¡Hola! Este es el primer fic largo que publico en este fandom. Amo One Piece y me gustan en realidad muchas parejas, pero esta historia se me antojó como para un ZoroxRobin. La verdad los amo por separado y juntos me parecen un ¡boom! Esto amenaza para ser un nuevo vicio para mí, jujuju.
Disclaimer: One Piece no me pertenece, sino al gran Oda-sama :)
Adelante, los invito a leer n.n
La Maldición de Viluel
Capítulo 1
La Mansión Mainery
Aquel día en el Sunny todo marchaba bien. Iban a desembarcar pronto en una isla, una bella isla de verano llamada Viluel, y ya estaban preparados para ello. Cada quien se ocupaba de sus cosas como usualmente lo hacían, el sol estaba en lo alto y el ambiente se llenaba con el exquisito olor de una de las creaciones de Sanji en la cocina. Nami tomaba una bebida que éste caballerosamente le había traído, cuando Robin se le acercó con un libro entre sus manos. La pelirroja no tuvo que pensarlo mucho para saber que venía con información, pues lucía como cada vez que sabía que iba a haber algo interesante para ella en alguna isla: radiante.
-Navegante san, ¿Cuánto crees que falte para desembarcar?- preguntó con una sonrisa cuando estuvo cerca de ella. Pocas eran las veces que podías ver a Nico Robin con semejante expresión, pero había que admitir que luego de lo ocurrido en Ennies Lobby ella era un poco más libre de demostrar sus sentimientos.
-Pues…yo diría que algunos minutos. He encontrado en este mapa un lugar donde podemos esconder el barco mientras bajamos a explorar. La ciudad que hay en la isla está abandonada.
-Oh, eso lo sé, Navegante-san- sonrió Robin- precisamente quiero explorar ese lugar. Hay un edificio muy bello que quiero conocer. La historia está en este libro, Viluel tiene una leyenda que me ha parecido muy interesante.
Nami sonrió.
-Pero no sé si puedas ir a la ciudad hoy. Nos quedará un poco lejos y puede oscurecer mientras estás allá. Quizás lo mejor sea que esperes hasta que amanezca y podamos organizarnos para ir a explorar y a buscar reservas.
Robin asintió, conforme. Nami tenía razón, no podían correr algún riesgo innecesario.
…
Más tarde desembarcaron en la isla. Montaron un campamento en la playa, Sanji cocinó una deliciosa cena y en la noche compartían un ambiente alegre y movido, como siempre.
Robin y Nami platicaban, Sanji peleaba con Zoro y Ussop hacía equipo con Franky contando historias de terror a Chopper y Luffy. Cuando la narración llegó a oídos de Nami, ésta recordó que Robin le había mencionado al desembarcar que aquella isla tenía una leyenda.
-Oi, Robin, ¿Porqué no nos cuentas esa leyenda que me comentaste hace rato?
Entonces todas las miradas se posaron en la hermosa morena. Los chicos se sentaron un poco más cerca, con ánimo de escuchar la historia. Solamente Zoro se quedó donde estaba recargado en una piedra, poniendo las manos en su nuca y fingiendo dormir.
-Bueno, es una historia muy interesante. Trata sobre un hombre que vivió en esta población hace muchos años, su nombre era Lord John Mainery. Se le tenía por un hombre bueno, había sido muy pobre en su juventud, pero antes de cumplir los treinta años era prácticamente dueño de esta isla.
-¿Cómo?- Chopper, intrigado, no dejaba de comer la botana que Sanji había preparado para amenizar.
-Hubo una serie de coincidencias que, en conjunto con su trabajo duro, le fueron redituando buen dinero. Además de todo ayudaba a los pobres. Todos en la isla lo admiraban, participaba en ritos religiosos y en las celebraciones del lugar.
-Pues suena como alguien que fue feliz y afortunado- fue la opinión de Ussop, quien aún no captaba lo interesante de la historia.
Robin sonrió, para ella era más que evidente que el de nariz larga se estaba aburriendo, acostumbrado como estaba a los cuentos interesantes y contados por el mismo.
-No todo es lo que parece, Nariz Larga-kun- sonrió ella, para continuar- en poco tiempo comenzaron a desaparecer las mujeres jóvenes de la aldea. Luego de dos o tres días volvían a aparecer, asustadas, sucias, y más de una con recuerdos de tortura o violación. Sin embargo no podían dar detalles. No había pistas. Nadie sabía quien era el culpable. También muchos hombres fueron encontrados robando o cometiendo actos terribles, siendo que en la aldea todos se vanagloriaban de ser buenos y llevar vidas rectas. Ellos tampoco recordaban qué hacían antes de ser encontrados. Muchos fueron condenados a muerte aunque aseguraban ser inocente. Fueron unos cinco o diez años de dolor y violencia en Viluel. Lo interesante- hizo una pausa larga durante la que pudo ver los rostros de sus compañeros. Hasta Zoro tenia un ojo medio abierto para no perder detalle- es que el único pilar que seguía en pie sosteniendo las esperanzas de mejora en la población, era Mainery. Pronto lo convirtieron en gobernante.
Todos sabían que había algo en esa historia que tenían que escuchar hasta el final, así que nadie comentó nada mientras Robin tomaba un poco de su bebida para aclararse la garganta.
-No faltó quien sospechara de él. Se armó un grupo de personas dispuestas a lo que fuera y previnieron a la población. Ese día había desaparecido la hija de una mujer vieja y ciega, que tenia el corazón roto por no tenerla a su lado. En la noche irrumpieron en el castillo, solo para comprobar que Mainery tenía todas las cosas robadas, tenía prisioneros a muchos hombres y mujeres que les servían de esclavos. Todos ellos estaban como hipnotizados, y ellos mismos se causaban heridas y todo tipo de atrocidades enfrente de el, para su diversión. Cuando entraron a enfrentarlo, fueron tan sorpresivos que no le dieron tiempo de actuar. Lo tomaron preso y lo mataron. Antes de morir lanzó una maldición sobre los aldeanos.
Robin hizo una pausa y se sujetó la barbilla mirando hacia el suelo en posición pensativa.
-Falta un pedazo de página en esa parte del libro. Pero sé que después de matarlo, encontraron en su mansión libros de brujería, cartas y diarios. Él había adquirido la facultad de posesionarse de los cuerpos de quien quisiera, y hacerlos cumplir su voluntad. Mientras tenia posesión de los cuerpos, podía hacer con ellos todas las atrocidades que se le ocurrían. A las mujeres las tenia a su servicio y a los hombres los obligaba a matar y a robar. Fue con ese poder con el que pudo hacerse de la fortuna que tenia. La gente tuvo tanto miedo de sus poderes y de la maldición que abandonaron el lugar en muy poco tiempo.
El silencio reinó por unos segundos. Todos miraban a Robin…percibiendo, por primera vez desde que llegaron allí, en lo terriblemente inquietante que resultaba ese lugar. Un frío pesado se había hecho presente en el ambiente, tanto que inconcientemente Nami había pescado a Chopper y lo abrazaba sin dejarlo respirar. Zoro tenía todos sus sentidos alerta igual que Sanji y Franky, de vez en cuando los tres miraban alrededor con desconfianza. Ussop se percató de que la oscuridad era tan densa que si no estaban cerca de la fogata las líneas de sus anatomías se camuflajeaban con el denso bosque junto al que se encontraban.
Las olas del mar se mecían con suavidad y su sonido de fondo hacía aún más profundo el silencio.
-Oi, marimo… ¿escuchaste algo?- preguntó Sanji.
-¿Dónde está Luffy?- preguntó Zoro a modo de respuesta, mirando a su alrededor.
Ambos hombres se pusieron de pie, espalda con espalda. Nami, Ussop y Chopper se abrazaron a Robin, a punto de la histeria. Franky se puso frente a ellos en actitud protectora.
-Es la maldición de John Mainery- decía Ussop una y otra vez sin dejar de temblar- ha venido por nosotros y el primero fue Luffy….
Zoro lo mandó a callar con un gesto.
-Oi, cocinero…tenemos que buscarlo. No debe estar muy lejos.
-Tú a mí no me ordenas, marimo de mie…
Sanji se quedó a medio insulto, y el cigarro que fumaba en esos momentos se le cayó de la boca. Ambos sintieron una respiración agitada pegándoles en la nuca. A pesar de ser de reflejos rapidos ambos hombres se encontraron sin poderse mover.
-¡Sanji!- una voz lastimosa como de ultratumba estremeció al rubio y a todos los presentes- ¡Comida!
Lo siguiente que ocurrió es fácil de saber.
Zoro y Sanji le dieron una paliza a Luffy por portarse como un idiota, Ussop y Chopper cayeron al piso, exhaustos de tanto temblar, Franky bajó la guardia, mirando muy divertido el caos, y Nami se masajeaba las sienes, realmente molesta, sentada junto a una sonriente Robin.
-En realidad no creo en este tipo de maldiciones- continuó la morena en cuanto la tensión hubo desaparecido- pero lo encuentro muy interesante, y pienso que la forma de saber qué tanto de la historia es cierta será visitando el lugar de los hechos.
…
Durante la mañana se organizaron. Ussop, que presumía de una extraña enfermedad de yo-no-puedo-ir-a-lugares-malditos, se quedaría a hacer guardia junto a Franky. Sanji y Chopper irían a buscar provisiones al bosque, y Nami, Luffy, Zoro y Robin irían a explorar la aldea abandonada.
Al principio Zoro se negaba a ir, pero Nami le recordó sus numerosas deudas con ella y Luffy se lo ordenó. Robin opinaba que necesitarían de ayuda extra para vigilar a Capitán-san, así que al espadachín no le quedó otra alternativa que acompañarlos.
Luego de atravesar el bosque, que realmente no era tan profundo ni tan tenebroso como lo parecía de noche, llegaron a la entrada de la ciudad abandonada. Las casas deshabitadas tenían aún cierto encanto; aunque sencillas y no muy grandes, parecían haber sido bonitas y alegres en sus buenos tiempos. El paso de los años había hecho su daño en ellas. Por las ventanas resbalaba el moho provocado por las lluvias. Las paredes eran grises pero se adivinaba que bajo ellas la pintura originalmente había sido blanca, y los techos de tejas cafés seguro habían sido rojos alguna vez. Las calles eran amplias y polvosas, y seguramente limpias y llenas de gente en el pasado. En los patios descuidados crecía la hierba descontroladamente, las casas mas lejanas parecían de hecho estar a punto de ser tragadas por el bosque.
Al terminar aquella larguísima calle de la cual se desprendían numerosas calles más, un portón oxidado y probablemente tan ancho como el Merry les daba la bienvenida a la gran mansión Mainery.
Ésta al parecer había tenido una composición parecida a la de las casas, y por consiguiente, tan desolada y maltratada como ellas por los años. Era gris y café y tenía una gran puerta a la entrada, luego de atravesar un patio tan esplendido como salvaje, y hambriento de abarcar cada vez más terreno.
Una vez que llegaron al portón, Robin le echó un vistazo a la calle que habían dejado atrás.
-Según el libro, este lugar fue de gran esplendor, un destino tanto para turistas como para el gobierno o los piratas. Había comercio y cultura. Toda la calle que acabamos de pasar era un pabellón de intercambio, venta, compra y conocimiento. Las calles que se desprendían de esta estaban llenas de curiosidades, misterios e historias.
Robin suspiró. En todo el trayecto, esa aparente gloria pasada hacía que el abandono actual fuese tremendamente triste, tanto que ni el muy energético y animado Luffy se había atrevido a correr como loco o a gritar como idiota. Él lo sentía en su interior, casi tanto como Robin. Ese lugar debía ser tratado con respeto.
-Pero todo eso acabó con la llegada de Mainery al poder. El mal uso de los recursos, la violencia, y el hecho de que nadie supiera en un principio la causa de las desapariciones y las muertes, fueron mermando la vitalidad y el flujo económico del lugar. Al final esta gente apenas tenia lo esencial para vivir.
Se dieron la vuelta hacia el portón. Haciendo uso de su tremenda fuerza y concientizándose del cuidado que debía tomar para ello, Zoro lo abrió lo suficiente para que sus compañeros pudieran entrar.
-¡Mira Robin!- indicó Nami, señalando a la puerta. Había un letrero pegado allí, deslavado por la lluvia pero aún perfectamente legible, pintado con tinta negra sobre una tabla de madera, rústico, con vocabulario amable y extrañamente amenazador a un tiempo.
Robin se acercó y leyó en voz alta.
"Bienvenido viajero, extranjero, marino o pirata. Esta es la Mansión Mainery, hogar de misterios, crueldad y leyendas. Accede por tu voluntad. Por favor no perturbes a los espíritus que aquí habitan. Al entrar preséntate; utiliza un apodo y tu lugar de origen. Nunca digas tu verdadero nombre ni dejes que otros lo hagan. No maltrates, no robes, no blasfemes, no corrompas este lugar. Has de salir antes de la puesta de sol y si deseas volver deberás presentarte de nuevo y decir los motivos que te han traído de vuelta".
-¡Mph! Parece el instructivo de la casa de espantos de algún carnaval- dijo Zoro en tono escéptico, cruzando los brazos- no veo porqué tengamos que hacer semejante estupidez.
Pero esas palabras escritas en el letrerofueron suficientes para estimular la imaginación y levantarle el animo a Luffy, quien ya saltaba de un lado a otro, emocionado por entrar a la mansión.
-Pues lo vas a hacer porque yo te lo ordeno- declaró apuntando a Zoro e inflando las mejillas. Una vez más al pobre marimo no le quedó de otra que acceder. Robin sonrió divertida, pues la actitud de su capitán había conseguido quitar al menos un poco la gravedad que parecían tomar las cosas.
-Bien. ¿Les parece si yo empiezo?- propuso la arqueóloga mientras entraban, empujando la puerta que rechinaba estruendosamente. Se aclaró la garganta y habló mientras daba un paso dentro de la mansión- buenos días. Soy Niña Demonio y provengo del West Blue.
-Shishishishi- rió Luffy mientras daba un salto al interior- Soy Sombrero de Paja y soy del East Blue.
Luego volteó hacia sus compañeros y le hizo unas señas a Zoro para que lo imitara.
Zoro soltó un suspiro y, rascándose la nuca, dio un paso hacia dentro hablando escuetamente.
-Cazador de Piratas, East Blue.
Los tres miraron a Nami, quien se mostraba indecisa a entrar. Finalmente respiró profundo y dio un paso al frente.
-Buenos días- dijo, imitando la cortesía de Robin- Soy Mandarina y vengo del East Blue.
Los otros tres la miraron mientras entraba. Zoro hizo una mueca burlona y no se resistió a preguntar.
-¿Mandarina?
-No les iba a decir que me llamo "Gatita Ladrona"- explicó poniendo sus brazos en jarras y frunciendo el ceño- ¿Qué pensarían de mí?
-Como si no lo fueras- dijo Zoro, entrando tranquilamente en la mansión. Comenzaron a caminar en el interior. El elegante recibidor estaba hecho trizas, pero los destrozos estaban cubiertos de polvo y enmohecidos.
-Debe estar así desde que atacaron a Mainery- dijo Robin, más que nada pensando en voz alta- pero hay pisadas que parecen mas recientes. Probablemente sí ha habido gente que visite este lugar de vez en cuando.
El piso de madera emitía ligeros crujidos a cada paso que los Mugiwaras daban. Cuando pasaron del recibidor, Zoro miró hacia atrás.
-¿Ocurre algo, Cazador-san?
-No…creí escuchar algo pero creo que no es nada.
Siguieron caminando por un elegante, largo y estrecho pasillo lleno de cuadros, retratos, mesas, floreros. Había puertas que comunicaban a otras habitaciones, pero Robin sabía que lo que ella buscaba se encontraba en el piso de arriba, donde tenía que haber un despacho. Todo estaba empolvado y la humedad se cerraba en el ambiente. Tenían que ir en línea de uno, Robin al frente, seguida de Nami, Luffy y Zoro iban atrás.
-¿Esta no es la parte del recorrido donde sale un tipo lleno de vendajes a querernos asustar?- preguntó Nami, apartando una telaraña del camino. Luffy rió.
Al final del pasillo encontraron una enorme escalera que conducía al segundo piso.
Robin comenzó a subir pero al mirar de reojo a sus compañeros se percató de que Zoro no dejaba de voltear hacia atrás. Comprendía el actuar de su compañero porque desde que entraron ella no dejaba de sentir la pesadez que suele sentirse en la nuca cuando alguien te mira fijamente. Pero sabía que no se trataba de sus nakamas, pues ninguno tenía ese tipo de mirada. O bien, Zoro y Luffy podían hacer eso, posar tan fuertemente la mirada sobre el enemigo que éste podría ponerse a temblar. Pero con ella nunca hacían eso y en esos momentos menos que nunca tenían porqué. Entonces se trataba de otra cosa, otro tipo de energía.
Cuando terminaron de subir la escalera, se encontraron con otro largo pasillo, pero éste tenía las habitaciones por un lado y del otro lado había ventanas que daban al exterior. Mientras caminaban, Nami y Luffy se iban asomando por las puertas, pero no eran de gran interés. Algunas habitaciones incluso se encontraban vacías.
-Niña Demonio, ¿Exactamente qué estamos buscando?
-El despacho de John Mainery. En él encontraremos los libros de brujería y las cartas que escribió, donde explica a detalle sus crímenes.
Nami suspiró.
-¿No es un poco estúpido escribir esas cosas? Sirvió como evidencia para que lo mataran.
-El sentía un placer especial por las cosas que hacia. No disfrutaba tanto los resultados de sus crímenes como las reacciones y el sufrimiento de las personas a las que lastimaba, y recordarlas también le venia bien. Por eso las escribía, para recordarlas y disfrutarlas a detalle. Se confió, y creyó que estaba seguro con eso, que nadie iba nunca a leerlas, o que de hacerlo, podría encubrirse con la excusa de que eran ficciones.
Al fondo del pasillo había una puerta más grande, y solo con verla se dio cuenta de que esa era la que buscaba. Se adelantó unos pasos mientras Luffy y Nami se detenían para echarle un vistazo a otras habitaciones. Los llamó para que se acercaran.
-No deberíamos separarnos- dijo ella con la mano en el pomo- si quieren ver otra habitación, lo haremos, pero los cuatro juntos.
-Entremos al despacho- dijo Zoro resueltamente- ninguna otra habitación es de interés.
Algo que flotaba en el aire lo tenía perturbado. Desde que entraron no se le había quitado la sensación de que alguien los seguía o los esperaba, observándolos fijamente. Mantenía su mano cerca de la empuñadura de su katana blanca y no dejaba de mirar, tanto a su alrededor como a sus nakamas.
Él poco creía en espíritus, leyendas o maldiciones. Pero esa sensación tan pesada no lo dejaba en paz, y era muy parecido a la energía de una persona, una mala persona.
Entraron en la habitación. De espaldas a una gran ventaba había una silla alta, de madera y corte elegante. Frente a ella había un escritorio. Había dos libreros, hermosos y finamente tallados, que iban del piso al techo, y tanto sobre el escritorio como por el suelo estaban regados papeles de todos tamaños y colores.
Era su ambiente. Robin se sintió como pez en el agua en aquel lugar y no dudó en empezar a buscar libros y hojear los cuadernos y las cartas, tanto las que estaban en el escritorio como aquellas escondidas entre los libros. Muchas páginas estaban revueltas, pero Nami estaba atenta igual que ella buscando y agrupando aquellas que tuvieran algún tipo de conexión. Ella también lo encontraba entretenido.
Zoro estaba de pie cerca de la puerta, vigilante, y Luffy estaba sentado en el piso consumiendo el almuerzo que Sanji le había preparado especialmente, entretenido mas que nada con un libro lleno de dibujos y simbología que encontró gracioso.
-¡Oi! Mira R… ¡Niña Demonio!, un tipo con dos cabezas- dijo sonriente levantando el libro y mostrando la página abierta a las chicas. Robin se acercó y tomó el libro en sus manos, sentándose en posición de loto junto al capitán.
-Estas ilustraciones muestran el funcionamiento del hechizo- explicaba mientras sus dedos se paseaban por la hoja- aquí dice que podía posesionarse solo de un cuerpo a la vez, pero supongo que eso aterrorizaba a una persona lo suficiente como para servirle y cubrirlo del resto de la aldea. Buen descubrimiento, Sombrero de Paja-san.
Luffy sonrió complacido.
Se entretuvieron por un buen rato más, leyendo y buscando información en los libros y las cartas. En algún momento, Robin se quedó parada en medio de la habitación sujetándose la barbilla con una mano y la otra cerrada en la cintura.
-¿Ocurre algo?- preguntó Nami.
- Mainery narra en sus historias todo tipo de aberraciones y obscenidades. Sin embargo, no encuentro que dé ninguna razón. El simple placer no me convence del todo- explicó, acuclillándose y recogiendo una carta de entre unas que había seleccionado y alineado en el suelo frente a ella- porque aquí hay algo de dolor. Pero no explica porqué o por quien, Mandarina-san.
-Bueno, nosotros tampoco tenemos razón de estar aquí- contestó Zoro, estirándose ligeramente con evidente desdén- sólo estamos procurándote un placer y eso parece ser suficiente para ti, ¿No, Niña Demonio?
Robin se puso de pie, dispuesta a contestar. Tenía un dedo elevado en el aire. Zoro nunca la había hecho enojar pero esto la puso de nervios de repente, pues incluso había dicho su sobrenombre con desdén. Sí, quizás era un capricho de ella, pero era una simple diversión momentánea que tal vez olvidarían al llegar a la siguiente isla, nada por lo que valiera la pena tensarse o ponerse a pelear. Y Zoro, con su negatividad, solo lo arruinaba. ¿Acaso ella lo molestaba, por ejemplo, por sus largas horas de entrenamiento?
-Si quieres irte solo hazlo, Cazador de Piratas- dijo, sonando mucho mas grave de lo que había querido en un principio- Nadie te retiene aquí.
Apenas terminó de hablar, una vibración comenzó a sentirse sobre ellos.
Robin sintió que algo la obligaba a mirar hacia arriba y vio como el techo de madera, de donde colgaba una enorme lámpara justo sobre ella, comenzaba a crujir y a cuartearse. Se quedó de pie, inmóvil, temblando y mirando el techo. Simplemente no se pudo mover.
-¡Robin!- gritó Nami aterrorizada al ver el techo ceder sobre la morena, y ésta apenas pudo reaccionar para voltear a ver a su amiga.
Una milésima de segundo después, fue tacleada por el cuerpo fuerte y firme del espadachín, quien la abrazó contra él, cayendo ambos al piso lejos de la lámpara.
El terror la hizo aferrarse a Zoro. En situaciones normales lo hubiese podido manejar. En situaciones normales su mente idearía un plan en menos de dos segundos que la salvaría de ser aplastada de la enorme lámpara.
Cuando el polvo se disipó, él estaba sobre ella con los ojos apretados. Zoro nunca mostraba ese tipo de terror, pero al igual que ella se había quedado pasmado con la vibración y el cuarteado del techo. Y así como Robin había reaccionado con el grito de Nami, él reaccionó a tiempo para abalanzarse sobre ella y sacarla de ese punto tan peligroso.
Robin sintió su respiración agitada y calida en el cuello. Relajó un poco sus brazos y aquel aferramiento ocasionado por el terror del momento, pasó a ser un gesto de agradecimiento por parte de la arqueóloga.
-Gracias- susurró. Zoro no respondió, se puso de pie lentamente. Fue como hacer las paces luego de su pequeño inicio de pelea.
Nami y Luffy miraban algo más.
Junto con la lámpara, parte del techo se había desplomado sobre el suelo. Una caja de madera había caído del piso de arriba, y al impactar en el piso, se había reventado en pedazos. Un olor terrible llenaba el ambiente, y Robin y Zoro apenas pudieron acercarse a ver antes de que la arqueologa sintiera su estomago revolverse de pura y extraña inquietud. Nami se cubría la boca y la nariz y Luffy miraba con un gesto ladeado. Entre cobijas y telas de todo tipo, un cadáver medio momificado estaba tirado en el suelo, despatarrado con los miembros apuntando en todas direcciones y ataviado con ropa elegante, con antiguas manchas de sangre por todos lados.
-Es… - comenzó a decir Robin. De pronto se sintió débil, a punto del desmayo. Se apoyó del brazo de Luffy- es el cadáver de John Mainery.
Escucharon entonces un respingo de sorpresa y al voltear a la puerta vieron una pequeña sombra alejarse. Zoro salio corriendo tras ella, seguido por Nami y Luffy, quien sujetaba a Robin para que no cayera.
…
Con que… ¿Robin, eh?
…
Apenas al poner un pie fuera de la mansión, Zoro la pescó. Aquella sombra no era más que una anciana.
-¡Suéltame, suéltame por favor!- gritó como si la estuviera ahorcando aunque él solo la tenia sujeta de la muñeca.
-¡Primero dígame quien es y qué hace aquí!
La mujer se calmó en cuanto llegaron los otros tres. Su mirada se posó en Robin, quien ya se sentía un poco más recuperada.
-No puede ser…Celine…no, no puede ser.
Antes de que pudieran preguntar, la anciana tomó a Robin de la mano. Era una mujer tan pequeña y encorvada que apenas le llegaba arriba de la cintura.
-Si vienen conmigo a mi casa, en el bosque, les explicaré todo -más que sugerencia, aquello sonaba a súplica- este lugar no es seguro para ustedes, y menos para Celine.
-Lo siento, señora, pero mi nombre no es Celine. Yo soy…-comprobó que se encontraba fuera de la casa antes de decirlo- Nico Robin.
La anciana la jaló casi hasta ponerla a su altura y estudió su rostro.
-Pues eres idéntica a Celine- explicó- insisto en que vengan conmigo, tengo que hablar con ustedes.
-¿Nos dará comida?- preguntó Luffy. La anciana sonrió.
-Toda la que quieras, joven rey.
Nami miró a la mujer. Las personas que veían en Luffy ese porte real que tenia en su interior, muchas veces eran aliados magníficos, o por el contrario enemigos peligrosos, no se podían confiar. Pero Luffy estaba tan encantado con la perspectiva de comer y conocer una parte nueva del bosque, que no le importó averiguar mas, así que a Nami no le quedó remedio que acceder, pues sabia que Zoro y Robin no objetarían una vez que Luffy diera la orden de seguir a la anciana.
Se internaron en la maraña de árboles, siguiéndola. Anduvieron por un intrincado camino durante unos quince o veinte minutos llegaron a un claro, dentro del cual estaba una pequeña y linda casita parecida a las que había en el poblado. Atrás de ella había otra pequeña construcción que a primera vista Robin identificó como una bodega.
-Adelante, coman- ofrecía la mujer mientras iba y venia dejando en la mesa agua, frutas, carne, quesos. La estancia era pequeña y ventilada, con una mesa baja frente a la cual se fueron arrodillando para poder comer.
Mientras Luffy devoraba todo lo que se ponía a su paso los demás solo tomaban alguna cosa de la mesa para no desairar a la señora.
-Siento no poder decirles mi nombre. Es una pequeña regla que mi marido y yo nos hemos impuesto. El letrero que leyeron a la entrada de la mansión lo puse yo hace unos años.
Robin tomó un vaso de una bebida de frutas y miró a la anciana con una sonrisa.
-Entiendo. ¿Dejará que le haga unas cuantas preguntas al menos?
-Por supuesto pequeña- accedió la mujer sentándose luego de poner a calentar agua para un té.
- Bien. Primero que nada, su marido y usted ¿Son acaso guardianes de esta isla? ¿Fue usted habitante de Viluel en los tiempos de Lord Mainery?
La anciana sonrió complacida, observando detenidamente a Robin.
-Se ve que eres una muchachita muy lista.
-Pues…hace mucho que no soy precisamente una niñita inocente e indefensa.
-Mi esposo y yo nos casamos el mismo año que asesinaron a Mainery- soltó la anciana sin comentar al respecto de lo dicho por Robin- Y nos quedamos en la isla desde que el resto de la población se fue. John Mainery nos engañó a todos pero recibió su merecido. Él estaba loco. Se volvió así desde que Celine murió, o al menos eso creemos.
-Ya. ¿Quién era esa Celine, si se puede saber?- preguntó Nami, intrigada, pues la mujer no había dejado de mencionar a esa tal Celine desde que habían salido de la mansión. Zoro seguía observando a la pobre anciana con desconfianza.
-El amor verdadero de Lord Mainery. No los dejaron casarse y la mandaron a vivir lejos. Ella era una Viluel, la familia de fundadores de la ciudad en honor a quienes fue nombrada. Eran muy ricos y no podían consentir que su hija se casara con un joven tan pobre. Ella regresó varios años después, casada y con un hijo, pero ellos murieron en un accidente y nadie sabe como, Mainery heredó la casa y las pertenencias que a ella le habían heredado sus padres.
La mujer se levantó y sirvió el té.
-Creemos que fue por eso que se volvió loco. Por un lado hizo muchas cosas buenas y por el otro le hizo tanto daño a nuestra pobre ciudad. Y las formas en que torturaba a sus prisioneros…una mente realmente enferma.
Robin sacó de su mochila el libro de donde había sacado información sobre la leyenda y se lo mostró en las paginas donde describía las muertes y las torturas. La anciana le echó un vistazo y sonrió.
-Los libros y las cartas que él mismo escribió se quedan cortos, hijita mía- dijo devolviéndolo- realmente cortos.
Hubo un momento de silencio en el que Nami tomó el libro y leyó aquella página. Sus ojos se abrieron con asombro. ¿Y el libro se quedaba corto? Mierda.
-¿Y qué hay de la famosa maldición?- preguntó Zoro, demostrando cierto interés.
-Que algún día volvería de la otra vida a tomar venganza de quienes le hicieron daño, uno a uno y de la forma más horrible. Mi esposo y yo nos quedamos aquí porque el resto de los pobladores insistieron en que somos un matrimonio bendito, y se nos encomendó advertir a los extranjeros de los peligros de la isla. Aceptamos gustosos porque esa siempre fue la ideologia de Viluel. Cuidarnos unos a otros. Como equipo, siempre seremos fuertes.
Hubo un silencio largo, durante el cual flotaba en el aire el olor a comida recien hecha, el asombro de Nami, el escepticismo de Zoro, el insaciable hambre de Luffy y las reflexiones tranquilas de Robin.
-Los hice venir para poder hablarles con libertad y advertirles- siguió la mujer- No quiero perturbar a los espíritus así que dejémoslo así: no se paseen por la isla despreocupadamente. ¿Son una tripulación pirata, no? Vi su barco, créanme que es el lugar más seguro donde pueden dormir. Nunca anden solos, y váyanse en cuanto su log pose se cargue. Puede tardar entre tres días y una semana.
Los tres la observaron mientras Luffy no dejaba de comer.
-No se preocupe, buena mujer- sonrió Robin- estaremos bien.
La señora lucía preocupada, tanto que Robin sintió el impulso de decir algo más tranquilizador. Sin embargo Zoro se le adelanto.
-No tiene porqué molestarse mas en advertirnos, anciana. Pase lo que pase, lo enfrentaremos. Y no creo que pase mucho, realmente- dijo poniéndose de pie- vámonos de aquí antes de que anochezca.
Luffy se puso de pie tomando toda la comida que pudo en sus brazos.
-¡Gracias, abuela!- gritó cuando cruzaba la puerta, para luego ser empujado por Nami, quien quería adelantarse antes de que Zoro se perdiera.
-No es nada, joven rey…si necesitan algo pueden buscarme.
Antes de salir de la casa, Robin fue detenida por la señora.
-Dime, hija…ese sujeto tan grande y fuerte… ¿es tu hombre?
Robin tuvo que reprimir la carcajada que quiso salir de su boca al escuchar semejantes palabras. Vio en la distancia a Zoro, a quien Nami ya jalaba de las orejas para llevarlo por el camino correcto.
Robin sabía que hombre era una palabra perfectamente aplicable a Zoro. Pero su hombre ya era decir mucho.
-¿Qué le hace pensar que es así?
-La forma en que te protegió cuando cayó el techo.
-El actúa así porque cree que es su deber- aclaró Robin, para luego añadir con una sonrisa llena de melancolía y misterio- si actuara por afectos yo sería la ultima de la tripulación a quien salvaría.
Dicho esto se despidió de la anciana, prometiéndole volver si necesitaban algo o para despedirse una vez que se cargara el log pose.
Robin siguió a sus compañeros a cierta distancia, pensando en las advertencias de esa mujer y recordando que le había dicho que ella era idéntica a Celine.
El amor verdadero de Lord John Mainery
…
Llegando al campamento, Sanji preparaba de comer, ayudado por Chopper. Franky y Ussop platicaban y cuando los vieron llegar les saludaron con la mano. Como de costumbre el rubio comenzó a revolotear alrededor de las dos chicas, así que Nami tuvo que esperar un momento realmente a solas con Robin para decirle algo que la tenía inquieta.
-Robin…
-¿Sí, Navegante-san?
-Yo…dije tu nombre.
Robin cerró sus ojos, recordando. Nami dijo su nombre dentro de la casa, cuando la lámpara le iba a caer encima. Había sido tanto miedo que había sentido en esos momentos, tan profundo, tan frío, que si reaccionó al escuchar su nombre, no lo alcanzó a procesar como tal. Lo había olvidado por completo.
-No te preocupes…todo estará bien.
Luego se sentó a leer mientras esperaba que estuviera la cena.
Estamos hablando de Nico Robin, por supuesto, así que lo que pasaba por su rostro no era exactamente lo que ocurría en su mente o su corazón.
Estaba asustada. ¿Comenzaba acaso a creer en la leyenda? No dejaba de sentirse perseguida y observada, y trataba de percibir si Zoro aun se sentía como ella pero él parecía de lo más tranquilo. ¿Serían entonces paranoias suyas? Robin estaba inquieta, muy, muy inquieta…
Continuará…
Espero que este primer capítulo les haya gustado.
Gracias por leer, y espero me dejen sus comentarios, críticas y/o sugerencias n.n
¡Hasta pronto!
Yereri Ashra