Habían terminado de resolver el caso y Sherlock se había sumido en esa plácida laxitud que conllevaba el que su cerebro había reducido su velocidad.
Se había tendido en el sofá cuan largo era, y había cerrado los ojos relajándose. Podía escuchar el sonido de las teclas del ordenador a su lado, cuando de pronto, abrió los ojos, se levantó y cogiendo su abrigo salió sin decirle nada a John, que miró la puerta sorprendido, pero después de un par de segundos, se encogió de hombros y volvió a su blog.
Sherlock volvió a los pocos minutos con unas botellas de vino, tiró su abrigo y su bufanda al sofá, y sacó dos vasos, sirvió dos copas de vino y le dio una a su blogger particular.
"Salud" dijo el detective entrechocando el vaso con el del médico.
"Es la primera vez que te veo beber, Sherlock" dijo él.
"Es para armarme de valor" contestó él con una sonrisa irónica, mientras tragaba el líquido. John se atragantó con su sorbo.
"¿Tú? ¿Armarte de valor?"preguntó el galeno extrañado "¿Para qué?"
"Toma otra copa, todavía no es momento".
Después de un largo rato bebiendo, prácticamente dos botellas vacías, ambos reían en el suelo sin zapatos ni chaqueta, en calcetines y camisa. De pronto, Sherlock estiró los dedos y tomó la copa de su acompañante, dejó ambas en la mesa y se puso de rodillas ante él.
"Creo que ya he tomado valor suficiente" susurró ante la boca del médico. Entonces se inclinó y le besó suavemente. Para sorpresa de John, el detective no era inseguro ni dubitativo, sino que era pasional. Recorrió el labio inferior del médico con la lengua, y después la introdujo en su boca, gimiendo ambos a un tiempo. John alzó la mano derecha y acarició sus rizos oscuros, empujándole contra él, probando más su sabor, devolviéndole un beso que subía sus temperaturas por momentos. Sherlock ni siquiera se sorprendió; llevaba tanto tiempo esperando que él reaccionara de esa manera que lo sintió correcto. John le tumbó en el suelo. Abandonó su boca y se lanzó a su cuello, devorándolo, mientras desabrochaba los botones de su camisa. Lentamente fue delineando su pecho con su lengua, besando, lamiendo y mordisqueando toda su pálida piel, acelerando su respiración.
Sherlock lo volteó, e igualmente se deshizo de su camiseta. Se incorporó y tomó una botella de vino, y después de pegarle un trago, volcó el rojizo líquido sobre el pecho de John que se estremeció cuando el detective empezó a beber de su pecho a grandes lametazos. El médico deslizó las manos y desbrochó la hebilla del cinturón y acarició el interior, consiguiendo un gemido ahogado contra su cuello, ya que Sherlock se había apoyado contra el pecho del médico, mezclando el sudor y el vino entre ambos.
En pocos segundos, los pantalones del detective estaban por sus muslos y él movía las caderas rítmicamente contra la mano que lo excitaba sobremanera. Entre gemidos se deshicieron de la ropa y se fundieron el uno en el otro, cuando llegaron al momento más álgido gimieron el nombre del otro casi con un grito.
Descansaron uno al lado del otro, desnudos y con la respiración entrecortada. John tiró de la manta que había sobre el sofá, para cubrirlos a ambos. En ese momento, como gesto extraño en Sherlock tiró del médico, hasta tumbarle contra su pecho. El galeno podía sentir la piel cálida y suave del detective contra su rostro.
"John" susurró él. El aludido le miró a los ojos. Esos ojos grises que estaban turbados y brillantes, le provocaban aún más. Eran excitantes. Deshizo los centímetros que les separaban y le besó, tumbándose sobre él, piel contra piel, Sherlock le acarició la piel de la espalda mientras le devolvía el beso. Se apartó de él y le sonrió.
"Yo también te quiero" susurró él. Y cerrando los ojos se adormiló contra la calidez de su compañero de piso.