-¿Granger?- murmuró Draco, no podía dar crédito a lo que estaba viendo.
-Hola, Malfoy- lo saludó.
Draco se la quedó mirando unos instantes.
-Granger… pero tú no estabas en, en… ¿dónde estabas?- le preguntó finalmente.
-Es una larga historia- se limitó a responderle, a saber lo que le había contado su hija-, ¿dónde está Luce, Malfoy?- le preguntó, aparte de que ya estaba deseosa de ver a su hija, ella era la única que podía explicar lo que estaba pasando.
-Está aquí- le dijo-, pasa- se hizo a un lado, y ella aceptó la invitación. Cuando pasó por delante de él, un delicioso olor a vainilla inundó sus fosas nasales.
El rubio clavó su vista en el trasero de Hermione. Ginny, que venía acompañando a su amiga, se dio cuenta del repaso que el rubio le había dado. Ella entró a la casa tras Hermione, sin esperar invitación alguna.
Zabini estaba dentro, apoyado en el respaldo de uno de los sofás que ocupaban la estancia, y se irguió de golpe cuando vio entrar a Granger, pero no le dio tiempo ni a abrir la boca, ya que la pelirroja se le adelantó:
-Zabini, tú y yo nos vamos.
-Pero…- protestó.
-Ahora- Ginny sabía que lo mejor era dejarlos solos para que arreglaran las cosas con su hija, pero la curiosidad vencía al moreno, que quería quedarse para ver qué estaba pasando allí-. Vamos.
El chico, cabizbajo, la siguió, era mejor no contradecirla. Ginny se despidió de su amiga y los dos salieron de la casa del rubio.
-¡Luce!- llamó Draco a la niña, ya que entre él y la castaña se estaba formando un silencio bastante incómodo.
La niña asomó la cabeza desde la puerta de lo que, se suponía, era su dormitorio, entonces, vio a su madre.
-¡Mami!- la llamó, y echó a correr en busca de ella.
-Oh, Luce- exclamó Hermione cuando la vio, la pequeña llegó a su lado y rodeó la cintura de su madre, la que la abrazó con fuerza-, te he echado mucho de menos- le dio un beso en la cabeza a la pequeña.
Draco se limitó a observar toda la escena en silencio. Desde luego que no le cabía duda alguna de que la castaña era una madre ejemplar. Granger era el tipo de mujer que a él le gustaba para ser madre de sus hijos. Aunque ciertamente, era la madre de su hija.
-Menos mal que estás bien, cariño- Hermione no paraba de besar a su pequeña. Al rubio le sentó bastante mal el comentario. Él era más que capaz de cuidar de una niña, lo había demostrado estos últimos días, ¿no?
-Mami, ¿eso significa que no estás enfadada conmigo?- le preguntó inocentemente.
-Eso significa que te he echado mucho de menos y estaba más que preocupada por ti- hizo una pausa-, pero sí que estoy enfadada, Luce. Me has mentido.
La aludida agachó la cabeza, avergonzada. Hermione no le preguntó a la niña por qué lo había hecho, sabía más que de sobra que su hija ansiaba conocer a su padre.
-Me debes una explicación, ¿cierto?- Luce asintió- y me parece que no solo a mí-, Luce miró a Draco sabiendo que se madre se estaba refiriendo a él-, también le debes una explicación a… a…- no sabía cómo llamarlo. ¿Draco? Ella nunca se había tomado con él esas confianzas. ¿Malfoy? No le parecía que lo correcto fuese llamarlo por el apellido delante de Luce. ¿Tu padre? Ella siempre que hablaba a Luce acerca del rubio, lo llamaba así, pero ahora que él estaba delante se sentiría incómoda llamándolo de ese modo-… él- se decidió por lo más fácil, el pronombre.
-Sí- respondió, bajito.
-Vamos a ver- decidió que ya era hora de manifestarse-, creo que la que me debes una explicación eres tú, y no luce- le dijo el rubio.
-Verás…- empezó la castaña, pero él la interrumpió.
-Tú dejaste a Luce en mi puerta y desapareciste. Ni siquiera diste la cara, Granger- empezó- y ella me explicó que estabas en no sé dónde debido a no sé qué misión secreta, y ahora vienes aquí pidiendo explicaciones. Las cosas no se hacen así- se cruzó de brazos, esperando una respuesta.
Hermione empezó a enfadarse, él no sabía nada y se atrevía a hablarle con esa prepotencia, además, si le pedía explicaciones a su hija, sería por algo.
-Para empezar- lo apuntó con el dedo índice-, yo no dejé a mi hija en la puerta de tu casa, ni tampoco he estado en ninguna misión.
-¿Entonces?, ¿qué cojones está pasando aquí?- le exigió saber.
-No sé por qué mi hija está aquí, Malfoy. Yo la dejé en el colegio que han abierto en el que preparan a futuros magos. Y si prestases atención, me hubieses escuchado decirle que nos debe una explicación a los dos. Pero, ¿sabes?, creo que no te mereces ninguna explicación, nos vamos- tomó a Luce de la mano y echó a andar hacia la puerta, pero el rubio fue más rápido y se colocó delante de la puerta, impidiéndoles el paso.
-Déjanos pasar, Malfoy- le dijo la castaña.
-Me debéis una explicación, y hasta que no me la deis, de aquí no se mueve nadie- estiró los brazos frente a la puerta.
-Muy bien, estupendo- ironizó ella-, deja de comportarte como un niño y quítate.
-Creo que merezco una explicación, una vez me digáis lo que está pasando ahí, dejaré que os vayáis- siguió él, en sus trece.
-Está bien, de acuerdo, al fin y al cabo, también te incumbe- se rindió Hermione-, Luce, después de que te dejara en el colegio, ¿qué hiciste?
-Pues… vine a casa de Draco.
-Entonces, ¿todo lo que me contaste era mentira?- quiso saber Draco.
-Todo excepto que eres mi padre- le contestó.
-¿Por qué lo hiciste, cariño?
-Porque yo quería conocerlo, y tú no querías, entonces te dije que quería ir a esa escuela para cuando tú te fueras, poder venir aquí- explicó.
-¿Cómo sabes dónde vive, Luce?
-Sabía que aún vivía en Londres porque una vez lo vimos por la calle, ¿te acuerdas, mamá?- ella asintió-, y cuando me salí de la escuela, fui preguntando a las personas por la calle que si sabían dónde vivía Draco Malfoy.
-Te podría haber pasado algo, hija.
-Pero no me pasó nada, mamá.
-Ya hablaremos en casa- se giró hacia Malfoy-, ¿quieres saber algo más?- él negó con la cabeza. En realidad, quería preguntar muchas cosas, lo principal que quería saber era por qué Granger no le dijo que estaba embarazada.
-Bien, entonces nos vamos- la castaña le dio la mano a su hija, pero la niña la soltó.
-Espera, tengo que recoger mis cosas- y echó a correr por el pasillo.
Hermione se cruzó de brazos, esperando a que regresara su hija y deseando que no tardase mucho, no le apetecía estar a solas con Malfoy.
-Vaya con Luce- intentó romper el hielo, pero como ella no decía nada, prosiguió-, nos ha salido lista la niña, ¿eh?- bromeó. Hermione lo miró unos instantes, no pudiéndose creer que Malfoy hubiese dicho eso.
-Sí- se limitó a responder. Y Draco no volvió a hacer ningún otro absurdo comentario. Luce solo tardó un par de minutos en regresar, con la mochila colgada del hombro.
-Ya estoy lista, mamá- le dijo, llegando hasta ella.
-¿No se te olvida nada?- la aludida negó con la cabeza-, ¿segura?- Luce puso los ojos en blanco y dejó escapar un suspiro.
-Que sí, mamá- le dijo, con voz aburrida.
-Bien, pues en ese caso…- le tendió la mano a su hija-, despídete y nos vamos, cielo.
La pequeña se acercó tímidamente a su padre. Él también avanzó hasta ella, incómodo. A él nunca le habían gustado las despedidas, pero no por el hecho de que eso significase que estaría una temporada sin ver a alguien, sino porque no sabía qué decir o hacer en tales momentos.
Hasta le incomodaba despedirse de sus padres, sobre todo de su madre, cuando iba a Hogwarts, cómo no iba a resultarle extraño despedirse de una niña, y más conociéndola desde hacía tan poco tiempo, y aún más siendo su hija.
-Adiós, Draco- empezó ella-, espero que no te hayas enfadado.
-Qué va. Bueno, ha sido un placer conocerte- le tendió la mano para que se la estrechara, Hermione arqueó una ceja, ¿en verdad pensaba despedirse así de su propia hija? Pues sí, al fin y al cabo, era Malfoy. Luce se acercó más a él hasta darle la mano.
Draco se la estrechó con delicadeza y le sonrió sincera y abiertamente. Ella le devolvió esa sonrisa, cosa que derritió al rubio, que se puso en cuclillas, tiró de la mano que estaba sosteniendo de Luce, y la envolvió en sus brazos.
-Me lo he pasado muy bien contigo, Luce, ha sido maravilloso conocerte- la castaña no podía creerse que esas palabras estuvieran saliendo de la boca del rubio.
-Yo también me lo he pasado genial, Draco- se removió entre sus brazos, se alzó sobre las puntas de los pies, y le dio un beso en la mejilla.
El rubio se puso de pie.
-Adiós- repitió Luce. El rubio le sonrió, no le salían las palabras. La niña tomó la mano de su madre, y las dos echaron a andar de nuevo hacia la puerta. Él les abrió.
-Adiós, luce, cuídate mucho- ella asintió-, adiós, Granger.
-Adiós, Malfoy- se despidió también la castaña. Ambas se marcharon de la casa de Draco.
Las observó alejarse, hasta que desaparecieron de su vista, acto seguido, cerró la puerta y apoyó la frente en ella.
-Señor Malfoy- Dobby se acercó a él-, ¿se encuentra bien?- pero no obtuvo respuesta.
-¿Qué crees que pasará?- preguntó, por enésima vez.
-No lo sé, Zabini, y, la verdad, no es asunto nuestro, es cosa de ellos dos con Luce- intentó zanjar la pelirroja.
-Tengo curiosidad- mencionó.
-Sí, yo también quiero saber qué ha pasado, pero ya nos enteraremos, todo a su debido tiempo.
-Tendríamos que habernos quedado a mirar.
-A nosotros eso no nos incumbe- se llevó la copa a los labios.
-Si tú lo dices- pensó que lo mejor era dejar el tema y dejar de discutir con la chica sobre lo mismo, aunque, verdaderamente, a ellos no les importaba, o, mejor dicho, no tendría por qué importarles.
Zabini, por regla general, siempre se acostaba con las mujeres en la primera cita, pero con Ginny estaba siendo distinto, ni siquiera se atrevía a insinuarse a la chica, sabía que ella no caería a la primera de cambio, ya lo había comprobado el día anterior.
Pero solo sería cuestión de esperar y tener paciencia. Tarde o temprano caería, como todas.
-Creía que estabas con Potter.
-Tú lo has dicho, estaba- le dio un gran sorbo a la copa.
-¿Y qué pasó?- le preguntó, pero ella no le respondía-, no te preocupes, si no quieres hablar del tema, lo entiendo.
-Chang, ¿sabes quién es?- el moreno asintió-, me dejó por ella.
-¿Te fue infiel?
-No, bueno, al menos que yo sepa, me dijo que un día se topó con ella y salieron a tomar un café, y desde ese día, quedaban todas las tardes, y dice que se dio cuenta de que estaba enamorada de ella y no de mí.
-¿Hace mucho de eso?- siguió con la entrevista.
-Casi un año- le contestó.
Zabini no le hizo ninguna pregunta más, decidió que lo mejor era dejarlo pasar. Le dijo a Ginny que si le apetecía bailar y ella, por supuesto, aceptó.
Pasaron casi el resto de la noche bailando y bebiendo. De repente, Ginny se sentó en una silla, y apoyó la cabeza en la barra. Él se acercó, preocupado.
-¿Te encuentras bien?
-Y todavía lo quiero, hace casi un año que me dejó y aún sigo enamorada de él- Zabini acercó una silla y se sentó al lado de ella-, después de lo que me dijo y lo sigo amando. ¿Sabes qué me dijo?- él negó con la cabeza-, que me veía como una hermana, que había confundido el amor con el cariño entre hermanos. Y que él pensaba mucho en Cho. Después de todo lo que he pasado por él, que se fue durante meses a buscar los malditos horrocruxes y yo lo estuve esperando, todos los días pensaba en él y suplicaba porque no le pasara nada. Y él me viene con que me quiere como a una hermana- ella le dio un gran trago a su copa y la dejó sobre la barra, y Zabini, disimuladamente, se la apartó.
-¿Nos vemos ya?- se puso en pie.
-Lo siento- se disculpó ella-, te he dado el coñazo con mis tonterías.
-No me has dado el coñazo, y no son tonterías, pero ya es tarde, y estás borracha.
-Eso es mentira- lo apuntó con el dedo índice.
-Vamos, te acompaño a casa- la tomó del codo y la ayudó a ponerse en pie.
-Lo siento mucho, mamá- le dijo Luce, nada más entrar a su casa-, perdóname.
-No tengo nada que perdonarte, Luce. Pero había otras formas de conocer a tu padre sin tener que escaparte del colegio y sin tener que mentirme.
-Lo sé, pero tú nunca me has llevado a conocerlo, y te lo he pedido muchas veces.
-Sabes que tu padre y yo no somos precisamente amigos, hija.
-Lo sé.
-La próxima vez no me mientas, si quieres ir otro día a verlo, pues puedo llevarte y recogerte al rato- la niña asintió, aunque ya sabía que no iba a volver a ver a Draco. Ella no le iba a decir a su madre que quería verlo, al fin y al cabo, ¿para qué iba a ir a visitar a una persona que ni siquiera la quería?
-De acuerdo.
-Venga, ve a lavarte los dientes, y a la cama, que es muy tarde- y la niña echó a correr escaleras arriba.
Luce entró al baño, se subió encima del taburete que allí había para poder llegar al lavabo, y se cepilló los dientes. Después fue corriendo hasta su habitación, se puso el pijama y se metió en la cama a esperar a que su madre fuera para arroparla, como todas las noches.
A los pocos minutos, entró la castaña. Se sentó en el borde de la cama de Luce.
-Mamá, ¿tú me quieres?- le preguntó.
-Más que a nada en el mundo, Luce- abrazó a su hija y le dio un beso en la frente-, ¿qué te pasa?
-Nada- mintió y escondió la cabeza en el pecho de su madre.
-Es por tu padre, ¿verdad?- la niña asintió.
-Yo le he cogido cariño estos días, y pensé que él también a mí, o al menos pensé que le caía bien, tenía la esperanza de que me diría que quería verme más veces.
-Estoy segura de que tu padre te quiere, pero a él le cuesta más expresar sus sentimientos, cariño.
-Entonces, ¿por qué no quiere seguir viéndome?
-Seguro que quiere seguir viéndote, pero no se ha atrevido a decírtelo- se armó de valor para decir lo siguiente:-, mañana iré a su casa para decirle que quieres conocerlo mejor. ¿Te parece?
-Pero, ¿y si no quiere conocerme?
-Ya verás cómo sí, ahora a dormir, buenas noches- se levantó de la cama, arropó a Luce con las sábanas y le dio un beso en la mejilla.
-Buenas noches, mami- Hermione salió de la habitación y dejó la puerta entreabierta.
La castaña se metió en la cama, encendió la luz de la mesita de noche un tomó un libro.
Llevaba más de diez minutos leyendo y releyendo la misma página y aún no se había enterado de lo que decía.
Ella estaba pensando en su hija y en Malfoy.
Primeramente pensó que el rubio no quería saber más de su hija, ya que se había mostrado bastante frío con ella. Pero luego se dio cuenta de que no era así, que estaba equivocada, quizá Malfoy no quería a la niña, pero de lo que ella estaba segura era de que le había cogido cariño y se dio cuenta de ello cuando él la abrazó.
Mañana dejaría a Luce con sus padres e iría a la casa del rubio para hablar con él. No le hacía ninguna gracia tener que charlar con el rubio, pero lo haría por Luce, porque la niña quería a Draco.
Además, sabía que le debía más de una explicación al rubio, y que él se la pediría, y era mejor dejar las cosas claras desde el primer momento y resolver sus asuntos a solas que con Luce presente.
Cerró el libro y se tumbó. Y pensó en Malfoy, estaba claro que había cambiado. Jamás pensó que fuese a reconocer como suya una niña mestiza, jamás. Tampoco se imaginó que se iba a mostrar incluso cariñoso con la pequeña. Parecía que la guerra lo había cambiado.
Y no solo había cambiado su forma de ser, sino también físicamente.
Draco estaba más atractivo que la última vez que lo vio. Medía más o menos lo mismo que hace unos ocho años, pero estaba más fuerte y tenía una espalda más ancha. Su rostro había perdido toda marca de la niñez. Tenía la mandíbula cuadrada y los pómulos más marcados.
Era atractivo y guapo.
No podía negarlo, a ella le atraía el rubio. ¿Qué mujer no se sentiría atraída por él? Ninguna en su sano juicio.
Draco se sentó en el sofá. Iba a extrañar a Luce, a pesar de haber pasado muy poco tiempo con ella, le había tomado cariño. Luce era una niña muy agradable y que sabía hacerse querer. A pesar de que a veces, o casi siempre le parecía molesta, la pequeña le agradaba y mucho.
Pero quizá Granger no quería que la niña pasase tiempo con él. Desde luego no le había hecho ni pizca de gracia enterarse de que Luce había estado con él.
Aunque la castaña era comprensiva y sabía que su hija también quería pasar tiempo con él, ¿por qué se iba a negar a que se vieran? Él tenía el mismo derecho que ella a estar con Luce. Era su padre.
Intentaría ponerse en contacto con la niña y le daba exactamente igual si a su madre le parecía bien o no.
Luego pensó en Granger y su cambio.
Su pecho se había desarrollado, tenía la cintura más estrecha y las caderas más anchas que la última vez que la vio.
Y parecía que al fin había sido capaz de domar su melena, por lo que ya no tenía el pelo enmarañado y encrespado, sino que lucía una cascada de rizos.
Granger, como el buen vino, había mejorado con el paso del tiempo. Y eso que había dado a luz, que muchas mujeres tras el parto ganan peso.
Ella no, a ella parecía que le había sentado bien ser madre.