4. VERGEL RADIANTE
El jardín luminoso
Antes de que Maléfica desmontara la mitad del castillo para sus designios, este debía haber sido algo digno de verse. Cuando empezaron a recorrerlo con tranquilidad encontraron mapas semi destruidos e imágenes donde todavía se podía distinguir una visión más amable del amasijo metálico que les había dado la bienvenida.
- ...Radia...¿Ción? - Cid se había rascado la cabeza, sin entender, al rescatar los mapas. Había cosas tachadas y habían sido conservados en sitios tan poco adecuados que costaba entenderlos sin la ayuda de la tecnología.
- ¡Mirad! - Yuffie había encontrado lo más cercano a una reproducción histórica, pintado al detalle en la pared. Sólo cuando empezaron a quitar cachivaches se dieron cuenta que la pintura recorría todo el vestíbulo. - Esta es la verdadera historia de este mundo.
- Mira cuando verde hay pintado en los alrededores. - se lamentó Aeris. - Pero qué lástima...
Él no le había prestado más atención, atento como estaba a encontrar la matriz del castillo. Y poco tiempo después, mientras habilitaban las casas circundantes para acoger a refugiados, el enorme mural del vestíbulo quedó en un segundo plano. Nadie parecía recordarlo ya cada vez que entraban y salían, siempre ocupados. Nadie parecía haberse quedado con la última frase de Yuffie mientras inspeccionaba la pieza.
- ¡Eh chicos! ¡Creo que esta ciudad antes se llamaba...!
El jardín luminoso (II)
Ven la transformación en la distancia y eso la hace todavía más espectacular. Los haces de luz asustan a los sincorazón artificiales, que desparecen en sus vórtices, dejando a Cloud y a Leon observando la espléndida escena.
- Ah, ahora lo recuerdo. - murmura Leon mirando el agua que ahora fluye hacia el foso. Habían tenido que instalar un sistema de cañerías y bombas porque, para frustración de Cid, nada de lo que hicieron consiguió hacerla fluir.
Se ve que sólo tenían que dar con el mecanismo adecuado.
Algo cálido se extiende por su pecho al pensar en ello. Han abierto otra llave más para su mundo. Para su gente. Si Sora realmente ha liberado el computador principal del castillo, ¡La de cosas inimaginables que van a poder encontrar! Cosas para mejorar su día a día. Para vencer a los sincorazón. Siente un cosquilleo en los dedos y cree (espera) que es un sentimiento que no le acompaña muy a menudo: esperanza.
- Ha vuelto de las sombras. - Oye más que ve a Cloud envainando su espada. No han hablado ni una palabra más que para ladrarse instrucciones el uno al otro. - Ha recuperado su corazón.
- Ahora es el mundo que debía ser.
El ruido subterráneo de los engranajes ocultos del castillo poniéndose en funcionamiento ahoga el silencio que se estira y estira entre ellos. Ninguno quiere tener esta conversación y Leon, en otro tiempo (en otro mundo) la habría esquivado como la peste, huyendo de las palabras y de las complicaciones.
Sigue odiando las complicaciones. Pero ya no es Squall, el adolescente huidizo.
Ahora sólo es Leon.
- Este es ahora nuestro mundo. Sora nos lo ha devuelto. - Atreve una mirada. - Su mundo.
Cloud parece extrañamente divertido. Como si no pudiera creerse que Leon, de todos ellos, le esté marcando los límites Con Aeris.
O tal vez sólo esté contento por una merecida victoria.
- No mentí cuando prometí que volvería. No tiene por qué ser a Bastión Hueco. Le prometí que volvería.
El amor predestinado es algo lejano ya, un recuerdo de otros tiempos que vivió alguna vez y que ya no volverá. No sabe quién es el cobarde de los dos, si él por haber abandonado o Cloud por asirse a algo que sólo existió en un mundo destruido. No puede decirle nada, rebatir nada, porque sabe a la perfección lo pesado, y a la vez irresistible, que es el peso del héroe.
Cloud sigue atrapado en las reglas de su mundo, rigiéndose por esa heroicidad que lo hace orbitar alrededor de aquellos con quien vivió en su día. ¿Era ese el auténtico camino? Los miembros del Comité de Restauración de Bastión Hueco se habían adaptado de inmediato a su nueva vida, buscando nuevas raíces y creando nuevas promesas.
Ya no les queda a ambos mundo en el que vivir ese amor predestinado. Esa leyenda de la que fueron héroes y ahora poco más que símbolos. Leon está empezando a creer, sin embargo, que incluso sin la divina providencia que lo marcó como un elegido puede disfrutar de las cosas que creía perdidas. Bastión Hueco. El Comité.
Aeris.
Cuando el guerrero rubio le da la espalda para marcharse, no intenta convencerlo de todo esto. Sería imposible.
- Ya no es Bastión Hueco. - Hay un mural en un vestíbulo del castillo confirmándolo. – Su nombre es Vergel Radiante.
El jardín luminoso (III)
Están tan contentas, tan aliviadas. Lo notan al achuchar a Sora, a vendar las heridas de Goofy, a correr de un lado a otro observando los cambios que el castillo está obrando. Como si fuera un enorme ser vivo que despierta, la maquinaria que creían estropeada cobra fuerza y un runrún industrioso ha llenado el silencio de Bastión Hueco (Debe acostumbrarse a llamarlo Vergel Radiante).
Merlín la toma de la mano suavemente en una de sus excursiones. Tiene una sonrisa de quien está a punto de compartir un gran secreto, pero Yuffie aparece por detrás y rompe la sorpresa.
- ¡Tienes que ver esto!
La arrastran hasta uno de los patios interiores, donde antes sólo había metal y tierra yerma. Pero hay verde. Tímido pasto que asoma entre los escombros. Y hay, no puede creérselo, flores.
- ¡Son las mismas que..! - supone que Yuffie no ha continuado por las lágrimas calientes que le recorren las mejillas. Aeris sabe qué tipo de flores son. En sus lejanos recuerdos, estaban iluminadas por un enorme boquete en el tejado de una iglesia, pero aquí la luz es más intensa. Más real.
Esto le ha pillado realmente desprevenida y la mano cálida de Merlín en su espalda no está ayudando. Un golpe en su costado le informa que Yuffie tampoco controla mucho sus esfínteres emocionales y que la ha abrazado, gimoteando a lágrima viva.
- Buen trabajo. - murmura el mago, tan contento que su risa hace crecer las flores amarillas más allá de toda regla natural.
Recuerdos de otra ciudad
La primera vez que la había visto había intentado atacarla, pensando que era una ilusión creada por su peor enemigo. O por sus pesadillas. Habían necesitado toda la fuerza de Cid, Yuffie y Leon combinadas para neutralizarlo y encerrarlo en una celda para que se le enfriaran las ideas.
Por supuesto, a pesar de todas las advertencias, Aeris había ido a visitarlo. Sola. Y sola había abierto la celda. Cuando se había puesto en cuclillas para estar al mismo nivel visual había sido evidente que no tenía ni pizca de miedo. O instinto de supervivencia.
- Para Cid y Yuffie también fue difícil. - Su sonrisa era diferente a la que recordaba, realzada por el tiempo y la nostalgia. En sus sueños no era tan melancólica. Tan real. - No puedo darte una explicación científica acerca de por qué estoy aquí. Pero estoy aquí.
Eso parecía. Eso creía creer su mente embotada por el dolor. Repasaba cada pequeño detalle de sus ojos, su rostro, su pelo, su figura. Estaba diferente, más mayor. Cuando la recreaba en su cabeza seguía siendo la adolescente pícara con expresión de ángel. ¿Cuánto tiempo había pasado de todo eso? Su mundo ya no existía. ¿Y cuánto tiempo llevaba Aeris siendo tangible de nuevo mientras él viajaba por los mundos?
Ser víctima de su brutal escrutinio no la puso nerviosa. "Ah, sí que es ella." En esa expresión divertida había todos los matices que había olvidado pero, al verlos bailar por su rostro, supo que eran sólo de ella. Sólo Aeris podía parecer inocente y diabólica al mismo tiempo. De reírse de ti con una maldad inaudita para unos ojos tan límpidos. Ojos que parecían decirle lo tonto que era por tanto drama. Como si verla hundirse en el agua no lo hubiera desgarrado desde dentro de la peor de las maneras.
La disculpa a su diversión vino en forma de abrazo. Se tensó de inmediato al notar su cuerpo, demasiado real, y sentir las manos acariciándole la espalda. Cloud no era hombre de efusividad física y ni en los peores momentos se había dejado llevar. Incluso entonces, que volvía a verla a ella, le costaba reaccionar y devolver el abrazo. Había respirado hondo contra su pelo, tomando todo lo que podía.
- Aeris... - había murmurado con suavidad y ella había reído entre lágrimas, con un alivio tal que lo deshizo por dentro. Era ella y estaba ahí, con él. ¿Cuántas veces podía uno experimentar tal sensación? ¿Cuántas veces las reglas físicas de la naturaleza podían doblegarse de tal manera de poder estar abrazando a alguien que creía perdido? Por un momento infinitesimal se alegró que su mundo hubiera desaparecido si le permitía algo así.
Sólo por un momento.
Cuando ella lo liberó parecía dispuesta a besarlo hasta la saciedad. Pero Cloud había recuperado el sentido en ese lapso de tiempo en que la había tenido en sus brazos y supo que ahora, más que nunca, su misión cobraba nueva urgencia.
- Él sigue ahí fuera también. - dijo con temor. - Lo he visto, me he enfrentado a él. Se ha hecho fuerte junto a las fuerzas de la oscuridad.
Aeris lo miraba sin entender.
- He llegado a esta ciudad buscándolo. - La tomó de los hombros. - Y debo seguir haciéndolo. Ahora más que nunca no podría soportar que te encontrara. No podría soportar... - Un dedo sobre sus labios lo silenció.
- Me alegra ver que no has cambiado nada Cloud. Pero no tienes que hacer nada por mí. - Le sonreía con algo que no supo descifrar. - La oscuridad está en todas partes, incluidos nuestros corazones. Irás a buscarlo y seguramente vuelvas a encontrarlo, pero nuestro mundo no volverá.
- No lo entiendes. No has visto el poder que ha acumulado. La magia de los sincorazones es una fuente con la que no debería haber entrado en contacto.
- La magia de los sincorazones está devorando Ciudad del Paso mientras hablamos. Es el enemigo contra el que luchamos a diario. Es el verdadero enemigo.
- ¡No permitiré que Sephiroth vuelva a destruir otro mundo!
Había sido un diálogo de besugos. Hasta él podía verlo. Pero no entendía como Aeris no lo apremiaba en su misión. Ella había sido la víctima principal de ese monstruo y parecía más preocupada en el minúsculo mundo en el que había aterrizado que en la destrucción de su enemigo. ¿O sí? Cuando le tomó de las manos y lo instó a levantarse, parecía estar pensando en muchas cosas a la vez.
- Ve pues. - Sus manos se veían pequeñas y frágiles rodeando las suyas, vendadas y listas para empuñar una espada. - Yo estaré aquí. Esperándote.
Le buscó la mirada, ojos azules contra verdes. Sintió el absurdo temor de que ella desaparecería si se daba la vuelta. Tanto que se sintió impelido a preguntar ridículamente:
- ¿Me lo prometes?
- Sí, no me iré a ninguna parte. Vuelve cuando hayas cumplido tu objetivo.
Quien mucho abarca poco aprieta
La luz blanca de la pantalla ilumina su rostro, inclinado sobre la información de manera ávida. Han sido unos días de locura, con las celebraciones, la despedida de Sora, arreglando todos los desperfectos. Y a pesar de que todos se merecen un descanso, ella ya se ha puesto manos a la obra con los informes de nuevo. Está tan obcecada que ni siquiera se ha dado cuenta que sólo la sustenta la luz de las pantallas.
- Cloud. - murmura Aeris cuando él enciende las luces de la sala. Lo mira con una frialdad desconocida.
Tal vez no sea justo, pero le parece que el brillo esperanzado en la cara de la castaña es lo que le daba fuerzas para continuar. Ahora ese rostro ya no parece brillar cuando lo ve aparecer por la puerta. ¿Qué ha cambiado tanto como para que ya no hierva de emoción en su presencia?
Cuando llega a su lado ella ya se ha levantado, mirándole con una sonrisa tímida. Todavía quedan restos de devoción en su rostro, tal vez escondidos en los recovecos del cansancio.
- Te marchas, ¿No es cierto? - La sonrisa se ensancha, pero no hay felicidad alguna. - Estaba pensando si no habrías cambiado de parecer.
"No te vayas." Eso le había suplicado ella hacía eones. Antes de que la viera abrazar a un desconocido.
- Las cosas no han cambiado. - se encoge de hombros. Cloud no ofrece disculpas por sus idas y venidas. Nunca engañó a nadie sobre qué era lo que consideraba vital para él.
- Las cosas sí... - empieza a decir sin mirarle a la cara. Suspira, intenta una sonrisa pero falla de manera estrepitosa. - ¿En serio debes irte?
Normalmente no la tocaría, pero se siente impelido a recuperar lo perdido. Alza una mano hasta el mechón ondulado que enmarca su cara y lo sostiene con delicadeza. Aeris aparta la vista de sus manos y la levanta, al fin, hasta él.
- Siento haberte hecho daño, Aeris. Intento hacer lo correcto.
- Pero te marchas.
- No puedo quedarme si no le venzo. No viviría tranquilo sabiendo que está ahí fuera.
- ¿Y aquí dentro? - No llega a tocarle el pecho, el dedo levitando ligeramente sobre su jersey azul.
Cloud suelta el mechón y da un paso atrás, mirándola con dolor. No quiere entrar en esos derroteros. Quien mucho abarca poco aprieta, dicen, e intentar abarcar sus sentimientos al completo podría hacer que su espada no tuviera el agarre necesario. Y necesitan que su espada funcione a la perfección.
Imagina que Aeris no va a entenderlo. Ahora que ya hace tiempo que no es una recreación en su mente, sus defectos se hacen patentes. No va a dejar de quererla por eso, pero es consciente que debe aprender a querer también esos rasgos suyos que hacen que sea tan difícil comunicarse.
- Hasta la vista entonces. - contesta ella, de manera solemne.
Debe ser una despedida, de momento. Debe vencer a la oscuridad antes de poder permitirse el reposo del guerrero. Y ni siquiera puede permitirse estas ilusiones cuando el fin está tan lejano. ¿Cuánto tiempo seguirá persiguiendo su otro yo? ¿Cuánto tiempo hasta que pueda asentar su corazón?
Cuando asiente a las palabras de Aeris y se aleja, fuerza el nudo en su garganta a bajar. A volver a lo que era.
Aunque sienta que ya nunca será igual.
Un estudio por lo que no parecía pero es, por Cid
Su puta madre. Es el resumen tacticotécnico que el ingeniero puede dar del culebrón amoroso que se ha desatado en sus narices. Y a la que debía hacerle inmensa gracia el asunto, resulta que está de morros. Bueno, no exactamente, claro. El advenimiento de Vergel Radiante a sus vidas ha limado cualquier aspereza que pudiera quedar entre ellos. Todo es celebraciones de victoria y palmaditas en la espalda.
"Todas las señales habían estado ahí." Y joder que tenían razón. Esas miraditas, esos silencios, esos chupetones... De repente siente que no queda nada puro en este mundo.
Intenta pensar que lo de estos dos es simple necesidad física. Al fin y al cabo, ambos están separados de sus respectivos amores y Aeris es una tía muy terrenal por más que todo el mundo se esfuerce en llamarla ángel. Lleva haciéndole ojitos de cordero degollado a Leon desde el día que lo conoció pero realmente no había esperado que estos fructificaran.
¿Y cuándo habían fructificado exactamente? Había intentado enterarse si en Ciudad del Paso ya estaban dándose el lote, pero le cuesta creer que Aeris hubiera esperado las llegadas de Cloud con tanta ilusión si hubiera otro hombre en su cama. No, encima los muy estúpidos se habían pasado años dorando la píldora antes de lanzarse.
Aunque conociendo a Leon, podrían haberse pasado décadas. Como buen héroe, era un tipo que anteponía sus necesidades a cualquier cervatillo herido que pasara por el camino. Toda la población femenina (y alguna de masculina) de Ciudad del Paso y Bastión Hueco suspirando por sus huesos pero el muy mamón haciéndose el estoico por los caminos. Suerte que le caía bien, porque era para darle de hostias.
- ¿Y ahora qué? - murmura en alto mientras contempla al susodicho estoico entrenar con Yuffie.
- Ahora deberán aceptar que se quieren, claro. - Ni se ha dado cuenta que Merlín estaba por la zona. El mago mira el entrenamiento pero se nota que está metido en sus cábalas.
La palabra "amor" le da vomitera, pero trata de contener su lenguaje. Merlín parece de tan buen humor, que si se lo agria con borderías iba a pagarlo muy caro.
- A lo mejor te estás pasando, viejo.
- ¿No crees que se quieran?
- Claro que se quieren. - Aquí todo el mundo se quería. Eran un puto campamento hippie. - Pero qué son antes, ¿Amigos o adultos?
Está haciendo claros esfuerzos por no usar la palabra "follar", pero nadie los valora nunca. El mago lo mira con exasperación.
- Bah, típico de ti ser vulgar. - Prueba de su buen humor es que no encante sus botas para que se queden pegadas al suelo. - Se aman, hasta un ciego lo vería.
Ese ciego no había sido capaz de ver lo liadísimos que estaban hasta que había sido demasiado tarde, así que guarda silencio, mordisqueando su tallo con frustración. Controla un improperio cuando Yuffie lanza de manera torpe su kunai y casi le da a los espectadores.
- ¿Y qué pasa con Cloud?
- Ah... Cloud. - Se atusa la barba, pensativo. A Cid le repatea un poco cuando hace eso. Es la previa a un comentario de listillo. - Era inevitable. Tanto ella como él se habían vuelto cobardes.
- ¿Pero de qué cojones hablas? - Si hay algo que sabe a ciencia cierta mejor que Merlín, esa es la relación de sus amigos en SU mundo.
- Aeris hace las guardias con Leon hasta en los sitios donde él expresamente le pide que no vaya. No hay ningún horror o peligro que la hubieran disuadido de acompañar a Cloud en su aventura si se lo hubiera propuesto. Pero pensó que él sufriría demasiado si tenía que estar pendiente de ella y no se atrevió.
Cid lo mira tan boquiabierto que casi se le cae el tallo de la boca. ¿Qué pasa, se ha perdido la reunión mensual de estudio del comportamiento de Leon y Aeris? ¿Desde cuándo todo el mundo le dedica tanto tiempo a pensar en lo que les pasa a esos dos? ¡Normal que en esa puta ciudad nunca funcione nada!
- ¿Y Leon no sufriría? - se atreve a decir.
Merlín lo mira, divertido. Es evidente que el rostro de Cid está siendo muy gráfico acerca de lo que piensa.
- Leon no ha tenido que sufrir el dolor de su pérdida. Las reglas de la naturaleza han hecho algo muy peligroso con Aeris, algo que en circunstancias normales no habría ocurrido. Seguramente sea por un bien mayor y poco importa el padecer de los insignificantes implicados.
- Vaya teoría de pacotilla. ¿Leon no ha sufrido? ¿Le has visto la cara al chaval? Perdió su puto mundo con toda su puta gente. Nosotros aún hemos podido reunirnos, pero él está cada jodido día flagelándose con lo suyo.
- Si lo prefieres entonces... Leon es consciente del peligro, pero no ha cedido al miedo de perderla. Es consciente del precio a pagar y no huye de él.
- ¿En serio me lo vas a resumir todo en eso?
- Sí, eso es precisamente lo que voy a hacer. - declara Merlín, empezando a ofenderse. No hay manera de que crucen un par de frases sin que Cid le saque de sus casillas.
Este huele el peligro a distancia y prefiere masticar las proclamas del mago en un silencio prudente. No le gusta hablar de miedo cuando el de todos está siempre a flor de piel, pero puede recordar claramente el pánico en los ojos de Leon cuando le dijeron que Aeris había salido sola a la quebrada.
Eso, y no otra cosa, es la prueba que necesita para convencerse de que sí es algo más que necesidad física. Que Leon, a pesar del drama que ha pasado, esté dispuesto a sentir miedo otra vez por otra persona. Que Aeris, que siempre ha estado a la espera por no hacer más daño, se lance de cabeza haya peligro de dolor o no.
Se quieren, maldita sea.
Peor aún, se aman.
El ruido no hace bien; el bien no hace ruido
Es una fiesta, en todas las de la ley. Celebran que viven y que vivieron los que ya no. En el postigo del castillo hay mesas y más bebida de la que el Comité de Restauración debería permitir.
- ¿Deberíamos disolver el Comité? Ya no hay mucho más que restaurar… - A pesar de que ya tiene edad y rango más que suficiente como para beber, a Yuffie no hay manera que nadie le pase algo con alcohol. Se resigna a disertar en seco. - Si lo pensáis nuestro trabajo está casi completado.
- ¿No es el "casi" el puto problema? Ni de puta coña está este sitio terminado. - Al revés que ella, Cid lleva varias copas de más, pero es inapreciable. Ni su ademán ni su soez forma de hablar han cambiado en absoluto.
Leon quisiera unirse a la conversación, pero está atrapado. En realidad quisiera que alguno de sus supuestos amigos lo sacaran del corrillo gorjeante que lo rodea, pero ni caso. Sospecha que las miraditas de reojo que le dedican son de regocijo y se atreve a maldecirlos por lo bajo.
- Vuélvenos a contar como venciste al disco duro… - Lo rodean mujeres humanas y animales antropomórficos de sexo femenino en un arrullo que le aturde. Le gustaría indicarles que él no ha hecho mucho más que guiar a Sora, el auténtico héroe, pero parece que no entienden el concepto. Bebe de su vaso con más ímpetu del que debiera para evitar tener que seguir hablando.
Su mirada vaga por el alegre baile que hay en el centro. Corrillos de gente se mezclan con parejas que vuelan por el suelo al ritmo in crescendo de los violines y la pandereta. Los sobrinos de Donald hacen a Aeris girar entre risas. Tiene la trenza decorada con flores y su vestido parece hacerla flotar en cada giro.
( My last night here for you
Same old songs, just once more. )
Está preciosa.
- ¿Qué? - dice una de las voces que lo alababan, esta vez con un tono muy diferente.
- ¿Qué? - responde, parpadeando. ¿Ha hablado en alto?
Aturdido ante las miradas, aparta a sus admiradoras con un gruñido brusco y escapa hacia donde hay más gente para que no puedan perseguirle. "Creo que estoy borracho" Mira su vaso vacío con disgusto y lo tira a una de las papeleras. ¿Cuántos de estos lleva?
La gente trata de captar su atención mientras pasa entre los grupos que charlan, animados con la euforia de la bebida y la libertad. Anochece en Vergel Radiante con el ruido de las recién estrenadas cascadas y el olor a tierra sana. Los farolillos alumbran un grupo de músicos entregados a su tarea y su música inflama el corazón de Leon de una manera extraña.
"Puede que vaya muy borracho."
No bebe nunca y está más relajado que de costumbre. La angustia lo ha consumido más de la cuenta en esta última batalla y su fin está haciendo estragos en su autocontrol.
El sonido del solo de flauta lo acompaña la sonrisa más bonita de Bastión Hueco (Debería empezar a actualizar ese nombre en su cabeza), que se separa del corrillo y busca sus manos para sacarlo a bailar. Leon no duda un instante en unirse.
Puede que Aeris también vaya más bebida que de costumbre, sus mejillas arreboladas y la sorpresa de que Leon haya aceptado bailar con ella oculta en una sonrisa de felicidad eufórica. Recuerda de inmediato los pasos de la danza y lleva a Aeris con facilidad, como en su día llevó a otra mujer. Hay una punzada de dolor ahí, un recuerdo en el baile que podría deshacerlo en lágrimas si ahondara en él. Pero, por primera vez, Leon abraza ese dolor, deja que pase y sigue disfrutando de ver a la mujer que quiere bailar.
Ni siquiera se da cuenta y tiempo después se sentirá culpable de que la música y el vino le hicieran comportarse de manera tan… natural. Pero ahora Aeris ríe y él le devuelve la risa, incapaz de resistirse. Y ya que está, tampoco va a resistir borrar su expresión de sorpresa con un beso.
"Definitivamente. Borracho."
Sigue sus pasos, la vuelve a besar. La atrapa en un tirabuzón y aprieta los suaves brazos de ella con cariño, sin rastro alguno de temor o timidez. A juzgar por la expresión de Aeris, se la ha traspasado toda a ella. Cuando finaliza la canción está roja como un tomate.
- P-pensaba que teníamos que ser discretos. - balbucea, entre los aplausos a los músicos y las ávidas miradas del público.
( My last night here with you?
Maybe yes, maybe no. )
Cuando empieza la siguiente canción, Leon ya se la ha llevado de allí.
Flores amarillas
La casa de Merlín es un ente viviente, que crece y respira cada día que viven en ella. Con un toque de varita las habitaciones, el salón o los baños cambian de forma y de color. Es cómodo, por no decir necesario. Lo que no saben es que la misma magia tiene su entendimiento, su forma de pensar. Cuando Merlín encontró que la jaula de Arquímedes había pasado a otra ventana lo aceptó como bueno, ya que la luz de esa estación daba de pleno al pobre pájaro, despertándolo de sus siestas.
Así que cuando la habitación de Leon desaparece, la de Yuffie y Aeris pasa a ser de una cama y aparece una habitación más grande, situada al fondo del pasillo, el único no sorprendido es Merlín, que no puede reprimir una sonrisa satisfecha.
- La casa calla, pero lo ve. - Es la única explicación que provee, ante la turbación general.
Las cosas de Aeris y Leon se han movido mágicamente a esa nueva habitación. Los vestidos de ella y los de él conviven en un armario donde hay sitio para sus botas y sus zapatos. Las materias mágicas están ordenadas en una mesa donde queda sitio para un tocador. De él cuelgan las cintas para el pelo y el colgante que una vez un rey ordenó sobre un caballero y una princesa limpió de maldad.
Sobre el alféizar de la gran ventana, en una maceta, hay ahora unas flores amarillas muy particulares. Una vez poblaron el camino a un orfanato al lado del mar y, también, florecieron en el claro de una iglesia abandonada.
FIN
Ya sé que nadie se puede creer una actualización así, dos años después, pero yo soy de las que termina sus cosas en algún momento. Me ha costado finiquitar el capítulo, que ya tenía polvo centenario y cuyo estilo me estaba chirriando un poco (aunque sólo un poco, no he escrito tanto como para mejorar tanto y notar la diferencia XD). Recordad amiguitos, aprovechar las vacaciones para terminar cosas es bien :)
