Epílogo
El fresco de la mañana y el lejano canto de los pájaros llegaron a los oídos de Candy, anunciando que el día había llegado, se negó a abrir los ojos queriendo prolongar la maravillosa sensación que experimentaba.
Podía sentir el brazo de Albert rodeando su cuerpo, un abrazo amoroso y posesivo, como si aun en sueños necesitara sentir el contacto de su piel, para estar seguro de que nada había ya que los pudiera separar. Candy se acurrucó contra su pecho deseosa de poder escuchar el tranquilo palpitar de su corazón.
El cálido aliento del joven, mezclado con su delicioso aroma envolvía a Candy en una nube de recuerdos.
-Albert-, pensó-mi amado, mi príncipe de la colina, cuantas veces apareciste en mi vida en el momento justo en que más te necesitaba… Cuando estuve en peligro, cuando perdí a algún ser querido, cuando necesitaba un impulso para tomar una decisión… Has sido siempre la fuente a la que podía acudir; tu madurez, tu paciencia han sido la pauta que me ha guiado para tomar una determinación.
Candy abrió los ojos finalmente, y pudo ver su neglille y el traje de Albert entrelazados en dulce descuido, como entrelazadas habían estado sus vidas desde hacía mucho tiempo…
Albert era todo cuanto Candy había soñado en un hombre… Y mucho más. Su infinita ternura y su inmensa pasión se mezclaban para enseñarle a comprender la maravillosa sensación del amor pleno, y ella era por su parte la fuente de luz y paz que el necesitaba para seguir adelante, eran, como siempre habían sido, las dos partes de una misma unidad.
Candy deslizó sus dedos por el atractivo rostro de Albert, dudando aun de la maravillosa realidad de tenerlo a su lado. Un profundo suspiro le anunció a la chica que él estaba a punto de despertar, sintió remordimiento por sacarlo de su sueño, cerró los ojos para ocultar su pequeña travesura.
-Candy…-su voz entró a los oídos de la chica como una fuente inagotable de ternura- …Sé que has despertado.
-¿Cómo lo sabes? Estabas con los ojos cerrados.
-No necesito tener los ojos abiertos para poder verte… Tu perfume y tu imagen ya forman parte de mí-, dijo mientras la abrazaba como si aun fuese esa pequeña que encontrara llorando en la colina- y no necesito estar dormido para soñar contigo-, dijo buscando sus labios para conducirla con un beso a ese mundo maravilloso que solo pertenecía a ellos.
-Albert-, dijo ella fingiendo disgusto- es mejor que nos apresuremos o podemos perder el barco para ir a nuestra luna de miel.
Albert por toda respuesta atrajo a la chica hasta su cuerpo, gozando al ver el rubor que cubrió su rostro
-No hay prisa por ir a ningún lado-, dijo clavando el azul zafiro de sus ojos cargados de pasión-he pensado que para viajar tenemos mucho tiempo, y para disfrutar de nuestra luna de miel… Lo único que necesitamos es estar juntos, ya sea en Europa…-, le besó la frente-África-, y le besó las mejillas- …Ó en el sitio más bello del mundo.
-¿Y cuál es ese sitio?-, preguntó Candy mientras miraba con intenso amor y ternura el rostro del hombre que mientras le hablaba le demostraba su devoción.
-Aquí, entre tus brazos-, dijo besando finalmente su cuello
-¡Te amo, Albert!-, contestó ella llena de felicidad-Mi príncipe, mi admirador secreto… Mi amado esposo.
F I N
Bueno chicas, es el final, tal y como a mí me gustaría que fuera.
Su amiga
Kiku