Montaje alternado (o La variación empujada por ver un cortometraje en un momento preciso)
"El simple aleteo de una mariposa puede desencadenar un huracán en el otro extremo del mundo" (Teoría del caos)
"¿Entonces así va a ser?" Preguntó Sadiq levantando la voz y llamando la atención de Heracles, que estaba dentro del baño del pub donde recíen habían tocado. Y puso más atención a lo que ocurría en el pasillo de afuera -¿Vas a darme la guerra por querer recuperarlo?
"Detente allí, primero…"Se escuchó la voz de Arthur intentando controlar sus iras "No lo recuperarás porque nunca fue tuyo, segundo… no voy a darte guerra aunque podría hacerlo… sabes que si le digo que no creo que seas conveniente para él probablemente me haría caso... pero la verdad es que no lo hago porque respeto su criterio y tu deberías aprender a hacer lo mismo".
Estaban peleando. Heracles lo sabía, aunque ambos se esforzaran por poner sonrisas hipócritas cada vez que él irrumpía en el lugar de la contienda. Esta vez, al escuchar a su amigo, Heracles no pudo evitar sonreirse agradecido por la forma en que Arthur defendía y legitimaba su libertad de elección y su desiciones; se distrajo mientras el agua del lavamanos corría, pensaba en qué haría él si Arthur estuviera en su situación: saliendo con alguien que le torturó emocionalmente por años. Probablemente hubiera sido más radical y no habría podido respetar su desición. Él podía ser la persona más pacífica del mundo, pero si se metían con las cosas que le importaban podía convertirse en un guerrero; las venganzas de las Furias y los arranques de celos de Hera no serían nada en comparación.
Salió del cuarto de baño haciéndose el tonto. Sadiq inmediatamente puso una sonrisa chula en el rostro mientras se acercaba a su pareja para poner un brazo alrededor de su hombro; un gesto que significaba: 'estoy marcando lo que es mío'.
Heracles tenía serias enmiendas al respecto; estaban saliendo, estaban intentando ver qué pasaba en esta nueva versión de su historia, pero nada era seguro. Él no era el chiquillo virgen con la nariz enterrada en los libros que había sido hace unos tres años atrás. Ahora era casi un hombre con un expediente sexual del tamaño de la biblioteca de Alejandría, que tocaba la batería en una banda con su mejor amigo y que sí, seguía con la nariz metida en los libros, pero con constante dosis de conciencia de su realidad.
Igualmente pasó el brazo por la cintura del turco y se dejó besar. Arthur jugaba con el encendedor, pretendiendo estar ausente. Mientras Sadiq le decía lo que harían al día siguiente luego del trabajo, el griego estaba mitad en esos y planes y mitad concentrado en la forma en que Arthur ahora miraba hacia otro lado, mientras rascaba la ebilla de su cinturón ¿Qué tan molesto estaba con esto? ¿Qué le molestará más de esta situación? ¿El hecho de verlo arrastrarse? ¿No aprobar al novio de 'su hermano'? Como el mismo Arthur decía ¿O era saber que ahora no tenía más derechos? Incluso a él le costaba la sola idea de no tenerlos. De pronto la idea de no besar a Arthur, de no sentir el roce de su piel desnuda por las noches le molestaba más que la posibilidad de que Sadiq volviese a arruinarlo todo ¿Era eso normal?
Se despidió de su 'pareja' y se acercó a su amigo para musitar:
"¿Nos vamos?"
Arthur asintió mientras se echaba las manos a los bolsillos. Estaba evitando la tentación de hacer lo de siempre. De agarrarle la mano en la calle, o de pasar la mano por su espalda y meterla en el bolsillo trasero el jeans del griego. Pero eso no era un acto posesivo como el de Sadiq, eso era un acto de complicidad, de sincronía corporal. Arthur muchas veces tenía los mismos desplantes de afecto físico que tenía Sadiq hacia él, la diferencia era el tono: ellos no tenían que probar nada, su relación estaba probada y no necesitaban explicarse, o no les importaba, ellos sabían lo que eran.
Si en ese entonces un ventarrón hubiera volado el pañueco de cuadros negros y blancos que Arthur usaba en el cuello como bufanda, hubiera tenido que correr media cuadra para recogerlo. Lo habría reacomodado mirándose en una vidriera y hubieran seguido su camino a la estación de metro. Pero entonces no habían pillado el tren de las 11.35, sino el de las 11.50; entonces habrían llegado justo antes de que empezara a exibirse 'El gabinete del doctor Caligari' y se habrían sentado en silencio uno al lado del otro, sin tocarse, solo hablándose de vez en cuando para comprobar sus hipótesis sobre las accionesde los personajes y sobre "¿Te das cuenta de lo surrealista que es el montaje del cuadro? Todo artificial y puntiagudo" "Yo creo que Tim Burton ha tomado la estética de esta película y la ha hecho su firma personal..." "¿De verdad que sí?" "Es increible lo mucho que se hacía en ese tiempo con tan pocos recursos tecnológicos..." "El contrapicado acentúa las formas angulosas" "Yo creo que es para infundirle vértigo al asunto"
Porque ellos nunca cometían la vulgaridad de emocionarse con la película en una observación entregada a la obra de arte. No. Ellos tenían que analizar cuadro por cuadro, los planos, enfoques, ángulos; ver la construcción de las secuencias, analizar el montaje, ver la relación con los sonidos y música. Y luego discutir por horas sobre los mensajes ocultos.
Por eso, luego de terminar el film, hubieran corrido bajo la lluvia torrencial para llegar a tomarse un té y discutir acaloradamente sobre lo que vieron. A eso de las seis de la mañana y se hubieran ido cada uno a su cuarto; aguantando las ganas de seguirse. Heracles se hubiera juntado al otro día con Sadiq a comer y el turco le habría demostrado que tenía intenciones de ser mejor, él se habría conmovido y habría tratado de enterrar sus inseguridades. A lo mejor hubieran sucumbido una vez con Arthur, besándose apasionadamente en medio de un confuso episodio durante el desayuno, pero llenos de arrepentimientos, le habrían quitado importancia. Unos meses depués Arthur habría conocido a un yankee y había comenzado a escribir un neuvo capítulo, separado de la historia de Heracles; habrían sido hermanos desde entonces, pero como correspondía que lo fueran.
Pero si el ventarrón no venía. Si el pájaro se hubiera comido a la mariposa que revoloteaba por el parque, entonces el insecto no se hubiera parado en el parabrisas del autobus y no hubiese distraído al conductor por unos segundos. Entonces el vehículo hubiera aprovechado la luz verde, hubiese cruzado la calle a tiempo y se hubiera estacionado justo frente a la pareja de amigos que estaba en la esquina de la calle Great Eastern con Shoreditch Hight, bloqueando la corriente de aire. Ellos hubieran alcanzado a tomar el tren de las 11.35. habrían comprado el ticket del mini cine a eso de las 11:45.
Entonces, Mindy, la chica de la boletería les dijo "Ya que están acá podrían aprovechar de entrar a ver lo que queda del ciclo de cortos" "¿Son alemanes?" "Sí, esta semana hay ciclo de cine alemán, pero la próxima traemos cine italiano, del neorrealismo, deberían venir" "¿Y no hay problema con que entremos así nada más?" "¡Para nada! Debe quedar uno solo de todos modos" "Alright then, thanks love" Arthur le guiñó el ojo con ese aire de puto coqueto y entraron a la sala oscura, casi repleta, solo se veía en la pantalla una taza de café siendo revuelta y luego una página de un libro siendo leída. (1)
Los amigos se sentaron en la fila trasera, donde no había nadie. La vista fija en la pantalla, complacidos de ver cine moderno en blanco y negro. Parecía que en la cinta la protagonista se estaba enamorando a primera vista. Arthur, excéptico como siempre, soltó un resoplido burlón y el griego negó con la cabeza por su falta de apertura.
El romance no era para el género preferido de Arthur. A Heracles le daba igual; el creía que el cine debía mostrar todos los aspectos de la vida e ideas, pero su amigo era más tajante. A él le gustaban los thriller sicológicos, el suspense, el cine experimental, el realismo crudo, las historias violentas o negras al estilo de Darren Aronofsky. Era tan cerrado que cuando vieron 'Amelie' lo único que hizo fue criticar, mascullar unos "¡Qué puta cursilada es esta!" "Estúpidos franceses" y salir de la sala diciendo "Esta película le ha hecho un gran daño al séptimo arte y al mundo".
Aún así, se quedó mirando en un silencio respetuoso, Heralces podía adivinar lo que pensaba su amigo 'Vamos, mujer tonta... háblale ¿qué tanto daño puede hacer un chico que trabaja en una librería con unos viejitos?' Arthur tenía una risa burlona, porque claro, él siempre pregonaba que a él nunca le pasarían esas cosas. Él no quería a nadie. Si se quería tirar a alguien le hablaba y le preguntaba. Heracles era igual de directo normalmente, pero intuía que cuando se trataba de emociones más complejas no era tan fácil.
Y cómo se dijo antes. Ellos nunca veían la película con ojos de espectador pasivo sino con ojos de crítico. No obstante, a medida que fue avanzado la historia, el inglés en su fuero interno comenzaba -muy a su pesar – a sentirse identificado con la frustración y los miedos de la protagonista. Joder, si lo tenía tan cerca. Por qué mierda no le decía nada. Y qué carajo le importaba a él lo que le pasara a esa pava. A él nunca le pasaría algo así. Se lo repitió muchas veces hasta que le hiciera sentido, pero entonces miró al lado para asegurarse de que su amigo no lo estaba descubriendo en su vergonzosa situación, y se sintió súbitamente acongojado.
Mierda, mierda... está a diez centímetros de mí... por qué diablos me pongo tan nervioso ¡Es Heracles solamente! Está aquí... siempre ha estado aquí, no es nada del otro mundo, no es como si lo necesite o lo eche de menos, un polvo me lo puedo conseguir en cualqueir parte, pfft ¡soy Arthur Kirkland!...es solo un polvo... un polvo con mi mejor amigo... es solo que él sabía como hacerlo, estaba acostumbrado a su técnica... no es nada más...
Al final de la cinta, a los casi trece minutos, Heracles pudo ver que Arthur ya no sonreía; tenía las manos hechas un puño. Y no era que fuera empático con la protagonista, seguro pensaba que se merecía la desgracia por la que pasaba pero a lo mejor pensaba en él. Tal vez pensaba en ellos. Heracles al menos lo pensaba ¿Y a ellos si les estaba pasando lo mismo? ¿Y si él también estaba perdiendo para siempre una oportunidad por no poder verbalizarlo? ¿Qué podría decirle a su amigo si ni siquiera sabía bien lo que ocurría?
Miles de opciones venían a su mente.
Arthur... no estoy seguro de lo mío con Sadiq... no sé lo que quiero... creo que pienso más en tí que en él cuando estoy con él...¿Es muy cursi lo que estoy diciendo? Estoy confundido... ¿Será posible que esto que nos pasa no sea solo hermandad? ¿Qué piensas de mí, Arthur? ¿Me extrañas? ¿Me quieres? Por supuesto que me quieres... la pregunta es ¿De qué manera?'
Era el turno de Heracles de empuñar la mano. Desearía ser más elocuente en este momento. Ser directo, como cuando le dijo a ese japonés "¿Te apetece que lo hagamos?", pero esto no es lo mismo, porque con Arthur han tenido sexo miles de veces. La mano engrifada del inglés hace contacto con la suya, se miran y ambos lo ven, lo saben. Arthur abre la boca como si fuera a decir algo, y la cierra. Heracles hace lo mismo. ¿Por qué tuvieron que entrar a ver este cortometraje? Se supone que pagaron por ver otra cinta, el clásico del expresionismo alemán. Pero no, ahora la gente se paraba para irse, los que venían a ver la siguiente cinta entraban y ellos eran incapaces de unir valor para hablarse. Así imposible entender nada.
"Tenemos que salir de acá" dijo finalmente el inglés, poniéndose de pie, asumiendo que lo seguirían sin protestar. La chica de la boletería los observó con curiosidad mientras salían a la calle. Para mal de males llovía. El inglés miró al cielo y bufó cínicamente "This is great". Heracles metió las manos a los bolsillos de su chaqueta marrón y comenzaron a caminar lo más rápido posible hacia la primera cafetería que encontraran abierta; eran las cero horas y diez minutos. Solo encontraron una especie de pub-restaurante; un local oscuro, no tan ruidoso ni concurrido. Se sentaron en un rincón. El de ascendencia griega pidió un chocolate, deseando poder beberse una taza de té de Malevos o Taigetos. Arthur como siempre el té más negro posible, sin azucar y un chorro de leche.
Ninguno parecía dispuesto a empezar. Heracles estaba inmerso en su mutismo reflexivo, pero como pudo se empujó a tomar la mano de su amigo por sobre la mesa. El puño del inglés se tensó, pero fue relajándose conforme el pulgar del castaño masajeaba sus nudillos, Arthur abrió su mano y permitió que la más tostada y grande que la suya entrelazara los dedos; él también participó apretando un poco el agarre. Y esta vez había posesividad, había un 'No te vayas con él' en ese gesto y toda la negación que había construido durante todo ese tiempo en su cabeza con el "Somos hermanos... no estoy enamorado, solo me conformo con tenerlo todo en la misma persona", todo eso se derrumbó y se hizo polvo, como si nunca hubiese existido. Heracles lo entendió así y finalmente dijo:
"Todo lo de estos últimos diez días ha sido una pésima idea"
"Yo también lo creo... ¿Hablarás con él?"
"Iré a buscarlo al trabajo para decírselo"
"¿Quieres que te acompañe?"
"¿Temes que me haga cambiar de parecer?"
Arthur chasqueó la lengua; él no era celoso, nunca lo había sido. Era el turco infame quien le causaba desconfianza.
"Confío en tí"
"Entonces no hay problema."
Heracles era un ser de aire, y de pronto estar con alguien como Sadiq, que era de fuego, de celos, de ataduras, no le parecía una idea muy atractiva. Arthur en cambio era de agua, tenía una profundidad y una flexibilidad que eran totalmente compatibles con él. Roderich y Elizabetha eran la tierra, quienes les daban la estabilidad para no perderse en sus remolinos.
Tomaron sus tazas calientes aún con las manos juntas sobre la mesa y al acabar fue el mismo Arthur quien se cambió de asiento para quedar a su lado.
"No puedo creer lo cerca que estuve de cagarla solo por no haberte visto" admitió. Heracles sabía cuánto le costaba esa honestidad y le premió con un sabor a chocolate en los labios. Porque nada tenía que cambiar. Esto no había nacido con esta epifanía causada por una casual entrada prematura al cine. Había nacido en el momento que Heracles le preguntó si quería darle su primer beso y se había consumado después del concierto de Radiohead. Era eso de saber que eran algo no que tenía nombres, ni rejas, ni compromisos, ni se regía por las normas sociales que todos conocían.
Y esa noche, luego de deshacerse de la ropa mojada y su peso, se desvelaron y se durmieron como quisieron. Y por primera vez en diez días no sobraba el frío espacio vacío en el colchón.
Nota: Y así es, en mi humilde opinión, como debieron ser las cosas. No podía sacámelo del sistema. Tenía que escribir esto. Lo siento.
(1) El corto se llama "El sueño del caracol" y lo pueden encontrar fácilmente subtitulado al español en youtube, dura 14 minutos, es hermoso y creo que les hará pensar en muchas cosas, como en las veces que debieron hablar y en esas oportunidades que no volverán.