Ok. No puedo ser tan mala. Sí, bueno, no negaré que disfruté imaginando que haría yo si me pasara lo mismo… quiero decir, leer una historia y de pronto encontrarme un final como ese. Es…¿cómo decirlo? Hummm, ¿recuerdan el capítulo donde Helga cambia la calificación de su hermana? ¿específicamente la escena cuando escucha a Olga llorar y Helga dice "ya sé lo que tengo que hacer" y cierra la puerta? Sí, creo que tengo un gustillo sádico dando vueltas por ahí. Tal vez sadomasoquista, pero prefiero ahorrarles los detalles.

Como sea, no soy Helga (ni modo, aunque me tiña de rubio) ni tengo nueve años, y en verdad, ser así de mala (con el final del fanfic) está más allá de mí… era sólo una bromita (por favor, imaginar la cara de Helga diciendo lo siento). Además, tampoco quiero ser chantajeada, quemada viva, ahogada, amenazada, boicoteada ni crucificada. Y sí, mi hermana presionó también... Y eso que ni siquiera lee mis fanfics.

Bueno, como sea… aquí está el epílogo.

Directamente derivado desde una idea loca que se me ocurrió. Y, por supuesto, no soy propietaria de Hey Arnold!

Oxoxoxoxoxo

Epílogo.

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Arnold miraba el techo de su habitación recostado en su cama, mientras jugaba distraídamente con una pequeña pelota de beisbol. Lo habían dado de alta hace tres días, pero le habían recomendado no asistir al colegio aún. Debía descansar los días que quedaban de esa semana y no hacer el más mínimo esfuerzo. Arnold se aburría.

No podía ir al colegio hasta la próxima semana y no podía ayudar en la casa de huéspedes. Cuando había regresado a su hogar, todos le habían dado una gran bienvenida. Pero luego sus abuelos le habían obligado a permanecer en su cuarto, usando sus extrañas estrategias. Recién el día anterior su abuela le permitió bajar las escaleras. "No te vayas a estropear, Tex", le había dicho. Arnold se aburría y se sentía frustrado. Tampoco había visto a Helga.

No había visto a Helga desde que salió del Hospital. No había podido hablar con ella desde esa ocasión. Cuando la llamaba por teléfono, la niña rubia fingía no estar en casa. Estaba seguro que más de alguna vez había sido ella quien respondió el teléfono y que había fingido ser otra persona para luego cortarle. ¿Por qué hacía eso? De tanto observarla, sospechaba una razón. Quizás Helga no deseaba hablarle porque sentía que se había expuesto demasiado mientras él estuvo "en coma". De algún modo, Helga parecía avergonzarse de sí misma y su afectividad. ¡Era ridículo! Pero aún recordaba cómo había reaccionado la niña cuando la máquina le mostró que él si la escuchaba.

Arnold tiró la pelota al techo con demasiada fuerza. La pelota rebotó, pegó en una pared, y luego en un estante, de donde cayó cierto libro rosa. Arnold vio caer el libro, un acertijo resuelto, y suspiró. Ya no imaginaba que suspiraba. Suspiró con todo el aire de sus pulmones. Helga era un misterio, y él quería ese misterio en su vida.

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Helga caminaba hacia el mercado del puerto, todo por la grandiosa idea que tuvo su hermana de preparar un plato exótico con tinta de calamar fresca. Helga dudaba seriamente del éxito de su misión. Pero bueno, ahí iba caminando tras el espejismo de dicha tinta. Cualquier cosa con tal de poder escapar de Olga por un rato. De pronto, tropezó con alguien en una esquina.

-"¡Hey! ¡Fíjate…¿Arnold?"-preguntó perpleja Helga, al darse cuenta con quién había chocado.-"Es decir, ¡Fíjate, Cabeza de Balón!"

-"Hola, Helga"- Arnold sonrió al verla, ignorando su tono de amenaza. Parecía algo ruborizado. Helga frunció el entrecejo.

-"De todos modos, ¿qué estás haciendo aquí? Deberías estar en reposo, Camarón con pelos, ¿o ya lo olvidaste, Melenudo?"

Arnold la miraba con ojos amplios. Su sonrisa pareció crecer.

-"No, no lo he olvidado. Pero ¿cómo sabes que debo guardar reposo?"

Helga tragó saliva, y trató de pensar una excusa.

-"Eh, bueeno, es… Obvio. ¡Doi! Todos los que han pasado por un Hospital, les indican reposo en casa."

-"¿Tú has estado enferma en un hospital?"- preguntó Arnold con voz preocupada. Helga sintió que este tema (Hospital) era peligroso.

-"No, Bob. Yo no estoy enferma. Y…"- Helga buscó alguna razón que le permitiera salir.- "Y…y tengo que comprar algo para Olga. Nos vemos, Cabeza de Balón. "

Helga se había dado vuelta y comenzado a caminar lo más rápido que podía en dirección contraria.

-"¡Helga! ¡Espera!"- la voz de Arnold llegó a sus oídos, y luego su mano tomó su brazo.

-"Helga"- el niño jadeó por la breve carrera –"tenemos que hablar."

-"¿Tenemos? Suelta mi brazo, Arnoldo. Yo no tengo nada que…"

-"Bien, yo quiero hablar contigo. ¿Puedo acompañarte?"- preguntó el niño. Su extraña sonrisa se había esfumado. Pero Helga apenas pudo reprimir su emoción. ¡Quería hablar con ella! Pero luego se preocupó. ¿Para qué querría hablar con ella?

-"Es un país libre, Cabeza de Balón"- contestó Helga, fingiendo desinterés. La sonrisa extraña regresó a la cara de Arnold.

Helga logró liberar su brazo. Y Arnold comenzó a caminar junto a ella, en un incómodo silencio. Helga fingía indiferencia mientras miraba a Arnold por el rabillo del ojo.

-"Helga"- dijo el niño, quebrando inesperadamente el silencio. Helga saltó.

-"¡¿Qué?"- Helga no alcanzó a sorprenderse de su tono de voz agudo, cuando Arnold comenzó a tartamudear.

-"Bien…ehm, Helga, yo…"

-"Al punto, Cabeza de Balón, o me vas a gastar el nombre"- dijo Helga, tratando de ocultar su nerviosismo a medias, tras la ironía. ¿Iba a hablar o se iba a quedar callado? Ya no toleraba este suspenso. Para su sorpresa, Arnold sonrió.

-"Bien… te quería avisar que te espero hoy a las 6 en el Chez París".- dijo el niño en forma acelerada, para luego comentar en voz baja- "Vaya, lo dije."

Helga dudó de lo que había escuchado. Sus ojos amplios y su garganta repentinamente seca.

-"¿Qué…?¿Qué dijiste, Arnoldo?"

Arnold la miró con curiosidad –"¿Hum?"

-"A ver, espera, dime, ¿me estás invitando a una cita al Chez París?"

-"Eh, sí. No sé si tienes otros planes, pero…"- Arnold se rascaba la parte de atrás de su cuello.

Helga se detuvo en seco y lo miró a los ojos. Esos ojos llenos de sinceridad en los que se solía perder… los únicos que parecían contener la chispa de vida de su amado en el Hospital. Helga se abofeteó mentalmente. (Tiempo después, Arnold le diría que este momento le había recordado todas las veces que ella lo había "chequeado" en el Hospital, para saber que no estaba bajo el efecto ninguna droga).

-"¿Por qué me estás invitando a salir?"- preguntó Helga con cautela. No es que no estuviese saltando de alegría. Pero el tiempo (siete años es mucho tiempo) la habían vuelto desconfiada.

Arnold sonrió. Con una sonrisa amplia y extraña, mientras sus ojos estaban a media tapa. Y acercándose, le plantó un beso improvisado en su mejilla.

-"¡Te lo diré allá!"- le gritó en la distancia, después de salir corriendo.

Helga se quedó congelada. Literalmente, paralizada en la acera. Lentamente, se llevó una mano a la mejilla.

-"Él… él… él me besó"- murmuró insegura, con un suspiro. Pero pronto, su otra mano golpeó la mejilla contraria.

-"¡Oh, vamos! A él no puedo gustarle… ¿Oh sí? Pero me invitó al Chez París… Momento, a lo mejor este es un sueño. Sí, un loco sueño"- Helga se pellizcó el brazo. Dolió.

-"Está bien. No es un sueño. Entonces, a lo mejor Arnold sólo está agradecido por… por… ¡por sus abuelos! Sí. Eso es. O tal vez… ¡Oh, mi amado Arnold! Mi pequeño dios de amor, ¿será que te has fijado realmente en mí y por fin ha llegado el día en que me veas con los mismos ojos que yo te veo? ¿O es sólo una ilusión que me llevará a una cruel decepción que apenas lograré soportar? Solo la muerte… No, espera… ¿Será que a lo mejor le han dicho que va a morir pronto, y mi dulce y denso amor ha pensado que ésta es la única forma en que puede despedirse…?"

Helga miró hacia la dirección en que Arnold se había marchado. Y tomando una determinación y olvidando por completo el encargo de Olga, corrió tras él. –"¡Arnold! ¡Arnold, espera! ¡Espera, estúpido Cabeza de Balón!"

Oxoxoxoxo

N/A: ¡Sí! ¡Sí puedo ser mala! Wakle, wakle, wakle, wakle, wakle… wakle… wakle… wa…kle. Hummm… esto era mucho más divertido sin los sentimientos de culpa.

Bueno, digamos que les dejaré a su imaginación si Helga alcanzó a Arnold o no, y si hubo o no cena en el Chez París y qué pudo pasar allí. Siendo completamente honesta, mi imaginación está un poco extenuada y sería extender demasiado una historia que se supone sólo transcurría en el hospital. El epílogo lo tenía escrito junto al final (lo iba a subir mañana, pero me ganó la culpa), sin embargo, lamento reconocer que sigue siendo un final abierto. Aunque pensé en cerrarlo. Arnold, como dice Helga, no podía seguir sin hacer nada, pero a la vez sería poco natural dejarlos casados de inmediato, jejeje. Uff… abusando de mis sentimientos de culpa y valiente honestidad, contaré que pretendo escribir sobre esa cena en el Chez París, pero posiblemente en otra historia, probablemente de un capítulo y no sé en cuanto tiempo. Avisaré en el resumen que es la continuación, por si desean seguir leyendo. Y si no me odian tanto. Y consideran que el final abrupto no arruinó completamente la historia (¡eso dolió!).

Bueno, muchas gracias a todos y ojalá hayan disfrutado de la historia. ¡Arigato!

Por cierto, y sólo porque me causó risa saberlo, busquen la definición de la palabra misterio de la rae (real academia de la lengua española). Me divirtió mucho la definición del cristianismo: "En la religión cristiana, cosa inaccesible a la razón y que debe ser objeto de fe". Creo que calza (o debería) con los sentimientos de Arnold hacia Helga, jejeje.