¡Hola! :D

Bien, quiero que sepan que este fic fue un pequeño momento de inspiración que se convirtió en un capitulo para un Fic, así que no pude evitar subirlo a FF.N Espero que les sea de su agrado esta pareja.

Los personajes de Naruto no me pertenecen, sino al mangaka Masashi Kishimoto, solo la historia es de mi completa autoria.


[CORREGIDO]

Unbreakable

CAPITULO I

La Sombra del Amanecer

Su cabellera oscura flotaba por la brisa del anochecer mientras estaba inclinado en un pequeño muro en el lugar de su infancia. Pasaba casa por casa, desde las que estaban encendidas hasta las que estaban durmiendo. Ante sus actos escuchaba sus gritos, sus sollozos, miraba sus lágrimas. Las vivía una y otra vez cada que atravesaba sus corazones con aquella kanata. Gemían, lloraban… y lo peor para él es que la sangre de aquellos individuos se impregnaba en su alma dolorosamente. Mujeres, niños, hombres inocentes y trabajadores honrados caían por los suelos sin respiración, con la piel pálida y sin calor. Algunos incluso con una sonrisa en sus labios, aceptando su destino. Después de eso acudió a su último destino. Su casa. Entró con sigilo, con su respiración a vista por el frío y avanzó a pasos lentos hasta la habitación de sus padres, encontrándose primero con su madre.

— ¿Itachi? —su madre miró con terror las ropas manchadas de sangre de su hijo. Itachi palideció cuando esta le sonrió como siempre lo hacía. Ella lo sabía—. Me alegra… que uno de mis hijos sea quien acabe con este absurdo egocentrismo de los Uchiha…

El muchacho sin que la mujer se diera cuenta respiró hondo, evitando las lágrimas. Y pasó su espada por su cuello degollándola con rapidez. No miró los ojos de su madre, tampoco se dignó a mirarla cuando cayó al suelo creando un charco de sangre que se expandía con los segundos. Se quedó en silencio, con la mirada perdida en la pared de la habitación. Escuchó pasos, rápidos y apresurados y después el sonido de cómo abrían la puerta corrediza bruscamente le dieron signos del regreso de su padre.

—Itachi… —susurró despavorido, se dejó caer de rodillas— ¿Que has hecho?

El susodicho no dijo nada, tan solo se aproximó hasta él con su kanata, y sin piedad alguna atravesó su estómago. Fugaku Uchiha, su padre, cayó instantáneamente en el suelo, alado del cuerpo de su mujer.

El silencio doloroso estaba presente, eso fue lo que quedaba en su habitación después de todo. Itachi en ningún momento dijo una palabra en aquellas horas de masacre en su ahora extinto clan y esperó paciente en esa habitación, sin que nadie se diera cuenta que sufría con cada esquina que veía, cada pared, cada puerta, cada mancha de sangre que encontraba entre sus telas y sus armas. Sufría por dentro, sentía como su alma se desmoronaba lenta y dolorosamente, tenia deseos de cruzar aquella kanata con la sangre del Clan Uchiha en su pecho y terminar con su sufrimiento. Pero no lo hizo, porque sabía que merecía algo peor que quitarse su propia vida como un cobarde, necesitaba que el destino lo castigara, algo que le dejara con claridad cómo sería su fin y como era lo que merecería en un futuro.

Escuchó gritos preocupados de un infante que daba zancadas fuertes, entrando en la puerta principal y abriendo de azote la habitación de sus padres. El niño miró a su hermano, e Itachi cambió su expresión de sufrimiento a una fría y sin sentimiento, activando su Sharingan.

Era hora de cumplir con su última misión en Konoha.

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~Diez años después~

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Miraba por última vez aquella oscura aldea, donde apenas los faros y casas alcanzaban a iluminar algunas partes, la cual hace horas había dejado lejos. Miraba las chozas con nostalgia. ¿Cuántas veces había saltado y corrido por aquellos lugares riendo y gritando? No lo recordaba con seguridad, pasó por aquel parque en que acostumbraba llorar en soledad, todos insultándola y haciéndola sentir mal por aquella imperfección sin importancia en su frente que todos denominaban grande. Después paso por su academia, donde había conseguido su primera amiga, su rival, su primer amor, su amado equipo siete.

Saltó por los troncos sin voltear esta vez. No derramó lágrimas a pesar de que quisiera estallar en llantos en aquel momento. ¿Pero que podía encontrar de beneficioso en Konoha? Sakura Haruno, mejor conocida como "Frente de Marquesina" solo lloraba en aquella aldea, la chica que siempre pedía ayuda y era rescatada por los demás, no hacía nada productivo ni tampoco ayudaba a nadie. Solo lloraba.

Siguió corriendo y saltando sin detenerse, con tan sólo una pequeña mochila donde tenía comida para tres días, un botiquín de primeros auxilios y dos cambios de ropa. No dejó despedida, no dejó nota, ni siquiera algún evento o señal que haya avisado su ida, tampoco pasó a ver a alguien antes de irse, simplemente salió y ya.

Sintió una brisa en aquel instante, estremeciendo su cuerpo con cautela. Se detuvo para pasar la noche en una cueva cerca de un río, ya que pretendía estar en un lugar donde no tuviera que salir mucho para no encontrarse con gente indeseada. Prendió leños y sacó de su mochila una bola de arroz fría y seca. No le importó el estado y la comió con calma. Miró el cielo con cierta nostalgia, recordando cuando Sasuke había abandonado Konoha. Y después de eso le vino la mente la luz del sol de cuando lo miró en la destruida guarida de Orochimaru dos años después. Con aquella mirada fría y sin piedad. Sintió una punzada en su pecho, recordando cuando éste estuvo a punto de asesinarla. No lloró, de nuevo. Ya no tenía más lágrimas que derramar por aquel chico.

Pasó la noche en aquel lugar, siendo acompañada por el canto de las cigarras y el crepitar de los leños quemándose, los cuales apagó cuando lo vio adecuado y para evitar llamar la atención de algún ladrón o ninja rebelde. Se acurrucó en el suelo, sin hallar alguna buena posición para dormir.

Al día siguiente se levantó cuando el sol no aparecía todavía de entre los árboles. Pretendía llegar a Suna para quedarse con su amiga Temari, con quien había entablado una linda amistad por tantas misiones y encargos de Tsunade hasta Suna. Sin embargo, solo pretendía quedarse una temporada y después partir hasta el País del Agua, un lugar donde nadie la conociera y pudiera empezar de nuevo.

Tomó sus pocas pertenencias y saltó a los árboles para seguir con su recorrido. Miraba a todos lados, los arbustos, los troncos, las hojas de los arboles. Estaba totalmente precavida a todo tipo de cosas que le pudieran ser de sospecha, no permitiría que cuando estuviera en apuros alguien acudiera a ayudarla, tampoco que la consideren la damisela en peligro a la que todos tenían que salvar. No quería volver a tener ese papel en la obra.

Se adentró por completo en el bosque, y cambió su velocidad a una más lenta cuando se vio en un ambiente húmedo, oscuro y tenebroso. Se dio cuenta de que estaba perdida. Con frustración se rascó la cabeza y miró las ramas de los árboles que tapaban la vista al cielo, nada comparado con el panorama de su alrededor, cómo si las veinticuatro horas del día fuera de noche. Sin embargo, siguió avanzando, no le vio el caso volver ya que solo se perdería más de lo que ahora estaba, miró a todos lados y no encontró nada que le recordara a su camino habitual a Suna, de hecho, parecía otro bosque, más bien un pantano después de encontrar una laguna verdosa.

—Dónde demonios estoy —susurró para sí misma después de inspeccionar el lugar. No tenía recursos para guiarse, un mapa, una brújula, tampoco podía asegurar donde era el norte porque los arboles tapaban la superficie. Suspiró con cansancio y volvió a caminar.

Con forme avanzaba parecía vislumbrar una luz de una entrada que solo significaba una cosa, la salida. Y con entusiasmo Sakura corrió hasta aquella entrada encontrándose con un lago de azul cristalino, un césped verde bien cuidado y una casa de dos pisos. Corrió hasta la casa, con la esperanza de encontrar a alguien que le diera indicaciones. Un rato después de haber tocado no escuchó ningún sonido, tampoco pasos o algún signo de vida. Volvió a tocar y sucedió lo mismo. Así que con cuidado empujó la puerta y observó como esta no tenía su seguro puesto. Pensó que la casa estaba deshabitada.

—¿Hola? —llamó entre los pasillos— ¿Hay alguien aquí?

No percibió ninguna respuesta de parte de nadie, así que decidió adentrarse hasta mirar las habitaciones. Supuso de nuevo que el lugar estaba vacío, los pasillos estaban polvorientos y todas las habitaciones carecían de muebles o pertenencias personales. Pasó por la cocina, las estanterías estaban llenas de telarañas y polvo y no había platos, vasos o cubiertos, solo una pequeña mesita en el centro totalmente sucia, con unos granos de arroz esparcidos por el suelo y rastros de cristales rotos, supuso que así fue como quedaron los vasos. Después pasó por una habitación que visualizó como la sala, nada. No había absolutamente nada en aquel lugar, simplemente polvo. Suspiró con la ilusión perdida de que alguien pudiera ayudarle a llegar a Suna.

Pero paró de inmediato cuando oyó un sonido, algo parecido a un quejido de dolor, leve pero audible. Con lentitud caminó hacia el lugar del sonido y volvió a escuchar otro, esta vez más fuerte. Subió por las escaleras y giró al pasillo proveniente de los quejidos. Con lentitud abrió la puerta y asomó la cabeza. Se paralizó por completo.

Un hombre con el costado sangrando estaba tendido en el suelo. Pero eso no fue lo que le dejó en estado de shock, sino su rostro. No era la primera vez que lo veía, esos ojos rojos le habían traído recuerdos de aquel chico de cabellera azabache, y temía decir en voz alta quién era esa persona en realidad.

Itachi Uchiha, asesino de su propio Clan y hermano mayor de Sasuke Uchiha. Culpable del rotundo rencor de su hermano y de sus deseos de vengar su clan a toda costa, culpable de que Sasuke se fuera de Konoha y del sufrimiento de Sakura. Miembro de la famosa organización Akatsuki, asesino de rango S, temido por muchos y admirado por los bandidos novatos. Ese era Itachi Uchiha.

Lo miró un buen rato con seriedad, pasando desde sus finas facciones y sus ojos cerrados. Después miró su pecho, buscando un descenso y ascenso que indicara su respiración. De sus labios corría un hilo de sangre y de sus ojos lágrimas de sangre. Se acercó precavida de que despertara, y se arrodilló alado de él. Estaba inconsciente, vio aquella ocasión como una oportunidad nata, el momento indicado para sacar un kunai y clavarlo en su pecho. Observó su semblante suave, considerando otra alternativa de muerte: inyección de veneno en sus venas, apuñalamiento, decapitación, algún jutsu que le causara alguna necrosis acelerada. Había tantas maneras de matar a una persona y Sakura sabía cómo hacerlo.

Pero por alguna razón se quedó con el kunai paralizada, su mano temblaba y la punta de su arma estaba apuntando al pecho de su enemigo. ¿Por qué no lo atacaba, por el simple hecho de ser el espejo de Sasuke? Le recordaba, toda parte de Itachi, ella lo veía como si fuera la de Sasuke. Y no se atrevió a matarlo porque sabía que ella aun sentía algo por aquel chico.

Lo arrastró hasta dentro del futón, despojándole de la camisa que tenía puesta. Miró la herida con sorpresa, un enorme agujero en su estómago causado por algún ataque de alto impacto. Le sorprendió que este siguiera vivo y tan solo se dedicó a recogerse el cabello en una simple coleta y sacar su pequeño botiquín de auxilios. Lo primero que tomó fue el alcohol y los algodones, acompañado de ungüentos que le untó en aquella herida y los demás cortes y raspaduras. El cuerpo de aquel muchacho se inquietó y otro quejido salió de sus labios. Esta no le prestó atención y le pasó de nuevo el ungüento junto con desinfectantes. Después de varias horas, terminó por limpiar su abdomen para vendarlo, y con un paño húmedo pasó por sus mejillas que estaban ardientes al igual que su frente. Corrió hasta el pequeño baño para mojar el paño una vez más y ponerlo en su frente, no sin antes quitarle la banda de la aldea de la hoja.

No supo si irse o quedarse, pero verlo en aquel estado tan vulnerable la hizo permanecer a su lado. Pensó en curarlo para que cuando él despertara ella ya no estuviera, pero con aquellas heridas era imposible dejarle a su suerte, así que solo pensó en ponerse una mascarilla y quitarse la banda de su aldea. Le trataría como una simple aldeana de alguna villa aislada, con la excusa de ser la enfermera del pueblo y que no podía dejarlo, así como así.

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La chica se sentía cómoda mientras dormía, se removió acercándose hacia aquel sol que estaba a su lado para abrazarlo y acercarse más hacia él. Después sintió como este se movía de la misma manera, pero se quejó haciéndolo. El sol no era capaz de hacer ruidos humanos, ni siquiera tenía textura de tela como la que estaba sintiendo. Abrió los ojos dándose cuenta de su error.

Sakura estaba dormida alado de Itachi, abrazándole por la cintura y con su cabeza recargada en su pecho, este seguía con los ojos cerrados y no correspondía a su abrazo, tan solo seguía en la misma posición de boca arriba como ella le había dejado. Ya no tenía puesta su mascarilla ya que inconscientemente se la había quitado antes de dormirse. Ella pensó que por el dolor fuera posible que él no pudiera moverse, y dejando de lado el incómodo amanecer que había tenido, fue directo hasta el baño para humedecer algunas telas.

Cuando entró no vio a nadie en la habitación, dejó caer los pañuelos al suelo y con rapidez sacó un kunai envenenado, con su posición de defensa puesta y tratando de concentrarse para encontrar cualquier signo de presencia en el lugar.

—¿Quién eres? —trató de voltear, y al instante sintió cómo unas manos la inmovilizaron de un brazo y el otro fue controlado para ponerlo en su mismo cuello. Sintió una respiración agitada, sin contar lo sudorosas que estaban las manos y lo segura que estaba de que Itachi aún tenía la fiebre muy alta. Pero al no escuchar respuesta presionó el kunai en la garganta sin penetrar— Responde.

—S-Sakura —hubo un momento de silencio en el que ninguno dijo nada después de que Sakura respondiera, pero aun así no deshizo el agarre ni disminuyó su fuerza.

— ¿Qué me has hecho? —volvió a preguntar.

—Te he curado las heridas, deberías agradecerme, cuando llegué eras un pobre moribundo.

—Ayudar a un criminal rango S es algo muy estúpido, ¿sabes? Cualquiera en tu situación me hubiera dejado morir.

—Cualquiera que no fuera médico, mi deber como una es salvar vidas, sin importar… —se quejó por el kunai — de quién se trate.

Itachi le soltó del agarre sin decir nada, y Sakura volvió a poner su posición de combate por si le fuera a volver a atacar. Pero le vio débilmente recargado en aquella pared, con su respiración visible por el frío ambiente que hacía por estar cerca del lago. Por alguna razón apretaba su pecho, donde se encontraba su corazón y una de sus manos colgaba como si fuera una extremidad sin hueso.

—Debo tratar tus heridas, déjame ayudarte —le trató de decir amablemente, pero Itachi se opuso al escucharla.

—Regresa a tu aldea y déjame morir, no quiero que un ninja mediocre me ayude —dijo eso con la mera intención de herir a la chica, y funcionó. Sakura sabía que estaba haciendo algo ridículo, curar al enemigo de Konoha y todo el país del fuego, pero principalmente al enemigo de Sasuke.

Sakura iba a reclamar cómo es que había descubierto que no era una aldeana sin chakra. Pero entonces recordó el kunai, nadie que no fuera por lo menos un ninja básico debía tener armas como las shuriken y kunais.

—No —dijo ella con fuerza a pesar de que, en su interior, ella escuchaba aquella palabra como un tartamudeo—. Me quedaré, curaré tus heridas y dejaras que lo haga. Soy una kunoichi y mi deber es…

—Largarte —terminó la frase el chico de ojos azabache—. Si no quieres que te mate será mejor que lo hagas.

—No tienes la condición para decirme eso.

—¿A no? Hace unos momentos tuve la oportunidad de clavarte hasta lo más profundo ese kunai. No digas cosas sin antes…

Itachi no terminó la frase porque se desmayó al momento. Sakura de inmediato corrió hacía él y le tomó por los costados, evitando la caída. La chica suspiró llena de alivio.

—El sedante por fin hizo algo de efecto.

Volvió a colocarlo en aquel futón, y esta vez se apresuró para tratarle las heridas que estaban abiertas por el descuido del muchacho. Porque a pesar de estar grave, era un Uchiha y ellos siempre están en pie aun cuando están a punto de morir. Por alguna razón sonrió por haber pensado lo último, conocía lo suficiente a un Uchiha y sabía que aquel que estaba en frente suyo era similar. No sólo por su apariencia sino también por esa mirada que tan solo mostraba sombra y oscuridad, era igual que la de Sasuke.

Después de cambiarle las vendas por unas nuevas, guardó todo para solo mirarlo dormir. No le aburría en lo absoluto mirarlo todo el día si fuera posible, ese rostro le tranquilizaba de alguna manera, como si fuera su propia canción de cuna o arrullo al dormir. Y sin pensar ella ya estaba observando fijamente el rostro de un asesino, considerándolo hasta cierto punto lindo.

Itachi era engañoso al dormir, porque dormido parecía ser un chico normal, sin esa capa rasgada con olor a sangre y esa mirada llena de tristeza, Itachi Uchiha lucia atractivo.

—Tú… —escuchó la leve voz de Itachi llamarle, pero por alguna razón él giro la cabeza en una dirección contraria a donde se encontraba Sakura— Eres de Konoha… ¿Verdad?

—Creo que ya lo has de saber —el muchacho hizo un gesto de no entender, y ella prosiguió —Nos vimos cuando secuestraron al Kazekage.

—Oh, el jinchuriki de una cola… —Sakura le miraba con extrañeza, ya que el pelinegro seguía volteado del lado contrario en donde estaba Sakura.

—Hey… estoy del otro lado.

El muchacho se estremeció un momento, y volteó la cabeza con lentitud. Sakura palideció.

—No me digas que…

Itachi cerró los ojos, y volvió a su posición original de boca arriba, Sakura se levantó y trató de mirarle el rostro. Pero el chico se lo negó. En cuanto un ave se coló por una ventana su canto resonó en toda la habitación, e Itachi inconscientemente giró hacía donde parecía provenir el sonido, pero falló.

—No puedes ver nada.

Continuara...


Well, ¿Qué puedo decir? Fue un capitulo corto. Pienso seguir subiendo capítulos, si llega algún problema por lo que lo valla a cerrar se los diré ¿Vale?

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¡Sayo!