Then I saw her face
Now I' m a believer
Not a trace of doubt in my mind
I' m in love (mmmm) and I' m a believer
I couldn' t leave her if I tried
Neil Diamond - I Am a believer
El viajante de ojos dorados no necesitaba de ninguna guía para saber que por fin llegaba a su destino, la arena del desierto seguía hundiéndose bajo sus pies y la idea de beber un poco de agua no era una posibilidad puesto que se había terminado el último tanto en el trayecto de la noche, era la primera vez que cruzaba todo el desierto entre Xing y Amestris en apenas tres días pero el mensaje había dejado en claro que era extremadamente urgente su presencia en el país del sol naciente, a fin de cuentas si el emperador iba a morir nadie mejor para ofrecerle una última esperanza de vida que el mejor médico alquimista de Amestris: Elric, Alphonse.
Sol naciente
Prólogo
Por: GAIASOLE
—¿Lo escuchaste? Va a resultar cierto que el emperador de Xing esta muriendo.
—Lo mejor es escapar ahora que podemos, la última vez que un emperador iba a morir los príncipes y princesas empezaron una cacería infernal, si al menos hubiera tenido un hijo podría haber heredero al trono y todos estaríamos libres de problemas.
—Bueno los rumores de la corte decían que se negó terminantemente a casarse porque ya estaba enamorado de una sirviente de palacio, ¿Te imaginas a un emperador casado con una sirvienta?
—¿Te pongo otra bebida?
Tuve que dejar de escuchar la conversación ante la pregunta del dueño del local que aparentemente no veía con buenos ojos a ningún extranjero y en nada ayudaba que yo estuviera cubierto de arena y con la cara enteramente cubierta por un pañuelo oscuro que me había servido de protección todo el camino.
—No gracias –dije pero el hombre seguía parado junto a mi.
—¿Cómo te llamas extranjero?
—Alphonse –respondí y deje el dinero sobre la mesa para retirarme de tan acogedor lugar.
La conversación de los hombres no me había animado demasiado, de hecho, el panorama parecía tornarse escabroso, desde hace meses corrían numerosos rumores de lo que sucedía en Xing, yo sabía que Ling estaba enfermo pero no que se estaba muriendo, durante años se había negado a casarse con alguna princesa del reino y todo por amor a Lan Fan. Sentía lastima por ambos, si bien las relaciones amorosas de otros eran desastrosas las mías resultaban ser lo que el veneno a las flores así que, ¿Quién era yo para opinar de esos asuntos?
Me consuela pensar que al menos como médico alquimista yo era el mejor, podía no gustarme presumir pero luego de muchos viajes, peleas y de haber logrado revertir el proceso de humano-quimera podía decir que actualmente yo era lo mejor de lo mejor. Tal vez mañana alguien más sería el mejor pero hasta entonces haría todo a mi alcance para revertir las enfermedades.
Tenía mis esperanzas y conocimientos puestos en conseguirlo, aún ahora seguía estudiando mucho para aprender a manejar mejor la alquimia médica, incluso había publicado libros pero me había negado a quedarme en un solo lugar, había viajado más allá de Amestris hasta lugares que mi imaginación no habría podido construir nunca por si sola. Mi único lamento era que los viajes de los últimos años habían sido en solitario. Iba caminando por la calle cuando me detuve en un puesto a comprar un poco de fruta, el vendedor hablaba con otro hombre y de reojo miraba mis movimientos al escoger la fruta.
—Debemos partir mañana a primera hora y cruzar el desierto hasta Amestris o al menos llegar a las ruinas de Xerxes.
—Eh escuchado que ese lugar esta maldito.
—Ya no existe maldición sobre ese lugar, murió ya hace tiempo –intervino Alphonse al escucharlos, no me di cuenta que el pañuelo había dejado escapar mechones de mi pelo y eso había conseguido mayor atención sobre mí, en Xing todos eran de pelo y ojos oscuros así que yo siempre era la novedad.
—¡Ah buen señor! Tú debes venir de Amestris.
Tardeé mucho en deshacerme de los dos hombres y de un creciente público interesado en escuchar a un viajero como yo, lo cierto es que conforme más me adentre a la ciudad y el camino se hizo más conocido los viejos recuerdos y la ansiedad de siempre se confabularon en mi contra, pronto vería a Mei Chang y seguramente recibiría una bienvenida digna del peor enemigo. Me planteé esperar hasta el día siguiente y tal vez calmar su patente odio a mi persona con caramelos, flores o lo que fuera necesario.
—Mi hermano no es ningún cobarde.
Pude escuchar decir a Edward pero claro el estaba en Amestris, a kilómetros de mi y con Winry que no era tan severa con él desde que perdió la alquimia, ahora era una mujer mansa y tranquila, Mei en cambio sería la perfecta asesina nada más al verme. Cuando llegué hasta el tejado no tuve problemas en escabullirme en silencio y lograr llegar hasta su habitación, yo mismo había vivido en esa casa aprendiendo todo lo que podía de la alquimia de Xing, Mei había sido mi maestra, mi compañera de lucha y mi amiga y cuando quiso ser algo más yo decidí empezar un nuevo viaje, una y otra vez me marché pero siempre regresaba a esta casa.
Ella estaba dormida y como siempre tenía cambios, en cada ocasión que yo regresaba de los viajes había nuevos cambios en la niña que luchó contra Father en la batalla más difícil de la historia de Amestris, aunque claro ahora ya tenía diecinueve años y no era ninguna niña. Curvas, ojos rasgados, pelo negro disuelto por la almohada, labios rosas, la piel rebosante de juventud y largas piernas que eran ágiles siempre que se enfrascaba en una pelea. Una chica hermosa y con el agregado de que también era un flor exótica de Xing y si eso no bastaba era también una princesa, estaba tan concentrado que tarde en percatarme que algo había alterado el ambiente.
—Quédate –dijo Mei Chang y por un momento pensé que me había descubierto, ya luego quise darme de golpes cuando vi a la pequeña panda recibir el mensaje y asentir.
Temblé cuando la vi saltar velozmente y salir disparada a la calle, no me detuve a pensar en nada cuando la seguí y la vi rodeada por sombras humanas que tenían toda la intención de atacarla pero fue ella quién ataco primero, yo conocía cada uno de sus movimientos, había entrenado con ella e igual que Edward jamás había sido capaz de vencerme aunque claro con ella jamás usaría la fuerza que usaba con mi hermano pero ella no dudaba en usar todas sus habilidades para defenderse en este momento.
—¡Maldita! –gritó un hombre cuando vio a la chica de pelo negro saltar por encima de sus hombros y lanzar una serie de cuchillos que los rodearon hasta hacer una explosión.
—¡Vámonos! –grito alguien a los hombres que todavía conseguían moverse.
—Estos fueron fáciles –la escuché decir—. Vaya con la vida de princesa, ¿Tú que piensas Alphonse?
Mi imaginación me había jugado una mala pasada, ella no me iba a matar, en lugar de eso usaría la completa indiferencia como una arma más efectiva en mi contra, incluso más efectiva que una de sus cuchillas o su alquimia explotándome en la cara.
—Me parece que necesitas un médico para tu herida –le hablé sin titubeos. Sorpréndete.
—¿Qué herida? –Mei miro el hilo de sangre correr por su muñeca y tuvo que apretar los labios para no gritarme enojada—. No es necesario, me voy a casa.
—¿Puedo acompañarte? –tenté la suerte pero cuando ella asintió fue un gran alivio.
Al entrar a casa ella encendió todos los luces y de inmediato su pequeña panda salió a su encuentro, estoy casi seguro que ese pequeño animal deseaba clavarme los dientes en cualquier parte del cuerpo pero se resistió, Mei me dejo a mi aire y se ocupó de conseguir lo necesario para curarse ella misma y dejarme en claro que no me necesitaba en absoluto, la observé en silencio hasta que terminó y se tomó su tiempo en prestarme atención de nuevo.
—¿Porqué no fuiste directamente a palacio Alphonse? Estoy segura que el emperador te espera.
—¿De verdad crees que regresé solo por él? –intenté mantener una postura ofendida pero mis mentiras eran siempre desastrosas—. Recibí su mensaje hace tres días te sorprendería ver lo rápido que cruce el desierto esta vez. Estoy cansado y esperaba que al menos por esta noche pudieras ofrecerme un lugar bajo el cuál dormir, ¿Pido mucho?
—Puedes quedarte –dijo levantándose.
Ella me iba a dar la espalda pero yo la detuve de la mano por la muñeca, busque él pulso y lo noté normal, algo en mí se sintió herido, di cuenta de que a la chica de ahora no se le aceleraba el pulso como en el pasado cuando solo necesitaba mirarla y saber que el rojo de sus mejillas era por mi causa.
—¿Sigues enfadada conmigo? –ella se soltó pero no me respondió.
Cuando por fin estuve solo me di cuenta que mi cruzada sería más difícil de lo que pensaba. El primer sol de ese día había muerto hace tiempo e intentar retroceder me costaría más empeño que la alquimia misma.
Continuará…