CAPITULO 1
Había una leyenda muy antigua, que hablaba sobre una pequeña flor escondida que concedía deseos a las personas que se la encontraban en su camino, muchas de las personas decían que la flor había dejado de hacerlo por la maldad que vio en los humanos, sin embargo algunos creían que seguía haciéndolo.
Un joven de larga cabellera azulada, como el cielo del amanecer de ojos azul intenso, era uno más de los que había escuchado hablar de dicha flor, sin embargo aunque le causaba mucho curiosidad, nunca le presto mucha a atención.
Este joven en cuestión siempre iba a la montaña cerca de su aldea, tenía mucha afinidad a las plantas y flores, incluso más que con la gente del pueblo, siendo abandonado desde que era un bebé indefenso por su madre en un campo de rosas cerca de su actual aldea.
Fue encontrado por un amable hombre comerciante y trabajador con venenos, llamado Lugonis; este lo crio como su propio hijo pero debido a su trabajo debía viajar por lo que el pequeño Albafika se quedaba en casa y cuidaba de las flores y rosas que había en el jardín y por todo el pueblo.
Sin embargo un día Lugonis enfermo y sin poder hacer nada los habitantes del pueblo le dieron la espalda, al pequeño niño cuando su padre murió, Albafika se encerró en sí mismo desde ese día, se alejó de la gente y se concentró en sus flores haciéndose muy famoso por sus bellas rosas, pronto aprendió los secretos del veneno, y su fama creció aún más ya que comerciaba con sus rosas y curaba a los envenenados.
Sin embargo nunca más se acercó a los aldeanos más de lo necesario, y se le catálogo de ermitaño, un día común en que el joven de 22 años iba camino a la montaña, en donde solía meditar y cuidar de las flores allí plantadas, se encontró con que se oía un ruido a lo lejos donde no se había aventurado nunca, curioso se acercó hasta que logro ver a lo lejos un par de niños que discutían entre si y a continuación uno de ellos pisaba una flor solitaria, rápidamente muy molesto se acercó.
-¿que están haciendo?- les hablo molesto el peliazul.
Los niños asustados ya conociendo la fama del celeste y los falsos rumores de que era un brujo malvado, huyeron lejos, sin prestar atención a las reacciones de los dos críos, se agacho junto a la pequeña flor y muy triste observo que estaba algo lastimada, pero para sus adentros pensó que tal vez tendría salvación.
Así cada día que pasaba iba a la montaña a cuidar de sus flores y de aquella solitaria en especial, todos se preguntaban porque el joven ermitaño iba tan seguido a la montaña, unos decían que se estaba volviendo más antisocial.
Un día después de un mes, se encontraba caminando de nuevo hasta donde estaba aquella flor, le dio mucho gusto ver que se había recuperado, siempre se sentía bien al ver sus plantas florecer.
-no te preocupes yo seguiré cuidando de ti.
-¿porque me ayudas?- pregunto una voz de la nada, se escuchaba débil y femenina.
Albafika estaba confundido, miro a su alrededor, sin ver nada más que aquella flor, al principio pensó que era su imaginación pero al volver a escuchar aquella voz no estuvo seguro.
-¿acaso lo haces por interés?
Se dio cuenta de que por increíble que pareciera la pequeña flor le estaba hablando, así que como siempre su educación se impuso.
-¿porque eh de no hacerlo? ¿Acaso necesito una razón?
Al día siguiente Albafika volvió al mismo lugar y al igual que el día anterior volvió a ocurrir lo mismo, la misma pregunta formulada por la flor, y esta obtuvo la misma respuesta del joven de cabellos celestes.
Esa rutina continuo por un año y medio, y poco a poco se volvieron amigos, Albafika le conversaba sobre lo que hacía en la aldea y sobre su vida, un buen día este le pregunto con curiosidad.
-tú ya sabes mi nombre, ¿pero cómo debería llamarte yo? No creo que después de tanto tiempo deba seguir llamándote "flor"
-yo no tengo otro nombre más que ese… siempre me han llamado así.
Fue su respuesta, contrariado de que la que había llegado a ser su mejor amiga y única compañía en sus momentos de soledad no tuviera algo que pudiera llamar suyo, decidió darle un nombre.
-como eso no puede continuar, yo te llamare Agasha de ahora en adelante.
Sus conversaciones eran muy entretenidas, un pasado un tiempo Agasha le pregunto por su cumpleaños, ya que ella había oído hablar de ellos, Albafika le conto todo lo que sabía sobre ellos, y por curiosidad le pregunto si alguna vez le habían regalado algo desde que su padre murió, pero el de cabellos celeste le contesto con una negativa.
-no te preocupes, ya verás que un día en tu cumpleaños recibirás algo especial
Agasha no le llego a decir de qué se trataba, y el joven se quedó con la duda
Pasaron dos meses cuando Albafika noto que su amiga ya no hablaba como antes, ella estaba algo decaída le parecía a él, así que no queriendo quedarse con la duda, le pregunto.
-¿Porque tu tristeza?
-no me queda mucho tiempo
Hubo un silencio de tristeza entre ellos, ambos sabían que era lo que vendría a continuación, ninguno de los dos quería dar la primera palabra que marcaría el inicio de la cuenta regresiva a el triste final.
-¿Cuánto tiempo?- fue lo único que se atrevió a preguntar.
-Un mes
Ninguno volvió a hablar sobre ello en lo que les quedo de tiempo, paso un mes entero y el día llego, cuando Albafika hizo como de costumbre su subida a la montaña descubrió que su amiga estaba marchitándose fue un duro golpe para él.
Al acercarse Agasha le dijo con voz débil.
-yo soy la flor que cumple los deseos, y por tu bondad conmigo, por hacer mis últimos días algo memorable con tu amabilidad yo te concederé lo que desees.
-no deseo nada, pero me gustaría saber que cuando te vayas estarás bien y conseguirás un poco de felicidad que no tuviste en esta vida- fue su respuesta
Estaba tan acostumbrado a que las personas lo abandonaran o se marcharan lejos donde él no podría seguirlos, que simplemente aprendió a sobrellevar su dolor, nunca quiso la lastima de los demás, era muy orgulloso ni siquiera cuando era llamado por el pueblo el más hermoso, y que lo juzgaran por ello, nunca quiso esa carga.
Albafika pasó todo la noche junto a ella, hasta que supo que se había ido definitivo no dio rienda suelta a su dolor, que alcanzaba su alma, una vez más estaba solo con sus flores, pero esta vez era diferente, ya que ellas no le hablarían como solo Agasha lo hacía.