LOS COLORES EXTERIORES

Libro Tercero
El Rey de los Fanáticos

Un relato poco creíble sobre lucha, traición, fanatismo y redención. Y también ponis.

Primer Acto: El campamento demencial

Capítulo 18 – Un juego de potrillos

"De entre todos los males que pueden aquejar a los ponis, ninguno se compara con la crueldad de la guerra. En el campo de batalla, uno se encuentra realmente solo, mientras que el peligro y el miedo acechan ocultos en cada zanja, tras cada roca, deteriorando día con día los troncos de los árboles, así como el espíritu y el cuerpo de cada combatiente.

"Soy un soldado, y me arrastró con dificultad por el suelo, tratando de no ser visto. Mi abdomen roza contra la tierra conforme me arrastro, y al llegar al linde del bosque, aguanto la respiración antes de asomarme a mirar hacia donde se encuentra la fortaleza enemiga. Entre las ramas de un arbusto, alcanzó a ver una agitación en los arboles distantes y me parece que debe tratarse del resto de mi compañía. Debo darles una señal, debo hacerles saber que me encuentro aquí y lo que he visto, pero debo evitar ser descubierto. Debo ser rápido y discreto… solo tengo una oportunidad…"

—Hola Snips, ¿qué haces? —escuchó que le decía una dulce vocecita a su espalda y al pequeño y regordete potrillo se le escapó un chillido del susto.

Al girarse se encontró con el rostro de Sweetie Belle. La pequeña unicornio blanca lo miraba sonriente. Snips estaba escondido tras un arbusto en el borde de una pequeña arboleda a las afueras del pueblo. Detrás de Sweetie, aparecieron también sus amigas: Scootaloo, una pegaso de color anaranjado y melena purpura; y Apple Bloom, la poni de tierra de color amarillo y melena roja.

—¿Qué hago yo? —respondió el pequeño unicornio azul con esa voz chillona suya — yo debería preguntarles, ¿qué hacen ustedes aquí?.

—Salimos a recoger flores —contestó Apple Bloom —hoy queremos ver si conseguimos nuestras marcas como Cutie Mark Crusaders floristas, ¿verdad, Scoots?

—Si… algo así —dijo la pequeña pegaso aludida demostrando no estar demasiado contenta con esa idea.

—¡Floristas! —se rió entonces Snips —bueno, lamento informarles niñas que tendrán que ir a recoger flores a otro lado. Esto no es un parque. Es un campo de batalla y no es lugar para potrillas.

—¿Un campo de batalla? ¿De que estas hablando? —preguntó incrédula Scootaloo.

—Así como lo oyen. —infló el pecho el potrillo gordinflón al ver que tenía un público con interés —Yo soy un soldado, y como tal, estoy en misión de reconocimiento en las cercanías de la fortaleza enemiga. Del otro lado, se encuentra el resto de mi compañía esperando mi señal para atacar.

Snips no había terminado de hablar, cuando de entre los arbustos apareció con paso torpe y apresurado, su amigo Snails. Se trataba de un unicornio de color amarillo quemado y melena aguamarina.

—Snips, escuché que gritabas, ¿es esa la señal?

—No, Cabo Snails, esa no fue la señal. Grité porque estas niñas me asustaron. Y te he dicho que me llames Teniente Snips.

—No me digas que este es el resto de tu compañía —dijo Apple Bloom, y ella y sus dos amigas no pudieron evitar echarse a reír al ver la escena que se pintaba ante ellas. Snips y Snails estaban cubiertos de polvo, hojas y ramitas que se les habían pegado mientras habían estado jugando a la guerra.

—Ríanse todo lo que quieran —se aclaró la garganta Snips —lo que hacemos Snails y yo es muy serio. Nos preparamos para la guerra. Es lo que los potros valientes que quieren ser soldados, como nosotros, hacemos.

—¿Prepararse para la guerra? —dijo Sweetie Belle mientras Scootaloo se echaba a reír de nuevo —Pero Twilight me dijo que no ha habido guerra en Equestria desde hace siglos.

— Oh, pero eso no quiere decir que no vaya a haber una guerra pronto —respondió Snails con aire sombrío, estropeado por su tono de voz grave y torpe. —miren ahí. Esa es la fortaleza del enemigo.

Las tres pequeñas ponis se asomaron a donde el casco del unicornio les señalaba. En un amplio claro del bosque, alcanzaron a ver la boca de un enorme foso abierto en el suelo. Parecía haber sido excavado hace poco, pero estaba completamente bloqueado, cubierto por tablas de madera a toda lo largo de la abertura.

—No es cierto. —Dijo entonces Scootaloo —ese es el agujero que abrieron en la tierra los lizerinos el verano pasado. Varios ponis de la aldea ayudaron también. Rainbow me platicó todo al respecto.

—¿En serio? Si es así, ¿porque entonces tiene una puerta? —interrogó Snips haciendo notar un ancho aguerjo que habia en el entablado que tapaba la boca del foso.

—Eso no es una puerta. Parece mas bien un hueco. Creo que las tablas de madera debieron pudrirse de ese lado. —alcaró Apple Bloom entornando los ojos para ver mejor.

Pero de haberse acercado, se hubieran percatado de que no habia rastro de descomposición en el entablado del pozo, sino que las placas de madera rotas parecian haber sido quemadas en esa parte.

—Bueno, para ustedes es un fozo con una agujero, para nosotros es una fortaleza con una puerta. Ahora si nos disculpan, vamos a seguir con nuestra mision. —sentenció el unicornio gordito, cuando a coro, las tres niñas pidieron:

—¿Podemos jugar con ustedes?

—No —respondieron entonces a coro los dos potrillos. —este es un juego para corceles, no para yeguas.

—Pero ustedes solamente son dos, ¿que clase de compañía tiene solo dos soldados? —dijo Apple Bloom.

—Bueno, somos una compañía compacta. —dijo Snips —Aunque nos harían bien mas reclutas ¿Dónde está su amigo Spike?

—Está enfermo —dijo Sweetie Belle un poco afligida de recordarlo —le dio catarro.

—¿Un dragón con catarro? —se asombró Snails de oírlo.

—Es una lástima —Snips bajó la mirada —pero no hay nada que hacer. Es él o nada. No admitiré potrillas en mis tropas. Ustedes váyanse a seguir recolectando flores.

—Sí. Dejen a los machos los asuntos importantes. —concluyó Snails. Ambos potrillos se dieron la vuelta, engreídos y comenzaron a caminar rumbo al foso entablado en el límite con el bosque Everfree, dejando a las tres chicas con el ceño fruncido por sus injustos comentarios y su actitud tan cerrada.

Fue entonces, cuando una extraña voz llamó la atención de los cinco pequeños:

—Si yo fuera ustedes, no me acercaría ahí. —era una voz apagada, profunda y distante, como la del viento al rugir por las grietas de una caverna.

Los infantes se giraron y alcanzaron a ver a quien hablaba. Se trataba de un alto poni cubierto por una capa de color oscuro. Su cabeza estaba escondida bajo una capucha, y la parte del rostro que estaba a la vista, parecía estar pintada de blanco con varias líneas en rojo que le atravesaban toda la cara.

—¿Quién es usted? —le preguntó Apple Bloom desconfiada.

—Eso no es muy importante, pequeña poni. Lo importante es que ustedes cinco regresen a la villa de inmediato, no sea que algo malo les pase.

No había terminado de hablar el extraño, cuando otro poni surgió de entre los arbustos. Este tenía el pelaje de un color rojo a dos tonos y su cabeza entera estaba cubierta por lo que aprecia un saco tejido. Había un agujero en el saco por donde asomaba uno de sus ojos. Donde debería estar el otro ojo, había habido otro agujero en el saco, pero había sido remendado. Este nuevo poni se acercó a los cinco jóvenes potros con aire amenazante, caminando casi a rastras como un depredador felino que ha acorralado a una presa.

—Se los dije. —continuó el poni encapuchado, torciendo una maligna sonrisa bajo su capa —él ha olido su miedo. Ahora es demasiado tarde para ustedes.

Snips y Snails retrocedieron asustados hasta reunirse con las tres potrillas que miraban al extraño poni color carmesí acercándoseles amenazante, gruñendo y haciendo extraños ruidos como una bestia salvaje. El ojo que tenía a la vista se veía desorbitado y de un color rojo brillante. Los cinco infantes comenzaron a retroceder temerosos, pero entendieron que estaban sitiados: al frente estaba aquel salvaje poni, mientras que detrás el extraño unicornio encapuchado les cerraba el paso. El poni carmesí se acercó a ellos al grado que podían sentir su respiración salvaje y agitada emanar del tejido del saco que le cubría la cara.

—Ya basta, Wild Instinct. Ya los has asustado suficiente. Ambos sabemos que no podemos hacerles nada —lo reprendió entonces el extraño encapuchado.

—Oh, vamos, BlackRune, son solo potrillos, nadie va a saberlo. —habló Wild Instinct parándose derecho sobre sus patas y hablando como un poni perfectamente normal y civilizado.

—Tú escuchaste perfectamente la orden del señor Azorakt. Tenemos prohibido dañar a cualquier habitante de Ponyville, o acercarnos al pueblo, hasta que él ordene lo contrario. —le recordó solemnemente BlackRune.

El poni de tierra cuya cabeza estaba enfundada en un saco tejido miró con pesar a los cinco potrillos asustados. Pero después de reflexionar un momento, volvió a mirar a su compañero con un renovado brillo en su ojo color carmín.

—Pero el verdadero interés del Señor Azorakt está puesto en las Seis Principales. No le molestará que nos divirtamos con estos pequeñines. Además, no están dentro de Ponyville, por lo que no estaríamos violando la prohibición de su Magnificencia.

—Tienes razón, —meditó entonces BlackRune —tienes mucha razón.

Pero para cuando ambos ponis bajaron la mirada para ver a sus amedrentadas presas, se percataron de que los cinco potrillos habían aprovechado la plática de los dos adultos para escabullirse por el camino de vuelta al pueblo.

—¡Atrápalos! —gritabó desesperado Wild Instinct a su compañero, y ambos ponis echaron a correr tras ellos a todo galope.

Las Cutie Mark Crusaders acompañadas de Snips y Snails corrían a todo lo que sus pequeñas piernecitas les daban. Corrían entre los arbustos y hierbajos, entre rocas y árboles, cuando, adelante vieron que se encontraba de pie otro poni adulto. Se hallaba de espaldas y tenía el pelaje color gris y una melena larga y lacia color azul oscuro.

—Ayúdenos, por favor, esos dos ponis de allá nos persiguen y quieren lastimarnos… —comenzó a suplicarle Apple Bloom, que venía a la cabeza del grupo, sin dejar de correr.

Pero no pudo terminar de decirlo, pues tan pronto el poni gris se dio la vuelta, la pequeña se quedó muda del miedo. Aquel poni tenía el rostro cubierto por una aterradora mascara de metal y las observó a través de los orificios para los ojos con una mirada desquiciada. Cargaba sobre sus costados una mochila llena de afilados objetos de acero, y tan pronto los cinco potrillos pasaron a su lado, el poni trató de alcanzarlos con un agudo gancho metálico que cargaba en uno de sus cascos.

El intento fue inútil, pues aunque no alcanzó a asestar el golpe, logró dispersar al grupo de potrillos que escapaban aterrados del lugar.

—Que gusto verte, Steel Madness —Wild Instinct saludó al poni del garfio tan pronto lo alcanzó en su carrera, acompañado de BlackRune. —lástima que, como de costumbre, no diste en el blanco.

—Eso ha sido solo el primer intento —respondió el enmascarado comenzando a correr junto con sus compañeros —pero de haber sabido que vendrían de cacería me les habría unido desde el comienzo. Los puedo ayudar a atrapar a esos diminutos bocadillos de poni, pero saben cuál es mi único requisito.

—Lo sabemos —respondieron los otros dos —si atrapamos a las Cutie Mark Crusaders, Scootaloo es toda tuya.

De no haber estado usando su aterradora máscara de hierro, sus compañeros habrían podido ver a Steel Madness hacer una cruel sonrisa mucho más perturbadora de la que exhibía su disfraz.

Para los pequeños, este juego había dejado de ser divertido. Sentían que sus fuerzas se terminaban y aun se encontraban muy lejos de la villa. Sus ahora tres perseguidores no parecían estarse fatigando sino que daba la impresión que corrían cada vez con más ahínco ante la esperanza ferviente de atrapar a sus presas.

Entonces Scootaloo tuvo una idea. Se desvió un poco del camino para esconderse tras el tronco de un árbol. Sus dos amigas la vieron, pero ella les hizo una seña con su casco para que no dijeran nada y continuaran corriendo. La potrilla tomó una gruesa rama que seguía fijada al árbol, y la dobló haciendo uso de toda su fuerza, manteniéndola flexionada.

Cuando los cazadores pasaron junto al árbol en que estaba oculta la pegaso; con el estruendo de un pesado látigo que chicotea, la gruesa rama que Scootaloo había doblado a propósito, fue a estrellarse de lleno con la cara de los perseguidores derribándolos por un momento.

Satisfecha, Scoots vio derribados a los ponis agresores para luego percatarse de que solo eran dos los que habían caído golpeados por la rama. La confianza desapareció de su mente, mientras un poderoso miedo surgió en su corazón al ver cuál de ellos faltaba: Steel Madness no había sido alcanzado por su trampa.

Todo ocurrió rapidísimo. Con el sonido de una flecha que vuela por el cielo, el poni enmascarado cayó sobre la pegaso esgrimiendo una enorme y afilada hoja de hierro curvada sostenida sobre un bastón. El golpe de la guadaña fue a clavarse de lleno en el piso, pero sin hacer daño a su objetivo. En lugar de eso, la pequeña pegaso anaranjada estaba suspendida en el aire sobre el sitio en que había estado parada hacía unos instantes. No entendió de inmediato lo que había ocurrido, pero en cuanto se dio cuenta de lo que pasaba, recuperó la confianza en sí misma.

Estaba volando. Sus pequeñas alas se agitaban velozmente permitiéndole maniobrar sin problemas en el aire. Steel Madness extrajo su arma de la tierra y la esgrimió violentamente en el aire sin poder acertar uno solo de sus golpes. Scootaloo aprovechó entonces para salir disparada hacia el pueblo. Conforme volaba se dio cuenta de que su cuerpo iba descendiendo poco a poco, hasta que, temiendo caer al piso, posó sus piernas sobre el suelo y comenzó a correr de nuevo. Escuchó pasos a su lado y al ver entre los arbustos, vio a Sweetie y a Apple Bloom que corrían con ella.

Bajaron por la ladera deprisa pero con cuidado, hasta llegar a Ponyville. Tan pronto estuvieron en el pueblo, tocaron en la primera casa que reconocieron. La puerta tardó en abrirse, pero ellas insistieron, hasta que alguien les abrió:

¿Chicadh que hadhen aquih? —era Spike, que usando una pequeña bata verde, y por la manera en que hablaba era obvio que aún seguía resfriado.

Las tres Cutie Mark Crusaders estaban tan cansadas que no pudieron decir palabra. Entraron respirando agitadamente, y se sentaron en el piso mientras Spike cerraba la puerta de la biblioteca.

Cuando finalmente pudieron recuperar el aliento, comenzaron a contarle a Spike todo acerca de BlackRune, Wild Instinct y Steel Madness, los tres ponis psicóticos que se encontraron a las afueras del bosque.

¡Edho edh tedhible! Pedho, ¿Qué padho con Dhnipd y Dhnaildh? —dijo el pequeño dragón tratando de hablar lo más claro posible con su nariz constipada.

—Ellos llegaron al pueblo antes que nosotras —dijo Apple Bloom —ya deben estar en sus casas ahora.

—Nosotras nos quedamos atrás deteniendo a esos extraños ponis. Si no fuera porque Apple Bloom y Sweetie Belle se quedaron conmigo no habría salido de esta —añadió Scootaloo.

—¿Entonces te diste cuenta que te levanté con magia? —preguntó la pequeña unicornio.

—¡Claro que me di cuenta! Sentí que prácticamente flotaba y me movía sin hacer el menor esfuerzo. Que Rainbow haga parecer que volar es fácil no quiere decir que de verdad lo sea. —respondió la pegaso y las tres amigas se sonrieron.

Pero la alegría no duró mucho, pues cuando Scootaloo volvió a hablar, había preocupación y miedo en su voz.

—Ustedes también los escucharon, ¿verdad? Cuando se encontraron con el tercer poni. Ellos dijeron mi nombre. Me conocen. —levantando la vista, sintió que rompería a llorar en cualquier momento —creo que vendrán por mí.

—Nos conocen a todas. Uno de ellos nos llamó Cutie Mark Crusaders. Descuida, Scoots, no dejaremos que se salgan con la suya. —la animó Apple Bloom —¡Debemos decirle a Twilight de inmediato!

Temo que edho no edh podhible les aclaró Spike. El dragoncito tomó un pañuelo, y después de limpiarse la nariz ruidosamente continuó —ella y el resto de las chicas salieron esta tarde a una audiencia con la Princesa Celestia y la Princesa Luna en Canterlot. Tal vez vuelvan hasta mañana a medio día.

—Entonces debemos alertar al resto del pueblo, decírselo a la Alcaldesa. Nadie está seguro con ese trio de locos suelto por las calles. —corrigió Apple Bloom.

—Tal vez no sea necesario —dijo entonces Sweetie Belle mirando por la ventana en dirección al bosque —recuerden lo que dijeron. Tienen prohibido entrar al pueblo y dañar a sus habitantes, por lo menos por ahora.

—Es verdad —recordó Scootaloo —se los prohibió el señor… ¿cómo era el nombre? ¿Azorakt?

—¿Quién es el señor Azorakt? —preguntó Spike. Las tres potrillas se miraron no pudiendo dar respuesta alguna.

Mientras tanto, sobre la ladera que llevaba al bosque, los tres ponis forasteros miraban enojados hacia Ponyville.

—No puedo creer que nos hayan superado un montón de personajes de relleno —dijo Wild Instinct ofendido.

En un movimiento increíblemente veloz, Steel Madness desenfundó su agudo garfio y lo apuntó hacia el cuello de su compañero de color carmesí.

—No vuelvas a llamar así a las Cutie Mark Crusaders o seré yo quien te saque el relleno. —dijo el poni enmascarado con una mirada demencialmente furiosa.

—Tranquilos —los interrumpió BlackRune con esa voz tranquila, pero grave y aterradora suya —no hace falta que nos destripemos unos a otros. Debemos ser pacientes y esperar. Pronto, la prohibición de su Magnificencia será levantada y nosotros podremos divertirnos con los habitantes de Ponyville. Mientras tanto, podemos sentarnos a planear un fin de lo más terrible y doloroso para cada uno de ellos, y así estaremos listos cuando se levante la prohibición del señor Azorakt…

Arriba, en el cielo, el sol se ocultaba ya en el horizonte, pintando el firmamento de un peculiar tono rojo intenso, mientras la voz siniestra de los tres ponis dementes se elevaba a coro pronunciando, como una sentencia final, el extraño nombre de aquel amo desconocido:

—¡Del poderoso e infame señor Azorakt, cruel y desalmado dueño de los destinos de toda Equestria!