Así que, ¡hola! Esta es una nueva historia. He leído ya varias sobre Damon y Bella, tantísimas que me decidí por hacer mi propia historia. Hay muy buenas allá afuera y los crossovers de ellos realmente son muy pocos en español por lo que de ahí surgió mi idea. Además de que juntar a estos dos es de lo más de interesante.

Sucede dos meses después de que Edward deja a Bella y a principios de la segunda temporada de TVD. Cabe resaltar que hay cosas que cambiaré, por ejemplo, utilizaré un par de cosas sobre los libros de TVD.

Espero que les guste.

El punto de vista es de Isabella y Elena.


Prólogo.


Sera como si nunca hubiese existido.

Las estúpidas palabras de Edward resonaban en mi cabeza como un constante recordatorio de que me había abandonado. Y quizá fueron las palabras más irónicas que pudo haber dicho en toda la historia. Él quería que todo fuese como si nunca hubiese existido en mi vida, como si lo nuestro nunca hubiese sucedido. Pequeño error, estaba sucediendo todo lo contrario.

Moví la cuchara por la pobreza de avena que estaba comiendo. Dos meses habían pasado desde que él se había ido de mi vida, arrastrando a su familia con él. No sabía que me dolía más, el hecho de que rompiera conmigo en el bosque y me dejara en shock por un buen tiempo. O el hecho de que yo hubiera asumido esa posición y denigrado de aquella manera. En cualquiera de los dos casos, había sido una estúpida.

"No te parece que es lo mejor… ¿Bella?" la voz de Charlie interrumpió mis pensamientos. Lo miré con confusión. Había estado tan distraída que a penas y había captado las palabras que estaba diciendo.

"Lo siento papá, estaba distraída, ¿qué decías?" Charlie suspiró sonoramente.

"Has estado distraída por dos meses," acusó.

Sentí su reclamo y no podía culparlo. Durante un mes caí en depresión. No comía, o hablaba. Caminaba por inercia y respiraba por necesidad. Mi corazón se sentía vacío y me sentía despreciada. Después de una amenaza de Charlie por mandarme a Florida recapacité un poco y me dediqué a ganar algo de peso y por lo menos responder cosas básicas.

Ahora me sentía mucho mejor, todavía descartada como basura pero mejor. Quizá en la desesperación de Charlie por mi estado y a sabiendas de que Forks no era precisamente el mejor lugar de amistades, aparte de ser un pueblo gris y sin vida, hizo lo que yo debí haber hecho desde que llegué aquí. Llamó a Elena Gilbert, mi mejor amiga desde antes que aprendiera a caminar.

Si existía alguna forma en la que podías abofetear a alguien por teléfono para que reaccionara, Elena era experta en ello. Me advirtió, bueno, más que advertí me dijo toda mi estupidez en la cara.

Fue algo como, y cito: Isabella Swan, deja de comportarte como una arrastrada que va por la vida sin encontrar sentido porque un medio hombre la abandonó. Deja de ser imbécil, junta todos tus pedazos y arréglatelas, porque quieras o no tu vida continúa y te convertirás en una completa decepción si sigues de esa manera. Eres mujer, no hormiga como para estar recogiendo migajas que te tiren.

Ni más ni menos. Y eso era lo que necesitaba oír, alguien diciéndome la verdad sin tener en cuenta por la mierda que estaba pasando mi vida. Porque para recoger un desastre de vida y volverlo armar nuevamente se necesitaba de alguien que te dijera que estabas rayando en lo patético. Las verdades, dolieran o no debían decirse.

"Puedes repetir," dije ignorado su pregunta. Me miró con el entrecejo fruncido ligeramente.

"¿Te acuerdas de Liz?" preguntó.

"¿La mamá de Caroline?"

"La misma, debes recordar que ella es sheriff," asentí. Claro que me acordaba, no era divertido cuando tenías trece años y habías escapado de la casa, y que la mamá de una de tus mejores amigas te encontrara y te devolviera a casa de un furioso Charlie.

"¿Qué hay con ella?"

"Bueno, cuando terminaste de hablar con Elena, la llamé, quería saber," carraspeó un poco, "como estaban las cosas en Mystic," decidí dejar la avena para después, por lo que recogí mi plato y el de Charlie y los puse en el fregadero.

"¿Qué te dijo?"

"Bueno, me ofreció trabajo," noté como no respondió mi pregunta pero lo dejé pasar.

"¿A trabajar? ¿Cómo qué exactamente?" pregunté curiosa y regresando a la mesa.

"Aún no lo sé Bella, la cosa es," se acomodó en la silla y me miró a los ojos, "sabes que somos parte de las familias fundadoras, y ha pasado un tiempo desde que… bueno, he estado por allí," se explicó.

"No precisamente por decisión mía," le recordé. Había culpa en sus ojos y por más que odiara verla no quería que la dejara de sentir. Por él estaba aquí en Forks y había dejado una vida que no debí.

"Lo sé, solo quería saber qué opinabas."

"¿Regresar a Mystic?" asintió. Sopesé la idea y realmente no encontré ningún contra a la decisión. Mystic Falls era mi hogar. Forks me había dejado con un corazón roto y días grises. Volver a casa era la mejor decisión que podía tomar.

"¿Y?"

"Suena bien, entre más lejos de aquí mejor."

"Bien, solo quiero recordarte algo Bella," intuí por dónde iba, "nada de invitar a extraños a casa y ten mucho cuidado, las cosas en Mystic Falls no están precisamente bien," rodé los ojos.

"Papá, me sé ese discurso desde que tengo cuatro años, no es necesario que lo repitas," asintió y se levantó de la mesa, "¿para cuándo estaríamos saliendo?"

"Espero que no te moleste," pude ver como alejaba sus ojos de mí, "nuestro vuelo sale hoy a las dos."

"¿Hoy? ¿Y apenas me lo dices ahora?" miré el reloj que marcaba las siete y media de la mañana.

"No había vuelo sino hasta dentro de tres días," se explicó.

"¿Cómo sabías que iba a aceptar?" pregunté.

"Hogar es dónde está nuestro corazón Bella, y tú corazón está en Mystic," pude ver un asomo de sonrisa en sus labios.

Charlie fue al medio baño que estaba cerca de la cocina y salió a los cinco minutos.

"Iré al instituto en busca de tus papeles, también iré a culminar ciertos detalles, ¿te molestaría empacar?"

"Realmente no tenemos mucho que empacar papá," le recordé, "además, ¿no tenemos la casa intacta en Mystic?" asintió.

"Bien, ese caso me iré. Si sales de la casa, asegúrate de estar aquí antes del almuerzo."

"Espera," se detuvo mientras abría la puerta, "¿qué pasará con esta casa?"

"A eso voy, iré a ponerla en arriendo," asentí y lo vi desaparecer por la puerta. Poco tiempo asó antes de que escuchara el motor de la patrulla y el carro alejarse.

Nunca supe el motivo por el cual abandonamos Mystic Falls, cada vez que le preguntaba a Charlie me decía lo mismo: Algún día te diré Bells.

Subí a mi habitación y abrí mi armario con el propósito de empacar. Estaba organizando mi ropa para meterla en la maleta cuando me detuve. Realmente la ropa que usaba en Forks no me iba a servir para nada en Mystic Falls, un pueblo donde el sol salía casi todos los días. Levanté le colchón de la cama y saqué mis ahorros de la universidad.

Tenía suficiente dinero como para darme el lujo de comprar un ajuar completo. En ese instante me sentí vanidosa y materialista. Iba a gastar el dinero de mi universidad en ropa. Pero, ¿qué importaba? Ya tendría todo un año después del instituto para pensar en qué estudiar y durante ese año podía ahorrar dinero trabajando. Ya me las ingeniaría.

Bajé corriendo las escaleras. Me aseguré de cerrar la puerta con seguro y entré a mi monovolumen. Un viaje que usualmente toma cuarenta minutos a Port Angels me tomó una hora, pero estaba bien de tiempo.

Caminé por un centro comercial. Una mujer por instinto sabía que comprar, además, haber pasado toda una vida con Caroline Forbes servía de algo. Y por supuesto, Alice. Mi corazón se encogió ligeramente ante la mención de la pequeña de los Cullen. Si me viera en este preciso momento no me lo creería.

Entré en las tiendas y comencé a elegir mi ropa. Basada más que todo en jeans y camisetas. Uno que otro vestido. Algunos pares de zapatos. Ropa que sabía que podía usar y era cómoda, además de presentable. Al menos a mi parecer. Daba gracias al cielo que había dependientas colaboradoras que ayudaban a escoger.

Mi teléfono sonó irrumpiendo mis pensamientos. Rebusqué en mi bolsillo, cosa que no era nada fácil contando las bolsas de ropa que tenía encima. Número desconocido. Comencé a sentirme nerviosa y por una extraña razón mi mente relacionó aquella llamada con Edward. Contesté con cautela.

"¿Diga?"

"¡Bella!"

"Elena," sonreí al escuchar su alegre voz.

"Cielos, B, ¿qué sucede contigo? Pasaron dos años para que volviéramos hablar y ahora dejas que pasen dos semanas," reí suavemente.

"Lo siento tanto Elena, he sido la peor amiga sobre la faz del planeta tierra," me excusé. Tomé asiento en la cafetería del lugar porque si no podía terminar teniendo un accidente.

"Lo eres, créeme que sí."

"En otras noticias un poco más felices," comenté cambiando el teléfono a mi otra oreja, "me devuelvo a Mystic," dije con una sonrisa.

"¿Estás bromeando?"

"No."

"¡Eso es genial! Será todo como los viejos tiempos," a pesar de que había emoción en su voz también había duda. Algo no me estaba diciendo, "¿cuándo llegas?"

"Quizá como a las seis o siete."

"¿De hoy?"

"Sí, digamos que Charlie no quería esperar."

"¿Por qué no me dijiste antes?"

"Bueno, porque me acabo de enterar hace como una hora."

"Valla, eso es apresurado," asentí a sabiendas de que no podía verme, "bueno, en ese caso estaré feliz de recogerlos en el aeropuerto."

"¿Harías eso? Gracias, por cierto, ¿qué tal todo en Mystic?"

"Han pasado muchas cosas," había duda en su voz. Soltó un suspiro, "tenemos que ponernos al día," con eso supe que no iba a decirme más nada. Por lo menos no en este instante.

"Lo sé, E, debo dejarte, no puedo esperar para verte de nuevo."

"Ni yo Bella, te estaré esperando, hay alguien que quiero que conozcas," fruncí el ceño, "lo sabrás cuando llegues," se apresuró a contestar.

"Bien, nos vemos," con eso colgamos.

No me había dado cuenta cuanto extrañaba mi hogar hasta ese momento. Seguí echando un vistazo en las tiendas. Las bolsas comenzaban a pesarme por lo que decidí que era hora de ir a casa. Me fijé en el relo que marcaba las once. Decidí ir por comida para llevar antes de devolverme a casa.

Amarré mi cabello en una coleta y luego de que terminé de hacer compras me dirigí a casa, ansiosa por tomar ese avión e irme.

-…-

Stefan me miraba curioso desde el sofá. Seguí hablando con Bella por un minuto más hasta que colgamos. Sonreí ampliamente.

"¿Quién es?" me acerqué a el y me acurruqué a su lado. Pasó un brazo por mis hombros atrayéndome más hacia él.

"Isabella, ha sido de mis mejores amigas desde que tengo uso de razón, está regresando a Mystic," el expliqué. Sabía que él estaba pyendo mi conversación perfectamente pero me parecía dulce que aún así me preguntara.

"Y supongo que yo soy a quién quieres que conozca," sonreí y le di un suave beso en los labios.

"¿Quién más sino?"

"Mira, pero que dulzura," la voz de Damon irrumpió en la habitación haciendo eco. Rodé los ojos y solté un suspiro, "no ha existido nunca un vampiro diabético y espero no ser el primero," era justo en momentos como este en los que Damon no era precisamente mi persona favorita.

"¿A qué debemos tu pequeña entrada?" preguntó Stefan. Realmente le daba crédito, soportar a un hermano como Damon no debía ser lo más fácil en el mundo.

"Ahora que lo mencionas, sí," camino derecho al mini bar y se sirvió un trago de whisky, "verás, soy curioso y quiero saber quién será la nueva humana en el pueblo," movió su trago un poco y sus ojos se fijaron en mí. Me removí incómoda al lado de Stefan y el lo notó porque sonrió. Dudé antes de hablar, pero igual se enteraría.

"Isabella Swan y su padre Charlie ¿alguna vez hablaron con la familia Swan?" pregunté curiosa. Los Swan eran parte de las familias fundadores así que los Salvatore debían saber quiénes son ellos. Damon y Stefan intercambiaron una mirada.

"Sí," respondió con cautela Stefan, "los últimos Swan que vi fueron Isaac y Anabel Swan, padre e hija," noté de inmediato la mirada que intercambió Damon nuevamente con Stefan.

"¿Regresan?" inquirió Damon. Asentí.

"La última vez que la vi fue cuando recién cumplimos dieciséis," expliqué, "sus padres se divorciaron y tomaron rumbos separados, Charlie se fue a un pueblito en Washington y Reneé, su madre se la llevó consigo a Phoenix," dije recordando, "jamás supe por qué y no había hablado con ella hasta hace un par de semanas."

"Interesante," musitó Damon.

"Debo avisarles a todos que Isabella estará de regreso, entre tanto drama, esta noticia les caerá bien," sin moverme del lado de Stefan comencé a mandar mensajes en mi celular.

"Isabella Swan, me pregunto si tendrá en las venas la belleza de Anabel," detuve mis textos y lo miré sabiendo por dónde corrían sus pensamientos.

"Ni se te ocurra Damon," siseé. Me sonrió inocentemente.

"¿De qué hablas?"

"Sabes a lo que me refiero, no te quiero cerca de ella," Damon se terminó su vaso y lo dejó en la mesa.

"Haré mi mayor esfuerzo por mantenerme alejado pero no prometo nada," me guiñó un ojo y desapareció del lugar.

"Estará todo bien," me tranquilizó Stefan, "él habla más de lo que hace," le sonreí, "¿por qué más bien no subimos?" besó mis labios y vi su sonrisa pícara asomarse, "mi cama es cómoda a esta hora," Stefan se puso de pie y me cargó al mejor estilo de novia. Solté una risa.

"Me parece una buena idea."

.

.

"No me culpes a mí," dijo Stefan después de que le recriminé por estar tarde en el aeropuerto, "no era yo quién no quería salir de mi cama," golpeé su hombro suavemente.

"Cállate," sonreí.

Mi mirada paseó por la zona de desembarque. No sabía si Bella había cambiado tanto que no la reconocería pero deseché la idea cuando vi una alta figura con una larga cabellera caoba. Agite la mano. Habían pasado dos años pero seguía siendo Bella. Estábamos de la misma altura, ella quizá un poco más alta. Su cabello caía hasta su cintura en ondas. Se veía un poco cansada y como si hubiese perdido peso, pero del resto estaba preciosa.

"¡Elena!" sentí sus brazos rodearme suavemente.

"Hey Bella," susurré devolviéndole el abrazo, "eres más alta que yo," apunté. Rompimos a reír.

"Te dije que crecería, ya no pueden seguir burlándose de mí por ser la más pequeña," a pesar de que sus ojos se veían divertidos. Tras aquellos orbes marrones podías reconocer cierta tristeza. Le sonreí.

"Hola Charlie," abracé al hombre tras ella. Sentí sus brazos torpemente alrededor de mí cuerpo, nunca había sido un hombre efusivo pero así me había acostumbrado a verlo.

"Has crecido Elena, te ves muy bonita," le di una tierna sonrisa.

"Gracias," le tendí la mano a Stefan y lo atraje a mí, "él es Stefan, mi novio."

"Isabella Swan, encantada," dijo Bella extendiendo su mano a Stefan y dándome una mirada significativa. Negué indicándole que luego le explicaba. Isabella asintió.

Por un momento una mirada de preocupación cruzó por el rostro de Stefan pero luego sonrió y apretó su mano.

"Es un gusto," le respondió con el ceño ligeramente fruncido. Charlie miró con intensidad a Stefan. Había algo en su mirada que me hizo darme cuenta de que él sabía. Bueno, era parte de las familias fundadoras, claro que sabía. Pero podía darme cuenta de que Bella no tenía idea. Charlie musitó algo entre es un gusto conocerte y encantado. Sin embargo no dijo más nada.

"¿Qué sucede?" le pregunte en un murmullo a Stefan.

"Luego," musitó en mi oído. Asentí.

Buscamos el auto y subimos sus maletas. Durante todo el camino Bella y yo nos limitamos a ponernos un poco al día. Omití asuntos sobrenaturales por obvias razones. Charlie y Stefan no dijeron ninguna palabra. Cuando llegamos a casa. Stefan se despidió y se fue rápidamente. Charlie entró a la casa con las maletas y dijo que iba a desempacar.

Bella, por otro lado, se quedó afuera mirando la casa y recorriendo con la mirada toda la calle. Se dirigió a los dos viejos columpios que estaban en el jardín y se sentó. La seguí imitándola.

"No ha cambiado mucho, pero se siente diferente, hay un aire diferente," dijo. Su voz era profunda, suspiró.

"Las cosas están diferentes," le respondí de vuelta.

"Puedo sentirlo," hizo una mueca. Comencé a balancearme suavemente, "sin embargo, al fin me siento en completa nuevamente."

"Eso es porque estás aquí," me sonrió, "bienvenida a casa Isabella."


Σοφία.