Prompt: Deseo.

Nada más cruzar el umbral de la puerta, Shizuo lo agarró por la nuca y lo estrelló en la cama. No había necesidad de cortesías, de aguantarse las ganas de nada, de palabras bonitas o cualquier otra muestra de afecto. Al fin y al cabo, eran dos hombres. Ninguno era frágil, ni débil. Y además se odiaban, por lo que no les importaba hacer daño al otro… ¿verdad? Lo único que contaba ahora era el deseo mutuo e incomprensible, y sacarse esa sensación incómoda de encima.

- ¿Necesitas que te prepare?

Shizuo ya estaba encima de él, prácticamente aplastándolo, pero sin que ninguno de los dos se quejara, con las manos dentro del pantalón del otro y sin dejar de manosearlo por completo. Las camisas habían tardado escasos diez segundos en desaparecer.

- Oh, todo un caballero.- Dijo Izaya entre jadeos.

Faltaba algo entre todo ese toqueteo. Los besos. No los besos en cualquier parte, sino el contacto de labios con labios. Izaya hacía rato que había marcado con sus besos todo el torso de Shizuo –hasta que éste le había metido la mano en el pantalón, y entonces toda la coherencia o capacidad de acción se había desvanecido de su mente-, y Shizuo besaba su cuello, su nuca, sus hombros y prácticamente cualquier punto que se le ponía por delante. Salvo los labios. Porque era demasiado íntimo. Todo esto era muy gay, pero al fin y al cabo… bueno, son hombres, y los hombres se excitan muy fácilmente y blablabla, pero besarlo sería como admitir que hay algo más, una especie de comfort que quería dar o recibir, y esto no iba de eso. Porque todo esto iba de saciar un ansia. Nada más.

- Cállate.

Izaya se rió con dificultad pero despreocupadamente, y sorprendentemente a Shizuo no le exasperó, sino que le hizo sonreír también levemente. Se estaba convirtiendo en algo divertido, una especie de juego que no estaba mal jugar realmente, si a los dos les apetecía. Y al parecer a los dos les apetecía, porque tuvieron que deshacerse de inmediato de los pantalones, por miedo a que les cortasen la circulación ahí abajo.

Bueno, y también por motivos evidentemente prácticos.

- Un poco de preparación no me vendría mal.

Un scalofrío le recorrió la columna a Shizuo. La anticipación, debía ser. Ya empezaban las imágenes a formarse en su mente, un Izaya preparado, deseando que le… como empieces a pensar en esto ya, no vas a durar mucho, y esta función es importante, pensó Shizuo.

- El lubricante y los condones están en la mesilla de noche, alcánzalos.

Los dos cuerpos se separaron, notando el frío que reinaba en la habitación, y que seguramente dentro de unos minutos agradecerían, cuando los dos estuviesen empapados en sudor, con tanto ejercicio físico, sin parar de mov… en serio, Shizuo… como no pares, te vas, volvió a decirle su conciencia.

Izaya volvió a su posición, condón y lubricante en mano. Se tumbó boca abajo, desplegando sus piernas ligeramente, en un gesto avergonzado. Y no hubo más palabras, aunque es cierto que no hacían falta. Ninguno de los dos era nuevo, sabían perfectamente lo que estaba a punto de ocurrir, y cómo iba a ocurrir.

El sonido del tubo de lubricante abriéndose, y unos segundos más tarde cerrándose, fue lo que desató la inhibición de Izaya. La poca que le quedaba, en cualquier caso. Comenzó a moverse contra las sábanas, buscando la fricción, buscando el contacto.

Notó el frío y húmedo dedo de Shizuo contra su entrada, apretando en un movimiento lento, cuidadoso. Cuando estuvo todo dentro, comenzó a moverlo, intentando relajar los músculos que naturalmente luchaban contra la intrusión. Después se sumó un segundo dedo, y más tarde un tercero, repitiendo el proceso. No fue demasiado difícil acostumbrarlo a la sensación, y los dos supieron el momento justo en el que estaba listo para empezar.

Justo en ese momento, por la mente de Shizuo pasó la imagen de Izaya dándose la vuelta, saltando de la cama y diciéndole ¿de verdad ibas a hacerlo? No me lo puedo creer, has caído en la trampa, acompañado de una sonrisa burlona. Pero entonces miró a Izaya, que trataba esconder su expresión de completo y puro deseo, y supo que eso no iba a ocurrir. Los dos querían lo que estaba ocurriendo. Se deseaban el uno al otro, y… bueno, todo esto no sería tan excitante si fuese cualquier otra persona.

Entonces se le ocurrió al rubio, que quería ver esa cara. Quería verle pasar por todos los estadios del sexo que se disponían a tener. Quería verle pasar la incomodidad de la primera penetración, el orgasmo creciendo, y el clímax final. Quería ver esa cara, ninguna otra, y se sorprendió a sí mismo, porque era esto lo que más le excitaba de todo.

Así que agarró las delgadas caderas del informante, y lo volteó con escaso esfuerzo, haciendo chocar violentamente su espalda contra el colchón. La cara de Izaya mostraba asombro y algo de horror. Claramente no deseaba que Shizuo le viese en tal momento vulnerable, pero a Shizuo le daba igual. No se iba a privar. Si lo vamos a hacer, mejor que lo hagamos bien, se repetía a sí mismo una y otra vez.

- ¡No, Shizuo! ¡No!

- Ya te he dicho que te calles. Quiero verte. No hay necesidad de actuar tímidamente ahora.

Shizuo abrió las piernas del moreno, se colocó el condón y con más delicadeza de la que le hubiese gustado, comenzó a entrar dentro de él. Lo que desearía sería embestirle de una, sin importarle lo que le pasase al otro… pero no era un completo hijo de puta. Ese papel ya lo cumplía Izaya.

Izaya se llevó los brazos a la cara, para intentar cubrirse de la mirada del rubio, pero éste le agarró por las muñecas y las sujetó contra el colchón, a ambos lados de su cabeza. Le habló con tono serio.

- He dicho que quiero verte.

Izaya le contestó con una mirada de odio, pero cuando poco a poco Shizuo siguió penetrándolo lentamente, cerró los ojos y empezó a deshacerse en las sensaciones. Cuando apenas quedaban unos centímetros para que Shizuo estuviese dentro por completo, el moreno dio un pequeño respingo, que acompañó con un agudo y pequeño grito ahogado. Ahá, ahí está. Shizuo memorizó las coordenadas, y siguió hasta el final. Izaya entonces dio un suspiro de alivio. Esos primeros instantes de incomodidad, más que de dolor, habían pasado y ahora sólo quedaba lo mejor. Abrió los ojos y le entregó a Shizuo una mirada y sonrisa desafiantes, como retándole a un duelo. El rubio sólo se dejó caer encima de él, y atacó su cuello con sus labios mientras comenzaba el ritmo, lento al principio, pero cada vez más acelerado.

Ahora comprendía por qué Izaya quería esconderse… sus facciones lo revelaban todo. Revelaban el intenso placer que sentía cada vez que el otro tocaba ese punto crítico en su interior, la tremenda excitación que le causaban los dientes de Shizuo en su cuello, la desesperación por aguantar un poco más, sólo un poco más.

Por su parte, Shizuo no podía creer lo que estaba pasando. Lo que tenía ante sí, era la visión más erótica que podía haber visto en su vida, y la sensación de estar dentro del informante era desquiciante. Placenteramente desquiciante. Nunca, absolutamente nunca había sentido algo así teniendo sexo con nadie. Era todo, la situación, la persona… él mismo. Era cómo Izaya movía sus propias caderas para que Shizuo rozase ese punto exacto de su interior. Eran los gemidos de ambos, mezclados, rítmicos y sinceros. Era la fricción en su miembro, y el de Izaya moviéndose libremente al ritmo de cada empujón.

- La… próxima vez… ngh… quiero… que te corras… dentro…

Las palabras de Izaya le excitaron y fastidiaron. ¿Cómo sería poder correrse dentro de él? Ver su semen escurrir de su interior cuando todo hubiese terminado… no, lo que realmente Shizuo quería era marcarlo. Marcarlo con su esencia. Pero, ¿por qué daba por supuesto que iba a haber una próxima vez? ¿Quién se creía que era? No podía dejar que se acostumbrase a tomar decisiones por sí solo, sin consultarle antes.

- No habrá una… próxima vez… no te… confundas… -contestó sin hacer mucho caso a sus propias palabras.

Izaya agarró su cara con sus dos manos, le miró fijamente a los ojos, y con la expresión más seria que jamás le había visto, le habló como pudo, entre los incesantes empujones.

- Sabes perfectamente… que esto que hemos empezado… ya … ¡ah!... nnngh… no se puede parar…

Pero el guardaespaldas ya no quería saber nada más. No quería pensar, ni quería oír palabras con sentido. Quería escuchar las incoherencias que uno dice cuando está echando el mejor polvo hasta la fecha, los sonidos escapar de gargantas cansadas, y los sonidos líquidos y agresivos del entrar y salir de su miembro en el agujero de Izaya.

- Más fuerte, Shizuo. Más deprisa…

Inequívocamente, eso señalaba que los dos estaban ahí, al borde del abismo. Y sería cuestión de segundos que todo acabase, y no podía permitir acabar antes que Izaya. Quería que cuando se corriese, fuese gracias a él. Que se lo debiese exclusivamente a él.

- Dios, cállate…

Y Shizuo le besó. No pudo evitarlo, ni tampoco quiso. La expresión en el rostro de Izaya de vulnerabilidad, de completo abandono, de desesperación… le hacía querer fundirse con él más, y penetrar más profundo, más fuerte… después, que fuese lo que Dios quisiera, pero ahora mismo sentía que lo amaba, que quería abrazarlo y no dejarlo y llorar por lo intenso de todo, así que no pudo dejar de besarlo.

Por su parte Izaya aceptó aquél beso más que de buena gana, habiéndolo deseado desde el principio de la noche. Habiéndolo deseado desde hacía años realmente, y por fin todas (o casi todas) sus frustraciones respecto al rubio se desvanecían y desaparecían. Necesitaba estar aferrado a él, sus cuerpos fusionados en uno, y creer firmemente en esa vez más que Shizuo había denegado, aún sin haberse separado de él todavía.

Así que el moreno se colgó de su cuello y rodeó su cintura con sus piernas, como si no quisiera dejarlo escapar jamás, intentando juntarlo más consigo, intentando que fuese más intenso aunque sentía que si aquello escalaba, se iba a desmayar.

En esta postura, los intentos de Shizuo daban justo en el blanco, y cuando aquél empezó a masturbarle con fuerza, no pudo aguantar más de un par de movimientos de su muñeca sin estallar en un orgasmo explosivo. La visión de la cara de Izaya con sus facciones distorsionadas por tanto placer y sentir el calor del semen en su torso, fueron lo último que Shizuo necesitó para correrse con un grito ensordecedor que no se molestó en acallar, sin parar de moverse, y besando a Izaya como si la ocasión no fuese a repetirse jamás, y lo hubiese estado esperando toda su vida. Quizás había sido así.

Shizuo se dejó caer junto a Izaya en el colchón, aún sin parar de besarlo. Así era más fácil. Mientras se besaban no tendrían que mirarse a los ojos, que era el momento que los dos más temían. Las manos de ambos parecían también no poder estarse quietas, y no querían dejar de acariciar todos aquellos espacios de piel que encontraban a su paso.

Izaya acariciaba sus mejillas mientras Shizuo enterraba los dedos en su pelo. Y era como si todo estuviese bien. No se sentía como si hubiese sido un gran error, ni se arrepentía (sobre todo con los latigazos post-orgasmo que aún les recorrían el cuerpo).

En un estado de plenitud, felicidad y aturdimiento, Shizuo no sabía en qué momento se había quedado dormido con Izaya en sus brazos. Lo único que sabía era que se levantó para encontrarse una cama vacía.

Pero, en fin, tampoco le sorprendió.


[Shizuo… no puedes tirarte a alguien UN POCO. Así que te lo has tirado un mucho.]

- Y eso no es lo peor.

Shizuo agradecía la falta de estupor o juicio de su amiga.

[¿Lo has dejado embarazado?]

- Si te vas a reír de mí, me voy y eso que me ahorro.

Celty agradeció en ese momento el que no pudiese ser visible en la oscuridad la risa que le sacudía el cuerpo. Le puso una mano en el hombro a su amigo y éste entendió que podía seguir hablando y que sólo lo había hecho para poder quitar hierro al asunto.

- Lo peor… -y miró hacia las estrellas que ya cubrían todo el cielo, y tuvo que tomar aire para poder reconocer esto a sí mismo y al mundo-… lo peor es que en verdad estoy esperando a que ocurra otra vez.

FIN.

Dios, al final esto no ha tenido nada que ver con las prompts… o sí, en cierto sentido. Pero una vez que me puse a escribir no hubo manera de pararlo.