Capítulo 1

Edward

Con el tiempo, todo medico aprende a lidiar con una variedad de situaciones desagradables como la muerte, el dolor, el sufrimiento, la locura y muchas otras. Al principio es chocante y perturbador, pero como todas las cosas repetitivas esto también se vuelve una rutina y de pronto te das cuenta de que las condolencias que le das a la familia que ha perdido un ser querido son una respuesta mecánica y que en el fondo estás pensando en cuando acabará este turno para poder irte a casa a dormir todo lo que puedas hasta el próximo.

Todas las cosas pierden su novedad cuando se las repite mucho, por eso es que dicen que la rutina mata. Ya casi nada me sorprende, aunque tal vez si hay una cosa… el suicidio.

He visto un montón de pacientes suicidas, pero aún no he podido acostumbrarme a ellos.
¿Cómo se supone que lo ayude a mejorar cuando lo que quiere es morir? ¿Cómo me acerco? ¿Cómo le hablo? ¿Cuándo será el momento adecuado para preguntarle porqué lo ha hecho?

Después de todo, no puedes salvar a quien no quiere ser salvado.

Odio sentirme inseguro en mi trabajo y eso es lo que siempre me pasa cuando tengo que encargarme de algo así. Pero si hay algo que odio más que tener que lidiar con pacientes suicidas, yo creo que el tener que lidiar con adolescentes suicidas se lleva el premio gordo.

Era una hora indecente de la madrugada, la chica del acantilado había sobrevivido y ahora yo tenía que tranquilizar a su pobre familia y recoger sus datos antes de poder irme a casa.

No alcancé a dar dos pasos dentro de la sala de espera cuando un oficial de policía y un adolescente sin camiseta me rodearon y empezaran a hablar al mismo tiempo.

—¿Familiares de la paciente que cayó del acantilado?—.

—Soy su padre—Asintió el oficial— ¿Cómo se encuentra ella?

—En este momento se encuentra relativamente estable —Respondí y el hombre pareció perder las fuerzas, dejándose caer en uno de los asientos de plástico de la sala.—, pero todavía hay que observar como evoluciona y evaluar si hay daño neurológico.

Ambos me miraron horrorizados.

—¿Daño neurológico? —Gimió el chico.

—Estuvo varios minutos sin que le llegara oxígeno al cerebro —Respondí sin más. El padre se pasó las manos por el cabello y el chico siguió mirándome con los ojos como platos.

—¿Puedo verla? —Preguntó el hombre al final.

Dudé. Técnicamente no, no podían verla. Las visitas en la UCI eran restringidas: a) Porque los pacientes necesitaban mucho descanso y b) Para evitar que los familiares trajeran gérmenes de afuera. Lo último que necesitaba esta chica era una infección.

Y entonces me acordé de mi hermana.

—Está bien —Respondí al final, decidiendo ser más flexible dada la situación—Pero primero necesito que rellene unos formularios con los datos de su hija, y el chico no puede entrar.

—¡¿Por qué no?! —Preguntó el mocoso, acercándose a mi indignado y ahora me doy cuenta de que este mocoso es bastante más grande e intimidante de lo que parecía en un principio ¿Qué diantres les dan de comer ahora?

—¡Jacob! —Lo reprendió el oficial y el chico pareció aplacarse un poco, o al menos ya no parecía querer estrangularme.

—No puedes entrar porque estás empapado, lleno de barro y no llevas camiseta —Dije, destacando lo obvio.

—Oh, bien —Respondió Jacob, el mocoso. Parecía algo avergonzado de no haberse dado cuenta de su estado— Entonces iré a casa a cambiarme.

El padre de la chica se acercó al muchacho y le entregó su chaqueta.

—Duerme un poco, Jacob —Le dijo, dándole unas ligeras palmadas en el hombro— Bella no se irá a ningún lado.

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Antes de llegar a casa pasé a la pastelería favorita de Alice y compré una tartaleta de fruta, su preferida, le había prometido que lo haría y estaba seguro que si lo olvidaba Alice no me dejaría en paz hasta que volviera a por ella.

Alice es mi hermana menor, una chica vibrante y optimista, casi todo lo contrario a mí. A veces me sorprende que seamos familia.

Ambos vivimos solos en una casa en las afueras de la ciudad. Por las mañanas yo me voy al trabajo y vuelvo en la tarde, excepto en los días en los que tengo turno de urgencias, como hoy. Alice solía levantarse conmigo y yo solía ir a dejarla a la universidad, pero las cosas habían cambiado mucho en el último año.

Al doblar en nuestra calle pude ver el auto de Emmet aparcado fuera de la casa.

—No compré suficiente tarta —. Murmuré, mientras maniobraba para estacionarme a su lado. Emmet, es mi hermano de en medio y actualmente vive con su novia Rosalie Hale, una autentica harpía.

Cogí mi tartaleta y entré a la casa, Emmet y Rosalie estaban en la salita viendo televisión y tomando cerveza.

—Buenos días —.Los saludé.

—¡Hermano! —Dijo Emmet, levantándose del sillón y estrechándome en un fuerte abrazo, tan efusivo como siempre. —¿Es eso tarta?

Rosalie simplemente me miró e hizo un gesto con la cabeza.

—No es tuya, es de Alice —Dije, yendo hacia la cocina y dejando la tarta sobre la encimera— Y a propósito ¿Dónde está?

—¿No está contigo? —Preguntó Emmet, poniéndose serio.

Me di vuelta para mirarlo con cara de incredulidad.

—Vengo del trabajo, Emmett.

—Pues no está aquí —Respondió mi hermano con una expresión que no me gustó nada.

Después de buscar a mi hermana por toda la casa y llamar a su movil sin resultado, estaba empezando a desesperarme. Los comentarios estúpidos de Rosalie tampoco ayudaban.

—Tal vez salió a comprar algo —Dijo encogiéndose de hombros, sin moverse de su lugar en el sofá.

La miré con furia
—¿Y en qué iba ir a la ciudad?¿En una alfombra voladora? —Exclamé— Vivimos bastante alejados de la ciudad como para que haya ido caminando. ¡Hasta puede haberse perdido en el bosque!

—Nada de esto estaría pasando si no la hubieras dejado sola.

—Rose…

La miré con furia, sentí como la sangre me hervía dentro de las venas.
—Algunas personas tenemos que trabajar. Aunque me imagino que eso es todo un nuevo concepto para ti.

—Admite que no puedes ocuparte de ella, Edward —Me espetó Rosalie—. Tendrías que haber dejado que la internaran.

—Eso es lo que tú harías ¿Verdad? —Solté enfadado— Te desharías de Alice y no sentirías ni una pizca de compasión. Eres una maldita egoísta.

—¡Basta los dos! —Gruñó Emmet disgustado— Ponernos a pelear entre nosotros no va a hacer que encontremos a Alice más rápido. Tenemos que llamar a la policía.

Con una última mirada furibunda me aparté de Rosalie y cogí mi celular. Había visto a mi hermana por última vez hacía más de cuarenta y ocho horas, era posible que ella llevara más de un día fuera de casa.

Si algo le volvía a pasar, nunca iba a poder perdonármelo.


Jasper

Otro día de lluvia, otro día en Forks. Me puse la chaqueta, cogí las llaves del auto, salí de casa y me puse en marcha. Hoy me tocaba trabajar en el turno diurno en el bar, lo que significaba que la clientela sería escasa y las propinas aún más.

De pronto alguien se atravesó en el camino, frené bruscamente, pero el auto patinó sobre el asfalto mojado y perdí el control. Logré detenerme cuando el auto se salió de la carretera. Me quedé dentro unos segundos, rogando con todas mis fuerzas no haber golpeado a esa persona.

Era una chica y estaba en el suelo inconsciente.


NdA: Hace tanto tiempo que no publicaba nada nuevo que casi había olvidado como funciona esta página. He estado muy ocupada con la universidad, de hecho mañana tengo un examen en menos de 8 horas y estoy aquí procrastineando.

Escribí este capítulo hace mas de año y medio, pero no lo había subido porque no estaba satisfecha con él. Hoy lo volví a leer y me di cuenta de que me gusta tal cual está. Tengo avanzado el siguiente capítulo (Aparece Bella y sabemos que le ocurrió a Alice), y un esquema de como se desarrollan las cosas y que va en cada capi. Hasta el momento serían 8 capítulos más un epílogo, pero advierto seriamente que me demoro milenios en actualizar. :(