SUAVEMENTE, ME MATAS
Los personajes pertenecen a S. Meyer. La historia es de mi autoría y está registrada bajo derechos de autor. Cualquier copia y/o distribución sin mi permiso de la misma sería constituida como plagio. Código de la historia 1210082477006
PRÓLOGO
Bella Swan vive entre lujos, en una jaula de cristal. Desde que se murió su madre vive entre la espada y la pared, sometida por la ira de su padre y perseguida por su pasado. La vida de Bella cambiará de manera radical cuando su padre decide hacer negocios con su pero enemigo, Edward Cullen. Un hombre hecho a si mismo, autoritario y dominante al que sólo le mueve un sentimiento: la sed de venganza. M por temas de adultos.
— Eres mía por un año, Bella. Si quiero que trabajes en mi oficina, lo harás. Si quiero que cocines para mi, lo harás. Y si quiero que te desnudes y que te inclines ofreciéndome tu cuerpo, lo harás. Soy tu dueño por ahora...
OoOoOoOoOoOoOoOoOoO
Edward Masen Jr estaba jugando en el patio trasero de su casa de verano de Forks con sus coches y camiones. Le encantaban los coches de todo tipo. A sus diez años decidió que quería ser piloto de carreras. O astronauta. A veces dudaba, pero aún tenía tiempo para decidirse...
Esa tarde de principios de septiembre amenazaba lluvia y eso era genial. A Edward le encantaba el olor a tierra mojada del bosque cuando llovía. Le gustaba sentir esa sensación cuando las gotas de lluvia se chocaban contra su pelo cobrizo siempre despeinado. Desde que murió su madre nadie fue capaz de peinar esa rebelde mata de pelo; ella había sido la única que lo consiguió...Edward decidió seguir pensando en sus coches, en la lluvia y el bosque. Pensar en su mamá le hacía ponerse triste a pesar de que murió hace ya tres largos años.
El primer trueno de la tormenta retumbó por todo el patio haciendo que el suelo temblara bajo sus pies. Pero él no tenía miedo. Cuando era pequeño y había tormenta corría a esconderse en la cama de sus padres. Pero eso ya no era necesario porque ya no era un niño. Ahora era un chico grande que sabía cuidarse él solo.
Su padre no hacía más que repetírselo.
Edward miró al cielo, observando con atención cómo el viento movía las nubes. Sonrió. Le encantaba pasar los veranos aquí. En Forks no hacía mucho calor y podía moverse con total libertad por el gran jardín trasero de la casa sin miedo a perderse. Desde ahí se podía ver una gran extensión del bosque de un verde intenso. Un día que su padre y él bajaron a comprar al pueblo oyó a unos chicos hablar sobre una leyenda. Decían que por los bosques de Forks habitaban hombres lobo y vampiros, enemigos acérrimos que vivían en una guerra eterna para conseguir hacerse con el poder. Pero Edward sabía que eso era mentira. Sabia que esas criaturas no existían, y lo sabía porque ya no era un niño al que se le podía engañar fácilmente. Aunque tenía que reconocer que de vez en cuando miraba hacia el bosque esperando ver un gran lobo de pelaje rojizo...oh, si...eso sería doblemente genial.
El agua comenzó a caer con más fuerza y en más cantidad, así que Edward decidió meterse dentro de casa. Edward era un chico responsable, sabía que no debía de estar bajo la lluvia porque podía enfermar. Cuando llegó a la entrada trasera de la cocina se quitó los zapatos mojados y caminó descalzo por la casa. El sonido de unos golpes contra la puerta le hicieron dar un respingo por los fuertes que sonaron. Sabía que no debía de abrir a nadie sin estar su padre presente, así que esperó a que su padre saliese de su despacho.
— ¡Papá! — le llamó cuando los golpes se repitieron con más fuerza e insistencia.
Edward Masen padre apareció en el salón y miró a su hijo con cautela...aunque no le dio tiempo a abrir la puerta. Apenas le dio tiempo a reaccionar cuando un equipo del dispositivo especial de los SWAT irrumpió en su casa tirando la puerta abajo. Le tiraron con violencia al suelo y le pusieron una carabina M4 en la nuca mientras varios agentes registraban su despacho. El pequeño Edward lo estaba viendo todo, estaba siendo testigo de cómo atacaban sin sentido a su padre. Su papá no había hecho nada malo. Un agente enorme del dispositivo especial le cogió con brusquedad por la cintura haciendo que sus coches se cayeran al suelo. Chilló porque quería cogerlos, se los regaló su madre...pero ese policía no le dejó. Edward sintió las lágrimas por las mejillas, pero no lloraba porque estuviera asustado. Era un chico grande y no estaba asustado.
Pero sí muy confundido. Y sentía rabia.
Su padre, siempre elegante, estaba tirado en el suelo mojado de su casa, con un arma pegada a la cabeza. Y sus coches de juguetes esparcidos a su lado. Un agente de los SWAT al que apenas le podía ver la cara por el casco y las protecciones apareció en el salón con un montón de papeles y carpetas en la mano.
— Lo tenemos...tenemos los documentos firmados...Con esto se demuestra que Edward Masen es el culpable de lo que pasó en el Grand Hotel. Edward Masen, queda usted detenido por...
Ahí dejó de escuchar. El pequeño Edward miró con los ojos desorbitados mientras levantaban a su padre del suelo con brusquedad y le esposaban mientras seguían apuntándole con esa arma mientras esos horribles hombres registraban la casa de arriba abajo. Le estaban deteniendo.
A su padre.
Un policía enmascarado se giró y le miró con el ceño fruncido.
— ¡Llévate al niño ahora mismo de aquí! — le gritó a su compañero – Llama a servicios sociales o donde demonios tengas que llamar, pero sácale de aquí... ¡ya!
Los agentes de los SWAT empezaron a sacar todos los planos y las carpetas que tenía su padre en casa. Todos esos pedazos de papel eran los documentos en los que tanto tiempo había trabajado su padre...y ahora esos hombres se los estaban llevando sin ninguna consideración.
— ¡No te lleves a mi padre! — chilló cuando vio salir a su papá — ¡No te le lleves!
— ¡He dicho que saques ahora mismo al niño! — volvió a gruñir el hombre enmascarado.
Edward pataleó y chilló mientras ese señor le agarraba con fuerza y le reducía para sacarle de su casa. Ahora, al aire libre, llovía copiosamente. Edward volvía a agradecer las gotas de agua que corrían por su cara porque así no se notaba tanto que estaba llorando.
Porque los chicos grandes no lloran nunca.
Mientras ese policía le llevaba a cuestas observó cómo esos hombres vestidos de negro y armados hasta los dientes pisaban sus pequeños coches de juguetes destrozándolos, esos que su madre le había dado pocos días antes de su muerte. Le metieron en un coche de policía; desde ahí podía ver a su padre custodiado por varios agentes. ¿Qué iba a pasar ahora con él? ¿A dónde le llevarían? No entendía nada de lo que estaba pasando, su padre era un buen hombre...Cuando Edward rompió a llorar comprendió que quizás no era tan mayor como había pensado. Lloró como un bebé mientras el coche arrancaba alejándolo de su padre y de su casa...No tenía muy claro lo que significaba la palabra venganza en su máxima expresión...pero juró que algún día descubriría lo que había pasado...Esa noche de primeros de septiembre, Edward Masen Jr juró vengarse de los verdaderos culpables de todo lo que había pasado esa tarde...
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Edward miró a través de la ventana de la habitación del Hotel Four Seasons de Seattle. Estaba situado en la Western Avenue, muy cerca del puerto deportivo. Desde la altura en la que se encontraba, en el piso número veinte, podía ver con claridad el estrecho de Puget, Estaba amaneciendo y el sol con sus tonos amarillos y anaranjados se reflejaban en el agua en la distancia, haciendo de ese momento un verdadero espectáculo. Fuego sobre el agua.
Pero a Edward no le interesaba ni el maravilloso espectáculo de la naturaleza en todo su esplendor...ni la mujer que en esos momentos dormía entre las sábanas de su cama. Sólo era consciente del reflejo que le devolvía el cristal de la ventana...
Aun así miró con cierto desdén hacia la cama. La afortunada esta vez había sido Irina Korovin, una modelo internacional rusa que, por casualidades de la vida, la noche anterior cenó en el mismo restaurante que él. Este viaje no era por placer, era por negocios...pero un dulce no le amargaba a nadie. La situación se había dado más que fácil; los ojos de Irina se abrieron de par en par al ver entrar a Edward en el restaurante, al ver a ese hombre de negocios, rico y atractivo delante de ella...
A parte de sus ojos también abrió sus piernas.
Cuando esa mujer quiso darse cuenta tenía a Edward entre sus largas piernas arremetiendo con la fuerza y el poder que le caracterizaban. Aunque ninguna mujer se resistiera a sus encantos nunca había salido una noticia de él de ese tipo. Simplemente era reconocido por sus empresas e inversiones. Sus relaciones personales, si es que se podían llamar así a los encuentros esporádicos en los hoteles más lujosos de la ciudad en la que se encontrase, siempre habían sido tratadas en la más absoluta intimidad porque era un hombre muy celoso de su vida privada.
De todos modos empezaba a aburrirse de estos encuentros. Las mujeres demasiado dispuestas empezaban a aburrirle de veras.
Aun así se aprovechaba de la situación porque podía hacerlo. A sus veintiocho años tenía el poder suficiente como para poner el mundo a sus pies. Quizás ese no era un pensamiento muy humilde, pero era así y punto. Su ego era tan grande como su riqueza y eso no lo negaba nunca.
Pero eso ahora quedaba en un segundo plano...
Se había duchado para quitarse de encima el empalagoso perfume de Irina de su piel. Se puso un traje hecho a medida gris con una camisa blanca. Este era su "uniforme" de trabajo. Suspiró satisfecho. Lo que estaba leyendo es esos momentos, una hoja del periódico del día anterior que tenía entre sus manos, estaba siendo mucho más placentero y satisfactorio que la noche de sexo rudo e insustancial que había tenido con esa mujer...
Detenido el director del centro penitenciario de máxima seguridad del condado de Washington por violación de los derechos humanos de los presos y...
Que se jodiera el hijo de puta, pensó Edward. Ese hombre, el cabronazo de JJ Thomas había sido el primer movimiento de la enorme partida de ajedrez que tenía ante él. Le había costado años y mucha paciencia mover la primera ficha...y de momento el primer lance no le había salido nada mal. Edward tenía unas cuantas cruces rojas esperando ser colocadas encima de un montón de caras y nombres...y ese bastardo había sido el primero en inaugurar la lista.
No iba a ser el único.
Edward rasgó la hoja del periódico y la estrujó en su mano haciendo una bola. La tiró sin importarle donde demonios caía. Siguió mirando por la ventana, mirando su propio reflejo en un intento de canalizar y recolocar sus pensamientos. Sonó su móvil. Ya eran las nueve y media de la mañana y se estaba poniendo más y más ansioso a cada minuto que pasaba por recibir esa llamada; la que podría cambiar el curso de mi partida. Edward miró la pantalla de su IPhone...sí, ahí estaba...En cuanto Edward vio su nombre en el móvil una pequeña y casi imperceptible sonrisa sincera apareció en sus labios...algo que no solía pasar muy a menudo desde hacía mucho tiempo.
— Ya está hecho, Edward – dijo su mano derecha a través de la línea – Es cuestión de minutos que la noticia dinamite. Su empresa se va a hundir...y en breve necesitará un accionista. Es hora de que juegues tus cartas con Charlie Swan...
— Ten por seguro de que lo voy a hacer.
Dijo con convicción antes de colgar el teléfono sin despedirse. Sí, claro que lo iba a hacer. Iba a destrozar a todos y a cada uno de esos hijos de puta que estuvieron implicados en el caso de su padre. Thomas, el director de la prisión, había sido sólo un peón más en su enorme tablero de ajedrez. El siguiente iba a ser Charlie Swan.
Y tenía la artillería más pesada para él. Le venganza perfecta para ese maldito hombre...con broche de oro incluido.
Edward estaba tan inmerso en sus pensamientos que no oyó a Irina cuando se levantó de la cama. Se pegó totalmente a su espalda y le acarició el pecho sobre la ropa. Edward apartó sus manos de manera furiosa...No había dormido con ella. Nunca dormía con las mujeres con las que follaba porque ni le interesaba el momento de después no el romanticismo. Eso no era para él. Y después de descubrir lo que la modelo escondía sólo tenía ganas de que recogiera su ropa y se marchara de allí llevándose su mierda con ella.
— Tenemos mal despertar, ¿no? — murmuró con su marcado acento ruso.
— Recoge tus cosas y vete de aquí – dijo con calma.
— Vamos, Edward...anoche nos lo pasamos bien – Irina bajó las manos hacia el sur y le acarició la entrepierna por encima del pantalón. Justo cuando iba a bajar la cremallera de sus pantalones hechos a medida la cogió por la muñeca y la giró para encararla.
— He dicho que te vayas – gruñó sin parar a mirar su cuerpo desnudo; su larga melena rubia apenas tapaba sus pechos. Irina se apartó molesta.
— Lo pasamos bien...sólo quería repetirlo – dijo mientras recogía su ropa del suelo con la poca dignidad que le quedaba,
— Tengo cosas mucho más importantes que hacer que revolcarme aquí contigo – espetó de nuevo mirando por la ventana – Cierra la puerta al salir.
— No me importaría contarle a la prensa lo buen amante que eres, Edward...estoy segura de que me llevaría un par de portadas...además de un buen cheque por hablar. Es muy raro encontrar noticias tuyas...— la modelo quería jugar...Edward se giró y miró a Irina con una sonrisa burlona.
— Quizás a la prensa le interese más que la modelo rusa menos pagada del momento, Irina Korovin, echa mano de las drogas duras que lleva en el bolso para poder seguir el ritmo de su agenda – se calló. La modelo apretó los labios y se limitó a afianzar su bolso bajo el brazo – Tu y yo nos entendemos...creo que has comprendido que conmigo no se juega...Me repele lo que llevas ahí – señaló el bolso – Repito, cierra la puerta al salir.
Respiró tranquilo cuando oyó cómo se cerraba las puertas a sus espaldas; no tenía tiempo para esas niñerías. Era cierto. Con él no se jugaba, tenía fama de ser implacable, por algo le apodaban la Bestia...sí, le gustaba ese apodo. Para sus próximos movimientos iba a sacar más que nunca esa Bestia a relucir. Iba a sacar las garras y los dientes. Al fin había llegado su momento.
Edward cogió de nuevo el teléfono para llamar él mismo en persona a la oficina de Charlie Swan...
Que empiece el show...