DISCLAIMER: Los personajes pertenecen a la distinguida Señora Meyer, nosotros jugamos al antojo de nuestras retorcidas mentes. Cualquier semejanza con "Gata Salvaje", "Pasión de Gavilanes", "Las María del Barrio" o "Maldita Lisiada" es premeditada en su máxima expresión, con la intensión de que podamos reírnos un poco a costa de un culebrón siliconado.


EPÍLOGO.

-Quizás ni siquiera sirvo para esto — se regañó mentalmente a sí misma, mientras seguía arrastrando los pies por encima de los escombros —. Mierda, gracias a Dios que nadie al menos puede verme — continuó, hablando solo con ella —, quizás de pronto padre no tenía razón, dudo mucho que algún día encuentre algo para lo que realmente sirva …

Unas risillas se escucharon desde la distancia. Simplemente rodó los ojos, continuando con su ardua labor. Ya ni siquiera el olor molestaba, daba igual sí hacia frío o calor, pues a finales de cuentas el último mantra de su mente se repetía una y otra vez:

-Recibo lo que merezco, cosecho lo que sembré.

Otras risillas se hicieron notar. Subió la vista sobre su hombro buscando al o las autoras de ellas, sin ver nada, por supuesto.

-Bueno, supongo que merezco que todos los días vengan a reírse de mí, pero no por eso dejaré de decirles que son unas cabronas.

-Oh, vamos, no nos estamos riendo de ti, princesita — Irina salió tras del montón de basura luciendo tan desgarbada como siempre. Una pañoleta fea y azul cielo tomaba sus rizos rubios, más una enorme sonrisa feliz adornaba su rostro. Ella simplemente suspiró con nostalgia. Sin embargo, su pecho se contrajo al ver que tras de ella venía María…

Aquella mujer que le había robado todo. Aquella hermosa mujer, porque pese a que ella vistiese como una pobre indigente, asquerosamente mal combinada y feamente peinada, se podía ver claramente lo hermosa que era.

Aparte, no era como sí ella ahora vistiese mejor que ella.

Bajo la vista despacio, casi con vergüenza hacia su aspecto. Aquellas feas calcetas moradas las cuales adornaban sus piernas y la cubrían del frío, las sandalias color rosa, la falta horrenda, negra con blanco y aquél blusón color café no eran de lo mejor, e inclusive, en este momento, María vestía mejor de ella.

Pero alzó la vista con orgullo hacia ese par, pues ella ya no tenía de que avergonzarse. Estaba cosechando exactamente lo que había sembrado, merecía todas y cada una de las cosas que ahora pasaban por su vida.

Con tristeza recordó el último día que su padre la visitó. Vestido de blanco completamente, del brazo de la que había sido el ama de llaves toda su vida se internó en ese maldito lugar solamente buscándola.

Hija — la había llamado, más era ella misma quién no se había perdonado. Las palabras con las que ese día la habían corrido de su casa y desheredado aún eran crucifijos que se clavaban en su mente, en su piel.

Heridas de las cuales nunca podría sanar, y de las cuales no culpaba a nadie más que a ella misma.

Ella merecía que la desheredaran. Ella merecía que la sacaran de esa casa, y ella merecía dejar de ser una Cullen.

Porque ella, producto de la ambición y el miedo había estado a punto de matar a toda la familia Cullen, y eso era algo que jamás se iba a perdonar.

Observó sus manos, sucias y roñosas producto de dos años recogiendo basura y vendiendo lo que pudiese encontrar para poder sobrevivir. Dos años donde se había acostumbrado al hedor, al frío, al miedo de quizás mañana no amanecer viva.

Pero era extraño, porque nunca en toda la vida se había sentido tan viva.

Carlisle le había prácticamente rogado que regresase, que volviese a casa, que ya todo estaba olvidado. Que sabían que ella había cambiado, que ser castigada con el desamor del hombre que amaba era la condena más grande.

Él tenía razón, sabía que los grandes corazones de sus hermanos y Bella estaba sin rencores, sabía que Jasper no le odiaba, es más, que la había perdonado, pero simplemente era ella quién no se podía perdonar.

Fue por eso que besó la frente de su padre dos veces y rechazó volver a su hogar.

Siempre habrá un lugar para ti, princesa — había dicho después de marcharse.

Y ella lo sabía bien, pero también sabía que no iba a volver.

-Yo creo que cada día está más loca… — cuchicheaba Irina en el oído de su amiga. Alice simplemente sonrió, rodando los ojos y volviendo a agacharse.

-No estoy loca, solamente hay muchas cosas en mi cerebro — observó sus manos con la pequeña pala, removiendo los escombros y la basura, para ver si encontraba algo de valor el día de hoy. Esperaba que sí, tenía muchas ganas de tomar un buen vaso de leche. De pronto un par de manos morenas se unieron a las de ella, rebuscando entre los montones de basura. Unas más blancas del otro lado. Se tensó, más no lo demostró y en silencio observó como María e Irina buscaban con ella.

-¿Qué hacen? — interrogó, alzando las cejas mientras se cruzaba de brazos. Las chicas no parecieron percatarse de su evidente molestia, pues siguieron buscando como si no la hubiesen oído. Después de unos minutos María contestó.

-Buscando algo de valor.

-Pero sí ustedes ya tienen de todo, ¿cuál es la idea de seguir buscando basura?

-Ayudarte — respondió simplemente, mientras se encogía de hombros. Los ojos de Alice se abrieron asombrados y sedientos de un hogar. De amigos. Sacudió la cabeza y tomó sus manos con delicadeza, sin querer ser grosera con ellas. Esa parte de ella había muerto hace mucho, junto con la soberbia y la ambición.

-No es necesario, chicas, pero muchas gracias de todas maneras.

-Mierda, realmente este cambio te ha afectado la chaveta, princesita — Irina río, fuerte, haciendo que su corazón se encogiera preso de la vergüenza. Agachó la mirada, entonces María observó a su amiga por encima de Alice, reprendiéndola. Eso no era lo que habían hablado con Bella. Iban a ayudarla, no a criticarla. Irina se encogió de hombros, articulando un "lo siento" —. Oh, vamos Alice, aquí no hay nada de lo que avergonzarse — palmeó su espalda, poniéndose en pie y sacudiendo su falda roja —. Solamente mueve tu culo de ahí, en este montón no hay nada, podrías pasar toda tu vida buscando y solo encontraras un poco más de ropa vieja — se hizo sombra con su mano, y entonces apuntó hacia un montón de basura alejado por unos cuantos metros —. Es allá. Ahí es dónde está el oro.

El corazón de Alice se apresuró al sentir por primera vez la bondad y la camaradería de forma sincera. Sin dobles tintas, sin dobles intenciones. Una mano entonces se extendió desde la altura, ofreciéndose para incorporarla. Levantó la mirada y vio como María estaba iluminada por el sol, y ofrecía su mano como apoyo. Una verdadera sonrisa se extendió por su rostro y la tomó.

-Irina suele tener razón cuando dice que encontrará algo de valor. Es solo que nunca ha sido oro — rodó los ojos —. Pero hacer esto acompañada siempre es más fácil — le guiñó un ojo mientras comenzaban a caminar.

-¡Por supuesto que siempre tengo la razón! — chilló la aludida, mirándolas sobre su hombro —. Es por algo que nací en este sórdido lugar, ¿no? — todas rieron entonces, sintiendo quizás, un poco de esperanza para la desplazada Cullen.

-¿Algún día piensas volver? — preguntó la morena, y los ojos de Alice se desviaron hacia ella mientras limpiaba la comisura de su ojo, la cuál lagrimeaba por el baile de la victoria de Irina, quién había encontrado un billete de cien dólares dentro de un pantalón. Hacía tiempo que no reía tanto.

La observó durante un minuto y por primera vez se sintió tranquila, y comprendió porque Jasper la había escogido. María era buena gente, cosa que ella, en su momento, simplemente no había podido ser.

La esperanza se filtró en Alice Cullen y sonrió nuevamente ese día.

No lo sé. Quizás algún día.

—MDB

Un año después.

-Maldita sea, ¡Sabrina de las Mercedes ven acá!

-Mami dijo una mala palabra — canturreó Jonas tras de ella, y Bella simplemente se echó al suelo, poniéndose en posición fetal.

Estaba cansada, los niños realmente la tenían agotada, y en ese momento deseaba con todas sus fuerzas desaparecer. Pero el silencio que se hizo en la casa después de su magistral caída al suelo fue algo que la recompensó con creces. Sabía bien lo que ahora venía.

-¡Sabrina! — chilló su pequeño —. Molestaste a Mamá y ahora se quedó sin cuerda — unos pequeños pasitos se sintieron al otro lado de su cuerpo mientras ella se apretaba más y escondía la cabeza en su pecho.

-¿Mami? — interrogó una pequeña voz nasal, de más de tres años de edad. Isabella sonrió, pero los niños no pudieron verla —. ¿Mamá? — inquirieron ambos a la vez, el miedo filtrándose en sus vocecitas. Quiso golpearse por ser mala madre, pero entonces el portazo la sacó de sus cavilaciones.

-¡Familia llegué! — podía imaginar sus elegantes manos desenredando el nudo de la corbata, y poniendo el maletín en manos de Dora, la nueva ama de llaves. Sonrió como una niña.

-Es papá — dijo su pequeño, urgiendo a su pequeña hermanita —. Sí sabe que hicimos enojar a Mamá va a molestarse mucho.

-¿Pero qué le pasa? — respondió su pequeña con miedo, y pudo imaginarla chapándose un dedo nerviosa.

-No lo sé, después lo averiguamos, pero ahora, ¡vamos a esconderla! — de pronto sintió como cuatro manitas la tomaban de todas partes tratando de moverla. Se hizo la fuerte y los niños comenzaron a forcejear con ella.

-¿Niños? — la voz de Edward se sintió más cerca. El hombre observó la escena, como sus pequeños hijos se escondían tras el cuerpo de su madre, quién comenzaba a temblar de la risa y decidió seguirle el juego a su esposa —. ¿Qué le pasa a Mami? — preguntó con voz temblorosa, y Bella supo que le había leído la mente.

-Papi yo…

-¡Sabrina es la culpable de todo! — gritó Jonas apuntándola y echándose a llorar —. ¡Ella hizo enojar a Mamá! ¡Ella la desobedeció, papi!

-¡Eres un mentiroso! — chilló la niña —. Y también… y también…

-¡Whaaaaaaaaaa! — dijo Bella incorporándose de pronto y asustando a los niños, los cuales gritaron estridentemente y se acercaron corriendo abrazando las piernas de su padre. Bella se echó a reír doblándose por el estómago viendo las caras pálidas de sus pequeños. Edward le sonrió, pues nunca había visto una escena tan bonita.

Observó a sus hijos, quienes miraban a su madre como si hubiese enloquecido, pero pronto una sonrisa se empezó a extender por sus rostros. Pronto todos estaban riendo, pues Edward había tomado a los niños haciéndoles cosquillas hasta que se botaron al suelo cansados.

Bella se acercó a él, quién sostenía a los pequeños en la alfombra, atacándolos sin tregua y le sonrió acariciando su cabello desde la altura. Edward se acercó a ella, sonriéndole como todos los días lo hacía.

-Te amo — dijo incorporándose.

-Te amo más que nunca, todos los días — respondió ella cerrando la distancia y dándole un casto beso.

-¡Iugh! — se escuchó y miraron hacia abajo, dónde entre los pies de ellos sus pequeños hacían una mueca de asco. Sonrieron.

-¿Qué les parece si vamos a ver una película? — preguntó Edward, haciendo que sus pequeños se pararan y brincaran emocionados.

-¡Sí! ¡Que sea Shrek!

-¡Yo quiero Toy Story! — refunfuñó Jonas.

-¡Pues yo Shrek! Y llegaré primero… — pero su hermano ya se encontraba corriendo en dirección a la sala de películas, por tanto ella no dudo en soltar la muñeca que andaba trayendo y correr tras de él.

Bella y Edward los observaron desaparecer por el pasillo y se encaminaron con tranquilidad hacia la habitación, abrazándose en el proceso.

-Papá me llamó, dijo que volvía de su viaje la próxima semana — ella asintió, tomando un largo suspiro.

-Fui a ver a Alice — Edward la miró sorprendido, más ella solo sonreía —. La convencí de venir a cenar esta noche.

-¿Y aceptó?

-Lo hizo — Edward abrió los ojos, sin poder salir de su asombro. Tenía años que su hermana no pisaba esa casa. Pese a todo, él la echaba de menos.

-¿No tienes miedo?

-¿Por qué habría de tenerlo? — contestó deteniéndose, y alzando los brazos tras el cuello de su esposo —. Ella no va a dañarnos. Ella conoce ahora lo que es el dolor.

-Pero ella…

-Eso es pasado, Edward. Yo ahora lo tengo todo. A ti, el hombre de mis sueños, dos hijos que me aman, esta casa, que me recuerda todos los días lo fuerte que es nuestro amor y una familia hermosa con la cuál nunca me permití soñar — suspiró —. Tengo todo para ser feliz, aquí no hay espacio para el miedo.

-Dios, creo que cada día te amo más. Eres mi reina, la mujer que siempre soñé tener pero jamás creí que merecería.

-Y tú eres todo lo que soñé, y todo lo que luché por tener. Ambos nos merecemos, príncipe, nunca te olvides de eso.

Y seguido de eso compartieron un tierno beso, cargado de promesas y futuro, dónde ambos sabía bien, que estando juntos iban a ser simplemente felices.


:') Oh, bueno sí, esto ha acabado. Gracias por acompañarnos en esta aventura, dejamos palabras y agradecimientos por separado de cada una de las escritoras de este fic: Colyflawer y MarceStylo.

Colyflawer: Ok, que les puedo decir a ustedes lectoras que nos acompañaron durante tanto tiempo ? Muchas gracias por todo, por seguirnos capitulo a capitulo en esta humorada que poco a poco se fue metiendo en nuestros corazones, en verdad para mi esta fue una aventura increíble en donde pude expresarme libremente sobre el tema telenovela. Espero que nos leamos mas adelante en otra historia quizá, eso habrá que verlo mas adelante creo, a todas las chicas que nos siguieron un millón de gracias por estar hay, saludos.

MarceStylo: ¡Dios, no sé como agradecerles! ¡Miles de gracias! A todas y cada una de las personas que se dieron el tiempo de dejarnos un review, agragarnos a alertas y favoritos. Gracias por acompañarnos en esta aventura/locura que nos planemos con mi amiga. Esperamos leernos pronto, se viene otro proyecto con las Marías, pero sin fecha definitiva. Pronto chicas, espero que les guste cuando sea el momento. Un gran beso.

¡Hasta la próxima!

Las Marías del Barrio.