Capítulo Final

La boca le sabia amarga, seca, pesada, como si no hubiese hablado por semanas. Esa rara sensación fue lo primero que le asalto cuando pudo abrir sus ojos, y descubrir que no solo su boca se sentía muy pesada, también el resto de su humanidad parecía resentida de algún monumental esfuerzo físico, se esmeró por un instante a tratar de recordar cuando se durmió, o mejor dicho, cuando no supo más de él, tenía una especie de nubarrón mental, como una bruma agitada que le hacía doler un poco la cabeza. Tan rápido como trato de recordar, desistió, era mejor ver con sus propios ojos donde estaba, con mucha incomodidad trato de enfocar su mirada, primeramente en el techo sobre su cabeza, era lo más fácil de hacer, estaba obviamente acostado boca arriba. El techo le pareció conocido, era el techo de madera de la habitación que compartía con Sanzo. Ese nombre rebotó en su mente tan fuerte que causó que toda la bruma cerebral fuera dispersada en un segundo, recordando muchas cosas, sintiendo que el corazón se le acelero y las ganas de hablar finalmente llegaron a su lengua adormecida.

-Sa… Sanzo… - Su voz se escuchó tan débil, tan hueca y rasposa. Quizás ni el mismo se creía que había podido hablar en medio de esa habitación silenciosa y tenuemente iluminada –

-Despertaste. – Otra voz suave y vuelta un susurro le respondió – No te esfuerces.

-¿Hakkai? – Articuló con un poco más de fuerza en su boca, volteando instintivamente hacia donde había provenido la voz del nombrado –

-Debes estar muy adolorido aún. – Se levantó del pequeño sillón donde estaba dormitando con un libro entre sus manos, esa había sido su improvisada cama desde hacía un par de días –

-¿Qué sucedió? – Mientras preguntaba movió débilmente sus manos hasta su ahora no tan prominente vientre, sintiendo dolor ante el contacto hecho, pero eso no importó, lo más vital era que ya no estaba su bebe dentro de el – ¿Mi bebé?

-Tranquilo. - Con mucha ternura Hakkai se movió hasta tomar asiento en la orilla de la cama donde estaba el mono acostado – Voltea con cuidado hacia allí.

El lado de la habitación señalado por Hakkai estaba un poco mejor iluminado con un par de lamparillas sobre una mesita de madera, así que Goku pudo detallar el perfil de alguien que dormía también recostado en otro sillón, era Sanzo, su adorado sol estaba allí durmiendo, pero lo más irreal de la estampa radicaba en lo que custodiaba el monje sobre su pecho, había un pequeño bulto de mantas entre sus brazos, abrazándolo protectoramente.

-Es… - Sintió como se le hacía un nudo en la garganta, de seca, ahora estaba como inundada en unas enormes ganas de soltar el llanto, Goku sabía que era ese bultito que estaba en los brazos del monje –

-Sí, es tu hija. – Sonrió con diversión por un segundo – Prepárate para conocer el lado paternalista de Sanzo.

Hakkai notó como Goku tan solo hizo un puchero enorme con sus labios, apretando sus puños débiles al tiempo que su pecho subía y bajaba con rapidez, la típica actitud de un niño pequeño aguantando una explosión de llanto contundente.

-Llora si quieres, pero no hagas mucho ruido, tu hija no es muy amiga de dormir… - Sentenció dando un suspiro, hasta él estaba agotado ante la labor de volver a tratar con un recién nacido demandante -

-je… je je. No saco eso de Sanzo. – A pesar de no querer llorar, las lágrimas rodaban por sus mejillas pálidas sin querer, se sentía tan lleno de algo que no sabía que nombre darle, no tenía forma de identificar semejante sentimiento reventándole la mente y el corazón, llenándolo hasta desbordarse por todos lados, como el agua - ¿Cómo nació?... que yo recuerde no podía tenerla, dolía demasiado.

-Gojyo trajo a la partera del pueblo, luego de un par de sustos tuvo que intervenir para sacar a la niña. Dormiste por dos días, gracias al cielo despertaste. – Dio un largo suspiro de alivio – No sacaría lo de dormir de Sanzo, pero de ti si saco el apetito.

-Gracias. – Susurro atajando la mano del cansado Hakkai – Te ocupaste de ella por estos dos días.

-Eh… no realmente, aunque no lo creas, yo solo la he alimentado, del resto Sanzo se ha encargado de todo, la carga, la duerme, la baña y cambia. Por eso te digo que prepárate para ver el lado paternal de un monje sin aparentes sentimientos.

-Sanzo hizo todo eso… - Volvió la mirada hacia donde estaba el monje tan apaciblemente dormido – Despiértalos Hakkai, necesito cargarla, quiero ver como es ella.

-No lo creo prudente.

-¡Pero si es mi hija! Quiero verla, déjame verla, Hakkai. – Sus ojos dorados demostraban tanta ansiedad por tener a la niña entre sus brazos, después de esos largos y tortuosos nueve meses, tenía todo el derecho de que se la dieran –

-Está bien, tendré que hacerlo con mucha delicadeza… no quiero ganarme un lio innecesario. – Se levantó de la cama rumbo al sillón donde descansaba el monje con la bebe –

Goku miraba con emoción contenida como Hakkai se acercaba a donde Sanzo susurrándole su nombre, con un cuidado que jamás le había visto hacer antes, la situación le pareció jocosa hasta que entendió porque su amigo actuaba así. En un segundo Sanzo estaba con los ojos abierto de par en par y su reluciente pistola desterradora brillaba con la luz de las lamparillas, apuntando con fiereza a quien se atrevió a sacarlo de su sueño. O más bien, actuando por instinto paterno de proteger la carga que llevaba entre sus brazos, fuera cual fuera la razón, Hakkai no disfrutaba ser apuntado por el arma de Sanzo cada vez que le tocaba o lo movía mientras él dormía con la niña.

-Soy yo, Sanzo – Alzo sus manos con presteza para apaciguar al monje –

-¿Qué diablos te sucede, Hakkai? ¿Para qué me despiertas? – Bajo el arma con mucho cuidado, volviendo a enfundarla entre sus ropas sin molestar a su hija que seguía bien dormida sobre su pecho –

-Alguien está desesperado por cargar a su bebe. – Se hizo a un lado para que Sanzo entendiera sus palabras –

-Goku.

El monje se levantó del sillón en un segundo como poseído por alguna fuerza sobre humana, dando unos pasos firmes hasta la cama deteniéndose frente a la misma, contemplando con ojos cansados a su mono. Al fin estaba despierto, después de dos largos y agotadores días, sintiendo que el chico tardaba demasiado en recuperarse a pesar de saber que Goku era muy fuerte y resistente a muchas cosas y situaciones, pero traer su hija al mundo fue la batalla más dura y sangrienta que efectuó Goku, y solo, sin más nadie para compartir su dolor o sufrimiento.

Le debía demasiado a Goku, sentía que ahora le debía mucho, y la deuda tenía peso y existencia, estaba entre sus brazos, sintiendo su calorcito dulce que despiden las pequeñas vidas en expansión, con su aroma dulce de bebé, sus llantos, sus pocas horas de sueño y su apetito inagotable tan parecido al del mono. Sanzo juraba que de un segundo a otro la niña acabaría con el pobre Hakkai.

-Al fin despertaste, baka saru. – Una cálida sonrisa se le escapó de los labios, el que no era afecto a reír estaba obligado a hacerlo con las emociones que bullían muy dentro suyo. –

Sin más palabras se sentó en la cama junto a Goku, extendiendo con mucho cuidado a la niña para que el chico la cargara por primera vez. El mono la recibió con una mirada asombrada, detallado primeramente el color de sus cabellos, era tan rubia como Sanzo, su sol, como una copia en miniatura del mismo, lo siguiente que le capturó el corazón fue ver sus mejillas sonrojadas y regordetas, estaba hasta tentado de piquetearle con el dedo, pero se contuvo, necesitaba primero que nada poder abrazarla muy fuerte contra su pecho, comprobar que no estaba soñando y que todo lo que sucedía era real, tangible y tan increíble que faltaba poco para que empezara a gritar a los cuatro vientos que estaba feliz.

-¡Eres muy linda! – Sonrió enorme al tenerla con él, rodeándole con suavidad, cuidando de no ser tan tosco, él sabía que era torpe e impulsivo, pero con ella debía ser muy delicado, los bebés son suaves y frágiles, eso lo aprendió muy bien con la pequeña Soe – Y es rubia como tú, Sanzo.

-Rubia. - El monje susurro con simpleza, ya estaba más que claro su parecido con la niña, era una copia al calco de el en apariencia física. –

-Eres hermosa, y tan pequeña… - Aun sintiéndose débil, trató de sentarse por la emoción pero un dolor punzante le atravesó el bajo vientre – ¡Duele!

-Mono tonto no te muevas, tienes una raja completa en el estómago. – El monje le jalo con cuidado nuevamente contra la cama – Dame a la niña, aún debes descansar.

-¡No! – Abrazo protectoramente a la pequeña haciendo que esta se revolvió entre las mantas, tanto ruido la estaba incomodando – Déjamela, la cuidare bien. ¡Soy su mamá!

-Sanzo – Hakkai poso su mano sobre el hombro del nombrado, dándole una mirada algo severa – Goku necesita conocerla mejor, él tiene razón, es su mamá, el más que nadie necesita tiempo con ella para acostumbrarse a todo lo que viene, dales un rato juntos.

Mientras Hakkai trataba de convencer al monje, Goku estaba en su propio mundo contemplando a la bebé, tocándole las manitos diminutas, acariciándole su cabecita para sentir lo delicado de su cabello. Estaba extasiado con ella, en todos esos nueve meses nunca se hizo una idea mental de cómo era su hija, tan solo sabía que era un ella, solo eso, nunca reparó en su forma física, su apariencia, pero ahora que estaba en sus brazos, se sentía satisfecho de lo bella que era, tan parecida a su sol, hasta tenía el ceño un poco fruncido como Sanzo, quizás su temperamento también sería algo cascarrabias.

-Tendré dos soles amargados… - Goku mascullo para si con un medio puchero

-¿Como que amargado? – Sanzo alzó la mano tan acostumbrado al mal hábito de darle un coscorrón, pero se paró en seco. Había descubierto que ya Goku no era un chiquillo risueño, había mutado, cambiado, crecido de muchos modos, ahora era el ser que le había dado el regalo más grande del mundo, ahora era su compañero sentimental, y la madre de su hija. –

-Goku. – Hakkai se agacho cerca de la cama para encarar al emocionado mono –

-¿Eh? – Alzó la vista con duda hacia su amigo, Hakkai tenía una mirada algo seria y muy profunda –

-Recuerdas muy bien todo lo que yo hacía con Soe cuando nació ¿lo recuerdas? – Estiro su mano acariciando la cabecita de la rubia recién nacida –

-Claro que si… - Súbitamente frunció el ceño con molestia – ¿Acaso estas dudando de lo que yo pueda hacer con ella?

-No dudando, confió en ti, pero también recuerdo que uno puede llegar a un punto de quiebre a veces con un bebé tan pequeño. Cuando estés muy cansado deja que Sanzo te ayude, no serás una mala mamá por pedir ayuda o querer dormir.

-Eres un controlador compulsivo – Sanzo sabía que la vena controladora de Hakkai se había elevado a la enésima potencia. Era un manipulador de situaciones, y se notaba que ya estaba taladrándole la conciencia respecto a dejar solos a dos hombres inexpertos con un recién nacido –

-Que modesto eres, Sanzo. – Hakkai se levantó con una sonrisa algo malévola – Tú has llevado las riendas de todo esto por dos días, así que suelta un poco el cuerpo, están demasiado tenso, ya Goku despertó, tu hija está sana, ahora deja que Goku cumpla su papel y sírvele de apoyo, no de molestia.

Y Hakkai tenía mucha razón, Sanzo estaba actuando con una perfección obstinada respecto a su hija. Quizás era su modo inconsciente de enmendar errores, de poner todo en orden y no dejar que más nada lastime a sus seres queridos, fuera como fuera, ahora quedaban los nuevos padres libres de la ayuda de Hakkai. Apenas despuntó el alba este regreso a su casa, necesitaba recuperar las energías invertidas en la pequeña rubia. Un buen baño, algo de comer y su amada cama le esperaban, de verdad que necesitaba dormir un poco, cosa que no harían muy seguido de aquí en adelante el monje de más alto rango de toda china y Goku.

Y como era de esperarse, Goku no dejó que su compañero tomara en brazos a la bebé, se negó rotundamente a dormir un poco más, después de despedir a Hakkai, Sanzo desistió de ayudarlo, cuando el mono se aferraba a algo, era difícil sacarlo de ello, así que solo se dejó caer en la cama junto a Goku, aparentando dormir mientras este seguía muy despierto y alerta con la niña entre sus brazos.

-Sanzo. – Masculló entre el silencio apacible de la habitación –

-Duérmete, luego te arrepentirás de no hacerlo cuando ella despierte.

-¡Dormí suficiente! – Gruño para si – Quiero que despierte, me da curiosidad ver el color de sus ojos.

-No te has perdido de nada, aún no los abre. – Trato de recordar si le había visto hacerlo, pero no, la bebé en ningún momento hizo amaino por abrirlos –

-mmm… seria lindo que fueran tan dorados como los míos. ¡Te la imaginas, tan radiante como un día de primavera!

-Para mí ya es perfecta – Masculló con algo de incomodidad, se sentía raro decir lo que creía, pero algo le evitaba hacer silencio y no emitir opinión cuando de su nueva hija se trataba. Ya comprendía al idiota de Gojyo cuando parloteaba por horas sobre alguna cosa relacionada con la mocosa pelirroja. – Seré tan patético como él…

-Eres increíble, Sanzo. – Con mucha dificultad Goku se giró un poco para besar la mejilla del rubio monje – Gracias.

-No agradezcas – Devolvió el gesto de cariño acariciando los labios de su mono con sus dedos, como memorizando lo tibio que estaban, algo secos por el par de días sin ser usados, pero seguían siendo hermosos y tentadores, tanto que se movió cumpliendo el deseo de besarlos –

Fue un beso corto pero intenso en emociones, con mucho que expresar en ello. Tanto agradecimiento, tanto arrepentimiento, tanta pasión, tanta ternura, todo mezclado entre labios carnosos y alientos revueltos, ambos sabiendo perfectamente que ese beso era una recompensa bien merecida para las horas horrorosas que vivieron, con el miedo y el terror ligados a desastre. Realmente era el beso piadoso de la victoria conquistada, de la meta cumplida.

Apenas sus labios se separaron escucharon el débil gimoteo de su hija que acabó por romperles el ambiente creado. La dinámica había cambiado para siempre, ya no eran ellos dos, ya sus prioridades cambiaron, ahora tenían a un recién nacido iracundo que se hacía sentir sin límite alguno, dejando de gimotear comenzando a llorar estruendosamente en brazos del mono, apretando sus puñitos con fuerza, frunciendo el ceño de un modo tal que Goku trato de aguantar una carcajada, su mente solo le hizo pensar en cuando Sanzo estaba realmente cabreado y con pistola en mano, si, su hija era algo parecido a un monje en miniatura amargado y exigente.

-¡Llora con fuerza! – Para él era maravilloso escucharla, y es que era la primera vez que oía el llanto de su hija, había perdido el privilegio de escuchar su primer grito al llegar al mundo. Este sería el primer recuerdo de muchos para guardar en el corazón de Goku –

-Escandalosa como tú. – Suspiró quedamente, levantándose de la cama para caminar hasta el otro lado donde estaba el mono acostado – Ponla con cuidado en la cama, necesitas acomodarte mejor.

-¿Acomodarme? Me dijiste que no me moviera. – Obedeció dudando y a regañadientes, dejando a la bebé con mucho cuidado junto a él en la cama –

-¿Duele mucho si te sientas un poco? – Sanzo intentó ayudar al mono pero este se negó a seguir moviéndose de lugar –

-Duele y arde - Un par de lagrimillas estuvieron a punto de brotar por sus ojos -

Sanzo notó la cara de obvio sufrimiento que puso el mono apenas intentó cumplir con la idea de sentarse. Y debía de dolerle bastante para que Goku se negara a hacerlo, siendo un chico tan fuerte, el parto fallido y la operación acabaron con sus energías. Y un frustrado monje no sabía cómo solucionar el inconveniente, no era nada experto en la materia, tan solo en ese par de días había visto a Hakkai colocar a la bebé en su regazo y hacer las cosas de modo tan fácil y sencillo, pero Goku no se podía sentar y su hija no pararía de llorar hasta que comiera.

-¿Tienes hambre, verdad? Yo también lloraría mucho si no pudiera decir que tengo hambre… - El mono se solidarizaba con el llanto de su hija, girando un poco para poder quedar acostado frente a ella, en ese instante recordó un vago suceso del pasado, cuando tenía poco tiempo viviendo en el templo con Sanzo – ¡BOLLO DE ARROZ!

-¡Baka saru! No puedes pensar primero en como callarla a ella en vez de chillar tú por comida. – Llevó su mano al rostro con frustración, Goku no cambiaría nunca, ni teniendo un bebé que cuidar –

-¡No hablo de comida! Estaba recordando a bollo de arroz.

-No logro comprenderte.

-Una vez hubo una gata que se escondió en la casita de almacenamiento, cuando tuvo a sus gatitos, yo le llevaba comida, era muy bonita y toda blanca, por eso le puse bollo de arroz. – Sonrió con ternura al recordar una de sus viejas travesuras, ni Sanzo o los monjes del templo descubrieron su momentánea mascota bautizada con nombre de comida –

-Y el punto de todo este recuerdo es… - Sanzo paró de quejarse al ver como el mono se concentró totalmente en la bebé, tomándola con mucho cuidado entre sus brazos mientras seguía acostado de lado, a pesar de todo fue realmente diestro en llevarla lo más cerca posible de su pecho, levantando su franelilla para dejar que la pequeña niña se diera cuenta que no hacía falta llorar más. –

-Bollo de arroz se encargaba de sus gatitos así, nunca la vi sentada, siempre acostada y muy feliz. – su voz fue un susurro ansioso, esperando que su idea funcionada con su hija -

La expresión en el rostro de Goku paso de preocupación a una de total asombro, parecía orgulloso con el resultado final de su idea, contemplando a la pequeña rubia que no tardo nada en encontrar su pezón, prendándose a él como si su vida dependiera de ello, moviendo con fuerza sus diminutas manitos hasta que pudo atajar parte de las ropas del mono, parecía estar asegurándose de que su comida no se escapara de sus manos.

-No sé si llamar a lo que hiciste, instinto materno o instinto animal – El monje suspiró por lo bajo aguantándose una sonrisa, Goku podía sorprenderlo aún con sus ocurrencias, pero al menos sirvieron de algo para solucionar el estridente llanto de la pequeña –

-Se llamará Koumyou. – El mono sentenció dulcemente, con su mirada fija en la bebé –

-Goku.

-He dicho.

Sanzo sintió como los recuerdos se revolvían dentro de su mente, el nombre de su maestro, el ser que lo acogió y rescato de las aguas del río, el que le hizo ver la luz de un día más. Era un nombre algo doloroso por el pasado ligado al mismo, pero también era hermoso, perfecto para un ser que volvió a sacarlo de un lugar oscuro, frío y tenebroso, porque eso hizo su hija cuando él se alejó de Goku, le llamó con desesperación para darle el brillo de la esperanza. Si, estaba bien que llevara ese nombre, así no fuera precisamente un nombre común para una niña, al fin y al cabo nada era común en ellos y nunca sería nada común.

-Koumyou – El rubio monje le nombró, hacía tanto tiempo que no lo pronunciaba a viva voz. Se sintió hasta un poco melancólico, pero estaba bien, Goku tomo una buena elección. –

-Sanzo, mira… - Goku señalo algo curioso en el rostro de su hija – Se parece a tu marca.

-Un Chakra. – Acarició con sus dedos la frente de la bebé, sin duda era una marca que no habían visto antes – Sabes perfectamente lo que significa.

-Sera un Sanzo como tú. – Goku sonrió ampliamente, estaba seguro que el futuro de su hija sería brillante –

Los nuevos padres ya habían cumplido con el primer compromiso de sus vidas para con un hijo, darle un nombre. Con esa nueva mañana la pequeña Koumyou fue extrañamente presentada por su padre ante el resto de los monjes del templo. Sanzo se tomó el asunto de modo directo y sin adornos, ya sus jefes que eran la Sanbutsushin lo sabían, así que el resto del personal le tenía sin cuidado alguno. Apenas Goku terminó de alimentarla se la quitó para salir de la habitación, reuniendo a todos los habitantes del templo. Con la niña en brazos paso a dar unas tajantes y directas palabras.

-Ayer en la tarde nació mi hija, Koumyou. No me interesan sus felicitaciones, tan sólo declaró su existencia y espero el respeto correspondiente, si descubro a alguno de los habitantes de este lugar ofendiendo, molestando o tan siquiera incomodando a Goku o a mi hija, serán severamente reprendidos y expulsados del templo.

Y tan rápido como los reunió para dar la información, se retiró nuevamente dentro de su habitación, dejando al compendio de estudiantes y monjes con el rostro más perplejo del mundo, no faltaron las dudas, las innumerables teorías sobre cómo el monje de más alto rango de china había podido concebir un hijo con alguien mas, algunos creyeron que Sanzo había rescatado a la niña de algún lugar, otros, como los que custodiaban la entrada el día anterior si notaron la entrada y salida de los compañeros de viaje del monje, también la abrupta llegada de una mujer. Finalmente no tuvieron más ideas que dejar que la situación pasara y esperar a ver que sucedía dentro de la habitación del monje Genjo Sanzo.

Fueron un par de semanas donde el rubio monje casi no se movía de su habitación, se le veía de vez en vez parado a una prudente distancia fumando un cigarrillo y de inmediato regresaba dentro, otras veces solo se movía para dejar ropa sucia a cargo de sus alumnos, entre ellas sobraban los pañales de tela, ropas de bebe y tambien ropas del mono, y de él no se sabía casi nada, los monjes también se preguntaban porque el chiquillo había prácticamente desaparecido de su vista, ya no merodeaba por los alrededores ni se metía furtivamente en la cocina buscando saciar su impresionante apetito de los últimos meses.

-¡Goku! – Sanzo iba rabiando por medio templo, llamando a viva voz a su compañero, tan solo le quito los ojos de encima un par de horas para salir a cumplir un compromiso ineludible, y ya se había desaparecido con su pequeña hija -

A cada persona del templo que se encontró a su paso le hizo un brusco interrogatorio, no tenía ánimos de ser delicado, y casi nunca lo era. Para él, Goku aún debía guardar reposo, dos semanas no eran ni remotamente suficiente para que el mono anduviera campantemente por el templo, y mucho menos fuera de él. Sin notarlo siquiera Sanzo estaba actuando de un modo súper paternalista y sobreprotector con su pequeño amante y su recién nacida hija.

-Baka saru… voy a amarrarte a la cama cuando te encuentre. – Dio un par de vueltas más por los alrededores del templo, murmurando groserías hasta que se detuvo frente a uno de los jardines más alejados, allí descubrió a donde habían ido a parar el mono con su bebé –

Su boca se abrió en grande para emitir un compendio de regaños que nunca se emitieron, en su lugar tan solo se quedó allí de pie a un par de metros, mirando la escena, contemplando como Goku estaba sentado en la grama verde brillante bien cortada del amplio jardín, entre sus brazos estaba Koumyou, despierta y muy atenta al nuevo mundo que la rodeaba, con sus hermosos ojos dorados iguales a los de su madre, era como un pequeño sol radiante, ambos en tan pacífica actitud que Sanzo se tragó la protesta, y solo procedió a sentarse junto a ellos, tomando por sorpresa a su mono en el acto.

-Sanzo… - Goku bajo la mirada como esperando el regaño por su escape –

-Aire fresco y algo de sol, parece que le gustan – Estiró la mano hasta posarla sobre la rubia cabecita de su hija –

-¡SI! necesitaba salir de esa habitación, ya las paredes me asfixiaban, además, los bebés también deben tomar sol un rato al menos… eso dijo Hakkai el otro día cuando vino de visita. – Su rostro estaba plagado de ansiedad por lo próximo que diría su sol, Sanzo actuaba con tanta cautela con ellos desde que dio a luz –

-Mientras no andes lejos de aquí a horas ilógicas. – Movió su mano hasta acariciar el hombro de Goku – ¿Te sientes mejor?

-Perfectamente, ya no me duele nada, creo que podría correr por todos lados ¡y subir a todos los árboles del templo! – Sonrió ampliamente mientras notaba que el rostro del monje iba adquiriendo una expresión dura y hasta funesta con cada palabra dicha – ¡NO VOY A SUBIRME A UN ÁRBOL CON KOU!

-¡Más te vale ni siquiera intentarlo! – Gruño alzando su mano, las tentadoras ganas de darle un coscorrón aún estaban en los viejos hábitos –

-Sanzo… - Interrumpió las protestas del monje con un aire muy serio, demasiado centrado y lógico para un ser como Goku –

-Dilo.

-Ahora ella es el sol.

-Je… - Dio un largo suspiro, mirando con mucha suavidad a su hija, si, era radiante y cálida de algún modo que no lograba comprender pero que le confortaba el alma – Será nuestro sol hasta el ocaso de nuestras vidas.

FIN

¡Urasai!

El estanque de lirios se veía algo solitario, el hermoso sillón sumamente decorado donde se sentaba su señora estaba vacío, era raro, ella debería estar allí, sentada y disfrutando de sus retorcidas ideas, las que la mantenían tan distraída en medio de un cielo burocrático y aburrido. El hombre mayor apresuró el paso hasta que tropezó con un cúmulo de papeles tirados en el suelo, mal arreglados y con una elegante pluma dorada que los mantenía en su sitio por su peso en oro y piedras preciosas. Curioso miró a ambos lados del estanque, no podía evitar la malsana curiosidad de saber que tanto podía escribir la Kanzeon Bosatsu si era muy floja hasta para hacer papeleos en el cielo.

-Que será… - Empezó a leer la primera hoja con una expresión de duda que fue transformándose rápidamente en asombro – No.

-¡Si! – La voz de la diosa resonó tras el hombro de su ayudante –

-¡Mi señora! – Dio tal respingo por el susto que soltó la hoja dejando que esta se deslizara suavemente por el aire hasta caer dentro del estanque –

-Oh… se dañó. – Con un mohín algo fingido la diosa tomó otra hoja de la pila agolpada en el suelo y su pluma dorada –

-¿Va a seguir?

-Dañaste las ideas que había escrito antes. – Alzó la pluma con elegancia y precisión – Tengo que cerrar esto que empecé.

-¡PERO CON ESO NO ESTÁ CERRANDO NADA! ¡ESTA ABRIÉNDOLO MÁS!

-¿Nunca escuchaste la frase: cerrar con broche de oro? – Posó la pluma en el papel con una sonrisa de segura satisfacción, aún quedaban cosas por contar –

AL FIN! Después de tanto tiempo le he dado fin, o eso creo, je je je, un final abierto, no quiero atreverme a finalizar del todo, quizás me den más ganas de hacer algo más, quizás… pero ahora solo les agradezco todo lo que me siguieron desde el inicio mismo, las nuevas y viejas lectoras, perdonen mis tiempos, soy tan terrible con las actualizaciones que yo misma me sorprendo que aún me sigan y más aún, que dejen comentarios. GRACIAS!