Rurouni Kenshin no me pertenece ni ninguno de sus personajes, asi que hago esto por pura diversión y sin fines de lucro.

Soñando Despierto

Parte uno

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I

-Voy a salir, Kenshin. ¿Quieres que te traiga algo rico?-

Kenshin, con las manos congeladas restregando una yukata, levantó la cabeza. ¿Cómo que iba a salir de nuevo? ¡Pero si el día anterior habían ido a ver a Yutaro! ¿Acaso quería ir sola? Eso él no lo podía permitir.

-Mejor espéreme, señorita Kaoru. Yo la acompaño.

-No es necesario. Puedes quedarte acá y tener un día de descanso. Aprovecha que no está Yahiko dando la lata, o yo. Puedes darte un baño o dormir.

Kenshin había vagado por 10 años en soledad, así que quedarse en una casa vacía sin nada que hacer no le parecía atractivo. Además, ella no le molestaba para nada.

-La acompañaré.- insistió, levantándose con una yukata estilando en las manos. La retorció para quitar el exceso de agua y se dispuso a tenderla. Había terminado de lavar.

-Sólo espéreme un par de minutos y salgo con usted.- dijo con su habitual calma. Pero por dentro bullía. Un paseo con la señorita Kaoru era un extraño placer que comenzaba a disfrutar sin sentir que no lo merecía. Se apresuró en dejar su lugar de trabajo despejado y acomodó las varas con la ropa mojada al tibio sol de inicios de Mayo. Corrió al interior de la casa a lavarse la cara y sonrió mientras se acomodaba las mangas y se hacía nuevamente la coleta en el cabello.

Kaoru se veía muy dulce con el kimono y un bolsito entre las manos. Ya de plano se veía bonita. Por un momento, Kenshin se permitió fantasear con la idea de que esa era su vida cotidiana, que ella era su esposa y que se iban a dar una vuelta por ahí. Él siempre la cuidaría y siempre vería que sonriera. Él siempre estaría a su lado, no la perdería de vista.

Sería bueno llevar una vida así, con alguien como ella, en quien él podía confiar.

-¿Nos vamos?-

Kenshin asintió y Kaoru empezó a caminar.

-¿Iremos al pueblo?-

-No. Pensaba ir donde Yutaro. Aún quiero hablar con él, creo que está muy triste y es natural por lo que le pasó, pero… pero… no sé. Sólo quisiera darle ánimo, de alguna forma.

Hacía tan solo unos días había entrado Yutaro, un muchacho de la edad de Yahiko en sus vidas. Había aceptado tomar clases con Kaoru, pero el hombre a quien el chico admiraba lo traicionó: Raijuta. Por tener una pelea con Kenshin, lastimó seriamente un brazo del muchacho, al punto que tras curar la herida, el doctor Genzai declaró que había sufrido un serio corte en los tendones y nervios y que ese brazo ya no serviría para practicar el kendo.

-Su padre dice que se lo llevará a Prusia, pero… me parece muy triste alejarlo de las personas que conoce.- dijo Kaoru.

-Dicen que su medicina es mucho mejor y quizá, si puede recuperar el movimiento de los dedos y todo lo demás, sea una buena idea, después de todo.

-Si, puede ser. –

A Kenshin le gustaba la compañía de Kaoru, porque era una persona muy amena, muy agradable y absolutamente divertida. Estaba seguro de que había reído más con ella en los meses que llevaba en su casa que… hem… no se acordaba de otra época de su vida en que las risas hayan estado tan a flor de labios. Claro que todo el peso de esa felicidad no se lo llevaba sólo Kaoru. El pequeño Yahiko hacía lo suyo. Secretamente, Kenshin lo envidiaba. Pensaba constantemente que si en vez de una caravana de esclavos, alguien como Kaoru lo hubiese recogido de niño, él sería otra persona.

Pero había que reconocer que todo no estaba tan mal. Le gustaba el dojo Kamiya. Se sentía a gusto allí, sentía que realmente Kaoru y Yahiko eran parte de su familia. Él tenía un dormitorio para él solo, tenía ropa… tenía cosas propias allí además de su vieja sakabatto. Incluso había un gatito que lo iba a visitar cuando cocinaba, con la esperanza de llevarse algún regalo al estómago. Habían pasado cosas tremendas desde su llegada allí, había tenido peleas con diversos personajes, sin embargo no podía quitarse la idea de que todo estaba en calma y que la nueva Era Meiji era mejor que todo lo pasado.

Visitó a Yutaro y junto a Kaoru, lograron animarlo con palabras de aliento y promesas agradables para el futuro. Kaoru le dijo cosas muy lindas, que el muchacho pudo asimilar, y le prometió acabar de entrenarlo cuando regresara, en las artes del Kamiya Kassim. Kenshin aportó con lo suyo y lo cierto es que al irse de esa casa, el ánimo del niño era otro.

-Fue una buena idea que vinieras.- dijo Kaoru dirigiéndose al pueblo.- Yo realmente quería venir sola, pero ahora que lo pienso, tú puedes dar ánimo mejor que nadie a las personas.

-Usted también hizo lo suyo.- dijo Kenshin humildemente.

-Pero es que a ti te sale todo muy natural. A mí me cuesta. Pienso mucho en lo que tengo que decir.

Siguieron un poco más allá y tras visitar una tienda, se encontraron con un puesto de retratos en tinta. Y con Sanosuke que miraba unos cuantos. Tras intercambiar algunas palabras, Sanosuke se exaltó, amenazó al vendedor con algo y salió disparado hacia unos callejones.

Kenshin tomó la mano de Kaoru sin pensarlo, y se lanzó en la siga de su amigo.

II

Tras correr varias cuadras, encontraron a Sanosuke gritando algo delante de la puerta de una pequeña casa. Al encontrar una muralla que los ocultaba de la vista de su amigo a pocos metros, Kenshin puso ahí a Kaoru, y él se escondió junto a ella. Quería vigilar a Sano. Se sentía preocupado por su reacción y no quería que hiciera desmanes por ahí. Le indicó a Kaoru que guardara silencio y la muchacha le hizo caso.

Kenshin afinó el oído y la vista y se dio cuenta que alguien salía de la casucha. Sanosuke le mostró el retrato en tinta que traía en la mano y de pronto se escucharon varias risas. Kenshin no tardó en darse cuenta de que Sanosuke había encontrado a un viejo amigo.

-¿Está todo bien? –

Kenshin puso su atención en Kaoru y para su horror, notó que estaba cerca, demasiado cerca de él. Y no era que esta situación hubiera sido buscada por ella. La muchacha estaba de espaldas a la pared, como él la puso, pero además estaba encerrada entre sus brazos, pues él, para vigilar mejor, se había apoyado en el muro.

Estaba cerca, muy cerca.

Kaoru no lo miraba. Miraba hacia el costado, intentando ella también percibir algo. Kenshin podía sentir un tenue perfume.

"Muévete. Dí algo, tonto."

-¿Kenshin?-

Finalmente Kaoru volvió la cara hacia él. La muchacha se sorprendió con la cercanía, pero no dijo nada. Lo miró a los ojos apenas un segundo antes de desviar la vista hacia el costado. Kenshin estaba tan cerca que sus caras se tocarían si ella bajaba la mirada y seguía el gesto con el rostro.

"Muévete, maldición"

Kenshin siguió con la mirada el movimiento de ojos de Kaoru. Hacia abajo, hacia el costado, lentamente lo evitaba. Su respiración se hacía más pausada… ¿Ella intentaba dominar sus nervios?

Kaoru apretó un paquete con algo que había comprado contra su pecho, intentando hacerse más pequeña, más delgada. Miró de reojo a Kenshin.

"Si no te vas a mover, al menos bésala. Eso es lo que quieres, ¿no?"

Se sorprendió con esa idea, porque era cierto. Era cosa de bajar un poco la cabeza. Nadie más andaba por ahí. Nadie miraba. Kaoru no lo rehuiría. El corazón de Kenshin latió como un animal desbocado ante la idea que tenía. Si cerraba los pocos centímetros que los separaban, sentiría todo su cuerpo contra el suyo…

Kaoru lo miró de reojo nuevamente. Pasó saliva.

-K-Kenshin… ¿Sano…?

"Muévete… muévete de una vez, maldición"

Lentamente, Kenshin separó sus manos del muro y se movió ligeramente hacia atrás.

-Parece ser que todo estará bien con él.- dijo hablando de lo más natural.- Asi que salgamos pronto de aquí, para que no nos vean.

Kenshin no se atrevió a mirarla mientras la tentación de regresar a la muralla lo dominara. La tomó de una mano para salir de entre esos callejones que bien podían pasar por un laberinto, y al estar en un lugar más conocido para ella, la soltó.

III

Habían pasado un par de días y Kenshin estaba en el patio. A él no le gustaba Kaoru como mujer, ¿O si?

Siempre la encontró guapa y dulce, además de algunos defectillos en su carácter, pero jamás había pensado… o mejor dicho, jamás había querido pensar en relacionarse con ella de otro modo que no fuera el de un amable sirviente en su casa. El de un hombre que la protegería, agradeciendo así su hospitalidad y la posibilidad que le brindó de tener él también relaciones estables con nuevos amigos. Sabía que ella gustaba de él, pero se decía que era por falta de candidatos, después de todo, Kaoru salía poco de casa, y siempre centraba esas salidas en obligaciones, rara vez en diversiones, por lo que nunca la había visto cerca de un muchacho de su edad. Seguramente ella se encontraba encandilada con él, que era un hombre mayor y con una fuerza física excepcional. Hubo ocasiones en las que pensó propiciar acercamientos entre Kaoru y otros varones para que cambiara de objetivos.

Con cierto estupor comprendió que si bien lo pensó, jamás lo hizo. Y eso que recibió algunas cartas para ella que jamás entregó.

Claramente, algo había cambiado en la visión que tenía de ella desde su primer encuentro y la verdad es que el pelirrojo no sabía cómo abordarlo, pero ciertamente sentía por Kaoru un deseo. Era una verdadera batalla intentar no pensar en lo que había pasado o en lo que podría haber pasado en ese callejón. Nunca se había sentido tan atraído, tan tentado a besar a alguien. Nunca había pensado tanto en estar cerca de ella. Pero mejor no pensar en ello.

Kaoru y Yahiko venían agotados desde el dojo y él les ofreció agua fresca, recién sacada del pozo. En eso, llegó Sanosuke muy contento.

-No van a creer lo que les voy a decir, pero ese pintor de moda de láminas sobre la restauración y el grupo Sekiho, es amigo mío. Se llama Tsunan Tsukioka.-

Kenshin y Kaoru se hicieron los locos, exagerando su sorpresa ante lo que ya sabían. Sin embargo, Sanosuke no les prestó atención y le pidió a Kaoru su casa para hacer unas fiestecita con los amigos. Quería celebrar a la amistad. A la muchacha no le gustó mucho la idea de primera, pero luego se convenció.

-Está bien. ¿Cuándo será?-

-Esta noche. Y no te preocupes, que pienso pagar todo yo solito.-

Esta vez la sorpresa de Kaoru fue genuina, asi que decidieron esperar la fiesta para divertirse.

IV

Sanosuke había invitado a Tae y Tsubame a la fiesta, al igual que al doctor Genzai y Megumi. Había comprado varias porciones preparadas de pescado y muchísimo sake. Pero además, aprovechó de traer a su amigo para presentárselo al grupo.

Tae era una fanática del trabajo de láminas que hacía Tsunan, y así como Tsubame, se dispusieron a pedirle dibujos. Kenshin repentinamente se vio ligeramente asediado por Megumi y claro, le daba un poco lo mismo, pero Kaoru… Kaoru le estaba causando cosas cuando estaba cerca de él. No quería imaginar lo que sucedería si sus cuerpos se tocaran.

La joven de diecisiete años tomó un poco de sake tras la cena. Y luego, en medio de risas, tomó un poco más. Parecía muy propia de si, pero Kenshin sabía que Kaoru era muy capaz de emborracharse si seguía en ese plan. Intentó disuadirla con indirectas, pero con espanto notaba que ella bebía azuzada por Megumi, que algo decía de las mujeres infantiles incapaces de beber.

-Una mujer de verdad bebe, pero es dueña de sus actos.- le decía a la muchacha.

Apenas unos diez minutos después, Kenshin tenía a Kaoru ofreciéndole sake de manera torpemente coqueta. Tenía que quitársela de encima y pensando que con suerte, al día siguiente no se acordaría de nada, le puso toda su atención a Megumi, al punto que ambos bebieron licor de la misma copa, ante la mirada espantada de Kaoru.

Megumi se burló cruelmente de Kaoru, y Kenshin miró en torno, con la esperanza de que el resto estuviera ebrio y no se percataran de las cosas vergonzosas que le decían a la chica. Fue entonces que notó que Sanosuke y su amigo intercambiaban una mirada demasiado despierta para el estado general de los demás.

Algo estaba pasando allí. Algo que requería de su atención.

Kenshin aguantó el asedio de Megumi durante una media hora más, mientras Kaoru, que acabó en el otro lado de la habitación, bebía a la par de Yahiko. De vez en cuando le dirigía una mirada capaz de derretir a un hielo por toda la ternura y a la vez la tristeza que había allí, pero Kenshin estaba más preocupado de otras cosas y cuando le fue a prestar atención, ya era demasiado tarde.

Megumi declaró que ella era demasiado digna para quedarse a alojar allí y fue la primera en retirarse, acompañada de Genzai. Le siguieron Tae y Tsubame, absolutamente emocionadas y felices por conocer a su ídolo. Un poco tambaleante, Kaoru cubrió a Yahiko con una frazada, total, el chico había caído inconsciente sobre el tatami que era blandito, y cerca de él, Kaoru se cubrió con algo y cerró los ojos. Cerca le dejó a Kenshin algo para él también, que no tenía tiempo ni espacio mental para sentirse culpable. Observaba a Sanosuke y Tsunan Tsukioka.

Se hizo el dormido por espacio de diez minutos, hasta que sintió que se levantaban y se iban de allí. Entonces se puso de pie y se acomodó la espada al cinto.

Al salir pasó por el lado de Kaoru. Sintió que ella lo llamaba y se preguntó si no estaría despierta. Pero una rápida mirada le indicó que dormía. Apagó las velas y salió de allí.

V

Kenshin regresó un par de horas después. Aún estaba oscuro. No comprendía del todo cómo, pero Sanosuke y Tsunan habían estado a punto de cometer una verdadera locura en contra del gobierno actual y él los había descubierto in fraganti. Al menos, Sanosuke recapacitó y optó por un camino más pacífico para arreglar las cosas, y Tsunan, bueno, al principio no se lo había tomado nada bien, pero, si era un verdadero amigo de Sanosuke, ellos podrían retomar esa relación sin necesidad de tener una guerra de por medio.

Al pasar por la sala principal, encontró a Yahiko destapado y teniendo una pelea en sueños, a juzgar por el modo en que se movía. Más allá el espacio donde quedó Kaoru, desocupado. Todas sus alarmas se prendieron. Corrió al cuarto de baño, al patio, pero ni luces de ella. No podía andar muy lejos, ¿O si?

La casa estaba perfectamente cerrada cuando llegó. Eso significaba que Kaoru quizá estaba dentro. Fue a verla al dormitorio, pero nada. Luego se le ocurrió que lo había ido a buscar a su cuarto pero tampoco la encontró.

Desesperado, iba saliendo al dojo cuando se pasó por la cocina. Un poco de agua, de esa que había en el balde le vendría bien, después de todo también había bebido y estaba sufriendo los efectos. Sorprendido, se encontró con Kaoru tirada en ese lugar. Luego se asustó, pensando que podría haberse caído y roto la cabeza o el cuello, pero al acercarse, la escuchó respirando pausadamente.

De pronto, el agua que había en el piso le mojó los pies y Kenshin pudo notar lo helada que estaba. Movió la palmatoria de la que se servía para ver y amplió su rango de visión. La cubeta para el agua estaba en el suelo, y cerca de Kaoru, el tazón para beber. Kaoru dormía sobre el agua completamente empapada. ¿Pero cómo llegó a pasar eso?

"No puedes permitir que siga aquí. Puede agarrar un resfrío, una gripe o algo peor"

Como no resultó llamarla, darle golpecitos en la cara ni nada de eso, Kenshin la tomó en brazos. La muchacha realmente olía a sake y eso era un serio problema… a Kenshin se le ocurrió la idea del sake tomado de sus labios.

"Estás demasiado cansado. Déjala en su cuarto y vete al tuyo."

Llegando al cuarto, Kenshin deseó por un momento estar cargando a Megumi que no le producía nada más allá de lo normal, pero con Kaoru encima sentía como si su cuerpo explotara, enviándole señales desde todas partes para que él hiciera algo al respeto. Fueron sensaciones tan fuertes que Kenshin se sintió apabullado por un momento.

La dejó sobre un tatami y luego se dio tiempo de buscarle una yukata. Regresó a su lado. Debía decirle que se quitara la ropa mojada.

"¿Eres tonto? Si la sintiera, ya se la habría quitado"

Kenshin suspiró, sentado a su lado. Él no podía dejar que Kaoru durmiera así, pero despertarla no era tan fácil. Lo intentó, por espacio de varios minutos, y con espanto, notó que ella empezaba a temblar.

La ropa de mujer era un verdadero enigma para él. Con veintiocho años, eso de los lazos, las cintas y los kimonos no los entendía, pero siempre pensaba que las mujeres debían ser unos seres especiales por el sólo hecho de poder vestirse solas. Pasó saliva nervioso y llevó una mano a la espalda de Kaoru, para desatar el nudo de la enorme cinta.

"Tonto, estás demasiado nervioso. Parece que se empieza a desatar por delante"

Kenshin dio vuelta a Kaoru y al acercar su mano al nudo de la cintura, retrocedió. Estaba muy cerca del busto. Él no podía.

-Señorita Kaoru… señorita Kaoru… Oh, por Kami, Kaoru, despierta.-

Lentamente, la joven abrió los ojos.

-¿Kensshin?

-Señorita Kaoru… señorita… está empapada, necesita cambiarse de ropa.

-Ah… la ropa.- dijo Kaoru intentando incorporarse.- Hace frrio, Kensshin.-

-Si, mucho frío. Por eso debe cambiarse. Luego se acostará y dormirá calentita.-

-Frío… oye… pero… pero… dienes que salir de la habidación. O mirar para otro lado… ¿Verdad?

-Claro que lo haré, pero cámbiese ya.

Kaoru se puso de pie con dificultad y empezó a tambalearse. Al parecer la cabeza le daba vueltas, porque le preguntó que cómo era que de pronto había tres Kenshins.

Tras desatarse el nudo de la cintura, se fue al suelo. Kenshin, que estaba en la puerta, de espaldas a ella, se apresuró en socorrerla. La dejó de pie y él regresó a su lugar. El segundo golpe no tardó en sentirse.

-J-je… jejeje… esto no está fácil.-

La tercera vez que Kaoru cayó, no alcanzó a llegar al suelo. Kenshin alcanzó a sostenerla.

VI

-Todavía no abras los ojos… - dijo Kaoru dejando caer el kimono exterior. Con las manos en la cintura de la joven, Kenshin tuvo que mover una y luego otra para que la prenda acabara de deslizarse. Tener los ojos cerrados y saber que Kaoru se estaba quitando la ropa en frente de él y que sus palmas la tocaban lo estaba volviendo loco.

Siguió el kimono interior y Kaoru se bamboleó un poco para el costado. Cuando lo hizo hacia atrás, su espalda quedó pegada al torso de Kenshin, claro que como ella estaba apenas consciente, poco le importó. Pero él ya sentía que su cuerpo estaba empezando a reaccionar.

-Yukata… yukata… canturreó la joven mientras Kenshin medio abría un ojo para buscar la prenda.- Brrr… frío… - decía como una niña pequeña. De alguna manera, el pelirrojo intuyó que la joven se lo estaba pasando en grande y no era para menos. Eso que él hacía, de ayudarle con su ropa, esa cercanía que estaban teniendo, era mucho más de lo que había tenido en mucho tiempo una muchacha solitaria como ella. No era que Kaoru se sintiera excitada como él. Era simplemente que se sentía mimada por un rato, acariciada, si se quiere, como cuando uno es niño y le hacen un cariño en la cara o cariños en el pelo o le lavan el cuerpo.

Al volver la mirada a Kaoru alcanzó a notar su espalda desnuda y lo redondo de sus nalgas. Apenas pudo reprimir el gemido que estuvo a punto de escapar de su boca con eso. Kaoru pronto se cubrió y torpemente se anudó la prenda con un obi a la cintura.

-Frrrrio, Kensshin.- dijo la joven despacio. Ya se estaba quedando dormida de nuevo, pero aún temblaba. Kenshin le abrió el futón y la ayudó a acomodarse.

La tapó hasta la barbilla y le deseó las buenas noches.

-Oye Kensshin… ¿A ti te gustaría dormir con otra persona?-

-¿Oro?

-Sí… dormir… es que… a veces siento frrrío como ahora y pienso… a veces pienso que me gustaría casarme para poder dormir con alguien que me caliente los pies… -

Kenshin sonrió ante la idea.

-Creo que debe haber un motivo más grande que ese para casarse.-

-Yo sólo quiero alguien que me caliente los pies y me haga compañía… y… y que sea… y que sea como… da lo mismo. Uno no debería soñar.

Había mucha desilusión en sus palabras finales y Kenshin, que recordó los desplantes que le hizo durante la fiesta, se preguntó si no tendría alguna culpa en ese dolor. Kaoru se acomodó sobre su espalda y cerró los ojos, pero luego cambió de postura, a una fetal. Realmente tenía frio y Kenshin le puso una frazada más.

"Ya está listo. Ahora te vas. Levántate, camina a la puerta y olvídate de todo esto."

Kenshin intentó ponerse de pie, pero no pudo. Estaba como pegado al suelo. Kaoru dormía, estaba ebria y era un completo desastre, y era mucho menor que él, y gustaba de él, pero… a pesar de todos los motivos que tenía para no tomarla en cuenta, esa noche sentía que todo eso se había borrado de un plumazo.

-¿Qué estás haciendo?- preguntó Kaoru sin abrir los ojos, al sentir a Kenshin rodear su cintura con un brazo y enredar sus piernas en las de ella.

Kenshin no respondió nada, pero permaneció acostado con Kaoru cerca de un cuarto de hora. Y durante ese momento, él supo que también sería capaz de casarse con alguien que le calentara los pies y el alma y el corazón y los sentidos como lo hacía ella.

Y a pesar de todas las ganas que tenía de tocarla, de besarla y de quedarse allí el resto de la noche, supo que no lo haría. Y fue tan fácil no hacer esas cosas, a pesar de sus ganas, que supo que lo que sentía por ella era mucho más profundo que un mero y repentino deseo.

No estaba seguro de en qué momento le había sucedido, pero sabía que si seguía por ese rumbo, acabaría más y más enamorado de ella. Pensaba que lo más prudente, antes de decirle algo, era esperar a ver cómo evolucionaban las cosas. Pensaba que hacía unos meses, ella le gustaba y sabía que pasar el tiempo cerca de ella era muy agradable, pero Kenshin ya había pasado de eso. Ahora su corazón no se contentaría sólo con tenerla cerca. Él querría más, sin embargo, debía conformarse.

-Gracias…- dijo Kaoru con una sonrisa, restregando su mejilla contra la de Kenshin, para acomodarse como un gatito en sus brazos, suspirando feliz. A pesar de la tenue luz de la vela, Kenshin notó su rubor. Era hora de retirarse.

Le besó la frente y con cuidado, se marchó.

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Fin parte uno

Soñando Despierto

Mayo 6, 2012.

Notas de autora:

Hola!

Este fanfic está especialmente dedicado a las amigas que han acompañado y aconsejado a Kaoru en cada una de sus andanzas. Nos acercamos a fechas muy importantes dentro de la historia en facebook y me siento un poco nerviosa sobre el cómo abordar los hechos que sucederán, pero en fin, hay que continuar.

Espero que les haya gustado la idea que se plantea, aunque creo que se entenderá mejor en el próximo episodio.

Les dejo un beso a todas y cariños. Que estén bien.

Blankiss.