos saliendo todos al pasillo para hablar un poco entre nosotros. El sensei había dicho que así los nuevos se integrarían pero, lo que a mi me causaban era incomodidad. Era una sensación extraña pero tenerlos cerca, no me gustaba.

Fudou se acercó a nosotros y todos dieron un paso atrás, dejándome a mi sola ante el peligro. Traidores.¿Qué era eso de "vamos a defender a Haruna-chan?" Debía habérmelo imaginado. Aunque, estaban al pendiente, cosa que agradecía.

—¿Quieres algo? —pregunté inocentemente.

—Oh, sí. Saber tu nombre.

—¿Acaso te importa? —le imité tal y como había actuado con Tsunami hacía unas horas.

—Jé, aprendes rápido, ¿eh? —respondió con una sonrisa de auto suficiencia. —Os parecéis mucho —farfulló pero logré escucharle.

¿Parecernos? ¿Mucho? ¿Quiénes? ¿Qué demonios estaba diciendo? No comprendía nada de lo que ese chico soltaba. ¡No había lógica! Y de haberla, no lograba verla.

—¿A quién?

—No has respondido a mi pregunta. Si me respondes… —antes de que terminase, pues me imaginaba como terminaría, le corté.

—Otonashi Haruna. Y cómo me retes, vas a salir escaldado, lo sabes ¿verdad? —amenacé en esta ocasión yo, poniendo mi mejor cara de mala.

—Jé —emitió desde su garganta, encogiéndose de hombros.

—¿A quien dices que me parezco? —volví a insistir.

—Nos veremos, Haruna… chan —su sonrisa traviesa me hizo fulminarle con la mirada, más con el tonito con el que mencionó aquel "chan". ¡Argh! Me asqueaba no saber a qué estaba jugando ese chaval y tomarse esas confianzas.

—¡Eh! ¡Mirad! Por ahí viene… —nos giramos al escuchar a Touko y parpadeamos viendo al alma en pena que venía hacía nosotros.

—¿Ese es… Tsunami? —preguntó parpadeante Tachimukai.

—No…llegué… a… tiempo… —se detuvo en la pared y puso ojos de corderito degollado. —¡ME HAN ECHADO LA BRONCA EL PRIMER DÍA!

—Eso es todo un récord —se rió por las espaldas Kogure.

Touko, a pesar de estar riéndose, se fue a su lado para consolarlo.

—Venga, venga, que ya pasó.

—¡Toukooo! —gimoteó.

De pronto la espachurró y todos desviamos la mirada a otro lado algo ruborizados. Esos dos…

—¡Yo lo dije desde el principio! —dijo Rika observándolos y asintiendo con la cabeza toda orgullosa.

—¡Rika-chan! —le di un empujón. —No seas cotilla.

—¡¿Qué! Tengo que hacer algo ahora que mi cariñín está estudiando en los Estados Unidos.

¿Cómo…? Pero si Ichinose ahora está saliendo con… Miré a Aki disimuladamente quien estaba haciéndose la desentendida y me acerqué a ella susurrándole por lo bajo.

—¿Pero aún no se lo has dicho?

—Eh…

—¿Cuándo piensas hacerlo?

—¿Cuándo me muera? Ya sabes, quiero vivir y esas cosas… si se lo digo… —hizo un gesto con el cuello, como si fuese a cortárselo. —… me mata.

En mi cabeza la imagen de Rika convertida en un demonio y haciendo trocitos a Aki se me hizo bastante fácil de imaginar. Miré de reojo a Rika quien estaba fantaseando con Dios sabía qué y suspiré.

—Tú verás, pero si no se lo dices y se entera por otra persona, si que te matará. Y esta vez de verdad —opiné con toda la sinceridad.

—Ya, pero me da miedo su reacción —en su cara leí que no sabía qué era lo que tenía que hacer. —¿Y si estás conmigo cuando se lo diga?

—¿Yo? ¿Por qué yo?

—Porque quizás me salves la vida.

Últimamente, me sentía como un héroe, metiéndome en todos los líos y saliendo a la defensa de todo. Era como ser el abogado de mis amigos.

De pronto, sentí que mi oído se había ido a otra parte. A esos tres chicos nuevos que estaban bastante cerca de nuestra posición.

—¿Dónde está Kidou? —preguntó Fudou asqueado. —Ese tío no hace más que complicarlo todo.

—Fudou —llamó la atención Goenji con los brazos cruzados.

—¿Qué? Es la verdad. Si estamos aquí es porque está emperrado en eso.

—¡Venga, Fudou! ¡Mira el lado positivo! —exclamó el más alegre. —Vamos a poder sociabilizar con mucha gente nueva.

—Oh, sí... Yuhu. Qué divertido —apuntó con pura ironía y alzando el brazo pesadamente.

—Supongo que tendremos que buscarlo. ¿Vamos, Endou?

—¡Hai! Iré a decirle al sensei que tenemos que salir antes.

—¿Qué neura le ha dado con hacer las cosas bien? —preguntó Fudou andando con Goenji hacia la clase. —¿No es más fácil escaparse o saltar por la ventana?

—Cállate, Fudou. Deja de replicar.

—Tsk.

Ambos pasaron por delante nuestra y crucé mirada con Fudou quien me fulminó con la mirada, como si me amenazase sin necesidad de palabras y sentí como me cogía del brazo Kogure y me colocaba tras de él, protegiéndome de la visión del misterioso tipo.

—Kogure…

—Ese tío… no me fío ni un pelo de él. No me gusta como te mira.

Sonreí y le dejé un beso en la mejilla.

—Daiyobu, daiyobu.

Kogure se tocó la mejilla y se ruborizó un poco. Esos gestos a él me salían solos, sin necesidad de hacer nada. Supongo que el sentimiento de hermana que tengo, va hacía él sin poder evitarlo y es él quien precisa de una familia, quien siempre soñó con tener alguien que le transmitiese lo que parecía encontrar en mi.

Endou salió de la clase y le sonó el móvil, por su gesto algo más serio de lo que me había acostumbrado a ver, me llamó la atención, Me disculpé con los chicos y lo seguí sin poder evitarlo.

—¿Dónde estás, Kidou? Vamos a ir a buscarte —me asomé disimuladamente por la pared para mirarle. —Pues claro que hemos ido a clase, no como otros. ¿Acaso no querías venir tú aquí? —hubo una pequeña pausa y de pronto, lo oí soltar un grito. —¿¡Que hiciste qué! —se llevó una mano a la cabeza y vi como se revolvía aquella parte. —Vale, vale, ahora llamo a Goenji y que se encargue de eso, tú… ven al instituto. ¡Y decente! Y, sobretodo… ¡CORRE! —ordenó.

La llamada se cortó y yo me volví a esconder, totalmente dubitativa. Entender algo estaba fuera de mis límites pero, sabía que ese tal Kidou, y cuarto alumno nuevo iba a aparecer por la escuela. Tenía que verle la cara, saber que la cara del de anoche no volvía a verla en ningún lado.

P.O.V Kidou Yuuto

Colgué el teléfono y lo dejé caer a mi lado, ensuciándose de tierra. Me quedé ahí sentado un rato más, observando todo lo que había creado en cuestión de un cuarto de hora.

Cuerpos desmembrados. Sangre. Expresiones de dolor en los rostros humanos.

Todo estaba rodeándome. Mis ropas y mis manos estaban ensangrentadas. Mostré una sonrisa divertida al recordar las palabras de Endou. "Ven al instituto. ¡Y decente!". Ese estúpido… ¿cómo pensaba que iba a adecentarme en mitad de la nada? ¿Quería acaso que fuese desnudo o qué? Al parecer, tendría que ingeniármelas para regresar a la habitación y darme una buena ducha pero prefería esperar a que Goenji apareciese para no tener ningún contratiempo.

Goenji era el que siempre ocultaba ese tipo de cosas. Se le daba bien y nunca nadie se enteraba de nada. Excepto la familia cuando los echaba de menos pero ese era el punto que menos nos preocupaba. Siempre los apuntaban como desaparecidos y al cabo del tiempo, terminaban en casos sin resolver y de los que ya pasaban olímpicamente.

Media hora después, Goenji estaba frente a mi, con las manos en los bolsillos y observando fríamente la situación. Yo me incorporé lentamente y bajé mi mirada al suelo.

—Lo siento, Goenji —me disculpé, avergonzado. —De nuevo lo he hecho.

—No importa. Pero, ¿puedo saber qué ha pasado para que pierdas el control de esta manera?

—Yo… no lo sé. Estaba pensando y cuando me di cuenta….

-Oye, Kidou —su voz sonó seria y alcé mi mirada viendo como se acercaba a los cuerpos desmembrados. —Sé lo mucho que quieres verla y estar a su lado pero, ¿crees que podrías controlarte estando cerca?

—En realidad… ya la he visto —confesé en un susurro.

—Así que, no te has podido estar quieto ¿eh?

—Es que ha sido mucho tiempo, Goenji. Yo no podía esperar más, sabía dónde iba a estar y…

—Está bien —me cortó para mi sorpresa. —Lo entiendo, Kidou —de todos los que éramos, Goenji era quizás el que entendía más esa parte de mi que cualquier otro. —Sólo te voy a decir que esperes a ver que puedes hacerlo. No te fuerces. Ella es muy vulnerable.

—Lo sé. Pero puedo hacerlo. ¡De verdad que puedo!

—Si no puedes, sabes que estaremos ahí para detenerte. Y en caso de hacer una estupidez, volveremos a casa.

—Sí.

—Bien, pues ve a cambiarte y ve al instituto. Endou te está esperando. Yo me encargo de todo.

Sin más, desaparecí dejando a Goenji con aquel trabajo nuevamente. Corrí veloz a la habitación, nadie se percató de mis pintas y tampoco el ojo humano estaba entrenado para ver semejante velocidad. Me di una ducha rápida, me arreglé poniéndome ropa uniformal ya que el uniforme lo tiré a lavar y sólo tenía uno. Debería robar unos cuantos, para ocasiones como éstas.

En cuestión de cinco minutos, cruzaba la puerta del Raimon observando a todos los estudiantes alegres conversando. ¿Desde cuando los estudiantes eran felices? Mis ojos localizaron un grupo de chicos que montaban escándalo y sin poder evitarlo, la vi. Estaba ahí, con ellos, jugando a fútbol y riéndose feliz de la vida.

Un brazo me rodeó el cuello y miré de reojo a Endou quien me sonreía de oreja a oreja.

—¡Hasta que te apareces! ¿Cómo estás? ¿Mejor?

—Sí. —respondí sin evitar dejar de mirar en aquella dirección.

—¡Ah! Por cierto, tienes una hermana con mucho carácter. Se parece demasiado a ti, pensé que dijiste que era más… dulce. ¿O será que Fudou saca lo peor de ella?

—¿Qué? ¿Fudou? —ese nombre, simplemente, me ponía de muy mal humor. ¿Cómo que Fudou sacaba lo peor de ella? ¿Es que acaso él…?

—Digamos que han tenido un gesto de bienvenida muy emotivo —bromeó riéndose aunque a mi no me hizo ninguna gracia. —No sé por qué, pero en clase ya parecían conocerse y le llamó paquete en toda la cara. ¡Fue buenísimo!

—¿Le dijo paquete…? ¿Qué hizo él?

—Pues… la dejó pasar. Es como si le gustase que le insultase —se quedó pensativo. —Creo que la estaba probando.

Y no sé porqué pensé que la probaba en ámbitos no muy agradables. ¿Qué estaba tramando esa maldita hiena ahora? ¡Seguro que nada bueno! No era trigo limpio. Jamás lo había sido. Además, no éramos los mejores amigos, ni siquiera llegábamos a amigos. Tenía la curiosa atracción de hacer mi eternidad un imposible. Allá donde pudiese joderme, iba a estar él, como si fuese el hombre de la guadaña esperando por los humanos.

Observé como un balón se dirigía hacía nosotros y Endou saltaba a detenerlo cual portero feliz. Se dejó caer al suelo rodando de lado y quedándose arrodillado. Todo el mundo se le quedó mirando y una gotita se me cayó de la cabeza mientras lo miraba.

—Otra vez no… —murmuré siendo consciente de lo que se avecinaba.

—¡Qué buena parada! —exclamaron muchos estudiantes.

Endou, por su parte, empezó a rascarse la nariz con una sonrisa divertida y haciendo una risa que personalmente, me daba grima. Era un friki del fútbol y sobretodo, amaba detener disparos daba igual lo fuertes que fuesen, daba igual quienes lo lanzaban él siempre iba o pretendía detenerlos como buen cancerbero que era.

—¡Endou-sama es increíble! —exclamó una chica con los ojos de corazones.

—Jé. Ya está dando la nota —murmuró Goenji a mi lado. Lo miré de reojo, ¿qué tan rápido podía ser?

En cuestión de unos segundos, me vi rodeado por un millón de chicas y atrapado tanto por Endou como por Goenji. Al parecer, ya iban a ser los más populares. El primer día y populares, nada extraño viniendo de ellos.

Entre codazos y empujones, logré librarme y terminé saliendo justo delante de mi hermana quien me miró con cara de sorpresa. Me incorporé rápidamente y observé a todos los chicos y chicas con los que iba para después finalizar en ella.

No podía apartar mi mirada de ella.

Por mucho que quisiera.

—Tú eres Kidou, ¿verdad? —me preguntó para mi sorpresa. ¿Cómo conocía mi nombre? ¿Acaso Fudou habría sido tan cabrón de….?

—¡Ah, Kidou! —exclamó Fudou detrás de mi, apoyando su brazo en mi hombro. —Te presento a Otonashi Haruna y a sus sirvientes —se veía la malicia a leguas.

—¿¡SIRVIENTES! —vociferaron todos a la par que le fulminaban con la mirada.

—¡Repite eso! —habló una de pelo rosa.

—Jé.

—Kidou… ¿eh? —la mirada de Haruna me hizo observarla fijamente. Me estaba examinando de pies a cabeza. Ambos parecíamos ajenos a la disputa y pelea que se estaba formada a nuestro alrededor. —Eres el de anoche.

—¿El de anoche? —Fudou se giró hacía mi dejando a los amigos de Haruna en paz y apretó los dientes como si le molestase eso. —Tsk.

—No sé de que hablas —pronuncié, haciéndome el que no sabía del tema. El completo desentendido.

—¡No te hagas el idiota! Sé que eras tú el del cementerio. Esas gafas… ¡de mosca no se olvidan con facilidad! —exclamó, señalando hacia mis gafas con efusividad.

Fudou se echó a reír a toda carcajada por haberme llamado en pocas palabras mosca. Fulminé a mi compañero y después pasé por entre todo el grupo sin querer responder a nada. ¿Qué sentido tenía?

Pero algo impidió que pudiese irme. Una mano detuvo mi camino. Su mano. En mi muñeca. Sentí como mi cuerpo se empezaba a electrizar desde ese pequeño agarre. Todo mi cuerpo reaccionó sin poder evitarlo y terminé sintiendo que mi cuerpo se convertía en llamas al cien por cien.

—¡Espera!

Fudou parecía notar que mi cuerpo reaccionaba cuando me tocaba así que, se dejó las tonterías de las burlas y sujetó la muñeca de Haruna quien lo miró dubitativa. Yo miré a Fudou de malas formas y éste, que me miró por un segundo de soslayo, volvió a fijar sus ojos verdes en Haruna.

—Tsk… —eso, seguro iba para mi. —Déjale. Acaba de llegar a la ciudad. No sé de lo que habláis pero, estoy seguro que te equivocas de persona, Haruna-chan.

Y como si una oleada de electricidad recorriese todo mi cuerpo, el escuchar ese "Chan" me hizo revolverme hacía Fudou violentamente agarrándole del cuello y empotrando su cuerpo con el árbol que teníamos cerca. El agarre de Haruna se había deshecho al verme actuar de esa forma. Lo alcé hacía arriba, impidiendo que sus pies tocasen el suelo y las ganas de matar, brotaron de nuevo.

Fudou mostró una sonrisa mientras me agarraba de la muñeca, como si me estuviese retando a matarlo ahí mismo. Lo estaba haciendo adrede. Estaba queriendo que hiciese una estupidez para que todos nos fuésemos de allí. Quería matarlo, quería abrirlo en canales, hacerle mil pedazos… pero eso significaría perder todo lo que había avanzado. Noté como mis dientes hacían sangre en mis labios, al parecer, había dejado salir los colmillos.

—¡Eh, tío! ¡Suéltalo que lo vas a matar! —exclamó el de pelo rosa.

—¡Kidou! —al parecer, se habían aprendido rápido mi nombre.

Pero esa sonrisa y esa mirada, me impedía que pudiese reaccionar ante sus intentos de que lo soltase.

—Vamos. Desata a la bestia, Kidou —me retó. —Muestra a tu hermana… lo que eres —farfulló cerca de mi oído.

Furioso y notando que perdía el control de mi fuerza, apreté con fuerza el cuello de Fudou quien hizo un gesto de dolor, fingido, por supuesto para hacerse la víctima ante mí. Pero me daba igual. ¡Él estaba en el medio de todo!

De pronto, un golpe en la cabeza con bastante fuerza hizo que mi mano se aflojase y Fudou regresase a tierra, tosiendo. Algunos fueron a por él apartándolo de mi y yo me giré hacía quien me había golpeado.

—¡¿Qué estás haciendo?! —vociferé, totalmente furioso, aunque quizás, sonara como un rugido.

Todos se alejaron asustados pero ella me plantó cara. Su mirada era desafiante y el fuego que veía en sus ojos me hizo apretar los ojos. Estaban defendiendo a Fudou.

Lo estaban defendiendo.

¡Maldita sea!

Me iba a abalanzar sobre ella cuando de repente, Goenji se apareció delante de mi y me detuvo de los brazos mientras que Endou me agarraba por la espalda. La mirada seria de Goenji se clavó en la mía y en un abrir y cerrar de ojos, perdí el conocimiento.

Mis ojos se iban abriendo aunque me costaba hacerlo. Mi visión era algo borrosa. A mi alrededor no parecía haber nadie y cuando logré estabilizar mi mirada, me incorporé lentamente. Delante de mi, estaba Fudou sentado en una silla con los brazos cruzados y con la mirada en otro lugar. En cuestión de segundos, se dirigió a mi y me lanzó una sonrisa poco amistosa.

—Felicidades, Kidou. Has intentado matar a tu hermana… por primera vez.

Analicé esa frase sin poder evitarlo.

Felicidades.

Intentado.

Matar.

Hermana.

Mis ojos se abrieron como platos sin poder evitarlo y salté directo a la silla de Fudou quien voló a otra silla provocando que tuviese que mantener el equilibrio y caer arrodillado en la silla que se tambaleó y fue al suelo, por suerte, pude lanzarme al suelo de pie con facilidad.

—¿¡Está bien! ¡¿Le he hecho algo?! —grité histérico.

—Oh, sí, sí. No te preocupes. Endou consiguió detener tu ataque psicótico y uso esa habilidad extraña que tiene para manipular cabezas. Pero me dijo que te dijese… que no la usaría mucho, así que, o te controlas o volvemos a nuestra querida casa y te despides de tu querida hermana.

—¡Ella es mi casa!

—No. No te confundas, Kidou —me soltó incorporándose y mirándome seriamente. —Tú sólo quieres que ella sea tu casa de nuevo pero el chaval que estuvo con ella, ha dejado de existir. Está muerto. Tú estás muerto. Cuando comprendas eso… comprenderás muchas más cosas.

—No sabes de lo que hablas. ¡Cállate!

¿Qué iba a saber él? ¿Precisamente, ÉL? No tenía ni la menor idea de lo que yo sentía, de lo que llevaba sintiendo esos diez años alejado de mi hermana. De haber tenido que soportar dolores inmensos y transformaciones que eran peor que desangrarse vivo sólo para poder alcanzarla a ella, para poder verla, para poder abrazarla. Para que pudiese llamarme de nuevo y yo responderla.

Sólo busco a mi hermana, ¿qué problema puede tener eso?

Continuará...


Adoro a estos dos hermanos y no pude evitar meter cosas sobrenaturales por el medio (influenciada por TVD, todo hay que decirlo). Además, Goenji y Fudou siendo malos son tan inevitables como sexys que son —asiente con la cabeza—.

Este fic en parte va dedicado y agradezco la ayuda de Chao Ling-Yin, mi onee-chan que babea sabiendo de la existencia de este fic y eso me hace feliz. Aunque, también para ti, que has llegado hasta aquí. ¡Muchas gracias por pasar y leer! Espero que lo hayáis disfrutado y nos veamos en el siguiente capítulo.

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¡Ja nee!