(Espero ir actualizando esto pronto, ya está en proceso el capítulo 2. Y apenas lo termine, vamos a ver si mantiene el título o no. Espero que les agrade; comenten, sugieran, critiquen...

Atte: Iron Princess, fan de Iron Man [la similitud entre el nick y el comic es pura casualidad])

Capítulo 1: Hasta Pepper Potts es un ser humano

"Eres la persona más capacitada que conozco", había dicho Tony una vez. Entonces, ¿por qué diablos ese día era incapaz de siquiera discar bien un número hasta con la ayuda de JARVIS? Bebió su tercera taza de café en dos horas y trató de no lucir tan abrumada y exhausta como estaba; no sería la primera vez que lo hacía. Llevaba meses lidiando con el Fisco, reorganizando la agenda de la empresa, rindiendo cuentas de su jefe a SHIELD como si fuera su niñera, y organizando conferencias de prensa y citas… Esa era la parte más detestable. Ser secretaria… bueno, ella lo había aceptado, y no estaba nada mal, pero de ahí a llamar para confirmar la presencia de diversos ejemplares femeninos en la cama King size de Tony Stark el galán… eso era un asunto muy diferente.

Y sí, no podía negar que llevaba años enamorada de él. Aunque había estado casada con Happy, y había tenido intenciones sinceras de formar una familia con él hasta que la Muerte los separó, nunca había dejado de considerarlo su fiel amigo. Jamás su esposo. Nunca podría verlo como veía a Tony. Ni hablar de que con nadie había vivido siquiera la mitad de las cosas que hombro a hombro afrontaban. Con todo, aun cuando siempre había estado a su lado, aun cuando era ella la que sufría y vivía en vilo ante cada misión, aun cuando lo amaba más que nadie en el mundo -y él lo sabía-, nunca era ella la destinataria de su afecto y pasión, ni física ni emocional.

¿Cómo iba a poder trabajar con tantas cosas dándole vueltas en la mente? No importaba: ella era Pepper Potts, y podía con todo.

Excepto ese día.

Todo comenzó con las llamadas de Maria Hill para consultar, rectificar, cuestionar y volver a rectificar las especificaciones de la nueva armadura. Por supuesto que estaba más que calificada e informada para lidiar con eso, pero ese era trabajo de Tony.

Cerca del mediodía, en medio de las comunicaciones con los Directores Regionales de Stark Industries de Japón y Alemania, JARVIS advirtió la presencia de la rubia exuberante que había entretenido a Tony la noche anterior, vestida con un corto vestido de espejitos, tanto que revelaba impúdicamente las finísimas plumas rojas de su pequeñísima ropa interior. Potts la contempló tan políticamente correcta como le fuera posible, ocultando la ira y la vergüenza ajena que comenzaba a apoderarse de ella: nuevamente era su turno de "sacar la basura", escuchar algunos llantos, desacreditaciones, y algunas otras tonterías hasta que la sed de lujo de la mujer de turno fuese saciada por la suavidad de la limusina blanca y la finísima champagne de cortesía.

Nada de lo acontecido salía de lo normal para cualquiera de sus días. La sorpresa la esperaba en el baño, con un caño que decidió romperse explosivamente mientras ella se tomaba dos aspirinas y se retocaba el maquillaje. Afortunadamente, JARVIS logró controlar la situación, pero a ese punto ya estaba empapada. Solo faltaban dos horas para el final de su turno, y todavía había toneladas de papeles por firmar, y millones de detalles que ultimar, así que, empapada de pies a cabeza, volvió a la oficina.

Cuando más atareada se encontraba, apareció por detrás Obadiah, mirando su costoso reloj (como vulgar metáfora de que su tiempo era más valioso que el de cualquier mortal). Dejó sobre el escritorio de Pepper una nueva pila de papeles y con una maliciosa sonrisa, exigió:

-Potts, por favor revisa estos informes antes de irte y envíalos a quienes corresponda, ¿sí?

Pepper, agobiada, respondió instintivamente, con voz suave, casi suplicante, llevándose las manos a sus ojos cansados.

-Obi, por favor, dame un respiro…

Obadiah se enfureció por la familiaridad del vocativo, considerada una falta gravísima, el no reconocimiento de su persona por un subalterno.

-¡Qué es eso, Potts! Deberías considerar esos modales tuyos. Diga lo que diga Tony, no eres más que una secretaria- exclamó, agitando un dedo frente a sus narices.

Algo se había desajustado en su mente después de esa última frase. ¿"Solo una secretaria", lidiando con los Servicios Especiales en nombre del alabado Iron Man, escoltando a sus amantes, administrando la compañía casi al punto de evitar que colapsara a pesar de estar empapada y helada?

-Perdón por lo inconveniente de mis modales- respondió, poniéndose de pie y acercándose, al compás del sonido de sus ridículamente altos Louboutins y esbozando su cautivadora sonrisa -Señor Stane, con todo respeto, usted y sus informes pueden irse muy lentamente al mismísimo infierno.

Stane, en blanco, iba a responder cuando un despreocupado Tony emergió del taller, con una de sus ajustadas camisas negras, las gafas de protección en la cabeza y limpiándose el aceite de las manos con una toalla.

-¡Hola Obi! -saludó con esa encantadoramente odiosa jovialidad suya -Pepper, ¿qué te pasó? ¿Una ducha? Bueno, no importa… Oye, sé una buena chica y llama a la morena del viernes… Ya sabes, la de las piernas espectaculares… Creo que su nombre era Holly… ¡Qué más da! Gracias, Pep.

Él ya se dirigía de nuevo a su refugio subterráneo cuando la mujer no se contuvo. Apretaba los puños con tal enojo que hasta Obadiah decidió que lo mejor sería alejarse.

-Detente ahí mismo, Stark- exigió, petrificándolo. -Yo renuncio- sentenció, tirando al suelo su Blackberry y enterrando en la impoluta pantalla táctil uno de sus agudísimos tacones.

-Oye… ¿qué rayos…?- balbuceó su jefe, con sus ojos azules muy abiertos contemplando cómo la "enérgica mujer rojiza" comenzaba a dirigirse a la puerta tras saludar a JARVIS. Corrió para alcanzarla, tratando de convencerla, ofreciéndole un aumento, explicándole que no podía dirigir la compañía sin ella y quién sabe cuántas cosas más… No parecía el de siempre, casi arrastrándose por la mujer que se alejaba decididamente paso a paso, quitándole la alarma al auto sin molestarse por todas sus pertenencias abandonadas en la oficina. Tony se adelantó y se interpuso entre la puerta y Pepper. Ella, entre dientes, le ordenó que se quitara. Él, por su parte, dijo que al menos merecía una expliocación.

-No voy a molestarme en darte explicaciones, Tony. No tienes idea de las cosas que tengo que soportar porque eres Iron Man y no te importa nada más que tu ego y tu traje y tus taller y tus… y tus agujeros de alquiler. No voy a seguir soportándolo. ¡Madura de una vez, Stark! Yo salvo tu trasero cada día, ¿y qué haces tú por mí? Déjame en paz, se acabó, no quiero tener más nada que ver contigo.

Él se quedó mudo, incapaz de reaccionar, tanto que se movió con la facilidad de una hoja cuando ella lo obligó a correrse de su camino. Encendió el auto y rápidamente se alejó sin rumbo, dejando a Tony de rodillas en el estacionamiento pensando en qué había hecho mal esta vez… Porque sabía que Pepper se había enojado con él muchas veces, pero nunca había considerado la posibilidad de abandonarlo… A la compañía, es decir. ¿Y qué iba a hacer ahora?

Escuchando Lynyrd Skynyrd, Pepper llegó a algún lugar, no sabía dónde. Tomó su teléfono personal y llamó a su hermana. No alcanzó a escuchar el primer tono, cuando comenzó a llorar desesperadamente. Tampoco escuchó que Caroline le preguntaba qué pasaba, hasta que preguntó:

-Renunciaste a tu trabajo, ¿verdad, Pep?

Ella emitió un sonido afirmativo, y su hermana, del otro lado de la línea, se dejó caer en el sillón, suspirando.

-¿Puedo ir a pasar unos días contigo y los niños?- preguntó Pepper, desconsolada. Caroline sabía que por fin su hermana necesitaba de otro ser humano. Ya no era la secretaria de Tony Stark, la implacable Pepper Potts, ni Rescue, ni nada más que su pequeña hermana Pepper, aquella a quien le curaba los raspones después de una tarde de juegos, aquella que se acurrucaba a su lado cuando se sentía mal… aquella que volvía a necesitarla como hace unos cuantos años atrás. Era su hermana, y a pesar del pensar popular, también era un ser humano.