Nada me pertenece, pero eso ya lo saben.
5.- La industria cerrajera
Bella POV
- Hola, Esme – saludé mientras iba a la cocina a tomar una cerveza del refrigerador recién abastecido de los Cullen.
Estaba exhausta y probablemente dormiría hasta el anochecer, pero necesitábamos contar el dinero para reclamar y/o devolver en caso necesario, ya que el tiempo de reclamación era casi nulo.
La ayuda brindada por Edward y Alice fue indiscutiblemente buena idea, ya que terminamos mucho antes. Mordisqueando unos pequeños pero deliciosos bocadillos que Esme nos había preparado, me senté relajadamente en la mesa de la cocina mientras la T. V. estaba a bajo volumen transmitiendo los noticieros. Uno de ellos afirmaba que habían descubierto mi escondite como Isabella Swan después de una llamada anónima, y justo estaban dos "expertos" en nuestro caso discutiendo sobre mis tácticas cuando una llamada entró a la centralita y la pusieron al aire. Carlisle subió el volumen como cortesía a nosotros los mortales.
"Y ahora tenemos una llamada de un chico que asegura tener algo que decir sobre los Toretto. Adelante"
"¿Bueno?" contestó la voz de Mike.
"Hola, ¿qué tal? Estás al aire, hijo. ¿Cuál es tu nombre?"
"Soy Michael Newton, de Forks"
"Sí, de acuerdo. ¿Qué vas a contarnos?"
"Conocí a Ana Toretto anoche, antes conocida como Bella Swan" dijo a secas. La cara del reportero se shokeó.
"¿La conociste, dices?"
"Sí, sí. Estaba en Forks" Fue entonces cuando el reportero recibió una orden por el apuntador en su oído. Escuchó atentamente y luego dijo:
"Ok, Mike. ¿Estuviste involucrado con Ana?"
"¿Qué?" La voz de Mike denotó sorpresa. "¡No! Por supuesto que no, sólo digo que…"
"¿Fuiste su cómplice en la escapatoria?"
"¡No!" El reportero estaba recibiendo órdenes directas de algún policía, y vaya que estaba haciendo sufrir al pobre Mikey.
"Entonces, ¿en algún robo o asesinato?"
"¡No! ¿Quién cree que soy? Yo solo llamé para denunciar que anoche estaban en las carreras ilegales de Forks"
"¿Y cómo sabes eso?"
"Eh… bueno, yo…" El transmisor quedó en silencio y la llamada se cortó.
"Bueno, la policía se dirige ahora mismo hacia Newton's Outfits para aclarar el asunto. Ahora, en otras noticias, la FIFA acaba de dar una rueda de prensa…"
En ese momento dejé de escuchar las noticias porque una sonora carcajada de Emmett me tapó los oídos. Casi por tres segundos, todos reímos, y al cabo de un momento, cuando la casa volvió a la paz, Emmett dijo:
- Bueno, lo siento por Mikey. Ese silbante sonido es el aire saliendo de su ego – el comentario provocó otra horda de risas.
- Vale, ya – dijo Don. – El dinero está completo. Lo más probable es que ahora la policía venga a buscarnos aquí. Tenemos aún un poco de tiempo, pero deberíamos movernos antes de que algo pase. Aún tenemos algunos días para llegar a Rio, pero me gustaría que nos fuéramos cuanto antes. Podemos decirles el resto de las cosas de camino.
Todos tardaron un minuto en asimilar que ahora eran buscados por la policía, pero cuando el tiempo expiró, Carlisle miró a la familia.
- Nos iremos al anochecer – todos asentimos. Carlisle se retiró y los demás comenzamos a empaquetar el dinero.
OoO
- Ropa, ropa, ropa, ropa, ropa, ropa, ropa, ropa, ropa, ropa, ropa, ropa, ropa – canturree de nervios, moviéndome por nuestra habitación en busca de cosas que llevarme. Mi ropa de siempre no era apta, era muy sosa y en Brasil hacía calor, aunque también tenía que llevarme otro tipo de ropa para el camino. – Ropa, ropa, ropa, ropa, ropa, ropa, ropa, ropa, ropa, ropa, ropa, ropa, ropa… ¿Edward? – Me interrumpí cuando apareció tumbado en mi cama, que de hecho era la suya.
- ¿Bella? – jugó, y reímos.
- ¿Qué necesitas? – pregunté casi con rumbo para salir de la habitación. Di una mirada al exterior y volví a entrar.
- Estar con mi prometida. ¿Y tú?
- ¿Yo? Ropa – dije con mi mejor tono de "obvi".
- ¿Para qué? Yo creo que estarías mejor sin ella – dijo, travieso.
- Tienes razón. Así que andaré desnuda por todo el continente – dije convencida.
Extendió los brazos hacia mí, en una silenciosa invitación que acepté. Me apretó contra él y lentamente dirigió sus manos a mi playera sin mangas.
- Entonces es una suerte que ya estemos en él – dijo antes de quitármela por la cabeza.
Me besó con fuerza y acarició mi rostro antes de apretar mis pechos y bajar sus manos hasta mis jeans, que bajó con un movimiento fluido. No íbamos a hacer nada, pero parecía que a Edward le excitaba mi faceta de criminal, ya que no se frenaba y seguía haciéndome perder el control por completo. Para cuando volví a abrir los ojos, sólo para encontrar sus pezones y chuparlos, haciendo que volviera a besarme con ahínco mientras me frotaba contra él, yo tenía puesta sólo la ropa interior y él tenía sólo unos desabrochados jeans. Hundí mi lengua en su boca cuando alguien abrió la puerta de golpe.
El estruendo me sobresaltó, y brinqué, apartándome lo suficiente para ver quién era, pero Edward hizo el movimiento al revés y me tapó el cuerpo con el suyo para que quien fuera que estuviera en la puerta no me viera.
- ¡Ah!... Lo… ¿siento? – dijo Don antes de salir y cerrar la puerta tras de él.
Nos mantuvimos quietos por un momento, antes de reír a carcajadas.
- Amm, ¿Edward? Una cerradura no me caería nada mal – dije medio en broma, medio en serio.
Él asintió y buscó mis labios.
OoO
- Bells – alguien me sacudió. – Vamos, amor, despierta.
Yacía tumbada boca abajo, despatarrada en nuestra cama, durmiendo profundamente. Había escuchado que me hablaban y me sacudían con gentileza, pero era como algo externo. Podía verlo a través de la bruma pesada de mi sueño.
Mi novio desistió del intento y me dejó dormir por otro par de horas. Al cabo de este plazo, en el piso de abajo, alguien aporreó la puerta con tal fuerza que me despertó del sobresalto. Salté de la cama, completamente despierta, rumbo al primer piso. Allí estaban todos con sus maletas, y la mía, e incluso los muebles estaban ya cubiertos por las sábanas blancas e inocuas que los protegerían del polvo.
- Es Mike – dijo Carlisle. – Quiere verte.
- Puede irse al infierno – le respondí. Ya era de noche. – Tenemos que irnos. Ya.
- Pero nos delatará – dijo Esme.
- No lo hará. Vamos – Comencé a avanzar rumbo al garaje, pero nadie me siguió. Bufé y fui en dirección contraria. – De acuerdo.
Abrí la torturada puerta principal de un golpe, asustando a Mike.
- ¿Qué quieres? – exclamé sin paciencia. Se encuadró y dijo:
- Sé que eres Bella. Charlie te está cubriendo. Yo quiero saber la verdad.
- Jódete, niño. Soy Ana Toretto, y no tengo ningún deseo de discutirlo, ¿entendiste?
- Eso no es cierto – dijo con voz fuerte. Me di la vuelta con intención de entrar a la casa y dejarlo ahí, pero me tomó de la cintura y me jaló con fuerza desde atrás. En el aire, me las arreglé para romperle la nariz de un codazo. Pateé sus genitales y lo dejé en el suelo.
OoO
- Recuérdame nunca despertarte – pidió Edward cuando entré a la casa. – No creo sobrevivir.
- ¡Bah! No fue por eso, es sólo que me tiene harta, y desde que lo conocí deseé hacer algo parecido.
El pobre de Mikey había sido noqueado, y era probable que necesitara cirugía plástica, pero era un acto necesario, por así decirlo. No despertaría en horas, y para entonces ya estaríamos lejos.
- Tómalo como una clase de karate.
- O artes marciales mixtas – completó.
- Exacto.
Tomé mi bolsa de tela y subí a uno de los vehículos que había ganado, un Camaro.
El camino fue lento y tedioso y terriblemente aburrido. Cinco largos días en los que nuestro mundo se redujo al interior de los autos. Condujimos por lo que parecieron años, sin tener oportunidad de cambiar de autos o hacer turnos porque eran demasiados autos para nosotros nueve. Iba el Aston Martin, el Camaro, el Porsche, el Nissan, el Yukon, el BMW, la moto de Jasper, el Mercedes y un auto que al parecer Edward había decidido alquilar para mí, para el lapso entre el compromiso y la boda, y que había estado en el garaje por semanas. Era un Ferrari precioso, y habíamos decidido llevarlo también. Esto dejaba sólo a un conductor libre, pero resultaba que siete de nosotros eran vampiros, y no era necesario relevarlos. Edward se empeñó en darme turnos de descanso los primeros cuatro días, pero al quinto decidí que era suficiente, por lo que lo envié a convivir con Don, relevándolo a él.
Las fronteras ciertamente fueron un poco molestas, pero era verdad el hecho de que revisaban sólo a las personas que entraban al país, no a las que salían, y definitivamente la seguridad del resto de los países dejaba mucho que desear, si tomas en cuenta que íbamos armados y con mucho dinero, ocho vehículos de lujo viajando juntos, y aun así nadie notó nada extraño. Salíamos de los autos sólo Don y yo para abastecernos de comida y otras necesidades cada día, y los Cullen se mantenían al completo resguardo del sol, por si acaso, aunque la mayoría de las carreteras estaban desiertas.
Al quinto día, cuando por fin habíamos recorrido la mitad del continente, los humanos no pudimos más y alquilamos una habitación en un pequeño motel de mala muerte que, de haber ido sola, me hubiera hecho correr tan rápido como pudiera en la dirección contraria, pero que estando acompañada me parecía el mejor jodido lugar de todo el mundo. Tenía sólo dos camas. En una se quedó Don, y en la otra me quedé yo, con un muy refrescante Edward a mi lado. El resto de los Cullen estaban en la misma habitación, sólo sentados, hablando en voz baja. La verdad, no me importó en lo absoluto que todos ellos me vieran dormir cuando la suave colcha cubrió mi cuerpo y me quedé dormida.
OoO
- ¿Y cómo planeas ocultarnos, Bella? – preguntó Rose al día siguiente, cuando la luz realmente les impidió salir. -Somos vampiros, y esto es Brasil. Y la cosa brillante del cielo es el sol. Y en cuánto éste nos toque, vamos a brillar como benditas bolas de discoteca.
- Eso es cierto. No creo que logremos hacer nada a menos que nos convirtamos en los criminales más brillantes – dijo Emmett, irónico.
- Está bien, está bien – dije antes de que comenzaran un escándalo. – Lo pensé desde incluso antes de volver a Forks. Don – pedí, extendiendo mi mano hacia él. Me pasó una bolsa que había preparado con anterioridad. – Desde que los conocí, estuve pensando, fantaseando, más bien, en cómo podría tenerlos en mi vida original, y luego estuve jugando, podría decirse, con una forma de hacer que no brillen.
- ¿Cómo que "jugando"? – preguntó Edward, quien me ayudó a levantarme de la cama.
- Seh. Verás cuando estábamos en el prado y te relajabas, entrabas en un estado de duermevela bastante profundo, y había días en que el sol me quemaba mucho porque soy albina, a pesar de todo – Don soltó una carcajada. – Un día me puse protector solar y tú estabas sin camisa y me besaste, y jugamos, literalmente…
- Ana – interrumpió Don, incómodo.
- Ok, lo que digo es que terminaste empapado en bloqueador, y cuando nos relajamos más tarde, noté que el sol no te hacía brillar del todo. Fue entonces cuando comencé a hacerlo a propósito, y terminé con una mezcla que te hace parecer humano. A todos, de hecho.
- ¿Qué? – el tono de Rose no tenía precio.
- No lo absorben, pero como tampoco sudan, no hay peligro a menos que entren al agua, en cuyo caso ya pensaremos en algo. Están a salvo – tomé el frasco y puse un poco en mi mano. – Edward, quítate la camisa – dije, un poco seria ante mi (obvia) emoción por su torso desnudo.
- Sí, Edward. Quítate la camisa – imitó Emmett.
- Cállate – intervino Rose.
- Mejor quítatela tú – le dije a Emmett. – Así sabré que sirve para todos.
- Sí, Emmett. Quítate la camisa – se burló Jasper. Emmett, no sé si por la presión por parte de Rosalie o por el orgullo, obedeció, y yo procedí a untar la mezcla por todo su torso, sus brazos y su rostro. Dado que la idea era que no se notara que llevaban algo puesto, la esparcí hasta que no se vio en lo absoluto.
- Listo – me enderecé y lo vi a la cara.
- Me siento violado – dijo, con su voz en un punto intermedio entre el llanto y la risa.
- Ya. Vamos a probar – lo empujé a la calle antes de que nadie pudiera detenerme. Allí afuera, un par de personas lo voltearon a ver, sobre todo mujeres, pero nada más.
Allí, a los ojos de Brasilia, él era sólo un buen cuerpo.
- Sorprendente – dijo mi novio, envolviendo mi cintura.
- ¿Qué es esto? – preguntó Emmett, oliendo sus dedos con cuidado.
- Una deliciosa mezcla de bloqueador, crema, un poco de vaselina y bronceador – les expliqué antes de distribuir pequeños botes de uso personal.
- ¿Deliciosa? – inquirió Dom, alzando las cejas.
- Seh. Es probable que mi lengua la haya probado por alguna razón – sonreí de vuelta.
- Yuck - dijo Don con cara de asco.
- Bueno, es deliciosa. ¡Deberías probarla! – grité, algo risueña tras el merecido descanso. Él puso cara de asco y salió de la habitación.
- Bueno, ¿ahora qué? – preguntó Alice, un poco inquieta.
- ¡Don! – aporree la puerta del baño. – Tendrás que superarlo. Gracias a ti y a Letty perdí la inocencia. Tiempo de madurar.
- Bien, bien – se quejó antes de salir. – Acabo de hablar con Brian. Él y Mía llegarán a Rio en unas horas. Luego hablé con Vince, obviamente. Hoy le ofrecieron un trabajo. Un robo sencillo. Es fácil, discreto y barato, pero nos servirá para iniciar. Por supuesto, tardaremos lo mismo en llegar a Rio, pero será útil. No le dije que llegaríamos con él, pero sí que lo haremos.
- ¿Todos de acuerdo? – pregunté, ansiosa. Asintieron todos. - ¡Bien! Nos vamos en diez.
Todos empacamos a prisa, cada quien en un respectivo rincón de la habitación. Estaba doblando la ropa mientras todos se embadurnaban de la mezcla. Bueno, Emmett lo hacía también, al menos hasta que decidió que sin acomodar cabía igual.
Me vestí con la ropa que había sacado antes, un pequeño short y una blusa cómoda, y me sujeté el cabello en una cola, antes de tomar mi maleta y salir al resplandeciente exterior. La luz me cegó por un momento, pero no demasiado. Pronto estuvimos todos listos y tomamos la carretera de nuevo, con rumbo a Rio.
OoO
Llegar a las favelas fue bastante sencillo, y, por extraño que parezca, me sentí como en casa desde el momento en que Don y yo bajamos de nuestros autos y nos enfrentamos a las pequeñas y miserables casas de la zona. Sólo alcanzamos a dar un par de pasos antes de que, sutilmente, puntas de pistola se asomaran desde las ventanas. No nos importó y avanzamos un par de metros más. En cuanto estuvimos a la vista del resto de la vecindad, las armas desistieron y Vince salió a nuestro encuentro. Me abrazó de inmediato, con fuerza. Hacía años que no nos veíamos y éramos viejos amigos de antes. Le devolví el abrazo y él se separó para saludar a Don. Un par de personas más, que nos presentó como sus nuevos amigos, nos saludaron también.
- ¡Amigo! – grité cuando lo divisé la primera vez. Intercambiamos unas palabras antes de señalar: - Trajimos compañía. Somos muchos, pero seremos útiles. Te lo prometo.
- Eso creí – me sonrió. – Hay un bodegón vacío que utilizamos muy poco. Pueden poner allí los autos. Alguno de mis compañeros los invitará a comer y los distribuiremos en nuestras casas. No es mucho, pero será mejor que un auto. Venga, vamos.
Volvimos a los autos y los condujimos con lentitud a través de las muy angostas calles hasta que estuvieron ocultos de la mirada pública. Entramos en la bodega que nos había mencionado y los acomodamos alrededor, pero de tal manera que pudiéramos sacar uno o todos de inmediato y sin problemas.
- ¿Quisieran quedarse en mi casa? Tenemos un colchón extra. Creo que les servirá. – Nos ofreció a Don y a mí.
- Gracias, Vince. Pero no. Venimos en grupo. De hecho. Él es mi prometido – acerqué a Edward y se lo presenté. Se estrecharon manos con facilidad. – Nos quedaremos todos aquí, si no te importa. En todo caso, aceptaremos un par de almohadas.
- Claro, claro. No lo duden. Un gusto, amigo. Espero que soportes a la pequeña molestia que es Ana. No todos podemos – le di un golpe en el hombro con una risa.
- Bien. Me alegro mucho de volver a verte, Vince. Pero un plato de comida de tu maravillosa esposa me sentaría mejor que ver tu fea cara otro rato – bromeó Don. – Vamos.
Lo seguimos hasta su casa, donde Don y yo disfrutamos de un poco del delicioso estofado que cocinaba su esposa, a quien había conocido brevemente, aunque por la mirada que nos daba, estaba segura de que Vince no le había dicho gran cosa sobre mí. Pues bueno. Edward dijo que no tenía hambre, y pude notar la mirada que le lanzó mi viejo amigo al escuchar eso que creía que era raro, o al menos prepotente y machista. No lo culpaba en realidad, ¿cómo podía no tener hambre cuando nosotros (Don y yo) comíamos como condenados a muerte? Claro, sólo habiendo comido antes y más que nosotros. Quizás tendríamos que explicarle una versión de la verdad. Quizás.
El pequeño de Rosa era hermoso. Realmente quería uno de esos. Ya estaba en mis veintes y la verdad, la vida no parecía del todo larga, después de todo. Hablaría con Edward al respecto.
- Estuvo delicioso. Muchas gracias – sonrió Don a Rosa, quien aceptó el cumplido con una sonrisa discreta.
- Gracias, Vince. ¿Cómo será el golpe de mañana? – inquirí, mirándolo directamente.
- Es algo sencillo, en realidad. Son autos muy caros que van a bordo de un tren, pseudo acompañados de agentes de policía, pero estarán en un vagón y los carros en otros. Creo que pondré a Mia y a Brian desde el interior junto con un par de amigos de por aquí. Nosotros iremos en la ratonera – así llamábamos al armazón con motor del auto que nos ayudaba a robar. Podía llevar muchísima gente y era especial para bajar los autos de otros vehículos en movimiento, y esa misma rampa servía para pararnos y conectar las tuberías que se encargaban de drenar la gasolina. Amaba esa cosa. – Pensé que podrían ir con nosotros. Habrá una persona más, el encargado del soplete. Son tres autos, pero podemos arreglarlo. Don, Ana y yo nos llevaremos los autos. Puedes ir con ella, Edward – le dijo a mi prometido. – Es fácil, pero hay que hacerlo rápido. Sólo tenemos unos cuantos kilómetros antes de un puente. Si llegamos a seguir por ahí, terminaremos nadando en el río. Es una fea caída. Pero es lo único.
Asentí con lentitud y miré a mi hermano, que asintió con discreción.
- Está perfecto para nosotros – le dije a Vince. - ¿A qué hora nos veremos?
Decidimos que lo mejor sería solo ir Edward, Don y yo, sin ir con el resto de los Cullen. Había que tener en cuenta que éste era un golpe de verdad, no un entrenamiento. Sabía que nos iría bien, sin embargo, un fallo conduciría a la muerte o a la cárcel o a ambos, y esa era la clase de cosas que no podía dejar que pasaran. Por eso iría sólo Edward, quien haría exactamente lo que le dijéramos, y, seamos sinceros, podría ser de ayuda.
Nos fuimos a la bodega. Edward y yo dormiríamos en el piso, sobre una manta acolchonada que nos habían prestado, y Don se quedó en uno de los cuartos de algún vecino, por si Mia y Brian llegaban en la noche y se quedaban en casa de Vince.
OoO
Al día siguiente, desayuné un sándwich que habíamos traído de un deli de la carretera de la zona próspera de Rio con un poco de leche de cartón. Lavé mis dientes y me vestí con un short deportivo que me quedaba como guante y una blusa negra que me ayudaría a salvarme del sol. Peiné mi cabello en una cola y pasé la mañana charlando con las chicas, mientras los demás hablaban por su parte. Me pasé por casa de Vince por un milisegundo, sólo para que me dijera que mi hermana había llegado bien (y embarazada) y que ella iría con Brian a la estación del tren en un par de horas.
Pues bien. Mi papel sería ayudar a desoldar el costado del tren y luego llevarme el último de los autos, directo hacia acá, y de ahí ya veríamos. Suponía que Vince haría que alguien los recogiera, ya que sería muy arriesgado andarnos paseando en ellos hasta llevarlos a su comprador. Estaba nerviosa, tenía que admitirlo. Era mi primer golpe desde que Don entró a la cárcel, además de que no iría sola. Aún no estaba segura de que Edward amara mi faceta criminal, a pesar de que me había asegurado que así era. Y ya no estaba en forma, por así decirlo. Pero bueno.
Ayudé a untar la mezcla en el cuerpo entero de Edward. Decidí usar bloqueador que resistiera el agua, y no sabía si haría una diferencia, pero esperaba que así fuera porque algo me decía que terminaríamos en el agua, a pesar de que no era el plan. Tuvimos un faje ligero que debimos interrumpir porque no estábamos solos ni de cerca. Y luego nos fuimos.
Subimos a la ratonera a un par de kilómetros del refugio, y nos dirigimos hacia la vía del tren con el aire azotando nuestros rostros y el sol quemando mi piel porque, ya saben, la nerviosa Bella que solía no ser criminal, había olvidado por completo la protección solar. Ya no importaba. Don iba a mi lado, y Edward al otro. Edward llevaba puesta una camiseta blanca que le quedaba de muerte, no como las cosas remilgadas que usaba en Forks, y Don tenía una idéntica en negro. Llevábamos los pasamontañas más ligeros que pudimos encontrar, listos para ponerlos en nuestros rostros, y el soplete ya estaba caliente cuando avistamos el tren. Iba muy rápido, pero nosotros igualamos la velocidad con rapidez y más pronto que tarde ubicamos el vagón correcto, que habían señalado con una discreta marca que sugería la forma que debía tener la herida en el armazón.
Edward dio un paso atrás por instinto cuando el tipo del soplete comenzó a calentar y cortar las partes importantes, pero yo me mantuve a su lado para ayudar a sostener la parte que se desprendería para evitar que le volara la cabeza por accidente, Don me ayudó, pero me dejé llevar cuando y obvié el momento en que debía hacerme a un lado porque se desprendió. Fue por eso que tuve que casi lanzarme fuera del vehículo para evitar que me decapitara. Me volví sólo por un momento para indicarle a Edward que estaba bien, y alcé mi pasamontañas para que Mia viera mi rostro de inmediato. Había tenido miedo de que nos vieran desde las ventanas, pero ahora que íbamos a la par del tren, a muchos kilómetros por hora, me sentía casi a salvo. Don se puso a mi lado y ambos estábamos al frente de todo cuando por fin pudimos ver el interior del vagón.
~Sev