De giros inesperados y familias entrelazadas
Sinopsis: Harry Potter se había enfrentado a innumerables peligros a lo largo de su vida. Por eso mismo pensaba que se encontraba más que preparado para asumir su papel como padre. Al menos eso creía, hasta que Albus le comunicara, veinticinco años más tarde, su decisión: contraer matrimonio con el joven heredero de la familia Malfoy.
Disclaimer: para mi desgracia, ni el mundo de Harry Potter ni sus personajes me pertenecen, solo hago esta historia con el fin de entretener y sin ánimo de lucro.
Advertencias: relación estable entre algunos personajes del fanfic.
Capítulos: dos capítulos, y posiblemente muy posiblemente una continuación.
1. De giros inesperados
Harry no aguardó mucho en casarse. Contrajo nupcias con Ginny Weasley una vez que el mundo mágico se hallaba casi recuperado de la guerra, o mejor dicho oxigenado puesto que este (si le preguntaran a Harry) nunca se recuperaría del todo. Las guerras dejan muertos, y los muertos a personas que los lloran. Una muerte nunca se supera, pensaría Harry cada vez que observara el rostro entristecido de la señora Weasley al preparar aquel postre que tanto le gustaba a Fred.
Aun así, se podía decir que la vida de Harry había sido relativamente feliz tras la guerra. Continuó sus estudios, tomándoselos muy en serio (para sorpresa de Hermione) y convirtiéndose en un respetable Auror años más tarde, disfrutando de su trabajo aunque en ocasiones este fuera algo frustrante. Adoraba la acción, pero no el papeleo que venía tras ella.
Su matrimonio con Ginevra fue noticia en todo el mundo mágico. Allá donde fuera se podían leer en los títulos de los periódicos y revistas de moda "el niño que vivió se casa". Para desgracia de Harry, tras su victoria sobre Voldemort, la prensa solía ser un añadido bastante frecuente en su vida.
A los veintiocho años Harry fue padre por primera vez. James Sirius Potter dotaría su vida de felicidad, aunque este la revolviera más que la estabilizara.
— Desde luego no ha salido a mi —diría Ginny años más tarde mientras limpiaba uno de los nuevos estropicios de su primogénito—, yo era mucho más tranquila.
Años más tarde Harry sería bendecido por segunda vez con el nacimiento del pequeño Albus Severus. Su niño tranquilo y, a veces, demasiado maduro para su edad.
— Eres una bendición—le diría Harry revolviendo su cabello, prácticamente idéntico al de su padre—.Un poco de tranquilidad en esta tempestad de locura.
Y es que, poco tiempo después, al carácter impulsivo y busca problemas de James se le uniría la curiosidad e hiperactividad de su única hija: Lily Luna Potter.
— Cuando vayan a Hogwarts podremos disfrutar de la tranquilidad de hace años —prometió su mujer mientras peinaba los cabellos pelirrojos de su pequeña Lily.
Harry no estaba tan seguro de eso. Y fue cuando James partió a Hogwarts que pudo verificar su teoría.
Nadie en la familia había dudado que James sería parte de Gryffindor al entrar en la Escuela de Magia y Hechicería.
— Será un león, como nosotros —había dicho Ron el día de su cumpleaños mientras se metía un nuevo canapé en la boca.
Lo que Harry no esperaba es que a los dos días de asistir a Hogwarts llegara una carta a su despacho que lo citara urgentemente, señor Potter a tener una conversación con Minerva Mcgonagall.
— Lamento comunicarle señor Potter —le había dicho muy seriamente— que hemos tenido altercados con su hijo.
Harry suspiró frustrado acomodándose las gafas.
— Créame, no me sorprende.
— Su hijo es… —la mujer de avanzada edad meditó que palabra usar que describiera a la perfección al niño—muy Weasley.
Ambos sonrieron al pensar en aquella comparación. Era cierto, James guardaba bastante parecido con la personalidad que George y el difunto Fred habían tenido antes de la guerra.
A aquella visita al despacho de la directora le seguirían otras muchas. ¿Diez? ¿Veinte por año? Quién sabe, Harry ya había perdido la cuenta. ¿Por qué iba? James se ha peleado con un alumno de Slytherin, le diría Minerva.
James ha copiado en un examen.
James ha gastado una broma a las alumnas de su casa.
James ha inundado el lavabo de prefectos.
James, James, James…
Y ante esto Harry solo podía suspirar frustrado una vez más deseando que terminara aquel fatídico año escolar y temblando imaginándose los seis siguientes.
Dos años más tarde Albus ingresaría a Hogwarts, con miedo a quedar seleccionado en la casa Slytherin, acompañado de su prima Rose.
Era verdad lo que decía papá, hablé con el sombrero y aceptó incluirme en Gryffindor.
Harry y Ginny sonrieron al leer la carta Albus, era de esperar que al igual que su hermano él también fuera un Gryffindor, aunque este creyera lo contrario. Harry suspiró tranquilo al pensar que su pequeño Albus no daría problema alguno, pero un escalofrió recorrió su columna una vez más al recordar al no tan tranquilo James.
Los días pasaron y la primera carta del año llegó al despacho de un ya muy resignado Harry. Este se levantó, recogió su capa y se dispuso a transportarse por medio de la Red Flu hacia Hogwarts.
— Buenos días Potter —le dijo la directora una vez en el despacho.
— ¿Qué ha hecho esta vez? —preguntó con una tranquilidad abrumadora.
— Me temo que esta vez no ha sido James.
El auror la miró sorprendido. Era lo que menos esperaba oír esa mañana. Incluso le hubiera sorprendido menos escuchar que su esposa estaba embarazada de nuevo (Merlín no lo quisiera).
— Veo que ya podremos comenzar —dijo al escuchar el sonido tan característico que hacían los polvos Flu—.Bienvenido señor Malfoy, no sabe lo que me alegra volverlo a ver.
Harry volvió su mirada para observar al mago que acababa de llegar a la sala y pudo asegurar que se trataba de Malfoy. Su pelo seguía igual de rubio que hace diecinueve años, o incluso más, y aunque se podían vislumbrar algunas arrugas en su rostro debido al paso de los años, su aspecto era prácticamente el mismo que tenía tras la guerra.
— Potter —saludó con aquel tono de voz tan Malfoy.
— Malfoy.
El rubio tomó asiento a su lado dispuesto a escuchar aquello que la directora debía decir.
— Debo decirle que sus hijos —dijo colocándose las gafas— son lo más parecido a ustedes dos que he encontrado en años. Solo han pasado cuatro días desde que el curso comenzó y los dos niños ya se odian a muerte. ¿Ha habido algo que los haya influenciado a que se lleven mal? Tal vez recuerdos pasados que hayan compartido en familia, ¿quizás?
— No —había mentido Harry recordando las malditas historias que Ron solía contarles a los niños—. ¿Se han peleado?
— Me temo que sí, pero no ha sido nada grave. Nada que unas horas en la enfermería no pueda solucionar.
— Me extraña mucho viniendo de Scorpius —dijo Draco—. Hablaré con él seriamente.
— No es necesario —respondió Mcgonagall rápidamente—. Son solo peleas entre niños. ¿Debo recordarles a ambos lo ajetreados que volvieron aquellos años escolares? Ambos han sido ya castigados, no hay nada más que se pueda hacer.
Ambos magos se despidieron adecuadamente de la mujer y se dispusieron a partir.
— Potter —repitió a modo de adiós.
— Malfoy —dizo este a su vez.
Tras esto se harían innumerables las veces que Harry, junto a Malfoy, visitaría el despacho de la directora debido a alguna nueva rencilla entre los dos niños. Y al contrario de lo que pensaba la directora, los años juntos no hacían que las peleas disminuyeran, sino que las atenuaban aún más y más hasta el punto en el que incluso Mcgonagall se planteaba separarlos de algunas clases.
— No podemos culparlos dados sus genes familiares —decía resignada la profesora.
Para suerte de ambos padres, seis años más tarde Scorpius y Albus abandonarían Hogwarts sin ningún altercado demasiado preocupante, y no volverían a verse por el resto de sus vidas.
O al menos eso pensaban.
Harry disfrutaba de su café matutino y su día de descanso mientras leía el periódico en soledad. Ginny se encontraba de viaje debido a su trabajo como columnista del Profeta, James se encontraría solo Merlín sabía dónde, y su pequeña Lily (que ya no era tan pequeña) debía de dormir aún escaleras arriba.
— Papá —le había dicho Albus desde el resquicio de la puerta—, ¿podemos hablar?
Harry lo saludó con una sonrisa en su rostro. Siempre era agradable recibir una visita de su hijo.
— ¿No deberías estar trabajando? —le dijo extrañado— ¿Quieres una taza de café?
— En realidad quería hablarte de algo importante —respondió mientras negaba con la cabeza a su propuesta de una taza de café con leche.
— ¿Qué pasa? —preguntó ya sin la sonrisa en su rostro— ¿Debo preocuparme?
— No —sonrió, diciéndose a sí mismo que tal vez si debería preocuparse—. Verás… hace un tiempo que salgo con una persona.
— Eso es genial, hijo —respondió sonriendo una vez más.
— Es una persona maravillosa —se apresuró a decir su hijo—, y me gustaría que la conocierais a fondo en la cena de navidad.
— No creo que haya ningún problema, tu madre estará encantada.
— Tengo la sensación de que no lo estaría tanto… —dijo con nerviosismo.
— Sabes que tu madre es muy posesiva con sus hijos —Harry tomó otro sorbo de su café con aire divertido—. Pero si es una buena chica os apoyará en todo.
— No es una chica —dijo al fin.
Oh.
Oh.
— ¿Es un hombre? —preguntó con tono nervioso tras aquel silencio tan incomodo que pareció haber durado horas— No es que esté mal, es más, si le quieres esta bien… Pero nunca me lo habría imaginado.
— Tranquilo papá —Albus lo miró comprensivo. Sabía que a su padre aquellos temas le incomodaban bastante.
— Puedes traerlo a la cena de navidad —prosiguió aún con nerviosismo—, si es lo que quieres. ¿Vais en serio?
— Le he pedido que se case conmigo.
Harry esta vez estuvo a punto de escupir el café. O vomitarlo. Cualquiera de las dos opciones parecía valida.
— ¿Hay más sorpresas? —preguntó intentando aparentar tranquilidad, aunque lo que transmitiera fuera todo lo contrario, terminando el contenido de su taza de café.
— Es Scorpius Malfoy.
Esta vez Harry si escupió el café.
¡Mi primer fanfic en el universo de Harry Potter! Estoy muy ilusionada al publicar esta historia que debería haber sido solo de un solo capítulo, pero al final las cosas han querido que sea de dos. Aunque parezca que no la historia si que será Drarry, pero al principio no se nota nada.
Espero que guste, ¡gracias por leer!