Nota: Y aquí se acaba esto. Espero que… No haya decepcionado a nadie. Le di el toque porno, sin perder la tematica divertida del principio. Espero que haya gustado y verlo reflejado en sus Reviews. ¡arriba el Usuk!

Dedicado: A MyobiXHitachiin. Porque es un amor de nena. Me anima muchísimo con sus Reviews en todos todos mis fics. Muchísimas gracias, casi sin saberlo, me animas a seguir y a inventar muchísimo más :3 Actualizare cuanto antes "Nuevo Mundo", que se que te encanta ^/^


"Bon Aniversaire l´Amerique"


Capítulo 3: Roces y gemidos

"Solo un tonto salido podría tener una idea tan genial y descabellada. Y, además, lujuriosa…"


Inglaterra se inclino sobre los labios del americano, acariciándolo con los propios lentamente, en un suave y dulce gesto, sonriendo de medio lado al notar el temblor y rubor de Alfred.

Oye… — Llamó sin alejarse, respirando sobre su boca — No voy a comerte — Pero aun que trato de relajar su voz y su tono, América no paraba de temblar. Casi arrepintiéndose de inmediato, suspiro, entrecerrando los ojos. Quizás se había precipitado estrepitosamente y aquello no estaba bien ni era lo adecuado. Quizás al haber visto un poco de hambre en los ojos zafiro del norteamericano y entremezclada con aquella ansiedad que el mismo sentía, se había confundido.

Quizás Alfred no deseaba aquello lo mismo que el, se decía el ingles ¿Cómo va a desearme de esa manera? Simplemente… Simplemente le gustaba la ropa, era provocadora, se repetía a si mismo, alejándose con lentitud ¡Estúpido, Estúpido!

Espera… — Espetó el americano, alargando la mano, impidiendo que Arthur siguiera alejándose. Este abrió los ojos de par en par, más sonrojado que hacia unos instantes. Aquel contacto les quemaba a ambos… Podía notarlo — Espera Iggy…

¿A qué? — Inquirió nervioso el británico. Aquello había sido una pésima idea, se decía a si mismo, mientras trataba de afanarse del agarre americano.

Alfred no contesto, sólo que quedo mirando fijo y con la respiración contenida los ojos del inglés bajando lentamente por su rostro y deteniéndose en sus labios, tragando saliva — Sigue…

¿¡Q-Qué dices idiota!? — Espetó el mayor angloparlante, sintiendo que de su cara salían chispas, como si el menor hubiera dicho alguna barbaridad u osadía impensable.

Sigue Arthur — Rogó el americano, sintiendo los labios secos, cerrando los ojos y predispuesto a dejarse llevar. Esperando a que el inglés continuara…

Inglaterra carraspeó, como tratando de recordar la tarea que estaba haciendo y la cual su ex–colonia le pedía que continuara ¿Re-Realmente quería…? Tembloroso, se aproximo de nuevo a su boca, mirando embelesado sus labios entreabiertos, expectantes, relamiéndose los propios por pura inercia.

Había deseado tanto aquellos labios, aquella boca. Aquella proximidad…

Los rozo levemente de nuevo, presionándolos con una mayor intensidad, pero sin dejar de ser una pura y casta caricia en los labios ajenos. Alfred suspiro, claramente para relajarse, ayudando con la presión, sin mover tan siquiera la boca. Arthur se separo a los pocos segundos, sintiendo el corazón a mil revoluciones y todos los poros y nervios de su piel estallando al mismo tiempo… — Ya esta… Y-y no te confundas, ¡Esto lo hice por que quise! N-no p-porque tu me lo pidieras, idiota… — Su sonrojo solamente iba en aumento, mientras farfullaba aquellas palabras. Tembloroso, miro hacia otro lado. No quería ilusionarse, no quería decirle que para él aquel roce había sido algo demasiado esperado y casi perfecto. Antes muerto, ¡Nunca se lo diría!

América lo miraba con los ojos entrecerrados y con las mejillas teñidas de un ligero y adorable rubor, sonriendo de medio lado con timidez — Ya veo. E-esta bien… — Parecía turbado y nervioso, con voz baja, falta de aquel timbre que en ocasiones podía llegar a ser molesto. El inglés alzo las cejas, sin perder la vergüenza, mordiéndose los labios.

Tú… ¡Tú lo pediste!, ¡N-no sé a que viene tanta timidez ahora! — Farfulló, nervioso, acariciándose la nuca y desviando la mirada, ¡Aquello le pasaba por ilusionarse con niños! — ¡Bueno, como si me importara algo tu reacción o lo que te haya parecido! — Arthur trato de tragar saliva, pero tenia la garganta seca — Se acabo, me largo… — Masculló, girándose para agarrar la camisa que le había prestado Alfred, sintiendo como el cuerpo contrario se movía a la par que él y se acercaba aún más — ¿Q-q-qué? — Casi escupió, buscando sus ojos para preguntarle, encontrándolo demasiado cerca, de nuevo.

No es timidez — Los labios de América temblaban mientras intentaba explicarse, acercándose mas y mas al cuerpo británico. Se veía a la legua que si, estaba nervioso y tímido, pero también parecía decidido a algo — Es que no… No creo…

¿El que, idiota? No es para tanto, no tienes que ponerte así. Es un simple beso… — Arthur trato de respirar y quitarle toda la importancia que el mismo le daba a aquel simple gesto que habían compartido. Pero si para Alfred significaba tan poco, Inglaterra fingiría que para él tampoco era gran cosa. El menor desvió la mirada unos instantes, retirándose un poco de la proximidad del cuerpo encuerado del inglés, de repente luciendo mucho más tímido.

Es el primero… — Movió los labios con rapidez, casi encogiéndose ante la mirada inquisitiva del ojiverde, que alzo las cejas como si no hubiera escuchado bien.

¿El primero? ¿El primer qué? — Tanteo Inglaterra, aun que por el contexto, solo podía significar una cosa, pero le parecía tan poco creíble… ¡No podía ser!

Beso — La voz de América, siempre potente y escandalosa, era un murmullo apenas audible, carcomido por la vergüenza. Arthur lo observo con los ojos como platos, sin saber que decir al respecto, ¿Cómo que era su primer beso…? Pero… Pero… — Y-ya sé que… Es r-ridículo, pero… — El estadounidense retiro los ojos, casi a punto de estallar, haciendo que el británico sintiera una dulzura infinita ante aquella reacción tan inocente por parte de su ex-colonia. Tan dulce, inocente… — Pero… No quería hacerlo… Antes, ya sabes. No… Si no era contigo…

Inglaterra abrió aun mas los ojos si podía, ladeando la cabeza y formando una perfecta "O" con los labios, ¿América había dicho lo que había dicho? ¡Aquello significaba…significaba! No podía decirlo. Sonaba tan… ilógico e irreal — Al-Alfred… — Murmuró, azorado, tratando de parar las palabras del muchacho. Quizás las decía por cumplir y él no… No quería oír aquello. No quería que aquel muchacho volviera a hacerle daño. Era el único que podía hacerlo, él único que tenia el poder de devastarlo por dentro…

Solo quería que esto pasara contigo — Dictamino América, clavándose de nuevo en los ojos contrarios, con rostro sonrojado, azorado, pero decidido — Llevo queriéndolo… Desde siempre… Yo solo… A ti… Veras… Yo…

¿Qué clase de ridícula y torpe declaración era aquella? Se preguntaba el inglés, con el corazón saliéndosele por la garganta de pura emoción. Se acerco más aun al cuerpo americano, escuchando un suspiro provenir de los labios del menor. Sabía que aquello podría dolerle al día siguiente, pero le daba igual si Alfred quería volver a hacerle daño… Quería aquello… Necesitaba aquello…

Alfred… — Gimió Arthur contra su boca, completamente rendido ante las dulces, incoherentes y de alguna manera, decididas palabras del americano — Hazlo de nuevo, imbécil —Murmuró, entrecerrando los ojos y esperando a que este le besara. América titubeo, al sentir las manos sudorosas y un gran peso en la boca del estomago. Aquello era lo que siempre había deseado, tener al británico solamente para él… Completa y únicamente para él.

Con los labios temblorosos, se abalanzo sobre él, uniendo sus bocas con rapidez, suspirando de nuevo y cerrando los ojos, queriendo disfrutar del contacto. Inglaterra también suspiro, abandonándose, alzando los brazos y, lentamente, los pasó por el cuello del norteamericano, aferrándose más a él y pegando sus cuerpos un poco más. América pego un respingo, impresionado por el contacto más fuerte, pero siguiendo el ritmo de su ex-tutor, acercándose a él nervioso y agarrándole con decisión de las caderas, abrazándolo y dirigiéndolo hasta su cuerpo. La caricia tierna entre los labios duro pocos segundos, convirtiéndose en una batalla en que ambos querían tomar el control. Alfred, tímido y primerizo por su parte y Arthur, experimentado pero cohibido por la suya, comenzaron a soltarse, a explorar, como siempre habían deseado — A-América… — Jadeó el ingles, separándose un poco y mirándolo, con las mejillas completamente teñidas de rojo — Abre la boca… — Señalo sus labios con lentitud, y el americano, aunque tembloroso, asintió, continuando con el beso, abriendo su boca para dejar paso a que el ingles le atacara.

Sus lenguas se enredaron la una con la otra, primero lentas y tímidas –como sus dueños- para dar paso enseguida a un ritmo rápido, juguetón. Exploraban los recovecos de la boca del otro, jadeando, boqueando, mordiéndose los labios de vez en cuando. La saliva entremezclada se escapaba del ósculo creado entre ambos muchachos, deslizándose en forma de finas líneas por las comisuras de sus labios, cayendo por los lados de ambas bocas.

América comenzó a pasear los dedos nerviosamente por el cuerpo de Arthur y este se separo de su boca para gemir en voz baja, entrecerrando los ojos y echando la cabeza hacia atrás, ¡Aquello era mejor de lo que había pensado! — A-América… Ahh… — Se escapo de su boca, jadeando y pegando aún más sus pechos, sintiendo arder todo su cuerpo. Alfred respondió a su llamada volviendo a juntar sus bocas, introduciendo su lengua allí e invitando a la del británico a hacer lo mismo. Siguieron besándose y acariciándose por encima de la ropa hasta la extenuación, enfebrizados por los roces del otro, intentando adivinar los pliegues de piel que se escondían debajo de las telas –aun que la tela del inglés dejaba adivinar casi todo-

Inglaterra… — Respiro el americano, llamando la atención del inglés ante aquella manera de llamarlo. Estaba rojo, pero tenia un brillo de deseo en los ojos que Inglaterra no pudo dejar de adivinar, sonrojándose más, si podía — Quédate esta noche… — Gruño, acariciando su espalda.

N-no es una… — Trato de farfullar, midiendo las palabras de Alfred, ¡Quedarse a dormir incluía…! No… No sabia… ¿Qué mierdas le pasaba? ¡Ni que fuera un maldito virgen en su primera cita! ¡Eres el increíble Imperio Británico! ¡No seas nenaza! Se repetía, tratando de controlar sus emociones, aunque era imposible. Parecía que América, su pequeño, dulce, gritón, chillón, escandaloso y terriblemente adorable América, tenia aquello bajo su propio control — No es una buena idea. Alfred, yo debería…

Quedarte — Dictamino el ojiazul con vergüenza, pero su vez con determinación. Se aproximo más aún al rostro de su ex tutor, haciendo que sus labios se rozaran — Quédate Iggy… — Pidió en un gemido ahogado, volviendo a besarle con urgencia, casi precipitándose contra su cuerpo y Arthur, sin poder hacer o decir nada, se dejo hacer, abrumado por la necesidad del joven país, y la que el mismo sentía.

Las manos de ambos eran rápidas, curiosas y decididas. El miedo y las dudas de Arthur se disiparon en cuanto el americano comenzó a gemir contra su piel y, casi a la par, comenzaron a arrancarse la ropa con determinación, ambos ansiosos y decididos.

Ahh…Mggh… Al-Alfred… — Gemía Inglaterra una y otra vez en el hueco que se creaba entre el cuello y el hombro del americano. Estaban desnudos, sudando y extenuados. Se habían acariciado cada recoveco del cuerpo contrario, jadeando como cachorros ante el placer que provocaban las propias caricias. Alfred, para ser inexperto, tenía unas manos tan firmes y suaves… Y lo acariciaban justo donde necesitaba el ingles. Ahora el ojiazul estaba chupando cada recoveco de su piel y Arthur estaba que se deshacía en gocé — Mgggh… Ah-Ahh…. Cu-cuidado con las marcas… — Echo la cabeza hacia atrás, rindiéndose poco a poco a aquel placer inhumano — No muerdas, idiota… No muerdas…

América se separo unos segundos, sonriendo ronroneante ante el tembloroso cuerpo británico, respirando entrecortado y lamiendo con la punta de la lengua la piel salda y dulce al mismo tiempo. Arthur jadeaba, mirándolo con ojos febriles y entrecerrados, la boca semiabierta… — Tranquilo… — Murmuró, mordiendo aun más su cuello, recibiendo nuevas caricias y gimiendo — Arthur… — Suspiro en tono bajo, casi sensual y erótico, haciendo que el ingles perdiera la cabeza aún más si era posible, ¡Aquel tono bajo era seductor! ¡Demasiado!

D-dime… — Jadeo Inglaterra, mirándolo con dulzura, mordiéndose los labios, perdiéndose en los ojos azules del americano que lo observaban desde arriba con pasión. Sus orbes ardían y le hacían arder a él por completo. Se sentía consumido por dentro a cada avance que daba el menor — Dime, idiota….

América se acerco lentamente a su boca, besándole de nuevo, enredándose tanto con los labios como con las manos en el inglés. Arthur gimió, haciendo lo único que podía hacer en esa situación: agarrarse más aún al cuello del menor, obligándole a hacer aquel contacto más profundo, recorriendo su boca con la lengua, deslizándola por cada recoveco y rincón, sintiendo los jadeos y gemidos de la ex – colonia y deleitándose con ellos — Dime que quieres que haga…

Inglaterra abrió un poco más los ojos, separándose un poco del cuerpo contrario, frunciendo la boca — A-Al, no tienes que h-hacer nada, si no…

Arthur, quiero que me digas que quieres — Insistió América, volviendo a acercarse, clavándole los dientes en la yugular, succionando la suave y delicada piel de su cuello, sintiendo con deleite como el inglés comenzaba a serpentear bajo su cuerpo.

¡E-espera! Me dejaras marca, no…aahh-ah… N-no sigas… — Logro bisbisear el mayor, volviendo a cerrar los ojos, tratando de parecer lo mas convincente posible, pero sin lograrlo. Estaba rendido ante la boca del menor. Arthur no quería obligar a Alfred a hacer nada, pero… Aquello le gustaba demasiado. Y necesitaba más, su cuerpo solo le pedía más y más.

Voy a seguir — Aviso el ojiazul, mirándolo de reojo unos instantes, deslizando la lengua desde la yugular a su clavícula, sacando solamente mas gemidos de la boca de Inglaterra. Sonriendo de medio lado, siguió descendiendo, recubriendo su cuerpo de una fina capa de saliva allá donde pasaba la lengua y regalándole pequeños y suaves mordiscos — Mggh… — Farfulló, perdido en el sabor dulce que le dejaba el inglés en la boca y deleitándose con sus reacciones y sus bajos gemidos. Atacaba sin piedad su pecho, deslizando los dientes por sus pezones erguidos, mordiéndolos con saña y, casi mareado, bajando con rapidez, lamiendo su torso, delineando con cuidado la línea de su ombligo, sonriendo al sentir las manos de Arthur en el pelo, apretándolo y enredándose en sus cabellos dorados — ¿Quieres que baje más?

El inglés jadeo, incorporándose un poco. Las acciones de Alfred lo habían dejado exhausto, sin respiración. Su boca, allá donde lo tocaba, lo paralizaba y lo encendía como nunca antes le había pasado. Y no podía pedirle que parara cuando lo único que deseaba era que lo devorara por completo — I-Idiota… — Volvió a estirarse en la cama, arqueando la espalda al sentir el dulce aliento contrario en la ingle. ¡Sigue, sigue, sigue, maldita sea!

América sonrió de medio lado, deslizando la lengua lentamente por los huesos marcados de sus caderas, pasándola por la V que formaba su pelvis lentamente, dejándose guiar por los gemidos, jadeos y sonidos roncos que se escapaban de la boca de Arthur. No tenia experiencia, pero se dejaba llevar por aquellas reacciones del cuerpo contrario y lo que su cuerpo le decía. Algo trémulo, aun que no quería que Arthur lo notara, comenzó a acariciar la entrepierna del británico, acariciando con cuidado sus testículos — ¡Alfred! Ah-Ahh… Nggh — La manera en la cual Inglaterra se arqueo, jadeante, le dijo que si, que siguiera. Con mas determinación, subió el ritmo de las caricias, recordando los propios roces que se proporcionaba a si mismo, lo que le gustaba… Y tratando de hacer sentir así al inglés.

Mgggh… — Volvió a gemir el americano, sacando la lengua y, con determinación, acercándose al sexo duro, húmedo y palpitante británico, lamiendo con cuidado la punta, pasando repetidas veces los labios arrastrando el glande, sonriendo de medio lado ante sus chillidos de placer.

¡Al! Ahhh… ¡Aahh! A-América… — Arthur gemía alto, con los ojos cerrados. Hacia demasiado tiempo que no había tenido sexo, que nadie le tocaba, le rozaba, le lamia. Y nunca lo había hecho alguien con quien lo hubiera deseado tanto… —Sigue… Nggh… — Se relamió los labios, ansioso. Quería que América no se detuviera, que continuara, que… Que le hiciera enloquecer aun más.

El menor, encendido por sus gemidos, continuo lamiendo, mordiendo su pene con lascivia y deseo, arrastrando la piel que lo envolvía, ensalivándolo y envolviéndolo con la boca por completo, sintiéndolo palpitar en la garganta. Casi ido, comenzó a mover la cabeza y la boca rítmicamente, masturbando al ingles con las mejillas teñidas de rojo y los ojos encendidos. Arthur se movía, se retorcía. Movía las piernas entre espasmos a cada nuevo vaivén de los labios de su ex – colonia, aferrándose a las sabanas de la cama con fuerza. Sentía que la columna se le iba a partir por la mitad de placer, mientras boqueaba, buscando aire, pero era imposible, se estaba asfixiando — Alfred… Aah… N-no, no pares… Aahh… — Llevo las manos de nuevo a la cabeza del menos, guiándolo en sus movimientos para que fueran mas precisos y placenteros de lo que ya lo eran. América se dejo llevar, cerrando los ojos, apretando la boca y dispuesto a hacer que el inglés se volviera tan loco como lo estaba él en aquella postura. Solo bastaron unos cuantas embestidas más en la boca para que Arthur, después de arquearse y apretar los dientes aún más, soltando un largo chillido, ahogado entre gemidos, se corriera en la boca del menor, tembloroso por el esfuerzo. Alfred se incorporo, después de pasar la lengua por todo el largo del pene aun erguido, limpiándolo y, cuando llego a la cara del mayor, se deshizo en besos sobre su piel, cubriendo cada centímetro de su cuello.

Eres… Eres… — Inglaterra apenas podía articular palabra, mientras observaba un tanto embobado – tanto por los calambres pos orgásmicos como por la vergüenza de lo que acababa de ocurrir - como el menor lo devoraba a besos, dejando saliva por todo su cuello — Eres un imbécil… — Suspiro, amarrándose a su pelo, y mirándolo a los ojos durante un segundo, besándole con dulzura los labios, mordisqueándolos — Y me encanta… — Jadeante, se acerco a su oído, comenzando a lamerlo, susurrándole palabras incomprensibles y dejando su cálido aliento sobre la piel americana, que ardía aun más allá donde el ingles la tocaba. El ambiente estaba caldeado, húmedo… Excitante. Ambos rubios siguieron retozando, acariciándose en cada recoveco que encontraban, gimiendo sobre sus pieles, sobre sus labios, bebiendo la esencia del otro como si fuera la última noche que pudieran hacerlo.

Arthur, n-no sé si… Si yo puedo… — América sonaba dudoso mientras deslizaba los dedos por la columna arqueada del ingles, haciéndolo temblar con unos simples roces. Inglaterra giro la cabeza, con las cejas alzadas, mirándolo a los ojos y, con lascivia, restregándose contra la entrepierna del menor.

América… Vamos… — Gimió el ingles, girándose y quedando de espaldas al menor, presionando aun mas su trasero contra el sexo americano, que se encontraba tan tumefacto que parecía que fuera a estallar en cualquier momento — Imbécil, estas deseando metérmela… — Frunció la boca, sintiendo como el americano lo abrazaba y jadeaba en su cuello, claramente excitado — Alfred, "come on"… — En un susurro, ladeo la cabeza, buscando los labios del menor, devorándole los labios, ante lo que América contesto también comiéndosela ansioso y tembloroso, tanteando la entrada del británico con la punta de su sexo, sacando gemidos ahogados de la boca de Arthur — Ah… Empuja… — Pidió el mayor, separándose de su boca y cerrando los ojos, dejándose envolver por la calidez de los brazos americanos y la presión que ejercía con el pene sobre su cuerpo.

Alfred suspiraba entrecortadamente ante aquellas reacciones del inglés, y, con labios temblorosos, se deslizo con cuidado por su entrada, ahogándose por la extraña y húmeda sensación de entrar poco a poco en el cuerpo británico. Apretó el abrazo con sus brazos, notando la respiración irregular de Arthur, que gemía y se quejaba, ronroneando de puro gusto en su regazo. Aquello era el cielo, el paraíso. Las paredes internas de Inglaterra se ajustaban perfectamente en torno de su sexo, envolviéndolo deliciosamente y a cada movimiento que este hacia, lo sentía intensificado y más placentero — Iggy… ¡A-ah!… — Bisbiseo cerca de su oído, clavándose hasta el fondo, jadeando de puro gozo.

Mggh… Muévete, muévete. Rápido… — El tono de Arthur era bajo, lascivo. Estaba completamente ido y solo quería sentir mas de aquella dulce fricción que se provocaba al moverse el americano. Y para su gozo, Alfred le obedeció enseguida, agarrándole con determinación de las caderas, comenzando a penetrarlo pausadamente, quizás algo torpe al principio, pero haciéndole volar y desvanecerse en un instante. Quería más y más — Alfred… Aaah… No pares. Sigue… Ahhh… Así… — Iba guiándolo, y el americano solamente seguía sus indicaciones, clavándose mas hondo cuando este lo pedía, o yendo más rápido si Inglaterra lo deseaba. América le estaba haciendo perder el control, cruzar la línea de no retorno. Congestionado, se apretó contra su cuerpo, sintiendo su húmeda y pegajosa espalda pegarse con el torso cubierto de sudor del menor — Al…Al… — No paraba de repetir, buscando su boca de nuevo, encontrándola, dejándose morder y gimiendo sobre ella.

Arthur… Me voy… Ahhh… No puedo… más… — Aviso el menor, casi ido, cuando un ruido sordo los saco a ambos de su privado mundo, caliente y húmedo. Se buscaron los ojos, sin saber a que se debía, cuando el ruido de una risa estúpida atravesó la habitación.

¡Bo-on Ani-iversarie de nuevo, mon chere Alf-fred! — La voz borracha del francés se hizo presente por toda la casa casi al mismo tiempo, mientras la puerta de la habitación del americano se abría de par en par y se asomaban un par de cabezas. Arthur pego un chillido, aforrándose a los brazos de Al, asustado unos instantes, pero enseguida enrojeciendo de ira, ¿¡Qué mierdas…!? Sintió como Alfred salía de dentro de él casi corriendo y aquello le jodió mas que nada… ¡Iba a matar a alguien! — ¿Te ha asesinado tu querido regalo o te dejo vivir? ¡Hemos venido por que estamos preocupados por ti!

¡Francis! — Chillo el español, que había asomado la cabeza el primero y estallaba en risas ante la escena de ambos cuerpos enredados en la cama y cubiertos de sudor. Estaba sonrojado y con aires de borracho. Estaba mas que claro que los tres amigos habían estado bebiendo hasta hacia unos instantes — ¡Francis, que lo están haciendo! ¡Están follando! — Se carcajeo, mientras que el prusiano que también había entrado, caía al suelo, riendo como un loco. Alfred cogió una manta con rapidez, tapando el cuerpo desnudo y sudoroso del británico, que estaba completamente rojo y a punto de estallar, ¡Aquello no era bueno!

¿¡Que!? ¿Tan pronto? — El galo apareció precipitadamente, tropezándose con sus propios pies — ¡Mierda, si llego a saberlo, esto me lo regalo a mi mismo! ¡Mon petit Amerique ha conseguido quitarle la ropa al estúpido ex-vándalo!

¿¡A quien llamas vándalo, pedazo de idiota!? — Inglaterra estallo, incorporándose y tapándose aun con la sabana. Tenía la cara completamente roja y brillante y de sus ojos salían chispas. Los tres amigos estallaron en risas de nuevo, y esto pareció sacarlo de sus casillas por completo — ¡Que mierda hacéis aquí ahora! ¿Me visten de puta, me maniatan y ahora a que vienen? ¡Imbéciles, yo los mato! — Chilló, levantándose de la cama, y, con gesto amenazante se dirigió a ellos — ¡Váyanse de aquí, o los mato, aquí mismo! — Entre risas y gestos torpes, el trío salio corriendo, farfullando palabras incomprensibles y deshaciéndose en risas provocadas por el inglés tapado con aquella manta, que los perseguía ¡Aquello era demasiado bizarro!

Inglaterra jadeaba en el marco de la puerta, mientras se escuchaban las risas y silbidos de los tres borrachos, que parecían salir de la casa — ¿Cómo diantres han conseguido entrar? ¿Qué querían ahora?

No lo se — Dictamino el americano medio divertido, alzando la cejas y sentándose en la cama — Pero sé que mañana le diré a Francis que me devuelva la copia que tiene que la llave de mi casa — Ronroneo, soltando una carcajada ante la cara de indignación del inglés, el cual tenia los ojos en blanco y bufaba.

Si es que a quien se le ocurre… — Su tono era molesto y de desagrado, seguía envolviéndose con la manta aun que el trío ya había desaparecido por completo y ambos habían escuchado el golpe de la puerta principal al cerrarse. Alfred ladeo la cabeza, mirando a su ex – tutor con una sonrisa tatuada en el rostro — ¿Qué demonios miras? — Farfulló, de mala gana, desviando los ojos.

A ti — Confeso, con un ligero sonrojo, provocando que el contrario también se sonrojara — Vamos vuelve aquí. Creo que hemos dejado algo a medias… — Ronroneo América, en tono felino, señalando su lado en la cama. Arthur se sonrojo más si era posible, titubeando y finalmente dejando caer la sabana al suelo y deslizándose hasta su lado, gateando sobre el colchón hasta quedar a su lado — Te quiero Arthur… — El menor lo tomo de la cintura, abrazándolo y volviendo a la tarea de comérselo a besos, e Inglaterra se perdió poco a poco el ceño fruncido, fundiéndose con el menor, y devorándolo lentamente, sin contestarle a su intima confesión. No hacia falta. Y aun les quedaba noche y no pensaba desaprovecharla. Ni ninguna de las otras noches que les quedaban por delante…

The End (?)... [O quien sabe]


¡Y se acabo! Maldita espera a la que os he sometido, ¡Siento haber tardado tanto! Pero trato de ser buena y no dejar nada a medias ni sin terminar. He dejado el "The End" con el interrogante por que hasta ahí tengo pensado por ahora dejarlo. Pero… ¡Quien sabe! Quizás en alguna ocasión suba algo de estos dos. Todo puro fan service, pero a veces eso es bueno :D

¡Gracias por los reviews! De verdad… ¡Sois todos amor! Espero seguir con este ritmo de actualizaciones y en una semana haber terminado dos fics mas ^^

¡Hasta la próxima actualización! Un beso y gracias por seguir esta pequeña y pornográfica historia (: